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III El Camino del Largo Estudio y el Arte de la Construcción. Cristina de Pizán (1364-1430) (1) |
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Hermes desciende de su vuelo vertical y posa los pies alados sobre la tierra de otro tiempo y espacio. Fin de la Edad Media y albores del Renacimiento. Los servicios del sabio médico y astrólogo italiano Tomasso da Pizzano son requeridos por el rey Carlos V de Valois, por lo que aquél y toda su familia se desplazan a la corte parisina del monarca. Cristina, la joven hija del nuevo consejero real nacida en Venecia, se traslada con cuatro años de edad a Francia, donde residirá el resto de su vida, creciendo a caballo entre dos periodos históricos –el del ya decadente Medioevo y el de un incipiente impulso promovido por la reactualización de la cultura clásica–, nutriéndose de la herencia cultural de la Edad Media y simultáneamente vislumbrando las nuevas posibilidades de investigación –así como de restricción en un cierto sentido, según veremos–, que traerá consigo el Renacimiento. La Tradición Hermética sigue viva en estos tiempos históricos, y aunque el círculo de adeptos, y sobre todo de adeptas, es cada vez más reducido –en clara consonancia con el acercamiento del fin de un ciclo cósmico–, y su vinculación a la áurea cadena de la Filosofía Perenne admite indefinidos grados de participación y otros tantos niveles de profundidad en la aprehensión del Conocimiento, continúan apareciendo aquí y allí entidades e individualidades que se abren al mensaje universal e imperecedero que esa tradición vehicula, conformando una estructura viva depositaria y transmisora del secreto iniciático, inviolable por su propia naturaleza. Carlos V "el Sabio" es un prototipo de lo que serán los príncipes renacentistas; su interés está centrado en reactualizar el Arte y la Ciencia Sagrada, cuya manifestación formal a finales del siglo XIV se halla ya excesivamente rigidizada, esclerotizada y falta de vigor. Para ello, el rey se rodea de una corte de hombres sabios y liberales, esto es amantes de la Libertad, con los que realizará toda una labor de rescate y vivificación de los saberes imperecederos, lo cual se traduce, en parte, en el retorno a las fuentes sapienciales de la antigüedad clásica. Lo atestigua, entre otras cosas, la gran colección de libros y tratados antiguos que dicho monarca recopila a través de diversas vías, atesorándolos en las tres plantas de la Bibliothèque Royale (hoy día Biblioteca de Francia) recién instalada en la Torre de la Halconería del palacio del Louvre. La joven hija de Pizzano –el nuevo astrólogo, médico, cirujano y asesor científico del rey– crecerá entre las dependencias privadas donde las mujeres desarrollan las labores domésticas propias de su rango y las salas de estudio de los tres palacios que los Valois poseen en París, repletas de libros y de instrumentos de observación celeste, de medición y de precisión de la anatomía del cosmos y del hombre. Siguiendo los acontecimientos de su vida, Cristina de Pizán actúa conforme a los usos y costumbres de su época, asumiendo con naturalidad una herencia cultural y sagrada, lo que nos permitirá más adelante trazar algunas pinceladas sobre la simbólica de la mujer en el Medioevo y la existencia en este período –y en otros anteriores– de diversas vías iniciáticas para su realización espiritual, vías que, llegado el siglo XV estaban ya casi desaparecidas o muy desvirtuadas, desembocando en las severas restricciones que vivirán a partir de entonces las mujeres para adentrarse y avanzar en la Vía del Conocimiento. La madre de la joven le transmite una serie de hábitos y labores, así como una sólida formación religiosa que ella nunca repudia, aunque sí trasciende. Por otra parte, Tomasso da Pizzano potenciará constantemente la inclinación natural y la cualificación hacia el estudio que observa en su hija, instruyéndola en diversas ciencias y animándola en su búsqueda intelectual, según es habitual en muchos hombres de Conocimiento con las mujeres que los han rodeado101. Cristina madura entre husos, compases y libros sapienciales; hilos, pinturas y mapas celestes; telas finas y pergaminos; letras, miniaturas y bordados; plumas, agujas y pinceles; ruecas, astrolabios y "ruedas de libros"; en definitiva, sumergida en un rico ámbito en el que se combina permanentemente el estudio, la vida social en la corte y la práctica de diversas artesanías. A los quince años se casa con Etienne du Castel –joven notario que acabará siendo secretario del rey–, y lo que podía haber sido una unión de conveniencia deviene una verdadera historia de amor. Pero al poco tiempo de contraer matrimonio empiezan a actuar los embates de Fortuna en la vida de Cristina: en 1381 muere el rey protector de las ciencias y las artes, y sus descendientes no seguirán cultivando la planta que él sembrara, sino que más bien darán rienda suelta al desorden y la locura, no en vano a Carlos VI se le conoce con el sobrenombre de "le Roi Fou". El padre de Cristina cae en desgracia ante la nueva corte, los conocimientos que promueve no son considerados y, lleno de deudas, fallece