2. LA TRADICION HERMETICA EN LA OBRA DE RENE GUENON
2.2. Las ciencias cosmológicas.
René Guénon se refiere específicamente a las ciencias cosmológicas herméticas, en concreto a la Astrología-Astronomía y a la Alquimia, en numerosas ocasiones considerándolas soportes adecuados para realizar toda la labor de transmutación interior promovida por la Iniciación, y que conduce al ser que a ella se entrega a viajar desde la ignorancia al Conocimiento, de la burda dualidad a la No-Dualidad metafísica, en una constante operación de combinación de opuestos-complementarios que se resuelven, equilibran y sintetizan en la Unidad.
"En todo caso, en el orden metafísico puro
ya no podría haber ninguna dualidad, porque se está
más allá de toda distinción contingente; pero
puede haber una dualidad desde el momento en que uno se sitúa
en el punto de partida de la existencia, incluso considerada más
allá de toda modalidad especial y en la extensión más
universal de la que ella sea susceptible"30.
Los vehículos que propone la Tradición Hermética para emprender esta aventura son las 'ciencias tradicionales'. Veamos en que términos se refiere a ellas el metafísico francés:
"La doctrina iniciática es, en su esencia,
puramente metafísica en el sentido verdadero y original de
esta palabra; pero en el Islam, como en las demás formas tradicionales,
implica además, a título de aplicaciones más
o menos directas a diversos dominios contingentes, todo un conjunto
complejo de 'ciencias tradicionales'; y estas ciencias, al estar como
supeditadas a los principios metafísicos de los que dependen
y derivan por completo y al extraer, por lo demás, de esta
relación y de las 'transposiciones' que ella permite todo su
valor real, son de este modo, aunque en un lugar secundario y subordinado,
parte integrante de la propia doctrina y no añadiduras más
o menos artificiales o superfluas"31.
Establecido el vínculo de tales ciencias con el ámbito de la metafísica, Guénon se expresa así respecto a sus aplicaciones:
"Las doctrinas cosmológicas tradicionales,
que parten de principios metafísicos, consideran primero todo
el conjunto de la manifestación universal, y a continuación
no hay más que aplicar la analogía a cada grado de manifestación,
según las condiciones particulares que definen este grado o
este estado de existencia"32.
En otro momento, y refiriéndose ya específicamente a la Astrología y la Alquimia asegura:
"Hay que renunciar a la concepción corriente
según la cual la astrología y la alquimia no habrían
sido más que estados inferiores y rudimentarios de la astronomía
y de la química. Aquellas especulaciones tenían en realidad
un alcance totalmente distinto; no eran del mismo orden que las ciencias
modernas con las cuales parecen presentar algunas conexiones más
o menos superficiales, y eran ante todo cosmológicas. Pero
hay que decir que, si estas teorías son totalmente incomprendidas
por los que las denuncian como vanas o quiméricas, ellas no
lo son menos por aquellos quienes, en nuestros días, han pretendido
por el contrario defenderlas y reconstituirlas, pero que no ven en
la astrología nada más que un 'arte adivinatorio', y
que no son capaces de establecer la distinción, que se hacía
muy bien en otros tiempos, entre la 'química vulgar' y la 'filosofía
hermética'"33.
En otro libro, Guénon manifiesta explícitamente la relación de estas dos ciencias con el Hermetismo en estos términos:
"Tales son también las diversas ciencias 'cosmológicas'
que entran en parte en lo que se designa con el nombre de 'hermetismo',
y debemos observar a este respecto que la alquimia no la entienden
en un sentido 'material' más que los ignorantes para los que
el simbolismo es letra muerta, aquellos mismos a quienes los verdaderos
alquimistas de la Edad Media occidental estigmatizaban con los nombres
de 'sopladores' y de 'quemadores de carbón' y que fueron los
auténticos precursores de la química moderna, por muy
poco halagador que sea para ésta tal origen. Asimismo, la astrología,
otra ciencia cosmológica, es en realidad algo completamente
distinto al 'arte adivinatorio' o a la 'ciencia conjetural' que quieren
ver únicamente los modernos; se relaciona ante todo con el
conocimiento de las 'leyes cíclicas', que desempeña
un papel importante en todas las doctrinas tradicionales. Hay, por
lo demás, cierta correspondencia entre todas estas ciencias
que, por el hecho de que proceden esencialmente de los mismos principios,
son, desde cierto punto de vista, como representaciones diferentes
de una sola y misma cosa: así, la astrología, la alquimia
e incluso la ciencia de las letras no hacen más que traducir,
por decirlo así, las mismas verdades en los lenguajes propios
a diferentes órdenes de la realidad, unidos entre ellos por
la ley de la analogía universal, fundamento de toda correspondencia
simbólica; y en virtud de esta misma analogía, estas
ciencias encuentran, por una transposición apropiada, su aplicación
tanto al dominio del 'microcosmos' como en el del 'macrocosmos' pues
el proceso iniciático reproduce, en todas sus fases, el proceso
cosmogónico mismo"34.
