VII
Que el mayor de los males entre los hombres,
es la ignorancia acerca de Dios
1 ¿Hacia dónde corréis hombres, ebrios como estáis,63 habiendo bebido hasta la hez el vino sin mezcla de la doctrina ignorante, vino que ni siquiera podéis soportar, sino que ya váis a vomitar? ¡Salid de la embriaguez, deteneos! Mirad hacia lo alto con los ojos del corazón. Y si no podéis todos, aquellos al menos que puedan. Porque el mal de la ignorancia inunda toda la tierra y corrompe el alma aprisionada en el cuerpo, sin permitirle echar el ancla en los puertos de salvación. 2 No os dejéis pues arrastrar por la violencia de la marea, sino que aprovechando una contracorriente, vosotros que podéis abordar en el puerto de salvación, echad en él el ancla y buscáos un guía que os muestre el camino hasta las puertas del Conocimiento, allá donde resplandece la brillante luz, limpia de toda oscuridad, allí donde nadie está ebrio, sino que todos permanecen sobrios, elevando la mirada del corazón hacia Aquél que quiere ser visto. Porque no se deja ni entender ni describir, y no es visible a los ojos del cuerpo, sino solamente al Intelecto y al corazón. Pero primero debes rasgar de parte a parte la túnica que te cubre, el tejido de la ignorancia, el soporte de la malicia, la trama de la corrupción, la prisión tenebrosa, la muerte viviente, el cadáver sensible, la tumba que llevas a todas partes contigo, el ladrón que habita en tu casa, el compañero que por las cosas que ama te odia, y te odia porque tiene envidia de ti. 3 Tal es el enemigo que has revestido como una túnica, que te estrangula y te atrae hacia abajo, hacia él, por miedo a que, habiendo vuelto los ojos a lo alto y contemplado la belleza de la verdad y el bien que habita en ella, vengas a odiar la malicia del enemigo, habiendo comprendido todas las acechanzas que ha levantado contra tí, volviendo inservibles los órganos de los sentidos que no se muestran y no son tenidos por tales, habiéndolos obstruido con la masa de la materia y colmado de una voluptuosidad repugnante, a fin de que no tengas ni oído para las cosas que necesitas oir ni mirada para aquellas que necesitas ver.
 
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NOTAS 
63 Ver  I, 27 final. 
 
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