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DISCURSO DE HERMES TRISMEGISTO
LA CLAVE
1 Es a ti, Asclepio, que dediqué el discurso de ayer. El de hoy, es justo dedicarlo a Tat, ya que este discurso no es sino un resumen de las "Lecciones Generales" que expuse ante él. Dios, el Padre, tiene la misma naturaleza, Tat, o, por decirlo mejor, la misma actividad que el Bien. Pues el término naturaleza76 se aplica al hecho de brotar y crecer, lo que no sucede sino en las cosas cambiantes y móviles, mientras que el término actividad abarca además las cosas inmóviles, es decir que abarca las cosas divinas y las humanas, como lo hemos demostrado en otra parte respecto a las demás cosas de lo divino y lo humano, enseñanzas que debes guardar en el espíritu para el tema presente.77 2 Pues bien, la actividad de Dios, es su voluntad, y su esencia, la de querer la existencia de todas las cosas. ¿Qué es en efecto Dios, el Padre, el Bien, sino el ser de todas las cosas incluso de aquellas que actualmente no son, qué digo, sino que constituye la propia realidad de todo lo que es? He ahí lo que es Dios, he ahí lo que es el Padre, he ahí lo que es el Bien, al cual no se añade ninguna de las demás calificaciones. Porque si el cosmos, así como el sol, es también el padre de los seres que son por participación, no es sin embargo para los vivientes, en la misma medida que Dios, la causa del bien, como por lo demás tampoco de la vida, e incluso si lo es, es únicamente constreñido bajo la Voluntad del Bien, sin la cual nada puede existir ni haber llegado a ser. 3 El padre no es el autor de la generación ni de la subsistencia de sus hijos más que en tanto él ha recibido el impulso del Bien por el canal del sol. Pues el Bien es el principio eficiente: esta cualidad no puede aparecer en ningún otro sino en él solo, que jamás recibe nada, pero que quiere la existencia de todas las cosas. Yo no diré, Tat, "que hace los seres": porque aquél que hace puede ser deficiente durante largos intervalos en que tan pronto hace, como tan pronto no hace; y puede ser deficiente en relación a la cualidad y a la cantidad, pues ora hace tales cantidades y tales cualidades, y ora sus contrarias. Pero Dios es Padre, y el Bien en el cual todas las cosas existen. 4 Así es, al menos, para aquél que puede ver. Pues Dios también desea que esta visión tenga lugar, y ello ocurre también y principalmente en lo referido a él, y todo lo demás ocurre por ello. Pues ser reconocido es característico del Bien. Esto es el Bien, Tat.78  

– Nos has colmado, padre, con la buena y enteramente bella visión, y poco ha faltado para que el ojo de mi intelecto haya quedado extasiado bajo la influencia de una tal visión. – Sin duda, porque no ocurre con la visión del Bien lo que con el rayo solar que, por su naturaleza ígnea, deslumbra los ojos con su luz y los fuerza a cerrarse; muy por el contrario esta visión ilumina, y esto tanto más cuanto más capaz es aquél que puede recibir el influjo del esplendor inteligible. Más aguda que el rayo solar para penetrar en nosotros, es al contrario inofensiva y plena de toda inmortalidad, 5 tanto que aquéllos que pueden saciarse un poco más de ella, a menudo, adormeciéndose y desligándose del cuerpo, acceden a la visión más bella, como les ha sucedido a Uranos y Kronos, nuestros antepasados. – ¡Ojalá podamos nosotros llegar también a ella, padre mío! – Dios lo quiera, hijo mío. Pero, ahora, todavía somos demasiado débiles para alcanzar esta visión; todavía no tenemos la fuerza suficiente para abrir los ojos de nuestro intelecto y contemplar la belleza de ese Bien, su belleza imperecedera, incomprensible. Cuando ya no puedas decir nada de ella, únicamente entonces la verás. Pues el conocimiento que se recibe de ella es divino silencio, inhibición de todos nuestros sentidos. 6 Y aquél que la ha percibido una vez no puede ya percibir nada más, el que la ha contemplado una vez no puede ya contemplar nada más y no puede ya oír hablar de nada más y, para decirlo todo, no puede incluso ni mover el cuerpo: porque, perdiendo la conciencia de toda sensación, de todo movimiento corporal, permanece en reposo; y habiendo bañado esta belleza con su luz todo el intelecto, es al alma entera a la que también ilumina, y a la que atrae a través del cuerpo, transformando así el hombre entero en la Esencia. Porque es imposible, hijo mío, que el alma que ha contemplado la belleza del Bien sea divinizada79 en tanto permanece en un cuerpo de hombre.  

