SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

EL REY-SACERDOTE QUETZALCÓATL
Y LA REBELIÓN DE LOS GUERREROS

MIREIA VALLS



Códice Durán.
Mucho se ha escrito acerca de Quetzalcóatl, deidad archipresente en los panteones de todos los pueblos mesoamericanos, con funciones espirituales altísimas además de ser el héroe fundacional para muchos de ellos. Es sabido que en la antigua cultura de Teotihuacán, la deidad Suprema, cuyo atributo era la serpiente emplumada, estaba relacionada tanto con el dios de la lluvia Tlaloc como con Quetzalcóatl. Luego en Tollan –Tula–, capital de los toltecas y centro sagrado importantísimo cuyo nombre se vincula con la Tula hiperbórea, Quetzalcóatl era el dios más elevado, transmisor de la Sabiduría y de todas las artes y las ciencias. Es aquí en Tollan donde el mítico rey-sacerdote Topiltzin, también apelado Ce Acatl Quetzalcóatl, adoptará las funciones de esa deidad tutelar dirigiendo al colegio sacerdotal hasta ser expulsado juntamente con sus seguidores por las malas artes de Tezcatlipoca y sus acólitos. Sobre este hecho que nos parece muy significativo, volveremos enseguida.

Prosiguiendo con la huella del dios Quetzalcóatl, entre todos los pueblos nahuas, o sea para los tepanecas, acolhuas o chichimecas, chinampanecas, chalcas, tlalhuicas, tlatepozcas y aztecas, etc., la deidad dejó de ser el Ser Supremo y el dominio celeste nocturno se repartió con Tezcatlipoca. Este último, dios de la oscuridad, se transformó en un momento dado en la estrella polar, y según otros mitos en la constelación de la Osa Mayor, pasando a conformar juntamente con Tezcatlanexia, su faz clara, o sea el “espejo que hace aparecer las cosas”

… una pareja de títulos atribuidos a Ometéotl, en cuanto a su actividad diurna y nocturna, como dos aspectos polarizados pero no separados del principio dual supremo. Después, por un primer desdoblamiento aparecen los cuatro Tezcatlipocas como hijos de Ometéotl, que ocuparán las cuatro direcciones del espacio horizontal, o acaecer temporal del universo, cooperando para crear el mundo en el que posteriormente empezará la lucha, por la supremacía del poderío.

Miguel León Portilla en su Filosofía Náhuatl lo dice así:

Identificándose muy pronto el Tezcatlipoca rojo con el lugar del oriente, Tlalpalan la región del color rojo; Tezcatlipoca negro con la noche y la región de los muertos, situada en el norte; Quetzalcoatl, noche y viento con el oeste, la región de la fecundidad y la vida y por fin el Tezcatlipoca azul –personalizado por el Huitzilopochtli azteca en Tecnochtitlán ligado con el sur, la región que se halla a la izquierda del sol.1

Se advierte aquí con claridad que Quetzalcóatl, al ser desplazado por Tezcatlipoca, pasa a ser una deidad secundaria, vinculada ahora no con el polo sino con uno de los puntos cardinales, y aunque no dejará de ejercer sus influencias y altas funciones entre numerosos pueblos de América a través de su casta sacerdotal, no tendrá el mismo reconocimiento que en los tiempos más arcaicos. Las palabras de Federico González nos siguen aportando luz acerca de este hecho muy poco destacado de la preponderancia de Tezcatlipoca sobre Quetzalcóatl a partir de un momento dado, acontecimiento que está revelando la rebelión de la casta guerrera contra la sacerdotal en las culturas mesoamericanas en consonancia con lo sucedido en otras partes del mundo, siendo la tradición hindú la que ha escrito más abierta y ampliamente acerca de este tema fundamental relacionado con el alejamiento que se produce respecto del Principio espiritual a medida que avanza la caída del ciclo cósmico, y las consecuentes luchas de la casta guerrera contra la sacerdotal por detentar el poder espiritual y temporal, usurpación que acarreará posteriormente enfrentamientos continuados entre los pueblos –incluidos todos estos del mosaico mesoamericano– que verán cada vez más mellado su esplendor, hasta que la llegada de los españoles viene a poner fin a muchas de aquellas culturas y las aboca a un mundo moderno gobernado por ignorantes que nada recuerdan de los Principios espirituales ni de la sabiduría eterna, cuestión que actualmente afecta a todo el planeta. Según apunta Federico González, los símbolos de esa primera usurpación quedaron fijados en el cielo:

