XI
NOÛS A HERMES

1 Retén bien mi discurso, Hermes Trismegisto, y guarda en la memoria lo que digo. En cuanto a mí, no dudaré en decir lo que tengo dentro.

– Mucho se ha hablado y desde muchos aspectos sobre el Todo y sobre Dios, y las afirmaciones son contradictorias, de tal modo que, en lo que me concierne, no he podido aprender la verdad: por tanto, Señor, ilumíname al respecto. Pues sólo en ti confío, si decides revelarme tu pensamiento.  

2 – Escucha entonces, hijo mío, lo que es de Dios y del Todo.  

Dios, la Eternidad, el cosmos, el tiempo, el devenir.  

Dios hace la Eternidad, la Eternidad hace el cosmos, el cosmos hace el tiempo, el tiempo hace el devenir. La esencia, por decirlo así, de Dios, es el bien, lo bello, el éxtasis, la sabiduría; la de la Eternidad, la identidad; la del cosmos, el buen orden; la del tiempo, el cambio; la del devenir, la vida y la muerte. Dios tiene como energía el intelecto y el alma; la Eternidad, la duración y la inmortalidad; el cosmos, la recurrencia y la contrarrecurrencia; el tiempo, el crecimiento y el decrecimiento; el devenir, la cualidad y la cantidad. Así pues la Eternidad está en Dios, el cosmos está en la Eternidad, el tiempo está en el cosmos, el devenir está en el tiempo. Y mientras que la Eternidad permanece inmóvil rodeando a Dios, el cosmos está en movimiento en la Eternidad, el tiempo se realiza en el cosmos y el devenir transcurre en el tiempo.  

3 Dios es por consiguiente la fuente de todas las cosas, la Eternidad su esencia, y el cosmos, su materia. La Eternidad es Poder de Dios, y la obra de la Eternidad es el cosmos, que no ha tenido comienzo, pero que está continuamente en devenir por acción de la Eternidad. Por eso nada de lo que hay en el cosmos perecerá jamás (pues la Eternidad no perece) ni será destruido, porque el cosmos está envuelto completamente por la Eternidad. – ¿Pero la Sabiduría de Dios, cuál es? – Es el bien y lo bello y la dicha y la virtud total y la Eternidad. La Eternidad hace pues del mundo un orden, introduciendo la inmortalidad y la duración en la materia.  

4 En efecto, el devenir de la materia es dependiente de la Eternidad como la Eternidad misma depende de Dios. El devenir y el tiempo se encuentran en el cielo y sobre la tierra, pero tienen ahí dos naturalezas diferentes: en el cielo no cambian y son imperecederos, sobre la tierra son cambiantes y perecederos. Y es Dios el alma de la Eternidad, la Eternidad lo es del cosmos, el cielo de la tierra. Dios está en el Intelecto, el Intelecto está en el alma, el alma está en la materia: y todas esas cosas subsisten por medio de la Eternidad. Y a todo ese gran cuerpo en el que se hallan contenidos todos los cuerpos, lo colma en el interior un alma llena de Intelecto y de Dios y lo envuelve en el exterior, vivificando el Todo; en el exterior a ese vasto y perfecto viviente que es el cosmos, en el interior a todos los vivientes; en lo alto, en el cielo, dura sin cambiar, idéntica a ella misma, mientras que abajo, sobre la tierra, produce las variaciones del devenir.  

5 Es la Eternidad la que mantiene unido todo ese cosmos, ya sea por medio de la necesidad, de la providencia, de la naturaleza, o de cualquier otra cosa que se pueda pensar hoy o más tarde.96 Y lo que produce por su actividad todo eso, es Dios, y la energía de Dios, fuerza a la que no se puede superar y a la cual no se pueden comparar ni las cosas humanas ni las cosas divinas. Por eso, Hermes, no vayas a pensar jamás que alguna de las cosas de aquí abajo o de allá arriba sea semejante a Dios, porque te alejarás de la verdad: en efecto nada hay semejante al Desemejante, Solo y Único. Y no vayas a pensar tampoco que él entrega parte de su poder a algún otro, quienquiera que fuere. ¿Hay en efecto, después de él, algún otro creador de la vida, de la inmortalidad, del cambio? ¿Y él mismo que otra cosa podría hacer sino crear? Pues Dios no es inactivo, de lo contrario lo sería también todo el universo, por que todo está lleno de Dios. Pero, de hecho, no hay inactividad en parte alguna, ni en el cosmos, ni en cualquier otro ser que fuere. Inactividad es una palabra vacía, habida cuenta de aquél que crea y lo que viene al ser. 6 Pues bien, es un hecho que todo viene a ser, y siempre, y según la influencia propia a cada lugar. Porque el que crea está en todos los seres, no permanece fijado en uno de entre ellos ni crea en uno de ellos solamente, sino que los crea a todos: pues, siendo una fuerza siempre actuante, él no posee su suficiencia de los seres creados, sino que son los seres creados los que están sometidos a él.  

