Mutus Liber, 1677
Mutus Liber, 1677
 
 
ARTE ALQUIMICA
FEDERICO GONZALEZ
A raíz de ciertas apreciaciones limitadas sobre la Alquimia, aún dentro del campo de estudio de los investigadores esotéricos, las cuales encasillan a nuestra ciencia y la definen como exclusivamente mineral y metálica, externa y material, debemos aclarar de qué trata esta disciplina y a qué nos referimos cuando utilizamos el término, ya que la perspectiva y la universalidad de lo que se denomina Alquimia es muchísimo más amplia y desconocida que lo que se suele entender por tal, como igualmente su fijación histórica y geográfica, la Edad Media y el Renacimiento Occidental; aunque no negamos a la alquimia metálica su carácter tradicional y sus antecedentes ilustres que se remontan a los pueblos arcaicos que trabajaron los cuerpos minerales. 

Esta limitación es particularmente evidente en cuanto se considera que la Alquimia es la ciencia y el arte de la transmutación y la transformación humana, tomados estos dos términos en sentido etimológico; y por lo tanto describe y posibilita un proceso que todos los seres del mundo, en todas las épocas han conocido y que, incluso, han tomado como su verdad esencial, el objeto (y sujeto) del conocimiento, y la razón de ser de las iniciaciones, los símbolos y los ritos. 

Efectivamente, la presencia de "otras" realidades, tanto en el macrocosmos como en el hombre ha sido conocida desde siempre por todos los seres humanos y sus sociedades, los que describen, porque las practican, las posibilidades de conocer, de ser, de encarnar, esas otras modalidades del Ser Universal, a las que consideran unánimemente como lo verdadero y lo inmutable. 

Es bajo esta luz que la palabra Alquimia adquiere su sentido original, indicado, por lo demás, en la etimología del vocablo, que se refiere al color negro (los egipcios daban a su país el nombre de Kemi, o tierra negra), de donde la arabización Al-kimia indica por un lado el aspecto oscuro y subterráneo de las operaciones transmutatorias, y por otro su fin último y eterno, que apunta a superar la primera determinación, la del Fiat Lux, equiparable a la generación por el Verbo, y por lo tanto lo que está más allá de ella: el Silencio Primordial, o la Oscuridad Original. Por lo tanto otras posibilidades siempre presentes del Ser Universal, reflejadas por cierto en el ser particular, que son la materia de la que trata la Alquimia, y la que experimentan los sujetos que se acercan a ella con el ánimo de constituirse en Filósofos, es decir en agentes responsables del gran laboratorio cósmico, donde la obra aún se encuentra inacabada y debe ser culminada con la intervención del "hombre verdadero", lo que explica la importancia del arte y justifica cualquier hecho creativo. 

Como toda disciplina ha de ser aprendida y enseñada y consta de una doctrina y un método para su realización. La doctrina es permanente y se refiere precisamente al objeto de toda alquimia; por otra parte la enunciación de una Tradición Unánime, de una Cosmogonía Perenne, de una Metafísica siempre viva, se transmite y articula en este aprendizaje, aunque con ciertas particularidades propias en distintas razas y continentes, lo que también está ligado a las diferencias de método que han utilizado los innumerables seres y comunidades en la obtención del mismo fin, único e idéntico. En realidad en el hombre tradicional no hay diferencia entre teoría y práctica, y muchas veces el enunciado de la doctrina, en cuanto ésta se comprende "en el corazón" constituye un verdadero programa práctico, cuando no un método en sí. 

De todas maneras este arte y ciencia de la realización de las potencialidades o virtualidades del ser humano, que es la característica esencial de la transformación, es común a todas las tradiciones y al pensamiento del hombre en general. Ello explica la cantidad de "métodos" o formas de obtener estos conocimientos que van más allá de la física y la psicología (esta última, aún en su aspecto más sutil) y que se establecen como grados (de ese conocimiento), o se denominan en otros contextos estados de conciencia, y en la Tradición Hindú están ejemplificados con la apertura de los chakras, articulados, como se sabe, a lo largo de la columna vertebral, lo que se produce al despertar la kundalinî, serpiente de Shiva que en estado ordinario yace dormida, sin que se manifiesten las energías espirituales en ella contenidas. El hombre ha utilizado todos los medios a su alcance para obtener el fin último, y de hecho esos medios no hacen sino reflejar ese fin, llamado por el hinduísmo la Suprema Identidad, en una de sus indefinidas posibilidades que por irradiación todo lo abarcan. Si todo está en todo, la ciencia y arte de la transmutación está presente en cada ser, fenómeno, o cosa, los que a su vez pueden ser igualmente los soportes de una acción tendiente a desentrañar cuál es su realidad última, qué secretos está expresando con su ser, qué hay detrás de la apariencia, en qué medida existe aquello que tomamos por real, etc. Por lo que el método de la ciencia de la transformación, o metanoia, en estrecho vínculo con las circunstancias, siempre contingentes y relativas, donde se produce esa "efectivización", signada por innumerables factores externos, o fuerzas astrales, comenzando con la determinación del nacimiento individual, está igualmente siempre presente. 

