ARKTOS.
The Polar Myth in Science, Symbolism, and Nazi Survival. Joscelyn
Godwin. Phanes Press, PO Box 6114, Grand Rapids, MI 49516 USA. 1993. 260
págs.
Comenzar a leer este libro
constituye una apasionante aventura; en efecto, desde las primeras páginas
nos sentimos involucrados en un mundo de imágenes, obras y autores,
que van jalonando un camino lleno de claves y asombros, que resplandecen
en la medida en que las distintas ideas y elementos que el autor maneja,
se articulan y corresponden entre sí. Para ello Joscelyn Godwin
utiliza un método ya probado en otras obras suyas como The Harmony
of the Spheres: A Sourcebook of the Pythagorean Tradition in Music
(Inner Traditions International, U. S. A.) y
L'Esotérisme musical en France, que conjuga el conocimiento
erudito y minucioso de las ideas esotéricas y su aparición
histórica, con el contenido de esas ideas y su realización.
A todo ello habría que agregar el elegante y fresco estilo del autor,
su sentido del humor, y sobre todo, destacar el fluir del discurso, el
arte narrativo que hace que se siga con interés su lectura, y se
fomente la investigación de distintos temas relacionados con el
Conocimiento.
Joscelyn Godwin usa con respeto y libertad la obra de
René Guénon -de quien ha traducido al inglés Los
estados múltiples del ser y con cuyo Rey del Mundo este
libro guarda una feliz analogía- y destaca en ella aspectos generalmente
poco explorados por aquéllos que la conocen, poniendo siempre de
relieve su valor metafísico.
En cuanto a nosotros, nos ha interesado particularmente
el libro en cuanto trata de la simbólica del polo, o mejor, los
polos, idea obviamente ligada a todo simbolismo cosmogónico y a
innumerables temas esotéricos estrechamente relacionados entre sí,
como la unidad espacio-tiempo, la teoría de los ciclos, la ontología
y la antropología.
En ese sentido queremos señalar la correspondencia
entre Shambala y Agartha -dos temas que se tocan ampliamente
en el libro- como los dos polos de un mismo eje, análogo en todo
al simbolismo de la montaña y la caverna. Efectivamente, Shambala
es la ciudad del cielo, construida en piedras preciosas, como la Jerusalén
Celeste. Ella corona el fin de un ciclo y es la patria musical verde, blanca
y luminosa de los bienaventurados. Sin embargo este territorio queda fuera
de lo humano y por lo tanto puede ser también una expresión
de deseos y apetencias del hombre, un lugar imaginado y fantasioso a donde
se puede llegar mediante "viajes astrales" o "meditaciones" de tipo psicológico,
o simplemente porque se acredita en los sueños personalizados.
Por el contrario Agartha es un espacio real aunque
oculto a las miradas y los deseos de los simples mortales. Es también
un espacio oscuro y subterráneo como es el alma humana, la caverna,
y la interioridad, que ésta representa. Los habitantes del Agartha
han comenzado a tomar a su propio ser como el athanor, u horno,
de la experiencia alquímica y han llegado, por su trabajo y la gracia
de los dioses, a participar de los ámbitos y aulas de la Iglesia
Secreta, así como a percibir la proximidad del Misterio y contar
con la presencia permanente del Rey del Mundo, lo cual hace que consideren
a las alegorías como intrínsecamente falsas, y negadoras,
por su propia naturaleza, de la realidad metafísica y el auténtico
mundo espiritual (o intelectual) al que se llega merced a la estancia en
la gruta, como lo sabe cualquier aspirante a yogui en los Himalayas. Agartha
no está afuera sino dentro y es mucho más real que cualquier
fenómeno, ser o cosa. Por ello es que sin necesitar de nada y de
nadie ha permanecido y permanecerá idéntica a sí misma
en las condiciones actuales de la existencia terrestre, como el refugio
de la inmanencia divina, contenida macrocósmicamente en la Shekinah
y microcósmicamente en el Luz, nuez, o almendra de inmortalidad,
ubicada simbólicamente por la Cábala en la base de la columna
vertebral del hombre. Los habitantes del Agartha han tenido que
hacer un camino invertido con respecto a lo "normal" y "natural" y remontar
una vía de ascenso paulatina, penosa y llena de pruebas; un peregrinaje
en el interior de la caverna, lo que ha hecho que transformaran sus heces
en piedras preciosas y los ha convertido en ciudadanos de la auténtica
patria, es decir, verdaderamente universales y vinculados al gobierno interno
del mundo.
Pero este no es el caso de Adolfo Hitler, ni de Miguel
Serrano, ni del nacionalsocialismo o cualquier otra agrupación política
de pensamiento literal. Tampoco el de un escalador y montañista
como Marco Pallis (ver El camino y la montaña, Kier Bs. As.
1973) o el de las conjeturas pseudocientíficas de los Velikosky
& compañía, tan poco serios como obsesionados, aunque
sus elucubraciones sean desacondicionantes. Sin embargo, sí es el
caso de los estudios sobre la luz y el pensamiento shiita, investigados
por Henry Corbin, y el de otros pensadores que conocen o han conocido perfectamente
la Filosofía Perenne, citados extensamente en esta obra, que no
dudamos en recomendar a nuestros lectores y que representa igualmente una
buena oportunidad para los editores, según lo hace ver el propio
tema tratado y destacado en su título, y sobre todo por la facilidad
y el interés con que se lee este libro, casi como una novela de
aventuras. F. G. |