2. LA TRADICION HERMETICA EN LA OBRA DE RENE GUENON
2.1. Orígenes y alcance de la Tradición Hermética.
Desde el punto de vista del Principio,
se dice que el origen de toda verdadera tradición es atemporal,
que se ubica en una 'región' situada más allá del
tiempo, del espacio y de la forma. Ello podría simbolizarse por
un punto prístino, surgido de la Nada –que no es el vacío
estéril, sino la entera posibilidad metafísica–,
expresión de la primera determinación del Ser, en el que
se concentran sin ninguna distintividad pero sin confusión jerárquica
todas las posibilidades universales. Decimos esto porque al hablar del
origen de la Tradición Hermética debemos hacer mención,
ante todo, del ámbito de la ontología, y en última
instancia del de la metafísica, que es de donde directa o indirectamente
todo surge y a donde todo retorna inexorablemente, pues es sólo
ilusoriamente que de él sale. La Tradición, y la Tradición
Hermética en particular, es la revelación del Misterio
de la Unidad o de la No-dualidad y de los soportes –los símbolos,
mitos y ritos– que ayudan a recorrer el camino de retorno hacia la 'Morada
de Inmortalidad', que no es otra cosa que un estado de conciencia o
del Ser. Cuando uno accede a ese estado y se 'instala' en la Eternidad,
todo es siempre en un 'aquí y ahora' sin sucesión; y trascendiendo
cualquier apariencia y estado condicionado, se produce la fusión
con la esencia una y única, y se realiza la Suprema Identidad.
"Es una gran sutileza metafísica concebir
el 'ahora' como un transcurso eterno y atemporal. Si bien se mira,
la realidad sólo es posible en el 'ahora' que no es tiempo
sino existencia verdadera"14.
Así, a un nivel de lectura alto, profundo y bien real, el origen de toda tradición es siempre actual, en el instante presente, reflejo vivo de la eternidad.
Por razones totalmente misteriosas la Unidad se desdobla, reflejándose a sí misma y simultáneamente refractándose en toda la creación, dando lugar a todas sus producciones, tanto las manifestadas como las que permanecen en la absoluta inmanifestación, trazando direcciones, delimitando un espacio y sucediéndose en el tiempo, sin que su unidad esencial se vea afectada por ninguna de estas contingencias. Surge el cosmos, imagen móvil de lo inmutable, y cuyas leyes invariables, que no rígidas, tienen a lo 'cíclico' como su expresión.
"En términos generales todo ciclo representa
el proceso de desarrollo de un estado cualquiera de manifestación,
ya se trate del estado de un ser o de un mundo, y en el caso de la
historia humana, del proceso de sus culturas y civilizaciones sometidas,
en su realidad horizontal, a las leyes inexorables de los ritmos y
los ciclos cósmicos"15.
Si nos situamos en esta perspectiva del devenir resulta evidente que, siendo siempre uno y único el mensaje último de la Tradición, ésta toma diferentes ropajes y expresiones según el momento en el que se ubique en la rueda de la vida.
"A este nivel, los ciclos tienen un carácter
a la vez cósmico e histórico, pues conciernen más
especialmente a la humanidad terrestre, aunque están al mismo
tiempo estrechamente vinculados a los acontecimientos que se producen
en nuestro mundo fuera de ésta. No hay en ello nada de lo que
alguien debiera sorprenderse, puesto que la idea de considerar la
historia humana como aislada de todo el resto es exclusivamente moderna
y netamente opuesta a lo que enseñan todas las tradiciones,
que afirman al contrario, unánimemente, una correlación
necesaria y constante entre los órdenes cósmico y humano"16.
El tiempo, en correspondencia con los estados del Ser, expresa cualidades. Y como símbolo, en su más alta realidad y repitiendo las palabras de Platón, es la imagen móvil de la Eternidad. Simultáneamente, podríamos hablar del tiempo mítico, el de los orígenes, el que lo remonta a uno a la Tradición Primordial. René Guénon afirma en numerosos estudios la existencia de esa 'Tradición Unánime', de la que todas las otras tradiciones son expresiones secundarias más o menos alejadas de la primera en el devenir cíclico y adaptadas a estas condiciones y a la naturaleza de los hombres a los que se dirige. He aquí dos de las citas en las que Guénon se refiere a ello en su obra:
"Consideramos el origen de las tradiciones como nórdico,
e incluso más exactamente como polar, pues eso está
exactamente afirmado en el Veda, así como en otros libros sagrados"17;
y:
"Sabemos que el origen primero de toda tradición,
y por consiguiente de toda 'civilización' fue en realidad hiperbóreo,
y no oriental ni occidental"18.