Es interesante señalar que la Osa Mayor (constelación de siete estrellas y encarnación de Tezcatlipoca) simboliza también entre los druidas el poder temporal y la casta guerrera; y se convierte en constelación polar sustituta desde la rebelión de los representantes del poder guerrero contra la supremacía de la autoridad espiritual.2

Pero dejemos que sea el mito sobre el rey-sacerdote de Tula –Tollan–, investido de todas las cualidades y funciones del dios Quetzalcóatl –o sea su viva encarnación en la tierra–, el que nos vaya develando estas ideas. Seguiremos el hilo de su historia mítica a través de dos fuentes, y para no interrumpir la fuerza del relato, sólo introduciremos algunas notas que inciden en la idea de esa usurpación y posterior poderío de los guerreros en detrimento de los sacerdotes, a la que seguirá la desaparición de la entidad llamada Quetzalcóatl, no sin dejar de anunciar su retorno.

En los Anales de Cuauhtitlán3 se narra como en el año 1 acatl nació este ser extraordinario, concebido de forma prodigiosa al tragar su madre Chimanan una esmeralda basta, un chalchihuitl.4 Recibió el nombre de Topiltzin y también de Ce Acatl Quetzalcóatl, y sin aportar más datos sobre su infancia y juventud, reaparece ya adulto como sacerdote en Tollantzinco, “donde duró cuatro años y fabricó su tienda o casa de tablas verdes, que era su casa de ayunos”. Tras un peregrinaje llega a Tollan, donde además de convertirse en su sacerdote también es nombrado rey. Así, pues, en él se aunó el poder espiritual y el temporal que ejerció otorgando una constante preeminencia a la contemplación sobre la acción; por eso se dice que “no se mostraba públicamente: estaba dentro de un aposento muy obscuro y custodiado”, el más interior y oculto, donde hacía sus ayunos e invocaciones a todas las deidades,

oraba dentro del cielo e invocaba a Citlalyncue, a Citlallatónac, a Tonacacíhuatl, Tonacateuctli, Tecolliquenqui, a Yeztlaquenqui, a Tlallamánac y a Tlallíchcatl. Daba voces, según sabían en el Ommeyocan (lugar de dos), que está sobre los nueve cielos. Sabían también que invocaba y rogaba a los que ahí moraban, que habían vivido triste y cuerdamente.5

En su morada,

edificó cuatro aposentos, el uno de tablas verdes, otro de corales, otro de caracoles y otro de plumas de quetzalli, donde oraba y hacía penitencia y pasaba sus ayunos. Aún a media noche bajaba a la acequia, donde se llama Atecpanamochco. Se componía sus espinas en lo alto de Xicócotl, en Huítzcoc, en Tzíncoc y también en Nonohualcatépec. Hacía de piedras preciosas sus espinas y de quetzalli sus acxoyatl (ramos de laurel). Sahumaba las turquesas, las esmeraldas y los corales, y su ofrenda era de culebras, pájaros y mariposas, que sacrificaba.6

