DE UN 'DOCUMENTO CONFIDENCIAL INEDITO' (y de las 'aporías' de su 'autor')
ANTONELLO BALESTRIERI
III

Antes de pasar a otros temas tratados en el "Documento", temas que por el modo de enfocarlos nos revelarán los particulares límites del punto de vista intelectual del "autor", debemos aún volver sobre una cuestión que se relaciona con el pasado "juvenil" de Guénon, si bien se refiere a hechos acaecidos a veinte años de distancia de aquellos cuya aclaración constituyó la segunda parte de este escrito; se trata del "affaire" de Asia Mysteriosa o de los "Polares", y el hablar de él nos será útil para clarificar sucesivamente cuáles resultan ser, si se los examina de una manera no "pre-judicial", el proceder y algunas de las finalidades de la actividad de René Guénon en circunstancias similares o análogas, incluso precedentes. Además, tal cuestión es una de las que –conjuntamente con aquella de la Ordre du Temple Rénové– parecen haber atormentado más al "autor", aun cuando el mismo material "público" que la obra de Guénon ponía a su disposición habría sido suficiente para quitarle toda "duda" y para disipar toda "sospecha"; por tal razón nos serviremos de dicho material para nuestras propias finalidades, sin que sea necesario recurrir a otros documentos de menor accesibilidad. 

A comienzos de 1949, luego de que en "Etudes Traditionnelles" apareciera su reseña del número especial de "Etudes Carmélitaines" dedicado a Satán (reseña que finalizaba con la observación: "no es entre Memra y Metatrón que es 'necesario elegir', sino entre el esoterismo y sus falsificaciones más o menos groseras"), René Guénon recibía un ataque a través de una carta "de ocho grandes páginas dactilografiadas, que desde el principio al fin, no [era] más que una colección de injurias increíblemente groseras". Esta carta le había sido enviada por el autor de uno de los artículos contenidos en el número en cuestión, un tal Frank-Duquesne, quien, irritado por el hecho de que Guénon, hablando de él, hubiera dicho entre otras cosas que "para colmo de males llega incluso a hacer referencia a los 'Polares' y a su fantasmagórica Asia Mysteriosa", replicaba en la carta de este modo: "¿Pero quién ha suministrado el prefacio de Asia Mysteriosa? Un tal René Guénon. ¿Quién ha promovido a los 'Polares'? [seguían algunos nombres de personas que por discreción R. Guénon no señalaba en su respuesta]27... y el Sr. René Guénon, quien no ha desdeñado dedicarse a poner en marcha el pequeño mecanismo de 'luz astral'. Sí, es justamente Ud. […] ¡quien se interesó en este jueguito 'psíquico', por el cual yo, ciertamente, no me habría molestado! [la cursiva es nuestra]. Sólo mucho más tarde, en Febrero de 1931, Ud. rompió con sus 'Polares'". 

Al responder a semejante agresión (mas no sin antes haber señalado que "El fin del parágrafo es demasiado repugnante, en el más pleno sentido de la palabra, como para que podamos transcribirlo") René Guénon, pacientemente, proseguía: 

"[...]; pero lo que precede exige una rectificación, la cual ciertamente no nos causa el más mínimo embarazo. Asia Mysteriosa fue publicado con tres prefacios, ninguno de los cuales es nuestro; es cierto, sin embargo, que nosotros también habíamos escrito uno, que por otra parte sólo contenía observaciones genéricas lo menos comprometedoras posible; pero nos habíamos comportado de este modo solamente para darnos tiempo a fin de esperar, sin llegar a rupturas definitivas, el resultado de cierta verificación que queríamos realizar, lo cual no significa que tuviésemos que poner en marcha ningún 'mecanismo' (ni mucho menos 'molestarnos', ya que habían venido a buscarnos, y es por tal motivo que la más elemental honestidad nos obligaba a comprobar seriamente la cosa antes de pronunciarnos de manera definitiva en uno u otro sentido); siendo que tal resultado se reveló negativo, simplemente retiramos dicho prefacio, acompañando [el retiro] con la prohibición formal de que apareciera en el volumen, en el cual cualquiera puede constatar que no está. Esto no ocurrió en Febrero de 1931 sino en el verano de 1929 (y en efecto, es hacia fines de ese año que apareció Asia Mysteriosa); y ya desde 1927 estábamos tan poco dispuestos a 'promover' a los 'Polares', que formalmente rehusamos participar en sus 'trabajos', ya que nunca hemos sentido la más mínima afición por las comedias de la 'magia ceremonial' [la cursiva es nuestra], las cuales en ese momento se presentaban de improviso como constituyendo la parte principal [de estos trabajos]. Como nos parece imposible que alguien sea tan inconsciente para aseverar, dirigiéndose justamente a nosotros, [la veracidad] de hechos que nos conciernan y de los cuales conozca su falsedad, nos vemos obligados a concluir que teníamos sobrada razón cuando reprochábamos a F.-D. el creer ciegamente todo lo que se le cuenta, por lo menos cuando esto pueda servirle para corroborar su tesis; y podemos nuevamente volver en su contra una de las corteses frases que tiene la audacia de dirigirnos: 'En cuanto a dejarse embaucar... indudablemente, sí, Ud. se deja embaucar a menudo'". 