La Tradición Hermética, como toda verdadera tradición, guarda un vínculo esencial con la Tradición Primordial. En palabras de Antonio Casanovas:
"El hermetismo se vincula a la Tradición Unánime
por la idea de centro y eje. La concentración, sacrificio,
ascenso y descenso por un eje que ensarta los diferentes estados del
ser por su centro y la trascendencia final en el Principio e incluso
la encarnación de esta idea en el grado que fuere ¿no supone
una vinculación directa con la ciencia tradicional? El hermetismo
es axial, geométrico y revelación universal de la unidad
del Pensamiento"19.
La vivencia del tiempo mítico es el soporte para remontarse desde la rueda de la vida hasta la inmutabilidad del centro, origen y destino de toda tradición.
"En este sentido, un componente esencial de todas
las cosmogonías tradicionales es el tiempo mítico, que
es en verdad un no-tiempo al referirse siempre a los orígenes
anteriores al tiempo, pues como dice René Guénon también
existen orígenes intemporales. A ellos aluden constantemente
todos los mitos creacionales, que se constituyen en un centro o eje
fijo en torno al cual se ordena y desarrolla la vida y la cultura
de una civilización tradicional. El tiempo mítico es
el tiempo sagrado, el tiempo real y verdadero, aquél en el
que los dioses hablan a los hombres y les revelan lo esencial, lo
que han de saber para que su existencia, es decir, su propia historia
y realidad personal signifique algo más que una anécdota
en el inmenso océano de lo creado, en constante devenir"20.
En este sentido, el Poimandrés del Corpus Hermeticum puede considerarse como el 'Génesis Hermético', puesto que transmite el relato cosmogónico tal cual se concibe en esta tradición –relato mítico que, meditado y vivenciado de corazón–, puede remontarle a uno a la conciencia del estado identificado con el Origen.
En una categoría jerárquicamente inferior a la del tiempo mítico podemos hablar del tiempo cíclico, el cual, mediante sus fases ascendentes y descendentes, expresa el carácter circular de todo lo manifestado; todo ciclo desemboca en un nuevo ciclo que repetirá la misma ley. René Guénon abordó en profundidad la doctrina de los ciclos cósmicos, tan conocida y presente en todas las civilizaciones y pueblos tradicionales, y prácticamente olvidada por el Occidente moderno. No es nuestro propósito ahondar en el presente estudio sobre esta cuestión clave para
"conocer la estructura viva del cosmos, de su arquitectura,
considerada como un mandala o un Todo perfectamente ensamblado cuya
forma, nacida de un centro Arquetípico, es la expresión
de las armoniosas proporciones entre sus diferentes partes o ciclos"21,
sino solamente dar una serie de indicaciones sucintas que nos servirán de soporte para ubicar la Tradición Hermética en el tiempo cíclico y su concreción histórica. René Guénon, en el artículo Algunas observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos, expresa en palabras inteligibles para los occidentales algunos aspectos sobre esa doctrina, indicando que un Kalpa representa el desarrollo completo de un mundo o cosmos, que a su vez cada Kalpa contiene catorce Manvántaras –cada uno de los cuales simboliza un ciclo completo de una humanidad–, y que cada Manvántara se divide en cuatro edades o periodos asimilables a lo que la tradición griega también conoció con el nombre de Edad de Oro, Edad de Plata, Edad de Bronce y Edad de Hierro. Actualmente se dice que nos hallamos al fin de la Edad de Hierro del séptimo Manvántara de descenso, tiempo de una gran oscuridad por encontrarse en el punto más alejado del Principio, y simultáneamente, etapa muy cercana al advenimiento de la nueva Edad de Oro del próximo Manvántara, primero de los siete de ascenso que completan el Kalpa. Todo ello nos ayuda a situar la presencia de la Tradición Hermética, en primer lugar, en la rueda cíclica del cosmos, pues
"lo importante no es siempre renunciar a la situación
histórica, esforzándose en vano por alcanzar el Ser
Universal, sino conservar constantemente en el espíritu la
perspectiva del Gran Tiempo, mientras en el tiempo histórico
se continúa realizando el propio deber"22.
