AGARTTHA. The Invisible Center. Mircea A. Tamas. Rose-Cross Books. Toronto 2002. 98 pp.

Mircea Tamas continúa en Agarttha, The Invisible Center la búsqueda emprendida en The Everlasting Sacred Kernel, por lo que no es casual que este nuevo volumen arranque con una cita del Principito, el libro al que el autor rumano dedica el capítulo final de su anterior obra. Advertidos en The Everlasting Sacred Kernel los ecos del 'núcleo de inmortalidad' en la literatura de Occidente de todos los tiempos, Tamas se lanza en Agarttha, The Invisible Center al encuentro del Centro en la tradición a la que está adscrito por razones de geografía y época. Dicho recorrido lo realiza, una vez más, de la mano de René Guénon, a quien Tamas reconoce como "el 'servidor' que ha presentado y ha transmitido, principalmente en el mundo occidental, la unidad fundamental de todas las formas tradicionales, ofreciendo una síntesis metafísica de varias doctrinas ortodoxas y teniendo a la Verdad como núcleo sagrado, una Verdad que puede ser encontrada en todas las tradiciones particulares. René Guénon era y es el 'servidor del Único'. Su nombre islámico, Abdel Wahed Yahia, da testimonio de ello" (p. 15).

El prefacio de Agarttha, The Invisible Center es una lúcida síntesis de la vida y la obra de Guénon con la que Tamas rinde homenaje al guía intelectual de su obra. En dicho prefacio, el autor rumano escribe acerca del propósito de su libro lo siguiente: "No es el lugar ni nuestra labor emitir juicios relativos al orden individual, pero hemos de mencionar que tras la muerte de Guénon, varios de sus 'colaboradores' trabajaron muy activamente con el fin de reducir la obra de Guénon al nivel profano. Marco Pallis, por ejemplo, a quien Guénon animó y ayudó en sus estudios tradicionales, escribió un curioso artículo contra Le Roi du Monde de Guénon; Pallis intentó demostrar que Agartha y el Rey del Mundo sólo eran frutos de la imaginación de Guénon, que nadie había oído en la India o en el Tibet acerca de Agartha y del Rey del Mundo. Nuestro estudio tiene que ver con este tema. Hay una extraordinaria incomprensión acerca del simbolismo del Rey del Mundo, acerca de lo que Guénon transmitió realmente en su libro fundamental Le Roi du Monde. Marco Pallis es uno de los ejemplos de esta incomprensión, y nuestro trabajo intentará descifrar el profundo simbolismo de Agartha y de su Rey en base al legado tradicional que René Guénon transmitió mediante sus escritos" (p. 13).

El capítulo primero del libro de Tamas contiene una rica glosa de símbolos fundamentales del Centro en la tradición rumana, heredera de la antigua tradición dacia y entroncada como ésta en la Tradición Unánime. Entre estos símbolos destaca Leuke, la 'isla blanca' que Pausanias sitúa en la desembocadura del Danubio donde Aquiles, tras alcanzar la inmortalidad, desposó a Helena de Troya. Leuke es, en palabras de Tamas, "una imagen de la Thule hiperbórea de Apolo que simboliza al Centro único. La Isla Blanca en medio del Mar Negro es un cuadro perfecto que ilustra la manifestación (blanco) emergiendo de la no-manifestación (negro), pero también el centro espiritual puro y luminoso como la 'tierra de inmortalidad' rodeada por las pasiones mundanas y la agitación efímera" (p. 17). El Monasterio Blanco del que hablan distintas leyendas, canciones y cuentos del folklore rumano es otro símbolo del Centro sagrado análogo a Leuke. Dice Tamas: "El Monasterio Blanco es equivalente a Agartha, y es inviolable e inaccesible; hoy nadie puede encontrarlo. Por dentro, el Monasterio Blanco está pintado de oro, oro que simboliza la luz del Sol espiritual; por fuera, está cubierto de musgo" (p. 17). El regente del Monasterio Blanco es el Emperador Negro, que ostenta a la vez la autoridad espiritual y el poder temporal. Por otra parte, "el Castillo Negro donde el viento no sopla" al que debe acceder el héroe de distintos cuentos rumanos para liberar a una doncella "simboliza, como el Monasterio Blanco, el Centro supremo", "subraya el aspecto interior e invisible del Centro, y está relacionado con el simbolismo de la Virgen Negra" (p. 18). Tamas añade: "En una antigua balada, la doncella está escondida 'en un profundo valle, en soledad, bajo bloques de piedra, donde el viento no sopla y nadie puede verla'. Obviamente, la morada escondida de la doncella es el Castillo Negro, 'donde el viento no sopla', y la balada especifica que los bloques de piedra están cerca de un río negro. La balada indica claramente que la doncella se esconde bajo bloques pétreos en un valle profundo, lo que indica un centro subterráneo" (p. 18), como el Agartha hindú, el abismo de la tradición china y la caverna de Zalmoxis, el dios dacio. "El valle es, pues, un centro secreto y silencioso, pues el silencio y el encubrimiento son, juntamente con el vacío, la inmutabilidad y la oscuridad, aspectos de la no-manifestación, e implícitamente, del Centro supremo que se esconde en la Noche absoluta y superluminosa" (p. 21).

