EL SIMBOLO DE LA CRUZ EN EL GENESIS |
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Sobre el símbolo de la Cruz En la obra El simbolismo de la Cruz, el autor René Guénon manifiesta que la Cruz es un símbolo extendido en casi todas las culturas, y vinculado directamente con la tradición primordial. Este símbolo no pertenece exclusivamente al Cristianismo, el cual incluso pareciera haber perdido (al menos exteriormente) su auténtico valor simbólico, en privilegio de su valor histórico, que en realidad no es independiente del primero. Porque si bien Cristo murió en la Cruz, nos dice el autor, fue en alguna medida por el valor simbólico que ella posee; es decir, que la significación histórica es en parte consecuencia del valor simbólico. El aspecto más conocido de este símbolo es la unión de los complementarios, representada en la conjunción de la línea vertical, principio activo, con la línea horizontal, principio pasivo; siendo el centro de la cruz, por tanto, el punto en el que se concilian todas las oposiciones, síntesis de los contrarios. … la línea vertical representará el principio activo y la línea horizontal el principio pasivo; estos dos principios también se designan, respectivamente, por analogía con el orden humano, como masculino y femenino; en su sentido más amplio, es decir, con relación a todo el conjunto de la manifestación universal, son los que la doctrina hindú denomina Purusha y Prakriti.23 Pero el significado metafísico de la cruz (que no deja de tener vínculo con el anterior) es el designado por las distintas doctrinas tradicionales como “Hombre Universal”24, aquel que representa la realización de los estados múltiples del ser, realización completa y perfecta del ser total que abarca el conjunto de los estados manifestados y no manifestados. La mayoría de las doctrinas tradicionales simbolizan la realización del «Hombre Universal» por medio de un signo que en todas partes es el mismo, ya que, tal como dijimos al principio, es de los que se relacionan directamente con la Tradición primordial: el signo de la cruz, que representa de modo muy claro cómo esta realización se alcanza por la comunión perfecta de la totalidad de los estados del ser, jerarquizados en armonía y conformidad, desarrollándose tanto en el sentido de «amplitud» como en el de «exaltación». La realización del Hombre universal presenta un desarrollo representado a través de ambas direcciones de los ejes de la cruz, “…por un lado, horizontalmente, es decir, en un determinado nivel o grado de existencia, y por otro, verticalmente, es decir, dentro de la superposición jerárquica de todos los grados.” “En esta crucial representación, la expansión horizontal corresponde al número indefinido de modalidades posibles de un mismo estado del ser considerado íntegramente, y la superposición vertical a la serie indefinida de estados del ser total.” El desarrollo de todas las posibilidades del Hombre Universal es representado especialmente a través del símbolo de la Cruz tridimensional. La cruz tridimensional está formada por los seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro, centro que corresponde al número siete, el septenario. El eje principal de la cruz, es el eje vertical, que señala la dirección arriba y abajo, y representa el principio activo; mientras que los otros dos ejes horizontales señalan los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste, representando el plano horizontal de la cruz, el principio pasivo atravesado por el eje vertical. El lugar del cruce del eje vertical25 sobre el plano horizontal, que marca el centro de la cruz, se corresponde con el número 7, centro que representa al lugar donde los opuestos26 se equilibran en unión complementaria. Este centro simboliza el desarrollo total de todas las posibilidades que representa el Hombre Universal, con la reintegración al principio. La cruz de tres dimensiones constituye, según el lenguaje geométrico, un «sistema de coordenadas» al cual el espacio por entero puede ser referido; aquí, el espacio simbolizaría el conjunto de todas las posibilidades, tanto de un ser particular como de toda la Existencia universal. Este sistema está formado por tres ejes, uno vertical y los otros dos horizontales, que corresponden a tres diámetros rectangulares de una esfera indefinida y que, incluso independientemente de toda consideración astronómica, pueden verse orientados hacia los seis puntos cardinales… Ya sea en la representación bidimensional (la más extendida) como en la tridimensional de la cruz, la línea horizontal de la primera, como el plano horizontal de la segunda, representan el principio pasivo, mientras que el eje vertical, el activo. Esta relación entre los principios activo y pasivo dentro de la cruz tridimensional se complejiza, ya que dentro del mismo plano horizontal