Si se confronta este pasaje de los Comptes Rendus de René Guénon de 1949 con las expresiones con las que el "autor" presenta en su "Documento" el episodio del "Oracle de force astrale", no se puede evitar (en especial después de haber leído las expresiones con las cuales Guénon indica el tipo de conocimiento que tenía de las doctrinas hindúes, ya desde los inicios, y que nosotros hemos citado en la segunda parte de este estudio), no se puede evitar, decíamos, salvo por el tono, el constatar una impresionante concomitancia de punto de vista de fondo entre Frank-Duquesne y el mismo "autor", y esta es una de las razones (se encontrará otra en la nota 29) que nos han inducido a insistir sobre el tema; veamos entonces cómo presenta el episodio este último (p. 13 del ejemplar impreso que tenemos en nuestras manos): 

"Lo que me impide aceptar sin reservas la idea de que el 'affaire' de la 'Ordre du Temple' haya sido provocado por Guénon [esta es una de las tantas elucubraciones contenidas en el 'Documento'], es el interés que dedicó a un asunto que, veinte años después, se presentó de una manera bastante análoga y en el cual, seguramente [cursiva nuestra]28, no tuvo nada que ver. Me refiero al 'affaire' del Oracle de force astrale, al cual Chacornac[-Reyor] ha dedicado las páginas 90-2 de su libro. Quien lo desee puede leerlo allí. Lo que quiero decir, es que se encuentra –o vuelve a encontrarse– en Guénon, en 1928-1929, esa idea de que un centro espiritual y más especialmente el 'antiguo centro reencontrado de la tradición occidental'29 pudiese, a falta de otras vías, manifestarse en este caso a través de procedimientos más o menos análogos a los del espiritismo y de la magia" [la cursiva es nuestra]. 

Esta última afirmación constituye, a nuestro modo de ver, una de las maneras más falsas de presentar las cosas que contenga este "Documento", y, en resumen, una de las ofensas más injuriosas que se pudieran acarrear contra R. Guénon y la doctrina que ha expuesto; para convencerse de ello basta remitirse –repetimos– a cuanto hemos referido en la segunda parte de este artículo, acerca del tipo de conocimientos que poseía René Guénon cuando comenzó a combatir el "neoespiritualismo"30. Además, ya en 1931, en el nº de Enero de "Le Voile d'Isis" ("Les livres", pp. 125-6) Guénon había proporcionado explicaciones más que exhaustivas sobre el "affaire" de los "Polares", explicaciones que por consiguiente será oportuno citar aquí, aunque se superpongan –pero sólo parcialmente– con las que recién hemos visto; asimismo nos servirán para descubrir verdaderas falsificaciones del texto, algunas de las cuales por omisión, perpetradas ya por el "autor", al citarlo, en La Vie simple (de la cual era coautor con Chacornac): 

"Disponemos de los primeros números del 'Bulletin des Polaires', que ha comenzado sus publicaciones en Mayo pasado; los contenidos son absolutamente insignificantes, y si este es el resultado de comunicaciones con 'grandes iniciados' del Himalaya o de otros lugares, realmente da pena. Ni siquiera nos habríamos ocupado si no hubiéramos sabido que en esta organización existe una molesta tendencia a recurrir a nuestro nombre para instigar a las personas que se quieren atraer, lo cual nos obliga a efectuar una rectificación. En efecto, hemos seguido por un tiempo las manifestaciones del método adivinatorio llamado 'oráculo de fuerza astral' en una época en la cual no se hablaba en absoluto de formar un grupo fundado sobre las 'enseñanzas' obtenidas por este medio; dado que se trataba de cosas que parecían más bien enigmáticas, buscamos aclararlas haciendo preguntas de carácter doctrinal, pero obtuvimos sólo respuestas vagas y evasivas, hasta que una ulterior pregunta produjo finalmente, tras largo tiempo pese a nuestra insistencia, una incongruencia evidente; desde entonces supimos qué debíamos pensar del valor iniciático de 'los hipotéticos inspiradores' [Chacornac-Reyor reporta: 'las hipotéticas inspiraciones'], único punto de toda la cuestión que nos interesase saber. Si recordamos bien, es precisamente en el intervalo transcurrido entre esta última pregunta y la correspondiente respuesta que se habló por primera vez de constituir una sociedad decorada con el extravagante nombre de 'Polares' (si bien se puede hablar de 'tradición polar' o hiperbórea, no se puede, sin caer en el ridículo, atribuir dicho nombre a individuos, los cuales, por lo demás, no parecen conocer de esta tradición más que lo que nosotros mismos hemos dicho en nuestros diversos trabajos); no obstante las numerosas exhortaciones, hemos rechazado formalmente [adverbio omitido en La Vie simple] no sólo formar parte de la misma sino también aprobarla y apoyarla de cualquier modo que sea, tanto más cuanto que las reglas dictadas por el 'método' contenían puerilidades increíbles. Después de lo cual nos hemos enterado de que las pocas personas serias que habían dado su adhesión al comienzo, no habían tardado en retirarse; y no nos sorprendería que todo termine por caer en el espiritismo más vulgar31. Lamentamos que algunas de las ideas que hemos expuesto en El Rey del Mundo se hayan visto involucradas en este episodio, pero nada podemos hacer; en lo que respecta al 'método', si se ha leído bien lo que hemos escrito en este número sobre la 'ciencia de las letras' [el último elemento de la frase, que da una idea clara de la naturaleza de lo que se trata, está omitido en La Vie simple], no habrá dificultad en comprender que no se trata más que de un ejemplo de aquello en lo que pueden llegar a convertirse fragmentos de un conocimiento real y serio en poder de gente que se ha adueñado del mismo sin comprender nada" [las cursivas son nuestras]. 

