SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 
 

EL SIMBOLO DE LA CRUZ EN EL GENESIS
Y LA PALABRA BERISHIT (cont.)

ANA EMILIA AGUERO DE CHAZAL

El valor de la palabra Berishit y el retorno al inicio del ciclo

Si consideramos ahora la sumatoria de todos los valores del ternario representado por א alef (1), ב bet (2) y י iud (10), obtenemos como resultado un 1313 que se reduce a 4, número que corresponde a la cruz (como al cuadrado). Y por otro lado, si consideramos la sumatoria de las tres letras restantes de בְּרֵאשִׁית Berishit, que forman la palabra reshet: ר resh (200), ש shin (300) y ת tav (400), obtenemos un 900, que se reduce a 9, número que corresponde a la figura geométrica de la circunferencia. O sea que con ambos valores de ambas tríadas de letras que conforman la palabra Berishit, el 4 y el 9, se vuelve a la relación entre la cruz y la circunferencia, cuya conjunción nos revela otra vez la imagen de la rueda cósmica.


+ =

 

Esta relación entre el círculo y la cruz también está expresada en la misma imagen del Pardes, cuya forma es circular y está dividida en cuatro partes a través del los cuatro ríos que lo atraviesan, formando una cruz dentro de su recinto circular; presentándonos la misma forma del Paraíso terrestre la imagen de la rueda de los ciclos.

En este sentido todo el valor de la palabra Berishit, 913, se reduce a 13, número que representa la unidad al ser el mismo valor de la palabra ejad (uno) en hebreo. El trece representa el centro de la circunferencia formada por doce ejes, es decir, de la rueda zodiacal. Por ello este número nos señala también el retorno al principio del ciclo cósmico.

Retornando a la relación entre el denario y la cruz, nos dice Guénon que la “… figura del denario, es también el símbolo de la perfección cíclica, es decir, de la realización íntegra de las posibilidades implícitas en un estado de existencia.” Y este, es el significado de la cruz, la realización íntegra de un estado de existencia, o mejor dicho, de todos los estados de existencia; como también aquello que nos señala la imagen de la rueda cósmica, que une ambas figuras, el círculo con la cruz, la realización completa del ciclo o de todas las fases que componen un ciclo cósmico, marcando la perfección cíclica con el retorno al inicio.

El retorno al inicio del ciclo cósmico, supone en un nivel, la vuelta a la edad de oro de la humanidad, con el reencuentro del centro sagrado del mundo y el restablecimiento de la antigua condición Adánica perdida, aquella condición donde el Adam primordial era a imagen y semejanza de Dios, varón y hembra; o sea que en él se unían ambos principios, como en la letra iud de Berishit que dijimos nace del matrimonio del Padre con la Madre reuniendo las dos naturalezas.

El hombre primordial representa al hombre verdadero que se encuentra en el centro de su condición, es decir, el estado ideal de su condición particular, centro que es señalado por el cruce de la vertical sobre la línea horizontal en el simbolismo de la cruz. Pero la iud, al corresponderse con el punto de conjunción de ambas perpendiculares de la cruz, entonces se identifica con el centro mismo, el eje, y en este sentido representa más que el hombre primordial o verdadero, sino que pasa a representar al Hombre Universal, cuyo símbolo es precisamente la cruz, representando la realización íntegra de todos los grados o estados de existencia, o sea que trasciende la condición particular humana.

Tengamos en cuenta que este género de ternario presente en Berishit, compuesto por un principio activo masculino, otro principio pasivo femenino y un tercero que representa la síntesis o el subproducto de los dos primeros; es el mismo género de ternario al que pertenece la tríada extremo oriental compuesta por el Cielo, la Tierra y el Hombre Universal; y que el símbolo relacionado con el Hombre Universal es siempre la cruz. René Guénon manifiesta en su obra La Gran Tríada que existen diferentes clases de ternarios y se pueden establecer correspondencias entre los ternarios de diferentes culturas por medio de las relaciones análogas entre sus términos; entonces el tercer principio del ternario de Berishit, que representa al hijo divino y se relaciona con el símbolo de la cruz, se corresponde en la tríada extremo oriental con el tercer término que representa al Hombre Universal, hijo del Cielo y la Tierra, cuyo símbolo es justamente la cruz.

