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"Pues ¿quién
comprenderá nuestra ciencia? Tan solo aquéllos que la estudian
seriamente, quienes la investigan con gran aplicación
empleando
Iniciar cualquier escrito que trate sobre Alquimia hablando de sus orígenes y de la etimología de la palabra misma, es, ya, un lugar común, pero pretender "definir" histórica y lingüísticamente a la Alquimia, aunque posiblemente sea valioso desde otros puntos de vista, para nosotros carece en el fondo de importancia, pues mal puede definirse un Arte Sagrado como la Alquimia cuyos orígenes son míticos y su lugar de origen pertenece sin duda alguna a la "geografía sagrada".1 Sin embargo, respecto a su origen egipcio y al término del cual deriva la palabra Alquimia es importante hacer una precisión. Alquimia deriva del árabe Al-Kimya, que a su vez lo hace del término egipcio Kêmi. Este término relacionado con el color negro estaría refiriéndose al color negro de las tierras del Delta bañadas por el Nilo, pero al mismo tiempo estaría designando a Egipto mismo, como si dijéramos refiriéndonos a aquella nación, "Egipto el país de la tierra negra". Existe una relación entre Egipto, el color oscuro de su tierra y la alquimia, y esta es la precisión a la que nos referimos, pues siendo fundamental es de las que pasan desapercibidas y ha sido René Guénon, ignorado sistemáticamente por los autores que tratan el tema de la alquimia, el que lo ha señalado. De su artículo titulado "Los 'cabezas negras'",2 y a cuya lectura remitimos al lector, citamos los siguientes extractos: "Sabido es que, en su sentido superior, el color negro simboliza esencialmente el estado principial de no-manifestación ... Para comprender de qué se trata, ha de recordarse que los pueblos de que acabamos de hablar son de aquellos que se consideran a sí mismos como ocupantes de una situación 'central'; es muy conocida, en particular, la designación de la China como el 'Reino del Centro' ... , así como el hecho de que Egipto era asimilado por sus habitantes al 'Corazón del Mundo'. Esta situación 'central' está, por lo demás, enteramente justificada desde el punto de vista simbólico, pues cada una de las comarcas a las cuales se atribuía era efectivamente sede del centro espiritual de una tradición, emanación e imagen3 del centro espiritual supremo y representante de él para aquellos que pertenecían a esa tradición particular, de suerte que era para ellos verdadera y efectivamente el 'Centro del Mundo'. Pero el centro es, en razón de su carácter principial, lo que podría llamarse el 'lugar' de la no-manifestación; como tal, el color negro, entendido en su sentido superior, le conviene realmente." Hablar de Alquimia es referirse a dioses; Thot-Hermes, su patrón, el revelador, guía e iniciador. Isis, la discípula perfecta y la perfecta transmisora de toda iniciación; Isis-Sabiduría en su aspecto de Sofía ó sabiduría humana4 es quien revela a los discípulos los arcanos del Arte mediante el lenguaje de los símbolos. Desentrañar esos arcanos, penetrar en sus misterios, desvelar el significado múltiple y a la vez único de los símbolos no es sino atravesar el velo que cubre a la diosa contemplándola en su espléndida desnudez, o lo que es lo mismo, alcanzar el Conocimiento regenerador que otorga la Sabiduría a quien sabe buscarla, amarla y finalmente poseerla. No cabe duda de que la Alquimia y en general el Hermetismo, están hoy día de moda, por muchos y variados motivos; son abundantes las publicaciones, más o menos especializadas en "temas esotéricos", en cuyas páginas se hace hueco a textos alquímicos, a referencias históricas sobre alquimistas reconocidos y a exégesis de obras de reconocida importancia. Asimismo han proliferado las editoriales que editan textos clásicos sobre Alquimia, facilitando el acceso a esos textos de los estudiosos; hace tan sólo quince años era prácticamente imposible encontrarlos en castellano. Sin embargo, a pesar de estas facilidades a la hora de acceder a los textos, cuando nos ponemos a su lectura, descubrimos que sobrepasan nuestro entendimiento y aun cuando intuimos que hay allí un secreto y un misterio que nos está siendo des–velado no alcanzamos a comprender de qué se trata realmente. ¿Donde está el maestro que guíe al discípulo a través de los símbolos, le explique las operaciones y le demuestre las prácticas de laboratorio? Para nosotros no hay duda alguna. Cualquier aproximación seria que quiera hacerse al estudio y a la práctica del Arte alquímico pasa necesariamente por el estudio de la obra de René Guénon. Si bien no existe