grabado
Sin embargo debe destacarse una constante fundamental en el arte alquímico, o sea en el trato con ángeles, cielos y nombres divinos, (también con dragones), que no es sólo la convergencia en un mismo fin; se trata aquí de la unanimidad de opinión y enseñanzas en cuanto a que ese fin está invertido con respecto a las posibilidades del hombre en estado ordinario, que siempre busca la multiplicidad y la dispersión, mientras que todo proceso alquímico tiende a una síntesis, a una concentración de posibilidades del mismo, ya que en la esencia o en el "elixir", o en la "piedra filosofal", radican tanto el misterio del Ser Universal, como sus virtualidades, fuente de su poder, que podrá ser entonces desarrollado en cualquier dirección y en todo momento. Se trata pues de una "conversión", de una vuelta a los orígenes, o a la fuente primordial de donde todo ha emanado, o el viaje de regreso a casa, semejante al que se realiza de la multiplicidad a la unidad. Del punto casi inexistente ha nacido la Rueda del Mundo y debemos regresar a su inmutabilidad, incluso para encontrar sentido a lo que se mueve, para saber que uno también es eso, la inmovilidad del comienzo, y por lo tanto su simultaneidad, y comprender la movilidad de lo sucesivo, como apariencia o proyección perpetua de la realidad central. Desde el punto de vista alquímico estamos entonces invertidos con respecto al discurso creacional que constantemente va de lo menor a lo mayor (lo cual es evidente en cuanto se piensa que una gota de semen es el origen físico de un ser humano o animal, lo mismo que la semilla el de un árbol), de lo inmanifestado a lo manifestado, mientras el alquímico se basa en lo manifestado para remontarse a la inmanifestación, provocando el ser humano en sí mismo una "regeneración", una nueva vida, el nacimiento de otro ser que va de lo mayor a lo menor, pues ha comprendido que no hay alternativa posible entre la cantidad y la cualidad, y sabe por intuición directa que es en lo más pequeño donde se oculta el secreto y donde se aloja la central de más alto poder. 

Nada de esto indica, por otra parte, que pensemos siquiera en limitar a la alquimia metálica, y menos aún su simbólica, que por otra parte es universal y está referida fundamentalmente a un fin espiritual. Toda la alquimia de occidente, medieval y renacentista, da testimonio de ello por medio de miles de obras, la mayor parte ilustradas, cuyo objeto es la transformación del alma humana, ya que ésta es el vehículo, o plano intermedio, donde se efectúa la transmutación a que nos estamos refiriendo; y es sabido que en la alquimia mineral esa operación está simbolizada por el athanor, recipiente donde se "cuece" la materia de la Gran Obra -y donde se separan las partes más sutiles de las más densas mediante sucesivas "coagulaciones" y "disoluciones", como ya iremos viendo-, el cual constituye un ejemplo vivo de la transformación, tanto del microcosmos como del macrocosmos, del alma humana como del alma universal. 

