DE UN 'DOCUMENTO CONFIDENCIAL INEDITO' (y de las 'aporías' de su 'autor')
ANTONELLO BALESTRIERI
II

La primera parte del "Documento confidencial inédito", como era de esperarse luego de estudiar los trabajos que a continuación originó, está dedicada por entero a noticias que el "autor" ha podido recoger, de fuentes diversas, sobre aquellas actividades juveniles de René Guénon que lo llevaron a participar en agrupaciones de naturaleza más o menos "neoespiritualista". Por esta razón el "autor" se ocupa, si bien sumariamente, de las relaciones de R. Guénon con la Escuela Hermética de Papus, la Orden Martinista, la Iglesia Gnóstica de Jules Doinel, el Rito de Memphis-Misraim y con cierta insistencia, aunque con abundantes ilaciones (fundadas por otra parte, en forma más o menos "tentativa", sobre los criterios de discriminación expuestos por el mismo René Guénon respecto a las organizaciones pseudo-tradicionales), trata la cuestión de los métodos de naturaleza aparentemente espiritista que llevaron a la constitución de la Ordre du Temple Rénové y al hecho de que René Guénon fuera "invitado" y designado como su "jefe". Aquí se insertan también algunos otros "enigmas" (término caro al "autor" hasta el fin de su vida) que afectan la imagen de Guénon, como el Oracle de force astrale y el "affaire" de los "Polares", así como también su colaboración en el periódico "La France Anti-Maçonnique" y el "affaire Taxil"; sin embargo –y no se entiende por qué– evita cuidadosamente mencionar la H. B. of L. (de cuyas teorías ya había hablado Guénon en la revista "La Gnose", y luego, repetidamente y con extrema competencia, en Le Théosophisme y en L'Erreur spirite, y hasta en un artículo de 1925 en "Le Voile d'Isis") de la cual el "autor" no podía ignorar que Guénon "había formado parte".

Todas estas cosas ya han sido tratadas, por otros o por nosotros mismos12, a medida que sus ecos se difundían en Italia13, reasumidos en textos como aquellos de J.-P. Laurant y M.-F. James (y ahora sabemos verdaderamente de qué fuente se han originado), razón por la cual no volveremos a ocuparnos de ellas sino para hacer alguna observación de carácter general.

En todas las páginas iniciales del "Documento", dedicadas al "pasado juvenil" de René Guénon, se perciben indicios de duda y suspicacia (en este sentido algunas frases son particularmente reveladoras, como por ejemplo la siguiente, sobre la cuestión de la Ordre du Temple Rénové: "[Esta] era una de aquellas cosas de las que nunca hablaba Guénon. Desgraciadamente tuve conocimiento de esta historia solamente después de que Guénon partiera para Egipto; y todas las veces que traté de referirme al tema en alguna de mis cartas, Guénon eludía mis preguntas")14. Es bastante obvio que, al descubrir en este "Documento" una tal crítica más o menos larvada15, aquellos que, por sus propias limitaciones intelectuales y por la consecuente incapacidad de penetrar a fondo en la doctrina expuesta por Guénon, vinieron a ser los herederos de la mentalidad moderna (y por lo tanto antitradicional) de sus iniciales opositores por así decir "institucionales", no deben de haber cabido en sí de contento al ver, decíamos, que tenían a su disposición una traza ya establecida y hasta cierto punto circunstanciada de argumentaciones dialécticas aprovechables para proseguir con la obra de "obstaculización" a la que se venían dedicando desde que habían comenzado a aparecer los escritos de René Guénon.

Y si es verdad, como por otra parte siempre hemos sostenido, que los contenidos de la obra de Guénon se defienden por sí solos frente a semejantes inquinas en razón de su propia naturaleza, incomparablemente superior a la de todas estas suspicacias e insinuaciones, y que quien, por sus cualificaciones intelectuales, está destinado a asentir a esos contenidos superando tal barrera finalmente no podrá dejar de hacerlo, no es menos cierto que es también legítimo que alguien ponga en evidencia, aunque más no fuera que para facilitar tal superación, la naturaleza puramente negativa de dicha barrera respecto de la "positividad" de aquello que encierra la obra de René Guénon16

A fin de combatir los efectos que podrían producir las evocaciones "históricas" del "autor", redactadas con el espíritu de duda y suspicacia que hemos destacado, en lectores aún no suficientemente consolidados en la percepción de las verdades de las que se hacen vehículo los escritos de René Guénon, pueden contribuir a ello dos factores, de los cuales el primero (que ya habíamos señalado de pasada a comienzos de esta II parte) es constatar el solapado sofisma que anida en el hecho, evidente sólo después de una atenta lectura de estas páginas, de que el "autor" "juzga" subrepticiamente los comportamientos del joven Guénon en este tema (y la "arquitectura" de la prosa del "Documento" no se aparta nunca de semejante proceso mental) según los criterios que el mismo Guénon, no sólo ha contribuido a exponer, sino que ha puesto integralmente a punto –como primer y único Autor– para revelar la ausencia de fundamentos intelectuales en las pseudo-doctrinas sobre las que se apoyaban las actividades de los grupos "neoespiritualistas" (hasta el término es suyo...), ocultistas o de análogo género, en los cuales aceptó ser admitido, como dirá él mismo, al comienzo de su obra de clarificación, y para combatir –y con qué eficacia– su proliferación.