en ella algo así como un "corpus alquímico" metódicamente desarrollado, las referencias a la alquimia son constantes en prácticamente todas sus obras y especialmente en La Gran Tríada y en Apreciaciones sobre la Iniciación. Sabido es que la obra de Guénon va especialmente dirigida al hombre occidental y proporciona los elementos necesarios para una posible y deseable restauración de la Tradición en Occidente (si ello es aún realmente posible). Los signos de la cada vez más acelerada disolución del mundo moderno son evidentes, el tiempo apremia y lo que haya que hacer hay que hacerlo ya; pero no de cualquier manera, es preciso saber lo que hay que hacer y cómo hacerlo, y para ello, insistimos porque estamos convencidos, la guía de René Guénon es fundamental. Decíamos más arriba que al enfrentarnos por vez primera a la lectura de los textos alquímicos constatamos que no entendemos nada. Precisamente uno de los axiomas fundamentales de la Alquimia dice "Lee, lee, relee, ora, trabaja y encontrarás", es decir, lejos de dejarse vencer por el desánimo se trata de insistir en la lectura, pero se trata de una lectura sin esfuerzo, dejando que los símbolos y las imágenes que sugieren nos penetren y empapen. El aprendizaje de un Arte Sagrado no es sino "recordar", recuperar la memoria del origen celeste del Hombre y su naturaleza divina. Mortal por su condición terrestre; inmortal por su condición divina. Un dios caído es el hombre, pero no un dios vencido, dice el Corpus Hermeticum. El hombre tiene a su disposición los medios para despertar las facultades que le reintegren a su estado original de dueño y señor del Mundo, función que le fue conferida por el Creador, con la finalidad de ser vínculo e intermediario entre Tierra y Cielo. Nada necesita el hombre que no esté ya en él. Todo lo que es exterior es artificio y complicación. Completo fue creado el Hombre y perfecto. La Alquimia, su estudio y práctica, tienen más que ver con la cálida evocación poética que con la fría precisión de una técnica. Paciencia y Perseverancia recomiendan todos los maestros herméticos a los discípulos. Esta lectura reiterada, por otra parte, no es sino una aproximación a la teoría alquímica o lo que es lo mismo el conocimiento teórico sobre el que Guénon dice lo siguiente: "El conocimiento teórico que no es sino indirecto y en cierto modo simbólico, no es sino una preparación, por lo demás indispensable, para el conocimiento verdadero"5. E insiste más adelante "... no hay más que una sola preparación absolutamente indispensable, y esta es el conocimiento teórico".6 Pero este conocimiento teórico para ser eficaz debe ir acompañado de un medio sin el que no podría ir muy lejos: la concentración, "... todos los demás medios son sólo secundarios en relación con aquel, sirven sobre todo para favorecer la concentración y también para armonizar entre sí los diversos elementos de la individualidad humana, a fin de preparar la comunicación efectiva entre esta individualidad y los estados superiores del ser. Estos medios podrán, al principio, ser casi infinitamente variados pues deben ser apropiados para cada individuo, según su naturaleza especial, conforme a sus aptitudes y a sus disposiciones particulares".7 Del mismo modo los adeptos han dejado escrito en sus textos que el estudiante debe tener pocos pero buenos libros a los que debe acudir con frecuencia, y que antes de pasar a la práctica, debe conocer las fases de la obra y las operaciones que debe realizar en cada una de ellas, así como los materiales a utilizar, los tipos de fuego y grados de intensidad que debe aplicar... etc.; en definitiva se están refiriendo a la misma preparación indispensable, al conocimiento teórico del que habla Guénon. Pero no nos equivoquemos, no nos dejemos llevar por la literalidad de las palabras y pensemos que existe una teoría y una práctica desvinculadas entre sí y como separadas por un muro. Por el contrario teoría y práctica están estrechamente unidas entre sí hasta el punto de que en un momento del camino, dejan de existir una y otra y simplemente queda la unidad que resulta de ellas, es decir, el Arte, o mejor dicho, la práctica del Arte. De hecho, desde el comienzo el estudio de los textos realizado con la adecuada, conveniente y deseable concentración y guiado por la recta intención, es ya, el inicio de las operaciones de la primera de las fases de la Obra alquímica, pues ambas, la concentración horizontal y la recta intención vertical dibujan la cruz en la que se disponen los cuatro elementos unidos por la quintaesencia misteriosa que el artista