SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
  RENE GUENON
PSICOLOGIA

Capítulo II
METODO DE LA PSICOLOGIA
(de los manuscritos originales)

Hemos dicho ya que la psicología, en el sentido en que la entendemos aquí, es el estudio de los hechos mentales, y la hemos distinguido también de esa parte de la metafísica que se ocupa de la naturaleza del alma, y a la cual se da a veces el mismo nombre. El método que conviene emplear en psicología es, consecuentemente, el de toda ciencia de hechos, método que, como lo veremos en otra parte, se caracteriza esencialmente por la observación y la inducción. La observación es evidentemente necesaria para dar el conocimiento de los hechos, cual sea la naturaleza de éstos, y es este conocimiento el único que puede servir de punto de partida a la ciencia que se trata de construir; la inducción es el razonamiento que permite desprender de los hechos observados las leyes por las que ellos se explican, lo cual es, como hemos tenido ocasión de indicarlo anteriormente, el fin mismo de toda ciencia. El método general de las ciencias de los hechos comporta también otras dos partes menos esenciales, que son la hipótesis y la experimentación. En psicología como en cualquier otra parte, la hipótesis, ensayo provisional de la explicación, puede jugar un papel, pero, por supuesto, a condición de ser sometida a una verificación posterior. Es necesario también, cuando se puede, hacer intervenir a la experimentación, porque es más segura que la observación, y porque tiene leyes que apenas se podrían descubrir sin su ayuda. En fin, la deducción, aunque más propia de las ciencias del razonamiento puro, puede aparecer en las ciencias de los hechos, en las que se presenta en primer lugar, es verdad, como una simple prolongación de la inducción; en psicología, algunas veces es un verdadero medio de invención, ya sea para descubrir una ley nueva, ya sea para sacar de una ley ya conocida una consecuencia que no se había apreciado hasta entonces, ya sea también para ligar entre sí leyes cuyo vínculo no aparecía de manera inmediata: así es cómo, por ejemplo, la deducción ha permitido enlazar la memoria con el hábito.

Si el método de las ciencias de los hechos es uno en sus rasgos generales, comporta sin embargo modalidades diversas, ya que debe adaptarse a la naturaleza propia del objeto de cada ciencia. El método psicológico presentará pues ciertos caracteres particulares, que corresponderán a las diferencias que separan a los fenómenos psicológicos de los otros géneros de fenómenos; pero no por eso la psicología deja de ser una ciencia de hechos comparable a todas las demás, y que, en muchos aspectos, no difiere mucho más de las otras que lo que éstas difieren entre sí. Si es necesario insistir sobre esto, es porque algunos han pretendido atribuir a la psicología un carácter absoluto, al que han querido oponer a la relatividad de las otras ciencias; la definición misma del conocimiento científico, tal como la hemos precisado más arriba, muestra que esto no puede ser así, puesto que idéntico carácter de relatividad es común a todo aquello que depende del dominio científico, lo cual es el caso de la psicología. La relatividad de la psicología es igual que la de las ciencias de hechos, la cual, como lo veremos en otra parte, es mayor que la de las ciencias de razonamiento; tendremos por lo demás, luego, más de una ocasión de señalar cuán estrecho y limitado es el dominio de la psicología, y cuántas preguntas plantea que ella es incapaz de resolver.

La principal diferencia entre el método de la psicología y el de las otras ciencias de hechos resulta de la diferencia que existe en la manera en que pueden ser observados los hechos que son los objetos respectivos de estas ciencias. Hemos indicado ya en el capítulo anterior que, mientras que los demás géneros de fenómenos son conocidos mediante la observación exterior o sensible, los fenómenos psicológicos no pueden serlo directamente más que por la observación interna; la observación exterior no puede hacérnoslos conocer sino indirectamente, por intermedio de los fenómenos físicos que son signos sensibles de ellos, y que es necesario interpretar. Consecuentemente, la observación psicológica debe ser esencialmente la observación interna, a la cual se da a menudo el nombre de introspección; y la observación sensible, la única que emplean las demás ciencias, no puede jugar aquí más que un papel accesorio; de ahí derivan las principales dificultades que son propias de la observación psicológica.

