SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

LA CÁBALA Y EL AGARTHA

MIREIA VALLS


William Blake. Cristo en el sepulcro
custodiado por ángeles
, 1805
Agartha es una misteriosa ciudad subterránea. En el año 1927, René Guénon se decide a hablar de ella en su libro El Rey del Mundo, donde va citando el testimonio de dos autores1 que por vías completamente separadas recogen relatos casi idénticos acerca de este centro espiritual, símbolo del centro supremo y depositario de la Tradición Primordial2 que desde el inicio del Kali Yuga se dice está muy oculto. Parece ser que el primer autor, Saint-Yves d’Alveydre, habría recibido sus informaciones de fuentes hindúes y el segundo, Ossendowski, de fuentes mongoles, y sin embargo se dan asombrosas coincidencias entre ambas versiones. Aquí en Occidente, todo lo relacionado con este tema es harto desconocido y con frecuencia ha sido manipulado por los amantes del ocultismo y el pseudo-espiritualismo e incluso por ciertas facciones políticas, sufriendo serias tergiversaciones y/o fantasmagorías que lo han desviado de su verdadero sentido tradicional. Un gran misterio envuelve al Agartha, sobre todo por la naturaleza misma de dicha ciudad subterránea y por la función de sus dirigentes y habitantes, así como también por el momento cíclico en el que nos encontramos: el final del Kali Yuga, edad oscura a la que la tradición griega da el nombre de Edad de Hierro y cuya conclusión ya muy cercana coincidirá además con el fin de un ciclo mayor, el del presente Manvántara, el séptimo de los 14 que constituyen un Kalpa, momento en el que se dice que todo lo resguardado durante milenios en el seno del Agartha saldrá a la luz. Pero dejemos que las palabras de Guénon nos vayan introduciendo en el tema:
En principio está lo que podría parecer más inverosímil en el mismo Saint-Yves, y con esto queremos referirnos a su afirmación de que existiría un mundo subterráneo cuyas ramificaciones se extienden por doquier, por debajo de los continentes y también de los océanos, gracias a las cuales se establecen invisibles comunicaciones entre todas las regiones del mundo; M. Ossendowski, por otro lado, nunca se atreve a hacer suya semejante afirmación, declarando incluso que no sabe qué pensar de ella, aunque la atribuye sucesivamente a diversos personajes que encuentra a lo largo de su viaje. Y también habría mucho que decir acerca de otros puntos más concretos, como, por ejemplo, ese pasaje en el que el “Rey del Mundo” es presentado frente a la tumba de su predecesor, o aquel otro que trata sobre el origen de los bohemios, los cuales habrían residido antaño en el Agartha, y asimismo acerca de algunos otros. Saint-Yves explica que durante la celebración subterránea de los “misterios cósmicos” hay momentos en que los viajeros que se encuentran en el desierto se detienen, o en que los propios animales permanecen aquietados en silencio; M. Ossendowski llega a asegurar que él mismo ha asistido a uno de tales momentos de recogimiento general. Otra extraña coincidencia parece ser la historia de cierta isla, en la actualidad desaparecida, que habría estado habitada por hombres y animales de poderes extraordinarios…3

Volveremos sobre algunos de estos pasajes a medida que vayamos penetrando en la simbólica de este espacio extra-ordinario ubicado más allá de lo que pueden captar nuestros sentidos. Actualmente, se dice que el Agartha (que adquiere distintos nombres en diferentes tradiciones) está oculto, escondido, protegido en el interior de la “montaña cósmica” ante el avance antitradicional y contrainiciático que ya estamos viviendo, porque su función es justamente la de salvaguardar la doctrina tradicional hasta la culminación del Kali Yuga y entregarla intacta como germen del Mundo Nuevo; es por ello que ha debido hacerse inaccesible, inaprensible e inviolable, palabras contenidas en la misma etimología de Agartha, lo cual viene sucediendo desde hace ya alrededor de 6000 años, fecha en la que se inicia la Edad de Hierro que está a dos pasos de llegar a su fin.

El jefe máximo de este centro espiritual es, según sigue revelando René Guénon, el “Rey del Mundo”, título aplicado al Manu, entendiendo a éste como

el legislador primordial y universal cuyo nombre puede encontrarse bajo formas diversas en gran número de pueblos antiguos… Este nombre, por otra parte, no se refiere de ningún modo a un determinado personaje histórico más o menos legendario; a lo que en realidad apunta es a un principio, a esa Inteligencia cósmica capaz de reflejar la Luz espiritual pura y de formular la ley (dharma) apropiada para las condiciones concretas de nuestro mundo o de nuestro ciclo de existencia. Al mismo tiempo supone también el arquetipo del hombre especialmente considerado en tanto que ser pensante (en sánscrito mânava).
Por otro lado, lo que fundamentalmente se trataría de destacar aquí es que ese principio puede ser manifestado por un centro espiritual establecido en el mundo terrenal, por alguna organización encargada de conservar íntegramente el depósito de la tradición sagrada, de origen “no-humano” (apaurushêya), gracias a la cual la sabiduría primordial es transmitida a través de los tiempos a quienes se muestran capaces de recibirla. El jefe de una organización semejante, en cierta medida siendo él mismo representante del Manu, puede legítimamente arrogarse este título y sus atributos; e incluso, en virtud del grado de conocimiento que debe haber alcanzado a fin de poder ejercer su función, pasar a identificarse realmente con ese principio del cual él viene a ser algo así como su expresión humana, y ante el que su propia individualidad acaba por desaparecer. Tal sería el caso del Agartha, si es cierto que este centro ha recogido, como sugiere Saint-Yves, la herencia de la antigua “dinastía solar” (Suryâ-vansha) que antaño residía en Ayodhyâ, la cual haría remontar sus orígenes a Vaisvaswata, el Manu del ciclo actual.4

Las tres funciones supremas del “Rey del Mundo” se expresan de forma trina y están representadas por Brahâtmâ, Mahâtmâ y Mahângâ, siendo el primero “el soporte de las almas en el espíritu de Dios”; el segundo es el “representante del Alma universal” y el tercero es el “símbolo de la organización material del cosmos”. En verdad son tres aspectos de un mismo principio que reúne en sí la terna “espíritu, alma y cuerpo” de las doctrinas occidentales, de ahí que también se lo denomine el “maestro de los tres mundos”:

