THE EVERLASTING SACRED KERNEL. The Spiritual Symbolism in Western Literature. Mircea A. Tamas. Rose-Cross Books. Toronto 2002. 208 pp.

The Everlasting Sacred Kernel (el Núcleo Sagrado eterno) es un libro con el que nos hemos sentido familiarizados aun antes de haberlo abierto. En esta obra escrita por un autor de origen rumano y publicada en Canadá, sorprendentemente, la fotografía que ilustra la cubierta es una imagen del claustro de la catedral de Barcelona, de un lugar –el estanque de las ocas– en torno al cual hemos paseado muchas veces desde nuestra niñez, a menudo dis-traídamente. Si Mircea Tamas ha incluido esta imagen en la portada de un libro dedicado al Núcleo Sagrado (al Agartha) es porque dicho paisaje es un símbolo del Paraíso, del Centro, del núcleo de eternidad que reside en nuestro corazón y en el que a la vez habitamos permanentemente. A él se refiere el autor en la primera página de su obra citando un párrafo de El Rey del Mundo de René Guénon: "Luz, siendo eterno, es en el ser humano 'el núcleo de inmortalidad', del mismo modo que el lugar denominado con ese mismo nombre es 'la morada de la inmortalidad'" (p. I).

Como muestran las numerosas citas y notas a pie de página de The Everlasting Sacred Kernel, René Guénon y Ananda K. Coomaraswamy han sido los guías intelectuales de Mircea Tamas (como Sócrates lo fuera de Platón o Virgilio de Dante) en este recorrido por la literatura occidental en busca de los símbolos de la Verdad una y única, siempre velada pero que aflora hasta en los escritos más oscuros, según el propio autor evidencia. El punto de vista de Tamas es, como el de Guénon y Coomaraswamy, la metafísica; de ahí que se haya dedicado, a lo largo de doscientas ocho páginas, a rastrear la expresión del No-Ser, del Ser, de la Cosmogonía y de la iniciación que permite el recorrido de vuelta al origen, en los códigos simbólicos de un conjunto de obras emblemáticas de la literatura de Occidente –códigos en algunos casos ignorados por los propios escritores de esas obras. La finalidad de The Everlasting Sacred Kernel es, según su propio autor afirma, mostrar que "la búsqueda del núcleo sagrado es, consecuentemente, una aventura espiritual que conlleva un cambio interno benéfico para cualquier persona capaz de ver con el corazón", y que "nuestro mundo moderno todavía ofrece apoyos simbólicos para esta búsqueda" (p. IX). Adivinamos en la redacción del libro de Tamas un gesto que tiene que ver poco con lo erudito y académico y mucho con lo gratuito, con una gratuidad comparable a la de la inspiración de aquella mañana de paseo en bicicleta en que el autor comprendió "el significado secreto de [su] inocente ejercicio físico: una paráfrasis moderna del símbolo tradicional del Carro de Luz. La bicicleta, un vehículo profano y moderno, estaba revelando un nuevo y profundo significado, un significado sagrado: la rueda delantera se había convertido en el símbolo del cielo, la rueda trasera en el símbolo de la Tierra, y el travesaño en el propio Axis Mundi. Ir en bicicleta se había transformado en un viaje espiritual a lo largo del eje del universo" (p. V).

El índice del libro de Tamas, que consta de diez capítulos, recuerda al de los antiguos textos herméticos en cuyo frontispicio se halla grabado el plan de la obra. En el primer capítulo, dedicado a los grandes relatos épicos de la tradición helénica (la Ilíada y la Odisea), el autor destaca que el origen de la epopeya griega es el rapto de Helena y que dicho secuestro es un "rapto sagrado", el de una virgen que simboliza la luz espiritual. Más allá de la lectura puramente literal o moral, "se desvela frente a nosotros una 'metafísica del robo' " (p. 2); el rapto supone la desaparición del conocimiento y el final de un ciclo, y la liberación de la virgen (Helena en la Ilíada, Penélope en la Odisea) y la unión con ella jalona el inicio de un nuevo mundo. La iniciación es precisamente la lucha o guerra interior, simbolizada por la guerra de Troya y el viaje a Itaca, en pos de dicha unión. Tamas destaca que la unión conyugal de Ulises y Penélope –símbolo de la hierogamia que completa el viaje de Ulises hacia la Suprema Identidad– se realiza "en un lecho construido por Ulises a partir de un olivo que representa el Axis Mundi, ornamentado con oro, plata y marfil como la Jerusalén celeste. El olivo, 'grueso como una columna', es el eje del universo y la cámara construida por Ulises alrededor de él es el Cosmos. La 'cama de un pie' que tiene al árbol como poste es el Centro del Mundo" (p. 19).