Toda suerte de maravillas se cuentan acerca de este ser que a lo largo de su vida halló grandes tesoros de oro, plata y piedras preciosas, que fue además descubridor del cacao de cuatro colores y del algodón listado, hacedor de loza fina y constructor que comenzó a edificar su templo con columnas en forma de culebra, aunque no tuvo tiempo para engrandecerlo. En otros textos, como el capítulo primero de Historia de las Indias de Nueva España de fray Diego Durán –en el que recoge los testimonios de diversos informantes indígenas–, este cronista revela que Topiltzin era apodado el “Papa”, por su gran sabiduría, y que a sus seguidores se los conocía como los “toltecas”, “los oficiales y sabios en algún arte” y también como “los hijos del sol”, los cuales iban predicando y orando por los montes, los valles y los pueblos, edificando altares y edificios, pues eran canteros expertos que entallaban imágenes en piedra y obraban milagros que admiraban a las multitudes que los seguían.7

También hacían cosas por sus manos heroicas, que hoy en día me ha acontecido preguntar. “¿Quién hizo esta abertura en este cerro?” o “¿Quién abrió esta fuente, quién descubrió esta cueva, o quién hizo este edificio?” Responden que los tultecas, discípulos del Papa.8

Su labor culturizadora incluía igualmente el dar nombre a todos los lugares y accidentes geográficos, la enseñanza de los ritos con los que se sacralizaba el tiempo y el espacio, además de las celebraciones, oraciones e invocaciones a las deidades y los sacrificios con animales, esmeraldas y turquesas; y como hemos dicho anteriormente, “el edificar templos y altares, y el poner ídolos en ellos, el ayunar y andar desnudos y dormir por los suelos, subir a los montes y predicar allí su ley, el besar la tierra y comerla con los dedos, y el tañer bocinas o caracoles, y flautillas en las solemnidades, etc. etc.”.9 Pero muchas de estas enseñanzas del “padre de los hijos de las nubes”10 no fueron comprendidas ni aceptadas por igual entre las gentes de Tula,11 ni posteriormente entre los pueblos del área de influencia de dicha ciudad, y pronto cayó sobre él y los suyos gran recelo y rechazo. Así lo relata Durán:

Contra Topiltzin y contra sus discípulos se levantó gran persecución, que oí certificar que se levantó guerra contra ellos, porque el número de gente que había tomado aquella ley, era mucha, y los que seguían la predicación de este santo varón y de sus discípulos.

El caudillo de esta persecución, según dicen, fue Tezcatlipoca, el cual, fingiendo ser bajado del cielo para aquel efecto, fingía también hacer milagros, juntando discípulos y gente maligna para molestar a aquellos varones de buena vida y desterrallos de la tierra, no dejándolos hacer asiento en pueblo ninguno, trayéndolos de acá para allá, hasta que vino a hacer asiento en Tula, donde reposó por algún tiempo y años, hasta que allí los volvieron a perseguir. De suerte, que ya cansados de tanta persecución, se determinaron a dar lugar a la ira de sus perseguidores e irse.12

A partir de aquí cuenta el mito que Tezcatlipoca y sus secuaces Ihuimécatl y Toltécatl, que en los Anales de Cuauhtitlán son tratados como demonios o hechiceros, idearán una serie de argucias para conseguir expulsar a Topiltzin y sus discípulos de Tula, alegando que todos ellos se negaban a realizar sacrificios humanos y que no querían abandonar sus antiguas tradiciones. Decía Tezcatlipoca:

“Es preciso que deje su pueblo, donde nosotros hemos de vivir”. Y añadieron: “Hagamos pulque; se lo daremos a beber, para hacerle perder el tino y que ya no haga penitencia”. Luego habló Tezcatlipoca: “Yo digo que vayamos a darle su cuerpo”.13