uno de los ejes se puede considerar activo con respecto al otro, y dentro un mismo eje una dirección se puede considerar activa con respecto a la otra27. El plano horizontal de la cruz simboliza la realización de todas las posibilidades de un determinado estado o grado de existencia, mientras que el eje vertical supone la superposición jerárquica de los múltiples estados del ser. Este eje vertical representa la “influencia del cielo”, el axis que atraviesa por el medio cada plano horizontal, cruce que marca el punto central de un determinado estado (por ejemplo el estado humano particular); y cuando se alcanza este centro del plano horizontal, se efectúa entonces la realización de ese determinado estado, representada en el hombre primordial o “el hombre verdadero”, que supone el ideal de un estado particular (el estado humano en este caso). En tanto que el “Hombre Universal” supone la realización efectiva de todos los múltiples estados del ser, y está más allá del hombre verdadero, porque es trascendente con respecto a él. La Cruz tridimensional en el comienzo del Génesis La cruz se manifiesta en casi todas las culturas por ser un símbolo que se relacionan directamente con la Tradición primordial. El símbolo de la cruz está presente en la tradición hebrea, de modo tal, que la primera palabra del Génesis lo contiene, e incluso se presenta en el comienzo de este mismo capítulo que encabeza el libro sagrado de la tradición judía. De la misma forma que entre la letra Bet y palabra Berishit existe una relación hologramática, lo mismo sucede entre esta palabra y el capítulo que ella encabeza, el Génesis, justamente “en el principio” de este capítulo donde nos describe la Creación del mundo. Y así como en la palabra Berishit están presentes los tres grandes misterios, lo mismo sucede con el Génesis, que nos relata la Creación, pero también la Caída y la Salvación. Si prestamos atención a las estructuras que se elevan sobre la linealidad del texto escrito, entonces vamos a encontrar las formas que emergen con los sentidos más profundos, las que estructuran y sostienen el texto sagrado con sus capas exteriores e interiores de sentido. El Génesis comienza con la frase: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” בראשית ברא אלוהים את השמים ואת הארצ
La primera frase del Génesis nos revela ya el misterio de la Creación a través de la imagen del la cruz tridimensional, la cruz compuesta por seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro, centro relacionado con el siete. Porque esta frase en hebreo, contiene siete palabras, de las cuales, Berishit es la primera; o sea, contiene palabra Berishit, más otras seis palabras; representando entonces la palabra Berishit, la “cabeza de la Creación” de donde parten las seis direcciones del espacio simbolizadas en las seis palabras que nacen de ella. Esta frase presenta la fórmula 1+6 = 7. La palabra Berishit simboliza en esta oración, el punto de partida de la creación, el centro de la cruz tridimensional, es primera representando la unidad, el centro, y séptima a la vez, porque es la que encabeza a las otras seis. Y es justamente el centro de la cruz (que representa la unidad), vinculado con el 7, porque el 7 representa la unidad en otro plano:
Esta relación entre el número 6 y el 7 expresada en la cruz tridimensional, está contenida hologramáticamente en la primera palabra del Génesis, Berishit, como así también en la primera frase, y en la primera parte de este capítulo. En primer lugar, el Génesis nos relata que la Creación del mundo fue realizada por Dios en seis días y que al séptimo día descansó; simbolizando los seis días de la Creación las seis direcciones del espacio, y el séptimo día de descanso, el centro de la cruz, allí donde todos los opuestos se equilibran y todo está en paz. Ahora el centro de la cruz está relacionado al uno después del seis (6+1), el séptimo día. Mientras que en la primera frase el centro de la cruz, está relacionado al 1 antes del seis (1+6). La estructura de este relato sobre los días de la Creación cobra forma en la propia estructura del Pardes, el cual es atravesado por el cruce de cuatro ríos, y en cuyo centro se encuentra el árbol de la vida. Sobre esta descripción Guénon comenta: Volvamos ahora a la representación del «Paraíso terrenal»: de su centro, es decir, del mismo pie del «Árbol de la Vida», parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, con lo que trazan la cruz horizontal sobre la misma superficie del mundo terrenal, es decir, en el plano correspondiente al dominio del estado humano. La forma circular del Pardes atravesada por los cuatro ríos nos presenta la imagen de la cruz encerrada en un círculo. Si el árbol de la vida se ubica en el centro del Pardes, y de sus pies parten los cuatro ríos, entonces la figurara que obtenemos