RENE GUENON 
CARTAS A VASILE LOVINESCU

Publicamos esta correspondencia hasta hora inédita, no sólo en castellano, sino, que nosotros sepamos, en cualquier otra lengua. El estudio de V. Lovinescu del que se habla en ella, La Dacia Hiperbórea, apareció a lo largo de siete nºs de la revista Etudes Traditionnelles (entre abril 1936 y noviembre 1937) firmado con el pseudónimo de Geticus: los Getae eran un pueblo de Tracia que vivía junto al Danubio, considerándose hoy a los antiguos rumanos como geto-dacios; estos pueblos ocupaban la región que autores como Píndaro, Apolonio de Rodas, Virgilio, Ovidio, Macrobio, etc. llamaban Hiperbórea, aunque según Guénon –tal y como puede verse en estas cartas– esa no fuera sino una de las localizaciones secundarias del Centro primitivo. De esta obra hay una edición francesa bastante reciente: La Dacie hyperboréenne, Ed. Pardès, Puiseaux 1987. Con el mismo pseudónimo, la revista publicó más tarde (mayo 1940) El Hada de las Hadas, un estudio sobre un cuento tradicional rumano; otras obras de este autor: Interpretarea ezotericã a unor basme si balade populare românesti (Cartea Româneascã, Bucarest 1993: también aquí se publicó Dacia Hiperboreanã 1993); Incantatia s ingelui: citeva elemente esoterice din iconografia si literatura culta (Iasi, Institutul European, 1993), Jurnal alchimic (id. 1994), los artículos "Le mythe sous le ciel des étoiles fixes", "Une icône roumaine de l'archange Michel" (publicados por la revista francesa Connaissance des Religions, final 1997 y final 1998-comienzo 1999 respectivamente) y, entre sus numerosos escritos póstumos, La colonna traiana, All'insegna del Veltro, Parma, 1995). 

Vasile Lovinescu (1905-1984), principal corresponsal de R. Guénon en los Balcanes e interesado siempre por las tradiciones de su país, se une así a los autores rumanos que han tratado los temas del esoterismo y la Tradición Unánime: Michel Vâlsan, cuya relación con René Guénon es conocida (dirigió E. T. durante años y a él se debe nada menos que la preparación y edición póstuma de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada con los artículos de éste) y Mircea Eliade, quien, en su obra Ocultismo, brujería y modas culturales (Paidós, Barcelona 1997), afirma de René Guénon que es "el representante más prominente del esoterismo moderno". A estos autores, teniendo en cuenta el tema de Fin de Ciclo al que este Nº de SYMBOLOS se dedica, podrían sumarse incluso Emil Cioran, debido a su concepción del Fin de la Historia, y aún A. Ionescu, pues el "teatro del absurdo" de éste tiene el sentido de que lo que se entiende por "realidad" es una pura ilusión. 

Nota: las palabras castellanas que aparecen en cursiva están subrayadas en los originales. Los corchetes indican la falta de dos fragmentos (carta de 29 de septbre. de 1935: podría tratarse de 2 cartas), y en alguna ocasión, la dificultad de reconocer una palabra en el manuscrito. Los vínculos junto a las fechas llevan a una reproducción de la misma carta. 
   

Hemisferio estelar boreal 
H. Boreal. Enciclopedia de Diderot, Astronomía, pl. IX
 
RENE GUENON 
CARTAS A VASILE LOVINESCU (1)
facsimilEl Cairo, 9 de julio de 1934. 
(lista de correos, oficina central)
Señor, 

Acabo de recibir su carta transmitida por el Sr. Chacornac; la distancia a la que me encuentro le explicará este retraso. 