Contempla por otro lado a través mío el cosmos que se ofrece a tus miradas y considera atentamente su belleza: ese cuerpo sin mancha, cuya antigüedad nada supera, eternamente con la fuerza de la juventud, ¡cada vez más floreciente!. 7 Ve también la jerarquía de los siete cielos, formados en buen orden siguiendo una disposición eterna, llenando la eternidad cada uno por un curso diferente.97 Ve todas las cosas plenas de luz sin que haya fuego en parte alguna: pues la amistad y la combinación de los contrarios y de los desemejantes se ha vuelto luz, difundida abajo por la energía del dios que es generador de todo bien, jefe y conductor del entero buen orden de los siete cielos.98 Ve la luna que corre por delante de todos esos cielos, instrumento de la vida física, transformando la materia de aquí abajo. Ve la tierra, sita en medio del Todo, bien establecida como fundamento de ese mundo tan hermoso, nodriza que alimenta las criaturas terrestres. Considera aún cuán inmensa es la multitud de los vivientes inmortales, qué inmensa la de los mortales, y ve, medianera entre los unos y los otros, inmortales y mortales, a la luna prosiguiendo su ronda. 8 Todo está lleno de alma, todos los seres están en movimiento, los unos en el cielo, los otros sobre la tierra, y ni los que deben estar a la derecha se van a la izquierda, ni los que deben estar a la izquierda se van a la derecha, ni los que deben estar arriba van abajo, ni los que deben estar abajo están arriba. Que todos estos seres hayan sido producidos, muy querido Hermes, no tienes ya necesidad de aprenderlo de mi boca: ellos son cuerpos en efecto, tienen un alma, y son movidos. Ahora bien todos esos seres no pueden converger en un ser único sin alguien que los reúna. Es preciso entonces que tal ensamblador exista y que sea absolutamente único. 9 Porque, como los movimientos son diversos y múltiples y como los cuerpos son desiguales, mientras que, sin embargo, la velocidad total impuesta a todos estos cuerpos es única, no puede haber ahí dos o más creadores: en efecto, cuando hay varios, no se mantiene la unidad de orden; y no se puede ser varios sin que de ello resulten celos con respecto al más poderoso, y te diré aún, supón que existe un segundo creador para los vivos cambiantes y mortales, se apoderaría de él el deseo de crear también a los inmortales e igualmente el creador de los inmortales querría crear a los mortales. Y ve todavía, supón que hubiera dos, mientras que la materia es una y el alma una, ¿a cuál de los dos corresponderá el cuidado de proveer a la creación? Y si ese cuidado corresponde conjuntamente a uno y a otro, ¿cuál de los dos tendrá en él mayor parte? 10 Piensa en efecto que todo cuerpo viviente está compuesto de materia y de alma, tanto el inmortal como el mortal, tanto el razonable como el animal sin razón. Puesto que todos los cuerpos vivientes están animados, y los no vivientes subsisten como materia por ella misma, e igualmente el alma, causa de la vida, emanada como está de manos del creador es también independiente; y puesto que el creador de los inmortales es asimismo el entero autor de la vida: ¿cómo en efecto no crearía también a los otros vivientes, los mortales? ¿Cómo el que es inmortal y crea la inmortalidad no crearía todo cuanto pertenece a los vivos?  