Tengamos en cuenta que toda la palabra Berishit responde al valor 913:


ב 2 + ר 200 + א 1 + ש 300 + י 10 + ת 400 = 913


913 = 9+1+3= 13 = 1+3 = 4


Este número 13, mencionamos que representa la unidad, y reducido da 4, número que responde a la cruz, símbolo expresado hologramáticamente en la última letra de la palabra Berishit, la tav (400), que se reduce a 4, el cuaternario, y cuya antigua forma era una cruz.

Observemos por otra parte que los valores que integran la palabra Berishit son: 2 (bet), 200 (resh), 1 (alef), 300 (shin), 10 (iud), 400 (tav); si reducimos los valores de tres cifras (200 a 2, 300 a 3 y 400 a 4), entonces tememos que todos los números presentes en Berishit y ordenados de menor a mayor son: 1,2,3,4,10; lo que nos induce nuevamente a la fórmula de la tetraktys pitagórica:


1+2+3+4 = 10


Así como el 4 se reduce a la unidad, lo mismo sucede con el 13 al que se reduce el valor de Berishit (913), por ello ambos están relacionados con el uno.


4 = 1+2+3+4 = 10 = 1+0 = 1


13 = 1+2+3+4+5+6+7+8+9+10+11+12+13= 91 = 9+1 = 10 = 1+0 = 1


El resultado del valor de Berishit también nos habla de retorno al inicio. Y los números presentes en ella (1,2,3,4,10), como la propia palabra Berishit nos describen el proceso de la Creación, como el de retorno al inicio a través del desarrollo completo de la manifestación cíclica.

El principio femenino enunciado antes que el masculino en Berishit

Podemos observar que en el ternario presente en la palabra בְּרֵאשִׁית Berishit, el principio femenino, la בּ Bet, es enunciado antes que el principio masculino, el א Alef, siguiendo el siguiente orden de enunciación: בּ Madre, א Padre e י Hijo. Esto parece contradecir al orden de jerarquía que se establece entre los dos primeros términos del ternario, según el punto de vista metafísico, donde el orden de los principios sería: Padre, Madre e Hijo. Con respecto a este tema podemos citar a Guénon, el cual observa que en los textos tradicionales el principio femenino suele ser nombrado antes que el masculino, como por ejemplo el yin se menciona antes que el yang, o en el Sankhya hindú Prakriti es enunciada antes que Purusha. El autor señala que dicha inversión de los términos responde al punto de vista cosmológico que es de orden inverso al metafísico, y compara este orden con la construcción de un edificio que comienza desde la base y se acaba por el techo, o sea, que va desde el exterior al interior, inversamente al punto de vista metafísico que parte del principio para ir a las consecuencias, es decir, del interior al exterior. Nos dice el autor que este sentido inverso muestra que estos dos puntos de vista corresponden propiamente a dos grados diferentes de realidad.

Podemos comprender entonces, por qué la palabra Berishit, que nos habla de la Creación a imagen de una gestación, comienza con la Bet, aquella letra que simboliza la matriz primordial, el útero, el cual sería la base de toda generación, de toda construcción. Por esta razón el orden de la enunciación de los términos nos presenta al principio femenino antes que el masculino, según el punto de vista cosmológico, el que no anula o contradice en realidad al punto de vista metafísico, según el cual el orden jerárquico entre ambos principios es inverso.

Menciono esto para aclarar que cuando nombro al ternario de Berishit, lo hago con respecto al orden metafísico: Padre, Madre, Hijo, aunque el orden de enunciación en esta palabra parece responder al punto de vista cosmológico: Madre, Padre, Hijo.

El segundo y tercer término del ternario (la Madre y el Hijo) con respecto al orden inverso entre la Creación y la Salvación

Dijimos que en la palabra Berishit se manifiesta el misterio de la Creación del mundo, pero también el de la Salvación; ambos misterios presentados bajo los mismos principios, pero según cierto orden inverso de analogía.