Con mucho gusto le daría la autorización que me pide; pero desgraciadamente no soy yo quien tiene cualidad para hacerlo, al estipular mis contratos que las cuestiones de traducción no pueden tratarse más que entre los editores. Es necesario pues que su editor se dirija al mío, y pienso que la cosa no presentará dificultad. Sólo que, en este momento, por lo que se refiere a la Crisis del Mundo moderno, hay una pequeña complicación: este libro se hallaba en las ediciones Bossard, y estas fueron declaradas en quiebra hace algunos meses; tras largas negociaciones, me acaban de avisar de que se ha acordado que se retomen mis obras por cuenta de otro editor, pero todavía no tengo detalles precisos. Lo mejor es pues que el suyo dirija su petición al "Sr. editor de la Crisis del Mundo moderno", sin otra indicación, y que la envíe a uno de mis amigos, el Sr. A. Préau, 42, rue Etienne Marcel, París (2e), quien se ocupa de este asunto y se encargará de transmitir la petición a su destinatario; yo le prevengo por otra parte al mismo tiempo. – En lo que a mí concierne, únicamente se halla especificado en los contratos que las autorizaciones no pueden darse más que a condición de que se me remitan las traducciones antes de su envío a la imprenta; ahí se limita todo mi derecho a intervenir en estos asuntos. 

Le agradezco lo que tiene a bien decirme con respecto a mis obras, y lo que hace para darlas a conocer. Le deseo un buen éxito en su proyecto de revista. En cuanto a la publicación del Rey del Mundo en las condiciones que dice, no veo muy bien cómo podría hacerse, y debo decir que, en principio, soy bastante opuesto a la idea de publicar un libro en capítulos sueltos; incluso me he negado siempre a dar por adelantado a algunas revistas capítulos de mis libros cuando estos se hallaban en curso de impresión. 

Lo que usted dice en relación con los cuentos rumanos es interesante; nunca he tenido ocasión de ver nada especial al respecto, y me gustaría disponer de las informaciones que tiene a bien prometerme. 

En cuanto a su pregunta concerniente a Bô Yin Râ, apenas necesito decir que de ninguna manera puedo admitir su pretensión de ser un enviado de la "Gran Logia Blanca" (?); por otra parte lo he declarado netamente en las notas adicionales de la segunda edición del Teosofismo (p. 329). Parece solamente, según ciertos cotejos que he podido hacer, que estuvo en relaciones con una organización que tiene su origen en Asia central, pero cuyo nivel no es de los más elevados. En cuanto a sus libros, ignorando casi por completo el alemán, sólo he podido leer los que se han traducido al francés; no he encontrado en ellos ni errores característicos, ni señales de un conocimiento real de orden trascendente; se trata de algo más bien "neutro", y que parece bastante inofensivo en comparación con la mayoría de las demás producciones del mismo género. – Otro personaje que, más recientemente, se ha proclamado también "legado de la Gran Logia Blanca", Nicolás Roerich, me parece más peligroso desde muchos puntos de vista. – Desde luego, si hay otras preguntas precisas a las cuales pueda yo responder en relación con este tema, dígamelas, y lo haré con gusto. 

Crea, le ruego, señor, en mis distinguidos sentimientos. 

*
*   *
 
facsimilEl Cairo, 19 de agosto de 1934.
Señor, 

Me excuso por no haber podido responder enseguida a su carta; siempre tengo retrasada una enorme correspondencia… Me dice que está usted en Villégiature hasta el 1º de agosto, y su carta me ha llegado después de esta fecha; creo entonces preferible, en cualquier caso, dirigir la mía a Bucarest. 

Ya me parecía, por lo que me había dicho, que, en lo que se refiere a la traducción de la Crisis del Mundo moderno, las cosas no podrían arreglarse definitivamente más que tras el retorno de vuestro editor. Por otra parte así es casi siempre en esta estación; nada puede hacerse durante este período de vacaciones en el que casi todo el mundo se ausenta más o menos. 

