Hemos
estudiado hasta aquí las facultades de adquisición; vamos a
estudiar ahora la memoria, que es facultad de conservación o de restauración,
y que comprende la reminiscencia, el reconocimiento y la localización
en el pensamiento. La imaginación debe estudiarse inmediatamente después
de la memoria ya que sus invenciones no son otra cosa más que combinaciones
de recuerdos; en cuanto al estudio de la asociación de ideas, constituye
una parte del estudio de la memoria, ya que es mediante la asociación
que son recordados la mayor parte de los recuerdos.
Desde el punto de vista psicológico, no hay que entender por asociación
de ideas o imágenes nada más que el hecho de que una idea o una
imagen recuerda otra en la conciencia; esto resulta de lo que hemos dicho a propósito
de las facultades en general.
Habría sin duda motivo para contemplar asociaciones de sentimientos, pero
se explican de la misma manera que las asociaciones de ideas o de imágenes;
existe además lo que se llama la memoria motriz, que es una organización
muy compleja de recuerdos de movimientos y que depende sobre todo de asociaciones
de ideas o de imágenes y quizás también de asociaciones
de sentimientos.
Aristóteles es el primero que haya hablado de la asociación de
ideas: distingue las asociaciones por contigüidad en el espacio y en el
tiempo, por semejanza y por contraste. Se ha querido reducir la asociación
por contigüidad en el espacio a la asociación por contigüidad
en el tiempo, bajo el pretexto de que para que dos cosas contiguas en el espacio
puedan asociarse, es necesario que hayan sido vistas en el mismo momento o en
dos momentos sucesivos: pero incluso si esto es cierto, hay motivo para mantener
la distinción porque el espacio no se reduce por ello al tiempo, ni la
simultaneidad, orden en el espacio, a la sucesión, orden en el tiempo.
En segundo lugar, se ha pretendido que el contraste no es más que un caso
particular de la semejanza: sin duda no se puede hablar de contraste más
que entre dos cosas que tienen una cierta naturaleza común, pero no es
evidentemente por lo que tienen de común que puede haber contraste entre
ellas. Por otra parte quien dice contraste dice forzosamente desemejante y existe
contradicción en contemplar la desemejanza como un caso particular de
la semejanza.
Hume admite asociaciones por semejanza, por contigüidad en el tiempo y en
el espacio y por causalidad; únicamente tenemos que insistir sobre este último
punto puesto que los otros casos estaban diferenciados por Aristóteles.
La idea de causa no puede jugar un papel en la asociación de ideas más
que en tanto que tiene una existencia psicológica, pero entonces no hace
más que reforzar una asociación por contigüidad que existe
ya, pues, entre causa y efecto, existe necesariamente contigüidad: no hay
pues verdaderamente motivo para distinguir el caso de asociación por
causalidad.
El filósofo escocés Reid distingue dos tipos de causas de asociación,
a saber, en primer lugar, las relaciones fortuitas tales como la contigüidad
en el espacio y en el tiempo, la relación de los signos con las cosas
significadas, etc., y en segundo lugar, las relaciones lógicas de causa
a efecto, de continente a contenido, de principio a consecuencia: no se ve demasiado
qué interés puede tener, para explicar hechos psicológicos,
que las relaciones que existan entre las causas primitivas de esos hechos sean
fortuitas o lógicas. Esta distinción no puede hacerse más
que situándose en un punto de vista que no tiene nada de psicológico;
además, es al menos dudoso que existan relaciones puramente fortuitas:
por ejemplo la relación del signo con la cosa significada, que Reid contempla
como tal, puede sin duda ser el resultado de una convención, pero no existe
ninguna convención que sea completamente arbitraria.
Gran número de psicólogos quieren reducir la asociación
por semejanza a la asociación por contigüidad, haciendo observar
que la semejanza es una identidad parcial: A + C nos recuerda A + B por asociación,
ya que en nuestra conciencia A, que está actualmente contiguo a C, lo
ha estado antes a B. Se puede objetar a esto que cada una de las sensaciones
de las que tenemos claramente conciencia es simple y no se puede descomponer,
aunque por otra parte podamos tener varias a la vez.