Entonces Tezcatlipoca se dirige a los aposentos retirados de Topiltzin llevando un espejo de un jeme con la intención de que el rey se mire en él y viendo su cuerpo, se “conozca”;14 y Topiltzin, asustado al ver su aspecto, dice que jamás saldrá de sus aposentos; pero Ihuimécatl, el siguiente embaucador, hace que se presente ante el rey el brujo del coyote, que le preparará unos aderezos con los que ataviarse y presentarse ante sus vasallos: una insignia de pluma de Quetzalcóatl, una máscara verde, los labios pintados de rojo, unos grandes colmillos y una barba de plumas. Con esta indumentaria, lo ponen de nuevo delante del espejo, y muy contento por su apariencia, Topiltzin decide salir de sus retiros.15 Aparece ahora en escena Toltécatl, el cual prepara un banquete en el que no falta pulque con el que pretenden embriagarlo, y lo consiguen; bajo los efectos de esta substancia, pervierten al rey de tal manera que abandonando sus ayunos y penitencias les pide incluso que le traigan ante su presencia a su hermana mayor Quetzalpétlatel, con la que tiene trato. Al día siguiente, advirtiendo las trampas en las que ha caído, se entristece, llora amargamente, entona cantos de lamento y finalmente al reconocerse desautorizado y rechazado decide marcharse con los suyos.

“Voy a dejar el pueblo. Me voy. Mandad que hagan una caja de piedra”. Prontamente labraron una caja de piedra. Y cuando se acabó de labrarla, acostaron allí a Quetzalcóatl. Solo cuatro días estuvo en la caja de piedra. Cuando no se sintió bien de salud, dijo a sus pajes: “Basta, abuelo y paje; vámonos. Cerrad por todas partes y esconded las riquezas y cosas placenteras que hemos descubierto y todos nuestros bienes”.16

Durán relata de este modo la partida del rey, que antes de marcharse habrá profetizado el fin su civilización:

Topiltzin mandó juntar al pueblo de Tula, o toda la gente de él, y agradeciéndoles el hospedaje que le habían hecho, se despidió de ellos. Y preguntándoles los de Tula la causa de su ida como pesándoles de verlo ir, les respondió que la causa eran las persecuciones de aquella malvada gente, y haciéndoles una larga plática, les profetizó la venida de gente extraña, que de la parte oriente aportarían a esta tierra, con un traje extraño y de distintos colores, vestidos de pies a cabeza, y con coberturas en las cabezas, y que aquel castigo les había de enviar Dios, en pago del mal tratamiento que le habían hecho y la afrenta que le echaban. Con el cual castigo, chicos y grandes perecerían, no pudiendo escaparse de sus manos de aquellos hijos; que habían de venir a destruirlos, aunque se metiesen en cuevas y en las cavernas de la tierra, y que de allí los sacarían y allí los irían a perseguir y matar estas gentes.

Luego pintaron en sus escrituras aquestas gentes que el Papa les profetizaba, para tener memoria de ellas y esperar el suceso, como después lo vieron cumplido en la venida de los españoles.17

También les dijo que la venida de aquellas gentes no la verían ellos, ni sus hijos ni sus nietos, sino su cuarta o quinta generación: “Estos han de ser vuestros señores, y a éstos habéis de servir y os han de maltratar y echar de vuestras tierras, como vosotros lo habéis hecho conmigo”. Y volviéndose a sus discípulos, y otra mucha gente que lo seguía llorando, les dijo: “Ea, hermanos: salgamos de donde no nos quieren, y vámonos donde tengamos más descanso”.18


Códice Durán.
Topiltzin, conmovido en lo más profundo de su ser, emprende la marcha y aquí son varias las versiones de su desaparición. Unos dicen que llegó al mar y que con su sola palabra “abrió allí un gran monte, y se metió por allí. Otros dicen que echó el manto encima de la mar y que hizo una señal con la mano encima y que se sentó encima de él, y sentado empezó a caminar por el agua y nunca más lo vieron”. Aún otros indios interrogados por Durán le llegan a relatar la misma gesta de Moisés abriendo las aguas con su báculo y haciendo pasar a los suyos a pie enjuto mientras sus perseguidores perecían, pero atribuyendo tal hazaña a Topiltzin y sus discípulos, lo que le da argumentos a nuestro cronista para defender la ascendencia judía de estos sacerdotes llegados no se sabe cómo a estas tierras, y que tras transmitir las altas enseñanzas espirituales de que eran depositarios y todas las ciencias y las artes, desaparecen ahora de forma súbita al ser desplazados por el poderío de los guerreros. También sus aspectos le recuerdan el de los sacerdotes judíos:

Andaban los discípulos de este santo varón con unas hopas largas hasta los pies; traían en sus cabezas coberturas de paños o bonetes, lo cual quisieron pintar los indios cuando, por poner las tocas o bonetes, que traían, pintaron caracoles. También eran las hopas de diversos colores.19

Al que agregamos este curioso hecho, contado por un informante indígena de Durán:

También me dijo un indio viejo que, pasando el Papa por Ocuituco les había dejado un libro grande, de cuatro dedos de alto, de unas letras. Y yo, movido con deseo de ver este libro, fui a Ocuituco y rogué a los indios, con toda la humildad del mundo, que me lo mostrasen. Y me juraron que habrá seis años que lo quemaron, porque no acertaban a leer la letra, ni era como la nuestra, y que temiendo no les causase algún mal, le quemaron. Lo cual me dio pena, porque quizá nos diera satisfacción de nuestra duda, que podría ser el sagrado evangelio en lengua hebrea, lo cual no poco reprendí a los que lo mandaron quemar.20

Finalmente, este rey-sacerdote hecho uno con el dios Quetzalcóatl, se dirigió hacia el este y se autosacrificó, el mismo año que nació –1 acatl–, o sea 52 años después, al cumplirse un ciclo completo de Venus, que es el astro en el que se convirtió tras su muerte y resurrección:21

… habiendo llegado a la orilla celeste del agua divina (a la costa del mar), se paró, lloró, cogió sus arreos, aderezó su insignia de plumas y su máscara verde, etc. Luego que se atavió, él mismo se prendió fuego y se quemó: por eso se llama el quemadero ahí donde fue Quetzalcoatl a quemarse. Se dice que cuando ardió, al punto se encumbraron sus cenizas, y que aparecieron a verlas todas las aves preciosas, que se remontan y visitan el cielo: el tlauhquéchol, el xiuhtótotl, el tzinizcan, los papagayos tozneneme, allome, y cochome y tantos otros pájaros lindos. Al acabarse sus cenizas al momento vieron encumbrarse el corazón de Quetzalcoatl. Según sabían, fue al cielo y entró en el cielo. Decían los viejos que se convirtió en la estrella que al alba sale; así como dicen que apareció, cuando murió Quetzalcoatl, a quien por eso nombraban el Señor del alba (tlahuizcalpanteuctli). Decían que cuando él murió, sólo cuatro días no apareció, porque entonces fue a morar entre los muertos (mictlan); y que también en cuatro días se proveyó de flechas: por lo cual a los ocho días apareció la gran estrella (el lucero) que llamaban Quetzalcoatl. Y añadían que entonces se entronizó como Señor.22

Así desapareció, con la promesa de que volvería con sus hijos, juramento cumplido en el mundo de las ideas donde los dioses renacen constantemente cuando son invocados, si bien lo que sucedió en el plano histórico fue algo muy paradójico.

Y así, estos indios como tenían la profecía de tan atrás de la venida de las extrañas gentes, siempre estuvieron con aviso, y así, cuando le llegó la nueva a Motecuhzoma de su llegada al puerto de San Juan de Ulúa, o al de Coatzacualco, sabida la orden de su traje y manera, hizo revolver sus pinturas y libros y conoció ser los hijos de Topiltzin, los cuales le habían dejado anunciada su venida, y así los envió luego aquel presente de joyas y plumas, oro y piedras de mucho valor. Y temiendo lo que le vino, le envió a rogar se volviese, que no quería le llegase a ver, teniendo en su profecía que no le venían a hacer bien alguno, sino mal y daño.23