Si el "autor" puede ahora (o sea cuando redactaba su trabajo) (pp. 8 y 10 de la copia impresa en nuestras manos) referirse con suficiencia y arrogante superioridad a las "entidades" que se manifestaron en ocasión de la constitución de la Iglesia Gnóstica o de la Ordre du Temple Rénové, esto puede parecerle obvio, y hasta le permite mirar con conmiseración (porque es esto lo que se transparenta en el "Documento") a aquel que pinta como el ingenuo joven que había prestado fe a semejantes "puestas en escena", ¿qué le habría pasado a él en la misma situación, si René Guénon no hubiera tenido la oportunidad de escribir su "Erreur spirite" y él la de leerlo y –al menos parcialmente– entenderlo? De "paralogismos" como éste abundan las primeras veinte páginas del "Documento"; señalaremos tan solo uno más pero que resulta particularmente interesante porque calca el mismo modelo que en su momento habíamos encontrado en la "Introducción" de Arché (G. Rocca) a los textos de Abdul-Hâdî publicados por esta editorial (lo que demuestra con cuánta diligencia ha sido estudiado este "Documento" en ciertos ambientes). 

El "autor", tratando siempre de la Ordre du Temple Rénové, y para explicarse por qué Guénon haya considerado oportuno condescender al pedido de participación de sus "fundadores" –problema ciertamente mal planteado, y en fin de cuentas absolutamente imposible de resolver a no ser por René Guénon mismo, quien debía tener sus buenos motivos para no enunciarlo explícitamente, como dirá– afirma: "No me parece improbable que [Guénon] hubiera intentado absorber [drainer] por este medio un cierto número de individualidades de valor intelectual no despreciable que se habían extraviado en las organizaciones ocultistas, etc."; con estas palabras quiere señalar el caso de ciertas personas, que nombrará luego (Barlet, Sédir, Marc-Haven, Patrice Genty), quienes se habían comprometido participando en actividades de organizaciones ocultistas como aquellas patrocinadas por Philippe Encausse (Papus). La observación puede parecer atinada; pero considérese con un poco de perspicacia el verbo "fourvoyer" [que traducimos como "extraviarse"]: significa salir de una vía regular o normal, que se presupone trazada por otros previamente, y, por tanto, existente y visible. Ahora bien, preguntamos: ¿cuál era, en Occidente, y en esa época, la vía intelectual disponible, aunque más no fuera en forma teórica, que tuviera como meta las verdades de orden metafísico, o simplemente las realidades de orden cosmológico que descienden de éstas?

En esta situación, referirse a las personas en cuestión como si estuvieran "extraviadas", presupone precisamente, en quien así se expresa, la convicción de que lo que quedaba en Occidente de tradicional, y sobre todo el modo en que estaba concebido, fuera de por sí suficiente para impedir tal "extravío", lo cual –desde un punto de vista puramente intelectual– no era cierto antes de que los escritos de René Guénon aparecieran en tal área geográfica; y ya esta simple manera de exponer las cosas revela a nuestros ojos esa falta de lógica que habrá de caracterizar, de una manera u otra, la postura "intelectual" del "autor"17 a lo largo del desarrollo de todas sus vicisitudes. Esta posición la podemos resumir brevemente de este modo: Guénon ha, sí, reabierto un camino hacia los principios espirituales que en Occidente se hallaba cerrado desde hacía ya varios siglos, pero, de hecho, los modos de acceso al mismo, para resultar "aceptables", deben hallarse en consonancia con la mentalidad propia de los Occidentales modernos; lo que exceda sus límites será rechazado, o mirado con recelo (el "Documento" entero es una ilustración de lo que decimos), aun cuando se haya pasado largos años "flirteando" con ciertas ideas que al inicio no han podido sino presentar un interés hasta entusiástico; además de esto, semejante concepción de las cosas no tiene en cuenta –y es obvio– las diferencias entre las esferas esotérica y exotérica.