Aparte las "ablaciones" dolosas que hemos señalado, las cuales lejos de ser insignificantes concuerdan bien con lo que sólo pocos años después será el espíritu del "Documento", casi todas estas aclaraciones de Guénon –como recuerda el mismo "autor"– se hallaban incluidas en La Vie simple de René Guénon, lo que de todos modos deja entrever cómo, hacia el 1958, éste todavía se cuidaba de indicar, por lo menos a sus lectores, acerca de los modos de obrar "juveniles" de Guénon, una explicación más conforme a sus verdaderas motivaciones que aquella que, poco a poco, debía "apoderarse" de él andando el tiempo32. 

En la nota correspondiente a la precedente llamada hemos aludido a la continuidad y a la coherencia de pensamiento que caracterizan toda la obra de Guénon, ya a partir de sus primeros escritos, incluso aquellos que firmó con otros nombres33 y que aparecían en publicaciones que obedecían a tendencias diversas ("La Gnose", "La France Anti-Maçonnique", "Regnabit", etc.); en la p. 12, el "autor" pone en discusión tal continuidad y coherencia sobre el mismo plano teorético (más tarde serán decididamente puestas en duda también sobre el plano práctico) al menos en dos ocasiones contiguas que merecen ser examinadas atentamente, tanto más cuando en uno de los casos el tema ha sido recogido por M.-F. James en el libro que frecuentemente hemos citado. El párrafo al que nos estamos refiriendo es el siguiente, y tiene nuevamente por objeto la Ordre du Temple Rénové, pero no tanto en sus modos de operación, sobre los cuales no volveremos, sino más bien en cuanto a sus fundamentos ideológicos: "Se debe notar, sin embargo, que ideas que nos chocan profundamente, como aquella de la venganza templaria contra la Iglesia y la monarquía, no eran juzgadas del mismo modo por el Guénon-Palingenius de los años 1908-1909, un Guénon que consideraba a las religiones como 'desviaciones' (y no como adaptaciones) de la tradición y que, en particular, era hostil a la Iglesia. Más tarde, en 1929, en Autoridad espiritual y poder temporal, haría recaer sobre Felipe el Hermoso toda la responsabilidad del drama templario y exoneraría al Papado, pero ciertamente no pensaba así veinte años antes". 

En la primera parte de este parágrafo el "autor", en su examen superficial de la doctrina expuesta por R. Guénon, simplemente olvida sopesar cuál era la ocasión para la que éste escribió Autoridad espiritual y poder temporal, ocasión que requería asumir una posición explicativa a favor de la supremacía jerárquica de la autoridad espiritual, representada en Occidente por la Iglesia, sobre el poder temporal, de cualquier modo que estuviese representado. Olvida a su vez que la expresión de la "venganza templaria" (de la cual Dante se hizo intérprete en la Divina Comedia en cuanto representante de una organización iniciática), era pronunciada –y esto vale también para la recuperación de la misma por parte de los "altos grados" del Escocismo masónico cosa de la cual parece quejarse el "autor"– en nombre de un "poder" superior ya sea al de la autoridad espiritual exotérica como al del poder temporal. Por otra parte, el mismo pasaje de Autoridad espiritual y poder temporal al que se refiere el "autor", no significa en absoluto, ni aun literalmente, lo que él pretende mostrar, y Guénon –en él– no intenta para nada "hacer recaer sobre Felipe el Hermoso toda la responsabilidad del drama templario exonerando al Papado", sino algo muy diferente, y distinguir, para el Cristianismo, la responsabilidad de los errores de los hombres que componen su organización oficial exterior, de la autoridad de la doctrina tradicional que ellos, con sobrado desconocimiento, representan. En consecuencia es máximamente oportuno considerar aquí qué es lo que efectivamente dice René Guénon [Autorità spirituale e potere temporale, pp. 71-3]: 

"Por motivos que sería demasiado largo exponer aquí [...], consideramos que el punto de partida de la fractura [del mundo occidental con su propia tradición] estuvo caracterizado claramente por la destrucción de la Orden del Temple; recordaremos solamente que esta última constituía de algún modo un enlace entre Oriente y Occidente, y que en el mismo Occidente constituía, por su doble carácter religioso y guerrero, una suerte de mediador entre lo espiritual y lo temporal; antes bien, tal doble carácter hasta se podría interpretar como el signo de una relación más directa con la fuente de los dos poderes. 