7 – ¿Qué quieres decir por "ser divinizado", padre? – Toda alma separada, hijo mío, sufre varias metamorfosis. – ¿Pero ahora, qué quieres decir con "separada"? – ¿No has oído hablar en las "Lecciones Generales" que es de una sola Alma, el Alma del Todo, de donde provienen todas esas almas que se arremolinan en el cosmos, como distribuidas en sus partes?80 Pues numerosas son las metamorfosis de esas almas: las de unas hacia una suerte más feliz, las de otras hacia una suerte contraria: porque las almas reptantes pasan a animales acuáticos, las almas acuáticas a animales terrestres, las almas terrestres a volátiles, las almas aéreas a hombres, por último las almas humanas hacen su entrada en la inmortalidad convirtiéndose en espíritus, y después, en ese estado, pasan al coro de los dioses (hay dos coros de dioses, el de los astros errantes y el de las [estrellas] fijas).81 8 Y tal es precisamente la gloria del alma. Sin embargo, si el alma que ha entrado en un cuerpo de hombre permanece en el vicio, no gusta en absoluto de la inmortalidad, no tiene parte alguna en el Bien, sino que, volviendo atrás, recorre a la inversa el camino que ha seguido, el cual conduce hasta los reptiles: tal es la condena del alma viciosa.82  

Ahora bien, el vicio del alma, es la ignorancia.83 En efecto, cuando un alma no ha adquirido conocimiento alguno de los seres, ni de su naturaleza, ni del Bien, sino que está completamente ciega, sufre las violentas sacudidas de las pasiones corporales. La desdichada entonces, por haberse ignorado a sí misma, deviene la esclava de cuerpos monstruosos y perversos, lleva su cuerpo como un fardo, no manda, la mandan. Así es el vicio del alma.84  

9 Por el contrario, la virtud del alma es el Conocimiento: porque aquél que conoce es bueno y piadoso, y ya divino. – ¿Qué clase de hombre es ese, padre? – Ese es hombre que habla poco, que escucha poco. Pues el que pierde su tiempo en disputar y en oír las novedades, avienta el aire, hijo. Dios en efecto, el Padre y el Bien, no se deja ni enseñar por la palabra ni aprender por la audición. En estas condiciones, y aunque todos los seres poseen los órganos de los sentidos porque no pueden vivir sin ello, el conocimiento en este caso difiere mucho de la sensación. En efecto, la sensación no se produce sino bajo dependencia del objeto que hace impresión sobre nosotros, mientras que el Conocimiento es en sí el coronamiento de la ciencia y ella misma un don de Dios. 10 Porque toda ciencia es incorporal, el instrumento del que usa es el Intelecto mismo que, a su vez, se sirve del cuerpo. Ambos pues, los objetos inteligibles y los materiales, están comprendidos en el cuerpo. Porque todo debe resultar de la oposición y de la contrariedad: y es imposible que sea de otro modo.  

– ¿Cuál es entonces ese dios material? – Es el cosmos, que es bello, pero que no es bueno. Porque está hecho de materia y es fácilmente afectado; el primero entre todos los pasibles, no viene sino segundo en la serie de los seres y es en sí mismo incompleto; habiendo él comenzado a ser, aunque subsistiendo siempre, lo hace en el devenir; y siendo siempre así, es el devenir de las cualidades y las cantidades: puesto que está en movimiento, y todo movimiento de la materia es devenir.  

11 La inmovilidad inteligible pone en marcha el movimiento de la materia de la manera siguiente. Puesto que el cosmos es una esfera, es decir una cabeza, y que por encima de la cabeza no hay nada material, así como tampoco por debajo de los pies tampoco hay nada inteligible sino que todo es material, y puesto que el intelecto es la cabeza, la cual se mueve de modo circular, es decir con el movimiento propio de ella,85 todas las cosas que están ligadas a la membrana de esa cabeza, en la cual se encuentra el alma, son por naturaleza inmortales: y como el cuerpo ha sido hecho, por así decirlo, en el alma, tienen asimismo más de alma que de cuerpo. Todas las cosas que están alejadas de la membrana son mortales, porque tienen más cuerpo que alma. Así todo viviente, está compuesto de lo material y de lo inteligible como el propio universo.  

