BREVE NOTA SOBRE LOS ANGELES
ALBERTO BUELA *
 

Cientos de miles de libros denominados de autoayuda que se publican en todo el mundo nos vienen hablando desde hace más de una década de los ángeles. En Argentina un periodista de espectáculos, Víctor Sueiro, inventó el lucrativo negocio de los ángeles y se ha convertido en el erudito oficial del tema. Ni que decir en Brasil con Paulo Coelho, millonario en dólares, ángeles mediante.

Ante esta avalancha de sandeces, la Iglesia, como es habitual en ella, ha hecho mutis por el foro. Habiendo tantos curas, calculamos que algunos de los cuales serán teólogos, sin embargo ninguno dijo nada. Aunque más no sea para aclarar o desbrozar algunos conceptos fundamentales que ofrece la teología cristiana. Pareciera ser que no les interesa. Es explicable, el tema de los ángeles es un asunto premoderno y la Iglesia y sus teólogos más significativos jugaron la carta de la modernidad, sobre todo a partir del Vaticano II, aunque ya antes también(personalistas de Mounier, democristianos de Maritain, etc.) pero si los juzgamos por los frutos el tiro les salió por la culata. Los relatos de la modernidad se hicieron trizas y estos teólogos fueron arrastrados en la caída.

Nacieron así estos pseudos teólogos, los que sin estudiar nada en forma sistemática y seria, utilizan tópicos teológicos como un atajo al saber. Ellos tienen piedra libre para decir lo que se les ocurra y "todos en el mismo lodo chapaleando fango". Un cambalache intelectual como dijera Discepolín.

Para no hacerla larga, terminamos con este introito y vamos al grano.

El conocimiento de los ángeles y de los órdenes angélicos no es posible a través de la luz natural de la razón. En todo caso ésta última, si se tiene una cosmovisión jerárquica del universo, puede barruntar la necesidad de la existencia de los ángeles (aevum), y nada más.

Los apóstoles San Juan Evangelista y San Pablo fueron instruidos por revelación acerca de los ángeles y sus diferentes órdenes. A su vez, San Pablo instruyó a San Dionisio el Areopagita, quien nos dejó un libro excepcional al respecto: La Jerarquía Celeste.

El orden angélico se jerarquiza según la simplicidad creciente de las especies inteligibles por las cuales ellas conocen y por su mayor aproximación a Dios.

Afirma Dionisio: La teología ha designado con nombres reveladores, en número de nueve, a todas las entidades celestes, y nuestro divino iniciador las divide en tres grupos ternarios (op.cit VI, 2).

Dios, para los primeros teólogos de la Iglesia, bajo la influencia de Platón, es semejante a un sol resplandeciente, de tal luz el Padre es la potencia, el Hijo el esplendor y el Espíritu Santo el calor. Los ángeles jerarquizados a imagen de la Trinidad se distribuyen en tres jerarquías, de las cuales la primera se vincula al Padre, la segunda al Hijo y la tercera la Espíritu Santo.
El orden que responde al Padre en él mismo es el de los Tronos, aquel que responde al Padre en el Hijo es el de los Querubines y aquel que responde al Padre en el Espíritu Santo es el de los Serafines.
Los Tronos son entendidos como difusores de sabiduría y donantes de calor. Los Querubines indican plenitud de conocimiento y difusión de la sabiduría, mientras que los Serafines significan la acción de quien enciende o da calor. Esta primer jerarquía está centrada en Dios mismo.

La segunda está constituida por el orden que responde al Hijo en el Padre que son las Dominaciones, las del Hijo en él mismo que son las Virtudes y la del Hijo en el Espíritu Santo denominadas Potestades.
Las Dominaciones tienen por objeto comandar y reinar, las Virtudes la sabiduría y su fuerza y las Potestades la capacidad de destruir las fuerzas enemigas. Esta segunda jerarquía está orientada al cuidado del mundo en general.

En un tercer lugar encontramos el orden que responde al Espíritu Santo en el Padre denominado los Principados, luego el orden del Espíritu Santo en el Hijo que son los Arcángeles y por último el del Espíritu Santo en él mismo que son los Angeles.
Los principados indican la autoridad del Padre sobre los príncipes, al Hijo se ordenan los Arcángeles a quienes corresponde la protección sobre los pueblos, en tanto que al Espíritu Santo se ordenan los Angeles que tienen por función ser guardianes de los individuos. Esta tercera jerarquía está orientada al cuidado del los hombres en particular.

Los seres de cada grado jerárquico tienen una doble tarea, por un lado tender cada uno individualmente hacia el Bien y por otro comunicarlo a los inferiores ayudándoles a ascender y elevarse a su propio grado.

Los ángeles son inteligencias puras, simples y espirituales que agotan cada uno su especie. Para designar su duración se emplearon los términos aevum o aiwn, que indican seres de naturaleza inmutable entendidos como eternidades creadas. Hay un antes y un después en estas sustancias eviternas, pero es una sucesión diferente a aquella del tiempo, pues no tienen historia, ni innovaciones ni envejecimiento, pero tampoco poseen la simultaneidad total de la divinidad. El ejemplo clásico es que Dios como un sol mantiene sus rayos, su influencia es permanente y como tal no sufren ningún cambio, pero los ángeles como los rayos solares no están completamente en acto sino que necesitan de Dios=sol para permanecer en su ser.

Conclusión
Todo esto suena a los oídos del hombre moderno como un gran relato fantástico, o mejor aún, fantasioso. Puede ser, pero lo cierto es que la figura de los ángeles tan presente, estudiada y venerada en tiempos o sociedades premodernas ha sido degradada a la de íncubo o hada madrina.

Cuando nosotros nos tomamos el trabajo de leer o releer a los primeros pensadores cristianos como San Dionisio y su Jerarquía Celeste (siglo I), viejos teólogos medievales como un San Buenaventura y su Teología Seráfica (1270) o a un filósofo situado en el nacimiento de la modernidad misma como Pico della Mirandola y su Discurso sobre la dignidad del hombre (1490) y comprobamos que se devanan los sesos en mil vueltas buscando una explicación plausible sobre los ángeles, su naturaleza y funciones, nos asalta la idea de haber mutilado, o peor aún, bastardeado, una fuente valiosa para el conocimiento del hombre, el mundo y sus problemas.

 
NOTA
* Alberto Buela dirige la revista Disenso de Buenos Aires.
SYMBOLOS Telemática ha publicado también de su mano: "Empédocles, el último arcaico".
 
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