IX
DISCURSO DE HERMES TRISMEGISTO
Sobre la intelección y la sensación. (Que lo bello y bueno no existe sino sólo en Dios y en ninguna otra parte)
1 Ayer, Asclepio, hice conocer mi "Discurso Perfecto": hoy tengo por necesario, como continuación a ese discurso, exponer también la doctrina de la sensación. En efecto, según la opinión común, sensación e intelección difieren en esto, que la una es de naturaleza material y la otra de naturaleza esencial: según mi opinión por el contrario, las dos no son sino una y no entrañan ninguna distinción, quiero decir en los hombres: pues si, en los otros animales, la sensación está unida a la naturaleza, en los hombres se une a ello además la intelección.70 (El intelecto difiere de la intelección en la misma medida que Dios de la actividad divina. En efecto, la actividad divina es producida por Dios, y la intelección es producida por el intelecto, siendo hermana del discurso.71 O, más bien, intelección y discurso son instrumentos el uno de la otra: porque ni el discurso es enunciado sin intelección, ni la intelección manifestada sin discurso.)

2 Sensación e intelección vienen pues a verterse las dos juntas en el hombre, casi enlazadas una con otra. Pues ni el conocimiento intelectual es posible sin sensación ni la percepción sensible sin intelección. – Pero, ¿podría concebirse una intelección sin sensación, como cuando uno se representa visiones imaginarias durante los sueños? – Me parece, a mí, que en la visión de los sueños estas dos facultades han desaparecido igualmente, mientras que, en el estado de vigilia, la intelección está siempre unida a la sensación. Al menos la sensación se encuentra repartida entre el cuerpo y el alma, y, cuando esas dos partes de la sensación se reúnen de común acuerdo, entonces la intelección, una vez que ha sido dada a luz por el intelecto, es enunciada por la palabra.  

3 En efecto, la inteligencia da a luz todos los conceptos, conceptos buenos, cuando es de Dios que ha recibido las simientes, conceptos contrarios, cuando es de uno de los seres demónicos que las ha recibido, pues no hay parte alguna del mundo en donde no habite un espíritu, el cual, habiendo venido a insinuarse en el intelecto, ha sembrado en él la simiente de su propia energía. Y el intelecto entonces da a luz lo que ha sido sembrado, adulterios, muertes, malos tratos para con los padres, sacrilegios, actos de impiedad, suicidios ahorcándose o arrojándose por los precipicios, y todas las demás cosas parecidas que son obra de los demonios.  

4 En cuanto a las simientes de Dios, son poco numerosas, pero grandes y bellas y buenas: la virtud, la moderación y la reverencia. La reverencia es Conocimiento de Dios, y el que ha aprendido a conocer a Dios, colmado como está de todos los bienes, tiene sus intelecciones de Dios mismo, y ellas no son semejantes a las de la muchedumbre. De ahí que aquellos que están en el Conocimiento no agraden a la muchedumbre y que ésta tampoco les guste a ellos. Parecen como locos y son expuestos a la burla pública, se les odia y desprecia, y hasta puede incluso que se les dé muerte. Porque, lo he dicho, el mal debe necesariamente habitar aquí abajo, pues aquí abajo tiene su dominio propio: su dominio en efecto, es la tierra –no el cosmos, como dirán algunos con propósito blasfematorio72. Sin embargo el hombre que teme a Dios podrá soportar todo, porque ha tomado conciencia del Conocimiento. En efecto, para un hombre así, todas las cosas son buenas, incluso las que son males para los otros. Si se le preparan acechanzas, lo refiere todo al conocimiento, y único entre todos los hombres, cambia los males en bienes.  

5 Vuelvo de nuevo a la doctrina de la sensación. Es pues lo propio del hombre la unión íntima de la sensación y la intelección. Pero, como ya he dicho más arriba, no todo hombre goza de la intelección.73 Porque hay dos clases de hombres, el material y el esencial. El primero, el material asociado al mal, tiene de los démones, como ya he dicho, la simiente de la intelección; los otros están esencialmente asociados al bien, Dios los mantiene a salvo. Dios en efecto, hacedor del universo, cuando hace todos los seres, los hace semejantes a él mismo; pero éstos, después de haber sido creado buenos, llegan a diferenciarse, por la manera en que usan de su actividad. Pues el movimiento del mundo, por su fricción, da a las generaciones tal o cual cualidad, manchando a unas de malicia, purificando a las otras por el bien. Porque el mundo, Asclepio, tiene él también su sensación y su intelección propias, no semejantes a las del hombre, ni incluso desde el punto de vista de la variedad, sino en general más fuertes y más simples.74  