Algunos han llegado incluso hasta a negar la posibilidad de la introspección; esta es una de las razones por las cuales Auguste Comte, en particular, rehusaba admitir la psicología como ciencia distinta. Al hacer observar que, aquí, el sujeto y el objeto no hacen sino uno, se dice que no le es natural a la mente replegarse así sobre sí misma; y se quiere al menos sacar de aquí esta consecuencia: que la psicología, como las otras ciencias de hechos, debe servirse exclusivamente de la observación exterior, llamada también método objetivo, por oposición a la observación interna que es llamada método subjetivo. Esto es desconocer que el método de cada ciencia debe ser apropiado a la naturaleza de su objeto; y por otra parte, en cuanto a la posibilidad misma de la introspección, parece que debiera ser tratada como una simple cuestión de hecho: de ordinario, para darse cuenta de lo que vale un método, se lo ensaya antes que discutir sobre su posibilidad. Si no obstante se objeta que un hecho de consciencia no puede conocerse él mismo, la respuesta es muy simple: no es de esto de lo que se trata en modo alguno en la introspección, ya que el hecho de consciencia observado y el hecho de consciencia por el cual el anterior es conocido no son un único y mismo hecho, sino dos distintos; esto es evidente para los hechos emotivos y volitivos, e, incluso para los hechos intelectuales, también es así. En lugar de decir que la introspección no le es natural a la mente, se haría mejor en decir únicamente que no le es habitual, porque su atención está más ordinariamente dirigida hacia los fenómenos exteriores. Si existe aquí una dificultad, en el sentido de que el uso de la introspección requiere una educación especial y un ejercicio más o menos prolongado, dicha dificultad no es en absoluto propia de la psicología, ya que la aplicación del método de no importa qué ciencia también exige una habilidad técnica que no se adquiere lo más a menudo sino al precio de largos y pacientes esfuerzos. Diremos otro tanto a propósito de la extrema complejidad que presentan los hechos de la consciencia en la mayoría de los casos; es verdad que los fenómenos que constituyen los objetos de las diferentes ciencias presentan grados desiguales de complejidad, lo cual es una de las bases de la clasificación de Comte, y también que aquéllos que estudia la psicología están entre los más complejos; pero esto no es más que una diferencia de grado y no de naturaleza, y, si la dificultad bajo este aspecto es mayor para la psicología que para la mayoría de las demás ciencias (excepción hecha de la sociología), no es sin embargo insuperable, tanto más cuanto que la observación, la experimentación, y también la deducción, así como la comparación atenta de casos similares, pueden remediarlo al menos parcialmente.

Otra dificultad, más grave en apariencia, es ésta: hay hechos de consciencia, como la cólera o el miedo por ejemplo, cuya naturaleza es tal que no se los puede intentar estudiar sin hacer que por ello mismo se desvanezcan enseguida. Sin embargo, se puede estudiar estos hechos mediante el recuerdo; sin duda, la memoria presenta a menudo lagunas e incluso alteraciones, pero no hay que exagerar estos fallos, y por otra parte, si se rehúsa recurrir a la memoria, toda experiencia se hará imposible, ya que, prácticamente, no hay ningún hecho de consciencia en el que el recuerdo no juegue un papel más o menos considerable.

Obsérvese también que el hecho de consciencia por el cual observamos otro hecho de consciencia, y que es propiamente un acto de reflexión, puede reaccionar sobre el primero, y, como consecuencia, modificarlo y deformarlo. Nuestras ideas preconcebidas, y en particular las teorías que podemos haber adoptado en psicología, pueden ejercer una influencia sobre todos los hechos mentales que observamos en nosotros. Esto es también verdad; pero, además del recurso a la memoria, que es casi siempre posible, se puede emplear la observación objetiva para controlar y completar los resultados de la observación subjetiva, lo que no quiere decir en modo alguno que debamos esforzarnos en sustituir a ésta por aquella.

En fin, se dice que un individuo humano, limitado a la observación de sí mismo, no puede distinguir lo que hay en él de propiamente humano, es decir de general, de aquello que no es más que simple diferencia individual; resultaría de aquí que la psicología no podría conocer verdaderamente lo general, ni como consecuencia formular leyes, lo que equivaldría a decir que no podría ser verdaderamente una ciencia. Los que hacen esta objeción olvidan que la comparación de las diversas psicologías individuales puede corregir bastante fácilmente el fallo que señalan; la psicología no está reducida solamente al empleo del método subjetivo, y, si es verdad que éste le es el más esencial, puede sin embargo servirse del método objetivo, al menos en virtud de auxiliar, y como medio de control de los resultados suministrados ya por la introspección. Hay que lamentar únicamente que esta comparación de la que acabamos de hablar esté restringida lo más a menudo a individuos que pertenecen a una misma raza o a un mismo medio social, lo cual corre el peligro de atribuir al ser humano en general caracteres que pertenecen únicamente a esta raza o a este medio social; pero éste es un fallo inherente al estado actual de la psicología, y en modo alguno a la propia naturaleza de esta ciencia.