En esta relación de analogía inversa entre la Creación y la Salvación dentro de la palabra Berishit, el tercer término del ternario que se encuentra relacionado con la Cruz, y representado en la letra Iud, desde el nivel del misterio de la Generación del mundo representa al germen divino del que parte toda la Creación, y que nace del matrimonio del Padre con la Madre, los cuales representan el aspecto activo masculino y pasivo femenino de la Divinidad. Pero desde el nivel del misterio de la Re-generación, es la simiente divina encarnada que nos trae la Salvación (el Mesías); por ello el nombre del Mesías es Ieshua, nombre que comienza con esta misma letra Iud, y significa justamente “Salvación”. O sea que la palabra Berishit, nos está anunciando el nombre del Mesías y el símbolo de salvación vinculado a este, la cruz; como así también su nacimiento de una Virgen, como veremos a continuación.

Si el tercer término del ternario representa al Mesías, entonces el segundo término del ternario, es decir, el principio femenino representado como la Madre o la matriz primordial en la que se gesta la Creación, ha de simbolizar a la Virgen, (Betulah) en el nivel del misterio de la Re-generación.

Observemos que así como la letra iud que expresa el tercer término del ternario, se corresponde con la misma letra con la que comienza el nombre del Mesías (Ieshua) y con el significado de este nombre (Salvación), en este nivel del misterio (la Re-generación), igualmente existe esta misma correspondencia entre la letra Bet, que representa el segundo término del ternario (la matriz) y la palabra Betulah (Virgen); porque Betulah (Virgen) comienza con la misma letra Beth que representa al principio femenino, la matriz original. Estableciéndose entonces una correspondencia simétrica en sentido inverso, entre la matriz primordial donde germina la simiente divina de la que parte la Creación, con la Virgen (Betulah) como portadora de la simiente divina que trae la salvación (re-generación). En este sentido, el punto contenido en el interior de la Bet que simboliza al punto luminoso del que todo parte (y que se corresponde con la Iud dentro Berishit) representa entonces al Mesías contenido dentro de la Betulah (Virgen). Porque la Bet de Berishit está embarazada.

Observemos que la Bet, como matriz de la Creación representa la “Casa del Mundo”, pero vista como matriz del germen de origen divino del que parte la Creación, representa también la “Casa de Dios” que en hebreo es “Beit El”, y en este sentido se relaciona también con la Betulah (Virgen), porque gemátricamente, Betulah (Virgen) y Beith El (Casa de Dios) poseen el mismo valor gemátrico, 443. Lo que nos está anunciando en la palabra Berishit que el Mesías ha de nacer de una Virgen (Betulah).

La Virgen representa la “puerta del mundo” para la simiente divina que viene del cielo, y la “puerta del cielo” para los hombres, porque a través de ella viene el Mesías que trae la Salvación (Ieshuah en hebreo). Por esto ella es “la mediadora perfecta entre el cielo y la tierra” como la Shekinah14. Ella, como la primera letra de la Tora representa la “Casa del mundo”15, porque en ella se produce la “encarnación” de la Palabra en el mundo, y además por representar la Madre de los hombres (como la Shekinah); pero también ella es “Casa de Dios” porque lo que encarna en ella es el “Verbo divino”.

Podemos observar entonces, que el tercer término del ternario que corresponde al Hijo, y se relaciona con la cruz, dentro de estos dos niveles del misterio: la Creación y la Salvación, se presenta bajo un cierto orden inverso de simetría. Porque como germen divino punto de partida de la Creación nos marca una dirección que va de la unidad a la multiplicidad, y del interior al exterior; mientras que desde el nivel de la Salvación, marca un movimiento opuesto, que va desde el exterior al interior, y de la multiplicidad a la unidad, marcando el retorno al origen. Origen ligado a la unidad primera invisible, anterior a toda diferenciación, de la que todo parte, representada en el centro de la cruz donde confluyen los cuatro ejes; centro que al mismo tiempo representa a esta simiente divina, tercer término del ternario.