Por otra parte, el "iter" intelectual del "autor" tal como él mismo nos lo presenta, esto es, el de alguien que habiendo partido de las pseudo-doctrinas "neoespiritualistas" desemboca finalmente en la obra de Guénon, corresponde en un cierto sentido puntualmente a lo que Guénon decía, en su "Prefacio" a L'Erreur spirite, sobre la "inestimable ventaja" que se tiene, cuando se afrontan ciertas cuestiones, "en ser guiados" –como lo estaba René Guénon– "por principios [metafísicos] los cuales, para quien los haya comprendido, son de una certeza absoluta y a falta de los cuales se corre el serio peligro de extraviarse en los tenebrosos laberintos del 'mundo inferior', algo de lo cual demasiados exploradores temerarios, no obstante sus títulos científicos y filosóficos, nos han dado el triste ejemplo [...]". Así como también corresponde empero lo que él agregaba poco después: "Por otro lado, aquellos que se ubican en el punto de vista religioso tienen la inestimable ventaja de una dirección doctrinal semejante a aquella de la que hemos hablado, pero que, a causa de la forma que reviste, no es universalmente aceptable, y que si bien es suficiente para impedir que ellos se pierdan, sin embargo no provee soluciones adecuadas a todas las cuestiones" [la cursiva es nuestra]. ¿Cómo es posible, después de haber advertido la influencia benéfica de los primeros en un cierto dominio, apartarse de ellos en lo que concierne a sus consecuencias sobre otros dominios, quizá más importantes, replegándose en la segunda dirección? Este es el problema del "autor", problema del cual por cierto no podemos, nosotros, dar la explicación.

Por otra parte, las cosas son mucho más complejas que como las estamos sintetizando aquí, entre otras no estamos teniendo en cuenta las presiones hostiles del ambiente, que nunca deben ser subestimadas y que incluso pueden asumir las formas más persuasivas, pero si se reflexiona un poco sobre lo que hemos dicho no se podrá dejar de reconocer que nuestro diagnóstico es bastante preciso; a complicar más las cosas contribuye la dificultad evidente del "autor" para distinguir entre tradición occidental y mundo moderno, dificultad que se fijará, como se verá al final de este estudio en las mismas palabras del "autor", en su no percatarse de las precarias condiciones en las cuales se encuentra la primera (y en las que ya se encontraba desde hace varios siglos) desde el punto de vista intelectual, o –mejor– sobre la incapacidad del "autor" para distinguir entre las potencialidades implícitas, y siempre presentes, en tal forma tradicional, y la consciencia que de estas últimas puedan tener sus representantes humanos actuales.

El "autor" parece no haber leído, o, si la ha leído, parece haber entendido al revés el significado de una nota –sin embargo clarísima– de René Guénon en Autoridad Espiritual y Poder Temporal y que se refería a estas condiciones18: "Cuando se trata de Catolicismo, se debería tener siempre el máximo cuidado en distinguir entre el Catolicismo en cuanto doctrina y lo que se refiere solamente al estado actual de la organización de la Iglesia católica; cualquier juicio sobre este último aspecto no debería condicionar de ningún modo la valoración del primero. Lo que decimos ahora respecto del Catolicismo [...] podría encontrar muchas otras aplicaciones; pero hoy día pocos son los que, cuando es necesario, saben hacer abstracción de las contingencias históricas; y ello es tan cierto que, no diferenciándose en esto de sus adversarios, creen poder reducir todo a una simple cuestión de 'historicidad': lo cual es una de las formas de la moderna 'superstición de los hechos'". 

Y pensar que Guénon ya se había expresado sobre esta cuestión a fines de 1927, de manera igualmente clara y más ampliamente, en La Crisis del Mundo Moderno, de donde consideramos oportuno reproducir ahora algunos pasajes significativos, aun a riesgo de ser acusados de excedernos en la extensión de las citas:

"Por otro lado, es muy cierto [...], que es solamente en el Catolicismo donde se ha mantenido lo que todavía subsiste, pese a todo, de espíritu tradicional en Occidente; ¿quiere esto decir que, aquí al menos, se puede hablar de una conservación integral de la tradición, al abrigo de toda contaminación del espíritu moderno? Desgraciadamente, no parece que sea así; o, para ser más exactos, si bien el depósito de la tradición ha permanecido intacto, lo que ya es mucho, es bastante dudoso que su significado profundo sea todavía efectivamente comprendido, inclusive por una élite poco numerosa, cuya existencia indudablemente se manifestaría a través de un accionar o mejor de un influjo que, de hecho, no constatamos en ninguna parte. Se trata pues, más verosímilmente, de lo que llamaríamos de buen grado una conservación en estado latente, que siempre permitiría, a quienes sean capaces, volver a encontrar el sentido de la tradición, aun cuando dicho sentido no fuera actualmente consciente para nadie; [...]. En tales casos, se requiere un contacto con el espíritu tradicional plenamente viviente para despertar lo que se halla de este modo inmerso en una especie de sueño, para restaurar la comprensión perdida; y, digámoslo una vez más, es en esto sobre todo que el Occidente tendrá necesidad de la ayuda del Oriente si quiere volver a la consciencia de su propia tradición" [la cursiva es nuestra]19