forma una pirámide cuando unimos las líneas virtuales: Pero la pirámide se transforma en octaedro, es decir, dos pirámides unidas desde la base. Porque esta cruz horizontal y bidimensional trazada por los cuatro ríos, que representa el plano correspondiente al dominio del humano, constituye en realidad el plano horizontal de la cruz tridimensional, la que representa el conjunto de todos los grados de existencia. Porque si el árbol de la vida se localiza en el centro del Pardes, y si los cuatro ríos que salen del pie del árbol señalan las cuatro direcciones cardinales; entonces todo el conjunto nos indica un eje vertical que señala la dirección arriba y abajo, representado en el árbol de la Vida, y un plano horizontal que señala las cuatro direcciones cardinales, representado por los cuatro ríos; lo que nos conduce a la forma de la cruz tridimensional que señala las seis direcciones del espacio. Y es a esta forma a la que se refieren los seis días de la Creación y el séptimo de descanso. Tengamos en cuenta que la forma del Paraíso terrestre es circular y corresponde al corte horizontal del Huevo del Mundo, sobre esto Guénon comenta que “… el recinto circular del 'Paraíso terrestre' no es otra cosa que el corte horizontal del 'Huevo del Mundo', es decir, de la forma esférica universal y primordial". Y también consideremos que este corte horizontal divide la esfera en dos mitades, una superior y otra inferior. “Esta esfera es además el “Huevo del Mundo, el Paraíso terrenal se encuentra en el plano que le divide en sus dos mitades superior e inferior, es decir en el límite del cielo y la tierra”. O sea que el árbol de la vida representa el eje vertical de la esfera que constituye el “Huevo del Mundo”, entonces este eje se extiende hacia arriba del plano humano, en la mitad superior de la esfera que representa el cielo con los estados supra-humanos de existencia; como también se prolonga por abajo del dominio humano, en la mitad inferior de la esfera, con los estados que están por debajo de nuestro plano de existencia. Estos tres niveles en los que se extiende el árbol de la vida, como eje de la esfera representada en el “Huevo del Mundo”, están simbolizados en la copa, el tronco y la raíz de árbol; sobre esto Federico González nos comenta que: “El simbolismo del árbol admite tres niveles: raíces, tronco y copa, relacionados con los mundos subterráneo, intermedio y celeste…”, y además nos dice que este simbolismo está representado también en la pirámide: “A ello se refiere también el simbolismo de la montaña, y su réplica humana: la pirámide (o el zigurat), cuyo ascenso ha de realizarse de manera escalonada.” Tenemos aquí la misma figura, el octaedro dentro de la esfera, pero vista desde frente y de arriba; la cruz tridimensional que constituye su estructura interna está señalada en azul. La estructura básica de esta forma considerada bidimensionalmente es el Sello del Rey Salomón. En esta descripción del Pardes, el plano horizontal de la cruz tridimensional, lo constituye el plano humano, y el árbol de la vida que simboliza el eje vertical de la cruz tridimensional, señala el centro de este plano representado en el centro del Pardes, que simboliza el centro supremo del mundo; lugar que se corresponde con el estado edénico, es decir, el estado ideal de nuestra condición particular humana. Por lo tanto este punto central del plano horizontal que marca el árbol de la vida, representa también al hombre primordial porque este está en el “Centro del Mundo”. Este plano que corresponde al dominio humano es representado como el plano horizontal central de la cruz tridimensional, porque es el plano que corresponde a nuestra humana existencia, representando para los hombres desde nuestra subjetiva posición, el centro de todos los estados de existencia. Si los seis días de la Creación señalan las seis direcciones del espacio, entonces el séptimo día relacionado con el descanso, es decir, la Paz, simboliza el retorno al principio de donde todo ha partido, el centro de las seis direcciones, representado en el centro de la cruz, allí donde los contrarios se equilibran y todo está en Paz. El centro de la cruz señala el estado edénico, y el retorno a dicho centro supone la reintegración de la naturaleza humana a su principio, con la realización integra de este grado o estado de existencia, representada en el hombre primordial, hombre verdadero. Pero también el centro de la cruz tridimensional simboliza el Punto Supremo de donde todo ha partido, y el retorno a este origen está más allá de la realización del dominio humano o de cualquier otro domino particular; representando este retorno la realización íntegra de todos los grados o estados de existencia simbolizada en el Hombre Universal, cuyo símbolo es la cruz. Si bien el hombre primordial representa la realización