“Éste es el señor de todas las cosas, el omniscente (capaz de ver inmediatamente cualquier efecto atendiendo a su causa), el organizador interior (que reside en el centro del mundo rigiéndolo desde dentro, gobernando su movimiento sin participar en él), la fuente (de todo poder legítimo), el origen y el final de la totalidad de los seres (de esa manifestación cíclica de la cual viene a ser su Ley)”. Para servirnos también de otro simbolismo, no menos rigurosamente exacto, diremos que el Mahângâ representa la base del triángulo iniciático y el Brahâtmâ su cima; entre ambos el Mahâtmâ encarna en cierto modo un principio mediador (la vitalidad cósmica, el Anima Mundi de los hermetistas) cuya acción se despliega en el espacio intermedio.5

Por otra parte, apuntar que los tres Reyes Magos de los que habla el Evangelio se corresponderían con los tres jefes del Agartha recién mencionados, los que están asistidos por un círculo de 12 consejeros, número simbólico vinculado al zodíaco y que hallamos en la configuración de todos los centros espirituales secundarios emanados del centro supremo. Recuérdese, por ejemplo, a los 12 caballeros de la Mesa Redonda, los 12 grandes namshans del consejo circular del Dalai Lama, las 12 tribus de Israel, los 12 apóstoles, etc., símbolos todos ellos de “los 12 adityas, que son otras tantas configuraciones del sol”, o sea

…manifestaciones de una única e indivisible esencia; se dice que estos doce soles aparecerán simultáneamente al final del ciclo, recuperando entonces la unidad esencial y primordial propia de su común naturaleza. Para los griegos, los doce grandes dioses del Olimpo están asociados también a los doce signos del zodíaco.6

Finalmente, y sin caer en literalidades que como sabemos son siempre secundarias desde el punto de vista simbólico, se dice que el Agartha se halla replegado en Oriente, en la región de los Himalayas y que hacia allí se dirigieron los últimos depositarios del saber esotérico de la tradición occidental, los rosacruces, poco después de finalizar la Guerra de los Treinta Años, quedando desde entonces interrumpido el vínculo directo de Occidente con el centro supremo que el Agartha simboliza. La doctrina esotérica se ocultó y resguardó, pero no se perdió definitivamente, por ello nos quedamos con estas palabras que Guénon escribió hacia el final del libro que venimos citando:

En el periodo actual de nuestro ciclo terrestre, es decir, en el Kali Yuga, esta “tierra santa” defendida por los “guardianes” que la custodian de las miradas profanas, pese a permitir no obstante ciertas relaciones exteriores, resulta en efecto invisible, inaccesible, aunque solamente para quienes no están en posesión de las cualidades requeridas para penetrar en ella.7

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En el año 2003, Federico González decide publicar en el número 25-26 de la revista “SYMBOLOS. Arte-Cultura-Gnosis” un programa de enseñanza que hacía años se distribuía como un curso universitario por correspondencia y que había titulado Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Igualmente, lo incorporó en el anillo telemático de la revista, poniéndolo a disposición de todo aquel buscador que viaje por Internet https://www.introduccionalsimbolismo.com. El título ya da idea de lo que contiene. Tras una titánica labor de búsqueda y reunión de los fragmentos dispersos del esoterismo de la tradición occidental, de sus símbolos, mitos y ritos que comparten esencia con los de todas las tradiciones del mundo, el autor junto con un pequeño grupo de colaboradores compusieron breves capítulos con un lenguaje adaptado a nuestros tiempos, que eso es lo que significa la palabra “programa”, o sea, “poner por escrito”.

Agartha que es el nombre del Programa es un compendio, un manual, que traduce hoy día la Doctrina y la Tradición de todos los pueblos y tiempos bajo la forma de la Tradición Hermética. Su curso está específicamente diseñado para promover el Conocimiento por la efectividad de su realización. En el conjunto de sus lecciones y temas se tratan los vehículos herméticos (Alquimia, Aritmosofía, Cábala, Astrología, Simbolismo, Tarot), así como Filosofía, Metafísica, Cosmogonía, Mitología, y de manera particular los símbolos universales y las artes liberales. También se refiere al Arte como forma de ver (poesía, literatura, música, teatro, danza, arquitectura, artes plásticas), a la Historia (sagrada) y a la (auténtica) Ciencia. Este método, o mejor, este medio, incluye igualmente gráficas y grabados; lo visual tiene un papel en él.8

Su nombre no es una alegoría, ni una metáfora sino un auténtico símbolo que conecta con lo que está designando. Aquello que parecía definitivamente perdido para Occidente, es decir, la esencia de su tradición, su esoterismo y no las desviaciones que se empezaron a producir con la retirada de los rosacruces a Oriente, vuelve a salir a la luz. René Guénon juega una función fundamental en esta recuperación, así como también otros poquísimos autores, y por supuesto, ya en el siglo XXI, este material que tenemos entre manos, el Programa Agartha. Las emanaciones del centro espiritual oculto en las entrañas de la tierra afloran de nuevo a la superficie y siguen fecundando con el rayo de la inteligencia a aquellos seres humanos abiertos de corazón a su influjo. El Agartha es generoso para quien invoca con Amor y Rigor al mismo tiempo. “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá” (Mt VII, 7). Por ello en su prefacio se nos dice:

Usted ha ligado con Agartha y tiene en este momento la oportunidad de comenzar una nueva etapa, enteramente diferente, y de conocer un mundo maravilloso, desgraciadamente casi totalmente ignorado por la generalidad de los que nos rodean. Usted se está poniendo en comunicación con la Ciencia Sagrada y de este modo con la energía-fuerza que la constituye cuyas emanaciones han hecho posible la realización de Maestros, Instructores e Iniciados en todos los tiempos y lugares. Usted puede realizar algo increíble consigo mismo aunque en este momento no lo vea con claridad o no disponga de los elementos y el método para efectuarlo. La Ciencia Sagrada es el puente entre la realidad ya conocida y otra desconocida, de cara a la cual nuestras fantasías más audaces se quedan siempre cortas. Este Programa es revolucionario pues propone una transformación, una auténtica transmutación interior que haga posible el nacimiento de las potencialidades dormidas del Hombre Verdadero.9