"Se dice que el Occidente moderno es cristiano, pero es un error: el espíritu moderno es anticristiano, porque es esencialmente antirreligioso; y es antirreligioso porque, más genéricamente aún, es antitradicional; esto es lo que constituye su carácter propio, lo que le hace ser lo que es. Indudablemente, algo del Cristianismo ha pasado incluso a la civilización anticristiana de nuestra época, cuyos representantes más 'avanzados', como dicen en su jerga, no pueden borrar el hecho de haber sufrido y sufrir aún, involuntaria y quizás inconscientemente, una cierta influencia cristiana, al menos indirecta; ello es así porque una ruptura con el pasado, por radical que sea, nunca podrá ser absolutamente completa y tal que suprima toda continuidad. Iremos inclusive más lejos y diremos que todo lo que puede haber de válido en el mundo moderno le viene del Cristianismo, o al menos a través del Cristianismo, que ha llevado consigo toda la herencia de las tradiciones anteriores, herencia que ha conservado viva tanto como se lo ha permitido el estado del Occidente y cuyas posibilidades latentes lleva siempre consigo; pero ¿quién hoy día, aun entre aquellos que se dicen cristianos, posee todavía la consciencia efectiva de estas posibilidades? ¿Dónde están, en el mismo Catolicismo, los hombres que conozcan el significado profundo de la doctrina que profesan exteriormente, que no se contenten con 'creer' de una manera más o menos superficial, y más por sentimiento que por inteligencia, sino que 'sepan' realmente, la verdad de la tradición religiosa que consideran como suya? Quisiéramos tener la prueba de que al menos alguno exista, ya que para el Occidente esta sería la mayor y quizás única esperanza de salvación; pero debemos confesar que, hasta ahora, no los hemos encontrado; ¿hemos de suponer, tal vez, que, como ciertos sabios de Oriente, permanecen ocultos en algún refugio casi inaccesible, o hay que renunciar definitivamente a esta última esperanza? El Occidente ha sido cristiano en el medievo, pero ya no lo es; si se dijera que todavía puede volver a serlo, nadie más que nosotros desearía que fuese así, y que ello ocurriese antes de lo que nos permite suponer todo aquello que vemos a nuestro alrededor; pero no hay que engañarse: ese día, el mundo moderno habrá dejado de existir"20.

Después de ésta, que puede parecer una digresión, pero que no lo es, como se verá luego, volvemos al segundo de los factores que pueden contribuir a disipar la atmósfera de suspicacia y duda que la primera parte del "Documento" difunde sobre René Guénon y sus empresas juveniles21. Este está basado en las declaraciones específicas que Guénon debió manifestar personalmente para aclarar, en lo posible, tal aspecto de su actividad en el curso de su obra (los ataques de esta naturaleza están lejos de ser peculiares del período que se sitúa después de su muerte) y que deberían haber bastado por consiguiente para satisfacer también la "curiosidad" superficial del "autor", pero así no fue. Reproduciremos aquí aquellas que ya sirvieron para contrapesar las insinuaciones de dicho tipo que recientemente pasaran desde Francia a Italia, provenientes de fuentes adversas, agregando algunas observaciones suplementarias.

A Paul Le Cour, que sobre estos argumentos lo atacaba en el nº de Junio - Julio 1931 de "Atlantis", René Guénon daba esta respuesta: "Ya que Paul Le Cour siente necesidad de volver a atacarnos otra vez en este mismo número, le haremos saber: 1º que no estamos obligados a rendirle cuentas de las razones especiales por las cuales, en una cierta época, hemos debido ver personalmente cuál era la verdadera situación de diversas organizaciones que se calificaban más o menos justificadamente como 'iniciáticas'; [...] 3º que, desde aquel entonces bastante lejano del que se habla, hemos variado tan poco que podrá encontrar, con la firma a la que alude, artículos cuyo contenido se repite integralmente, con otros desarrollos, en algunos de nuestros libros más recientes"22.

En Mayo de 1932, para responder a lo que definía como "un escrito [contenido en la 'R.I.S.S.'] cuya ignominia va más allá de todo lo que se pueda imaginar", y que tenía "todas las apariencias de una nota policial de la más baja categoría [¡Es notable, cómo, cosas del mismo tipo se pueden volver a encontrar a tantos años de distancia...!]", Guénon se verá obligado a afirmar, entre otras cosas: "[...] Por otra parte creen podernos incomodar evocando viejas historias, de las cuales además se querría dar la impresión que se refieren al presente (ya hemos tenido la ocasión de poner en evidencia este modo de obrar fraudulento), y que nos dejan tan indiferentes como si no nos concernieran para nada; sería de nunca acabar si debiéramos atribuir alguna importancia a todos los grados o títulos con los cuales nos gratificaron antaño múltiples organizaciones, algunas de las cuales no existieron probablemente sino por escrito; y, en cuanto a la que se nombra específicamente en esta circunstancia, nosotros mismos la hemos caracterizado en uno de nuestros libros de manera nada halagüeña (Le Théosophisme, p. 244); somos nosotros, entonces, los que tenemos el derecho de decir: '¿En tal caso, a quién buscamos engañar?' Si hemos debido, en una cierta época, penetrar en tales o cuales ambientes, es por motivos que nos conciernen exclusivamente [...]. Si hemos respondido favorablemente a ciertos pedidos de colaboración (pedidos que nos fueron expresamente dirigidos, y no 'infiltraciones' de nuestra parte, cosa que sería absolutamente incompatible con nuestro carácter), cualquiera sea el lado de donde provinieran, esto es también exclusivamente asunto nuestro; y, cuales hayan sido las publicaciones en las que aparecieron nuestros artículos, que esto haya sido 'al mismo tiempo' o no, hemos expuesto siempre exactamente las mismas ideas, que nunca hemos variado. No podemos tolerar que se diga que hemos 'combatido en apariencia' al espiritismo y al teosofismo, cuyos partidarios no parecen –en realidad– temer a nadie más; y en cuanto al policía anónimo [que escribe estas cosas] lo desafiamos a citar los 'escritos católicos ortodoxos' que según él habríamos reseñado en Le Voile d'Isis (revista que no es 'ocultista', sino totalmente independiente) con 'sarcasmos de ideas y de principios' (sic), ¡ya que no podemos suponer que se pueda tratar de las elucubraciones de sus cofrades de la R.I.S.S.!" [todas las cursivas son nuestras]23