debe separar para purificar; y simultáneamente, ambas, la concentración horizontal y la intención vertical conforman el crisol sobre el que se dispone la materia prima. Pero en definitiva y después de lo que llevamos dicho hasta aquí, falta decir qué es la Alquimia y no es fácil, porque la Alquimia admite muchas "definiciones" y es muchas cosas a la vez, veamos lo que dice Guénon en el cap. IV de La crisis del mundo moderno: "La verdadera alquimia era esencialmente una ciencia de orden cosmológico y, al mismo tiempo, era también aplicable al orden humano, en virtud de la analogía del "macrocosmos" y el "microcosmos"; además, estaba constituida expresamente en vías de permitir una transposición al dominio puramente espiritual, que confería a sus enseñanzas un valor simbólico y una significación superior, y que hacía de ella uno de los tipos más completos de las ciencias tradicionales".8 La Alquimia no es sin embargo una tradición cerrada y completa, por el contrario no es sino una aplicación del Hermetismo, y es importante tener esto claro, pues con frecuencia se habla de la Tradición Alquímica como de algo distinto e incluso ajeno a la Tradición Hermética, siendo esta la que constituye verdaderamente la Tradición propia de Occidente, de la que deriva, a título de "vía de realización" la Alquimia, la que junto con la Astrología constituyen las Artes Herméticas por excelencia. A este respecto dice Guénon: "En principio es necesario destacar que esa palabra 'hermetismo' indica que se trata de una tradición de origen egipcio, revestida después con una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la Edad Media, al mundo islámico y al cristiano a la vez, y, agregaremos, al segundo en gran parte por intermedio del primero".9 Y añade en nota a pie de página en el mismo capítulo, "Desde ahora destacamos que es necesario no confundir o identificar pura y simplemente alquimia y hermetismo: hablando propiamente, éste es una doctrina y aquella es sólo una aplicación".10 También es importante señalar respecto al término "alquimia" y a las prácticas que puede promover, que aun cuando se le suele identificar con el simbolismo mineral y metálico, es decir con la alquimia metálica, no es esta la única forma de realización alquímica, como muy bien señala Federico González: "... En Occidente han existido –y existen– otras formas de realización alquímica (que algunos llaman hermético-alquímica) y aún muchos de los textos 'clásicos' alquímicos no parecen referirse, sino alguna vez en forma secundaria, a operaciones de tipo material".11 Para continuar más adelante, "... pero sabemos también que no es exclusivo del proceso mineral el poder servir como base de una transformación del alma; en efecto son conocidas por los hermetistas otras artes transmutatorias, tanto relacionadas con la espagiria (Paracelso), como con la Magia Natural (C. Agrippa), la oración o invocación (Marsilio Ficino), el arte de la memoria (Giordano Bruno) etc., que tratándose de pura Alquimia o Ciencia sagrada no se han expresado de modo metálico, o con nomenclatura astrológica".12 Lo dicho nos lleva a considerar otro aspecto fundamental al intentar definir la Alquimia, y es el de su verdadero carácter. Los adeptos de todas las épocas ponen en guardia al neófito que comienza a dar sus primeros pasos en el Arte contra los "sopladores", falsos alquimistas que tomando los textos en toda su literalidad se dedican a experimentar con todo tipo de sustancias, materiales o psíquicas, llegando al extremo de mentirse a sí mismos y a los demás con sus pretendidos conocimientos, o afectados en sus facultades mentales piensan que sus delirios son el verdadero conocimiento pretendiendo mostrar a sus eventuales "discípulos" el camino que conduce a la realización... espiritual! Guénon es claro al respecto: "Otro punto sobre el cual hay que insistir es la naturaleza puramente 'interior' de la verdadera alquimia, que es propiamente de orden psíquico cuando se la toma en su aplicación más inmediata, o de orden espiritual cuando se la transpone en su valor superior; allí está en realidad, lo que le da todo su valor desde el punto de vista iniciático. Esta alquimia no tiene entonces absolutamente nada que ver con las operaciones materiales de una 'química' cualquiera, en el sentido actual de esa palabra", precisando más adelante que "... eso no quiere decir que por ello sería necesario negar la posibilidad de las transmutaciones metálicas, que ante los ojos del vulgo representan la alquimia".13 Sin embargo la posibilidad transmutatoria a que se refiere no tiene en cuenta