En los breves acápites que lo conforman, juegan un papel fundamental los dedicados a la Cábala, el esoterismo propiamente judío que con la diáspora de los hebreos por toda Europa a partir del siglo XV pasó a ser estudiado y aprehendido por sabios cristianos y paganos que adoptaron sus simbólicas como preciosos vehículos de Conocimiento, no sólo teórico sino efectivo, o sea como soporte de la realización espiritual. El Árbol de la Vida sefirótico, los nombres de la deidad y los juegos de permutaciones y combinaciones con las letras-números del alfabeto hebreo, la geografía sagrada de esa tradición, sus personajes míticos y siempre, siempre, la errancia del pueblo elegido por este mundo hacia la verdadera patria, sin olvidar el templo, ya fuese el portátil (Arca de la Alianza) o el fijo como receptáculo de la Shekinah (Templo de Jerusalén), iban abriendo espacios de la conciencia en el camino iniciático de muchos adeptos, tanto sabios, como filósofos, astrólogos, médicos, músicos, alquimistas etc., que los incorporaron en sus construcciones intelectuales, pasando entonces la Cábala a tener una función de soporte para la iniciación y revelación de la cosmogonía más allá de los círculos hebreos. Además de la adopción de esa simbólica universal en escritos, grabados, pinturas, etc., la tradición judía y su Cábala sigue estando muy presente en el seno de la Masonería, sobre todo en las palabras de paso y sagradas de los tres grados iniciáticos, y luego, con la aparición de los Altos Grados a partir el siglo XVIII (que no son sino un desarrollo de todo lo contenido en el grado de maestro), los nombres de poder de la deidad procedentes de esa tradición, sus historias míticas, su numerología, etc., se ha resguardado en el seno de la organización iniciática que queda viva en Occidente. Ciertas leyendas masónicas que tendremos oportunidad de conocer en el siguiente apartado, proceden directamente de la simbólica cabalística y han mantenido vivo hasta hoy el vínculo con el centro sagrado del que venimos hablando para todos aquellos occidentales que miran hacia el interior de sí mismos buscando la palabra perdida en lo más hondo de la tierra, o sea de su corazón.

Y para los solitarios, o los que laboran en la alquimia espiritual en minúsculos grupos al margen de esa organización que actualmente está más por lo político-social-cultural-económico que por lo simbólico-iniciático, o sea que es tan profana como cualquier otra asociación, el Programa Agartha es sin lugar a dudas un nexo de unión con el Centro del Mundo, algo extraordinario para quien pueda comprender el alcance de lo que estamos exponiendo.

Se trata siempre de una región que, como el paraíso terrestre, se vuelve inaccesible para la humanidad ordinaria, y que está situada fuera del alcance de todos los cataclismos que transtornan al mundo humano al final de ciertos períodos cíclicos.10

Con la certeza de que

…se debe hablar, entonces, como ya lo decíamos precedentemente, de algo que está más bien oculto que verdaderamente perdido, pues no está perdido para todos y algunos aún lo poseen íntegramente; y, si es así, otros tienen siempre la posibilidad de volverlo a encontrar, con tal de que lo busquen como conviene, es decir, que su intención esté dirigida de tal modo que, por las vibraciones armónicas que despierta según la ley de las 'acciones y reacciones concordantes', pueda ponerlos en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo.11

La Cábala que se ha reunido de forma tan sintética en el Programa Agartha abre un filón directo al corazón del mundo, al corazón del Ser. Es una inmensa fortuna recibir lo atesorado en este manual y dejar que opere en el alma. La Cábala, palabra que significa tradición y por lo tanto recepción, está viva en pleno siglo XXI, no es propiedad exclusiva de un pueblo o grupo y se da generosamente al receptor atento y dispuesto a perpetuar la Sabiduría Perenne emanada directamente del centro sagrado primordial. Hacerse uno con lo que se dice en el primer acápite de Cábala y todos los que siguen del Programa Agartha es identificarse con el Árbol de la Vida y tener la posibilidad de integrarse en el Agartha.

Poco a poco iremos desarrollando diferentes métodos herméticos, entre ellos el de la Cábala judía, utilizado también por los cristianos a partir del Renacimiento. “Cábala” significa literalmente “Tradición”, y se refiere tanto al legado de la doctrina que fue revelada a los antiguos patriarcas y profetas del pueblo judío, como a la recepción y vivificación de esa doctrina que proviene –como toda Enseñanza verdadera– de la Gran Tradición Unánime.
Bástenos por ahora decir que trabajaremos especialmente con el símbolo del Árbol de la Vida sefirótico. Este diagrama es un mapa del cosmos, un modelo del universo, y es válido tanto para el hombre como para la creación entera.

Árbol sefirótico. Arca de Symbolos
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2023
Los centros y corrientes de energía que conforman este diagrama están en relación con los números y las letras sagradas, la Astrología, la Alquimia (o Arte de las transmutaciones), las láminas del juego del Tarot, la simbólica de la música, y de la geometría, manifestaciones todas ellas de la construcción armónica de la mansión interna. Este modelo es pues un mandala, un juego de símbolos, un intermediario sintético entre nosotros y lo desconocido, a través de una serie de espíritus, o deidades, que se articulan jalonando un camino mágico evolutivo, que todos los pueblos del mundo han conocido, que constituía el fundamento de su cultura, y al que guardaban como su más preciado secreto. Nos estamos refiriendo a los Misterios de la Iniciación.12

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El nombre que recibe el Agartha en la tradición judía es Luz. En Gen XXVIII 10-22 se relata el sueño de Jacob donde vio una escalera apoyada justo en la piedra que se había colocado como cabezal. La cima de la escalera tocaba los cielos y por ella subían y bajaban los ángeles. Al despertar exclamó:
“¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!” Y asustado dijo: “¡Que temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!” Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz”.13

Tiempo después, Jacob volvió a pasar por ese lugar:

Jacob llegó a Luz, que está en territorio cananeo –es Betel– junto con todo el pueblo que le acompañaba, y edificó allí un altar, llamando al lugar El Betel porque allí mismo se le había aparecido Dios cuando huía de su hermano.14

