THE PAGAN DREAM OF THE RENAISSANCE. Joscelyn Godwin. Thames & Hudson, Londres 2002. 292 pgs.

Nos hemos deleitado con este libro, verdadera síntesis de conceptos de un Renacimiento muy mal conocido y que lleva en sí el sello de lo hermético, lo platónico, neoplatónico y el esoterismo de la mitología griega reinventado en la misma época por figuras tan extraordinarias como las que pueblan esta obra plagada de brillantes explicaciones, coincidencias, y diversos puntos de vista de un momento histórico que representó de un modo nuevo y original la ciencia sagrada, a la par que pondrá los fundamentos que, por desviación, engendrarían el mundo moderno y sus secuelas de destrucción, confusión, anarquía y degradación que hoy puede verse en todo aquello en lo que uno fija su mirada. Pero este libro nos rescata de estas mediocridades y horrores entrando en una investigación profunda de lo que fue el primer Renacimiento o sea el de Ficino, las Academias florentina y romana, y las ramificaciones que este pensamiento tuvo en las demás cortes renacentistas italianas, propagándose de modo fulminante por Alemania, Hungría, Polonia, Francia e Inglaterra, la república checa y el Palatinado.

Todos estos fundamentos y esplendores están plasmados en esta obra que abarca distintos campos de las manifestaciones de ese período: filosofía, literatura, música, artes plásticas, arquitectura, etc. Que tuvieron una eclosión extraordinaria en los siglos que abarca este segmento histórico que puede señalarse como la más bella utopía en la que pudieran penetrar los seres humanos. Todo estos brillos están narrados con particular encanto, a veces no exento de humor, y en los detalles curiosos y eruditos, cuyo sentido el autor saca a la luz, muchos de ellos verdaderas joyas, que el esoterista inglés manipula con cuidado y arte.

Joscelyn Godwin –colaborador de SYMBOLOS con su serie "Anales del Colegio Invisible"– es autor de Athanasius Kircher, la búsqueda del saber de la Antigüedad, y Robert Fludd, claves para una teología del Universo (Ed. Swan, S. Lorenzo del Escorial, Madrid 1986 y 1987); Armonías del Cielo y la Tierra (Paidós, Barcelona 2000); Mystery Religions in the Ancient World (Thames & Hudson, London 1981); L'ésotérisme musical en France 1750-1950 (Albin Michel, París 1991); The Mystery of the Seven Vowels (Phanes Press, Grand Rapids, 1991); Arktos, The Polar Myth in Science, Symbolism, and Nazi Survival (íd. 1993), entre otras, así como de las ediciones y traducciones de: René Guénon, The Multiple States of Being (Larson Publications, Burdet, NY 1984); Francesco Colonna, Hypnerotomachia Poliphili (Thames & Hudson, London 1999); Michael Maier's Atalanta Fugiens (Phanes Press, Grand Rapids MI, U.S.A. 1989), The Chemical Wedding of Christian Rosenkreutz (íd., 1991); The Harmony of the Spheres. A Sourcebook on the Pythagorean Tradition in Music (Inner Traditions Int., Rochester VT 1993), etc.

En el primer capítulo de The Pagan Dream of the Renaissance se abre el telón frente a un número extraordinario de ideas y acontecimientos que jalonan la enorme riqueza del Renacimiento el cual, ya desde sus primeras manifestaciones comienza a expresarse de modo muy ligado con la mitología griega y las divinidades paganas que adquieren nuevo impulso al ser revivificadas por el hálito que este proceso histórico otorga a sus símbolos –maravillosamente ejecutados– como camino de la realización intelectual. Este fenómeno espiritual puede ser advertido en toda Europa y en las distintas esferas, en donde se expresó de diferentes maneras, como ya hemos dicho.