6 Única es en efecto la sensación y la intelección del mundo: hacer todas las cosas y deshacerlas en sí mismo, como instrumento de la voluntad de Dios, y creado realmente en forma de instrumento, a fin de que, conservando en su seno todas las simientes que ha recibido de Dios, produzca en sí mismo todos los seres eficazmente, y después, que, disolviéndolos todos, los renueve, y que enseguida, habiendo sido disueltos así estos seres, cual buen sembrador de vida, mediante las mutaciones que entraña su propio movimiento, les procure a todos renovación. No hay nada que el cosmos no engendre a la vida; por su movimiento mismo vivifica todos los seres, y es a la vez el lugar y el creador de la vida. 7 Todos los cuerpos están hechos de materia, pero de manera diversa, los unos de tierra, los otros, de agua, o de aire, o de fuego. Todos son cuerpos compuestos, según una fórmula más compleja o más simple: los más complejos son los cuerpos más pesados, los más simples, los cuerpos más ligeros. Es la rapidez del movimiento del mundo la que causa la diversidad cualitativa de las generaciones. Pues el aliento del cosmos, sucediéndose sin interrupción, ofrece sin cesar a los cuerpos cualidades nuevas, y no hay sino un solo todo, el todo de la vida. 8 Así pues Dios es el padre del cosmos, y el cosmos padre de los seres que están en él; el cosmos es el hijo de Dios, y los seres que están en el cosmos han salido del cosmos. Y con razón el cosmos ha sido llamado un orden (kosmos): porque, del conjunto de los seres, él compone un orden por la diversidad de la generación, la continuidad de la vida, la infatigable constancia de su operación, el movimiento rápido de la necesidad, la combinación de los elementos, y por el buen orden de todo lo que viene al ser. Es pues por una suerte de necesidad y con una entera conveniencia, que el mundo puede ser llamado kosmos.75  

Así pues, en todos los vivientes, la sensación y la intelección se introducen desde fuera, como una brisa procedente de la atmósfera: pero el cosmos, él, las ha recibido de una vez por todas al mismo tiempo que ha venido al ser, y las ha recibido y las tiene de Dios. 9 En cuanto a Dios, no está desprovisto de sensación y de intelección, como algunos pensarán –es por un exceso de reverencia que blasfeman. Pues todos los seres que existen, Asclepio, están en Dios, producidos por Dios y dependiendo de allá en lo alto, sea que ellos ejerzan su actividad por mediación de los cuerpos, sea que ellos se muevan a través de una materia psíquica, sea que ellos revivifiquen por medio de un aliento, sea incluso que ellos reciban todo lo que está muerto: y esto es razonable. O mejor, declaro que él no los contiene; pues, para decir la verdad, él es todos los seres: no se los añade a sí mismo desde fuera, es él quién los da de él mismo y los exterioriza. Eso es pues la sensación y la intelección de Dios: mover siempre a todos lo seres. Y no habrá jamás un tiempo donde algo de lo que existe sea abandonado: en efecto, cuando digo "de lo que existe", quiero decir "de Dios"; porque Dios contiene en él todo lo que existe, y nada está fuera de él, y él no está fuera de nada.  

10 Estas cosas, Asclepio, si poseyeras la inteligencia, te parecerían verdaderas, pero si no tienes el Conocimiento, te resultarán increíbles. Pues haber tenido fe, es haber hecho acto de inteligencia, y haber carecido de fe, es haber carecido de inteligencia. Porque la razón discursiva no se adelanta hasta la verdad. Pero el intelecto, él, es poderoso y, después que ha sido guiado hasta un punto del camino por la razón discursiva, puede adelantarse hasta la verdad. Entonces, habiendo abarcado de una sola mirada todos los seres, como ha descubierto que todo está de acuerdo con lo que ha sido explicado por la razón discursiva, ha creído, y ha encontrado su reposo en esta bella creencia. Para aquellos pues que han comprendido estas palabras, gracias al don de Dios, ellas son creíbles, pero para los que no las han comprendido, son increíbles. Y con ello basta en lo tocante a la intelección y la sensación.

 
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NOTAS 
70 Se usa en este libro la palabra intelecto en sentido personalizado, es decir humano, y no se refiere al Intelecto como en el libro I, 6 donde se dice que es Divino; por ese motivo es que lo ponemos en minúscula. En vez de intelecto podría haberse traducido razón, también raciocinio. El Intelecto es divino, la razón humana, (ver  IV, 3). El mundo no ha sido creado "racionalmente". 
71 "logos". 
72 Véase que se establece y aclara una diferencia conceptual específica entre "cosmos" (o mundo), y la tierra. 
73 Ver más adelante  X, 9 final. 
74 Referencia directa al Anima Mundi. 
75 Ver nota  6. 
  
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