Tamas concluye la vasta exposición de elementos tradicionales del capítulo primero de su libro advirtiendo que "la importante densidad de dichos vestigios hizo jugar a las regiones rumanas un extraño papel en la historia ocultista de los últimos dos siglos" (p. 26), y dedica los siguientes tres acápites a revisar distintas labores tenebrosas realizadas por la antitradición y la contratradición con los Cárpatos y Transilvania como telón de fondo, historias de vampiros incluídas. Tras este particular descenso a los infiernos, el autor prosigue el estudio de los símbolos del Centro a la luz del sol y escribe con maestría: "¿Es Asgartha [Agartha] algo real? Respondamos a ello con otra pregunta: ¿es el Paraíso algo real? Al igual que el Principio representa la última y absoluta realidad y todas las cosas extraen su realidad del Principio, del mismo modo el Centro supremo, visto como un Monasterio Blanco o un Castillo Negro escondido en la Noche superluminosa, tiene una realidad absoluta y suprema. Su proyección en el mundo como centro espiritual primordial del actual grado de existencia (nuestro mundo) es más real que el propio mundo, y no es necesariamente visible o debe tener una localización corpórea. Los centros secundarios, que reciben su realidad del centro primordial, también pueden ser más o menos accesibles. Por otro lado, los centros sustitutos, que han tenido distintos nombres a lo largo de las épocas y han desempeñado el papel de 'coberturas exteriores' para el centro espiritual, tienen una realidad inmediata y por ello son visibles. Y dado que los hechos geográficos e históricos tienen, como todos los demás elementos corporales, una realidad inmediata y un valor simbólico, tales centros poseen la cualidad de simbolizar el centro espiritual supremo sin borrar su propia realidad. No podemos esperar encontrar el Reino de los Cielos o Asgard aquí, en la tierra. En el caso de una realización espiritual, un centro es un estadio espiritual y representa consecuentemente un estado que el iniciado alcanza y asimila. El Asgard de la tradición nórdica, el Shambala tibetano y el Monasterio Blanco rumano, con independencia de los nombres, ilustran el uno-y-único Centro, al igual que las diversas tradiciones secundarias reflejan la Tradición primordial única. Es por ello por lo que encontraremos descripciones y elementos similares que no han sido 'prestados' uno del otro, sino que tienen una fuente suprema común" (pp. 66-67). Y agrega: "Agartha, tal como René Guénon lo definió, es una realidad. El individuo profano no puede alcanzarlo, pero ello no lo hace menos real" (p. 67).

Los capítulos sexto y séptimo son los que Tamas dedica específicamente al estudio de El Rey del Mundo. Entre las circunstancias que condujeron a René Guénon a escribir esta obra, el autor rumano destaca la publicación de Bestias, Hombres y Dioses de Ferdinand Ossendowski en 1922, y una década antes, de la Mision en la India de Saint-Yves d'Alveydre, libros que aportan datos tradicionales acerca de Agartha y su regente entremezclados con elementos ajenos a la tradición. "El libro de viajes de Ossendowski", escribe Tamas, "brindó a Guénon una buena oportunidad para publicar, en 1927, su libro-joya Le Roi du Monde intentando poner orden en este mito acerca del centro subterráneo Agartha y su Rey del Mundo distorsionado y mistificado durante demasiado tiempo" (p. 75). Más adelante añade: "¿Qué representó Agartha para Guénon? René Guénon afirmó enérgicamente que conocía el mito de un reino subterráneo en Asia 'a partir de fuentes absolutamente diferentes' a las de Saint-Yves y Ossendowski. Él sólo citó a Ossendowski y a d'Alveydre para tener un punto de partida de sus desarrollos metafísicos y simbólicos. Del mismo modo que empleó el Budismo sólo como una aplicación particular para ilustrar la doctrina de los ciclos cósmicos y la revuelta de la casta guerrera, al igual que Dante usó detalles históricos para exponer su viaje iniciático, Guénon utilizó Agartha para enseñar sobre el simbolismo del centro y el significado del Rey del Mundo" (p. 87).

Mircea Tamas concluye su libro con unas palabras a las que nos adherimos plenamente y que demuestran la recta comprensión doctrinal del autor de Agarttha, The Invisible Center: "Parece extraño que muchos de los que reclaman comprender y seguir las enseñanzas de Guénon sobre la metafísica, la realización espiritual y los estados múltiples del ser hayan recibido con suspicacia y desconfianza Le Roi du Monde tomándolo como un simple cuento, o sea, como una fantasía. Es un cuento, pero no en el sentido ordinario de la palabra. Como Agartha, Le Roi du Monde es un cuento sagrado perteneciente al dominio suprahumano. Si algunos han dudado de la realidad de Agartha, ello sólo ha sucedido porque no han sabido como sobrepasar los límites de su individualidad y del mundo profano. Agartha no pertenece a la geografía profana y no puede ser hallado por un turista o por los paparazzi. Como el Reino de los Cielos, Agartha debe ser encontrado primeramente en nuestro corazón, y sólo entonces aparecerá como recompensa de nuestra realización espiritual. El centro más profundo de nuestro corazón se revelará como idéntico al centro subterráneo únicamente si se completa un viaje iniciático y una realización espiritual; sólo entonces podremos penetrar en el palacio invisible del Rey del Mundo. Esto es lo que René Guénon nos ha transmitido. Del mismo modo que un ser humano (considerado como un individuo) puede simbolizar al Hombre Universal, los distintos centros pueden simbolizar al Centro supremo; pero el Centro supremo no puede ser alcanzado más que en el momento en que el individuo traspasa su condición limitada y realiza el estado de Hombre Universal" (p. 98). M. G.

 
 
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