"Quizás podría intentarse objetar que esa destrucción, aun cuando querida por el rey de Francia, no obstante fue llevada a cabo de acuerdo con el Papado. La verdad es que ella le fue impuesta al Papado, lo cual es bien distinto; de tal manera, invirtiendo las relaciones normales, el poder temporal comenzó desde entonces a servirse de la autoridad espiritual para sus fines de dominio político. Se dirá también que si la autoridad espiritual se dejaba subyugar hasta tal punto, no era más lo que debía ser y sus representantes ya no tenían plena consciencia de su carácter trascendente; ello es cierto y por lo demás explica y justifica, ya en aquella época, las invectivas a veces violentas de Dante; pero queda el hecho de que, frente al poder temporal, la Iglesia era, no obstante todo, la autoridad espiritual, y el poder temporal recibía de ella su propia legitimidad". 

Estas palabras bastan para ver que el modo como el "autor" percibe el punto de vista de Guénon sobre la relación entre la autoridad espiritual y el poder temporal es como mínimo parcial, o mejor todavía "simplista"; pero puede asumir sin más ni más (e inexplicablemente) las semblanzas de la mala fe34 cuando el texto de Autoridad espiritual y poder temporal prosigue así: "Por consiguiente es necesario distinguir cuidadosamente lo que puede ser una autoridad espiritual en sí misma, en tal o cual momento de su existencia, y sus relaciones con el poder temporal; el segundo problema es independiente del primero, que concierne solamente a aquellos que ejercitan funciones de orden sacerdotal o que estarían normalmente cualificados para desarrollarlas; e incluso si la autoridad espiritual, por culpa de sus representantes, hubiera perdido totalmente el 'espíritu' de su doctrina, el solo hecho de conservar el 'depósito' de la 'letra' y de las formas exteriores, en las cuales tal doctrina está de algún modo contenida, continuaría asegurándole la potencia necesaria y suficiente para ejercitar válidamente su supremacía sobre lo temporal; tal supremacía, en efecto, se halla ínsita en la esencia misma de la autoridad espiritual y le pertenece hasta tanto ella subsista regularmente, por más disminuida que pueda estar: la mínima partícula de espiritualidad será todavía incomparablemente superior a todo aquello que pertenece al orden temporal. 

"De esto resulta que, mientras la autoridad espiritual puede y debe siempre controlar al poder temporal, no puede, al menos exteriormente, ser controlada por nadie; por sorprendente que pueda resultar una afirmación semejante a la mayoría de nuestros contemporáneos, no titubeamos en declarar que ella no es sino una verdad incontestable". 

Pero lo que aclara definitivamente toda la cuestión, y "justifica", en Dante y en aquellos que como él se han servido del mismo, el recurso tradicional a la idea de "venganza templaria" frente a aquellos que debían ser los exponentes humanos de la autoridad espiritual occidental y han faltado a su deber, son las consideraciones que René Guénon introduce con una nota después del inciso "al menos exteriormente" de la última frase citada: 

"Esta reserva concierne al principio supremo de lo espiritual y lo temporal, el cual está más allá de todas las formas particulares, y cuyos representantes directos tienen evidentemente el derecho de control sobre ambas esferas; pero la acción de este principio supremo, en el estado actual del mundo, no se ejercita visiblemente, por lo cual se puede decir que toda autoridad espiritual aparece exteriormente como suprema, aun cuando sea solamente, como la habíamos denominado antes, una autoridad espiritual relativa, e incluso si, como en este caso, ella ha perdido la llave de la forma tradicional de la cual debe asegurar su conservación" [todas las cursivas son nuestras]35. 

