SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
  [RENE GUENON]
PSICOLOGIA

Capítulo XXVI
LA SENSIBILIDAD III. LAS INCLINACIONES
(resumen mecanografiado)

Las inclinaciones pueden ser contempladas como formas diversas del deseo y del amor. Se podría, aunque no se haga de ordinario, contemplar correlativamente inclinaciones negativas, que serían formas de la aversión y del odio. Hay en esto una dualidad en la cual la atracción y la repulsión se corresponden siempre, y tendremos ocasión de constatarlo en otra parte, más particularmente en lo que concierne a los sentimientos morales.

Esta dualidad que se encuentra en todo el dominio del sentimiento no tiene equivalente en el de la inteligencia. Ella es en el orden psíquico algo análogo a ciertas leyes del mundo físico; por consiguiente, se puede ver en esto una consecuencia de la dependencia más estrecha en la que se encuentra la emotividad respecto del organismo: la fisiología tiene en esto, como lo hemos indicado, una parte mucho mayor que en las operaciones de las facultades intelectuales.

Se divide lo más a menudo las inclinaciones en cuatro clases: inclinaciones personales, altruistas, religiosas e impersonales. Vamos a examinar sucesivamente cada una de estas divisiones y veremos al mismo tiempo lo que vale esta clasificación.

Las inclinaciones personales
Es necesario distinguir estas inclinaciones de las necesidades y también de los apetitos, que han nacido de éstas y entre los cuales se puede citar, por ejemplo, el apetito del bienestar y el apetito que nos lleva a alimentarnos: estos son impulsos generalmente de origen orgánico que han adquirido en nosotros una fuerza independiente.

Las propensiones tienen como base apetitos y son como inclinaciones de orden inferior: en el fondo de la propensión a la gula, además del apetito que nos lleva a alimentarnos, hay también un trabajo de la inteligencia que se ha amparado en cierta manera del apetito y que se desvive en satisfacerlo.

En cuanto a las inclinaciones personales propiamente dichas, distinguimos ordinariamente tantas especies como facultades tenemos. Sin embargo se puede dudar que haya verdaderamente una inclinación que corresponda a la inteligencia: se dice que le corresponde el amor a la verdad, pero se trata de amar la verdad en sí misma y por sí misma: lo cual es una inclinación impersonal y volveremos a hablar de ella más adelante.

Según Rabier, el pretendido amor a la verdad, del que se trata aquí, no es en realidad sino el amor al conocimiento; y, en efecto, si es una inclinación personal, es necesario que sea el deseo de un acrecentamiento de nuestro ser; uno puede también preguntarse si es posible amar el conocimiento por sí mismo, pues si se le contempla de una manera puramente intelectual, no puede vincularse aquí ningún interés sentimental.

En estas condiciones, parece que no se pueda amar el conocimiento sino por las ventajas de orden extra-intelectual que puede aportarnos: lo cual es una inclinación personal que corresponde, si se quiere, a la inteligencia, pero únicamente de una manera indirecta.

A la sensibilidad corresponde un deseo de sentir o de tener emociones, a la voluntad una inclinación hacia la libertad y la potestad. De estas inclinaciones principales resultan todos los amores: amor a la propiedad, amor a la reputación... El amor a la reputación se liga más especialmente con el amor a la potestad y se puede decir otro tanto del amor a la propiedad, que es también en parte una forma y como la extensión del amor a la libertad.

Se puede por otra parte observar a propósito de esto que aquellos que no quieren la libertad individual, son al mismo tiempo, en general, adversarios de la propiedad.

Las inclinaciones altruistas
El conjunto de estas inclinaciones puede resumirse en la palabra simpatía: consisten sobre todo en los dos sentimientos de la benevolencia y de la beneficencia, de los cuales el segundo se explica por el primero. La Rochefoucauld ha sostenido que el fondo de todas nuestras inclinaciones era el amor-propio, entendido en el sentido de amor a sí-mismo, o sea lo que llamamos hoy el egoísmo. Por consiguiente, en esta teoría las inclinaciones altruistas no serían sino inclinaciones personales transformadas: hay en esto exageración, ya que el altruismo, en un sentido al menos, se opone manifiestamente al egoísmo y no podría derivarse de éste.