Sin duda en nuestra subconsciencia la fusión no se opera entre las múltiples
sensaciones elementales que tienen como resultante una sola sensación
clara y distinta, mas no habría que exagerar el papel que puede jugar
la subconsciencia en el fenómeno de la asociación. Aunque haya
ciertamente asociaciones que se establecen fuera del campo de la conciencia clara
y distinta, se podrían citar por otra parte casos en los que dos sensaciones
que decimos semejantes en cierta medida, son de alguna manera sensaciones dobles,
y otros en los que estados emotivos semejantes son suscitados por sensaciones
muy diferentes, pero que devienen así parcialmente idénticas, si
no en sí mismas, al menos por sus efectos.
Pero estos no son más que casos muy particulares como para permitirnos
generalizar, y no podemos legítimamente inferir de ellos que el caso de
la semejanza se reduzca siempre al caso de la contigüidad.
La semejanza, hemos dicho, es una identidad parcial, es decir una identidad
de ciertos elementos de las dos cosas que se semejan; el contraste se refiere
igualmente
a elementos inherentes a una y a otra de las dos cosas entre las que existe
ese contraste. Es pues fácil comprender la causa de la asociación.
Dos cosas contiguas aún están separadas, pero la asociación
no puede ser posible más que si ha habido un enlace, y enlace supone siempre
fusión o síntesis al menos parcial. Este enlace, dado que no existe
en las cosas, no puede haber sido obrado pues más que por un cierto poder
propio de la conciencia; luego, en definitiva, es esa función sintética
que ya hemos reconocido a la conciencia, la que explica la asociación
de ideas y en consecuencia la memoria, en tanto que ésta es asociación
de ideas.
Ahora bien, si la actividad sintética de la conciencia explica bien el
enlace, el cual explica la asociación y el recuerdo por asociación,
queda por explicar de qué manera este enlace tiene un efecto duradero.
El recuerdo claramente consciente no se explica completamente más que
si se recurre a la memoria subconsciente, una memoria depósito donde
subsisten todos los enlaces operados en el pensamiento por la conciencia.
Por otra parte, no se ve de qué manera podría salir algo completamente
de la conciencia, ni sobre todo cómo volvería a ella; el fenómeno
del reconocimiento en particular sería incomprensible si no se admitiera
la memoria subconsciente.
Nos queda por ver qué parte tiene la fisiología en la asociación
de ideas; en primer lugar parece que el olvido debe explicarse fisiológicamente,
y en efecto se explica por la fatiga, que ella misma no tiene sentido más
que en fisiología. Observemos por otra parte que según lo que acabamos
de decir, no puede tratarse más que de un olvido relativo, en el sentido
de un paso de la conciencia clara y distinta a la subconsciente. Pero las funciones
del sistema nervioso no explican únicamente el olvido, pueden concurrir
en cierta medida a explicar la asociación de ideas: no hay duda de que
a todas las excitaciones simultáneas o contiguas en el tiempo, del sistema
nervioso, no correspondan enlaces de movimientos cuya reproducción posterior
vendrá facilitada por cambios moleculares de los elementos nerviosos,
de tal manera que si un cierto estado cerebral se reproduce en parte bajo la
influencia de un estimulante exterior, o incluso de una causa interior cualquiera,
el resto de este estado debe tender a regenerarse igualmente. De igual modo,
todo estímulo de un estado parcialmente semejante a otro debe tender
a regenerar a este otro por completo.
Así pues hemos de admitir la existencia de ciertas condiciones fisiológicas
de la asociación por contigüidad y de la asociación por semejanza,
pero no hay que olvidar que ningún movimiento puede engendrar él
mismo, ni por primera vez, ni posteriormente, un pensamiento o un estado de conciencia
cualquiera, y que lo fisiológico no puede ser a lo sumo más que
una causa ocasional de lo psíquico.
En suma, la asociación de ideas debe explicarse simultáneamente
por dos actividades concurrentes: por una parte, la de la conciencia que opera
síntesis y que conserva el recuerdo de manera permanente en su parte más
o menos oscura, que llamamos el subconsciente, y por otra, la actividad cerebral
bajo la forma de organización de reflejos y de lo que puede llamarse la
memoria orgánica, es decir la persistencia de las modificaciones moleculares
que deja todo estímulo.
Pero debe quedar claro que la actividad de la conciencia explica ella sola
el hecho psicológico considerado en sí mismo; la explicación
fisiológica no da cuenta más que de las condiciones orgánicas
de este hecho, y si ella tiene aquí más importancia que la que
posee respecto a otros hechos psicológicos, es porque la memoria es más
dependiente del organismo que los hechos intelectuales de un orden más
elevado.
Traducción:
Miguel Angel Aguirre |