Y de qué manera esta enérgica protesta de Guénon pueda aplicarse a ciertas afirmaciones del mismo género emitidas a su vez por el "autor", quizás de un modo un poco más encubierto, y que a continuación se encontrarán en el "Documento", lo verán quienes se tomen el trabajo de examinar este último...

Pero de todas las declaraciones de Guénon en este sentido (es muy probable que existan otras), la más significativa para nosotros sigue siendo aquella que constituye una larga nota insertada en el capítulo "Sobre la Regularidad Iniciática" de Consideraciones sobre la Iniciación, nota que esta vez no es una respuesta a insinuaciones de individuos hostiles a sus exposiciones doctrinales, sino una aclaración que no admite discusiones sobre la naturaleza de sus "investigaciones" juveniles, y que constituye sin ninguna duda su fruto definitivo, expresado en pro de los específicos destinatarios elegidos de su obra (por otra parte, el "autor" se refiere posteriormente a dicha nota en el "Documento", como un punto neurálgico destinado a suscitar sus perplejidades jamás resueltas del todo y a provocar hasta lo último sus reacciones de individuo afectado íntimamente en sus prejuicios de occidental moderno). El artículo en el cual se hallaba esta nota llevaba el mismo título del actual capítulo V de Consideraciones sobre la Iniciación y había sido publicado en el nº de Noviembre de 1932 de "Le Voile d'Isis"; en aquel momento la nota no contenía todavía la alusión, presente en cambio en el libro, respecto de la "posible supervivencia de algún raro grupo de hermetismo cristiano del medievo". La declaración a la cual nos referimos es la siguiente y la citamos tal cual aparece en el artículo de P. Nutrizio (nº 72 de "Rivista di Studi Tradizionali"), "René Guénon y las formas de la Tradición": "Investigaciones que hemos debido hacer a este propósito [Guénon se refiere al texto del artículo, donde es cuestión de organizaciones pseudo-iniciáticas] en un tiempo ya lejano [la cursiva es de P. Nutrizio], nos han conducido a una conclusión formal e indubitable que debemos expresar aquí claramente, sin preocuparnos por los furores que puede llegar a suscitar en diversas partes: exceptuando el caso de la posible supervivencia de algún raro grupo de hermetismo cristiano del medievo, de todos modos extremadamente reducido, es un hecho que, de todas las organizaciones con pretensiones iniciáticas que están difundidas actualmente en el mundo occidental, no hay más que dos que, por decaídas que estén a causa de la ignorancia y de la incomprensión de la inmensa mayoría de sus miembros, pueden reivindicar un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real; estas dos organizaciones, que por otra parte, a decir verdad, no fueron primitivamente sino una sola, aunque con múltiples ramificaciones, son el Compañerazgo y la Masonería. Todo el resto no es más que fantasía o charlatanismo, cuando no sirve para disimular algo peor; ¡y, en este orden de ideas, no hay invención por más absurda o extravagante que sea que no tenga en nuestra época alguna probabilidad de ser tomada en serio, desde las quimeras ocultistas sobre las 'iniciaciones en astral' hasta el sistema americano, de intenciones principalmente 'comerciales', de las pretendidas 'iniciaciones por correspondencia'!".

Con lo que hemos dicho hasta aquí, y, últimamente, citando sobre todo palabras de Guénon escritas en ocasiones aparentemente secundarias que algún lector puede haber pasado por alto, creemos haber aclarado suficientemente ciertos oscurecimientos creados por el "autor" en la parte introductoria de su "informe", lo cual no quita que en la obra principal de René Guénon haya aspectos que bastan, por sí mismos, para evidenciar con qué tipo de "preparación" éste se presentaba, a los veinte años de edad, en aquello que estaba por convertirse en el campo de su batalla –proseguida durante toda su vida– contra los "neoespiritualismos" de todo género y forma, o sea contra todos los aspectos del error doctrinal y del desequilibrio mental que a comienzos de siglo acechaban, hasta ese momento sin opositores dignos de tal nombre, la mentalidad de aquellos occidentales, que él sabía que existían, y que no se contentaban solamente con rozar la "corteza" de la realidad manifestada. 