La segunda circunstancia de que hablábamos, en la cual se pone en duda la continuidad de las ideas expresadas por René Guénon en el curso de su obra, es aquella indicada por el "autor" con las palabras "un Guénon que consideraba las religiones como 'desviaciones' (y no como adaptaciones) de la tradición y que, en particular, era hostil a la Iglesia". Ya hemos visto qué es lo que cabe pensar realmente de esta última afirmación al tratar poco ha de la "venganza templaria", tema sobre el cual las ideas expuestas por Guénon se hallan en perfecta conformidad con la actitud de Dante, exponente medieval occidental del punto de vista esotérico e iniciático y por lo tanto superior a aquel simplemente exotérico. En cuanto al hecho de que "el autor" señale en las exposiciones de Guénon una discontinuidad de perspectivas acerca del "estatuto" que debe atribuirse a las formas tradicionales meramente religiosas, ya hemos tenido la oportunidad de tratar este tema en el segundo de los artículos dedicados a las "Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon", habiendo constatado entonces una actitud idéntica en M.-F. James, quien la exhibía valiéndose de las mismas palabras del "autor" (en aquel tiempo no podíamos, en ausencia de una indicación explícita, pensar en cualquier parentesco con el "Documento confidencial inédito"). Considerada la importancia de la cuestión, para confutar el error ínsito en esta falsa presunción, al fin de cuentas lo mejor que podemos hacer es repetir lo que decíamos en la nota 17 de tal artículo, incluyendo las conclusiones a las cuales llegábamos, las que servirán igualmente para el caso del "autor". Lo que decíamos entonces es lo que sigue: 

"Con relación a la inflexible continuidad de dirección que caracteriza a todos los escritos de René Guénon, señalaremos aquí un episodio en el que nuevamente se hallan involucradas las ediciones milanesas [Archè] y M.-F. James (Esotérisme et Christianisme autour de René Guénon), pero esta vez a pesar de ellas. A inicios de 1990 este editor publicó un libro póstumo de René Le Forestier, L'Occultisme en France aux XIX et XX Siècles: l'Eglise Gnostique, que lleva, en un apéndice a cargo de E. Mazzolari impregnado de la técnica [de ataque a R. Guénon] que hemos puesto en evidencia, algunas cartas de Palingenius; una de ellas, fechada el 15 de Noviembre de 1910, contiene un parágrafo que juzgamos extremadamente interesante. Luego de haber tratado en pocas palabras del caso de alguien (J. Bricaud) cuya intención era en ese entonces la de 'instituir una nueva religión', Palingenius concluye: 'En lo que nos atañe, no queremos hacer ninguna suerte de innovación, ya que nos vinculamos a una Tradición que es mucho más antigua que todas las religiones y no tiene que plegarse a las exigencias de la mentalidad especial de cada siglo y de cada país'. 

"Ahora bien, este parágrafo (que entre otras cosas descarta, reduciéndolas a pura nada, todas las hipótesis sobre los 'maestros' más o menos conocidos de R. Guénon, con las cuales gustan entretenerse en ciertos ambientes) confuta formalmente también a M.-F. James, la cual, en la p. 73 de su libro, tras haber puesto en evidencia (magnánima concesión la suya...) 'el alto tenor intelectual –irreversible en sus puntos fundamentales (la cursiva es nuestra)– de los primeros artículos' de Guénon, agrega empero en nota: 'Con excepción de su posición relativa a las religiones; estas últimas, primeramente percibidas como 'desviaciones', serán, a partir de la época de su colaboración con 'La France Anti-Maçonnique' (1913-1914), percibidas como 'adaptaciones' de la tradición primordial' [como se ve, la dicción es idéntica a la del 'autor', aun cuando el período en que se sitúa el punto de partida del supuesto 'cambio de posición' de Guénon difiera]. 

"En el parágrafo que citamos de la carta de Guénon, se encuentra en efecto claramente indicado, ya en 1910, que las religiones son una adaptación de la doctrina a la 'mentalidad especial de cada siglo y de cada país', mientras existe una mentalidad (la de R. Guénon, que se vincula a la tradición primordial) para la cual esa adaptación no es necesaria y por lo tanto puede ser considerada una 'disminución' respecto a la integridad original de la doctrina. Los dos puntos de vista no son excluyentes entre sí; simplemente corresponden a dos diversas destinaciones de la doctrina, la segunda más elevada y más pura, la primera menos elevada y menos pura. 

"De modo que, con esta exhumación, que en la intención de sus autores habría debido aportar otro argumento más de duda sobre la obra de René Guénon, se ha terminado al contrario con aclarar todavía más (para quien le hubiera hecho falta) este punto específico. Como siempre sucede cada vez que la mala fe y el prejuicio se topan con la verdad". 

Concluiremos esta tercera sección de nuestro estudio llamando la atención sobre una frase del "Documento" que, cerrando las observaciones del "autor" sobre "La France Anti-Maçonnique" que hemos tratado en la nota 32, hace referencia al director de tal revista, A. Clarin De la Rive: 

"La conexión Guénon-De la Rive tuvo sin duda como intermediario al canónigo Gombault, profesor del Institut Catholique, nativo de Blois, y a quien Guénon debe su conocimiento del tomismo y también buena parte de sus informaciones sobre el espiritismo, las casas encantadas, los fenómenos de hechicería [cursiva nuestra]. Pero esto no hace más que desplazar el problema, que se convierte así en el de las relaciones Guénon-Gombault". 

