SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 

EL RECUERDO DEL TIEMPO MITICO
Sabiduría oculta en el Símbolo

CARLOS ALCOLEA

Así como el señor y padre, o lo que es más elevado, Dios, es el creador de los dioses celestes, del mismo modo el hombre es artífice de los dioses que habitan en los templos, felices con la proximidad humana; de modo que el hombre no sólo es alumbrado sino que alumbra, no sólo se proyecta hacia Dios sino que también proyecta dioses... en efecto, Asclepio, el hombre es verdaderamente digno de admiración y más eminente que cualquier otro ser. Porque si nos referimos al género de los dioses, es evidente y reconocido por todos, que están constituidos de la parte más pura de la materia (...); sin embargo, las figuras de los dioses producidas por el hombre, están modeladas de ambas naturalezas, de la divina, más pura y enteramente digna de un dios, y de aquélla de la que el hombre dispone, a saber, la materia con la que han sido modeladas; ...

– ¿Te refieres a las estatuas, oh Trimegisto?

– A las estatuas, Asclepio. ¿Te das cuenta hasta qué punto te cuesta creer a ti también? Porque éstas son estatuas animadas, dotadas de pensamiento y llenas de aliento vital y capaces de hacer gran cantidad de cosas de todo tipo…

Textos Herméticos. Asclepio

A lo largo y ancho de la geografía, existen numerosos puntos especialmente significativos que constituyen lugares sagrados por lo que ellos mismos simbolizan, y como tales son vehículos intermediarios entre dos realidades, una conocida y terrenal y otra desconocida y supraterrenal.

Ciertos artesanos anónimos, conscientes de esta verdad, materializaron el espíritu inmortal de este "Conocimiento silencioso" en impresionantes obras, ideando múltiples monumentos cuyo auténtico valor reside en los símbolos sagrados que encierran, susceptibles de ser leídos a diferentes grados o niveles de lectura. Esta es la llave o clave secreta inmanente en el símbolo: mantenerse a salvo de las miradas indiscretas, así como de la decadencia progresiva, inherente a la degradación de los tiempos, conservando su grandeza constituida por el legado silencioso y oculto que se ha ido transmitiendo a lo largo de la historia. Las obras arquitectónicas y conjuntos escultóricos que señalan estos enclaves sagrados, han sido proyectados con tal maestría y belleza, que provocan entre la gente un sentimiento de admiración e interés, pues están creados a partir de modelos arquetípicos con los que inconscientemente se identifica el ser humano. Esto origina un vínculo con lo divino gracias a la contemplación de unas proporciones Ideales, imagen de la Armonía celeste. Lo que produce el recuerdo del auténtico y oculto significado de la Belleza, cuyo secreto está en el Conocimiento. Y esto es así porque todo símbolo sagrado, siendo de origen no humano, es la manifestación sensible de lo metafísico, y contiene Ideas-Fuerza que sirven como soporte para elevarse a otros estados del Ser.

A este respecto, hay que decir que desde la perspectiva de lo sagrado, todo se ordena en torno a un centro o eje (el de la Tradición). De esta forma gracias al símbolo, la historia y la geografía adquieren un significado más universal y por lo tanto más rico y trascendente que aquel otro que se nos enseña hoy en día en las escuelas. Los datos señalados en los libros de estudio acerca de los diferentes estilos y corrientes artísticas más importantes, así como fechas u otras anécdotas sobre cómo, cuándo y por qué se idearon ciertas obras catalogadas como emblemáticas, estos datos, decimos, obedecen a otros aspectos más elevados que trascienden los hechos temporales y geográficos, revelándose así su verdadera razón de ser, que no es otra que la de constituir espacios sagrados que pueden procurar como apuntábamos más atrás, un apoyo fundamental en estas labores de recuperación de la memoria perdida, de anamnesis.

Una vida no bastaría para considerar toda la herencia que nos han dejado arquitectos, canteros, pintores y escultores, en miles de obras de arte sublimadas por el Conocimiento. No hay más que ver la gran cantidad de templos y edificaciones románicas, góticas y renacentistas, así como reproducciones de diferentes dioses, héroes míticos, ángeles y hasta demonios, que pueblan toda la cuenca mediterránea, centro y norte de Europa, y que dejan sin habla a cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad. Es pues evidente la importancia que merecen estos lugares en cuanto a su mensaje, los que pueden servir de soporte y guía intelectual y en cuyo interés pretendemos centrarnos.