Con tal motivo y para no alejarnos del tema que hemos tratado hasta ahora, nos parece útil señalar que, siempre sobre las "explicaciones" que, dentro de sus límites, se da a sí mismo el "autor", acerca de las modalidades de constitución de la Ordre du Temple Rénové, éste encuentra la manera de hacer una rápida referencia (en la p. 11 del "Documento") a un "Guénon –quien ciertamente tenía ya en esa época algún conocimiento en materia de tradición hindú"– y también de decir (p. 12) que "La lectura de 'L'Erreur spirite' deja la impresión de que Guénon debía poseer un conocimiento 'técnico' de este tipo de cosas [es decir de las 'fuerzas' que entran en juego en las así llamadas 'comunicaciones' espiritistas]"; y esto nada más que para aclararse principalmente a sí mismo lo que poco antes había dicho, esto es que "sería difícil de comprender que Guénon [...] hubiese tomado o parecido tomar, al menos por un tiempo, la cosa en serio".

Ahora bien, cuán vano puede llegar a ser el preguntarse, situándose desde el exterior, cuáles fueran las razones de tal comportamiento; cuán inadecuado –en el caso de L'Erreur spirite– ha sido el nivel de lectura del "autor"; y cuán ridículamente limitativa la dimensión que, con estas palabras, se atribuye al tipo de competencia de René Guénon en la materia, todo esto resulta inmediatamente claro cuando se las compara con las siguientes afirmaciones de este último, que por lo demás elegimos, al azar, de ese mismo libro: 

"[...] En efecto, desde el momento que un cierto género de hechos resulta posible, para nosotros carece de interés que tal o cual hecho particular incluido en tal género sea verdadero o falso; lo único que puede interesarnos es saber cómo pueden ser explicados los hechos de ese orden, y si obtenemos una explicación satisfactoria, cualquier otra discusión nos parece superflua. Bien sabemos que esta no es la postura del científico que acumula hechos para madurar una convicción, y que no cuenta más que sobre el resultado de sus observaciones para construir una teoría; pero nuestro punto de vista se halla muy alejado de este último, y además estamos convencidos de que los hechos por sí solos no pueden servir verdaderamente de fundamento para una teoría, ya que casi siempre pueden ser explicados también con teorías diferentes. Sabemos que los hechos de los que estamos tratando son posibles, porque podemos vincularlos a ciertos principios que nosotros conocemos; y dado que nuestra explicación no tiene nada en común con la teorías espiritistas, tenemos el derecho de decir que la existencia de los fenómenos y su estudio son cosas absolutamente independientes del espiritismo"24.

Esto, para nosotros, responde más que satisfactoriamente a la pregunta sobre qué tipo de conocimiento de las doctrinas hindúes debía tener Guénon cuando comenzó a ocuparse del "neoespiritualismo"; luego, cuál haya sido el conocimiento que, a consecuencia de ello, poseía de la naturaleza de los fenómenos que constituyen el espiritismo como tal; cuán distante éste estuviese de aquel otro que, de tales fenómenos, tenían los "especialistas" de entonces (y de hoy) en la materia y cuánto éste último se asemejase asimismo a aquél hipotéticamente concebido por el "autor" y que de su parte atribuía a Guénon, bastará para establecerlo esta otra cita: 

"Algunos hasta llegan a elogiar las 'experiencias metafísicas', sin darse cuenta de que la yuxtaposición de estas dos palabras constituye de por sí una absurdidad; las concepciones de estos hombres están tan limitadas al mundo de los fenómenos, que todo lo que está más allá de la experiencia para ellos no existe. Ciertamente, todo esto no puede sorprendernos, ya que es demasiado evidente que espiritistas y 'psiquistas' de las más diversas categorías están sumidos, todos, en la más profunda ignorancia sobre la verdadera metafísica, de la cual ni siquiera sospechan la existencia; pero nos place constatar, cada vez que se nos presenta la ocasión, cómo sus tendencias son las mismas que caracterizan propiamente al espíritu occidental moderno, dirigido exclusivamente hacia la exterioridad, en virtud de una monstruosa desviación de la cual no se encuentra equivalente en ninguna otra parte. Los 'neoespiritualistas' podrán discutir todo lo que quieran con los 'positivistas' y los científicos 'oficiales': su mentalidad no deja de ser, en el fondo, exactamente la misma [...]"25.

Y en qué medida el punto de vista de René Guénon, respectivamente a "este género de cosas", se encontrara abismalmente (y no se trata para nada de énfasis hagiográfico) distante del que el "autor" supone y le atribuye, a causa de que él mismo es quien estaba imposibilitado de tener uno distinto, es algo que viene puesto de relieve en este último texto:

"En todo caso, queremos volver a decir, para concluir, que únicamente poniéndose desde el punto de vista de la metafísica se puede establecer absolutamente la falsedad del espiritismo; no existe otro modo para demostrar que sus teorías son absurdas, es decir que son una pura imposibilidad. Todo el resto no son más que aproximaciones, razones más o menos plausibles, pero que nunca son rigurosas ni plenamente suficientes, pudiendo siempre prestarse a discusión" [todas las cursivas son nuestras]26. Razones, éstas, análogas a las que deben de haber suscitado en el "autor" todas las dudas que lo llevaron a sospechar, como está claro, que Guénon –entre otras cosas– se haya arrimado al "affaire" de la Ordre du Temple Rénové por una inconsciente y crédula aquiescencia a modos de pensar "espiritistas" o, más en general, "neoespiritualistas" (y en todo caso "anticristianos").