El segundo capítulo trata del relato bíblico de Sansón, cuyo secreto es pretendido por Dalila. "Sansón es el héroe y el dragón" (p. 33), el inicio y el fin de un ciclo; en realidad, es el símbolo de un ciclo entero. El pelo de Sansón simboliza el vínculo con la divinidad; en ello reside la razón de ser de la ley hebraica que prohíbe que un nazirita sea rasurado. Es este mismo simbolismo el motivo por el que Homero describe a los héroes griegos como seres de largas cabelleras. Desde otra perspectiva, los cabellos también son la representación de las ataduras a que nos someten las pasiones y los apetitos. En este caso, "sacrificar el cabello es equivalente a matar nuestro ego, haciendo perder a nuestra individualidad calva e imberbe su cabellera mundana reemplazándola con los áureos rizos invisibles del Sí Mismo" (p. 28). El simbolismo del corte de pelo es igualmente ambivalente: "por un lado, el corte de los cabellos expresa el Fiat Lux, cuando 'Dios separó la luz de las tinieblas'. El 'corte' primordial representa la separación en manifestación ('mil pies') y no-manifestación ('sin pies'), en Tierra y Cielo, en 'poder' e 'impotencia', en fértil y estéril" (p. 27). Por otra parte, "el corte de los siete mechones [de Sansón] implica una separación progresiva de la fuente que alimenta el cabello, y con el tiempo aquellos 'poderes' decaerán" (ibid.).

Tamas muestra en el capítulo tercero de su obra que la simbólica cósmica, ontológica y metafísica no es privativa de los grandes relatos épicos y míticos de las distintas tradiciones. En narraciones como Caperucita Roja o Los Tres Cerditos, cuyo simbolismo glosa el autor en dicho capítulo, y en general en todos los "cuentos de hadas" que "marcan el inicio de la educación de un niño" (p. 40), se esconden profundas enseñanzas simbólicas bajo el velo de lo infantil e inocente (aunque ello sólo lo es aparentemente: "Escrutando los cuentos de hadas incluso superficialmente, encontramos muchas absurdidades, crueldades y elementos inmorales", ibid.). El folklore de un pueblo es uno de los medios más eficientes para la transmisión del "núcleo espiritual" de una tradición, y la "vía infantil" es uno de los mejores métodos para ello: "Los niños constituyen un ambiente perfecto para preservar inalterada la sabiduría eterna. Un adulto estaría tentado de cambiar algo, modificar, interpretar, intervenir, jugar a ser dios, intentar imponer su originalidad e individualidad. (…) Los niños, por el contrario, son inocentes; no tienen la conciencia adulta del mundo. Son 'inconscientes', no están enterados del peligro del agua, del fuego o de otras cosas naturales. Son, como el Taoísmo pide a los seres espirituales, naturales, perfectamente integrados en el mundo natural. Los niños, aunque 'inconscientes', pertenecen, al menos virtualmente, a la absoluta e infinita Conciencia" (p. 41).

En el capítulo cuarto, el Inferno de la Divina Comedia de Dante y otros textos tradicionales dan pie al autor de The Everlasting Sacred Kernel a consideraciones muy interesantes sobre la simbólica del devenir cíclico. En referencia al libro del Apocalipsis, Tamas subraya que "para simbolizar la decadencia del ciclo cósmico, la 'ciudad sagrada' de la Edad de Oro es descrita como una 'ciudad maldita' de la Edad de Hierro. Saturno, el regente de la Edad de Oro, se transforma en Satán, princeps hujus mundus" (p. 67). Y añade: "Desde el punto de vista microcósmico, la caída bíblica ha ocurrido en nuestro interior, y gradualmente, la 'ciudad sagrada', el corazón, ha sido invadida por los demonios" (p. 69). Esos demonios "representan lo profano, el caos, la impermanencia, el cambio continuo, la ignorancia y la confusión del mundo. Ellos se hacen más y más persistentes e insolentes cuando el ciclo se acerca a su fin. () Todos los métodos espirituales enfatizan la importancia de pacificar el alma y la mente. Las oscilaciones de la mente, los pensamientos turbulentos y esquivos, la imaginación y las emociones son los mayores enemigos de la realización espiritual. Éstas son las tentaciones, los cantos de sirenas y los demonios. En el fondo, el ego es la ciudad habitada por los demonios, i.e., la individualidad, el efímero y relativo compuesto de cuerpo y alma, que debe ser purificado y reabsorbido en el Sí Mismo" (p. 74). Para quien se lanza al viaje espiritual de regeneración, al recorrido iniciático, la "ciudad satánica" simboliza "la decadencia del Hombre que está perdido en los bosques salvajes y desbordado por los apetitos inferiores", pero "es sólo una estación de su camino espiritual" (p. 76).

El capítulo quinto está dedicado al estudio de la simbólica del Sueño de una Noche de Verano, de William Shakespeare. "La noche del solsticio de verano es 'infernal' en el sentido etimológico de la palabra (la palabra 'infernal' proviene del latín inferus, 'abajo'), pero deberíamos llamarla más adecuadamente noche 'cosmológica'. De este modo resulta más fácil comprender por qué puede estar relacionada a la vez con entidades del Infierno, con el dominio sutil de la psyche y el mundo de los sueños y con la realización espiritual de los Misterios Menores, todo ello perteneciente al orden cosmológico" (p. 86). Este momento supone el fin de un ciclo –signado por el divorcio de Oberón y Titania–, el momento en que las posibilidades más inferiores del mismo –simbolizadas por los amores de la diosa y un asno– se manifiestan como un sueño lleno de confusión y desorden donde "nada es estable y seguro" (p. 96). Pero la noche de verano es también una encrucijada, el anuncio "del nacimiento de un nuevo Cosmos, de un nuevo orden, la victoria de la espiritualidad marcada por unas nupcias espirituales y la consagración del regente del nuevo ciclo. Todo ello podemos encontrarlo en la obra de Shakespeare" (p. 89).