en 1387. A los diez años de matrimonio, Cristina enviuda, quedando con tres hijos pequeños y su madre a su cargo, y con pocos bienes materiales ya que parte de su fortuna le ha sido arrebatada por unos mercaderes estafadores, lo cual la llevará a enrolarse durante unos años en una serie de procesos judiciales para recuperar el patrimonio que le pertenece102. Con veinticinco años, esta valerosa dama italiana toma las riendas de su hogar, y sin renunciar a la gran pasión por las letras, hace más bien de ellas el vehículo y camino de acceso al Conocimiento, así como el modo de manutención de todos los suyos. Se recluye en su gabinete de trabajo y emprende una senda que ya no abandonará hasta la muerte. Ella misma gusta de presentarse dedicada constantemente a la lectura, a la escritura, a la iluminación de sus textos y a la investigación:
En otro pasaje pone en boca de una de las Damas que la visitan:
Y en el libro El Camino del Largo Estudio dice así:
Deviene una escritora incansable, con un decir sencillo y directo, pero no exento de profundidad. Se interesa por la política, el derecho, la justicia, la estrategia militar, el arte de la caballería, el arte de la construcción, la mitología y la doctrina perenne transmitida por los filósofos desde la antigüedad clásica hasta su tiempo. Además, investiga en la astrología, ciencia que le enseñó su padre y que estudia por sí misma106 y también bucea en la historia, no en la pura anécdota y acumulación de fechas y nombres, sino en su vertiente simbólica. Escribe cientos de baladas y poesías por encargo de las diversas cortes de Europa, pues pronto corre la voz del virtuosismo de sus composiciones –actividad por la que es bien retribuida, pero lo que más la atrae es el estudio y la aprehensión, así como la transmisión del saber imperecedero que hereda, por un lado a través de la simbólica cristiana, y por el otro, gracias al llamado 'paganismo', que le proporciona una amplitud y apertura de pensamiento más allá del ámbito y mundo estrictamente religioso. Todo ello hace que su producción literaria se traduzca en muchas obras y de muy diverso contenido, treinta y siete de las cuales han llegado hasta nuestros días, con títulos tan sugerentes como: Le Chemin de Longue Étude, Les Cent Balades, Le livre de la Cité des Dames, Le livre du tresor de Cité des Dames, L'Epistre au dieu d'amours, l'Epistre Othéa, Le Dit de la Rose, Le livre du dit de Poissy, Le livre des fais et bonnes meurs du sage roy Charles V, Le livre de la Mutation de Fortune, Livre des fais d'armes et chevalerie, Querella del Roman de la Rose, Le ditié de Jeanne d'Arc, y muchos más que uno desearía con sumo gusto encontrar traducidos a nuestra lengua, pues además de su indudable valor literario e histórico, creemos que son reveladores de la experiencia espiritual de Cristina, como tendremos oportunidad de descubrir al adentrarnos en dos de sus textos más significativos. En Cristina, aunque en ciertos momentos parece que se retrae y pone límites a sus posibilidades de aprehensión –"por haber llegado tarde a la fina escuela" según sus propias palabras, o bien porque ha recibido una transmisión doctrinal incompleta, tal como refiere en este fragmento: "Tu madre no pudo arrancar en ti ese gusto por la ciencia, esa tendencia natural que te ha permitido ir cosechando el saber, aunque fuera recogiendo migajas"107–, el deseo108 de conocer se convierte en el motor y fin de su existencia, y a él se consagra plenamente:
En otro momento afirma, dirigiéndose a la Sibila de Cumas:
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NOTAS | |
101 | En el libro La Ciudad de las Damas, nuestra escritora pone en boca de una de las damas que la visitan:
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102 | En ningún momento de la vida Cristina abandona los quehaceres más mundanos, pues sabe que la batalla se libra en todos los frentes, ya que el ser humano de mentalidad tradicional reconoce la necesidad de unir permanentemente lo de arriba con lo de abajo y lo de abajo con lo de arriba, reconociendo siempre la supremacía de lo celeste sobre lo terrestre. |
103 | Que sepamos, este libro es el único traducido y editado en castellano: Cristina de Pizán. La Ciudad de las Damas. Ed. Siruela, Madrid, 1995, pág. 63. El resto de la bibliografía de esta autora se encuentra en francés o inglés. |
104 | Op. cit. pág. 69. |
105 | Christine de Pizan. Le Chemin de Longue Étude. Librairie Générale Française. Lettres gothiques. Paris 2000, pág. 97. |
106 | Dice así en Le Chemin de Longue Étude:
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107 | Cristina de Pizán. La Ciudad de las Damas. Ed. Siruela, Madrid, 1995, pág. 199. |
108 | Recordemos la etimología de la palabra deseo: del latín "desideratum", se refiere al recuerdo de la estrella o constelación, es decir, a la reminiscencia del cuerpo celeste símbolo de la luz inmaterial del Principio. Desear es aspirar a la fusión con Él. |
109 | Op. cit. pág. 199-200. |
110 | Christine de Pizan. Le Chemin de Longue Étude. Librairie Générale Française. Lettres gothiques. Paris, 2000, pág. 157. |
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