En el capítulo II, titulado "La Lucha de Amor en un Sueño", se aborda nada menos que a la Hypnerotomachia Poliphili una de las piezas claves del Renacimiento como ha sido destacada por numerosos autores, uno de los documentos más extraordinarios y bellos del periodo, que tuvo todo tipo de repercusiones por la manera en que fue plasmada la obra y su inmediata difusión en toda Europa. Esta obra conjuga en sí la belleza de la edición –ilustrada por artistas tales como Leonardo, Alberti, Botticelli, etc.– con su extrañísimo contenido en donde se suceden las maravillas unas detrás de otras. Por otra parte la Hypnerotomachia Poliphili, atribuida a Francesco Colonna, fue importantísima desde el ángulo de la arquitectura y la perspectiva, al punto de que fuese considerada también como un tratado de la primera, precedente de los de Filarete, Palladio y el del mismo Alberti. Emanuela Kretzulesco-Quaranta (Los Jardines del Sueño: Polifilo y la mística del Renacimiento, Siruela, Madrid 1996) le otorga un carácter secreto vinculado con la academia romana y con la urgencia de transmitir unos mensajes claves que no deben perderse para las generaciones futuras, pues en el están representados nutridos misterios, al punto de que los grandes jardines italianos del Renacimiento le deben su simbólica al estar inspirados en este texto.

Aquí Godwin se extiende con toda generosidad y precisión sobre el Poliphilo y la mitología que lo acompaña, narrando su soñada urdimbre y trama, es decir sus aventuras, amores y dolores transmitidos por la flecha de Cupido.1 El Amor todo lo conquista.

En el capítulo III se habla de este nuevo orden mundial que supuso el Renacimiento, se brindan muchas informaciones producto de la búsqueda de un scholar y se ejemplifica con obras pictóricas y gráficas toda la filosofía que impregnaba a esta utopía compartida por las numerosas voces que desde distintos lugares anunciaban un nuevo ciclo, el cual sin independizarse de la norma clásica –y aún de muchos modelos medievales, que bien utilizó en su provecho– encontraba una nueva voz para verter los postulados de la Filosofía Perenne, tal como el Tarot de Mantegna –entre otras iconografías– que Godwin interpreta con todo acierto. En el capítulo IV se destacan distintos palacios italianos que el autor conoce de primera mano. La mención tanto de la familia Médicis como de la figura solar Hermes-Mercurio, fundamentales en la comprensión de lo que fue Florencia en la época de Cosme I y su proyección en las distintas cortes y principados de la península, se encuentra aquí testimoniada.

Epoca en cuyo lenguaje cotidiano se sobreentendían las enseñanzas de Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola y una pléyade de autores –un imaginal colectivo, que también expresaban los pintores, tratadistas y arquitectos, entre los que podemos incluir a Poliziano, Lazzarelli, Leonardo, Botticelli, Luca Pacioli, Brunelleschi, Pomponazzi, Cellini, Ghirlandaio, etc. etc.). Cosme de Médicis, personaje providencial, mandó traducir tanto el Corpus Hermeticum como la obra de Platón y fundó la Academia platónica a la que instaló en un palazzo de Careggi; y junto con otros príncipes de la época, especialmente las familias Sforza, Gonzaga-de Este, Montefeltro, e incluso los Habsburgo –cuyo árbol genealógico relacionado con ese tiempo incluye en apéndice– son referenciadas a lo largo del libro.

Así se van sucediendo distintos capítulos que se articulan en torno a la idea general de un estudio en profundidad sobre la época renacentista, siguiendo un camino que otros investigadores han surcado, cada cual a su nivel, debido a la intención con que han sido encarados sus trabajos y la particular curiosidad de ellos mismos.

Debemos mencionar en este contexto a D. P. Walker, Edgar Wind, Frances A. Yates, P. O. Kristeller, Eugenio Garin, Ioan P. Culianu y otros que han comprendido con mayor o menor claridad este fenómeno llamado Renacimiento y su vinculación directa con lo hermético y esotérico.

En los apartados V, VI y VII, titulados respectivamente "Microcosmos privado", "Maravillas de la naturaleza y el arte" y "Grutescos" se tratan diversas manifestaciones de la plástica y decoración simbólica, los gabinetes de trabajo y cámaras profusamente pintados con motivos mitológicos, en una época en que se ensaya con nuevos materiales de trabajo, como los mármoles que comienzan a emplearse en forma abundante, los estucos, grandes frescos, revestimientos, con el lujo de una abundante flora y con una atención naciente hacia los fenómenos naturales, que parecían haber sido olvidados en la Baja Edad Media donde una austeridad forzosa, por no decir pobreza anímica, se había impuesto como moda oficial. Este decorado lujoso es evidente en la obra de Sandro Botticelli, o en los diversos grutescos, miniaturas murales que denotan un verdadero horror vacui, y las fiorituras de lo que ya anuncia el Barroco, y que se enroscan una y otra vez sobre sí mismas enrulándose en motivos decorativos que, no obstante, tienen por detrás la energía-fuerza de sus contenidos expresados por conjuntos de símbolos que se relacionan los unos con los otros en un programa iconográfico que aparece no bien se limpia de una hojarasca formal –hoy en día en desuso, por lo que no siempre estamos acostumbrados a ella. Recuérdese aquí que el símbolo debe ser siempre enseñado y aprendido para que pueda comprendérselo a cabalidad, así como los distintos significados que encierra, despojados de su oropel para ser observados en su exacto valor conceptual y también en su poder transmisor mediante el arte en que se expresa, imagen de la Belleza.