12 El cosmos es pues el primero.86 En cuanto al hombre, segundo viviente después del cosmos, pero primero de los mortales, posee en común con los demás vivientes el principio de animación; por otro lado, no es ya solamente no-bueno, sino que incluso es malo en tanto que mortal. El cosmos, él, es no-bueno en tanto que móvil, pero es no-malo en tanto que inmortal. El hombre, al contrario, es doblemente malo: en tanto que móvil y en tanto que mortal. 13 El alma del hombre es conducida del modo que sigue. El intelecto está en el discurso de la razón, la razón en el alma, el alma en el hálito vital: en fin, el hálito vital pasando a través de las venas, las arterias y la sangre, pone en movimiento el viviente, y puede decirse en una cierta medida que lo porta.  

(Es por ello que algunos piensan que el alma es la sangre, pero se equivocan sobre su naturaleza: no saben que es necesario primero que el hálito vital se haya retirado en el alma, después que la sangre se haya coagulado, y entonces que, habiéndose vaciado las venas y las arterias, ello haga perecer el viviente. Y es en eso que consiste la muerte del cuerpo.)  

14 Todo el universo está suspendido de un único Principio, y este Principio depende él mismo del Uno y Solo. El Principio, en cuanto a él, está en movimiento, para que a su vez sea principio, en tanto que el Uno sólo permanece estable, no es movido. Hay pues esos tres seres, Dios –Padre y Bien–, el cosmos, y el hombre. El cosmos es contenido por Dios, el hombre por el cosmos. El cosmos es hijo de Dios, el hombre es hijo del cosmos, nieto por así decir de Dios.87  

15 Dios no ignora al hombre, al contrario lo conoce perfectamente bien y quiere ser conocido por él. Sólo eso es saludable para el hombre: el conocimiento de Dios. Es eso lo que es el ascenso al Olimpo. Así solamente un alma puede convertirse en buena.  

.y no permanece siempre buena, sino que se convierte en mala por necesidad.88 – ¿Cómo dices eso, Trismegisto? – Considera el alma de un niño, hijo mío: cuando todavía no le ha ocurrido el estar separada de su verdadero ser y el cuerpo al cual pertenece no tiene aún más que un pequeño volumen y no ha alcanzado su pleno desarrollo, ¡qué bella es por cualquier lado que se la mire, en este momento donde no ha sido todavía manchada por las pasiones del cuerpo y se halla casi suspendida del Alma del mundo! Mas cuando el cuerpo ha alcanzado su tamaño y ha arrancado y atraído el alma a lo bajo hacia las pesadeces corporales, el alma, habiéndose separado de su verdadero ser, alumbra el olvido: entonces ya no tiene parte en lo bello y bueno; el olvido es el que la vuelve mala.  

16 La misma cosa ocurre a los que salen del cuerpo. Habiéndose remontado el alma hacia su verdadero ser,89 el hálito vital se contrae en la sangre, el alma en el hálito, y el intelecto, después de haberse purificado de sus envolturas pues es divino por naturaleza, y luego de haber recibido un cuerpo de fuego, recorre todo el espacio, habiendo abandonado el alma al juicio y veredicto que ella amerite. – ¿Cómo dices eso, padre? ¿Quieres que el intelecto se separe del alma y el alma del hálito, cuando decías que el alma es la envoltura del intelecto y el hálito vital la envoltura del alma?  

17 – Aquél que escucha, hijo mío, no debe hacerse sino una misma inteligencia y un mismo aliento con aquél que habla, y tener el oído más presto que la voz del que habla. El ensamblaje de esas envolturas, hijo mío, no se produce sino en un cuerpo de tierra. Porque le es imposible al intelecto instalarse completamente desnudo, tal cual es según su esencia, en un cuerpo de tierra. Porque ni el cuerpo de tierra es capaz de llevar una inmortalidad tan grande, ni una virtud tan poderosa puede sufrir que se le adhiera, piel a piel, un cuerpo perecedero. El intelecto, pues, ha tomado al alma como envoltura; y el alma, que es en cierto modo ella misma divina, utiliza a su vez al hálito como servidor, en tanto que el hálito por su parte gobierna al viviente.90  