efectiva de nuestra condición particular (la humana), este supone también la realización virtual del Hombre Universal. Porque la reintegración del estado humano a su condición ideal, su centro original, supone un punto de contacto con los demás estados del ser. …se trata de que si la «Identidad Suprema» no se encuentra realizada de forma efectiva más que en la totalización de los estados múltiples, se puede decir que ya se encuentra en cierta forma virtualmente realizada en el estado «edénico», en la integración del estado humano devuelto a su centro original, centro que, por otra parte, tal como veremos, es el punto de comunicación directa con los demás estados. Es a esta forma, la cruz tridimensional representada en el Pardes, a la que se refiere la primera frase del Génesis, como también los seis días de la Creación y el séptimo de descanso, simbolizando los seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro, el septenario. El descanso relacionado con el número siete se vincula a la Paz, ya que el centro de la cruz que responde a dicho número, simboliza la unión complementaria de los opuestos, síntesis de los contrarios, es decir, el lugar donde los opuestos se equilibran y todo está en armonía, en Paz. Por esto la Paz siempre está ligada a la idea del centro sagrado del mundo, recordemos en este sentido que Mequitzedek, es el rey de Salem (Paz), y que dicha ciudad representa el centro supremo del cual todos los otros centros sagrados son solo su reflejo. Los seis días de la Creación y el séptimo de descanso, parecen describir la Creación a través de una forma irradiante que parte desde el centro hacia el exterior. Este centro, el corazón de los seis rayos es el mismo Dios del que parte la Creación; como si los seis días representasen la manifestación externa de Dios a través de un movimiento que va del interior al exterior. En tanto que el séptimo día de descanso, representa el retorno de la Creación al corazón mismo de Dios de donde todo ha partido, en un movimiento inverso al de la Creación, camino de regreso que va desde el exterior al interior, al inicio, al principio, allí donde todos los opuestos se equilibran y todo está en reposo, en Paz. Porque este punto del que parten las seis direcciones, es inmóvil, representando el eje de la rueda cósmica, que si bien dirige el movimiento de los ciclos no participa de él. La representación bidimensionalmente de la cruz tridimensional, es la rueda de seis rayos. Los seis ejes de la cruz simbolizan la oposición de todos los contrarios, por ello cuando el Génesis nos relata los seis días de la Creación va describiendo pares de opuestos complementarios, principios activos opuestos a pasivos, como por ejemplo, el cielo y la tierra del primer día, la luz y la oscuridad, el día y la noche, el sol y la luna, la separación de las aguas superiores de las inferiores del segundo día, etc. Pero la primera, diferenciación, se establece en el seno mismo de la Divinidad, y está representada en la Palabra Berishit “en el comienzo” a través de los principios que nombramos como el Padre y la Madre, naturalezas que nacen de un primer principio original indiferenciado, el Dios inmanifestado e infinito de la tradición hebrea. Esta pareja que representa el aspecto masculino y femenino de la Divinidad son los que dan origen a toda la Creación a través de su matrimonio, matrimonio simbolizado también en el centro mismo de la cruz, centro que se corresponde con el Hijo, tercer principio del ternario (Padre, Madre, Hijo), o cuarto principio del cuaternario. Guénon nos advierte que este simbolismo relacionado con las seis direcciones que parten del centro vinculado al siete, lo encontramos también en la Cábala a través del “Santo Palacio” o “Palacio interior”, situado en el centro de las seis direcciones del espacio. Como también a través del Nombre Divino y su séxtuple permutación siguiendo las seis direcciones que dan origen a la Creación28. Este centro primordial representado en el siete, es el centro del espacio y el centro de los tiempos, nos dice el autor; y en este último sentido nos advierte que el centro vinculado al siete se relaciona tanto con la idea del séptimo milenio, como con el shabat: El Zohar, así como el Talmud, también divide la duración del mundo en períodos milenarios. «El mundo subsistirá durante seis mil años, a los que aluden las seis primeras palabras del Génesis»; estos seis milenios son análogos a los seis «días» de la creación. El séptimo milenio, así como el séptimo «día» corresponden al Sabbath, es decir, la fase de retorno al Principio, que corresponde, como es natural, al centro, considerado como séptima región del espacio. Hay aquí una especie de cronología simbólica que, evidentemente, no se debe tomar al pie de la letra. Podemos mencionar dentro de este mismo simbolismo