SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis


MEDALLONES DE DAMAS HERMETICAS:
I
El Mito de la primera mujer alquimista. María la Hebrea (2)
MIREIA VALLS


Obra al Negro

"Hay momentos en el proceso del conocimiento que la Alquimia denomina putrefacción y nigredo. Estas son etapas y estados disolventes en donde el adepto visita las entrañas de la tierra y deambula por los corredores de las tinieblas interiores."

Federico González y colaboradores. Introducción a la Ciencia Sagrada.

El primer tramo de las pruebas que efectivizan la realización espiritual se denomina Obra al Negro y se asimila con un ingreso en el interior de la tierra o un regreso a la matriz del cosmos29, lo que implica el retorno a un estado de indiferenciación, análogo en el sentido más alto al Caos precósmico y, en otro, invertido respecto del anterior, al conocimiento de los estados más densos e inferiores del Ser (los que deberán ser transmutados con suma delicadeza), así como también a la posibilidad de desenmascarar los egos, verdaderos obstáculos en el camino del conocimiento que, aunque nunca deben negarse, sólo merecen ser nombrados y llevados a la hoguera. Los tres hermanos que emprenden la salida de Egipto arrastrando tras de sí a todo el pueblo realizan igualmente este viaje de ultratumba, que en la Biblia se expresa con el envío de las diez plagas –las cuales fijan el fin a todo apego e ilusión, la muerte a la dolorosa dualidad, y el desarraigo y la rotura de las cadenas que los retenían en Egipto, al tiempo que simultáneamente promueven la posibilidad de emprender el camino hacia la liberación–, a las que sigue un largo periplo guiados por el cayado divino que ostenta Moisés. Esta prueba de la tierra tiene que ver con el total desprendimiento del expedicionario y se visualiza como un proceso de disolución, de descomposición, negrura o putrefacción de los esquemas caducos y de las falsas identidades. Si en la copa del corazón del adepto, por intermedio del fuego del Amor, no se funden las escorias y no se opera un vacío, el espíritu no fecunda, y nada nuevo puede aprehenderse. Por ello, María la profetisa, maestra del arte, dice al respecto:

"Conserva el espíritu, y cuida que nada se vaya con el vapor, temperando y midiendo el fuego en proporción al calor del sol en el mes de julio, a fin de que por una larga y dulce decocción el agua se espese en una tierra negra"30.

Y añade:

"Toma el cuerpo, arroja sobre él el mercurio claro, que no se obtiene ni se retiene sino por putrefacción"31.

El alquimista, como guerrero que también es, debe mantenerse bien despierto, ya que los pesados egos se quejan, chirrían, e intentan reafirmarse escondiéndose bajo diversas máscaras, y se empeñan en paralizar al neófito en la pequeñez y la insignificancia de la irrealidad. Y si no, veamos lo que dice el pueblo judío a Moisés cuando éste lo saca de Egipto:

"¿Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? ¿No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor es servir a los egipcios que morir en el desierto"32.

Esta tierra, siendo el útero en el que se gesta la regeneración de la cultura judía o del nuevo hombre, puede devenir también una prisión si no se abre el canal de parto que permite alumbrarlos. Siguiendo con esta simbólica, el iniciado no podrá avanzar por la senda liberadora si no se desprende de las ataduras del hombre viejo, es decir, si Egipto no abre sus puertas y el pueblo lo deja atrás para siempre; mas si ello se produce, si en un instante de lucidez y valentía el adepto se entrega sin reservas mentales de ningún tipo al conocimiento de su auténtica identidad, no se dejará engañar más por el error o la ignorancia ni por la comodidad del falso confort de lo contingente, sino que seguirá el mandato de la llamada interior, dará muerte a la ilusión y se identificará con las palabras de Moisés:

"No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que YHVH os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca más. YHVH peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos"33.

Si se mata al "yo" pequeño, el Sí mismo se empieza a vislumbrar, y el decisivo primer avance de la batalla se habrá ganado; claro está que muchos son todavía los velos por descorrer, pues sólo con salir de las entrañas de la tierra, el iniciado topa con un gran mar por cruzar, el Mar Rojo; mas esta proeza ya no es obra de la individualidad humana, sino de la divinidad (esto es, del Ser), y para la deidad nada hay imposible:

"Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano hacia el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto"34.