Existen también unas coordenadas de la Tradición Hermética en el tiempo histórico-lineal, marco en el que se desarrolla aparentemente todo lo asible por los sentidos. Así, además de su origen mítico y de su realidad interior en el seno de un tiempo cíclico, cabe referirse a unos 'orígenes históricos' de la Tradición Hermética. A este respecto, Federico González, en el capítulo 'La Tradición Hermética' de su libro La Rueda. Una imagen simbólica del Cosmos, dice:
"Conviene pues, situarse en algún segmento más o menos claro y computado del devenir temporal y evaluar un muestreo de acontecimientos culturales-históricos, a fin de ilustrar esta exposición, que no pretende ser un estudio histórico o sociológico. Podemos ubicarnos entonces en la Alejandría del siglo III de nuestra era y observar la multitud de ideas, concepciones y personajes, tradiciones y culturas –incluso la hindú y la budista–, que confluyen allí, constituyendo una verdadera encrucijada de caminos, un punto de concentración de una serie de energías análogas, venidas de varias y diversas tradiciones, las cuales han de conformar posteriormente las diversas facetas de nuestra cultura. En aquellas fechas y lugar podemos encontrar el cristianismo de los primeros padres conviviendo con el gnosticismo, ambos de origen oriental. Al pensamiento griego, en particular el neo-platonismo –que ha de aparecer como una constante a lo largo de la historia de Occidente– mezclado con la tradición hebrea, y con los fragmentos de civilizaciones como la caldea, la egipcia, las del Irán, y otras, algunas de ellas perdidas u olvidadas para nosotros. (...) Desde nuestro punto de vista, destacamos estas coordenadas espacio-temporales, como lugar de reunión y posterior expansión de las ideas de la Tradición Unánime, de la filosofía perenne y universal, de la doctrina, que han llegado a nosotros con el nombre de tradición hermética."
Y un poco más adelante continúa:
"La tradición hermética ha estado presente
en Occidente desde sus orígenes históricos e ideológicos,
manifestándose a través de distintos grupos, personas
o instituciones. No nos referimos exclusivamente a la filosofía
griega, Pitágoras y Platón, Plotino y Porfirio, Proclo,
ni a la soteriología de los romanos (Virgilio, Apuleyo) tampoco
a los verdaderos gnósticos, ni a los primeros padres de la
Iglesia, sino que queremos destacar el enorme cúmulo de hermetistas
occidentales cristianos y esoteristas judíos e islámicos,
que tanta influencia tuvieron sobre los constructores de la Edad Media
y entre alquimistas, rosacruces y algunas órdenes caballerescas
de diferentes tipos, de las cuales deriva la Masonería, organización
iniciática nacida históricamente en el siglo XVIII,
aunque de orígenes mucho más antiguos –inclusive míticos–,
que afortunadamente ha permanecido hasta la fecha"23.
Respecto al alcance de la Tradición Hermética, aparte de lo que ya hemos referido sobre su presencia y concreción en la historia y geografía sagrada occidental hasta hoy mismo, existen una serie de trabajos en los que Guénon expresa la relación de aquélla con tradiciones más antiguas y pertenecientes a ciclos cósmicos anteriores. Así por ejemplo, en el artículo 'La Tumba de Hermes', Guénon pone en relación al Hermes griego con el Idris islámico, del que ya dijimos se trataba de la misma entidad con distinto nombre. A propósito de esto, Guénon escribe:
"A Hermes se le llama El-muthalleth bil-hikam,
literalmente 'triple por sabiduría', lo que equivale al epíteto
griego Trismegistos, aunque siendo más explícito,
pues la 'grandeza' que expresa éste último no es, en
el fondo, sino la consecuencia de la sabiduría que es el atributo
propio de Hermes. Tal 'triplicidad' tiene además otra significación,
pues a veces se encuentra desarrollada en forma de tres Hermes distintos:
el primero llamado 'Hermes de los Hermes' (Hermes el-Harâmesah),
y considerado antediluviano, es el que se identifica propiamente
con Seyidna Idris, los otros dos, que parecen ser postdiluvianos,
son el 'Hermes babilónico' (El-Bâbelî) y
el 'Hermes egipcio' (El-Misrî); esto parece indicar bastante
claramente que las tradiciones caldea y egipcia se habrán derivado
directamente de una sola y misma fuente principal, la cual, dado el
carácter antediluviano que se le reconoce, poco puede ser otra
que la tradición atlante"24.
Ahí se percibe el vínculo de la tradición
egipcia –que da nacimiento al hermetismo histórico occidental–,
y también de la caldea –que igualmente lo impregnará de
sus saberes–, con una misma expresión tradicional que se remonta
a un ciclo muy anterior y que es la tradición Atlante25,
la que, a su vez, corresponde a una tradición derivada y secundaria
de la 'Tradición Primordial'. No podemos entrar en detalles sobre
estas cuestiones tan interesantes, (remitiremos al interesado al estudio
de los capítulos de Formas tradicionales y ciclos cósmicos
y los de Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada
mencionados en el primer acápite de este estudio, que nos
acercan a ellas), aunque sí destacaremos que la civilización
que pobló el continente desaparecido del que hemos tenido noticia
por medio de Platón legó y depositó los saberes
que verdaderamente era necesario conservar a sus herederos espirituales.