Este tercer término del ternario, el hijo, se presenta como resultante de la unión de los dos primeros principios: Padre y Madre, principios que a su vez se desprenden de un primer principio original de donde han partido, y que dan origen a la Creación a través de su matrimonio. Y desde el nivel de la Salvación, este tercer principio se presenta como puente que produce nuevamente el enlace de los dos principios: activo masculino, y pasivo femenino, representados como Padre y Madre. Por esto nos dice la tradición, que el Mesías es el que volverá a reunir al Santo, bendito sea, con la reina Shekinah, los que fueron separados por el pecado de los hombres; ellos representan el aspecto masculino y femenino de la divinidad cuya unión ha dado origen a la Creación, como lo describe la palabra Berishit “En el Principio”, a través de los términos llamados Padre y Madre.

El Padre y la Madre, son principios análogos a los términos Cielo y Tierra de la tríada extremo oriental, como el Hijo (que representa al Mesías) es análogo al Hombre Universal, aquel que siendo hijo del Cielo y la Tierra, es al mismo tiempo puente que produce la unión entre ambos principios, y cuyo símbolo es la cruz.

El primer tabernáculo de Dios

"El Señor me ha poseído al comienzo de sus vías, antes de hacer cualquier
cosa, en el principio yo he sido establecida" Proverbios 8:22

La letra בּ Bet de בְּרֵאשִית Berishit al representar la matriz primera de la creación es entonces imagen del primer tabernáculo15b (habitación) de Dios, y es símbolo así mismo de la Betulah (Virgen), porque ella es la “Casa de Dios” en el mundo, recordemos la correspondencia numérica entre estos dos nombres presentada en nuestros anteriores textos:

Betulah “Virgen” al igual que el nombre Beit El  “Casa de Dios” responden al valor gemátrico 44315c, lo que nos señala la intrínseca correspondencia entre estos conceptos.


Beit El
  בּ 2 + י 10 + ת 400 + א 1 + ל 30 = 443

Betulah  בְּ 2 + ת 400 + וּ 6 + לַ 30 + ה 5 = 443

 Por analogía, si la letra בּ bet representa a la Betulah (Virgen) como Tabernáculo del señor, como “Casa de Dios”, entonces el Arca de la Alianza dentro de este tabernáculo representado en la Virgen, es el útero de la Virgen donde germina la simiente divina que viene a “re-generar”, salvar el mundo. Entonces el contenido del Arca nos está anunciando al Mesías y su doble atributo real y sacerdotal ligado a la orden de Melkitzedek15d.

Así como la Creación parte de una matriz primordial, un útero representado en la letra בּ Bet; el último pacto con Dios, el que trae la Salvación “Ieshua”, se establece también a partir del útero de la Virgen, representado éste el Arca de la Alianza del Nuevo Pacto. Si la Creación se realiza a partir de la matriz primordial, entonces la Salvación que representa la fase de retorno al Inicio, se produce también a través del útero que da a luz al Mesías, simbolizando esta matriz, la puerta del retorno al Principio.

Todo esto nos lleva a la siguiente reflexión: la Virgen ha de representar la segunda persona de la Divinidad dentro de la tríada, Padre, Madre e Hijo; pero no a la manera de la Sophia de los gnósticos, porque a la Sophia se le confieren ciertos atributos del Espíritu Santo, y estos atributos son eminentemente masculinos, atributos provenientes en realidad de la primera persona divina, el Padre. La Virgen desde este punto de vista, representa la segunda persona divina pero como Matriz primordial, como Madre, representando el fundamento femenino de la Divinidad.

La Creación a través del concepto de tzim tzum expresado en la palabra Berishit, y el paso del ternario al cuaternario.

Hay un concepto en la tradición hebrea que describe el movimiento que da origen a la creación, este es tzim tzum (retracción), nombre que representa la concentración de Dios sobre sí mismo. Dios que es infinito y todo lo ocupa produce una concentración de sí y sobre sí, realizada con el fin de dejar un espacio libre de su ser donde se manifieste la creación. O sea, que la Creación comienza a partir de una acción, un movimiento, que marca el paso entre ese Dios inmanifestado, infinito que todo lo ocupa, al Dios manifestado que se divide en dos naturalezas: el Padre y la Madre; porque dicha concentración de su luz sobre sí mismo representará al Padre, mientras que el espacio vacío dejado a su alrededor para que emerja la creación, representará a la matriz primordial, la Madre.