Volvemos a encontrar aquí la manía postrera del "autor" por la búsqueda de una "explicación historicista" de las fuentes cognoscitivas de René Guénon (a comienzos de su contacto personal con Guénon, la necesidad de aquella era prácticamente inexistente, como él mismo verbalmente afirmaba...), y no es casual que los biógrafos occidentales se hayan arrojado desesperadamente sobre el "personaje" Gombault (especialmente M.-F. James, la cual, aun no compartiendo la idea del "autor" de que un religioso pueda haber establecido un "puente" entre R. Guénon y De la Rive, dedica a éste una decena de páginas de su libro), como si las "informaciones" pudieran dar una razón definitiva y total del conocimiento que, proviniendo de un nivel que se halla en las antípodas del de los "hechos", es el único que puede iluminarlos, colocándolos en el lugar que les compete y aclarando el valor de los mismos. Por lo tanto, siguen siendo los prejuicios occidentales del "autor" aquellos que lo llevaron a descuidar, u olvidar si es que alguna vez captó su sentido, este parágrafo del "Prefacio" de L'Erreur spirite [p. 6 de la actual edición italiana]: 

"Otro punto que no tenemos la intención de tratar acabadamente es el examen de los fenómenos que los espiritistas invocan en apoyo de sus teorías y que otros, pese a admitir igualmente su existencia, interpretan sin embargo de manera totalmente distinta. Diremos lo suficiente como para indicar lo que pensamos, pero la descripción más o menos detallada de tales fenómenos ha sido tan frecuentemente proporcionada por los mismos experimentadores que sería del todo superfluo volver sobre ellos; además, no es esto lo que nos interesa particularmente, y al respecto preferimos señalar la posibilidad de ciertas explicaciones que los experimentadores de que se trata, espiritistas o no, ciertamente ni siquiera sospechan [cursiva nuestra]. Sin duda, conviene notar que, en el espiritismo, las teorías jamás se hallan separadas de la experimentación, y nosotros tampoco queremos separarlas enteramente en nuestra exposición; pero lo que sostenemos es que los fenómenos no proveen más que una base puramente ilusoria a las teorías espiritistas, y también que, sin estas últimas, no nos encontraremos más frente al espiritismo. Por otra parte, esto no nos impide reconocer que, si el espiritismo fuera únicamente teórico, sería mucho menos peligroso de lo que es y no ejercería el mismo atractivo sobre tanta gente; e insistiremos tanto más sobre tal peligro en cuanto que constituye el más apremiante de los motivos que nos han decidido a escribir este libro". 

Ante un pasaje de este género no se puede dejar de percibir cómo el "autor", trayendo a colación a Gombault como "fuente" de Guénon en este campo, no ha comprendido que, aun cuando el religioso no fuera un espiritista (lo cual probablemente deba ser descartado: de todos modos lo que a propósito de él dice M.-F. James no lo deja ver más que como un cientificista aparejado a un exoterista, aunque "teologizante"), los "datos" que pudo haber transmitido a Guénon no tienen ninguna importancia cualitativa superior a la que le proporcionaba "la descripción más o menos detallada de los fenómenos [suministrada] por los mismos experimentadores". Pero la pura y simple lógica no parece ser, ni siquiera en este caso, capaz de vencer el "pensamiento prejuicioso" del "autor", sin hablar del de aquellos otros que posteriormente lo han recogido, ampliándolo y particularizándolo; y pensar que, sin ir más lejos, en el mismo "Prefacio" de L'Erreur spirite, puede encontrarse la explicación de las verdaderas "fuentes" cognoscitivas de René Guénon, expuesta con toda sencillez y claridad: 

"Por otra parte queremos advertir que nuestro punto de vista es muy diferente, en muchos aspectos, del de la mayoría de los autores que han hablado del espiritismo, ya sea para combatirlo como para defenderlo; nosotros nos inspiramos siempre, ante todo, en los datos de la metafísica pura, tal como las doctrinas orientales nos la han hecho conocer; consideramos, en efecto, que hay ciertos errores que solamente así se pueden refutar plenamente, y no colocándose sobre su mismo terreno[...]. Por lo tanto, estamos más convencidos que cualquiera de la necesidad de una dirección doctrinal de la cual no hay que desviarse jamás, y que es la única que permite acercarse impunemente a ciertas cosas. Por otra parte, ya que no queremos cerrar la puerta a ninguna posibilidad, ni levantarnos sino contra lo que sabemos es falso, tal dirección no puede ser, para nosotros, más que de orden metafísico, en el sentido en que, como hemos explicado en otra parte, el término debe ser comprendido. Naturalmente, no por eso una obra como ésta debe ser considerada propiamente metafísica en todas sus partes; pero no tememos afirmar que hay, en su inspiración, más metafísica verdadera que cuanto pueda haber en todo aquello a lo cual los filósofos indebidamente atribuyen tal nombre" [...]. "Lo que queremos decir, es que nosotros estamos constantemente guiados por principios que, para quien los haya comprendido, son de una certeza absoluta y sin los cuales se corre el serio peligro de perderse en los tenebrosos laberintos del 'mundo inferior', algo de lo cual demasiados exploradores temerarios, a pesar de sus títulos científicos o filosóficos, nos han dado el triste ejemplo" [las cursivas son nuestras]. 