Además de referirse a esta ciudad oculta muy antigua, como veremos antediluviana y directamente vinculada con Henochia –la primera ciudad levantada por Henoch, el hijo de Caín–, la etimología de luz en hebreo significa dos cosas más al mismo tiempo; por un lado tiene el sentido de “almendra” y por extensión de “almendro”, designando tanto al árbol como al fruto o al hueso del fruto que por su dureza simboliza lo inviolable que protege el germen albergado en su interior; por otra parte, también se refiere a una partícula ósea indestructible alojada en la base de la columna vertebral y de la que se dice que “contiene los elementos virtuales necesarios para la restauración del ser” o para obrar la resurrección del cuerpo al final del ciclo de la presente humanidad gracias al influjo de “la rosa celestial, revivificadora de las resecas osamentas”;15 o sea que dicha partícula indestructible alberga el “núcleo de inmortalidad” de igual modo que la ciudad Luz es la “morada de la inmortalidad”, es decir, de la esencia de la Tradición, de su doctrina perenne emanada de la Tradición Primordial. En todos los casos se está refiriendo a la Verdad eterna ahora oculta, escondida, ya sea bajo tierra, o en el interior del cuerpo humano, o si nos referimos a la almendra, dentro de su hueso. Además, R. Guénon nos revela lo siguiente, según unas informaciones extraídas de la Enciclopedia Judaica que religan las simbólicas que acabamos de mencionar:

Cerca de Luz existe, se dice, cierto almendro (también llamado luz en hebreo) en cuya base se encuentra un hueco desde el cual se accede a un subterráneo; y tal subterráneo conduce a esa misma y completamente oculta ciudad.16

Pero, ¿hay que tomarse al pie de la letra la localización de Luz según los pocos pasajes de la Biblia que la citan o es más bien el sentido simbólico el que interesa escrutar principalmente? ¿Y cómo es que poco o nada más se explica de Luz en las fuentes oficiales siendo entonces necesario recurrir a otros canales más escondidos para seguirle la pista? Pero veamos el tercer momento en el que la Biblia la menciona:

También la casa de José subió a Betel: Yahveh estuvo con ella. La casa de José hizo una exploración por Betel. Antes la ciudad se llamaba Luz. Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: “Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos”. Él les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y dejaron libre a aquel hombre con toda su familia. El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha.17

Extraños son los senderos por los que la Tradición Primordial y el centro sagrado que la conserva en el Kali Yuga –el Agartha o Luz para la Cábala– se perpetúan en el tiempo y se exteriorizan en diversas localizaciones, siendo sin embargo idéntica su simbólica. No deja de sorprender que en este caso recién citado sea el propio traidor de Luz el único que se salve de la masacre, y que justamente él y su familia refunden la ciudad en otro lugar, con todo lo que significa refundar, esto es, levantar un mundo nuevo conforme a los lineamientos emanados del Principio Supremo legislador del Agartha –el Rey del Mundo o el Manu según ya hemos visto–, lo que da idea, ante todo, de que el Agartha es ubicuo, siendo sus manifestaciones aquí y allí los símbolos de la idea del Centro del Mundo alojado en verdad más allá de las coordenadas espacio-temporales, en el u-topos, de ahí su presencia eterna, reconocible y accesible para toda la humanidad, cual la montaña, en el inicio del ciclo cósmico, y oculto en lo más recóndito de la caverna al final de los tiempos, donde muy pocos llegan a identificarse con él, pero en todo caso, siempre ubicado sobre el mismo eje que atraviesa la montaña polar.

Y así como Jacob identificó uno de estos puntos ligados directamente al Centro del Mundo y erigió un altar sobre la antigua ciudad de Luz, más adelante, cuando las doce tribus18 se distribuyen la tierra santa, se asientan y se construye Jerusalén, también en esta ciudad se levantará un templo justo en el lugar donde se manifiesta nuevamente la conexión cielo, tierra e inframundo y donde hay, por tanto, otra de esas “puertas” que conducen a la oculta ciudad de Agartha-Luz.

En una antigua leyenda de aquellas que narraban los cuenta cuentos de los cafés de Constantinopla hasta bien entrado el siglo XIX, se guarda uno de los pasajes más misteriosos del descenso de un elegido a ese mundo subterráneo en el que se esconde Luz. Ya apuntábamos más arriba que es bien asombroso ver cómo ciertos elementos doctrinales de primer orden se transmiten a través de canales insospechados, fuera de la “ortodoxia oficial”, conteniendo, sin embargo, informaciones del todo fidedignas. El pasaje en cuestión está incorporado dentro del relato de la visita de la reina de Saba o Balkis al rey Salomón en Jerusalén con el fin de escrutarlo acerca de su sabiduría y para poder también contemplar el templo que ha hecho levantar a la deidad bajo la dirección del arquitecto Hiram, ser misterioso del que se desconoce su ascendencia y harto diestro en las artes constructivas y metalúrgicas al que traicionan unos obreros que quieren impedir el éxito de la empresa, justo en el momento clave de la construcción del mar de bronce, provocando una catástrofe que sume al maestro en una profunda desesperación. Es entonces cuando se le aparece la sombra gigantesca de uno de sus antepasados, Tubalcaín, diciéndole que ha venido para conducirlo nada más y nada menos que al “centro de la tierra”; una vez en su interior le comunica que allí “se eleva el palacio subterráneo de Henoch, nuestro padre, que el Egipto denomina Hermes y que en Arabia se honra con el nombre de Idris”.19 Desde luego que aquí le está empezando a revelar la genealogía suprahumana a la que ambos pertenecen, transmisión que culmina en el momento que le explica:

Tus pies pisan la gran piedra esmeralda que sirve de raíz y pivote a la montaña Kaf; has abordado el dominio de tus padres. Aquí reina sin división el linaje de Caín. Bajo estas fortalezas de granito, en medio de estas cavernas inaccesibles, hemos podido encontrar por fin la libertad.20

Y tras guiarlo por los pasadizos subterráneos de ese santuario de fuego del que proviene el calor de la tierra y donde una legión de obreros repartidos por muchas regiones preparan todos los metales que se distribuyen por las venas del planeta, lo lleva al encuentro del primer ancestro, Caín, quien le transmitirá que en verdad no es hijo de Adán, sino de Eva fecundada por Eblis, “el Ángel de la Luz”, el cual desliza una de sus chispas de fuego divino en el seno de la mujer, dando ésta a luz a un ser divino y humano a la vez, y por tanto superior por esta ascendencia a los hijos del primer hombre, Adán, hecho sólo de barro. Y es justamente este linaje encabezado por el “hijo de la Luz”, Caín, el que será depositario de todos los conocimientos cosmogónicos y metafísicos que generosamente legará a la humanidad, la que sin embargo siempre lo rechazará, a él y a su descendencia por el mal comprendido “asesinato” de Abel.21

Pero sigamos con ese viaje por las entrañas de la tierra en el que Hiram guiado por Tubalcaín se encuentra a continuación con el hijo de Caín, Henoch,22 el constructor de la primera ciudad, Henochia, y el transmisor de las artes y las ciencias, las leyes y la cultura a todos los hombres, labor que continuaron los de su linaje, hasta llegar a Lamek y sus cuatro hijos, uno de los cuales es justamente Tubalcaín, el forjador de todos los metales, conocedor de las artes de la transmutación alquímica tanto material como espiritual, el que ahora anima a su sucesor, Hiram, a completar la alta labor que tiene entre manos. Y ello lo hace activando el fuego del espíritu divino que anida en el centro de su ser, pues nada ni nadie puede destruir este linaje de procedencia suprahumana, que además sobrevive al diluvio cobijándose, no en el arca de Noé, sino bajo tierra.