Dicho esto, y aun a sabiendas de que la exposición ha de resultar incompleta, intentaremos desarrollar el contenido simbólico de alguno de estos lugares que hemos tenido el privilegio de visitar, simplemente con la pretensión de adentrarnos en esos aspectos de la Enseñanza Sagrada que marcan una ruta, un viaje vehiculado a través del símbolo, el mito y el rito, cuyo legado se pierde en la memoria de los tiempos.

Para comenzar, nos parece interesante destacar un edificio bellísimo localizado en la Gran Plaza de Bruselas. Levantado entre el año 1402 y 1455, es la única joya medieval del esplendoroso gótico flamígero que subsiste en la plaza desde el bombardeo francés del año 1695. Nos referimos al "Hôtel de Ville", antiguo Ayuntamiento, cuyo pórtico resulta particularmente significativo por el conjunto escultórico que ornamenta dicha entrada.

En él reconocemos siete figuras que llaman especialmente nuestra atención: tres en la parte superior, en el tímpano, y cuatro en la inferior situadas estas últimas dos a dos a cada lado del umbral, en las jambas. De las tres que están dispuestas en el tímpano, la estatua central representa al Arcángel Miguel sujetando una espada Flamígera por su filo, de tal manera que la empuñadura en forma de cruz queda a la altura de su rostro, y la hoja apuntando al demonio que se encuentra a sus pies. Esto nos lleva a recordar un pasaje que puede resultar esclarecedor en cuanto a uno de sus significados simbólicos:

Alrededor de la cruz luminosa vista en sueños por Constantino, aparecieron estas palabras proféticas que hizo pintar en su labarum: "In hoc signo vinces"; vencerás por este signo (…) la cruz tiene la huella de los tres clavos que se emplearon para inmolar al Cristo-materia, imagen de las tres purificaciones por el hierro y el fuego.1

Estas purificaciones tienen que ver con los grados que el iniciado va adquiriendo a medida que supera las dificultades que entraña el viaje al interior de la tierra (de uno mismo).2 Por otra parte es importante considerar que el símbolo de la cruz se utiliza desde siempre en todas las tradiciones, religiones y culturas, demostrando ser un signo de carácter universal, con lo que tira por tierra la creencia errónea de atribuir únicamente al cristianismo un emblema que trasciende el tiempo y el espacio:

… el plano del edificio cristiano nos revela las cualidades de la materia prima, y su preparación, por el signo de la cruz; lo cual, para los alquimistas, tiene por resultado la obtención de la Primera piedra, piedra angular de la Gran Obra filosofal. Sobre esta piedra edificó Jesús su iglesia; y los francmasones medievales siguieron simbólicamente el ejemplo divino. Pero, antes de ser tallada para servir de base a la obra de arte gótica, y también a la obra de arte filosófica, dábase a menudo a la piedra bruta, impura, material y grosera, la imagen del diablo.3

Con respecto a la representación del arcángel Miguel, que como un guerrero de luz se enfrenta a las fuerzas de la oscuridad, es fundamental señalar que estas entidades angélicas

... son Dios y al mismo tiempo son cognoscibles; habitan, o son, el lindero entre lo visible y lo invisible y es por ello que se les llama mensajeros.4

O dicho de otra manera, pueden ser considerados como intermediarios entre lo terrestre y lo celeste, ofreciendo su protección en la difícil tarea de someter a los egos, representados como la bestia con forma humana que aparece aquí. El Arcángel Miguel mantiene en guardia uno de los cuatro puntos cardinales, el este, región de donde proviene la luz del Verbo Creador que orienta a aquellos que andan buscando la verdad, y en donde suele estar colocado el sacerdote o maestro que dirige las ceremonias sagradas, que en algunos casos dispone de una Espada Flamígera; este es un atributo asimilado al rayo solar que por un lado destruye o niega lo que no es, y por otro contiene la potencia creadora, dos aspectos relativos a los filos de la hoja, que como las serpientes del caduceo,5 representan las dos fuerzas, una ascendente y otra descendente enroscadas alrededor del eje axial en el cual toda dualidad queda abolida. Y cabe mencionar, aunque sea de pasada, aquella frase de Jesús, "no vengo a traer paz sino espada",muy mal interpretada generalmente, pero cuyo sentido adquiere aquí su verdadera razón de ser, al manifestar que dicha espada contiene