Solamente que, para penetrar verdaderamente y no sólo en teoría "en la esfera de la metafísica", cuya comprensión, como terminaba diciendo Guénon en nuestra última cita, "conlleva necesariamente, y de manera inmediata, el asentimiento y la certeza", es necesario "colocarse en las condiciones necesarias" (se lo leerá más tarde en Consideraciones sobre la Iniciación); y aquí se aplican al "autor" las consideraciones que René Guénon hacía en la Metafísica Oriental a este respecto:

"Lo que es metafísico –como ya dijimos– es aquello que se encuentra más allá y por encima de la naturaleza, y es por eso mismo precisamente aquello que es 'sobrenatural'.

"Pero aquí, indudablemente, se planteará una objeción: ¿cómo es posible, de esta manera, ir más allá de la naturaleza? No titubearemos en contestar con toda claridad: no sólo esto es posible sino que es así. Se dirá, sin embargo, que ésta no es más que una afirmación; ¿qué pruebas se pueden dar de ello? Es realmente extraño que se requieran pruebas de la posibilidad de un conocimiento en lugar de darse cuenta por sí mismos poniendo toda la aplicación que se requiere para adquirirlo" [la cursiva es nuestra].

A falta de un esfuerzo tal, si se quiere proseguir como quiera que sea en este terreno, al menos teóricamente, no hay más que contentarse con la confianza; que, como pone en evidencia el "Documento", es justamente aquello de lo cual, a la postre, careció el "autor". 


Parte III
NOTAS
12 Véase, entre otros, los más recientes artículos que tratan sobre estos temas: "René Guénon e le Forme della Tradizione", de P. Nutrizio, en el nº 72, y nuestro: "Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon", partes II y III, en los nos 71 y 73. Ambos publicados en la "Rivista di Studi Tradizionali".
13 Recordamos con particular desagrado el artículo de R. del Ponte titulado "Zavorre occultistiche", incluido en el número especial de "Arthos", dedicado a René Guénon en 1989. Si bien estamos acostumbrados a la incomprensión occidental de las doctrinas que expone este Autor, raramente hemos tenido la ocasión de leer una composición colmada de tanta vulgaridad indecente y de tan estólida sumisión a los más rancios prejuicios antitradicionales y antiorientales. Luego de haber publicado todavía un número, dicha revista dejó de aparecer; ahora nos informan que hace ya dos números que comenzó a salir nuevamente: es de esperar que la misma haya podido elevar su nivel. Cosa que por otra parte no nos parece que sea muy difícil de lograr.
14 Siempre a propósito de la "Ordre du Temple Rénové", notamos en M.-F. James, Esotérisme et Christianisme, etc., a lo largo de un extenso párrafo (pp. 97-98), por otro lado tomado casi literalmente de este "Documento", una expresión (adoptada posteriormente por otros autores "biográficos" de R. Guénon) que puede servir para confirmar nuestras dudas iniciales acerca del "Documento" tal como está presentado en Internet. La autora canadiense habla en él de un "Guénon que se presenta como la 'reencarnación de un templario'" y en una nota al pie asigna dicha locución al "Document confidentiel inédit"; ahora bien, sin siquiera tomar en cuenta el rigor doctrinal con el que Guénon ha confutado, desde sus primeros artículos de "La Gnose", la posibilidad misma de la "reencarnación", nosotros no encontramos la frase en el "Documento", en su presentación actual (lo que habría sido gravísimo para su "autor" en más de un aspecto). Consecuentemente, una de dos: o el "Documento" ha sufrido variaciones con el tiempo, o la autora canadiense se ha aprovechado a mansalva de la "confidencialidad" del dossier para sus propios objetivos...
15 Podría pensarse que haber puesto este término es una exageración de nuestra parte; pero no es así, en realidad refleja la permanente actitud del "autor" a lo largo de todo el "Documento", y lo usará con todas las letras al final del mismo.
16 Una objeción parecida a la que aquí señalamos como posible, nos ha sido dirigida de hecho por Arché, cuyo responsable nos ha preguntado en "Charis" si acaso no estaríamos considerando "demasiado vulnerable" la obra de Guénon, como para requerir tanto de nuestro esfuerzo "defensivo" desplegado en "Nuove tecniche di attacco". A esta insinuación ya hemos respondido afirmando que no se trata tanto de defender a la obra como a sus lectores, pero ahora es oportuno agregar algo que complete aquella respuesta.