Y he aquí otra de las sorprendentes revelaciones de este relato que sigue las pistas del centro sagrado subterráneo, Luz o Agartha, a lo largo del devenir cíclico. Tubalcaín le explica a Hiram que ante la inminencia de la gran inundación, invocó al espíritu del fuego el cual fundió las piedras y las rocas y excavó larguísimas galerías subterráneas en las que pudieron refugiarse él y todos los suyos. Estas rutas subterráneas desembocaban en la llanura de Guizeh, y a fin de preservarlas del diluvio, dice Tubalcaín que reunió a la raza de los gigantes y conjuntamente erigieron una inmensa pirámide que habría de perdurar hasta el fin del mundo; la sellaron completamente con betún y el mismo Tubalcaín tapió la pequeña puerta el último día del mundo viejo, quedando a cubierto todo lo que debía ser resguardado para ser sacado de nuevo a luz al remitir las aguas. Es muy significativo que este templo-pirámide sea levantado en otro lugar muy importante desde el punto de vista de la geografía sagrada, Egipto, cuna de la Tradición Hermética, lugar donde de nuevo se hace evidente la conexión cielo-tierra-inframundo y donde se cobijarán, según esta leyenda, los “hijos de la Luz” esperando que pase el gran diluvio. Cabe señalar que en su relato, Tubalcaín explica que muchos de sus compañeros se iban quedando en distintas localizaciones de las muchas galerías que excavaron, lo que da idea de la gran extensión de ese mundo subterráneo protector y protegido.


William Blake. Henoch, 1806

Además, esa misma pirámide será posteriormente la tumba de Tubalcaín, y según otras fuentes, lo es de Hermes,23 o sea un “libro pétreo” en cuya estructura se fijaron de modo críptico todos los saberes antediluvianos emanados de la Tradición Unánime, tanto astronómicos, como aritméticos, geométricos, constructivos, en definitiva cosmogónicos y metafísicos de los que esta entidad espiritual eterna llamada Eblis, Hermes, Caín, Henoch, Tubalcaín e Hiram es depositaria y transmisora a través de los tiempos. Tras el diluvio, el linaje de Tubalcaín se perpetúa en su hijo Kous, padre de Nemrod, el cual funda Babilonia… pero aquí nos detendremos pues ya hemos destacado lo que nos interesaba: los rastros del Agartha en la tradición hebrea y el nombre con el que se lo identifica, Luz; la ascendencia divina de sus habitantes y su función de guardianes y transmisores de la tradición, así como una cuestión final, que se anota tanto en esta leyenda, como en las informaciones aportadas por Saint-Yves y en la leyenda que explicaremos a continuación: el hecho de que la transmisión de la influencia espiritual del representante del Centro del Mundo a su sucesor se produce en una cripta bajo tierra. Del relato de Saint-Yves, que como sabemos bebe de fuentes hindúes, extraemos este fragmento:

Pero este alto Sacerdote me parece aún más grande cuando, despojado de sus insignias, entra solo en la cripta sagrada donde yace su predecesor y lejos de la pompa ceremonial, de todo adorno, de todo metal, de toda joya, se ofrece al Ángel de la Muerte en la más absoluta humildad.
¡Terrible y extraño Misterio teúrgico!
Allí, sobre la tumba del Brâhatma anterior, hay un catafalco cuyas franjas indican el número de siglos y de Pontífices que se han sucedido.
A este ara fúnebre, sobre el que reposan ciertos aparatos de la Magia sagrada, sube lentamente el Brâhatma con los rezos y gestos de su antiguo ritual. (…)
A medida que el Brâhatma prosigue sus oraciones mágicas, el alma que invoca actúa desde lo alto de los cielos a través de siete láminas, o mejor siete conductos metálicos, que partiendo del cadáver embalsamado, se reúnen ante el Pontífice de los Magos en dos tubos verticales.
Uno es de oro, el otro de plata, y corresponden, el primero al Sol, a Cristo y al Arcángel Mikael, y el segundo a la Luna, a Mahoma y al Ángel Gabriel.
A medida que prosigue la invocación misteriosa del Brâhatma, las Potencias van apareciendo ante sus ojos.
Siente y escucha al alma a la que llama, ésta es atraída espiritualmente por sus invocaciones…
Entonces, en la Lengua universal de la que he hablado, se establece un diálogo teúrgico entre el Soberano Pontífice evocador, y los Ángeles que traen hasta él, desde lo alto de los cielos, las respuestas que se dan a sus preguntas.
Los signos sagrados dibujan en el aire las letras absolutas del Verbo.
Mientras que se desarrollan estos Misterios, mientras se escucha la Música de las Esferas Celestes, un fenómeno sorprendente, aunque de tipo semifísico sucede en la tumba.
Del cuerpo embalsamado sube lentamente hacia el Brâhatma que está orando, una especie de lava perfumada, en la que se pueden ver numerosos filamentos y arborescencias extrañas, semi-fluídicas y semi-tangibles.
Es la señal que indica que, desde el lejano antro que habita, el alma del Pontífice anterior, lanza, a través de la jerarquía de los Cielos y de sus Potencias celestes, los rayos concentrados de todos sus recuerdos, sobre la cripta sagrada donde reposa su cuerpo. (…)
Así es en el Agartha, así fue en las pirámides de Egipto, en Creta, en Tracia y hasta en el Templo druídico de Isis en el propio París, donde ahora se eleva Notre Dame, el Misterio supremo del Culto a los Antepasados. (…)
Incluso entre los altos iniciados hay muy pocos que sepan lo que acabo de contar sobre el Misterio de la Cripta fúnebre…24

Esta transmisión de la influencia espiritual es también la que ha recibido Hiram directamente de Tubalcaín en su periplo subterráneo, donde ha ligado con la cadena de unión que pende del primer ancestro, el hijo del Ángel de la Luz, Caín. Y esa misma semilla de inmortalidad que Hiram porta en su interior le da la fuerza para completar su misión, la construcción del templo que le ha encomendado Salomón, y también para perpetuar su linaje, pues en la leyenda se sigue contando que quien tiene trato con la reina de Saba es Hiram y no Salomón, y que de su unión nacerá un vástago que dará origen a la secta de los Sabeos, unos de los guardianes de los saberes del Agartha a partir de entonces, aunque adentrarnos en esta investigación nos alejaría del cometido de estas meditaciones.