18 Cuando el intelecto se ha separado pues del cuerpo de tierra, inmediatamente se reviste con la túnica que le es propia, la túnica de fuego, que no podía conservar cuando vino a establecerse en el cuerpo terrestre (pues la tierra no puede llevar el fuego: basta con una pequeña chispa para que toda comience a arder, y he ahí por qué el agua se halla alrededor de toda la tierra como barrera y muro de defensa contra la llama del fuego). El intelecto pues, siendo el más penetrante de todos los conceptos divinos, posee también por cuerpo el más penetrante de todos los elementos, el fuego. Y como el intelecto es el hacedor de todos los seres, es el fuego el que toma como instrumento de su fabricación. El Intelecto del Todo es el hacedor de todos los seres, el intelecto del hombre hace solamente los de la tierra. Porque, despojado como está de su vestimenta de fuego, el intelecto que habita en los hombres es incapaz de hacer los seres divinos, ya que su habitación le impone la condición humana.  

19 En cuanto al alma humana –no toda alma a decir verdad, sino aquella que es reverente–, es en cierto modo espiritual y divina. Un alma tal entonces, cuando se separa del cuerpo tras haber luchado el combate de la recta conciencia (este combate consiste en conocer lo divino y no hacer daño a ninguno de los hombres), se vuelve toda entera Intelecto. El alma impía permanece por el contrario en el nivel de su propia naturaleza, castigándose ella misma, y buscando un nuevo cuerpo de tierra en el cual pueda entrar, pero un cuerpo humano: porque ningún otro cuerpo podría contener un alma humana, y el orden divino prohibe que un alma humana vaya a caer en el cuerpo de un animal sin razón. Es en efecto una ley de Dios que el alma humana sea protegida contra tan gran ultraje.91   

20 – ¿Pero entonces, padre, cómo es castigada el alma humana? – ¿Hay acaso un mayor castigo para el alma humana, hijo, que la inconciencia? ¿Qué fuego hace una llama tan grande como la inconciencia? ¿Qué bestia es tan devoradora, a efecto de mutilar un cuerpo, como la irreverencia mutila al alma misma? ¿No ves los suplicios que soporta el alma impía cuando pide socorro y exclama: "Me consumo, estoy en llamas: ¿qué decir? ¿qué hacer? no lo sé. Soy devorada, desgraciada, por los males que me poseen. Ya no veo, no oigo ya". ¿No son esos los gritos de un alma a la que se castiga? ¿O bien vas a creer, hijo mío, tu también, según la opinión vulgar, que el alma es tras su salida del cuerpo convertida en bestia, lo que es un gravísimo error? 21 He aquí, en efecto, cual es el castigo del alma. Es el orden establecido que el intelecto, una vez convertido en espíritu, reciba un cuerpo de fuego para ser puesto al servicio de Dios, y que, habiéndose introducido en el alma impía, la flagele con los látigos reservados a los pecadores, bajo cuyos golpes el alma impía se precipita en los crímenes, ultrajes, calumnias y violencias de todo tipo, instrumentos de las injusticias humanas. Por el contrario, cuando el intelecto ha entrado en el alma recta, la guía hacia la luz del conocimiento, y el alma así favorecida no se cansa nunca de cantar a Dios, ni de derramar sus bendiciones sobre todos los hombres mediante toda clase de beneficios en actos y en palabras, a imitación de su Padre.  

22 Así que tú también, hijo mío, cuando das gracias a Dios, debes orarle para obtener un buen "intelecto". Luego es así que el alma puede pasar a un cuerpo superior: pero es imposible que pase a uno inferior. Hay una comunión entre las almas: las almas de los dioses entran en comunión con las de los hombres, las de los hombres en comunión con las de los seres sin razón. Los seres superiores cuidan de los seres inferiores, los dioses de los hombres, los hombres de los animales sin razón, Dios de todos: porque él es superior a todos y todos son inferiores a él. El cosmos está pues sometido a Dios, el hombre al cosmos, los seres sin razón al hombre: Dios, él, está por encima de todos los seres y vela sobre todos. Las energías son como los rayos de Dios, las fuerzas de la naturaleza como los rayos del cosmos, las artes y las ciencias como los rayos del hombre. Las energías actúan a través del cosmos y alcanzan al hombre por los canales físicos del mundo; las fuerzas de la naturaleza actúan por medio de los elementos, los hombres a través de las artes y las ciencias.92 23 Y tal es el gobierno del Todo, gobierno que depende de la naturaleza del Uno y que penetra por todas partes mediante el solo Intelecto. Nada hay en efecto más divino y más activo que el Intelecto, nada más apto para unir los hombres a los dioses y los dioses a los hombres. El Intelecto es el Espíritu del Bien ("Agatho Daimon").93 Feliz el alma que ha sido colmada por completo con este Intelecto, infortunada la que está totalmente vacía de él.  