A la Alquimia la descubrimos conformada por unas simbólicas que procuran la universalización del ser que labora con sus herramientas, pues se trata de saberes revelados por la divinidad y transmitidos desde la más remota antigüedad por los hombres de conocimiento detentadores de la autoridad espiritual:
"Kêmi en lengua egipcia, significa 'tierra
negra', designación cuyo equivalente se encuentra también
en otros pueblos; de esta palabra proviene la alquimia (donde
al- no es sino el artículo árabe), que designaba
originariamente la ciencia hermética, es decir, la ciencia
sacerdotal de Egipto"35.
Esta filiación de la Alquimia con la más alta jerarquía de conocimiento detentada por la casta sacerdotal le confiere un carácter totalmente apto para el proceso de transmutación interior, que no se opera sino en el corazón del alquimista:
"en efecto, según Plutarco, 'los egipcios
dan a su país el nombre de Khemia, y lo comparan a un
corazón' (...) Por lo demás, según el mismo Plutarco,
el corazón que representa a Egipto, representa a la vez el
Cielo: 'Los egipcios –dice– figuran el Cielo, que no puede envejecer
porque es eterno, por un corazón colocado sobre un brasero
cuya llama alimenta su ardor'"36.
El corazón es el centro del ser individual, análogo al del mundo y el "Centro del Mundo" es la residencia de la verdadera espiritualidad, la "Tierra Santa":
"Por eso, la propia región que poseía
tal centro espiritual, cualquiera que fuese ésta, era por ello
mismo una 'Tierra Santa', y como tal, era designada simbólicamente
por apelativos como los de 'Centro del Mundo' o 'Corazón del
Mundo', todo lo cual, en efecto, lo era para quienes pertenecían
a la tradición de la que era sede, a los cuales les era posible
la comunicación con el centro espiritual supremo a través
del centro secundario correspondiente a esa tradición". "En
otros términos, existe una 'Tierra Santa' por excelencia, prototipo
de todas las otras, centro espiritual al cual todas las demás
están subordinadas, sede de la Tradición primordial,
de la cual todas las tradiciones particulares derivan por adaptación
a tales o cuales condiciones definidas de un pueblo o de una época.
Esa 'Tierra Santa' por excelencia es la 'comarca suprema' según
el sentido del término sánscrito Paradesha, del
cual los caldeos han hecho Pardés y los occidentales
Paraíso; es, en efecto, el 'Paraíso terrestre',
ciertamente punto de partida de toda tradición, que tiene en
su centro la fuente única de donde parten los cuatro ríos
que fluyen hacia los cuatro puntos cardinales, y es a la vez la morada
de la inmortalidad"37.
En otro libro encontramos:
"Debemos añadir ahora que el simbolismo de
la 'Tierra Santa' tiene un doble sentido: que sea referido al Centro
supremo o a un centro subordinado, representa no solamente ese centro
mismo sino también, por una asociación que es completamente
natural, la Tradición que emana o que es conservada, es decir,
en el primer caso, la Tradición primordial y en el segundo,
una cierta tradición particular"38.