… el poder de su Palabra o Verbo, de la que emanan la Verdad y la Justicia (ver Apocalipsis 1, 16), y ante las que nada puede la oscuridad de la ignorancia, representada por esos mercaderes que comercian con lo más sagrado. Estos serían los verdaderos enemigos –egos– ocultos (que en ocasiones aparecen en forma de personajes externos), aquellos que nos mantienen sujetos a los estados más inferiores, y de quienes nos hemos de liberar o "desligar" para acceder a la verdadera Vida prometida por la Iniciación y la Enseñanza. A ellos hay que vencerlos, pues, con la fuerza que otorga el Conocimiento, es decir en el plano de las Ideas.6

o de las imágenes:

Decir ángel es decir imagen. La imaginación (...) es el acto por el cual se hace real el mundo de las Formas y Figuras. El mundus imaginalis se sitúa en el tiempo mítico de la percepción visionaria y revelación profética… esta imaginación activa es una facultad del Intelecto u órgano del Conocimiento y conduce a la Inteligencia del Corazón, objeto del Conocimiento interno directo. Los arcángeles, como facultades cognoscitivas que son, se asocian a estas funciones. La imaginación activa al arcángel Gabriel (...) que en el cristianismo es el anunciador de la encarnación del Verbo; la inteligencia del corazón, o intelecto puro, al arcángel Miguel (...) cuyo nombre significa igual a Dios.7

La siguiente figura que llama nuestra atención, se encuentra situada a la izquierda del Arcángel Miguel y a un nivel ligeramente inferior. Se trata de San Jorge hundiendo su lanza en las fauces de un dragón. Esta es una de las múltiples representaciones míticas del Dios hecho hombre, que acomete la empresa heroica de dominar sus aspectos inferiores; o mejor, de reconciliarlos con los superiores. San Jorge es el arcángel Miguel hecho hombre, y análogamente el ser humano también lo es; pues el hombre es un dios caído que tiene la posibilidad de recuperar esos estados superiores a través del Conocimiento del Sí mismo, esa verdadera identidad que ha olvidado en el descenso a este estado de manifestación. En definitiva, la Idea-Fuerza que está expresando la figura de San Jorge, es la misma que en el caso anterior. Por otro lado el hecho de que la lanza (símbolo axial) del héroe se introduzca por las fauces abiertas de la bestia, hace igualmente referencia al doble poder creador y destructor del Verbo Divino, que como dos caras de una misma moneda, son aspectos complementarios que constituyen la creación y sus ciclos. Emprender esta tarea de héroes supone la aceptación de la propia individualidad, que es ambivalente, lo que implica la existencia de un lado oscuro. Por eso es necesario atravesar los estados inferiores de uno mismo hasta agotarlos, para que muera el hombre viejo, y de ahí en más elevarse nuevamente trascendiendo la rueda cíclica de la manifestación, tal cual hace el ave Fénix renaciendo de sus cenizas. Esto sería análogo a lo expresado en el Apocalipsis, con respecto a la culminación de los tiempos, cuyo final parece ser que se resolverá por el fuego purificador de las llamas redentoras, que brotan de las fauces mismas del monstruoso dragón, que como rayo misericordioso permitirá la generación de un nuevo ciclo a otro nivel:

… y de su boca salía una espada de dos filos aguda, y su semblante como el sol cuando resplandece con toda su fuerza. Y de su boca sale una espada aguda con que herir a las gentes (ver Apocalipsis 1, 16).