Gracias por su artículo, que me parece muy bien como presentación general de mi obra, y por su intención de hacerlo seguir por varios otros. Naturalmente, no conozco las particulares disposiciones del público al que esto se dirige, pero pienso que debe ser prácticamente lo mismo en todos los países… 

En cuanto a sus preguntas, debo decir en primer lugar que el proyecto de la obra que considera es muy interesante, pero no deja de presentar bastantes dificultades; ¿podría darme unas pocas precisiones más sobre la manera en que piensa tratar este tema?– En todo caso, no se puede dar nombres como usted pide; los seres de los que habla en verdad no tienen nombres, están más allá de esta limitación; pueden, por tal o cual razón particular, tomar los que deseen, y esto no tiene más importancia que el hecho de vestirse con un traje cualquiera… Si se remite a lo que se dice del "nombre" y la "forma" en la tradición hindú, pienso que podrá comprenderlo sin dificultad. – La consecuencia de esto, es que ningún personaje conocido de la historia puede ser designado como habiendo sido un miembro del Agartha; muchos, y sin duda incluso más de los que podría suponerse, han sido "influenciados" directa o indirectamente, consciente o inconscientemente; pero ningún miembro del Agartha trabaja él mismo en el mundo exterior, ni se da a conocer jamás como tal. Es por eso también que, si bien pueden citarse muchos de los Rosacrucianos, no se puede al contrario nombrar a ningún Rosa-Cruz; la manera en la que usted visualiza a estos últimos es en suma exacta, pero con la reserva de que lo que este nombre propiamente designa se halla aún lejos de ser el grado supremo de la iniciación; pero, naturalmente, los que poseen grados más altos pueden aparecer también como Rosa-Cruz (o algo equivalente) si les parece oportuno. Todo esto, por otra parte, es ciertamente mucho más fácil de concebir que de explicar; lo que hay que evitar por encima de todo, es representarse a estas jerarquías iniciáticas como si estuviesen constituidas de manera tal que se pareciesen, por poco que fuere, a unas "sociedades"; pero ya he insistido en ello demasiado a menudo como para que haga falta volver nuevamente. – Por otra parte, debo rectificar una equivocación sobre un punto importante: ciertamente no he hablado nunca de "dos Agarthas", cosa que de ninguna manera correspondería a la realidad. El Agartha está más allá de las oposiciones y las domina, dirigiendo igualmente, lo quieran o no, a aquéllos que actúan en los sentidos más opuestos; le pediría que, a este respecto, volviera a leer más atentamente mis artículos de Voile d'Isis de enero y febrero de 1933, en los que este punto está desarrollado mucho más completamente que lo que podría hacer en una carta. Además, nunca podría animarle demasiado a desconfiar de todo aquello que pueda oír contar por personas que, quizá han visto realmente ciertas cosas, pero que demasiado a menudo las interpretan a su manera y mezclan en ello sus imaginaciones; le digo esto a propósito del refugiado ruso al que alude; he conocido a muchos de esta clase y generalmente no hay gran cosa que sacar de sus pretendidas "revelaciones"… 

En cuanto a sus últimas preguntas resulta desgraciadamente bien difícil responderlas de modo satisfactorio, pues, sobre todas estas cuestiones, no conozco por así decir obras occidentales que fuera posible recomendar de verdad; o por lo menos, si las hay, son solamente obras antiguas, inhallables y tal vez incluso inéditas en su mayoría. Debo confesar también que no tengo memoria de las indicaciones bibliográficas; tal vez si me dice usted cuáles son las principales cosas que ya ha leído en este orden de ideas, esto me haría pensar en otras que podría indicarle. En todo caso, nunca hay que olvidar que la lectura de los libros, cualesquiera que sean, no puede ser nada más que un punto de partida para la reflexión y la meditación. 