De ahí en adelante el asombro, el prodigio y lo sobrenatural es constante en la vida del adepto, que ya no se reconocerá como una individualidad, sino como el Ser Universal que constantemente se conoce a sí mismo, en sí mismo y por sí mismo a través de todas sus manifestaciones, siendo la humana una de ellas. Quien experimenta esta certeza, ha salido victorioso de la primera prueba. Por eso, tras la salida de Egipto y el paso del Mar Rojo, Moisés entona un cántico a la deidad y

"María, la profetisa, hermana de Aarón tomó en sus manos un tímpano y todas las mujeres la seguían con tímpanos y danzando en coro. Y María les entonaba el estribillo: 'Cantad a YHVH pues se cubrió de gloria arrojando en el mar caballo y carro'"35.

La alquimista igualmente proclama:

"Cuando el latón es quemado con el azufre, y cuando la blandura (mollesse) se expande sobre él, se disuelve, de forma que pierde su ardor, entonces toda su oscuridad y negrura es expulsada de él, transformándose así en oro purísimo"36.

Desprendido el alquimista de las viejas muletas (el caballo y carro de que habla el estribillo que entona la hermana de Moisés) sale entonces vencedor del primer tramo del viaje y el alma se regocija, canta, baila y lanza suaves acordes, y se ritma armónicamente con la sutil trama del universo, intuyendo el resplandor puro del sol, fin de la siguiente fase del proceso transmutatorio. Cabe recordar que cada ascenso o elevación de la conciencia por las gradas de esta escala invisible, o por las etapas de este peregrinar hacia la Tierra Santa, repite el ciclo de vida-muerte-renacimiento; el nigredo, simbolizando en un sentido el primer escalón de la Gran Obra, deberá también repetirse cíclicamente cada vez que se muera a un estado y se renazca a otro superior, y así en lo sucesivo, hasta completar todo el tránsito por los estados del Ser y acceder finalmente a la Comarca Suprema, donde todo movimiento es trascendido por la identificación con la inmutabilidad del Principio. Pero sigamos paso a paso, el camino es largo, y ahora es menester transmutar, con la suave cocción del fuego alquímico, los estados más densos e inferiores del Ser, que también es preciso conocer

"Primer nivel: poder –o saber– brindarse. La entrega completa. Locura, calentura y arrebatos."

Federico González. Noche de Brujas.

Obra al Blanco

"Si tú no pones e introduces el cuerpo lavado hasta el fondo, si no lo vuelves blanco y no pones en él el alma, entonces no has aprendido nada de este secreto."

Flamel. El Deseo deseado.

Grande es la labor que aún espera al adepto, pero el paso decisivo ya se dio. Ciertamente hay un antes y un después de la muerte iniciática; ésta señala un salto cualitativo sin posibilidad de retroceso; atrás sólo queda el vapor del espejismo y la ilusión de una vida irreal, como si de un sueño se tratara; el después es siempre "ahora", el eterno presente del latir del Ser Universal, que el aprendiz anhela encarnar en su plenitud, en la simultaneidad de todos sus estados, mundos o planos jerarquizados. Y aunque nos dice la Tradición que alcanzar instantáneamente esta conciencia completa del misterio del Ser no es imposible, lo cierto es que para el caído ser humano contemporáneo la realización espiritual se vive como un proceso gradual, lo cual ya hemos dicho que nunca es sinónimo de seguir un sistema de normas fijas para edificar una rígida estructura, sino de reconocerse como un organismo vivo regido por la Inteligencia y Sabiduría divina que se regenera y conoce perennemente a través de todas sus emanaciones. Pero lo esencial, que es la ubicación y adhesión al punto de vista sagrado e interno, se ha operado. Después del descenso a los infiernos que acaba de sufrir el adepto,

"un viaje de mil millas comienza ante sus pies",

y una geografía de la conciencia colmada de pliegues y vericuetos espera ser traspasada por la punta de la espada que empuña con coraje el guerrero-alquimista. Los paisajes del Alma son todavía enjutos y espesos en este nuevo tramo, y el mito bíblico los asimila a un gran desierto que debe ser atravesado con determinación y generosidad. Los tres hermanos van al frente de la expedición y la conducen a través de una tierra árida, pero jalonada de fuentes que saciarán la sed y operarán purgas: Mará, Meribá, Cadés, Elim y Refidim son altos en el camino, puntos en los que se producen muertes, purificaciones y regeneraciones. Por eso la Alquimia también dice:

"Además os advierto que si no limpiáis perfectamente el cuerpo impuro, si no lo desecáis, si no lo volvéis completamente blanco, si no lo animáis haciendo entrar el alma, y si no le quitáis todo el mal olor, de manera que después de haber sido lavado, la tintura que caiga sobre él lo penetre, no habréis hecho nada en el Magisterio por no haber observado bien el régimen. Sabed además que el alma entrará prontamente en su cuerpo, pero no se unirá de ningún modo con un cuerpo extraño"37.