11 Que hay por lo tanto alguien que crea esas cosas, es evidente. Ahora, que sea asimismo único, es muy manifiesto: en efecto, el alma es una, la vida es una, la materia es una. ¿Cuál es entonces ese creador? ¿Quién puede ser sino el Dios único? ¿A qué otro en efecto convendría el crear a los vivientes provistos de un alma, sino solamente a Dios? Dios es por consiguiente único. ¡Es de hecho una cosa cómica!: has reconocido que el mundo es siempre uno, uno el sol, una la luna, una la actividad divina ¿y quieres que Dios, él, sea miembro de una serie? 12 Es pues Dios solo quien crea todas las cosas. ¿Y qué hay de maravilloso para Dios en crear a la vez la vida, el alma, la inmortalidad, el cambio, cuando tú mismo haces tantas cosas diferentes? Pues tú ves, hablas, oyes, hueles, tocas, andas, piensas, respiras y no es otro quien ve y otro quien oye, otro quien habla y otro quien toca, otro quien huele y otro quien marcha, otro quien piensa y otro quien respira, sino que es un ser único quien hace todo eso. Pues bien, tampoco las actividades divinas pueden ser separadas de Dios. Porque, igual que si tú dejas de realizar tus actos propios ya no eres un viviente, del mismo modo, si Dios deja de realizar los suyos propios, cosa impía de decir, ya no es Dios.  

13 Pues si se ha demostrado que tú no puedes existir sin ninguna actividad, ¡cuánto más Dios! En efecto, si hay alguna cosa que Dios no crea, cosa impía de decir, es imperfecto; y si Dios no es inactivo, sino que al contrario es perfecto, es pues que crea todas las cosas.  

Si consientes, Hermes, en prestarme un poco tu atención concebirás sin esfuerzo que Dios no tiene sino una sola labor, la de hacer que todas las cosas sean; lo que deviene, lo que devino en algún momento del pasado, lo que devendrá en el futuro. Y es eso, mi muy querido, lo que es la vida, es eso lo que es lo bello, es eso lo que es el bien, es eso lo que es Dios. 14 Y si quieres comprenderlo por tu propia experiencia, mira lo que sucede en ti cuando quieres engendrar. En verdad, cuando se trata de Dios, el acto de engendrar no tiene en absoluto paralelo: Dios seguramente no experimenta placer sensible; y no tiene ningún cooperador. En efecto, como opera completamente solo está siempre inmanente en su obra, siendo él mismo lo que produce. Porque si sus criaturas estuviesen separadas de él, se hundirían y perecerían todas necesariamente, no teniendo ya vida en ellas. Pero, puesto que todo está vivo y que asimismo la vida es una, Dios es entonces ciertamente único. E, inversamente, puesto que todo está vivo, los seres del cielo y los de la tierra, y puesto que la vida es única en todos, ella misma es producida por Dios, y ella es Dios; es por tanto por la acción de Dios que todas las cosas son, y la vida es la unión del intelecto y del alma. En cuanto a la muerte, no es destrucción de los elementos reunidos, sino ruptura de la unión.  

15 Así la Eternidad es imagen de Dios, el cosmos imagen de la Eternidad,99 el sol imagen del cosmos, el hombre imagen del sol. En cuanto al cambio, se le llama muerte porque el cuerpo se disuelve mientras que la vida se disipa en lo invisible. Ahora bien los seres que se disuelven de este modo, y el cosmos, mi muy querido Hermes, testimonio que se transforman, por el hecho de que, cada día, una parte del cosmos va a lo invisible, pero de ninguna manera [digo] que se disuelven. Y he aquí lo que son las pasiones del cosmos: rotaciones y desapariciones. Ahora bien la rotación es revolución, la desaparición renovación. 16 Así el cosmos es omniforme, no que tenga las formas alojadas en él, sino que es en él mismo que él mismo se transforma.100 Entonces puesto que el cosmos ha sido hecho omniforme, ¿qué puede ser el que lo ha creado? ¡No digamos que es informe! Por otra parte, si es asimismo omniforme, será semejante al cosmos. Pero, ¿y si no tiene más que una única forma? Sería en este punto inferior al cosmos. ¿Qué decimos entonces que es, para no dejar el discurso sin salida? Porque no hay nada sin salida en nuestra concepción de Dios. Dios no tiene pues más que una figura, –si hay alguna figura propia a Dios–, que no sabría ofrecerse a los ojos del cuerpo, pues es incorpórea, aunque revela todas las formas por medio de los cuerpos.  

17 Y no te vaya a sorprender que pueda existir una figura incorpórea: existe en efecto, tal como la figura de la palabra; e igualmente como, en las pinturas, se ven las cimas de las montañas elevarse en relieve, cuando en realidad ellas son completamente lisas y planas. Examina todavía lo que acabo de decir desde un punto de vista más atrevido, pero también más verdadero. Tal como el hombre no puede vivir sin la vida, así Dios no puede tampoco vivir sin producir el bien. Eso es en efecto lo que hace las veces de vida y de movimiento para Dios: el hecho de mover a todos los seres y de darles la vida.  