Profundizando en la simbólica alquímica de los cuatro elementos, más el quinto –llamado Éter por los alquimistas–, constatamos que la conexión con el Centro supremo se opera en el corazón del hombre, análogo al del Universo:
"Si nos limitamos al mundo corpóreo, el Éter,
en cuanto primero de los elementos sensibles, desempeña en
él real y verdaderamente el papel 'central' que debe reconocerse
a todo lo que es principio en un orden cualquiera: su estado de homogeneidad
y equilibrio perfecto puede representarse por el punto primordial
neutro, anterior a todas las distinciones y a todas las oposiciones,
del cual éstas parten y a donde vuelven finalmente para resolverse
en él, en el doble movimiento alternativo de expansión
y concentración, expiración y aspiración, diástole
y sístole, en que consisten esencialmente las dos fases complementarias
de todo proceso de manifestación. Esto se encuentra con cabal
exactitud, por lo demás, en las antiguas concepciones cosmológicas
de Occidente, donde se han representado los cuatro elementos diferenciados
como dispuestos en los extremos de los cuatro brazos de una cruz,
oponiéndose así dos a dos: fuego y agua, aire y tierra,
según su representación respectiva en las cualidades
fundamentales igualmente opuestas por pares: cálido y frío,
seco y húmedo, conforme a la teoría aristotélica;
y, en algunas de estas figuraciones, aquello que los alquimistas llamaban
la 'quintaesencia' (quinta essentia), es decir, el quinto elemento,
que no es sino el Éter (primero en el orden de desarrollo de
la manifestación, pero último en el orden inverso que
es el de la reabsorción o del retorno a la homogeneidad primordial),
aparece en el centro de la cruz en la forma de una rosa de cinco pétalos,
que evidentemente recuerda, en cuanto flor simbólica, al loto
de las tradiciones orientales (el centro de la cruz corresponde entonces
a la 'cavidad' del corazón, ya el simbolismo se aplique, por
lo demás, al punto de vista 'macrocósmico', ya al 'microcósmico'),
mientras que, por otra parte, el esquema geométrico según
el cual está trazada la rosa no es sino la estrella pentagramática
o pentalfa pitagórico"39.
En última instancia, lo que se alberga en el corazón del mundo y del hombre, del macrocosmos y del microcosmos, es lo que sigue:
"Así, lo que reside en el corazón,
desde un primer punto de vista es el elemento etéreo, pero
no eso solamente; desde un segundo punto de vista, es el 'alma viviente',
pero no es solamente eso tampoco, pues lo representado por el corazón
es esencialmente el punto de contacto del individuo con lo universal
o, en otros términos, de lo humano con lo Divino, punto de
contacto que se identifica, naturalmente, con el centro mismo de la
individualidad. Por consiguiente, hay que hacer intervenir aquí
un tercer punto de vista, que puede llamarse 'supraindividual', puesto
que al expresar las relaciones del ser humano con el Principio, sale
por eso mismo de los límites de la condición individual,
y desde este punto de vista, se dice, por último, que lo que
reside en el corazón es Brahma mismo, el Principio divino
del cual procede y depende enteramente toda existencia y que, desde
el interior, penetra, sostiene e ilumina a todas las cosas. El éter
también, en el mundo corpóreo, puede considerarse como
el que produce y penetra todo, y por eso todos los textos sagrados
de la India y sus comentarios autorizados lo representan como un símbolo
de Brahma; lo que se designa como 'el Éter en el corazón',
en el sentido más elevado, es, pues, Brahma mismo y,
por consiguiente, 'el conocimiento del corazón' cuando alcanza
su grado más profundo, se identifica verdaderamente con el
'conocimiento divino' (Brahma-vidyâ)"40.
René Guénon contribuye a rescatar, para el hombre moderno que se adentra en el estudio y aprehensión de los textos de esta antigua ciencia, el sentido esencial, profundo y primero de la Alquimia, el cual se refleja claramente en textos como el que sigue:
"Otro punto sobre el que hay que insistir es la naturaleza
puramente 'interior' de la verdadera alquimia, la cual es propiamente
de orden psíquico cuando se la toma en su aplicación
más inmediata, y de orden espiritual cuando se la transpone
a su sentido superior; es eso, en realidad, lo que le da todo su valor
desde el punto de vista iniciático. Esta alquimia no tiene,
pues, absolutamente nada que ver con las operaciones materiales de
una 'química' cualquiera, en el sentido actual de la palabra"41.
Con todo, el metafísico francés no niega las posibilidades de unas aplicaciones materiales, pero las ubica siempre en su justo lugar y como siendo una consecuencia secundaria y contingente de unos principios de orden superior:
"El ser que ha llegado a la realización de
determinados estados interiores puede producir exteriormente, en virtud
de la relación analógica, del 'microcosmos' con el 'macrocosmos',
efectos correspondientes; es admisible, pues, que quien ha alcanzado
cierto grado en la práctica de la alquimia espiritual sea,
por ello mismo, capaz de efectuar transmutaciones metálicas,
pero esto a título de consecuencia completamente accidental,
y sin recurrir a ninguno de los procedimientos de la pseudoalquimia
material, sino únicamente por una especie de proyección
al exterior de las energías que lleva en sí mismo"42.