Y Michael Maier, en el Emblema III de su Atalanta Fugiens revela:

"Haz como la mujer cuando lava los paños. Tú que gustas de escrutar los arcanos ocultos, no permanezcas inactivo y toma como ejemplo todo lo que pueda ayudarte ¿No ves acaso a la mujer limpiar los paños de manchas, como suele, añadiéndoles agua caliente? Imítala y así no trabajarás en vano en tu arte, pues la onda se lleva la suciedad del cuerpo negro".

Tiene el Alma una faceta apegada a lo denso y material –próxima al mundo corporal–, tejida con lana gruesa y tupida, un amasijo de formas que llamamos deseos, emociones, sentimientos, anhelos, imaginaciones, fantasías y pasiones, las cuales difícilmente dejan pasar la luz si no son debidamente ordenadas por el Intelecto superior, facultad suprahumana que sin embargo puede ser experimentada por el hombre. Con demasiada frecuencia, los velos de la psiqué que se agitan contínuamente hacen que ésta se encante y encapsule sobre sí misma, arrastrando al alquimista hacia nuevos errores, entre los que destaca la soberbia y el orgullo, cuando no la desesperación y la petrificación. Si el hombre se queda anclado en este punto confundiendo este aspecto inferior del alma con sus otros planos superiores y universales –e incluso con la realidad del Espíritu–, la realización espiritual se puede ver seriamente obstaculizada y hasta casi detenida. El siguiente pasaje del libro de los Números, que vuelve a tener como protagonistas a las energías encarnadas por los tres hermanos, expresa el peligro que acecha al adepto cuando deja de someterse a la Voluntad del Cielo y se encierra en la caduca y engreída ilusión del alma inferior:

"María y Aarón murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa: por haberse casado con una kusita. Decían: '¿Es que YHVH no ha hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?' Y YHVH lo oyó. Moisés era un hombre humilde, más que hombre alguno sobre la faz de la tierra. De improviso, YHVH dijo a Moisés, a Aarón y a María: 'Salid los tres a la Tienda del Encuentro'. Salieron los tres. Bajó YHVH en la columna de Nube y se quedó a la puerta de la Tienda. Llamó a Aarón y a María y se adelantaron los dos. Dijo YHVH: 'Escuchad mis palabras: Si hay entre vosotros un profeta, en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños. No así con mi siervo Moisés: él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él, abiertamente y no en enigmas, y contempla la imagen de YHVH ¿Por qué, pues, habéis osado hablar contra mi siervo Moisés?'. Y se encendió la ira de YHVH contra ellos. Cuando se marchó, y la Nube se retiró de encima de la Tienda, he aquí que María estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba leprosa"38.

María es un símbolo del mundo intermediario, de la psiqué tanto en su vertiente inferior como superior, individual y universal, o como dice la Cábala, del mundo de Yetsirah (Formaciones sutiles) y del de Beriyah (la Creación), así como también de todas las purgas que necesariamente deben operarse en el ámbito inferior –llamado también sublunar– para poder ser trascendido, que es lo realmente importante en aras a la plena realización espiritual. La trampa de este mundo más cercano a los sentidos es la de intentar atrapar al adepto en su espejismo, reteniéndolo en el mundo de las formas sutiles como si ellas fuesen realidades absolutas y no ilusiones; lo ilustra bien la murmuración de los dos hermanos contra Moisés porque éste se ha casado con una mujer kusita negra de piel y oriunda de una tierra rica en oro (símbolo de la sabiduría divina, lo cual está manifestando la total identidad de la energía central y neutra que encarna Moisés desde el punto de vista de la unidad del Ser, en contraposición al conocimiento indirecto, mediato y dual que tienen Aarón y Miriam de la deidad, que sólo se les revela en "visión" y en "sueños", o de forma refleja, lo que significa que mientras no se realice la unión de los aparentes opuestos en su unidad esencial, no se accede al conocimiento del "Uno que es Todo", sino que se permanece en un estado dividido). De ahí la necesidad de la purificación, que jamás significa la adscripción a un supuesto y siempre relativo "bien" contrapuesto al "mal", o la práctica de ciertas "virtudes" contrarias a unos "vicios" situados a su mismo nivel. Por paradójico que resulte a la mentalidad moderna, tan alejada del pensamiento tradicional, el desequilibrio y la enfermedad posibilitan la purga de la psiqué, pues como dice un sabio alquimista:

"El desorden es tan sagrado e importante como el orden cósmico. Y ambos emanados de la misma fuente, la deidad, cuyo símbolo más alto es la unidad, que al fragmentarse produce las dos columnas del árbol sefirótico, expresión de dos energías, una positiva y otra negativa que deben ser permanentemente conjugadas por los aprendices del conocimiento, que no pueden sólo aceptar una de ellas con exclusión de la otra, o sea la positiva, negando la opuesta y dejándose engañar por las 'virtudes' de la escogida, siempre relativa, lo cual puede ser la más pesada y grave obstrucción en el camino del conocimiento".

Precisamente, la lepra cumple una importante función simbólica en el blanqueo del alma. Urge rescatar una lectura profunda de lo que dicha enfermedad expresa, mucho más allá de la chata interpretación moral-religiosa que siempre le ha atribuido una connotación peyorativa, como si de un "castigo" divino se tratara. La lepra torna la piel blanca, la cubre de pústulas y costras que deben ser bien limpiadas, desinfectadas, e incluso arrancadas, provocando el despellejamiento, es decir, una muda de la piel39. Además, el Antiguo Testamento no habla sólo de la lepra que afecta al ser humano, sino también a los vestidos y a las casas, por lo que esta enfermedad se está refiriendo a toda aquella mancha o adherencia que supone un impedimento, un obstáculo o un velo al conocimiento del Sí mismo. De ahí la imperiosa necesidad del albedo,

"porque el cuerpo no recibe el espíritu, ni el espíritu recibe el cuerpo, de suerte que lo espiritual no se vuelve corporal ni lo corporal espiritual si antes de su conmixtión no han sido bien limpiados y perfectamente purificados de toda mácula y de toda impureza; pero cuando han sido bien limpiados y bien purgados, el espíritu abraza instantáneamente al cuerpo, y el cuerpo abraza parecidamente al espíritu, y por su abrazo mutuo tiene lugar una perfecta operación de la obra"40.

María la Judía y el Rey Aros
El Pequeño Jardín de Rosas de María la Profeta y el Rey Aros traducido al alemán por Fr. Basilio Valentino. 1768

Y nuestra María dirige estas palabras a Aros, con las que le instruye sobre este punto:

"–Coged hierba blanca, clara, honrada, que crece sobre las pequeñas montañas. Trituradla toda fresca, como ella es en su hora determinada: pues en ella está el verdadero Cuerpo que no se evapora ni huye al fuego en manera ninguna. –¿No es de la piedra de Verdad de lo que habláis?–, dijo Aros. –Sí, Aros, lo es–, respondió María. –Pero los hombres no saben su régimen porque tienen demasiada prisa y quieren hacer la obra demasiado pronto. –¿Qué hay que hacer después de eso?–, dijo Aros, –Es preciso–, le dijo María, –rectificar sobre este cuerpo Kibric, y Zubeth, es decir, los dos humos que comprenden y que abrazan las dos luminarias, y poner encima lo que los reblandece, y que es el cumplimiento de las Tinturas y los Espíritus, y el verdadero peso de la Ciencia. Después, habiendo triturado todo, hay que ponerlo al fuego, y se verán cosas admirables. Por lo demás, todo el régimen consiste en saber hacer el fuego moderado. Después será una cosa sorprendente ver cómo en menos de una hora, esta Composición pasará de un color a otro, hasta que venga a la rojez y a la blancura perfecta. Hay entonces que deshacer el fuego y abrir el vaso, cuando se haya enfriado, y se encontrará el Cuerpo claro y luciente, como una perla, del color de la Amapola de los campos, entremezclado en blanco. Entonces es incerante, fundiente y penetrante, y un peso de este Cuerpo irá sobre mil doscientos de metal imperfecto y lo convertirá en oro. Este es el secreto escondido"41.