– ¿Qué quieres decir todavía con ello, padre? – ¿Crees tú, hijo mío, que toda alma posee el Intelecto, quiero decir el del Bien? Pues es de él que estamos hablando y no de ese intelecto servidor, del que hemos hablado antes, el cual es enviado abajo por la Justicia. 24 Efectivamente, sin Intelecto, el alma  

"no puede ni decir nada ni hacer nada."

A menudo sucede, en efecto, que el Intelecto vuela fuera del alma, y, en esos momentos, al alma no ve, ni entiende, sino que semeja un animal sin razón: ¡tan grande es la potencia del Intelecto! Por otra parte el Intelecto no puede soportar un alma entorpecida, antes bien abandona un alma así atada al cuerpo y por él sofocada aquí abajo. Un alma así, hijo mío, no posee el Intelecto: por eso ni siquiera debe llamarse "hombre" a un ser así. Porque el hombre es un viviente divino, que debe ser comparado no al resto de los vivientes terrestres, sino a los de lo alto, en el cielo, a los que se llama dioses. O antes bien, si hay que atreverse a decir la verdad, es por encima aún de esos dioses que está establecido el hombre realmente hombre o, al menos, hay completa igualdad de poder entre los unos y los otros.94  

25 En efecto ninguno de los dioses celestes abandonará la frontera del cielo y descenderá sobre la tierra. El hombre, al contrario, se eleva incluso hasta el propio cielo, y lo mide, y sabe lo que en el cielo está en alto, lo que está abajo, y aprende todo el resto con exactitud, y, suprema maravilla, no tiene siquiera necesidad de abandonar la tierra para establecerse arriba ¡tan lejos se extiende su poder! Preciso es entonces atreverse a decirlo: el hombre terrestre es un dios mortal, el dios celeste un hombre inmortal. Es entonces por intermedio de esa pareja, cosmos y hombre, que todas las cosas existen, si bien todas han sido producidas por el Uno.95 