para nada operaciones físicas realizadas en un hipotético laboratorio en el que se realizan misteriosas operaciones, por el contrario y lo que resulta más fantástico aún siendo verdaderamente real y como son ciertamente las cosas: "el ser que ha llegado a la realización de ciertos estados interiores puede, en virtud de la relación análoga del 'microcosmo' con el 'macrocosmo', producir exteriormente los correspondientes efectos; es entonces, perfectamente admisible que quien ha alcanzado un cierto grado en la práctica de la alquimia 'interior' sea capaz por ello mismo de cumplir transmutaciones metálicas u otras del mismo orden, pero ello a título de consecuencia accidental y sin recurrir a ninguno de los procedimientos de la pseudoalquimia material, sino únicamente por una especie de proyección hacia afuera de las energías que contiene en sí mismo".14 Lo dicho nos lleva directamente a otra posible definición de la Alquimia y a su modo de operar; siguiendo a Federico González podemos decir que la Alquimia "es la ciencia y el arte de la transmutación y la transformación humana, tomados estos dos términos en su sentido etimológico..." Lo que abre unas posibilidades inimaginables para el hombre del mundo moderno, pretendidamente racional y absolutamente profano, pues si la transmutación es convertir una cosa en otra, y la transformación cambiar de forma a una persona o cosa, en el ámbito de la Alquimia ambos términos se están refiriendo a la posibilidad que se le ofrece al Artista de superar las limitaciones que lo retienen y condicionan en su actual estado de ser para liberándose de las mismas acceder a un estado "plenamente humano" lo que viene a ser lo mismo que decir que se le da la posibilidad de recuperar el estado edénico reintegrándose en las prerrogativas que le eran propias en tal estado. Esta transmutación y transformación se realizan mediante dos operaciones complementarias y simultáneas denominadas "disolución" y "coagulación", el "solve et coagula" hermético que contiene todo el secreto de la "Gran Obra", ".toda transmutación, en el sentido hermético de este término, consistirá propiamente en 'disolver' lo que estaba 'coagulado' y, simultáneamente, en 'coagular' lo que estaba 'disuelto', no siendo en realidad, estas dos operaciones aparentemente inversas sino los dos aspectos complementarios de una sola y misma operación".15 Respecto a esta operación que es el fundamento de toda la práctica alquímica Guénon precisa lo siguiente: "Hay que fijarse bien en que el orden de los dos términos depende del punto de vista en el que uno se coloca, y, que aquel depende del estado que se toma por punto de partida: Si se parte del estado de no-manifestación para pasar luego a lo manifestado (lo cual constituye propiamente el punto de vista 'cosmogónico'), lo que se presentará en primer lugar será la 'coagulación'; la 'disolución' vendrá a continuación como movimiento de retorno hacia la no-manifestación. Si, por el contrario, se partiera de un estado dado de manifestación, habría que considerar primero una tendencia que conduce a la 'disolución' de lo que se encuentra en ese estado; y a continuación una fase posterior de 'coagulación' que sería el retorno a otro estado de manifestación".16 Para terminar nos referiremos brevemente y a modo únicamente indicativo al elemento por el cual se realizan estas operaciones: el fuego. Tal es su importancia que los alquimistas reciben a veces el nombre de "filósofos por el fuego". Los textos insisten en la importancia que tiene conocer los distintos grados que deben aplicarse en las sucesivas operaciones, previniéndonos de las consecuencias que tendría tanto el aplicar un calor excesivo que "calcinara" la materia como dejar que menguara hasta el extremo de que la dejara "cruda", consecuencias nefastas que arruinarían la Obra obligando al discípulo a recomenzar los trabajos desde el principio. Evidentemente, este fuego no tiene que ver con el fuego físico que no es sino una forma del principio ígneo presente en los distintos planos de la manifestación, incluido por supuesto, el ser humano. Hay dos fuegos, según lo expresan los textos alquímicos; un Fuego Celeste, descendente, y un Fuego Terrestre, ascendente. Desarrollar las ideas que ambos términos implican nos llevaría mucho tiempo y nos alejaría del propósito del presente artículo, por lo que nos referiremos únicamente y no en profundidad al Fuego Terrestre. Este es el que se produce en el interior de la tierra, en el seno de la mina donde se encuentra el Mercurio vulgar, crudo, que debe ser extraído con el Arte y