Nuestro temor de que la obra de René Guénon sea "vulnerable", aun si así fuera, teniendo alguna razón de ser en nuestras propias limitaciones, sería con todo mucho menor que el temor que sienten, frente a ella, los ambientes que para exorcizarla sostienen expedientes como éste, con los cuales tratan de desmentir, o al menos "minimizar", hasta las pocas apreciaciones no totalmente negativas que al correr del tiempo se les escapan involuntariamente a alguno de ellos, en los trabajos que realizan; lo hemos encontrado en M.-F. James, Esotérisme et Christianisme autour de René Guénon, p. 213:

"Aunque el Padre De Grandmaison no se explique por qué [Guénon] haya omitido mencionar trabajos tan instructivos como Evolution of Mrs. Besant, and the methods by which Mr. Leadbeater..., publicado en Madrás en 1918, el único verdadero punto discutible de esta obra mayor que es Le Théosophisme [1921] le parece [y pour cause... agregaremos nosotros] ser la idea de la 'subordinación constante del accionar de la Señora Besant a los planes imperialistas ingleses en India'. De modo que él no duda en identificar [en Le Théosophisme] el equivalente histórico (el único que existe...) de la exposición doctrinal del Padre Th. Mainage o. p. Principes de la Théosophie, aparecido en 1922"; y cuyo "índice", se dice en una nota, "revela títulos tan reveladores [sic] como 'El Dios de los Teósofos', o también, 'Teosofía y Religiones'". Se advierte además, en tal nota, que "una lectura atenta nos revelaría, sin duda, [la cursiva es nuestra] un cierto número de ideas que se aproximan a los temas fundamentales de Guénon... como los destinos del universo, lo uno y lo múltiple, lo divino y lo finito, temas tocados allí sucesivamente [!!!]".

Aparte de remarcar aquel condicional "nos revelaría", que es verdaderamente un toque de distinción, dos preguntas solas:

1. Las ideas expuestas por R. Guénon son entonces combatibles ¿sólo por ser... expuestas por él?

2. ¿Por qué Arché no prevee la publicación de esta perla de "doctrina", algo que estos ambientes puedan finalmente oponer a por lo menos uno de los trabajos de Guénon (y que nosotros tendríamos el gusto de reseñar)?

17 En este orden de ideas, el caso mismo del "autor", tal como él mismo ingenuamente lo presenta justamente al inicio de su "memorial", es el ejemplo más patente de la incongruencia lógica que estamos poniendo en evidencia. Después de haber descripto la serie de "experiencias intelectuales" a través de las cuales había pasado cuando muy joven: lecturas de artículos de C. Flammarion, C. Richet, Geley, ocasionadas "por el gran impulso que la guerra de 1914-1918 había dado a las experiencias espiritistas", lectura de los libros de Allan Kardec y León Denis, Edouard Schuré y Madame Blavatsky ("los seis gruesos volúmenes de la Doctrina Secreta"), Fabre d'Olivet y Saint-Yves d'Alveydre, Eliphas Levi, Stanislas de Guaita, Papus y Sédir, él dice haber "descubierto a Guénon" y "'encontrado' aquello que buscaba"; luego de lo cual, habiendo tenido la ocasión de encontrar personalmente a René Guénon, y siendo recibido por él en su casa, ¡"profundizar la obra de Guénon se había convertido –para él– en la única cosa que contaba"!
18 Autorità spirituale e potere temporale (1929), cap. VIII, pp. 84-85 (Luni Editrice, Milán, 1995).
19 La Crise du Monde moderne, cap. V, pp. 77-78 (Gallimard, París, 1946).
20 Ibid., cap. VII, pp. 111-112.
21 Probablemente esta atmósfera es la que ha generado, en quienes han escrito sobre las vicisitudes juveniles de René Guénon, ya sea de buena o mala fe, a partir del momento que el "Documento" fue conocido, la impresión de que tales vicisitudes hayan podido formar parte del iter cognoscitivo tradicional de Guénon. Ahora bien, existe una expresa declaración de este último que pone también punto final a esta ilación, y está contenida en una carta suya del 4 de Septiembre de 1934 a un corresponsal al cual le dice: "No, el mío no es ciertamente el caso de un 'convertido', desde ningún punto de vista; por el contrario, ni siquiera concibo que estas cosas puedan haber tenido para mí un inicio [la cursiva es nuestra]; y por otra parte este es el motivo por el cual mi 'ejemplo', si así se puede decir, no podría ser de alguna utilidad para nadie...".

Podemos estar de acuerdo sobre el hecho, que se nos podría objetar, de que el "autor" no estaba obligado a conocer esta cita de una correspondencia privada; ¿pero es que no había tal vez podido leer (visto que dice haber tenido prontamente conocimiento de los fascículos de "La Gnose") el primer artículo de Guénon sobre el "Demiurgo"? ¿Tal vez pensaba que semejante escrito podría ser el fruto de una... enseñanza ocultista?

22 Cfr. Comptes Rendus, pp. 120-121.
23 Cfr. Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, T. 1, pp. 196-197.
24 Cfr. Errore dello spiritismo, parte I, cap. VI, pp. 79-80 (Rusconi Editore).
25 Ibidem, parte III, cap. VIII, pp. 264-265.
26 Ibidem, "Conclusione", pp. 388-389.


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