La dificultad más real, y quizás la única que sea imposible remediar, es la que proviene de que, como lo hemos dicho anteriormente, los fenómenos psicológicos no son mensurables. En efecto, en las otras ciencias, lo que permite generalmente formular leyes precisas, es la introducción de la medida y la posibilidad de evaluar cuantitativamente los fenómenos estudiados; y los resultados obtenidos por una ciencia son tanto más satisfactorios cuanto que esta introducción ha podido hacerse de una manera más completa, como se puede ver comparando el estado de las ciencias físico-químicas y el de las ciencias biológicas. Sin embargo, si los fenómenos fisiológicos son menos accesibles a la evaluación cuantitativa, es sobre todo en razón de su mayor complejidad, y no hay imposibilidad absoluta de medirlos, mientras que es por su propia naturaleza que los fenómenos psicológicos, más complejos todavía, y como consecuencia más difíciles de estudiar, escapan enteramente a la medida. Piensen lo que piensen de ello los partidarios de una reducción total al solo punto de vista cuantitativo, reducción en la cual consiste propiamente el mecanicismo, existe, en el objeto de cualquier otra ciencia que no sea las matemáticas puras, elementos de orden cualitativo, que la medida no podría alcanzar; pero, en psicología, estos elementos cualitativos constituyen el objeto entero de la ciencia, en el que no hay nada que pertenezca al dominio de la cantidad. Hay pues que resignarse a admitir las cosas que pueden ser objeto de dicha ciencia, pero de las que un conocimiento exacto, en el sentido matemático de esta palabra, no es posible; esto es así más o menos en todas las ciencias de hechos, pero la psicología es quizás la única en la que esto no es sino así. La consecuencia que resulta inevitablemente de ello, es, no que sea imposible establecer leyes psicológicas, sino que estas leyes no podrán nunca tener el rigor y la precisión de aquellas que son susceptibles de ser formuladas en términos cuantitativos.

Lo que hemos dicho hasta ahora se aplica a la vez a la observación y a la experimentación; hay también además, otras dificultades que son especiales de la experimentación en psicología. Primero, hay casos en los que razones de orden moral se oponen a la experimentación: por ejemplo, se admite que no se puede transmitir un vicio para observarlo mejor, ni imponer un sufrimiento a un semejante para estudiar en él los efectos; casos análogos se presentan también en fisiología. Por otra parte, hay fenómenos que, por su naturaleza, escapan a toda experimentación: así es en lo que concierne a las relaciones últimas del pensamiento con los movimientos de la materia cerebral. A pesar de ello, la experimentación es posible y da resultados interesantes en muchos casos, en los que se puede efectuar el análisis de lo que se hace en las otras ciencias de hechos; su gran ventaja sobre la simple observación, es que permite aislar de todos los demás fenómenos la pareja causa y efecto, lo cual es tanto más necesario cuanto que los hechos estudiados son más complejos. Esta simplificación y esta eliminación de las reacciones secundarias son realizadas de manera particularmente clara por el hipnotismo: se aísla al sujeto de cualquier influencia exterior otra que la del operador, se aísla incluso su mente de su físico, y se reducen todas las causas actuales de los fenómenos interiores a una sola, que es la idea o el sentimiento que se comunica al sujeto mediante sugestión. Otras experiencias del mismo género, aunque dan sin duda menores resultados, se pueden hacer incluso en la conversación, haciendo preguntas, y sobre todo en la educación, que podría contemplarse, en su conjunto, como una especie de sugestión continua. Junto a estas experiencias que son puramente psicológicas, la psico-física y la psico-fisiología son casi completamente experimentales: ellas estudian, no los fenómenos psicológicos en sí mismos, sino más bien sus reacciones con los fenómenos físicos y fisiológicos; es por esto que no se las debe considerar más que como accesorias, y, a pesar de la utilidad indiscutible de la información que son capaces de suministrar, no habría que atribuirles una importancia exagerada.