En cuanto a indicar a quien fuere una vía de "realización", es esta una cosa que debo prohibirme rigurosamente; yo no puedo aceptar el "dirigir" a nadie ni incluso el dar simples consejos particulares, al estar esto completamente fuera del papel al que debo atenerme. Crea que se trata de una regla completamente general, que no implica ninguna duda con respecto a sus intenciones, y que incluso debo observarla exactamente igual en lo que se refiere a las personas que mejor conozco. Hasta he dado avisos al respecto, en diversas ocasiones, en Voile d'Isis, para responder a preguntas que había recibido en ese sentido; y he precisado allí que no podía poner a nadie en relación directa con organizaciones iniciáticas, no habiendo recibido este encargo. Confieso además que estoy muy lejos de desear que eso me suceda alguna vez, por múltiples razones… 

Sobre los primeros puntos, si lo que le he dicho le lleva a formular otras preguntas más precisas, desde luego le responderé con mucho gusto, tanto como me sea posible hacerlo. Le pediría, solamente, una vez por todas, que me excusara si no me es posible hacerlo siempre tan prontamente como quisiera. 

Todo tipo de circunstancias me han impedido hasta ahora poner en marcha un nuevo libro; espero sin embargo poder conseguirlo por fin bastante próximamente; pero todavía no estoy del todo resuelto acerca de cuál será; ciertamente no son los temas a tratar los que faltan… Tal vez se trate en cierto modo de una continuación de Oriente y Occidente y de la Crisis del Mundo moderno; también tengo intención de reunir, dándoles otra forma, mis artículos sobre la iniciación; y siempre pienso en el trabajo que ya anuncié sobre las condiciones de la existencia corporal, pero sin duda no será este el primero en aparecer. 

Crea, le ruego, señor, en mis más distinguidos sentimientos. 

*
*   *
 
facsimilEl Cairo, 18 de noviembre de 1934.
Señor, 

El Sr. Préau me dice que todavía no ha recibido nada de vuestro editor; pienso sin embargo que debe haber regresado del viaje desde hace ya un cierto tiempo, puesto que me habló usted de octubre; quiero creer no obstante que no se trata más que de un simple retraso sin importancia y que no ha cambiado usted nada en sus proyectos. 

No es esto por otra parte lo que me lleva a escribirle unas líneas el día de hoy; he aquí de lo que se trata: he recibido estos últimos días una carta del Sr. Marcel Avramesco, manifestándome su intención de traducir mis libros al rumano, comenzando por el Teosofismo, para lo cual ya ha dirigido una petición de autorización directamente al editor. La cosa no presenta inconveniente, ya que por vuestro lado, son otras las obras que tenéis en vista por el momento. Sin embargo, a fin de evitar el riesgo de que se encuentren luego en competencia, creo que sería bueno que se pusieran de acuerdo; en todo caso he creído que debía prevenirle, igual que lo hago también con el Sr. Avramesco al responderle. La dirección que me da es esta: Ediciones Memra, Imprenta N. Grassiany, Str. Smârvan, 28, Bucarest. – El Sr. Avramesco se propone además hacer aparecer próximamente una revista de estudios esotéricos tradicionales; tal vez usted haya oído ya hablar de ella. 

Crea, le ruego, señor, en mis más distinguidos sentimientos. 

*
*   *
 
facsimilEl Cairo, 16 de diciembre de 1934.
Señor, 

Su carta y la del Sr. Avramesco me han llegado al mismo tiempo; las necesidades de mi trabajo para Voile d'Isis me han impedido responderla inmediatamente. No dudaba que Vds. se conocían; es mejor así, ya que podrán entenderse más fácilmente; y sobre todo si tiene usted el mismo editor. Es lamentable que haya tenido esas dificultades con el otro; en fin, ya que se ha arreglado de esta manera, no hay que pensar más en ello… 

Ahora, hay algo que no comprendo bien: dice que el Sr. Grassiany habla de ponerse a la obra antes de Navidad; ¿cómo será eso posible? Es necesario que primero pida la autorización del editor francés, después, luego de haberse entendido respecto a las condiciones, que se firme un acuerdo entre ellos, pues ni usted ni yo estamos cualificados para hacerlo, de manera que todo lo que pueda yo escribirle a usted, carece, en derecho, de cualquier valor; mi editor simplemente me pedirá una aprobación. A continuación, el acuerdo especificará, como siempre, que el manuscrito de la traducción deberá enviárseme antes de entregarlo a la imprenta; todo esto forzosamente ha de exigir un cierto tiempo pero es necesario que las cosas se hagan regularmente, tanto para usted como para mí y los editores. 