18 Ciertos términos deben ser tomados según una acepción particular; considera por ejemplo el argumento siguiente: todos los seres están en Dios, pero no están en él como colocados en un lugar (en efecto el lugar es un cuerpo, y un cuerpo inmóvil, y lo que está en un sitio no tiene movimiento); pues es de otra manera que tiene lugar la facultad incorpórea de imaginar. Concibe entonces a aquél que contiene a todos los seres, y comprende que no hay nada que pueda circunscribir lo incorpóreo, ni que sea más veloz y más poderoso que él; es él por el contrario quien, de todos los seres, es el incircunscrito, el más rápido y el más poderoso.  

19 Júzgalo asimismo de la manera siguiente, a partir de ti mismo. Ordena a tu alma irse a la India, y he aquí que, más veloz que tu orden, allí estará. Ordénale cruzar enseguida el océano, y he ahí que, de nuevo, allí estará inmediatamente, no por haber viajado de un lugar a otro, sino como si ya se encontrase allí. Ordénale incluso que se remonte al cielo, no tendrá necesidad de alas: nada puede obstaculizarla, ni el fuego del sol, ni el éter, ni la revolución del cielo, ni los cuerpos de los demás astros, sino que ascenderá en su vuelo a través de todos los espacios hasta el último cuerpo. Y si todavía quisieras perforar la bóveda del universo mismo y contemplar lo que hay más allá101 (si es que existe algo más allá del cosmos), puedes.  

20 ¡Ve qué potencia, qué rapidez posees! Y si, tú, puedes todo eso, ¿no lo podrá Dios? Es pues de esta manera que debes concebir a Dios: todo lo que es lo contiene en él mismo como pensamientos, el cosmos, él mismo, el Todo. Luego si no te vuelves igual a Dios, no puedes comprender a Dios: pues lo semejante no es inteligible más que a lo semejante. Crece hasta corresponder al tamaño sin medida, mediante un salto que te libere de todo cuerpo; elévate por encima de todo tiempo, conviértete en Eón102: entonces comprenderás a Dios. Habiendo puesto en tu pensamiento que no hay nada imposible para tí, considérate inmortal y capaz de comprenderlo todo, todo arte, toda ciencia, el carácter de todo ser viviente. Asciende más alto que toda altura, desciende más bajo que toda profundidad. Reúne en tí mismo las sensaciones de todo lo creado, del fuego y del agua, de lo seco y de lo húmedo, considerando que estás a la vez en todas partes, sobre la tierra, en el mar, en el cielo, imagina que aún no has nacido, que estás en el vientre materno, que eres adolescente, viejo, que estás muerto, que estás más allá de la muerte. Si abarcas con el pensamiento todas esas cosas a la vez, tiempos, lugares, substancias, cualidades, cantidades, puedes comprender a Dios.  

21 Pero si mantienes tu alma aprisionada en el cuerpo, si la rebajas y vas diciendo: "Yo no concibo nada, no puedo nada; tengo miedo del mar; no puedo subir al cielo; no sé lo que era, ni sé lo que seré", ¿Qué vas a hacer con Dios? Porque no puedes entender con el pensamiento ninguna de las cosas bellas y buenas, en tanto te apegas a tu cuerpo malamente. El vicio supremo en efecto, es no conocer lo divino. Por el contrario, ser capaz de Conocer, y haber tenido la voluntad y la firme esperanza, es la vía directa que conduce al Bien, y una vía fácil. A lo largo de tu caminar, él vendrá por todas partes a tu encuentro, en todas partes se ofrecerá a tu vista, incluso en el lugar y a la hora en que tú no lo esperas, veles o reposes, navegues o camines, de noche y de día, hables o te calles: pues nada existe que él no sea.  

22 ¿Vas tú a decir ahora: "Dios es invisible"? No hables así: ¿quién es más manifiesto que Dios? El lo ha creado todo sólo para que tú le veas a través de todos los seres. Ese es el bien de Dios, el poder milagroso de Dios, manifestarse él mismo a través de todos los seres. Pues nada hay invisible, ni siquiera entre los incorpóreos. El intelecto se hace visible en el acto de pensar, Dios en el acto de crear.  

Mis revelaciones se detienen aquí, Trismegisto. Todo lo demás, considéralo tú por tu parte siguiendo el mismo método, y no quedarás decepcionado. 