despojado de todas sus impurezas. Es verdad que este fuego interior es prendido y estimulado por el Fuego Celeste, y de este recibirá fuerza y auxilio en la medida que el Artista sepa manejar y mantener a aquel. La chispa que prende al Fuego Terrestre siempre procede de lo Alto y es Unica; el Fuego Terrestre es por el contrario múltiple en su manifestación y adopta diferentes formas a medida que se suceden las distintas fases de la Obra. Una de las formas que adopta este fuego es la concentración de la que hablamos al principio, otra forma, que incluye y presupone a la anterior, es la que en el lenguaje occidental se denomina "ascesis" y que designa propiamente "un esfuerzo metódico para alcanzar un cierto objetivo, y más particularmente un objetivo de orden espiritual".17 Pero nada mejor que remitirnos a lo escrito por Guénon para explicar el sentido que damos al término "ascesis" y su relación con el fuego terrestre alquímico: "El término de 'ascesis', tal como lo entendemos aquí, es aquel que, en las lenguas occidentales, corresponde más exactamente al sánscrito tapas; es cierto que éste contiene una idea que no está directamente expresada por el otro, pero esta idea no entra menos estrictamente en la noción que uno se puede formar de la ascesis. El sentido primero de tapas es en efecto el de 'calor'; en el caso de que se trata, este calor es evidentemente el de un fuego interior que debe quemar lo que los cabalistas denominarían las 'cortezas', [y los hermetistas las escorias, añadimos nosotros] es decir, en suma, destruir todo lo que, en el ser, es obstáculo para una realización espiritual; es esto entonces algo que caracteriza, de la manera más general, a todo método preparatorio a esta realización, método que, desde este punto de vista, puede ser considerado como constituyendo una 'purificación' previa a la obtención de todo estado espiritual efectivo".18 Y un largo camino de purificación y abandono es el Arte Alquímico, cuyas tres fases; Obra al Negro, Obra al Blanco y Obra al Rojo, cada una incluyendo a su vez a las otras dos, están jalonadas de esfuerzos enormes, de encuentros con demonios y también con ángeles. Tarea de Poetas y Guerreros es la Alquimia. |
NOTAS | |
1 | "En un primer momento, las almas, al saberse condenadas, se dejaron ganar por el dolor –yo tuve ocasión de admirarme ante el discurso de las almas. Atiende, Horus, hijo, porque vas a conocer la doctrina secreta que mi progenitor Kamephis pudo escuchar a Hermes, el memorialista de todos los hechos, y que yo misma pude saber por Kamephis, el ancestro de todos nosotros, cuando me honró con el Negro Perfecto, y ahora tú mismo de mí". Koré Kosmou, texto hermético contenido en los Extractos de Estobeo. |
2 | René Guénon. Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Cap. XVI. Eudeba, Buenos Aires 1988. |
3 | "¿Acaso ignoras, Asclepio, que Egipto es la imagen del cielo, o lo que es más exacto, la proyección y descenso aquí abajo de todo lo que es gobernado y puesto en movimiento en el cielo? De hecho, si hemos de decir la verdad, nuestra tierra es el templo del cosmos entero". Corpus Hermeticum: Asclepio. |
4 | "La Sabiduría, como la verdad y la providencia, es de dos clases: una es superior, supraceleste y ultramundana (si así se puede decir) y es la providencia misma; ella misma es luz y ojo: ojo que es la luz misma, luz que es el ojo mismo. La otra es consecutiva, mundana e inferior; no es verdad ella misma, pero sí es veraz y participa de la verdad; no es el sol, sino la luna, la tierra y el astro que luce por recibir la luz de otro. Así pues, no es Sabiduría por esencia, sino por participación y es un ojo que recibe la luz y es iluminada por una fuente de luz externa y ajena; no es ojo por sí, sino por otro y no tiene ser por sí misma, sino por otro". G. Bruno, Expulsión de la bestia triunfante, diálogo II. |
5 | R. Guénon, La Metafísica oriental. Ed. Obelisco, Barcelona 1995. |
6 | Ibid. |
7 | Ibid. |
8 | R. Guénon, La crisis del mundo moderno. Ed. Obelisco, Barcelona 1982. |
9 | R. Guénon, Apreciaciones sobre la iniciación, cap. XLI. CS Eds. Buenos Aires 1993. |
10 | Ibid., nota a pie de página. |
11 | Federico González, Simbolismo y Arte. Cap V: "Arte Alquímica". Ed. Symbolos, Barcelona 1998. |
12 | Ibid. |
13 | R. Guénon, Apreciaciones sobre la iniciación, cap. XLI. |
14 | Ibid. |
15 | R. Guénon, La Gran Tríada. Cap XII. Obelisco, Barcelona 1986. |
16 | Ibid. |
17 | R. Guénon, Initiation et réalisation spirituelle. Cap XIX. Eds. Traditionnelles, París 1989. |
18 | Ibid. |
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