La alquimia metálica es parte de la Tradición Hermética y son muchos los que han abrevado en sus manantiales, que con ese fin se ofrecen para calmar la sed del peregrino; lo cual tampoco es identificar a toda la alquimia occidental con la alquimia metálica, ya que esto no es verdad ni siquiera históricamente en el sentido que hemos venido hablando, es decir en el de explicar los alcances muchísimo más amplios de esa ciencia, como arte transmutatorio, o de transformación. En Europa, desde la antigüedad clásica, y también en la civilización Egipcia se encuentran atestiguados métodos y textos que se refieren a estas artes, en perfecto acuerdo con todos los pueblos antiguos del mundo, y sobre todo con las tradiciones actualmente vivas, o sea, con todos aquellos que practican hoy día esas disciplinas a través de distintas vías de realización." ( 1 ) En Occidente han existido y existen otras formas de la realización alquímica (que algunos llaman hermético-alquímica) y aún muchos de los textos "clásicos" alquímicos no parecen referirse, sino alguna vez en forma secundaria, a operaciones de tipo material.( 2 ) De ninguna manera subestimamos las operaciones metálicas o minerales y creemos que a través de su observación y en la participación en su proceso generativo -que es análogo a cualquier creación, comenzando por la del cosmos- puede ascenderse a tal punto que el alma del "operario" no es sino una sola y misma cosa con lo operado.( 3 ) Pero sabemos también que no es exclusivo del proceso mineral el poder servir como base de una transformación del alma (aunque dicho sea de paso, nos parece tal vez el más curioso que conozcamos); en efecto son conocidas por los hermetistas otras artes transmutatorias, tanto relacionadas con la Espagiria (Paracelso), como con la Magia Natural (C. Agrippa), la oración, o invocación, el arte de la memoria (Giordano Bruno) y sistemas completos de juegos de relaciones, analogías, símbolos, mitos y ritos (muchos de ellos compartidos con los alquimistas minerales) sin mencionar las exégesis, hermenéuticas, filosofías, escritos, etc., que tratándose de pura Alquimia, o Ciencia Sagrada, no se han expresado de modo metálico, o con nomenclatura astrológica. 

Por otra parte se conocen diversos tipos de alquimia de acuerdo a los reinos que toma de soporte para su trabajo: mineral, vegetal, animal. También la ingestión de sustancias provenientes de esos reinos forman parte del método de muchos procesos alquímicos, y una misma tradición puede usarlos indistintamente, o en diferentes momentos de su desarrollo. Es sabido que los emperadores de la China ingerían cantidades de jade (que es veneno) y aún hoy determinadas medicinas utilizan muchos elementos minerales y sales en sus recetas. En cuanto a la alquimia vegetal es conocida por todos los pueblos arcaicos y numerosísimas plantas son sagradas entre ellos por considerarse mágicas, despertadoras de la conciencia, o emisarias celestes, a la par que la misma transformación de los vegetales testifica los procesos generativos.( 4 ) Los hongos "alucinógenos" en cuanto a su acción, entran en este mismo campo, aunque podrían tal vez ser considerados más como del reino animal, al que pertenecen también ciertos gusanos y otros bichos que se comen y forman parte de determinadas ceremonias, así como la sangre de animales, etc. 

Tal vez una de las formas más frecuentes, o conocidas de la Alquimia en el mundo es la ligada a la respiración, o mejor, la que toma a la respiración como punto de partida, o preparatorio, si se quiere, del proceso de Conocimiento. En ese sentido todos los sistemas respiratorios, desde el hatha yoga, hasta la reiteración de mantras en el hinduísmo, que tiene su equivalencia occidental en jaculatorias, rosarios, y otras prácticas, así como todo ritual donde intervienen el canto, la salmodia y el baile, deben ser puestos en íntima conexión con los procesos respiratorios, donde se alternan la inspiración con la expiración, o en términos alquímicos, la coagulación con la disolución. 