Todo ello no debe hacer olvidar lo que es el más alto fin de la Alquimia:
"La alquimia, que podría decirse como la 'técnica',
por decirlo así, del hermetismo, es realmente un 'arte regia',
si por ello se entiende un modo de iniciación más especialmente
apropiado a la naturaleza de los Kshatriyas; pero esto mismo señala
su lugar exacto en el conjunto de una tradición constituida
regularmente, y, además, no hay que confundir los medios de
una realización iniciática, cualesquiera que puedan
ser, con su fin último, que es siempre de conocimiento puro."43
La realización interior que promueve la Alquimia se traduce en un arte combinatorio de opuestos que se resuelven siempre en la Unidad:
"En efecto, se considera que la fórmula solve
et coagula contiene en cierta forma todo el secreto de la 'Gran
Obra', en cuanto ésta reproduce el proceso de la manifestación
universal, con esas dos fases inversas que hemos indicado hace un
momento. El término solve se representa a veces por
un símbolo que muestra el Cielo; y el término coagula
por un signo que muestra la Tierra; es decir, que se asimilan a las
acciones de las corrientes ascendente y descendente de la fuerza cósmica,
o, en otros términos, a las acciones respectivas del yang
y el yin. Toda fuerza de expansión es yang
y toda fuerza de contracción es yin"44.
Estas combinaciones operan transmutaciones sucesivas:
"Como consecuencia, toda 'transmutación',
en el sentido hermético de este término, consistirá
propiamente en 'disolver' lo que estaba 'coagulado' y, simultáneamente,
en 'coagular' lo que estaba 'disuelto', no siendo, en realidad, estas
dos operaciones aparentemente inversas sino los dos aspectos complementarios
de una sola y misma operación"45.
Y: "Por esto los alquimistas dicen frecuentemente
que 'la disolución del cuerpo es la fijación del espíritu'
e inversamente, no siendo, en suma, espíritu y cuerpo otra
cosa que el aspecto 'esencial' y el aspecto 'substancial' del ser"46.
"Por otra parte, esa doble operación de 'coagulación'
y 'solución' corresponde con gran exactitud a lo que la tradición
designa como el 'poder de las llaves'; efectivamente, también
ese poder es doble, puesto que implica a la vez el poder de 'ligar'
y el de 'desligar'; pues bien, 'ligar' es evidentemente lo mismo que
'coagular', y 'desligar' es lo mismo que 'disolver'"47.
"Sabido es que la representación más
habitual del poder de que se trata es el de las dos llaves, una de
oro y la otra de plata, que se refiere respectivamente a la autoridad
espiritual y al poder temporal, o a la función sacerdotal y
a la función regia, y también, desde el punto de vista
iniciático, a los 'grandes misterios' y a los 'pequeños
misterios' (y en este último aspecto, entre los antiguos romanos,
eran uno de los atributos de Jano); alquímicamente se refieren
a operaciones análogas efectuadas en dos grados diferentes,
y que constituyen respectivamente la 'obra al blanco', que corresponde
a los 'pequeños misterios', y la 'obra al rojo' que corresponde
a los 'grandes misterios'"48.
Todo el proceso de regeneración de la psiqué que promueve la simbólica alquímica acontece en el mundo intermediario, el mundo del Alma –en su doble y simultáneo aspecto individual y universal– que media entre el cuerpo y el Espíritu. Por ello, René Guénon reconoce al hermetismo como una vía adecuada para efectivizar los preámbulos de la verdadera realización metafísica,
"una aplicación de la doctrina principial
al conocimiento de lo que podemos denominar el 'mundo intermediario',
es decir, el dominio de la manifestación sutil donde se sitúan
las prolongaciones extracorporales de la individualidad humana, o
las posibilidades mismas cuyo desarrollo concierne propiamente a los
'pequeños misterios'"49.
Por lo que nos encontramos ante una vía activa, regia, de guerreros y conquistadores, que promueve sucesivas muertes y resurrecciones, o 'transmutaciones' según la terminología alquímica;
"(...) la 'transmutación' no es propiamente
más que un cambio de estado, en el interior del dominio formal
que comprende todo el conjunto de los estados individuales, o también,
y más simplemente aún, un cambio de modalidad, en el
interior del dominio individual humano."50
La culminación de este camino, y simultáneamente el punto de arranque del viaje vertical por los estados supraindividuales o universales del ser, es la conquista del estado de 'Hombre Verdadero' u 'Hombre Primordial'. Ahí ya no es posible hablar de 'transmutación' sino de 'transformación', pues el ser ya no se halla limitado por ninguna condición individual:
"El ser sólo podrá decirse transformado
si ha pasado efectivamente a un estado supra-individual (ya que todo
estado individual, sea cual fuere, es por ello mismo formal); se trata
entonces ahí de algo cuya realización pertenece esencialmente
al dominio de los 'grandes misterios'"51.