al que se refiere el shabat, también el tema del séptimo año de descanso de la tierra, como el tema del jubileo29. Guénon menciona en el capítulo III de El Rey del Mundo que el jubileo está vinculado con la “Paz”, ya que la idea central de éste se refiere al retorno de todas las cosas a su estado original, es decir, su estado primordial; luego el autor nos cita a Dante quien afirma que “el retorno de todas las cosas a su primer estado marcará la era mesiánica”. El séptimo día de la Creación nos señala el retorno al origen del que todo ha partido, origen simbolizado en el centro de la cruz ligado al número 7 y vinculado a la idea de Paz, por ser el lugar donde todas las oposiciones se concilian. Este retorno al origen, vinculado al 7, representa entonces la fase de la Regeneración, cuya dirección es un camino inverso al de la Creación. Esta fase de regeneración, está ligada con el Mesías que nos trae la “Salvación”, por ello Mesías en hebreo se corresponde con el 7. El centro de la cruz, donde el eje vertical que representaba el principio activo, se conjuga con el eje o plano horizontal que representa el principio pasivo, simboliza la unión o matrimonio de ambos principios presentes en la Divinidad. Por esto el relato del Génesis nos dice que el Adam Primordial, aquél hecho macho y hembra es a imagen y semejanza de Dios; por lo que se deduce que en la naturaleza divina confluyen ambos principios, activo masculino y pasivo femenino, representados en el Padre y la Madre en Berishit; matrimonio del cual se origina el germen de origen divino del que parte la Creación, relacionado siempre con el centro de la cruz. En el relato del Génesis, el misterio de la Creación a partir de los dos principios o naturalezas, activa y pasiva, es expresado en la primera palabra, como también en la primera la frase: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, señalando la división o diferenciación entre un principio activo (el cielo) y otro pasivo (la tierra), de la misma forma que Dios se diferencia para crear al Padre y la Madre dentro de la misma palabra Berishit. O sea que la misma idea presente en la primera palabra, está contenida también en la primera línea encabezada por esta palabra. Así como Dios “En el principio” Berishit, se diferencia en el Padre y la Madre, su naturaleza activa masculina y su naturaleza pasiva femenina para dar origen a la creación, lo mismo sucede en la primera línea donde dice que Dios crea el cielo y la tierra; y bajo este mismo misterio crea al Adam primordial, “varón y hembra” a imagen y semejanza de Dios. Por esto, luego de la división del Adam primordial en dos naturalezas, varón y mujer, Dios le manda a ser una sola carne, Génesis 1:24 “Por lo tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y será una sola carne.” Aquí en el misterio del andrógino original a imagen y semejanza de Dios, radica la base metafísica del matrimonio. Del relato sobre los seis días de la creación y el séptimo de reposo, proviene la tradición del shabat (sábado), nombre que viene de la palabra shebah (siete). El shabat es el séptimo día de la semana dedicado a Dios y al descanso. Tengamos en cuenta que este es precisamente el día en el cual, el marido se puede unir íntimamente con su esposa en bendición; unión relacionada con el gran misterio asociado al matrimonio, porque se considera que la unión del marido con su mujer es una realización simbólica de la unión de Dios con la Shekinah, la cual es considerada por algunos cabalistas como el aspecto femenino de la divinidad. Porque como argumenta la Carta Santa “Así pues, en la unión carnal del marido con su mujer radica (…) el misterio de la edificación del mundo (…) Por él el hombre pasa a colaborar con el Santo, bendito sea en la obra de la Creación”. Esto nos está indicando que el shabat, el séptimo día de la semana, simboliza el retorno al origen de donde todo ha partido, el centro de la cruz, vinculado al matrimonio de Dios con la Shekinah, enlace que representa la unidad de Dios. Es justamente este misterio de la edificación del mundo, a través de la unión o matrimonio del Esposo y la Esposa, es decir, la naturaleza masculina y femenina de la Divinidad, el que nos presenta la palabra Berishit cuando nos describe el misterio de la Creación a través del matrimonio del Padre y la Madre, matrimonio que da origen al germen divino de la Creación, relacionado al centro de la cruz, el cual se corresponde con el Mesías en el nivel del misterio de la Re-generación; y el símbolo relacionado al Mesías es la cruz, símbolo ligado al Hombre Universal en la tradición extremo oriental. Esto nos está indicando que el Mesías está relacionado al matrimonio de Dios con la Shekinah, matrimonio que representa la “Unidad de Dios”, unión que posibilita el enlace entre el Mundo de Arriba y el Mundo de Abajo (el Cielo y la Tierra). Y el símbolo de dicha unión es siempre la cruz. |