Cábala. Stephan Michelspacher. 1616
De hecho cuando se inspira se recibe el hálito vital el cual es "coagulado" para perpetuar la vida. Por el contrario cuando una persona muere se dice que expiró y para su medida no hay mayor "disolución" que abandonar el estado humano. Toda la obra alquímica se efectúa mediante esta dialéctica y no es difícil advertir que cualquier "coagulación" puede relacionarse con el frío, y la "disolución" con el calor (la metálica, por ejemplo). En verdad todas las operaciones alquímicas se realizan mediante el fuego que, como es sabido, cuando es muy fuerte abrasa y cuando es muy débil, no transforma; motivo por el cual se recomienda unánimemente a los operarios -o adeptos- sepan mantener controlada la llama de su athanor, o de su energía ígnea (tal cual una pasión contenida), pues a una euforia sucede una depresión, aunque jamás podrá evitarse la dialéctica de un fenómeno universal que se expresa mediante una etapa restrictiva seguida de otra expansiva, razón por la que el chamán en las culturas arcaicas, vivo hoy en las culturas precolombinas, entre otras, debe conocer las dos y hamacarse a su ritmo, manteniendo el calor interno -práctica corriente en el hinduísmo y budismo-, lo que le permitirá conjugar armoniosamente los dioses celestes y los del inframundo. Y de igual forma que todo nacimiento se resuelve en muerte y ésta es continuada por un renacimiento -cualquiera que sea el punto de vista que se adopte puesto que la creación es perenne-, así estos estados se suceden en el ser, sujeto al espacio, el tiempo, y la memoria. Por lo que el chamán indígena al que acabamos de referirnos vive en su proceso alquímico indefinidas defunciones y resurrecciones. Y podría anotarse incluso que esa es efectivamente su profesión. Sin embargo también debemos observar que de modo acorde en Alquimia se señalan diversas etapas significativas en el proceso general, que se realiza escalonadamente en la proyección temporal, las cuales están vinculadas con los ciclos que, si bien universalmente se suceden sin solución de continuidad, tienen un sentido claro en el sub-ciclo de una existencia particular, donde la dimensión de una vida humana reconoce las tenues y sutiles señales de una transformación, que por leve y difumada que parezca se hace de pronto transparente; y lo más importante, se arraiga profundamente en el corazón del athanor, o lo que es lo mismo, del alma humana, permitiéndole así al operario seguir desarrollándose para enfrentar nuevos trabajos de su ciencia evolutiva, lo que suele vincularse con experiencias de conocimiento y apertura de la conciencia, gracias a la intuición intelectual, directa, que no admite dudas ni demostraciones que de cara a la certeza resultan completamente innecesarias. 

Se puede seguir, entonces, que este proceso del adepto -o el chamán, que ha recibido sucesivas iniciaciones, o comprendido distintos estados del Ser Universal- que va obteniendo para sí paulatinamente los colores de la Obra es una verdadera inmersión en el tiempo, ya que advierte la simultaneidad de todo lo posible (que se da merced a la proyección temporal o sea, gradualmente), y reconoce estados no humanos desde una perspectiva distinta, donde ve girar la rueda de los sucesos y fenómenos sin apego, tal cual el alquimista metálico observa de una manera imparcial las sustancias que combustionan -coagulan y se disuelven- en su athanor. En todo esto juega también un papel decisivo la memoria, materia con que está tejido el tiempo y por lo tanto el hombre, ya que éste es tanto lo que conoce como lo que recuerda, y en todo caso si es algo en sí, lo es por su memoria: imprecisa y frágil substancia que cambia con los momentos y los días y constantemente se actualiza.( 5 ) 

Hay personas que conocen montones de manuscritos y ediciones alquímicas rarísimas y han aprendido perfectamente la nomenclatura de los diversos autores -que, como se sabe, a veces son diametralmente opuestas, debido a distintos puntos de vista-, las que, sintiéndose envanecidas con tener un laboratorio en un cuarto de su casa, lo que rodean del mayor secreto, sin embargo ignoran completamente el fin de su arte y el objeto de su ciencia, a la que confunden con la "erudición", su excentricidad psicológica y el gusto de cierta atmósfera paranormal. Esta actividad es propia de los llamados "sopladores", la mayor parte de ellos fabricantes de falsa moneda, los que, desgraciadamente, pululan en el ambiente esotérico, aunque más bien debieran enrolarse en las filas oficiales. 

Alchymia. Andreas Libarius, 1606.
En esta rápida ojeada sobre diversos "métodos" alquímicos, o de transmutación, no queremos dejar de nombrar el de la cábala hebrea y de los calendarios mesoamericanos, ambos poseedores de un caudal iniciático -y por lo tanto poético- inigualable. La primera a través de una metafísica del lenguaje, especialmente del alfabético, y las correspondencias entre letras y números, lo que se ha dado en llamar y constituye la "ciencia de los nombres". Los segundos, porque siendo sistemas totalizadores que abarcan el movimiento y el espacio de todo lo creado, definen de por sí imágenes y organizan especies, géneros, concepciones, basándose en las analogías y correspondencias de todo tipo que ligan al Universo, y donde el número tiene un papel preponderante. Queremos aclarar aquí, que en cualquier vía que se escoja se ha de tender siempre al nivel más alto, ligado a lo metafísico; tal el Jnâna Yoga de la Tradición Hindú. Las prácticas sexuales como formas de la realización espiritual han sido siempre métodos de aprendizaje. Como ya hemos dicho en general son más conocidas las posibilidades del Tantra Yoga y la alquimia china, aunque todos los pueblos de una u otra manera las hayan utilizado y puedan revestir formas aparentemente extrañas para una mente actual, tal la castidad, lo que podría parecer paradójico. La energía sexual se sublima en Occidente hasta unirse a lo emotivo y se llama amor, una evocación del Amor, que todo lo une. Es lógico pensar, por motivos arriba mencionados, que ese tipo de sentimiento hoy día se encuentre íntimamente ligado con una versión elemental de lo inmediato y la posesión, es decir lo inverso de lo que en verdad esa energía es, pues en realidad se trata de un generoso mensaje de la presencia de otras realidades dentro de uno mismo. Nunca, como en el caso que comentamos, está más clara la negación de las posibilidades humanas. 