En el noveno, denominado "El jardín mágico" se describen los jardines italianos de Villa d'Este (Tívoli), Villa Lante (Bagnaia), Médicis (Pratolino), Giulia (Roma), Frascati, Farnese (Caprarola), Sacro Bosco (Bomarzo). Creados todos ellos en base a símbolos aritméticos, geométricos, mitológicos, y de simbólica en general, que incluyen pérdidas en laberintos, recorridos asombrosos (a veces en barcas), grutas, fuentes, flores de todos los colores, estatuas de diosas y dioses, alamedas de árboles raros y de olores distintos, senderos que construyen reflejos del cosmos y en donde la imaginación puede espejarse, y hasta monstruos como es el caso del jardín de Bomarzo, etc. y los misterios que estos jardines, paganos, manifiestan.

A lo largo de este libro se debe destacar especialmente la importancia de la documentación gráfica (doscientas ilustraciones), muchas de cuyas imágenes son seguramente originales, como las fotos realizadas por el propio autor, u otras de muy difícil ubicación.

En el penúltimo capítulo de su libro Godwin trata de las raíces de la ópera, y adicionalmente del ballet, comprobando el origen de estas artes en la época que el autor estudia, mediante diversos documentos, algunos de ellos los propios programas que se hacían en las grandes celebraciones renacentistas, ya fuesen los de las bodas de las familias nobles que se entrelazaban entre sí y daban lugar a grandiosas festividades, o de distinto tipo, como carnavales o saraos cultos. En uno de ellos por ejemplo, se representó el Orfeo de Poliziano, que compuso en dos días para la ocasión y sería reimpreso en múltiples oportunidades, y musicado en una de sus adaptaciones por Monteverdi en 1607; puede que el papel de Orfeo fuera en esa celebración interpretado por el propio poeta, quien cantaba para sus amigos ejecutando la cítara2. Esta obra, que se convirtió en un clásico, sería el origen del drama pastoral, "libre tanto de las leyes de la comedia como de la tragedia", y asimismo, "evocaba una Edad de Oro en la que los dioses y las diosas se mostraban a los hombres, y el que hablaran cantando parecía natural".

Finalmente se cierra el libro con un apartado dedicado al palacio de Versalles y sus jardines, que incluye en su parte última autores tradicionales de hoy día como René Guénon, Ananda K. Coomaraswamy, Arturo Reghini, Henri Corbin o esotéricos como Julius Evola, Carl Jung, Saint-Yves d'Alveydre, músicos como Wagner, o literatos cual Goethe, escuelas que de una u otra forma han llevado el pensamiento hermético del Renacimiento a distintas producciones y que de ese modo continúan una larga cadena que para el Occidente en su forma más visible deriva de Sócrates y Platón, o sea de la Filosofía griega. Y que se puede homologar con muy diversas tradiciones extendidas a lo largo del tiempo y a lo ancho del espacio. F. G.

 
 
NOTAS
1 El mismo autor ha hecho una edición y traducción al inglés de este libro, arriba citada, en el cual como apéndice 4 ha efectuado un diagrama muy esclarecedor de la isla de Citera (cuya reina es Venus) y que ha tenido la amabilidad de cedernos para la publicación de nuestro trabajo Las Utopías Renacentistas, Esoterismo y Símbolo.
2 El propio Poliziano murió con la cítara en la mano: se había enamorado sin que le correspondieran y, sumido en fiebres, se levantó del lecho y se puso a cantar y tocar desesperadamente hasta su fallecimiento.
   

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