Luego de esa concentración de la luz de Dios que deja ese espacio libre, nos dicen los cabalistas que un rayo de su luz parte de él y penetra ese espacio vacío, dando origen a la Creación. Es decir, que el rayo de luz que parte de la concentración de Dios (el Padre), y penetra el espacio vacío (la Madre), simboliza el elemento axial que fecunda la matriz primordial.

Podemos contemplar entonces esta descripción del origen de la Creación por medio del concepto de tzim tzum dentro de la misma palabra Berishit. Porque los cabalistas nos dicen que בּרֵאשית Berishit es la conjunción de la palabra ראש (rosh), cabeza, y la palabra בַּית (bait), casa; palabra que se encuentra abrazando, rodeando a la palabra rosh (cabeza), como si fuera aquel espacio libre dejado a partir de la concentración de Dios que produce la cabeza (rosh) de la creación.

Entonces Dios comienza a manifestarse a partir de dicha concentración sobre sí mismo representada en la palabra ראש Rosh, cabeza (de בראשית Berishit), que contiene en el centro el א alef, la cabeza del alfabeto hebreo, de valor 1, representando en este sentido la unidad primera indivisible de la que todo parte, pero que considerada desde el valor axial de su nombre 111, pasa a representar al Padre con la palabra cabeza (rosh) dentro de Berishit. Porque ese Dios infinito que todo lo ocupa16 (el cual representa el principio original del que todo parte), al concentrarse produce la cabeza (rosh) de la Creación, pasando a representar de este modo, el primer término del ternario (Padre, Madre, Hijo), el Padre, dentro de Berishit; mientras que la palabra בַּית Bait (casa) que abraza a la palabra rosh simbolizando ese espacio libre dejado a su alrededor por Dios para que emerja la creación, representa a la Madre o la matriz primordial.

Ahora bien, observemos que dentro de la palabra בית bait (casa) está contenida la י letra iud, que simboliza el Hijo, el germen divino del que todo parte (entre la בּ bet y la ת tav que forman el nombre de la בּת Bet, la primera letra de Berishit que representa la matriz primordial). Porque luego de la “concentración de Dios” (el Padre), un rayo de su luz parte de él y penetra el espacio libre (la Madre); este rayo representa el elemento axial activo presente en el alef, que parte de la rosh, cabeza (el Padre) y penetra fecundando el espacio representado en la palabra Bait (la Madre); y de dicha fecundación surge el tercer principio representado en la iud, el hijo, el germen divino contenido dentro de la matriz primordial, la Madre.

A partir del concepto de Tzim Tzum podemos comprender cómo la Creación surge del matrimonio entre el principio activo masculino con el principio pasivo femenino; representados en la palabra ראש Rosh (cabeza) el primero, y la palabra בית Bait (casa) el segundo, dentro de בְּרֵאשִׁית Berishit; conjunción de ambos términos que da como resultado esta palabra que significa “en el Principio”. Entonces podemos entender a la palabra Berishit como el matrimonio del Padre con la Madre, es decir del Santo, Bendito sea con la reina Shekinah, matrimonio a partir del cual se origina la Creación.

Pero además, podemos ver a través del concepto de Tzim Tzum expresado en la palabra Berishit, cómo se vuelven a manifestar los tres principios: Padre, Madre e Hijo, (porque el hijo está expresado como simiente divina dentro de la Madre, simbolizado en la letra iud de la palabra Bait, casa). Como también nos permite comprender en realidad, que los dos primeros términos antagónicos-complementarios (Padre y Madre), surgen de un principio original anterior a toda diferenciación, representado en ese Dios inmanifestado, infinito. Lo que nos deja entrever, que no solo se manifiesta un ternario en Berishit, sino un cuaternario, porque los tres términos que representan al Padre, la Madre y el Hijo, surgen de un principio original indiferenciado del que todo parte; representando el paso de lo inmanifestado a lo manifestado.

El Dios inmanifestado, infinito que todo lo ocupa, produce en un movimiento que da origen a la creación, una concentración de sí, dando lugar entonces al Dios manifestado, el que se manifiesta como Padre (la concentración de su luz) y Madre (el espacio libre dejado a su alrededor para que emerja la Creación), y de cuyo matrimonio nace el germen divino del que todo parte.