Presentación - I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI
 
NOTAS 
76 Ver notas  3, y  35. 
77 Los términos naturaleza y actividad son aquí distinguidos conceptualmente, a lo que el autor del texto asigna importancia. La naturaleza aquí se refiere a aquello que produce cosas cambiantes y la actividad sólo a Dios, o sea a la actividad divina, móvil e inmóvil. Ver notas  3, y  35. 
78 En este parágrafo preferimos traducir la versión de Copenhaver a las de Festugière y Scott, por su mayor claridad. 
79 "Apoteosis".
80 El Alma Universal. 
81 Curiosa "teoría de la evolución" de la que no hablan otros textos del Corpus Hermeticum ni la literatura hermética en general.
82 En abierta contradicción con lo expresado más adelante en  19. 
83 Tal cual lo expresan las enseñanzas budistas. 
84 Comparar este fragmento con Timeo (90 a 92), donde los animales son asimilados a hombres viciosos e ignorantes ya que son y nacen de los que no practican la filosofía. La escala es aquí también involutiva para el impío: hombre, pájaro, cuadrúpedo, reptante, especie acuática de peces y moluscos. Ver  "Los Libros Herméticos". 
85 Cabeza = esfera. A partir de aquí Scott traduce de la siguiente manera, mucho más clara: "y así, todas las cosas que están unidas a la membrana cerebral de esta cabeza, –la membrana en la cual el alma tiene principalmente su asiento,– son inmortales, pues tienen en ellas más alma que cuerpo; pero las cosas que se hallan a distancia de la membrana cerebral son mortales, pues tienen en ellas más cuerpo que alma. De este modo el universo está compuesto de una parte que es material y de otra que es incorpórea; y puesto que su cuerpo está hecho con alma, el universo es una criatura viviente." Y añade en nota: "La 'membrana cerebral' o meninge del Kosmos es la esfera más exterior del cielo; y 'las cosas que están unidas a ella' son las estrellas fijas y los planetas". Ver también Platón, Timeo 44d: "Para imitar la figura del universo circular, ataron las dos revoluciones divinas a un cuerpo esférico, al que en la actualidad llamamos cabeza, el más divino y el que gobierna todo lo que hay en nosotros".
86 Se sobreentiende que es el primer ser creado (aunque inmortal, o sea perenne), ya que pocas líneas atrás se ha dicho que es el segundo en la escala de los estados múltiples del ser Universal. Desde este punto de vista el Hombre o el estado humano no sería el segundo sino el tercero –como se manifiesta en otras partes del Corpus, incluso Poimandrés  VIII,  5;  X, 14– de los seres emanados por Dios, el Bien. 
87 Se considera aquí al hombre individual sometido a sus condiciones de existencia cósmica, no al Hombre Universal salido directamente del Uno. Ver artículo  "Los Libros Herméticos". 
88 Establecemos las dos últimas frases como Scott, que según nos parece en esto, fija mejor el texto. 
89 "He aquí, hijo mío, tu guía para la ruta hacia lo alto. Es preciso, antes de alcanzar el final, abandonar el cuerpo, vencer después en el combate de la vida y, una vez vencedor, empezar la ascensión" (Estobeo IIB 8). Ibidem 5 y 6. 
90 Ver aquí Federico González: "Los Libros Herméticos" nota  38. 
91 Se contradice a este mismo libro  7-8. W. Scott considera que desde el parágrafo  19 al 22 (hasta ".imposible que pase a uno inferior") el texto es de otra mano. 
92 "Esta parte terrestre del mundo es mantenida por el conocimiento y la práctica de Artes y Ciencias de las cuales no ha querido Dios que se privase el mundo para ser perfecto": Asclepio 8. Aparece aquí el gran tema del hombre como demiurgo en la economía del plan divino.
93 "Es en razón del Intelecto, principio dominante en el alma, que ha sido pronunciado el término imagen: es en efecto sobre el modelo de un intelecto único, el Intelecto del Universo a título de arquetipo, que ha sido formado en cada uno de nosotros el intelecto particular, el cual, de una cierta manera, es un dios para aquél que lo lleva y lo transporta como una estatua divina. De hecho, las mismas relaciones que subsisten entre el Soberano Señor y el universo entero se vuelven a encontrar, a lo que parece, entre el intelecto humano y el hombre: pues este intelecto es invisible aunque vea él mismo todas esas cosas, y su esencia permanece inasible mientras que él aprehende la esencia de los otros seres; y, mientras que abre a las artes y las ciencias rutas que se dividen en múltiples ramas, y que son todas caminos de mucho paso, él pasa a través de la tierra y del mar, escrutando a los seres de estos dos elementos. Además, cuando, elevándose con sus alas, ha explorado también el aire y los fenómenos que se producen en él, asciende más alto aún hasta el éter y los cursos del cielo; acompaña en su ronda, en acuerdo con las leyes perfectas de la música, llevado por el amor a la sabiduría que guía su marcha, a los coros de los planetas y los astros fijos, y, sobrepasando con la mirada toda la naturaleza visible, se lanza, desde ahí, hacia la altura inteligible. Entonces, cuando ha contemplado en aquel mundo, bellas con una belleza incomparable, las formas ejemplares e ideales de los objetos sensibles que había visto aquí abajo, embriagado con una embriaguez abstemia, es arrebatado por transportes divinos como las gentes que son tomadas por el furor coribántico. Pero el deseo que le colma es de otro tipo que el suyo, es un impulso más noble, que le lleva hasta la cúspide del mundo inteligible y le hace aproximarse, según parece, al Gran Rey mismo; entonces, mientras que él aspira a verlo, es bañado, como en un torrente, por los rayos completamente limpios y no adulterados de una luz compacta, cuyo esplendor da vértigo al ojo del alma". Filón de Alejandría, Op. 69-71. Publicado por Festugière en La Révélation d'Hermès Trismégiste, París, Les Belles Lettres, 1990. Vol. II, págs. 558-9. 
94 El hombre por el Conocimiento se deifica, volviendo a su estado original, o arquetípico, como habitante del Paraíso. Se trata del Hombre Verdadero de numerosas tradiciones; también del Hombre Nuevo de San Pablo. 
95 Obsérvese el papel de demiurgo, asignado también específicamente al hombre. Ver más atrás nota 92. 
 
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