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NOTAS |
23 René Guénon, El Simbolismo de la Cruz. 24 El Hombre Universal es el El-Insânul-kâmil en árabe, el Adam Kadmon de la Kábbala hebraica; y también el «Rey» (Wang) de la tradición extremo oriental. 25 “También se puede decir que el eje vertical es el eje polar, es decir, la línea fija que une los dos polos y alrededor de la cual todo gira; por lo tanto, es el eje principal, mientras que los otros dos son sólo secundarios y relativos. De estos dos ejes horizontales, uno, el eje Norte-Sur, también se puede llamar eje solsticial, y el otro, el eje Este-Oeste, equinoccial, ello nos lleva al punto de vista astronómico, en virtud de la correspondencia que hay entre los puntos cardinales y las fases del ciclo anual…” René Guénon, El simbolismo de la cruz, pág. 20. 26 Todos los opuestos están representados en los seis ejes de la cruz. 27 “los términos activo y pasivo expresan sólo una relación y pueden ser aplicados a diversos grados; de ello resulta que, si consideramos la cruz de tres dimensiones, en la que el eje vertical y el plano horizontal se encuentran en esta relación de activo y pasivo, también podremos examinar además la misma relación entre los dos ejes horizontales, o entre lo que representan cada uno de ellos. En este caso, para conservar la correspondencia simbólica establecida al principio, podríamos, aunque ambos ejes sean horizontales, decir que uno de ellos, el que juega el papel activo, es relativamente vertical respecto al otro. Por ejemplo, si observásemos estos dos ejes como si fuesen respectivamente el eje solsticial y el eje equinoccial, tal y como hemos dicho antes, de acuerdo con el simbolismo del ciclo anual, podríamos decir que el eje solsticial es relativamente vertical respecto al eje equinoccial, de tal forma que en el plano horizontal juega analógicamente el papel de eje polar (eje Norte-Sur), el eje equinoccial sería entonces el eje ecuatorial (eje Este-Oeste). La cruz horizontal reproduce así, en su plano, relaciones análogas a las expresadas por la cruz vertical; volviendo al simbolismo metafísico, que es el que aquí nos interesa esencialmente, podemos añadir que la integración del estado humano, representado por la cruz horizontal, es, en el orden de existencia al que se refiere, una imagen de la totalización misma del ser, representada por la cruz vertical”. René Guénon, El simbolismo de la cruz, pág. 26. 28 Este es el nombre divino compuesto por 42 letras, número que es el producto de 6 por 7, relacionándose con la idea de las seis direcciones más su centro representado en el 7, la cruz tridimensional. 29 El Levítico 25 nos narra sobre el año de reposo de la tierra y el año del Jubileo. Aquí también encontramos la misma estructura simbólica a la que se refieren los seis días de la creación y el séptimo de descanso, como también el shabat. Porque este capítulo, nos dice que durante seis años se trabajará la tierra y que al séptimo descansará; durante este año de descanso tanto el dueño de la tierra como sus trabajadores y esclavos, también los animales, incluso los salvajes, podrán comer todo lo que la tierra brinde por sí misma. Luego este capitulo nos describe el tema del jubileo: “8 Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años”. El año de Jubileo, es el quincuagésimo, es decir, el año número 50 luego de 49 años (7x7). Este año será un año santo, de liberación, no se trabajará la tierra y se comerá lo que ella produzca. Además podemos decir que el tipo de justicia que prevalece en este período es una “Justicia distributiva y propiamente equilibrante”, porque al que ha perdido su tierra le es devuelta, el esclavo recobra su libertad, y no se puede sacar provecho del prójimo al comprar o vender algo. Observemos que este tipo de Justicia, es la llamada Tzedekah, aquella “justicia ligada indisolublemente con la Paz”; la justicia relacionada a la columna central del árbol sefirótico, allí donde la columna derecha de la Misericordia y la izquierda del Rigor se sintetizan. O sea que el Misterio relativo al Jubileo nos presenta a la Paz como el producto de la unión entre la Misericordia y el Rigor, ya que la Paz se obtiene cuando la Misericordia divina desciende sobre el mundo y atempera los rigores que lo someten. Esta Paz a la que se refiere el Jubileo relacionado con el número 7, representa el centro de la cruz, allí donde los opuestos se equilibran, centro que simboliza el origen de donde todo ha partido, por ello durante el año del jubileo cada hombre puede retornar a la casa de sus padres, a su tierra de original, representándonos de este modo el retorno al origen primordial de donde todo ha partido. |
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