A través de estas citas de L'Erreur spirite se puede al menos entrever cuán distinto es el conocimiento, en el sentido legítimo del término, de la "información" (o de la erudición, que es lo mismo), y cómo éste es –de manera exclusiva– apto para inducir también a la defensa de la mentalidad general contra aquella forma de disolución a la cual René Guénon dio el nombre de "neoespiritualismo" (y que ahora se ha atribuido, para disimularse mejor, los nombres más diversos tomados de las pseudo-doctrinas que se blasonan con el título general de "New Age"); se puede ver además cómo el "autor", aliándose al fin con la segunda, atribuyéndole falsamente el título de "fuente" de René Guénon, no ha hecho, en el fondo, sino traicionar su correcto impulso inicial, el cual, en sus mismas palabras, era aquel de profundizar la obra de este último como "lo único que contase".

 
Parte IV
 
NOTAS
27 Esta respuesta se encuentra ahora contenida en Comptes Rendus, pp. 206-207.
28 Por otra parte, cabe preguntarse si las "seguridades" del "autor" en este campo, correspondían a algo que no fuesen sus propias presunciones...
29 Contrariamente a lo que podría parecer, la frase puesta entre comillas que se encuentra en el "Documento", no es de ningún modo de R. Guénon, sino de M. Vâlsan, y se halla en el artículo escrito por este último para el número especial de "Etudes Traditionnelles" dedicado, en 1951, a la muerte de Guénon. De aquí se ve como la suma de dos elucubraciones (porque tales son ambas) puede dar origen a confusiones y falsificaciones casi inextricables, sobre todo cuando estos argumentos sean encarados por un lector que no está al corriente de todos estos manejos...
30 Por otra parte, esta interpretación aberrante sobre los modos de "obrar" de René Guénon en tal materia aquí no hace más que confirmarse y repetirse, ya que en la página precedente el "autor", considerando la hipótesis, absolutamente gratuita, de que haya sido el mismo Guénon quien provocara "a distancia" la propia convocación, en el momento de la formación de la Ordre du Temple Rénové, ya había dicho: "Si se retiene por un instante la hipótesis que acabo de considerar [!], puede uno preguntarse qué habría podido incitar a Guénon a provocar la formación de una organización que a pesar de todo es preciso calificar como pseudo-iniciática [la cursiva es nuestra], después de sus experiencias en las formaciones de Papus". 

¡Palabras en las que resuenan al mismo tiempo la ignorancia efectiva de un incompetente y su pretensión de "juzgar" lo que no conoce, obviamente sin que quien las emite alcance a darse cuenta de las enormidades que estaba engendrando!

31 Esta última frase, que más clara no podría ser, no aparece en La Vie simple de René Guénon (ni está sustituida por puntos suspensivos), y no se puede dejar de ver cómo ella se halla en perfecta antítesis con la monstruosa afirmación del "autor" según la cual "se encuentra –o vuelve a encontrarse [en Guénon]– , en 1928-1929, esa idea de que un Centro espiritual [...] pudiera, a falta de otras vías, manifestarse en este caso a través de procedimientos más o menos análogos a los del espiritismo y de la magia". ¡Como obra de auténtica falsificación es insuperable!
32 De esta última constatación pensamos que vale la pena destacar, entre otros síntomas consonantes esparcidos por todo el "Documento", cómo "el autor", tratando de la colaboración de René Guénon en "La France Anti-Maçonnique" (p. 14 de nuestro ejemplar impreso), juzga que su comportamiento era contradictorio y excéntrico, porque hablaba de esoterismo en un lugar impropio; esta era, en efecto, –dice el "autor"– "una revista, o más bien un periódico, ultracatólico, que tenía como finalidad combatir todos los ocultismos y sociedades secretas [como si las ideas que Guénon expresaba tuvieran algo que ver con estas dos categorías de 'pensamiento'...], leído en las parroquias y sacristías", y el hecho de que Guénon tratara allí de tales argumentos lo deja "perplejo". Olvida, sin embargo, cuál sería en ese entonces el estado intelectual del ambiente en el que Guénon comenzaba a escribir, y cuál sería por consiguiente su objetivo inicial: el de "[...] dar al menos, a quienes sean aptos, [...] la ocasión de desarrollar sus facultades latentes", superando ante todo "la primera dificultad", que era la "de llegar a aquellos que poseen tales cualificaciones y tal vez no suponen mínimamente cuáles son sus posibilidades" [Oriente y Occidente, p. 147]; y éstos podían hallarse, literalmente, dondequiera

En este caso se puede, dada su afinidad con lo que estamos diciendo, rememorar un pasaje de una carta de R. Guénon ya citado en un viejo artículo de P. Nutrizio ["Implicazioni politiche dell'opera di René Guénon?", nº 39 de la "Rivista..."], donde Guénon, hablando con su interlocutor de la propia colaboración concedida a la página "cultural" del diario "Regime fascista" de Cremona decía: "Tal vez no merezca la pena, considerando la mentalidad de la gente, sin embargo podría darse que [las ideas contenidas en mis escritos] casualmente caigan en las manos de alguien capaz de comprenderlas". 