Y todo esto no son ensoñaciones, o cuentos para niños, sino profundas revelaciones depositadas en los mitos y profecías de unos hombres sabios, sacerdotes de Quetzalcoatl, cuya autoridad les fue usurpada por guerreros más interesados en el poder temporal y terrenal que en el espiritual. De allí en adelante, fueron constantes las luchas entre los pueblos de aquella región de Mesoamérica, de manera que cuando llegaron los españoles se encontraron con unas sociedades desangradas por las guerras y las continuas batallas. Desde el punto de vista simbólico, los conquistadores actuaron como agentes de la deidad –la inmensa mayoría de ellos, inconscientes del sentido último de su “gesta”– para poner fin a un ciclo histórico e inaugurar la era del predominio de una casta inferior en la jerarquía tradicional, la de los comerciantes y artesanos. Tras la debacle que supuso la conquista, comenzó un periodo relativamente floreciente en la Nueva España y en otras partes de América de la mano de las actividades de intercambio mercantil entre el Nuevo y el Viejo Mundo, encabezadas por seres humanos inclinados a las transacciones, aunque movidos por intereses cada vez más particulares y egoístas; una mezquindad que ha abocado al mundo a una situación en la que ahora gobierna el dios dinero administrado por hordas de parias ignorantes que no pertenecen a ninguna de las castas tradicionales.24

Así pues, desde el punto de vista cíclico de la existencia, la llegada de los conquistadores españoles formaba parte de una gran obra de teatro orquestada por la deidad –que continuará desarrollándose en múltiples escenarios hasta el fin de los tiempos–, por lo que puede decirse que fueron actores enviados por Quetzalcóatl con el fin de acercar el fin del ciclo de nuestra humanidad, o sea de darle cumplimiento, ciclo que se cerrará con el auténtico retorno de Quetzalcóatl, Hermes, Jesús o Elías, nombres todos ellos de una misma entidad, para dar nacimiento a una nueva humanidad.

Y aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre que vendrá sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.25