Y ahora nos referiremos a otra leyenda, que se ubica justo en el templo que terminó de edificar Hiram y donde fatídicamente fue asesinado por tres compañeros que le querían arrebatar los secretos de la maestría por la fuerza. Enterraron su cadáver en las afueras de Jerusalén, pero nueve maestros salieron a buscarlo, lo hallaron y lo devolvieron a las entrañas del templo que había levantado. La muerte y resurrección de Hiram es el meollo central del rito del tercer grado masónico, pero lo que ahora aportaremos forma parte de ese legado que atesora la Masonería en sus Altos Grados, que no son sino desarrollos de lo contenido en el grado de maestro. Se dice que la Leyenda de los Tres Magos que han visitado la gran bóveda y descubierto el centro de la idea inspira toda la simbólica del grado 13 llamado del Arco Real del REAA. Jules Boucher la recogió íntegramente en su libro La Symbolique maçonnique, y es de destacar que la narración mama directamente de la Cábala y de su modelo cosmogónico, el Árbol de la Vida sefirótico, lo cual nos hace decir que:

La Cábala (tradición) como la Shekhinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla –como el racionalismo ha hecho con Occidente–, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir, una poética del espacio y la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador.25

Siendo así, la visita de los tres protagonistas de la historia que expondremos a continuación se está produciendo en este mismo instante en que el cabalista o iniciado ha dramatizado en su alma su asesinato y su enterramiento en los cimientos del templo que previamente ha levantado y que tras saqueos y destrucciones posteriores, ahora se encuentra en estado ruinoso. Todo parece perdido, los secretos del oficio, los misterios de la iniciación, la doctrina de la Tradición Primordial y su centro sagrado, el Agartha…

Mas entonces Tres Magos, iniciados de Babilonia y miembros del Sacerdocio Universal, vienen en peregrinación para explorar las ruinas del antiguo Santuario.26 Comienzan a recorrer los restos del recinto y en el ángulo sur-este del templo descubren una excavación. Se trata de un pozo sobre el que se abalanza el mayor de los tres, que parece ser el jefe. Es mediodía en punto y un rayo de sol incide en lo más hondo de la excavación iluminando algo que emite potentes destellos; se trata sin duda de una joya sagrada. Los otros dos Magos se acercan y deciden que el que la ha descubierto descienda lentamente hasta el lugar de los brillos. Es la joya que Hiram llevaba colgada en el cuello en el momento que los asesinos le asestan los golpes mortales. Hiram, antes de perecer, se quitó la cadena de 70 cuentas y la lanzó en el pozo. La joya consiste en un Delta de un palmo del más puro de los metales en el que el maestro, perfecto iniciado, grabó el Nombre inefable.

Mientras el Mago va descendiendo constata que la pared del pozo está dividida en zonas o anillos de distintos colores y en nombre de 10. Llega al fondo, recoge la joya y descubre emocionado las letras grabadas del Nombre inefable, que reconoce, pues él es también un iniciado perfecto. Se la cuelga del cuello con las letras hacia adentro, tocando su corazón, tal como la llevaba Hiram. Luego mira a su alrededor y ve que en la muralla interna del pozo hay una abertura por la que puede penetrar. Se adentra en un corredor a tientas, tal es la oscuridad reinante, y con las manos palpa lo que parece ser una puerta de bronce. En este momento retrocede y pide a sus compañeros que lo suban a la superficie, los cuales nomás sacarlo de las profundidades ven la joya colgada en su cuello y comprenden que viene de experimentar una nueva consagración. Deciden entonces descender los tres, pues intuyen que tras la puerta de bronce se esconde un gran misterio. Prenden un fuego, encienden tres antorchas y tras atar las cuerdas para el descenso a dos piedras que tienen grabadas las palabras Jakin y Boaz, se deslizan hasta el fondo del pozo. Llegan ante la puerta de bronce y el Mago anciano observa que en el medio tiene un ornamento consistente en una corona real rodeada por un círculo compuesto de 22 puntos. “El Mago se absorbe en una meditación profunda, después pronuncia la palabra Malkhuth y de repente la puerta se abre”. Los exploradores se encuentran entonces con una escalera que se hunde más en el suelo; tras bajar 3 peldaños reposan sus pies sobre un rellano triangular en el que hay otra escalera que desciende 5 peldaños, luego sigue otra de 7 y finalmente una de 9. En total han bajado 24 escalones y han llegado frente a una segunda puerta, ornada igualmente con un círculo de 22 cuentas que envuelve el relieve de una piedra angular. Aquí el Mago pronuncia la palabra Yesod, y la puerta se abre. Entran en una sala abovedada y circular ornada con nueve nervaduras que partiendo del suelo se reúnen en el zenit de la cripta, y junto a una de ellas, el jefe de los Magos descubre otra puerta, decorada en esta ocasión con una luna resplandeciente rodeada de 22 puntos; aquí pronuncia la palabra Hod y la puerta se abre dando acceso a una segunda sala. Y así, sucesivamente, se van encontrando otras siete puertas más que se abren al son de las palabras Netsah, Tifereth, Gueburah, Hesed, Binah, Hokhmah y finalmente Kether. Los relieves que figuran en cada una de ellas son: un sol, una cabeza de león, una regla, una courbe molle et gracieuse, un ojo, un rollo de la ley y por último otra corona real.