Del Ternario al Cuaternario

La palabra Berishit, al ser la primera palabra del Génesis, lo encabeza, representando el punto de partida del relato sobre la Creación del mundo, es decir, simboliza la cabeza de la Creación; correspondiéndose entonces, con la primera séfirah del árbol de la vida, Keter (corona), llamada también “cabeza de la Creación”.

Berishit contiene dentro de ella un ternario compuesto por tres aspectos divinos que representan al Padre, la Madre y el Hijo, a través de los cuales nos describe el origen de dicha Creación; porque estos tres principios constituyen la “síntesis perfecta” de toda Creación17. Por lo tanto hay una correspondencia entre la palabra Berishit, como punto de partida de la Creación, con el concepto de Dios manifestado18 a partir del cual se origina la Creación del mundo, concepto a que su vez está ligado en la Cábala a la primera séfirah del árbol de la vida, Keter, la Corona. Keter también es llamada Gran Rostro, “La Sefira Keter (Corona) es llamada también Anciano entre los ancianos, el Gran Rostro. Éste está compuesto por tres naturalezas o principios superpuestos: varón, hembra e hijo” El Zohar, Barcelona, Obelisco, 2014, p. 69.

Keter, la Corona, tiene origen en el Ein Sof, el Infinito. El paso del Ein Sof a Keter, parece representar el paso del Dios inmanifestado, Infinito que todo lo ocupa, al Dios Manifestado, que se divide en tres naturalezas distintas y que son la síntesis de la Creación: Padre, Madre e Hijo. Por esto de Keter van a partir tres columnas en las que se despliegan todas las sefirot (donde cada séfira, representará un aspecto manifestado de Dios), la columna derecha relacionada al aspecto masculino, la izquierda al femenino, y la central representa el equilibrio entre las otras dos.

Este paso del Dios inmanifestado al manifestado, representado con el Ein Sof y Keter, en el árbol de la vida, parece ser en realidad la idea que está expresada en la palabra Berishit “En el Principio”; porque en ella se manifiesta en realidad un cuaternario, ya que el Padre y la Madre que dan origen al germen divino de la Creación, a su vez surgen un primer principio indiferenciado, representado en ese Dios inmanifestado, Infinito, del que hablan los cabalistas.

Los tres principios “el varón, la hembra y el hijo” se superponen entre sí, nos advierte el Zohar. En este sentido observemos que el principio femenino, representado en la letra בּ Bet como en la palabra בַּיִת Bait de בְּרֵאשִׁית Berishit, contiene en su interior el principio que representa al germen divino, el Hijo, a través del punto en el interior de la Bet, como de la letra י iud de la palabra Bait en Berishit. Y que por otro lado, la iud, al ser la simiente divina, punto de partida de la creación, no solo se relaciona con el Hijo como presentamos antes, sino también con el Padre, porque la simiente proviene del Padre19. Mientras que el principio que representaba al Padre, el alef, por simbolizar la naturaleza axial masculina a través del valor polar de su nombre, 111, pasa a representar el principio primero indivisible, anterior a toda diferenciación, por ser la cabeza del alfabeto hebreo y poseer el valor 1 de la unidad.

Estas complejas relaciones entre los términos tienen que ver con el misterio indiscernible del “punto supremo” del que nos hablan los cabalistas, y el paso de lo inmanifestado a lo manifestado. Observemos que los cabalistas nos dicen que “el misterioso punto luminoso es representado en la letra iud, cabeza (rosh) de la Creación”. En dicha descripción el principio que simboliza al Hijo, representado en la iud, se mezcla con el que representa al Padre, expresado en la palabra (rosh) cabeza, y este último con aquel principio indiferenciado del que todo parte, expresado en el Alef de valor 1, pero que considerado desde su aspecto axial masculino, pasa a representar al Padre.