NOTAS
1 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Tezcatlipoca. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2 Ibíd. Y a continuación añade: “Las primeras manifestaciones de esta rebelión, en efecto, se remontan más lejos que el comienzo del Kali Yuga, en el período Atlante”. Ver René Guénon: El Jabalí y la Osa, cap. XXIV de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
3 Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y leyenda de los Soles. Traducción directa del náhuatl por Primo Feliciano Velázquez. Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, México, 1975.
4 Nótese esta concepción extraordinaria, análoga a la de muchos otros seres de los que se quiere destacar una ascendencia suprahumana y divina, tal el caso de Jesús, con el que Topiltzin tendrá muchos puntos en común que el lector atento puede ir descubriendo. Por otra parte, en este caso Chimanan es fecundada por una esmeralda, piedra que da nombre a la Tabla Esmeralda, tablilla en la que están grabadas las enseñanzas de Hermes Trismegisto a modo de síntesis, entidad análoga al dios Quetzalcóatl. Ver en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos la entrada diccionario-tabla-esmeralda.
5 Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y leyenda de los Soles, op. cit.
6 Ibíd.
7 Por todas estas funciones, se ve que Topiltzin y sus discípulos pertenecían a la casta sacerdotal y estaban totalmente entregados a la oración y el culto a los dioses, además de ser los depositarios de los conocimientos cosmogónicos y metafísicos que transmitían a los que se acercaban a recibirlos.
8 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Edición Paleográfica del Manuscrito autógrafo de Madrid, con introducción y notas y vocabularios de palabras indígenas y arcaicas. La prepara y da a luz: Ángel Mª Garibay K., Editorial Porrúa, México, 1967. El capítulo donde se habla de Topiltzin pertenece a: tomo I, sección primera “De los dioses y las Fiestas”, capítulo primero: “De quién se sospecha que fue un gran varón que hubo en esta tierra, llamado Topiltzin y, por otro nombre, Papa, a quien los Mexicanos llamaron Hueymac. Residió en Tula”.
9 Ibíd.
10 Es muy curiosa esta denominación de los discípulos de Topiltzin como “hijos de las nubes”, siendo él “su padre”, por cuanto dicha simbólica de la nube aparece reiteradamente en la Biblia relacionada con la Gloria del Señor que envuelve a sus sacerdotes o a aquellos con los que establece una comunicación directa. Por ejemplo: “El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche”, Ex. 13:21-22; “Entonces nosotros, los que estemos vivos y permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre”, 1 Tesalonicenses 4:17; “Sucedió, sin embargo, que cuando la congregación se había juntado contra Moisés y Aarón, se volvieron hacia la tienda de reunión, y he aquí, la nube la cubría y la Gloria del Señor apareció”, Números 16:42; “Entonces Salomón dijo: el Señor ha dicho que él moraría en la densa nube”, 1 Reyes 8:12.
11 En el artículo que Marc García escribe en este mismo número de la revista, estudia las luchas y batallas que se desencadenaron entre los pueblos de esa área mesoamericana a partir del momento en que la casta guerrera usurpa el poder a la sacerdotal: relación-texcoco
12 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, op. cit.
13 Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y leyenda de los Soles, ibíd.
14 Este pasaje nos recuerda el de los Titanes de la tradición griega que dan varios juguetes a Dioniso, entre ellos un espejo, para que se distraiga y así poder prenderlo y matarlo. Por otra parte, para la simbólica del espejo, consultar en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos la entrada con este nombre diccionario-espejo
15 Hay aquí toda una escenografía muy teatral, en la que Topiltzin disfrazado con su máscara y otros elementos, nos recuerda de nuevo al dios del teatro y las persecuciones que sufre por parte de aquellos que quieren acabar con él, los que incluso utilizarán una bebida espirituosa, el pulque, análoga al vino, para emborracharlo y pervertirlo. Por otra parte, es también significativo que en todo este pasaje aparece la simbólica del cuerpo y del vino, vinculados con la eucaristía cristiana previa al sacrificio de Jesús.
16 Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y leyenda de los Soles, ibíd.
17 Podemos hacer una lectura literal de este pasaje, que ve en la venida de los españoles la venganza de Topiltzin-Quetzalcoatl por la afrenta recibida; y de hecho así sucedió, tal cual estaba registrado en algunos códices que conocían los dirigentes de aquellos pueblos, de ahí la congoja de Moctezuma II cuando supo que esos seres venidos de oriente y con vestiduras de colores habían llegado a sus tierras, los cuales acabaron con esas grandes civilizaciones con sus múltiples acciones cruentas, las enfermedades que trajeron y otras barbaridades fruto de la conquista y la ocupación. Esta lectura, que no puede negarse, se incluye sin embargo en otra mucho más universal y vinculada con la ley cíclica a la que nos referiremos al final de este artículo, la que permite trascender esta interpretación dual, moral y religiosa, que hace ver todos estos acontecimientos en términos de opresores y oprimidos, aprovechados y engañados, o buenos y malos, que son las valorizaciones por sí o por no de una mentalidad profana y desconocedora de las leyes de la manifestación universal.
18 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, ibíd.
19 Ibíd.
20 Ibíd.
21 La llegada de los españoles a Nueva España se produce en 1519, un año que vuelve a ser 1 acatl, ¿coincidencia?
22 Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y leyenda de los Soles, ibíd.
23 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, ibíd.
24 Hemos usado en este trabajo el nombre “casta” en el sentido que le da la tradición hindú, es decir el de grupos de seres humanos cuya naturaleza e idiosincrasia les dota de unas determinadas inclinaciones y les hace aptos para cumplir unas u otras funciones en una sociedad tradicional, desempeños con los que cumplen su destino; nada que ver con la idea de clase social o grupo de poder económico-político.
25 Mt 24, 30.
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