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A Alberto Wagner de Reyna, in memoriam(*) Algo
sobre el espíritu El término espíritu
proviene del latín spiritus que significa: soplo de aire, aliento,
emanación. Los griegos tenían el vocablo nouV (nous)
que se tradujo por mens-mentis = mente, inteligencia, pero también
el de logoV = (lógos). Esta palabra presenta
tantos problemas que se han encontrado setenta y dos acepciones distintas. El segundo rasgo del espíritu, a nivel del yo primordial, es la libertad, que está implicada originariamente en la conciencia de sí y la autodeterminación del espíritu. Mientras que a nivel del yo individual va a estar definida por los actos determinados de querer del individuo, el libre albedrío. El espíritu definido
como portador del yo, (teológicamente definido como: ego sum
qui sum) o mejor aún, cuya centralidad es el Yo, tiene dos rasgos fundamentales:
la conciencia de sí y la libertad. Ahora bien, lo característico del espíritu
es que se contrapone al mundo, aun cuando éste es un producto transformado
por el espíritu. En primer lugar el espíritu rompe con el mundo de los
sentidos y desdeña las comidas, las bebidas, lo erótico. Se opone, estrictamente
hablando, no al mundo sino a la mundanidad del mundo, pues: el reino
del espíritu no es de este mundo. El espíritu no debe confundirse con el yo individual, pero cuando éste se liga al espíritu se produce el verdadero desapego de los intereses personales y de las cosas de este mundo, de la mundanidad del mundo. Ello explica que históricamente haya sido la ascesis monástica, con sus reglas, la que le ha brindado al hombre el mejor camino a la vida del espíritu. Todos los otros métodos de acceso a la vida del espíritu son espurios, al menos si tenemos en cuenta sus frutos. Aun cuando los Beatles busquen en los gurús de la India, que Madonna lo haga en la Cábala hebrea, que Victoria Ocampo lo busque en Rabindranat Tagore o que los ricachones occidentales lo hallen en el Dalai Lama, todo esto lo único que muestra, es que también el espíritu se puede mundanizar y se puede perder. Entre las cosas valiosas que Occidente ha olvidado y el mundo ha perdido, una de ellas es la ascética católica en su versión medieval. Así los pocos monjes que hay, han quedado reducidos –merced al turismo cultural– a la exterioridad del canto gregoriano, ignorándose por completo que dicho canto nace de la mayor y más profunda ascesis monacal. Sin esto por debajo, hasta el canto gregoriano nos ata a los sentidos y viene a cumplir una función contraria a la propuesta. Ya sé, no va faltar
quien me reproche: ¿pero esto no es democrático?. ¿Ud. les niega acceso
a la vida del espíritu a las otras religiones o cultos?. El espíritu, su
vida y su acceso no son democráticos. La relación es siempre jerárquica
pues implica mayor o menor plenitud y además es personal, esto es: única,
singular e irrepetible. Es que en orden a la vida del espíritu no basta, no alcanza, con que aquellos que profesan una creencia crean en lo que dicen creer, porque la verdad de la fe no es algo subjetivo como la opinión, pues como afirma un pensador de las postrimerías como Wagner de Reyna en su último trabajo: "Lo que se cree por la fe no depende del acto de creer sino de aquello que éste muestra"2. Algo
sobre el alma A su vez, el pensamiento cristiano crea una nueva categoría, la de persona, que es la que se va a relacionar con la de espíritu, dejando la de alma para relacionarla con el cuerpo. Así la persona va a ser entendida como el centro activo en que el espíritu se manifiesta. Sea la persona divina o la persona humana. Y este espíritu y esta persona va a ser entendida como acto puro (Dios) y plexo de actos (el hombre). La singularización del hombre, aquello que lo diferencia sustancialmente del animal es que el hombre es persona, porta espíritu y con él sus rasgos de: autoconciencia y libertad. El alma va a representar el elemento de la vida, va a ser el principio vital, sea vegetativa, sensitiva o racional. Ella va a animar al cuerpo, mover al cuerpo, cuando éste deja de moverse decimos que está muerto, que el alma se fue, deja de darle forma al cuerpo y entonces el hombre, el animal o la planta se desforman, pierden la forma y mueren. Ahora bien, como es
sabido el alma no está localizada en ningún punto del cuerpo como pretendían
los filósofos modernos (poca ciencia aleja de Dios, mucha acerca) con Descartes
a la cabeza, en contra de lo sostenido por los filósofos medievales que
simple y profundamente afirmaban que era: forma corporis. La segunda respuesta es la que da Max Scheler cuando va a sostener que: la vida psicofísica es una para todos… y no existe el menor motivo para distinguir al hombre del animal por su vida psíquica… ni atribuir al alma del hombre un destino especial como hace el creacionismo"4, cayendo en un panpsiquismo cosmológico al final de su brillante carrera de filósofo. Lo cierto es que como la relación del alma con su cuerpo es trascendental, es decir, una relación identificada con el alma misma en su ordenación a un cuerpo, esta relación permanece después de la separación del alma y el cuerpo, lo que indica que la reinformación del alma respecto a su cuerpo es inmediata. Así la identidad del cuerpo resucitado con el anteriormente informado no sólo es idéntica sino inmediata. |
NOTA | |
* | [Del mismo autor: "Breve nota sobre los ángeles" y "Empédocles, el último arcaico".] |
(*) | El eminente filósofo peruano acaba de fallecer en París a los 92 años el 9 de agosto de 2006. Su última carta, escrita en dos días 22 y 23 de julio, es sobre este tema en donde ante una consulta nuestra nos responde:
Nuestra respuesta:
Segunda carta 23 de julio de 2006:
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1 | Aristóteles: Metafísica 1074 b 33. |
2 | Wagner de Reyna, Alberto: Verdad y Fe, Roma-Segni, IVE, 2006, p.47. |
3 | Rahner, Karl: Sentido teológico de la muerte, Barcelona, Herder, 1969, pp.21 y 22. |
4 | Scheler, Mac: El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires, Losada, 1967, pp.103 y 104. |
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