Entonces podemos observar que las tres letras: א Alef, ב Beth y י Iud, en Berishit no solo expresan el género de ternario compuesto por las tres naturalezas que representan al Padre, la Madre y al Hijo. Sino que también ellas representarán otro género de ternario, compuesto por un primer principio original indivisible (representado por el alef, considerado en relación a su valor 1, la unidad) del que parten los otros dos principios diferenciados, los complementarios representados como Padre y Madre; y en este tipo de ternario, la iud, por ser la simiente, pasará a representar al Padre (porque la simiente viene del padre), mientras que la Bet continua representando a la Madre, el principio femenino.

Entonces tenemos que en la palabra Berishit se manifiestan en realidad los dos principales géneros de ternarios, a través de las mismas tres letras: alef, beth y iud. Por un lado tenemos la tríada compuesta por un primer principio indiferenciado del que surgen los otros dos opuestos-complementarios, representados por la pareja Padre y Madre; y por otro lado, el tipo de ternario (descripto al principio) formado por la pareja de principios complementarios, Padre y Madre, y un tercer principio que representa el producto o la síntesis de ambos, el Hijo (o el Hombre Universal de la tríada extremo oriental).

Estos dos tipos de ternarios lejos de ser contrarios entre sí, son complementarios, afirma Guénon. El primer tipo de ternario será representado por el autor a través de la figura del triángulo con el vértice derecho, es decir, con el vértice hacia arriba; vértice que representará el primer principio indivisible20 (1), mientras que en la base del triángulo serán representados los principios que corresponden al Padre (2) y la Madre (3), los dos términos duales21 que parten de este primer principio único, como muestra la figura 1 extraída del libro La Gran Tríada.

El segundo género de ternario es representado por el triángulo con el vértice invertido, en cuya base (hacia arriba) serán representados los principios complementarios, nombrados aquí, como Padre (2) y Madre (3), mientras que en el vértice invertido se representará al tercer término, el Hijo (4), que se corresponde con el Hombre Universal en la tríada extremo oriental.

Entonces tenemos que, estos dos triángulos unidos, lejos de ser contrarios entre sí, son complementarios y representan la parte superior e inferior de una única figura, el cuaternario, formado por cuatro términos.

Si se comparan estos dos triángulos, el segundo aparece en cierto modo como un reflejo del primero, lo que indica que, entre los ternarios correspondientes, hay analogía en la verdadera significación de esta palabra, es decir, que debe aplicarse en sentido inverso; y, en efecto, si se parte de la consideración de los dos términos complementarios, entre los cuales hay necesariamente simetría, se ve que el ternario está completado en el primer caso por su principio, y en el segundo, al contrario, por su resultante, de tal suerte que los dos complementarios están respectivamente después y antes del término que, al ser de otro orden, se encuentra por así decir como aislado frente a ellos; y es evidente que, en todos los casos, es la consideración de este tercer término lo que da al ternario como tal toda su significación.22

El último término de este cuaternario (4) aparece como un reflejo del primer término (1). Este último término (4), al representar la síntesis o producto de los principios complementarios, el activo y el pasivo, participando de ambas naturalezas, es de alguna manera imagen del primer principio, del que parten ambas naturalezas.

Podemos observar en esta imagen que el primer principio del cuaternario (1), que corresponde al primer principio del primer ternario, aquel principio original indiferenciado, está relacionado a través el eje vertical con el cuarto principio del cuaternario (4), que corresponde al hijo, el germen divino, y tercer término del segundo ternario. El axis vertical de la cruz une ambos principios, por ello el tercer término del segundo ternario, el Hijo, que en el nivel del misterio de la Re-generación se corresponde con el Mesías, está intrínsecamente vinculado al símbolo de la Cruz; la que representa la realización íntegra de todos los estados del ser y el no ser, aquello que representa el Hombre Universal, realización integral de todos los grados que conlleva el retorno al Origen primordial, del que todo ha partido, ese Ein Sof, Infinito, incognoscible, indiscernible, el No Ser, de la tradición hebrea.



Continuación

Novedades

NOTAS

13 El número 13 es el valor de la palabra ejad (uno), o sea que estas tres naturalezas o principios expresados en las letras alef, bet y iud, son parte de una sola y única naturaleza. El número 13 es por otra parte el valor de la palabra ahabah (amor), esa es la substancia que mantiene la unión de los tres principios que representan al Padre, la Madre y el Hijo, y que son la base de la Creación.

