EN EL OJO (OMBLIGO) DEL HURACÁN. – RESEÑAS DE LAS TRES OBRAS – EL TESORO DE VALLS Primer acto Segundo acto – EN EL TREN Único acto – LUNAS INDEFINIDAS Primer acto Segundo acto – ADENDA |
Tres Teatro Tres contiene los libretos de las siguientes obras de Federico González Frías: El Tesoro de Valls, En el Tren y Lunas Indefinidas. Prologado por el escritor y editor Raúl Herrero, incluye las reseñas de Francisco Ariza y una Adenda con los posts de Federico sobre el Teatro (teatro de la memoria o anamnesis) en el Blog de la Colegiata Marsilio Ficino constituida por los actores intérpretes de estas obras.
La dramaturgia de Federico González Frías: En el volumen que el lector afanosamente sostiene en sus manos se incluyen tres piezas dramáticas de Federico González Frías, tres piezas dramáticas tres: El Tesoro de Valls, En el tren y Lunas indefinidas. El autor, reconocido simbólogo, no sólo es artífice de una obra narrativa interesantísima, con novelas como Jauja, Defensa de Montjuïc por las donas de Barcelona o El libro del secreto (todas ellas publicadas por nuestra editorial en la colección Marginalia), sino que también creó el Programa Agartha –Introducción a la ciencia sagrada– (véase el nº 25-26 de la revista «Symbolos», 2003), así como ensayos donde pone de manifiesto la permanencia de la Tradición Unánime, citaremos entre ellos como muestra: Las Utopías Renacentistas (Editorial Kier, Buenos Aires, 2004), El Simbolismo Precolombino (Editorial Kier, Buenos Aires, 2003), Simbolismo y Arte (Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004), etc. No pasaremos por alto su obra poético-alquímica En el Vientre de la Ballena (Ediciones Obelisco, Barcelona, 1990): una de las más certeras incisiones en la apariencia de realidad de nuestro mundo dedicada a todo el que desee desvelar y velar el conocimiento. Mención especial merecen dos libros dedicados a la Cábala, de autoría compartida con Mireia Valls: Presencia Viva de la Cábala (Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006) y La Cábala del Renacimiento –Nuevas Aperturas– (MTM editores, Barcelona, 2007) de los que destacamos un doble valor: el minucioso estudio histórico y el carácter antológico de fragmentos de obras de cabalistas ocultadas en nuestra lengua. Los datos arriba citados, a nuestro entender, resultan cruciales para una aproximación a la obra dramática de Federico González Frías. El primer encuentro de un servidor con este elemento aconteció en el estreno de Noche de Brujas, excelente obra dramática que recomiendo al lector de teatro avezado. En esta pieza ya destacaban dos elementos: su estructura ceremonial (que la emparenta con la tradición del teatro-ópera primigenio en tierras egipcias, tanto como con el de Arrabal y el movimiento Pánico) y la doble dirección del contenido, puesto que éste se articula con valor tanto para el actor como para el espectador. El mismo Federico ha mencionado en entrevistas y en conversaciones particulares que su obra dramática somete a los actores a una catarsis, a un despertar, que, a su vez, con la pieza en escena se traslada al espectador. La Colegiata Marsilio Ficino se ha ocupado de todos los estrenos de las 3 piezas dramáticas de este volumen, así como de las precedentes obras dramáticas del autor. Este grupo, dirigido por él, en ocasiones al alimón con el actor Carlos Alcolea, también define con claridad la propuesta de su teatro. El interesado puede visitar el blog (http://colegiataficino.blogspot.com) que documenta sus actividades y, por extensión, las de la obra dramática de Federico González Frías en España. En su página leemos:
En la página de la Colegiata se incluye la conferencia de Carlos Alcolea: «El Teatro, vehículo de conocimiento», que define y desarrolla el enfoque artístico tanto del grupo como de la obra dramática de nuestro autor. En relación con la función del actor, Carlos Alcolea refiere:
Asimismo en la entrada del blog titulada Minuta y con fecha 1 de julio de 2010 leemos:
Nos resulta reseñable la vinculación que se establece en la propuesta de Federico González Frías con el psicodrama y la forma ritual del teatro Pánico, movimiento creado en 1963 en París por Arrabal, Topor y Jodorowsky. Baste con citar el título de una de las piezas insignia de este movimiento: El gran ceremonial de Fernando Arrabal para señalar los vasos comunicantes entre la que podríamos denominar como poética del sentido teatral de Federico y el movimiento Pánico. Arrabal en su Primer Manifiesto Pánico titulado «El hombre Pánico», ofrecido como conferencia en la Universidad de Sidney (Australia) en agosto de 1963, señala:
Por otra parte Jodorowsky en su artículo «Hacia el efímero pánico» de octubre de 1965 señala:
Tenemos por un lado la Memoria y, por otro, el teatro como Ciencia de la Vida. El teatro de la memoria, del que La Idea del Teatro de Giulio Camillo es una buena muestra teórica, se encuentra en las entrañas de este afán por comprender y mostrar el teatro. A menudo los críticos han denominado este teatro con el adjetivo de «absurdo». Sin embargo, sabemos que tanto Arrabal, como Adamov, Ionesco y Beckett se desentendieron de tal calificativo. Incluso, al señalar su deuda con Antonin Artaud llegaron a denominarlo «teatro de la crueldad». Sin duda, ante las tablas se ejemplifica en muchas de las obras de los autores mencionados, al igual que ocurre con la de Federico González Frías, la desintegración de las verdades de la modernidad: la simiente positivista, las costumbres llamadas burguesas o los valores fútiles propios de un mundo que sólo brinda por lo utilitario y la oscuridad de todo Arte con mayúsculas. Cuando se evidencia la estulticia de tales comportamientos puede caerse en la trampa de ver algo absurdo donde en verdad se muestra al Emperador desnudo del cuento, sin los ropajes sobre los que se construye una sociedad precaria en Verdad. Lo absurdo, por tanto, no se encuentra sobre las tablas, sino en la cotidianidad. Como André Breton refirió en su Primer Manifiesto Surrealista: «…es preciso practicar la descretinización…». Y también de este deseo participa la obra dramática de Federico, como lo hicieron los pánicos, los dramaturgos ya mencionados y otros como Francisco Nieva, Antonio Fernández Molina o, el injustamente olvidado en España, Jean Tardieu. O, como me señala mi amigo Pedro Abío, también Peter Brook. En conclusión, la obra dramática de Federico González Frías se desarrolla en dos direcciones. Primero el texto atrapa al actor, luego al receptor. En ambos casos se contempla la obra como vehículo de conocimiento. Este concepto contiene dos elementos esenciales: la desautomatización de lo que la educación y el entorno ha dado hasta ahora como «bueno y seguro», así como el aspecto litúrgico o ceremonial que se remonta a los inicios del teatro-ópera de la antigüedad egipcia. Sobre este último aspecto puede consultarse la obra ensayística del compositor Josep Soler, en especial, su libro Poesía y teatro del antiguo Egipto –una selección– (Etnos, Barcelona, 1993). He preferido realizar este recorrido en lugar de comentar los azares y acontecimientos de las obras dramáticas incluidas en este libro. Las piezas hablan por sí mismas, en cambio, sí resulta inexcusable su lectura bajo la luz precisa. Espero haber ayudado al lector a encontrarla. |