En la segunda parte del libro (capítulos 6 a 9), Mircea Tamas pasa revista a relatos crecientemente oscuros, escritos durante el siglo XIX por autores ajenos al esoterismo de la tradición occidental (e.g. Dumas) y que en su mayoría se sintieron atraídos por la moda cientifista o los movimientos de su época (e.g. Verne, Melville, Poe, Twain). Refiriéndose a Verne, por ejemplo, Tamas afirma contundentemente que sus "descubrimientos high-tech" son "antitradicionales y entierran el núcleo sagrado" (p. 129), pero añade a continuación que "como en el caso de Dumas, pese al envoltorio material de la obra de Verne, hay signos de espiritualidad escondidos silenciosamente en el interior de ella" (ibid.). Dichos "signos de espiritualidad", tales como el momento del año en que comienza Los Tres Mosqueteros (tras el equinoccio de primavera, al igual que la Divina Comedia), el nombre del protagonista de Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino (Nemo, que en latín significa 'nadie'), el color de Moby Dick (blanco), las travesías marinas de Arthur Gordon Pym (relacionadas con los viajes iniciáticos) o el ocultamiento del sello real en El Príncipe y el Pobre (el cual se corresponde con un fin de ciclo), no afloran en esas obras por un arte de iniciado, sino que aparecen de manera "providencial", "como una herencia natural del pasado" (ibid.). "No hay ninguna razón para suponer que Dumas estuviese 'iluminado' de alguna manera y hubiese adquirido datos espirituales y tradicionales por medio de canales esotéricos ortodoxos para transmitirlos usando su obra como cobertura. Pero él fue un transmisor, un transmisor 'inconsciente', un instrumento 'providencial'; esa es una vía inteligente que el núcleo sagrado emplea para sobrevivir" (p. 104).

Se ve de este modo que "el tipo de limitación debido a la ignorancia del mundo decadente sucede igualmente en los ciclos extensos y en los secundarios. Lo hemos advertido en la evolución de la literatura occidental en el tiempo. Alejandro Dumas, Jules Verne, Bram Stoker y Edgar Poe, todos ellos, aunque proporcionen abrigo al núcleo sagrado en sus obras, se preocupan más de mirar hacia abajo" (p. 190). "Es una especie de juego. La parodia que hace el Diablo del dominio espiritual y los rituales sagrados, sus imitaciones simiescas de los símbolos, constituyen un intento de confundir y engañar con la vana esperanza de eliminar las influencias celestes. () Por otro lado, el núcleo sagrado aprovecha esta parodia para permanecer vivo y accesible a una búsqueda verdadera. (…) Así, el núcleo sagrado, incluso cubierto de basura o de ilusiones diabólicas, preservará su significación divina" (p. 191). Por nuestra parte añadiremos que por razones inherentes al propio devenir cíclico, en medio del frenético descenso de los tiempos finales se producen puntos de inflexión en los que inesperadamente, e incluso contra pronóstico, el corazón de la tradición se revela de una forma palmaria a través de medios diversos, por ejemplo mediante libros inspirados como los de René Guénon, Ananda K. Coomaraswamy o Federico González. A esta categoría de libros pertenece precisamente El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, al cual Mircea Tamas dedica el último capítulo de su estudio. "Este cuento es una joya que transmite una sabiduría tradicional y alberga un núcleo sagrado. El Principito, comparado con el Pequeño Satán [Traum, personaje central de El Forastero Misterioso de Mark Twain], es un verdadero ángel (en el sentido tradicional) que abre las puertas del Cielo y pone al orden individual en su lugar correcto. Contrariamente al Satán de Twain, el Príncipe de Saint-Exupéry expresa la realidad verdadera del mundo divino, y su risa final ilustra la felicidad de la realización espiritual" (p. 198).

Hacemos votos para que el libro de Mircea Tamas sea traducido al castellano y pueda tener una amplia difusión en el ámbito cultural de habla hispana. Sugeriríamos que en la nota editorial de contraportada se eliminase la mención a Frithjof Schuon como un "autor tradicional" cuya "autoridad" es supuestamente "respetada" por Tamas al igual que la de Guénon y Coomaraswamy. A Schuon, Tamas le cita sólo de pasada y únicamente en dos ocasiones, casi al final del libro. Por el contrario, las obras de Guénon y de Coomaraswamy, profusamente referenciadas a lo largo de The Everlasting Sacred Kernel, así como los textos sagrados de las distintas ramas de la Tradición Unánime constituyen las cimbras sobre las que el autor rumano ha erigido los arcos de su hermoso edificio. M. G.

 
 
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