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Ante todo queremos destacar la calidad de este trabajo colectivo del cual no valoramos sólo la oportunidad que se nos brinda de comprobar la permanente actualidad y vigencia de algunos aspectos fundamentales de la doctrina tradicional sino que además es de destacar el esfuerzo realizado por la mayoría de los autores por realizar una crítica constructiva del "estado actual de las cosas" si así pudiera decirse. Hay, en general, una voluntad manifiesta de encontrar, como dice P. Laurant, "las posibilidades de aplicación" de los principios metafísicos en el orden social actual, llegándose a interesantes conclusiones por lo que remitimos al lector a los textos originales pues no es el propósito de estas líneas hacer una exposición detallada de ellos, lo que además de arduo sería en cierta manera negligente pues nos ha parecido que es importante tener en cuenta tanto el contexto en el cual se desarrollan ciertas ideas de tipo político como los argumentos expuestos, acerca de los cuales no queremos entrar pues quedan fuera del punto de vista simbólico que es lo que aquí propiamente nos interesa destacar. 

Siendo así, no obstante, el Sr. R. Goffin advierte en su intervención, y en nombre de los ponentes, que no intentan erigirse como políticos o ideólogos de la ciudad fabricando sistemas a partir de un a priori o de pseudo-principios lo cual es característico, nos permitimos agregar, del quehacer actual de, en general, políticos y arquitectos modernos. 

Hemos dicho arquitectos aunque ninguno de los escritos atiende al complejo problema de la ciudad "física", de la estructura urbana que crece por adición y no por juxtaposición orgánica como cabría desear en la práctica totalidad del mundo moderno. No es ésta una consideración tan periférica como pudiera parecer pues una "ciudad tradicional" lo es tanto por su estructura social como por su estructura urbana pues ésta cumple la función de soporte "físico", función que, dicho sea de paso, le es conferida en virtud del rito fundacional, lo que da fe además de su adecuación a los principios metafísicos. Y este es también un aspecto importante (diríase que propiamente fundamental) que no pasó inadvertido por Guénon, porque está en la raíz misma de la "idea" de ciudad: es el rito quien otorga validez al orden. Siempre el urbanismo fue una cuestión política (utilizamos aquí estos términos en su sentido más noble), aunque obsérvese como en la actualidad es precisamente al revés: es la política vulgar que se sustenta en el urbanismo vulgar de tal manera que los arquitectos y urbanistas modernos llegan a tener más "poder" que los políticos. 

R. Goffin se muestra, no obstante, del todo escéptico por lo que concierne a "las posibilidades de aplicación" de las fuentes tradicionales en la sociedad actual (de la misma opinión son J. Hani y J. Tourniac aunque algo más optimistas) habida cuenta de la "subversión", como lo llama J. Hani, del arte y ciencia contemporáneas. Se sostiene sin embargo, que lo que no es posible a nivel colectivo sí lo es a nivel individual, que es lo mismo que decir que la (re)construcción de una ciudad tradicional, que no ideal ni utópica, pasa por un verdadero cambio interno, de dentro hacia afuera, pues lo exterior no puede -y en cierta manera no debe- ordenarse sin una imprescindible "actitud" interna que atienda a lo no-personal. Los autores citados coinciden en expresar esto utilizando la frase bíblica regnum Dei intra vos est. Ciertamente sería, a nuestro parecer, la única manera de atender a un cambio profundo de la polis actual: de lo individual a lo universal pasando por lo general en donde se encuadraba precisamente la estructura social como "forma" límite o gozne, que es lo mismo que decir simbólica, entre los principios trascendentes y la concreción física o corporal. Echamos en falta, no obstante, que por lo que se refiere a las vías por las cuales este cambio interno puede ser "efectivizado", ninguno de los autores se refiera a la tradición hermético-alquímica, tradición esotérica y occidental por antonomasia y que constituye, podríamos decir y utilizando una expresión de R. Goffin, nuestra verdadera forma mentis. Decimos esto apoyándonos en el mismo Guénon cuando en La Grande Triade, cap. XIX pone en relación Azufre-Mercurio-Sal con regnum Dei intra vos est. La doctrina tradicional no adopta necesariamente, como es sabido, una forma religiosa para ser igualmente efectiva. 