Que muchos lectores de Guénon, aun entre aquellos de hoy, no logren darse cuenta de las verdaderas razones de esta conducta (al fin y al cabo muy simple y cristalina, y sobre todo indisputablemente coherente, del principio al fin, con el poderoso trabajo que Guénon se impuso) podemos llegar a entenderlo –cada cual comprende, de la naturaleza del papel de Guénon, lo que puede– pero que, a fin de cuentas, la comprensión del "autor" resultara tan limitada, para nosotros no puede representar más que el indicio de un proceso de degradación de la voluntad y del intelecto cuyas causas valdría la pena estudiar. 

– Teníamos nuestras dudas sobre la oportunidad de haber vuelto a tocar, y tan largamente, una temática que podría considerarse cerrada con la II sección de este artículo, cuando nos fue comunicado que un opúsculo que acompaña la segunda "videocinta" de una serie de 12, actualmente en distribución con el absurdo título de "El nazismo esotérico", contiene en la p. 8 la siguiente frase: "Los franceses Marquès-Rivière y Guyedon de Roussel, que estaban junto con Rahn en la secta guénoniana de los Polares, se erigen en los más válidos colaboradores de los alemanes en la campaña anti-masónica en Francia". Como se ve, pues, "repetita juvant"... 

– Lo que hemos puesto de relieve sobre el episodio de los "Polares", mientras aclara sin lugar a dudas las finalidades y modos de obrar de Guénon en semejantes circunstancias, tiene a su vez la utilidad, aun cuando sea secundaria, de impugnar una insinuación de M.-F. James, la cual –sin tomarse evidentemente el trabajo de profundizar el argumento apropiadamente– encontró sin embargo la manera de insertar (en la p. 292 de su libro) este parágrafo malévolo sobre tal tema: 

"Por otra parte, en lo concerniente a 'las transmisiones mentales provenientes del Tibet' [?!] los criterios de discernimiento estaban lejos de ser claros en el ánimo de Guénon; prueba de ello es 'el Oráculo de 'Fuerza Astral'' llevado a cabo por el grupo de los 'Polares' y por el cual Guénon se dejó engañar durante un cierto tiempo, a comienzos de los años 30" [la cursiva es nuestra].

33 Evitamos servirnos del término "seudónimos", habitualmente usado en estos casos, recordando que el mismo no puede ser aplicado sin precaución al de René Guénon, quien, en una carta fechada 17 de Junio de 1934, decía a tal propósito: "Todas las veces que me he servido de esta manera de otras firmas, existían razones particulares para hacerlo, y esto no debe ser atribuido a R. G., [por cuanto] semejantes firmas no eran simplemente 'seudónimos' a la manera 'literaria' sino que representaban, por decirlo así, 'entidades' realmente distintas". 

Sobre este aspecto especial de la cuestión, uno de los principales "parásitos" del "Documento Confidencial Inédito", Jean Robin, se obstina de manera particular, con abundancia de hipótesis y de "opiniones", fundadas incluso sobre obras de autores no precisamente confiables. Es inútil decir que, para nosotros, la única fuente realmente competente en tal materia sigue siendo únicamente el mismo René Guénon y cuanto le aconteció decir al respecto a lo largo de su obra; y a este propósito Guénon mantuvo constantemente una actitud de prudente reserva.

34 Decimos "inexplicablemente" porque se trata de una mala fe en cierto sentido hasta masoquista, al menos en lo que atañe a las finalidades perseguidas por el "autor" a lo largo de todo el "Documento", finalidades que en uno de sus aspectos no pueden ser definidas sino como una "defensa" más o menos encubierta del punto de vista particular de los exoteristas occidentales exclusivos.
35 Si alguien objetara que la "venganza" en cuestión no puede ser válidamente invocada en virtud de lo que el mismo Guénon dice de la "acción de este principio supremo", la cual, "en el estado actual del mundo, no se ejercita visiblemente", se le puede contestar que según las mismas palabras que Dante le hace decir a Hugo Capeto en el Purgatorio (XX, 94-96) ella se encuentra escondida y contenida en el arcano del Principio:  O Signor mio, quando sarò io lieto 
A veder la vendetta, che, nascosa, 
Fa dolce l'ira tua nel tuo segreto? 
[¡Oh Señor mío!, ¿cuando tendré el goce 
de advertir la vindicta que, escondida, 
en tu arcano tu ira dulcifica? (Trad. Angel Battistessa, Asociación Dante Alighieri, Buenos Aires) Ndt]. 
Invectiva que, como dice el mismo Guénon en L'Esotérisme de Dante, "contiene, literalmente, el Nekam Adonai de los Kadosch templarios".
 
 
René Guénon
 
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