Así es como se aquieta el alma, se amansan sus aguas turbulentas, y deviene entonces una superficie lisa, bruñida y transparente, tal cual un espejo que refleja nítidamente el fulgor de la luz divina. Así también es como aquélla deviene una copa vacía que se deja fecundar por el Intelecto superior o la Intuición Intelectual, actualizando el rito del Ser que se conoce a sí mismo, en su unidad esencial, en cada mundo o plano, y por tanto también en el mundo sublunar. Este momento de la Gran Obra, plenamente experimentable por el hombre o microcosmos, se refiere a la realización integral del ser humano, y consiste, según expresa René Guénon,

"no en el desarrollo aislado de ciertas facultades especiales, sino en el desarrollo completo, armónico y jerárquico de todas las posibilidades implicadas en la esencia de este ser"42.

Este grado alcanzado por la conciencia es conocido con el nombre de estado de Hombre Verdadero, a partir del cual se operará un nuevo salto cualitativo, un ascenso vertical por los estados superiores del Ser.

La curación tiene que ver con esta conquista, que conducirá al alquimista más allá de los límites de la individualidad:

"Y dijo Aarón a Moisés: 'Perdón, Señor mío, no cargues sobre nosotros el pecado que neciamente hemos cometido. Por favor, que no sea ella como quien nace muerto del seno de su madre, con la carne medio consumida'. Moisés clamó a YHVH diciendo: 'Oh Dios, cúrala, por favor'. YHVH respondió a Moisés: 'Si su padre le hubiera escupido al rostro, ¿no tendría que pasar siete días de vergüenza? Que quede siete días fuera del campamento y luego sea admitida otra vez'. María quedó siete días excluida del campamento. Pero el pueblo no partió hasta que ella se reintegró"43.

La regeneración de la psiqué del adepto es vista también como el recorrido por las siete sefiroth de construcción cósmica, energías sutiles de la creación, vivas en el interior de todo ser, y que se corresponden con los siete días de la Creación, los siete días de la semana, los siete planetas, los siete metales, siete notas musicales, siete chakras, siete Artes Liberales, y muchas más correspondencias que aún podríamos enumerar, las cuales el alquimista aspira encarnar, lo que es análogo a decir que se dispone a recorrer la cosmogonía en su plenitud, y por tanto a deificarse.

"Conocer una cosmogonía significa vivir el mandala tridimensional del cosmos. Comprender la revelación de un universo y sus leyes, absolutamente diferente del que nos fue enseñado. Donde los valores son tan otros, que únicamente pueden ser percibidos por medio de una total conversión psicológica. Este proceso necesita de un orden y un trabajo. No solo tiene enormes riesgos de desviación de muchos tipos (los cuales, generalmente, son parte del proceso), sino que puede resultar casi imposible de realizar, por indefinidos motivos. Se dice que es difícil, pero no imposible. En el camino pueden quedar, entre otras cosas, la salud, la fama, la honra, es decir, toda seguridad. Pero la recompensa es la identidad, el conocimiento, el ser"44.

Tras la purga fuera del campamento que ha operado este salto cualitativo, María se reincorpora a la expedición; el camino no se puede completar sin la alada mensajera, puente hacia las regiones universales del Ser.

A la vista de todo lo dicho, la Alquimia es también una espagiria, palabra cuya etimología viene de spao (yo extraigo o arranco) y de ageiro (yo reúno). Esta Medicina sagrada –que cura los cuerpos, pero principalmente el Alma–, precisa del reconocimiento del desequilibrio-error y de la aplicación del remedio adecuado, el cual, a veces, consistirá en arrancar la dolencia de cuajo y otras, en someterla a una suave cocción45 (el solve alquímico), con lo que las impurezas se disolverán, se evaporarán o rarificarán, tras lo cual, mediante delicados procesos de enfriamiento y destilación, se separarán las escorias de la esencia, que quedará de nuevo reunida en un todo cada vez más sutil (el coagula de la Obra). María, maestra de la Alquimia, conoce íntimamente estas operaciones a las que el Alma se somete en repetidas ocasiones46, así como también la ciencia de los remedios y de los venenos que, tal como versa la Tabla de Esmeralda, demanda de una gran destreza, habilidad y conocimiento de las simpatías cósmicas por parte del operante:

"Separa la Tierra del Fuego, y lo sutil de lo grueso, suavemente y con todo cuidado. Asciende de la Tierra al Cielo, desciende de nuevo a la Tierra, y une los poderes de las cosas de arriba y de las de abajo".