Sin embargo hay que reconocer que se corre a menudo el peligro de tomar por altruismo verdadero lo que no es en realidad sino una especie de extensión del egoísmo o lo que se podría llamar un egoísmo colectivo, o sea el sentimiento de una solidaridad que se limita exclusivamente a los miembros de cierto grupo natural o artificial, y más o menos extendido: la familia, ciudad, nación, corporación o clase social, asociación de cualquier carácter, etc.
Por lo que se refiere a los sentimientos altruistas propiamente dichos, lo que los hace posible es la imitación: nos ponemos de buena gana y en cierta manera naturalmente en el lugar de nuestros semejantes. Resulta de ello una especie de contagio de sentimientos que es precisamente la simpatía, en el sentido etimológico de esta palabra. La simpatía se explica así en principio por la asociación de ideas y de sentimientos, y puede después reforzarse por la reflexión, que nos permite encontrar razones que justifiquen lo que no era primero más que una tendencia casi instintiva.

Añadiremos que hay tantas especies de inclinaciones altruistas como hay especificaciones posibles de esta tendencia o de esta especie de instinto del que acabamos de hablar. A las inclinaciones altruistas hay que ligar especialmente el amor propiamente dicho y la amistad, y también los sentimientos morales de los que tendremos que hablar a continuación.

Las inclinaciones religiosas
Para hablar con cierto detalle de las inclinaciones religiosas, haría falta primero tratar de definir de manera precisa lo que es la religión y esto nos llevaría demasiado lejos.

Diremos pues simplemente que en la religión entran a la vez elementos de orden intelectual y elementos de orden sentimental. Los primeros constituyen el lado doctrinal de la religión y los segundos, a los que se puede comprender bajo el nombre genérico de sentimiento religioso, constituyen sobre todo su lado social y moral. De lo cual resulta que el sentimiento religioso puede ser vinculado a las inclinaciones altruistas, en razón de este carácter social y moral; si él no puede reducirse completamente a esto, los elementos que escapan a esta reducción no pueden ser otra cosa más que inclinaciones personales, y, en todo caso, no es necesario hacer de las inclinaciones religiosas una clase aparte.

Las inclinaciones impersonales
El amor a lo bello, que se coloca de ordinario entre las inclinaciones impersonales, es en realidad una inclinación personal ya que lo bello no es en el fondo sino lo que nos procura un cierto placer especial que llamamos el placer estético, y el sentimiento que nos empuja a buscar el placer o la felicidad bajo cualquier forma no puede, a pesar de lo que se diga, contemplarse como un sentimiento desinteresado.

El amor al bien es esencialmente un sentimiento moral, es incluso uno de los sentimientos morales fundamentales, uno de los que todos los otros derivan, lo mismo que las diversas ideas morales derivan más o menos directamente de la idea del bien. Por esta razón, debe ser clasificado entre las inclinaciones altruistas y al mismo tiempo se vincula también por una parte a las inclinaciones personales, en la medida en que la idea del bien coincide con la de la felicidad o con la del interés.

En cuanto al amor a lo verdadero, si se entiende por esto el amor al conocimiento, en el sentido que hemos precisado anteriormente, es, como hemos dicho, una inclinación personal.

Si se quisiera hablar del amor a lo verdadero en sí, esto sería una inclinación impersonal, pero es muy dudoso que tal inclinación pueda existir, ya que no se ve cómo lo verdadero, que es esencialmente objeto de comprensión o de intelección pura, podría ser también, bajo una misma relación, objeto de un sentimiento. Hay aquí una confusión entre dos órdenes de hechos, los cuales, aún no estando nunca completamente separados en la conciencia, no deben quedar por ello menos claramente distintos.

No hay pues, propiamente hablando, inclinaciones impersonales; por consiguiente las cuatro clases de inclinaciones que hemos enumerado pueden finalmente reducirse a dos: las inclinaciones personales y las inclinaciones altruistas.  

Traducción: Miguel Angel Aguirre
 
Capítulo XXVII
NOCIONES DE ESTETICA: LO BELLO Y EL ARTE
 
Presentación
René Guénon
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