Cuando penetraron en la novena cripta, se apercibieron que a diferencia de las otras estaba iluminada desde dentro por tres enormes candelabros de tres brazos. “Estas lámparas, que ardían desde hacía siglos, sin que la destrucción del reino de Judea, ni el arrasamiento de Jerusalén ni el derrumbe del templo pudieran extinguirlas, brillaban con un destello vivo, iluminando con una luz a la vez dulce e intensa todos los rincones y los detalles de la maravillosa arquitectura de esta cripta sin par esculpida en la roca viva”.27

Y aquí la leyenda pasa a describir los símbolos atesorados en este corazón del templo. Sobre el piso triangular se levanta un altar de mármol blanco en una de cuyas caras están representados los útiles de la masonería: la regla, el compás, la escuadra, el nivel, la paleta y el mallete; en otra cara, las figuras geométricas del triángulo, el cuadrado, la estrella de 5 puntas y el cubo. Sobre otro lateral las siguientes cifras: 27, 125, 343, 729 y 1331. En la cara posterior, la rama de acacia, y sobre el ara, una piedra de ágata de tres palmos que tiene escrito en su base, con letras de oro, “Adonai”. Los dos Magos adoraron este nombre de la deidad, pero el jefe les dice que en él no está depositada la idea de la Concepción Suprema, y que ha llegado el momento de transmitirles la última enseñanza que hará de ellos unos iniciados perfectos.


Tetragrama
Entonces agarra con las dos manos la piedra de ágata, se vuelve hacia sus discípulos diciéndoles “Contemplad, la Concepción Suprema, aquí está. Estáis en el Centro de la Idea”.
Los discípulos deletrearon las letras Iod, , Vau, y abrieron la boca para pronunciar el nombre, pero él les grita: “¡Silencio! Esta palabra inefable no debe salir de ningún labio”.
Seguidamente deposita la piedra de ágata sobre el altar, toma de su pecho la joya del Maestro Hiram y les muestra que tiene grabados los mismos signos.
“Aprended ahora –les dice– que no fue Salomón quien hizo excavar la bóveda de este hipogeo, ni quien hizo construir las ocho que la preceden, ni quien ha escondido la piedra ágata. La piedra fue colocada por Henoch, el primero de todos los iniciados, el iniciado iniciador, que no murió sino que sobrevive a través de todos sus hijos espirituales. Henoch vivió mucho antes que Salomón, antes del diluvio. No se sabe en que época fueron construidas las ocho primeras bóvedas ni ésta excavada en la roca viva”.28

Finalmente, los dos Magos descubren en el muro del hipogeo una última puerta escondida ornada con una vasija quebrada y le piden al Maestro que la abra; pero él se niega rotundamente diciendo que esconde un misterio terrible, un misterio de muerte. Enojados y creyendo que el gran Mago quiere reservarse para sí el secreto, comienzan a pronunciar todos los nombres que habían escuchado de su boca, pero todo es en vano; luego empiezan a decir cualquier cosa que les pasa por la cabeza, hasta que ya desistiendo uno exclama: “No podemos, a pesar de todo, continuar hacia el infinito”. Y al decir En Sof, la puerta se abrió violentamente, ambos cayeron al suelo y una especie de torbellino furioso apagó las luces de los candelabros. Con grandes esfuerzos lograron cerrarla entre los tres y en medio de la más absoluta oscuridad el jefe los impele a retornar por donde han venido, atravesando las nueve criptas y subiendo los cuatro tramos de escaleras sin ninguna luz, hasta que tras largas horas salieron a la superficie justamente a medianoche en punto. Sumidos en una profunda meditación y sin intercambiar palabra alguna se alejaron del templo a paso lento con sus camellos en dirección a Babilonia…


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Los mitos, las leyendas y relatos precedentes se han ido trenzando revelando la presencia perenne del Centro del Mundo, Agartha o Luz, aún y su carácter muy oculto en la actualidad. No ha sido tanto el intento de localizarlo geográficamente lo que nos ha impelido a referirnos a él, aunque bien es cierto que han habido y quizás haya todavía lugares que simbolizan el punto de acceso directo al Agartha, sino que es el hallazgo intelectual el que interesa por encima de todo, o sea, reconocer que donde en verdad se aloja es en el interior de uno mismo. Hecho el descubrimiento, algunos pocos sentirán la imperiosa necesidad de llamar a su puerta.

¿Quién la abre? Si respondemos que es uno mismo quien llama y quien abre, ¿se comprenderá en toda su extensión lo que esto significa sin caer en simplificaciones o en confusiones que tienden a rebajarlo todo a medidas autoimpuestas por el ego?

“¿Quién?” (¿Mi? en hebreo) es la más alta instancia del Ser, el auténtico Sí Mismo, la esencia una y única, indivisible, indestructible, invisible y en verdad incomprensible que reside en el centro de todo ser, en el Centro del Mundo. El habitante del Agartha que ha traspasado el umbral se entrega desde el primer momento a la conquista de ese núcleo, lo que conlleva una intensa preparación doctrinal; pero no nos estamos refiriendo al adoctrinamiento tal como se entiende hoy en día esta palabra, que le aniquila a uno la conciencia y lo convierte en un obediente de vaya usted a saber qué de mentiras, desviaciones, inversiones y ataduras, sino la recepción del alimento intelectual-espiritual que va liberando el alma de sus prisiones y la devuelve a su estado virginal: un libro abierto donde va escribiendo el Espíritu. Es una permanente asimilación de la Ciencia Sagrada en la soledad del estudio, apoyándose en la lectura de los textos sagrados y de los integrantes de la cadena áurea, en la práctica meditativa firmemente fundamentada en la respiración y en diferentes códigos simbólicos, tal el del Árbol de la Vida de la Cábala. De modo análogo, así relata Saint-Yves las dedicaciones de los habitantes del Agartha.

Aparte de lo que acabamos de ver, experiencias de todo tipo enseñan al alma a conocerse a sí misma, y a fortalecerse en toda la extensión de su substancia y de su divino Reino, mediante la Ciencia que lleva a la Sabiduría, mediante la Voluntad que proporciona la Virtud, mediante la Oración y la Unión íntima con Dios y todas sus Potencias que abren a quien les parece bien las puertas sucesivas de los Cielos y de sus Misterios angélicos.
El inefable Agente, el elemento sagrado que sirve de Carro al Eterno y a sus divinas Facultades, se llama Éter en todas nuestras lenguas, y Akasha en sánscrito.29