Guénon añade:
"El ser que se ha establecido en ese punto ocupa
una posición realmente 'central' en relación a todas
las condiciones del estado humano, de suerte que, sin haber pasado
más allá, sin embargo las domina de una cierta forma,
en lugar de ser, por el contrario, dominado por ellas tal como lo
es el hombre ordinario"52.
A partir de aquí ya no hay soportes, vehículos ni símbolos, sino la siempre presente y real conformidad a la 'Voluntad del Cielo':
"Este punto es el eje de la norma; es el centro inmóvil
de una circunferencia en cuyo contorno se mueven todas las contingencias,
distinciones e individualidades; del que sólo vemos un infinito,
que no es ni esto ni aquello, ni sí ni no. Verlo todo desde
la unidad primordial aún no diferenciada, o desde una distancia
tal que todo se funde en uno, constituye la verdadera inteligencia.
El 'eje de la norma' es lo que casi todas las tradiciones llaman 'Polo',
es decir, tal como ya hemos explicado, el punto fijo alrededor del
cual se realizan todas las revoluciones del mundo, según la
norma o ley que rige toda manifestación y no es otra cosa que
la emanación directa del centro, es decir, la expresión
de la 'Voluntad del cielo' en el orden cósmico"53.
Y si la Alquimia da razón de lo de 'abajo', la Astrología la da de lo de 'arriba', para que, como dice la Tabla Esmeralda, se obren los milagros de una sola cosa. En el capítulo anterior hemos considerado el alcance de la Astrología-Astronomía como ciencia tradicional que aporta soportes y vehículos idóneos para la comprensión de los ciclos cósmicos. Ahora quisiéramos añadir unos apuntes sobre un símbolo central de la Tradición Hermética, a saber, el Sol, astro rey y símbolo del corazón celeste, todo ello de la mano de la obra de René Guénon:
"En la época primordial, el hombre era de
suyo perfectamente equilibrado en cuanto al complementarismo del yin
y el yang; por otra parte era yin o pasivo respecto
al Principio, y yang o activo con respecto al cosmos o el conjunto
de las cosas manifestadas; así, pues, se volvía naturalmente
hacia el norte, que es yin, como hacia su propio complementario.
Por el contrario, el hombre de las épocas posteriores, a causa
de la degeneración espiritual que corresponde al avance descendente
del ciclo, se ha vuelto yin con respecto al cosmos; ha de volverse,
pues, hacia el sur, que es yang, para recibir las influencias
del principio complementario de aquel que se ha hecho predominante
en él, para, en la medida de lo posible, restablecer el equilibrio
entre el yin y el yang. La primera de estas dos orientaciones
puede llamarse 'polar', mientras que la segunda es propiamente 'solar'"54.
Y en otro libro hallamos la siguiente cita: "Por otra parte, el norte,
considerado como el punto más elevado (úttara)
y correspondiente también al punto de partida de la tradición,
conviene naturalmente a los Brâhmanes; los Kshatriyas
se sitúan en el punto inmediato siguiente de la correspondencia
cíclica, es decir, en el este, lado del sol levante; de la
comparación de ambas posiciones, podría inferirse legítimamente
que, mientras que el carácter del sacerdocio es 'polar', el
de la realeza es 'solar', lo cual se vería confirmado también
por muchas otras consideraciones simbólicas; (..) Los vaiçya,
ubicados en el tercer lugar, se sitúan en el sur, y con ellos
termina la sucesión de los 'nacidos dos veces': no queda para
los çûdra sino el oeste, que en todas las partes
se considera como el lado de la oscuridad"55.
La Tradición Hermética, nacida en un periodo descendente del actual ciclo cósmico, se gira hacia el Sol, y reconoce en su brillo y resplandor, así como en su calor, el reflejo de la luz emanada directamente del Principio Supremo; el guerrero, armado de valor y confiando en la gracia y la misericordia divina, osa entonces traspasarlo para reconocerse verdaderamente. Existe un estrecho parentesco entre lo hermético y lo solar:
"En primer lugar, es notable el hecho de que astronómicamente
Mercurio siempre está cercano al Sol. El cambio de la lira
de Hermes (mercurial) por el caduceo de Apolo (solar); la circunstancia
de que en la cábala a veces se invierta la posición
del arcángel Miguel (solar) con la de Rafael (mercurial); de
que en la tradición islámica sea Seyidna Idris el
que preside el cielo del sol, y Seyidna Aisa el que rige el
cielo de Mercurio; y de que Cristo, dios solar, sea también
considerado 'curador espiritual' (como Rafael y Mercurio), no puede
ser fruto de la casualidad, sino que algo ha de estar simbolizando.