Una de las corrientes surgida de la Atlántida fue la cultura
tolteca, proyectada hacia la actual América central, en la cual
la divinidad intermediaria que se denomina Hermes-Mercurio en el mundo
greco-latino ocupa un lugar principal. En este sentido, Federico González,
dice:
"Quetzalcoátl (serpiente alada) es también
dios Azteca y como tal se ha extendido por toda el área de
este imperio, incluido el suroeste de U.S. A.. La misma deidad recibe
el nombre de Kukulcán, Gucumatz y Votan, (notar el parentesco
del nombre con la deidad nórdica) entre los Mayas, Bochica
en los Chibchas colombianos, Viracocha entre las culturas incaicas,
etc., etc., los que bien podrían ser llamados los Hermes Atlantes"26.
Guénon también se refiere en varias ocasiones a la corriente atlante que llegó a Occidente, a las tierras del antiguo Egipto y Caldea, y en las que los saberes de esa antigua civilización se depositaron. Esto, por otra parte, guarda un estrecho vínculo con las cuestiones de la relación entre la autoridad espiritual detentada por la casta sacerdotal y el poder temporal propio de la casta guerrera. Guénon sitúa la revuelta de los Kshatriyas contra los Brâhmanes en el periodo atlante (ver al respecto el capítulo 'La revuelta de los Kshatriyas' de su libro Autoridad espiritual y poder temporal), lo cual ayuda a comprender que lo que conforma propiamente el cuerpo doctrinal de la Tradición Hermética, son las ciencias cosmológicas inherentes al mundo intermediario, los saberes acordes a la naturaleza y a las funciones de la casta guerrera. No está de más recordar, en este momento, que el estudio de todas estas vinculaciones no tiene fines eruditos, ni se trata de una empresa quimérica en un intento de restituir expresiones tradicionales perdidas, sino que pretende recuperar la memoria de una tradición que se ha mantenido viva hasta nuestros días y nos permite penetrar la trama misteriosa de las leyes que rigen el macrocosmos, análogas a las del microcosmos, imágenes una y otra de la divinidad Una, totalmente invisible e indivisible, que no es afectada por ninguna contingencia.
"La manifestación se efectúa entre
dos polos extremos, pero que solo son propiamente 'dos' desde el punto
de vista de dicha manifestación, ya que, más allá
de ésta, todo vuelve finalmente a la unidad primitiva. Añadamos
que habría que tener cuidado en no aplicar a ciclos particulares
y relativos lo que sólo es cierto para el Universo total, para
el cual no podría hablarse de evolución ni de involución;
pero cualquier manifestación cíclica está al
menos en relación analógica con la manifestación
universal, de la cual no es sino la expresión en un orden de
existencia determinado; la aplicación de esta analogía
en todos los grados es la base misma de todas las doctrinas cosmológicas
tradicionales"27.
La Tradición Hermética se ha expresado
en la historia como un trenzado sutil de códigos simbólicos
en los que se han plasmado enseñanzas esotéricas transmitidas
desde tiempos inmemoriales, de generación en generación
y de pueblo en pueblo, hasta el Occidente de nuestros días. Se
trata de eslabones de una cadena áurea que, según está
escrito en sus libros sagrados28
pervivirá hasta el fin del actual ciclo de manifestación.
"En el comienzo de los tiempos, es decir en el ciclo
actual, el Paraíso terrestre se tornó inaccesible por
la caída del hombre. La nueva Jerusalén debe 'descender
del cielo a la tierra', en el fin del mismo ciclo, para señalar
el restablecimiento de todas las cosas en su orden primordial, y puede
decirse que desempeñará en el ciclo futuro el mismo
papel que el Paraíso terrestre cumplió en el actual.
En efecto, el fin de un ciclo es análogo a su comienzo y coincide
con el comienzo del ciclo siguiente. Lo que no era sino virtual en
el principio del ciclo se halla efectivamente realizado en el fin,
y engendra entonces inmediatamente las virtualidades que se desarrollarán
a su vez en el curso del ciclo futuro. (...) En efecto, es posible
entonces dividir el conjunto en dos fases, una descendente, en el
sentido de una diferenciación cada vez más acentuada,
y la otra ascendente, de vuelta hacia ese estado principal. Estas
dos fases, comparadas con la respiración por la doctrina hindú,
vuelven a presentarse en las teorías herméticas; en
ellas son denominadas 'coagulación' y 'disolución' en
virtud de las leyes de la analogía. La 'Gran Obra' reproduce
de manera abreviada todo el ciclo cósmico"29.
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