El hecho de ser un discípulo de Bô Yin Râ no constituye, en sí mismo, un impedimento para traducir mis libros; pero, según lo que me explica el Sr. Avramesco, no es precisamente a eso a lo que se refiere su objeción, sino a un artículo que usted ha publicado hace dos meses sobre Bô Yin Râ, así como a vuestra intención de traducir igualmente sus libros. Él teme que esto no sea conveniente para la presentación de mis obras al mismo público y que pueda dar lugar a un equívoco en el pensamiento de éste; y debo confesar que este temor no es injustificado; hay ahí una asimilación que, ciertamente, valdría la pena que no se produjera, y, en estas condiciones, sería en todo caso necesario tomar todas las precauciones posibles para que nadie pudiera pretender que ambas cosas son solidarias en cualquier grado que fuere. 

Dice usted que lo que le ha atraído de Bô Yin Râ no es la doctrina; pero sin embargo no hay otra cosa que debiera contar en verdad, todo el resto está sujeto a ilusión. Admito muy bien, por otra parte, que no se trata de impresiones estéticas; es algo de distinto orden, pero que aún no deja de ser una cosa mucho más "psíquica" que "espiritual". Ahora, he de decir que lo que yo pienso de Bô Yin Râ no se basa principalmente en el contenido de sus libros; pero conozco la organización a la que ha estado ligado, y que, aún teniendo realmente su sede en alguna parte de Asia Central, es de un nivel iniciático muy poco elevado. Además, he visto la constitución de los diferentes grados del "Gran Oriente de Patmos", de manera que he podido darme cuenta exactamente de hasta dónde todo esto podía llegar, y la verdad es que no va muy lejos… Desde luego le digo esto únicamente para responder a su pregunta y no para convencerle o para desviarle o apartarle de lo que fuere; pero sin duda comprenderá usted con ello por qué deseo vivamente que, en lo relacionado conmigo, nada pueda dar lugar a una confusión o incluso a una asociación… 

En cuanto a sus otras preguntas, que el "Rey del Mundo" tenga una o varias "hipóstasis" físicas: esto no es dudoso, pero quizá no tenga, igual que la "localización" de los centros espirituales, más que una importancia bastante secundaria. En cuanto a su identificación con S. Juan, nunca he visto nada de tal; para no abandonar el lenguaje de la tradición judeo–cristiana, no creo que pueda decirse que S. Juan sea Melquisedec, lo que, desde luego, no quiere decir que no haya entre ellos cierta relación. En fin, la inmortalidad corporal para algunos seres no es ciertamente imposible, y puede ser que S. Juan sea de ese número; es cierto que el Evangelio puede interpretarse literalmente en ese sentido; pero, incluso si esta inmortalidad es real, sobre todo es, al mismo tiempo, el símbolo de la permanencia de una función, y eso tiene ciertamente más interés que el hecho "físico". 