Fuera de la psico-física y de la psico-fisiología, hay aún cierto número de ramas secundarias de la psicología a las que a menudo se da el nombre de métodos accesorios, y que no son en realidad sino diversos modos del método objetivo. Tal es la psicología étnica, es decir el estudio psicológico de los hombres de las diferentes razas, la que, si estuviera suficientemente desarrollada, haría que desapareciera ese fallo de generalidad que hemos señalado anteriormente en la psicología actual. Tales son también la psicología de los caracteres individuales, en particular la de los grandes hombres, y lo que se podría llamar la psicología histórica, es decir el estudio psicológico comparativo de las diferentes épocas con la ayuda de los documentos de todo tipo que nos han dejado. Desde otros puntos de vista, ha lugar el mencionar el estudio de los niños o la psicología infantil, la psicología animal, a la que se llama frecuentemente psicología comparada, entendiendo por esto que ella implica siempre una comparación con la psicología humana, y en fin la psicología clínica o patológica, que es el estudio de las anomalías y de las enfermedades mentales; vale más decir método clínico que método teratológico, como hace Taine, ya que la teratología o estudio de las monstruosidades entra en la patología, de la cual comprende solamente los casos extremos. Este último método es particularmente precioso para hacernos conocer el lugar exacto que ocupa tal o cual facultad en el conjunto de nuestra actividad mental, por ejemplo, cuando se puede observar a un individuo privado de uno o de varios sentidos, o cuando el estado mórbido produce una especie de disociación como en ciertos casos de amnesia; puede también hacernos ver en cierta manera de modo aumentado los hechos que su tenuidad habitual no permitiría observar fácilmente. Unicamente, no hay que olvidar que es siempre con nuestra propia consciencia como estudiamos lo que pasa en los demás seres, por diferentes que sean de nosotros; y que los hombres de otras razas y de otras épocas, por ejemplo, a pesar de todo lo que tienen de común con nosotros, difieren sin embargo mucho más de lo que creemos de ordinario, hasta tal punto que nos es a menudo muy difícil comprender e interpretar correctamente sus maneras de pensar y de sentir. También hay que desconfiar de las asimilaciones demasiado precipitadas y demasiado superficiales, que no proceden generalmente sino de ideas preconcebidas; y sucede lo mismo con respecto a los niños y a los individuos anormales, quienes, además, son casi siempre incapaces de expresar lo que sienten o piensan. Si esto es así para los seres humanos, quienes no obstante tienen en el fondo la misma naturaleza esencial bajo modalidades diversas y múltiples, el peligro será aún mayor cuando se trate de seres de naturaleza diferente, como los animales, y la tendencia más natural será establecer entre ellos y nosotros muchas más semejanzas de las que serían convenientes, bajo analogías que pueden ser puramente exteriores. Existe aquí una fuente de numerosos errores de interpretación, casi inevitables, puesto que dependen de la manera indirecta en que nos son conocidas las otras consciencias, y que no nos permiten atribuir demasiado valor a todos estos métodos lo que hace que verdaderamente estos no puedan ser sino accesorios, aunque nuevas observaciones puedan sin duda, en muchos casos, corregir las antiguas en cierta medida.

El comienzo de todo estudio psicológico es una clasificación tan exacta como sea posible de los hechos a estudiar; al comienzo de casi todas las ciencias, la clasificación es necesaria, por las razones que hemos dado ya en otra parte, y lo es tanto más cuanto que se trate de objetos más complejos. Las investigaciones deben hacerse, como en toda ciencia de hechos, con ayuda de la observación y de la experimentación, y es necesario, tanto como se pueda, esforzarse en conducir las causas complicadas de los fenómenos a causas más simples. El método subjetivo e introspectivo es el punto de partida obligado de todas las investigaciones en psicología; en efecto, no es sino por la observación y el análisis interior que conocemos primero los hechos que podremos después buscar de vincular a condiciones físicas, fisiológicas o sociológicas. El empleo del método objetivo en sí presupone necesariamente el del método subjetivo, ya que, para observar lo que pasa en los otros seres, hay que conducir a fenómenos ya conocidos por la observación interior los signos que estos seres nos dan de lo que se produce en ellos.
  
Traducción: Miguel Angel Aguirre
 
Capítulo III
CONCIENCIA, SUBCONSCIENCIA, INCONSCIENCIA
 
Presentación
René Guénon
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