 
Ilustración de la obra de J. de M. Snyders, Metamorphosis planetarum.
J. de M. Snyders, Metamorphosis planetarum

Presentación - I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI

NOTAS 
96 "La necesidad, la providencia y la naturaleza son instrumentos del orden y del hermoso ordenamiento de la materia" (XII 14). "Todo es producido por la Naturaleza y la Fatalidad y no hay lugar alguno donde no se ejerza la Providencia. La Providencia es el designio perfecto en sí mismo del Dios que reina en el cielo. Este designio tiene dos poderes naturales, la Necesidad y la Fatalidad. La Fatalidad está al servicio de la Providencia y la Necesidad; y es servida a su vez por los astros. Nada escapa a la Fatalidad ni se hurta a la fuerza inmensa de los astros. Los astros son el instrumento de la Fatalidad, ya que es según sus decretos como se llevan a término todas las cosas en la naturaleza y entre los hombres" (Estobeo, XII 1-2). "Así la razón depende de la Providencia, lo irracional de la Necesidad, los accidentes que cualifican los cuerpos de la Fatalidad" (ibid. VIII 7). "Lo que controla el conjunto del mundo es la Providencia, lo que lo mantiene y envuelve es la Necesidad; la Fatalidad lo empuja todo y todo lo mueve en círculo por constricción (pues su naturaleza es el constreñir), ella es quien causa la generación y la corrupción. Así, el mundo goza el primero de la Providencia (ya que recibe el primero su influencia), la Providencia halla su explicación en el cielo por el hecho que los dioses giran y se mueven en él con movimiento incansable y sin fin, la Fatalidad halla su explicación en él porque ellos se mueven allí por necesidad. La Providencia prevé, la Fatalidad es la causa de la disposición de los astros. Tal es la ley inevitable según la cual todas las cosas han sido ordenadas" (ibid. XIV 1-2). "La necesidad es una decisión inquebrantable y una potestad inmutable de la Providencia" (ibid. XIII). Ver igualmente aquí  IX, 8;  I, 19. 
97 "El tiempo, por tanto, nació con el universo, para que, generados simultáneamente, también desaparezcan a la vez, si en alguna ocasión tiene lugar una eventual disolución suya; y fue hecho según el modelo de la naturaleza eterna para que este mundo tuviera la mayor similitud posible con el mundo ideal, pues el modelo posee el ser por toda la eternidad, mientras que éste es y será todo el tiempo completamente generado". Timeo, 38b-c. Ver también nota  55.
98 "En cuanto a la vista del Sol, no es cuestión de conjetura, puesto que el mismo rayo visual envuelve con su más brillante destello el mundo entero, la parte que está encima y la parte que está debajo: pues el Sol está establecido en medio del mundo, llevando el mundo como una corona, y, como un buen conductor, ha asegurado el equilibrio del carro del mundo y se lo ha ligado a si mismo por miedo de que sea arrastrado a una carrera desordenada. Las riendas son la vida, el alma, el aliento, la inmortalidad y la generación." (XVI, 7). 
99 "Procuró realizar una cierta imagen móvil de la Eternidad". Timeo, 37d. 
100 Es decir que las formas se producen a partir de su constante regeneración. Ver también el Timeo, 33 c-d: "Nada salía ni entraba en él [el universo] por ningún lado –tampoco había nada–, pues nació como producto del arte de modo que se alimenta a sí mismo de su propia corrupción y es sujeto y objeto de todas las acciones en sí y por sí". 
101 Ver  IV, 5 final. 
102 Eón (Aiôn): "En el gnosticismo, cada una de las Inteligencias eternas o entidades divinas" (Dicc. Real Academia). ".porque todo dios encósmico está a la cabeza de una clase daimónica, a la cual da directamente su propia potencia: el dios demiúrgico, su potencia demiúrgica, el dios inmutable, su potencia inmaculada, el dios perfeccionador, su potencia de perfeccionamiento. Y alrededor de cada dios se encuentra una inexpresable multitud […] de daimones que se glorifican con las mismas denominaciones que los dioses que los mandan; pues se complacen en ser llamados Apolo, Zeus o Hermes, siendo que reproducen el carácter particular de su propio dios." (Proclus: Sur le premier Alcibiade de Platon, Les Belles Lettres, 1985, T. I p. 56). Cf. I, 26: "suben hacia el Padre, y se abandonan a las Potencias y, vueltos ellos mismos Potencias, entran [o 'nacen', según la traducción] en Dios. Pues este es el fin bienaventurado de los que poseen el conocimiento: convertirse en Dios."
 
 
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