Por eso la maestra también nos transmite que:

"El Cuerpo que se coge sobre las pequeñas Montañas es claro y blanco, y ahí están las Medicinas, o las dos materias de este Arte, de las que una se compra y la otra se coge sobre las pequeñas Montañas. Y os advierto, Aros, que los Sabios las han llamado Obra de la Filosofía porque la Ciencia no puede ser cumplida en manera alguna sin estas cosas, y porque es en ella donde se hacen todas estas maravillas del Arte"47.

Regenerada la psiqué inferior, un nuevo ámbito siempre presentido aunque celosamente velado, espera ser desvelado.

"Segundo nivel: recibir y ordenarse. Aún quedan impurezas en el fondo del caldero, pero se aprende a sublimarlas conjugando los opuestos. Se conocen las ciencias y los secretos de los ritmos y los nombres, del número y los ciclos."

Federico González. Noche de Brujas.


Cristina de Pizán. El Camino del Largo Estudio 
Final (y 3)

NOTAS
29 Recordemos la máxima hermética VITRIOL: visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta.
30 N. Flamel. El deseo deseado. Op. cit., pág. 18.
31 Op. cit. pág. 21.
32 Exodo 14, 11-12.
33 Exodo 14, 13-14.
34 Exodo 14, 15.
35 Exodo 15, 20-21.
36 Anónimo. Conversación del rey Calid, op. cit., pág. 47.
37 Ibid. pág. 61.
38 Números 12, 1-10.
39 Esto debe leerse a diversos niveles, y en el más alto se refiere al proceso de apartar los velos o ropajes que cubren la Verdad
40 N. Flamel. El deseo deseado. Op. cit., pág. 24.
41 María la judía. Diálogo de María y Aros, op. cit., pág. 33.
42 René Guénon. "De la enseñanza iniciática". Aperçus sur l'Initiation. Editions Traditionnelles, Paris, 1992.
43 Números 12, 11-15.
44 Federico González. La Rueda. Op. cit., pág. 101-102.
45 El famoso baño María, atribuido también a la alquimista, asegura un aporte continuo de calor para la cocción de la Obra. Un defecto del mismo interrumpiría el proceso, y un exceso lo malograría; de ahí la importancia del sutil mantenimiento del fuego del Amor y de la graduación según el momento. "Para blanquearla, tomaréis una parte de la cosa que ha de morir, y coceréis durante tres días, y guardaos de no olvidar o suprimir ninguno de estos días. Es necesario que el fuego arda y que aporte un calor continuo e igual, de modo que ni aumente ni disminuya, sino que siempre sea suave e igual, de lo contrario se seguirá un gran perjuicio". Anónimo. Conversación del Rey Calid, op. cit., pág. 62.
46 Se dice de María que inventó varios instrumentos (receptáculos) para llevar a cabo la transmutación alquímica, como el tribikos y el kerotakis. Zósimo de Panópolis describe así el primero: "He de describiros aquí el tribikos. Porque así se llama el aparato hecho de cobre y descrito por María, la transmisora del Arte. Dice lo que sigue: Háganse tres tubos de cobre dúctil un poco más gruesos que los de una sartén de cobre de pastelero; su longitud ha de ser aproximadamente de un codo y medio. Háganse tres tubos así y también un tubo del ancho de una mano y con una abertura proporcionada a la de la cabeza del alambique. Los tres tubos han de tener sus aberturas adaptadas en forma de uña al cuello de un recipiente ligero, para que tengan el tubo-pulgar, y los dos tubos-dedo unidos lateralmente en cada mano. Hacia el fondo de la cabeza del alambique hay tres orificios ajustados a los tubos y cuando se hayan encajado éstos se sueldan en su lugar, recibiendo el vapor el superior de una manera diferente. Entonces, colocando la cabeza del alambique sobre la olla de barro que contiene el azufre y tapando las juntas con tapa de harina, colóquense frascos de cristal al final de los tubos, anchos y fuertes para que no se rompan con el calor que viene del agua del medio." María la judía. Diálogo de María y Aros, op. cit., págs. 10-12. Tanto uno como otro, siendo útiles de la alquimia metálica o espagírica, son sobre todo, más allá de la literalidad, símbolos del receptáculo del alma sobre la que opera el Espíritu Eterno.
47 María la judía. Diálogo de María y Aros, op. cit., pág. 35.

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