14 La Virgen es como la Shekinah “… la mediadora perfecta entre el cielo y la tierra…” La Shekinah es considerada en la cábala el fundamento femenino de la Divinidad, por esto hay una profunda correspondencia entre ella y la Virgen.

Mencionamos que la palabra Betulah (Virgen) posee el mismo valor que el nombre Beit El (Casa de Dios), por lo tanto la Virgen se corresponde con la idea de residencia divina. Esta misma idea de morada, residencia Divina, está vinculada con la Shekinah, palabra cuya su raíz es shakan “habitar, morar, residir”; y en este sentido ella se vincula tanto con el Tabernáculo (habitación), como con el Arca de la Alianza, porque la Shekinah residía en el Habitáculo del Templo “kadosh ha-kadishim”, el Santísimo, el lugar más sagrado del Templo destinado al Arca de la Alianza. La misma correspondencia que hay entre la Shekinah, el tabernáculo y el Arca de la Alianza, se establece con la Virgen, quien representa el Tabernáculo del Señor, como Arca de la Alianza, al ser la portadora del retoño de origen divino.

15 Así como la letra Bet representa la “Casa del mundo” como también la “Casa de Dios”, lo mismo sucede con el Virgen que es “Madre de los hombre” y “Madre de Dios”. Esto mismo sucede con la Shekinah, la cual es madre de los hombres “…pues la Creación es obra de la Shekinah y esta se ocupa como una madre de sus hijos” pero al mismo tiempo ella se vincula también con la idea de residencia divina.

15b El Tabernáculo es una tienda, lo que representaría la letra bet en el hebreo antiguo, antes de representar la casa.

15c 443 = 11 = 1+1 = 2 el valor numérico de בּ Bet.

15d El tema sobre el contenido del Arca de la Alianza y su relación con el Mesías, lo presentamos en el texto “El nombre Emmanuel a la luz de la tradición perenne”, publicado en la revista SYMBOLOS.

16 Este Dios inmanifestado, infinito que todo lo ocupa representa el primer principio indiferenciado del que parten los otros dos complementarios, representados como el Padre y la Madre a través de los cuales se presenta el Dios manifestado.

17 “Cuando ambos están unidos y el Hijo está con ellos se consigue la síntesis perfecta, pues están unidos Padre, Madre e Hijo”. El Zohar, Barcelona, Obelisco, 2014, p. 74.

18 El Dios manifestado es la manifestación externa de Dios, el Dios que se manifiesta como fuerza creadora, el Dios creador, porque únicamente Dios se manifiesta a partir de la Creación del mundo, este se corresponde con la séfira Keter, la Corona, que representa la cabeza de la Creación. Pero este Dios que se manifiesta tiene origen en el Dios inmanifestado, la parte imperceptible de Dios, el Deus Absconditus, oculto, incognoscible e imposible de definir, y este se corresponde con el Ein Sof, el Infinito. El Zohar, Barcelona, Obelisco, 2014, p. 63.

19 La letra iud, es la letra con la que comienza el tetragrama del nombre de Dios יהוה, y también la misma letra con la que comienza el nombre Ieshua (Jesús), el Hijo. Esta letra como simiente divina se relaciona tanto con el Hijo, pero también con el padre, porque la simiente viene del padre, y en este sentido observemos que es la misma letra con la que comienza el nombre Iosef, el padre terrestre de Cristo.

20 Este primer principio del ternario, según la tradición hebrea, podemos nombrarlo como “Infinito”. El Ein Sof incognoscible, e indiferenciado, o el Dios inmanifestado. De este primer principio van a surgir los otros dos complementarios diferenciados, pero este primer principio representa un nivel superior de realidad.

21 Esta pareja que nace del principio único, y que representan la primera dualidad, nombrados como Padre y Madre, son análogos a los principios llamados Purusha y Prakriti en la tradición hindú, y como el Cielo (Tien) y la Tierra (Ti) en la tradición extremo oriental, los cuales también parten de un principio superior.

22 René Guénon, La Gran Tríada, pág. 13.




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