La tercera figura situada a la derecha del Arcángel Miguel es una representación de San Cristóbal con el niño. El cayado que lleva el anciano simboliza la protección y el amparo que da el mantenerse firmemente unido, o sea entregado al Conocimiento de lo divino, al eje axial de la tradición, representado aquí por este "báculo" símbolo de la comunión entre las potencias de arriba con las de abajo, cuya efectivización en el individuo es posible si éste se reconoce plenamente como hijo del cielo y de la tierra. En su conjunto, la obra escultórica está vinculada a cierto mito simbólico, que Amédée de Ponthieu tomó de Jacques de la Voragine, y que transcribimos aquí:

Antes de ser cristiano, Cristóbal se llamaba Offerus; era una especie de gigante, y muy duro de mollera. Cuando tuvo uso de razón, emprendió viaje, diciendo que quería servir al rey más grande de la tierra. Le enviaron a la corte de un rey muy poderoso, el cual se alegró no poco de tener un servidor tan forzudo. Un día, el rey, al oír que un juglar pronunciaba el nombre del diablo, hizo, aterrorizado, la señal de la cruz. –"¿Por qué hacéis eso?", preguntó al punto Cristóbal. – "Porque temo al diablo", le respondió el rey. –"Si le temes, es que no eres tan poderoso como él. En este caso, quiero servir al diablo". Dicho lo cual, Offerus partió de allí.

Después de una larga caminata en busca del poderoso monarca, vio venir en su dirección una nutrida tropa de jinetes vestidos de rojo; su jefe, que era negro, le dijo: –"¿A quién buscas?" – "Busco al diablo para servirle". –"Yo soy el diablo. Sígueme". Y hete aquí a Offerus incorporado a los seguidores de Satán. Un día, después de mucho cabalgar, la tropa infernal encuentra una cruz a la orilla del camino; el diablo ordena dar media vuelta. –"¿Por qué has hecho eso?", le preguntó Offerus, siempre deseoso de instruirse. –"Porque temo la imagen de Cristo". –"Si temes la imagen de Cristo, es que eres menos poderoso que él; en tal caso, quiero entrar al servicio de Cristo". Offerus pasó solo por delante de la cruz y continuó su camino. Encontró a un buen ermitaño y le preguntó dónde podría ver a Cristo. –"En todas partes", le respondió el ermitaño. –"No lo entiendo –dijo Offerus–; pero, si me habéis dicho la verdad, ¿qué servicios puede prestarle un muchachote robusto y despierto como yo?" –"Se le sirve –respondió el ermitaño–, con la oración, el ayuno y la vigilia". Offerus hizo una mueca. –"¿No hay otra manera de serle agradable?", preguntó. Comprendió el solitario la clase de hombre que tenía delante y, cogiéndole de la mano, le condujo a la orilla de un impetuoso torrente, que descendía de una alta montaña, y le dijo: –"Los pobres que cruzaron estas aguas se ahogaron; quédate aquí, y traslada a la otra orilla, sobre tus fuertes hombros, a aquellos que te lo pidieren. Si haces esto por amor a Cristo, El te admitirá como su servidor". –"Sí que lo haré, por amor a Cristo", respondió Offerus. Y entonces se construyó una cabaña en la ribera, y empezó a transportar de noche y de día a los viajeros que se lo pedían.

Una noche, abrumado por la fatiga, dormía profundamente; le despertaron unos golpes dados a su puerta y oyó la voz de un niño que le llamaba tres veces por su nombre. Se levantó, subió al niño sobre su ancha espalda y entró en el torrente. Al llegar a su mitad, vio que el torrente se enfurecía de pronto, que las olas se hinchaban y se precipitaban sobre sus nervudas piernas para derribarle. El hombre aguantaba lo mejor que podía, pero el niño pesaba como una enorme carga; entonces, temeroso de dejar caer al pequeño viajero, arrancó un árbol para apoyarse en él; pero la corriente seguía creciendo y el niño se hacía cada vez más pesado. Offerus, temiendo que se ahogara, levantó la cabeza hacia él y le dijo: –"Niño, ¿por qué te haces tan pesado? Me parece como si transportase el mundo". El niño le respondió: –"No solamente transportas el mundo, sino a aquél que hizo el mundo. Yo soy Cristo, tu Dios y señor. En recompensa de tus buenos servicios, Yo te bautizo en el nombre de mi Padre, en el mío propio y en el del Espíritu Santo; en adelante, te llamarás Cristóbal". Desde aquel día, Cristóbal recorrió la tierra para enseñar la palabra de Cristo.8

No podemos sentir sino asombro ante historias ejemplares como ésta, que afortunadamente han mantenido su condición esencial a través del tiempo, transmitiendo de generación en generación la verdadera naturaleza de su significado.