Dice usted que la doctrina no es eficaz más que si pasa por un hombre; permítame ser de una opinión enteramente contraria: la doctrina no vale sino por ella misma, independientemente de los hombres que le sirven de "vehículo", y que, ante ella, son verdaderamente inexistentes en tanto que individuos. – Es por ello desde luego que no puedo comprender el interés que otorga a su última pregunta; mi artículo del nº de enero de Voile d'Isis le aportará por otra parte más precisiones a este respecto. Francamente, no tengo costumbre de establecer una especie de clasificaciones escolares; esto no solamente es artificial, es enteramente ilusorio. Sin duda en esto no nos situamos en idéntico punto de vista, ya que hace usted una comparación cuyo sentido se me escapa: dice que le es muy útil saber el meridiano del Cairo; yo que habito aquí, lo ignoro y paso muy bien sin ello… Y además, no estoy obligado a conocer las obras de todos los personajes que me enumera, y aún menos la pintura, la música, etc.; no experimento el menor embarazo en confesar que, por ejemplo, J. S. Bach no es para mí más que un nombre que no me representa nada. Debe usted saber seguramente, por otra parte, lo que pienso de todo lo que no tiene otro valor que el de simple erudición… Quiero no obstante darle una idea de algunas dificultades en las que parece no haber pensado: el autor conocido de una obra, ¿no puede haber sido consciente o incluso inconscientemente el simple vocero de una organización iniciática? Esta, ¿no puede ella misma, en algunos casos, haber atribuido ciertas obras a un personaje inexistente? – El conde de St. Germain, ¿es un personaje determinado, o solamente un nombre convencional y colectivo? – Cuando habla usted de Râma-Krishna, ¿se trata de aquél que vivió, o del que presentan las enseñanzas "arregladas" por Vivêkânanda y otros? – Carlomagno, ¿ha de ser considerado como un hombre, de quien no se sabe gran cosa con certeza, o como un símbolo del Imperio? – Y se podría continuar así indefinidamente… Además, admitiendo que establezca usted cierta escala iniciática, cualquiera que sea, ¿cómo puede colocar en ella "al católico que ni siquiera sospecha que haya algún esoterismo", ya que éste es un profano? 

Espero desde luego que no tomará estas reflexiones de mala manera; se las hago porque creo siempre preferible decir claramente lo que pienso, y también porque quizá esto le mostrará un modo de encarar las cosas algo diferente de aquél al que está acostumbrado… 

Crea, le ruego, señor, en mis más distinguidos sentimientos. 

*
*   *
 
facsimilEl Cairo, 18 de marzo de 1935.
Señor, 

He recibido estos últimos días su carta del 6 de marzo; me sorprendía en efecto estar sin noticias de usted desde hace tanto tiempo… Con referencia a la edición de las traducciones, el Sr. Avramesco me ha dicho efectivamente que no tenía en realidad nada decidido con el Sr. Grassiany, e incluso creo que ahora hay poca esperanza de llegar a alguna cosa por ese lado, porque, como quizá usted sabe, se ha desentendido de la revista Memra tras la publicación del nº 1. El Sr. Avramesco me decía que tenía otro impresor en vista; pero no he oído nada más desde entonces, y no he recibido hasta ahora la nº 2, de suerte que me pregunto qué ha ocurrido con ello. En todo caso, me alegro de ver que usted no abandona su proyecto, e, incluso si su realización se ha retrasado por circunstancias desfavorables, espero que finalmente podrá llegar a buen fin; lo importante es no dejarse desanimar por los obstáculos, que no faltan nunca cuando se tocan estas cosas; son las condiciones mismas de la época actual las que desgraciadamente lo quieren así… 

En cuanto a lo que me dice respecto a lo que a usted le concierne, con referencia a B. Y. R., me alegro también, pues veo que se ha dado cuenta de lo que realmente sucede; comprendo por otra parte muy bien que usted ha debido pasar con esto por un periodo penoso, pero pienso que no tendrá que lamentarse de ello en adelante… No discuto las cualidades de B. Y. R. como individuo, no habiendo intentado nunca por lo demás saber lo que vale desde ese punto de vista, pues no es eso lo que importa; siempre es un error sentimental, tal como usted dice, el querer concluir a partir de ello acerca del valor doctrinal de alguien, pues esas dos cosas no tienen entre ellas ninguna relación necesaria, y el hombre más "estimable" puede ser al mismo tiempo el más ignorante de los profanos; y he de añadir asimismo que todo lo que se refiere a la instrucción exterior no cuenta tampoco desde nuestro punto de vista. 