También en relación a esto último nos parece al menos curioso, como lo es por otra parte el que en toda la obra que comentamos no aparezca sustancialmente la palabra símbolo, el hecho de que ninguno de los autores que intervienen en las Journées haya hecho referencia a un aspecto que, desde nuestro punto de vista, es de capital importancia y que establece una relación fundamental con la tradición hermética. Nos referimos al hecho de que Guénon pone en relación autoridad espiritual y poder temporal con, respectivamente, "grandes misterios" y "pequeños misterios" (Autorité spirituelle et pouvoir temporel, cap. VIII y La Grande Triade, cap. IV) citando literalmente un párrafo de De Monarchia de Dante. En realidad M. Michel cita este párrafo para apoyar otra cita de Tomás de Aquino que hace referencia a la política como "la ciencia más noble y perfecta que puede el hombre dedicarse en esta vida." lo cual demuestra por lo demás la perfecta concordancia con la filosofía aristotélica (cf. por ejemplo el comienzo de Ética Nicomáquea) aunque después abandona la idea sin más y pasa a su estudio que, dicho sea de paso, se sitúa desde la perspectiva de un "sociólogo cristiano", como él mismo se define, lo que suscita no pocas objeciones entre las cuales señalamos aquella que hace referencia a la traición que, según él, supone "gozar" en solitario de la tradición. Sólo recordar que el mismo Aristóteles, por no salirnos del ámbito en cuestión, en el libro X de Ética Nicomáquea insiste en que la actividad intelectual del filósofo lo hace "autosuficiente" por encima de las demás ocupaciones, pues de los tres "estilos de vida" que, según él, son posibles la política es el segundo mientras que el más elevado corresponde al de los filósofos, algo que encontramos también, aunque con referencias más explícitas al camino iniciático, en Platón. 

El poder temporal alude a la realización íntegra de las posibilidades que el ser humano comporta, hace referencia a la consecución de un estado "edénico" en donde no sólo las cuestiones que conciernen al buen orden de la polis (del "estado bueno en sí") han sido resueltas sino que fundamentalmente se ha resuelto la dualidad que implica todo punto de vista relativo o toda visión privativa o separada del individuo con el mundo. El poder temporal alude a la realización de la perfección humana, al fin de los "pequeños misterios" por lo que el poder político no agota el poder temporal aunque simbólicamente aquel pueda verse como el paradigma de éste. Y esto es algo que los filósofos griegos (sobre todo Platón en La República y Aristóteles en Ética Nicomáquea y Política) formularon precisamente; para ellos un legislador no es un político más, de la misma manera que un educador no es un padre más o un arquitecto no es un técnico más en la construcción de un edificio o una ciudad. Es necesario aquí, como en todo lo que respecta al punto de vista simbólico, no perder de vista la jerarquía de las ideas que se establece de arriba hacia abajo pues es expresión de la cosmogonía, y de ahí que lo inferior sea símbolo de lo superior y no al revés. Igualmente importante es la constatación de que la tradición occidental coincide, por lo que respecta a la doctrina metafísica, en este punto como seguramente en todos, con la tradición hindú y no es por casualidad (y también muy significativo) que Guénon escogiera precisamente a Dante para sostener dicha analogía y no a Tomás de Aquino o Aristóteles. 

Ya para acabar sólo mencionar el artículo de H. Hartung en el que se establecen una serie de analogías entre Guénon y su obra con Ramana Maharshi no exentas de interés, el coloquio entre varios asistentes sobre la película "Reims, Cathèdrale du sacre" que a juzgar por los comentarios parece muy interesante y que lamentamos no haber tenido la ocasión de ver y, al fin, resaltar la poética del Sheikh Ahmed Ben Mustapha Al-Alawi del que extraemos unos versos: "Aide-nous à la réalisation de la Beauté! Et ce qu'elle renferme comme secrets de la Perfection!".