Bien podría decirse que la primera venida de Cristo, educador
e intérprete de su Padre, que viene a morir, es de carácter
mercurial, y que su segunda venida, al fin de los tiempos como Cristo
Rey, es un símbolo solar. 'El Todo está en Todo', dice
la voz de Hermes Trismegisto, el tres veces grande, el que conoce
las tres cuartas partes de la Sabiduría. Todo proviene de ese
Centro absolutamente misterioso del que ilusoriamente nos alejamos
con el transcurrir de la existencia, y ese Centro es Todo. A él
todo retorna. Hermes es la fuerza enviada por el Misterio para matar
rigurosa y dolorosamente las ilusiones engendradas por el devenir;
y es también el que cura las heridas, y el guía que
nos muestra el camino de retorno al Todo"56.
René Guénon se refiere a la relación entre lo solar y lo hermético en estos términos:
"Asimismo, según la tradición Rosacruz,
Elías Artista, que rige la 'Gran Obra' hermética,
reside en la 'Ciudadela solar' que, por lo demás, es propiamente
la morada de los 'Inmortales' (en el sentido de los Chirajîvîs
de la tradición hindú, esto es, seres 'dotados de longevidad',
o cuya vida se perpetúa a través de toda la duración
del ciclo), y representa uno de los aspectos del 'Centro del Mundo'.
Todo ello es indudablemente muy digno de reflexión, y si además
se le añaden las tradiciones que, un poco por todas partes,
comparan simbólicamente el sol mismo con el fruto del 'Árbol
de la Vida', acaso se comprenda la relación especial que la
influencia solar tiene con el hermetismo, en cuanto éste, como
los 'pequeños misterios' de la antigüedad, tiene como
fin esencial la restauración del 'estado primordial' humano:
¿no es la 'Ciudadela solar' de los Rosacruces que ha de 'descender
del cielo a la tierra', al final del ciclo, bajo la forma de la 'Jerusalén
celestial', realizando la 'cuadratura del círculo' según
la medida perfecta de la 'caña de oro'?"57
Esa es la alta función mediadora de esta rama de la Tradición primordial patrocinada por Hermes-Mercurio, que se ha prolongado y ha pervivido hasta nuestros días conservando y rescatando lo esencial:
"En astrología (y también en el Arbol
sefirótico), Mercurio se encuentra (junto con Venus) entre
las dos luminarias, el Sol y la Luna, y es el planeta más cercano
al sol, y también el más rápido. Y si el Sol
es el padre y la Luna la madre, Mercurio viene a ser el hijo, el mediador
entre el Padre celestial y la Madre universal."58
Del adepto de la Tradición Hermética, identificado en todo con esta misión, se demanda siempre un gran rigor y precisión al laborar con sus vehículos simbólicos, además de procurar ser extremadamente cuidadoso al establecer las correspondencias o analogías, lo cual da habida cuenta de la sutileza y paciencia que se requiere del aprendiz de alquimista, así como de su total entrega para que la Obra se haga en uno, a pesar de uno mismo y por la inmensa gracia derramada.
Por otra parte, nos hacemos eco de las palabras del maestro francés acerca del necesario rigor que debe impregnar la obra hermética:
"Ciertamente, no es que el hermetismo constituya
en sí una desviación total, o que implique esencialmente
algo de ilegítimo (lo cual hubiera hecho imposible su incorporación
a formas tradicionales ortodoxas); pero hay que reconocer que puede
prestarse a ello bastante fácilmente por su propia naturaleza,
y ese es, más generalmente, el peligro de todas las ciencias
tradicionales cuando son cultivadas en cierto modo por sí mismas,
lo que expone a perder de vista su vinculación con el orden
principal"59.
Ese peligro del que Guénon nos advierte no es otro que la desviación del verdadero camino iniciático hacia un naturalismo,
"por negación de la metafísica y desconocimiento
del carácter subordinado de la ciencia 'física'"60,
lo cual está en la base del nacimiento de la gran desviación del mundo moderno y de la ciencia que ha engendrado. |