En cuanto a sus preguntas anteriores, ya me había dado cuenta de que procedían de algo que, en usted, no estaba enteramente "a punto", si así puede decirse, y veo que usted mismo lo ha reconocido enseguida. Las que plantea esta vez están a buen seguro mucho más justificadas; desgraciadamente, es bien difícil responderlas como convendría en pocas palabras, ya que hay en ellas cosas que necesitan de largas explicaciones para ser bien comprendidas y que no quede lugar para ningún posible malentendido. 

En cuanto al elemento sentimental que interviene en la religión y que constituye una de las características de su punto de vista mismo, me parece que la cosa no puede presentar duda. Por lo demás, desde el momento en que se trata de "Amor", hay ahí por lo menos una forma de expresión sentimental; debe entenderse bien por otra parte que ello es susceptible de una transposición, en la cual un término como ése ya no tiene al fin y al cabo más que un valor simbólico; y también es legítimo tomar símbolos de ese orden al igual que de cualquier otro. Habla usted de la "Caridad cósmica", y tiene razón; pero la religión, para cumplir su papel propio, debe enfocar más particularmente sus aplicaciones en el dominio individual y social; solamente es necesario que deje abierta la posibilidad de pasar de ahí a un orden superior, pero que ya no es de su ámbito en tanto que religión propiamente dicha. – En cuanto a la plegaria, un artículo de F. Schuon, que debe aparecer este mes en Voile d'Isis, responderá mejor a su pregunta que lo que yo podría hacer en una carta. – Los procedimientos del Hatha-Yoga no tienen nada que ver con esas ideas de amor, caridad, etc.; existe en la India otra vía preparatoria, la del Bhakti-Yoga, donde por el contrario se encuentran algunas cosas de este género, aunque consideradas desde otro punto de vista, y únicamente en tanto que medios secundarios. En cuanto a la humildad, parece que se trata de algo muy especialmente occidental; por otra parte no puede comprenderse más que por oposición al orgullo, y creo que en el fondo la una no va sin el otro: considerarse como el último de los seres, es todavía querer distinguirse de alguna manera; y parece que sea mucho más difícil para un occidental el admitir que el estado humano es simplemente un estado que ocupa un rango cualquiera entre una indefinidad de otros. 

La pregunta que se refiere al Cristo es la más difícil de tratar sumariamente; sería necesario, en realidad, relacionarla con toda la doctrina de los Avatâras, y habría todo un volumen que escribir sobre ello; es dudoso por otra parte que alguna vez me decida a hacerlo, pues, a pesar de esos desarrollos, correría mucho el riesgo de ser mal comprendido… Los propios representantes actuales del Cristianismo están afectados desgraciadamente por el espíritu moderno, tanto que todo lo que es propiamente de orden doctrinal tiene cada vez menos importancia para ellos; es por ello por lo que, en lo relativo al Cristo, llegan a no fijarse más que en cuestiones de "historicidad", olvidando que lo esencial es el Cristo en tanto que principio. Los acontecimientos históricos, como todos los demás hechos, tienen valor de símbolos, expresión de verdades de otro orden a las cuales ellos corresponden, sin que eso les quite nada de su realidad propia en tanto que hechos. Puede aplicar esto a la vida de Cristo, y verá entonces que todo en ella es también realidad física o histórica, precisamente porque es necesario que ciertas verdades de orden trascendente se traduzcan de esta manera en nuestro mundo; pero, desde luego, hay que partir para ello del principio, y se ve así la perfecta inutilidad de todas esas discusiones en las que los defensores modernos del Cristianismo se creen obligados a situarse sobre el mismo terreno que sus adversarios y a servirse de los mismos métodos que ellos, lo que no tendría ninguna razón de ser si supieran a qué atenerse desde un puto de vista estrictamente doctrinal y tradicional. 

Crea, le ruego, señor, en mis mejores y más distinguidos sentimientos. 

Cont.
 
 
 
René Guénon
 
Home Page