El apelativo del antiguo Offerus podría ser una derivación de dos nombres, a saber: el de Ofelio derivado de Ofellus, que proviene de cierto sustantivo griego cuyo significado es auxilio, ayuda; y de Orfheus u Orfeo, que según el mito bajó al Hades en busca de su esposa Eurídice. He aquí el paradigma sobre el descenso a los estados inferiores del sí mismo para recuperar la armonía perdida al reunir lo masculino con lo femenino. Dicho viaje comienza cuando Offerus decide consagrar su existencia a la búsqueda de aquél o aquello que represente lo más poderoso sobre la tierra. Una decisión determinante, que da inicio al largo peregrinaje del aprendiz por los oscuros laberintos de la psique. Así, vemos que el personaje entra al servicio de un poderoso rey que representa la riqueza material y el poder temporal que a la larga terminan por agotarse en sí mismos. Desgraciadamente hoy por hoy, muy pocos son los que superan este primer inconveniente que forma parte de una complicada carrera de obstáculos y trampas, en las que a veces uno puede quedar atrapado. Pero no hay que abandonar a la primera de cambio, pues como expresa el dicho hermético, en este viaje "todo está incluido".

Así pues, habiendo advertido Offerus, la ilusión que suponen los bienes terrenales, decide continuar su camino y ofrecer servidumbre al diablo.

Resulta muy común considerar esto último, partiendo de una idea condicionada por los prejuicios morales que nos hacen ver únicamente su aspecto invertido y maléfico. El diablo no es sólo el mal, sino que la tradición más bien lo ha relacionado con la estupidez y la ignorancia, así como con la mediocridad y la tibieza. Pero este símbolo ha adquirido para los iniciados una connotación más profunda, relacionada con la leyenda de Lucifer, el arcángel caído que lucha con Miguel, los que representan aspectos opuestos, complementarios y simultáneos del ser. Heredero del Baco griego y del Dionisio romano, el Baphometh de los Templarios y el amo de los brujos y brujas medioevales, o macho cabrío, es símbolo del vino y de la sangre y jefe de las entidades de la tierra o inframundo. Representa a la energía sexual y a la pasión o fuego interno que la transmuta de lo denso a lo sutil.9

Queda claro, pues, que el sentido de "servir o relacionarse con el diablo", puede tener otros significados muy diferentes de aquéllos que han pretendido inculcarnos muchos de esos falsos maestros y "religiosos" ignorantes, que se amparan en un conocimiento puramente superficial basado en la ortodoxia más obcecada. Estos hipócritas presuntuosos, que creen ostentar el poder espiritual (como si éste fuera una cuestión de propiedad), ofrecen una enseñanza que una vez filtrada por el tamiz de su propio interés, contiene una doble moral ético-religiosa, que con el tiempo ha llegado a "cuajar" en la gente gracias al hecho de mantenerla sumida en las tinieblas de la desinformación y la "verdad a medias".

En definitiva, lo que debe quedar claro es que en este relato, y por analogía en el camino iniciático, la cuestión de servir al diablo se refiere a ese descenso a los avernos del que se ha hablado anteriormente, que comienza con la muerte iniciática e implica un nuevo nacimiento a otro estado. A este respecto, viene al caso recordar las palabras de Jesús cuando dice que:

quien quiera salvar su vida, la perderá (Mt 16, 25).     


2ª Parte
NOTAS
1 Fulcanelli, El misterio de las catedrales, pág. 53. Debolsillo, Barcelona 2004.
2 Con respecto a esto, creemos conveniente recordar el nombre de cierta sustancia que los antiguos alquimistas medioevales utilizaban en la elaboración de la Piedra Filosofal: vitriolo, en latín vitriolum, cuyas siglas significan: visita el interior de la tierra (de uno mismo), y rectificando encontrarás la piedra oculta, verdadera medicina.
3 Fulcanelli, op. cit., pág. 54.
4 Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, Revista SYMBOLOS 25-26. "Angeología I", pág. 271.
5 El caduceo es el atributo del Dios Hermes, mensajero y guía de las almas en su descenso post mortem a los infiernos.
6 Introducción a la Ciencia Sagrada. Ibid. "El simbolismo de la espada", pág. 218.
7 Ibid. "Angeología II", pág. 397.
8 Fulcanelli, op. cit., pág. 170-172.
9 Federico González, El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico, pág. 102. Kier, Buenos Aires 1993.
   

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