En los mitos genésicos, es decir en los relacionados con el nacimiento de un ser (debido a una conjunción de opuestos, hombre-mujer por ejemplo), es el propio ser en definitiva quien se autopare. 

Eso se debe a que la vida interior está invertida con respecto al mundo exterior, exactamente igual que la vida sagrada y la profana. 

Se necesita el fuego, llamado en Alquimia azufre, para que el mercurio sea fecundado dando lugar al niño alquímico. Pero sin la presencia del mercurio ¿a quién fecundaría el azufre? El ángel Gabriel anuncia a María y ella responde: "Hágase en mí según tu palabra". Sin esta aceptación el rito no se produciría. En otras tradiciones, Afrodita-Venus, el amor, la energía capaz de unificarlo todo, nace del semen producido por el desmembramiento de Urano (el Cielo) y es llamada la "mujer nacida de las olas". De todas maneras estos nacimientos son "antinaturales" en cuanto la fecundación es absolutamente "anormal" con respecto a las simples génesis ordinarias. Son el fuego y el cielo quienes en definitiva fecundan, y esto, que es absolutamente interno constituye un hecho siempre asombroso, pero más real que nada conocido -aunque presentido- hasta el momento. Eso no es casual, y en términos de todas las tradiciones es necesario un largo peregrinaje y grandes trabajos para obtenerlo, tal el caso neto de Herakles-Hércules. 

En el Libro de la Revelación, la oposición entre el ángel y el dragón es clara; para nosotros el primero se relaciona con el aire y expele el dulce soplo por su boca, el segundo se identifica con el fuego y lanza llamas furiosas. Podría entenderse que ambos símbolos configuran uno solo en dos modalidades si se atendiese al pensamiento arcaico. Por otra parte debe señalarse que a su vez cada uno de ellos admite una dualidad en su interior: el ángel de la muerte es un huracán colérico, el dragón alado un animal casi doméstico. El ángel bebe agua, el dragón vino. 
 

NOTAS 

1     Solamente piénsese en los numerosísimos hinduístas y budistas dedicados al tantra actualmente. (R) 

2     En algunos casos los libros alquímicos parecen ser libros recordatorios de una Enseñanza o realidad que se da por supuesta, o conocida y que los escritos testimonian, como es el caso de los hieroglifos egipcios, o los códices mesoamericanos. En otros la idea de una enseñanza práctica e individual es más notoria aunque se encuentre oscurecida en su expresión. La mayor parte de ellos perpetúan esa extraña, y cuantitativamente importante, forma de realización, que constituye toda una ciencia de la que en estos textos figuran fragmentos, o demostraciones, cuando no mapas de ruta para aquellos que están internándose en la Vía Simbólica. Es de destacarse la importancia de los símbolos gráficos que acompañan a textos y "experimentos" en la realización interior. (R) 

3     Sobre la identidad de los símbolos alquímicos con los de la construcción, ver F. Ariza en esta misma Revista, No. 1, "La simbólica de la Francmasonería". (R) 

4     Señalaremos la relación directa que se puede obtener con el mundo vegetal y la consiguiente alteración de lo percibido comparado con la cotidianidad ordinaria y vinculado a estados distintos de la conciencia, por el insumo paciente de plantas crudas e infusiones. (R) 

5     "Por esta razón es justo que el pensamiento del filósofo tenga sólo alas, pensamiento que se liga siempre cuanto es posible por el recuerdo de las esencias a que Dios mismo debe su divinidad. El hombre que sabe servirse de estas reminiscencias está iniciado constantemente en los misterios de la infinita perfección y solo se hace él mismo, verdaderamente, perfecto. Desprendido de los cuidados que agitan a los hombres y curándose sólo de las cosas divinas, el vulgo pretende sanarle en su locura y no ve que es un hombre inspirado. " Del Amor, Platón. (R) 
 

 
 
 
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