Para el cabalista, el Avir Qadmon es el Éter Primordial que se inspira y se devuelve en cada respiración. Cuando el iniciado se entrega a la meditación, se centra en el aspir y el expir por el que circula ese quinto elemento que tiene el inmenso poder de ir abriendo las puertas simbolizadas por cada una de las sefiroth del Árbol de la Vida. Son 10 puertas de luz, como decía Chiquitilla en el libro que escribió con ese mismo título Puertas de Luz. Son palabras que se cantan a modo de mantras, sin más intención que identificarse con su nombre-número. Se empieza por abajo, el Reino, el receptáculo de la Shekinah, la inmanencia divina que aspira ser devuelta a su fuente original, a la Corona suprema, Kether, esfera en la que refulge el Nombre impronunciable que contiene los misterios de los cuatro mundos sintetizados en sus cuatro letras. E inmediatamente, se recorre el camino inverso, descendente, que derrama toda la potencia del Uno-Kether hacia abajo conformando la jerarquía de los mundos, desde Atsiluth hasta Asiyah, pasando por Beriyah y Yetsirah. Aunque también se puede comenzar por arriba, bajar y subir, pero todo ello en un acto de concentración máxima, sin pretender nada más que la identificación con lo nombrado. Dentro del nombre-número de cada sefirah hay una profundidad insondable, el mismo Misterio revelándose a través de cada una de sus cualidades. Y cada atributo, que tiene una función específica, hila en su interior un tejido de analogías entre su nombre y el de su ángel o el de otros mensajeros, y con el de un planeta y un metal, un color y una figura, de manera que por ejemplo Malkhuth que es el Reino y la residencia de la divina inmanencia, la Shekinah, se relaciona directamente con el nombre Adonai, y éste con Berakah (Bendición) y también con Bar que es pozo en hebreo, puesto que es “un pozo de aguas vivas”, además de con Even o sea “piedra” y más particularmente con la “piedra de zafiro”, color que sintetiza a todos los efluvios celestes que coagulan en la Tierra, sefirah 10, la concreción material que abre su puerta a las sefiroth superiores, cuyas relaciones y correspondencias el cabalista explora, descubre y profundiza a fuerza de reiterar en el estudio y la invocación silenciosa, tal cual lo que realiza el habitante del Agartha:

Y en las horas solemnes de la oración, durante la celebración de los Misterios cósmicos, pese a que los hierogramas sagrados son murmurados con voz tenue bajo la inmensa cúpula subterránea, acontece en la superficie de la tierra y en los cielos un extraño fenómeno acústico.
Los viajeros y las caravanas que vagan a lo lejos, bajo la luz de la claridad de las estrellas, se detienen, y hombres y animales escuchan con ansiedad. Tienen la sensación de que la propia Tierra abre los labios para cantar. Y una inmensa armonía sin causa visible, flota efectivamente en el Espacio.
Se expande en espirales crecientes, conmueve suavemente con sus ondas la Atmósfera, y sube para desaparecer en los Cielos, como si fuera en pos de lo Inefable.30

Y es en ese silencio donde acontece la unión con el Centro del Mundo.


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En el Valle del Rey, cerca de Jerusalén, se produjo el misterioso encuentro de Melquisedec, el representante de la Tradición Primordial con Abraham. El sacerdote del Dios Altísimo (El Elion) y rey de Salem presentó pan y vino y bendijo al representante de la tradición judía. Muchos siglos después, Jesús, también llamado Emmanuel, es decir “Dios en mí o conmigo”, igualmente reparte pan y vino. El Elion y Emmanuel son palabras equivalentes; ambas tiene el mismo valor numérico, 197. Melquisedec y Emmanuel31 son, pues, sacerdotes de la más alta instancia del Ser, representantes del Agartha y transmisores de esa influencia espiritual que se recibe en la caverna del corazón, leb en hebreo, palabra cuyo valor numérico es 32, o sea el de las 10 sefiroth y las 22 letras del alfabeto hebreo, número que es también el de los 22 senderos que unen las 10 esferas. El inmenso despliegue universal se concentra en el diagrama del Árbol de la Vida, con el que se desciende bajo tierra hasta el Centro de la Idea, oculta en el corazón del mundo, allí donde finalmente se desvelan los secretos contenidos en las cuatro letras del Tetragramaton. La palabra no está perdida, pero sí muy escondida.

NOTAS
1 Se trata de la obra póstuma de Saint-Yves d’Alveydre, Misión de la India, publicada en 1910 y de Bestias, hombres y dioses de M. Ferdinand Ossendowski, que publicó en 1924 después de sus viajes a través de Asia Central.
2 Los centros secundarios son adaptaciones de ese núcleo primordial que perdura a través de los tiempos en diferentes geografías, pero que se erigen a imagen y semejanza del primordial.
3 René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003.
4 Ibid.
5 Ibid.
6 Ibid.
7 Ibid.
8 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003. Integramente en versión online: Introducción a la Ciencia Sagrada.
9 Ibid.
10 René Guénon. El Rey del Mundo, ibid.
11 Ibid.
12 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibid.
13 Betel en hebreo significa la “Casa de Dios” y el texto nos dice también que es la puerta del cielo. Si atendemos a la etimología de cielo en diversas lenguas, en todas ellas significa “‘lo que cubre’ o ‘lo que esconde’, pero también ‘lo que está escondido’, y este último sentido es doble: se trata de lo que se esconde a los sentidos, el ámbito suprasensible; y es también, en los períodos de ocultación o de oscurecimiento, la tradición que deja de manifestarse de manera exterior y abierta, transformándose entonces el ‘mundo celestial’ en ‘mundo subterráneo’”. René Guénon. El Rey del Mundo, ibid.
14 Biblia de Jerusalén. Gen XXXV, 6-7. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.
15 René Guénon. El Rey del Mundo, ibid.
16 Ibid.
17 Biblia de Jerusalén. Ju I, 22-26, op. cit.
18 Recordar que 12 es el número simbólico de los integrantes que conforman un centro sagrado secundario hecho a imagen y semejanza del centro supremo.
19 Guérard de Nerval. Voyage en Orient. Imprimerie Nationale de France, 1950. Destacar que Kaf o Qâf es el símbolo de la “montaña polar”, de la que nos dice René Guénon: “Por otra parte, según la tradición árabe, el Ruj o Fénix no se posa jamás en tierra en otro lugar que la montaña de Qâf, o sea de la ‘montaña polar’; y de esta misma ‘montaña polar’, designada con otros nombres, proviene en las tradiciones hindú y persa el soma, que se identifica con el ámrta, o ‘ambrosía’, bebida o alimento de inmortalidad”. Ver el capítulo “La tierra del sol” de René Guénon en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1988.
Por otra parte, señalar también que en el punto más bajo del eje que atraviesa la montaña polar figura una piedra esmeralda, la que se dice se desprendió de la frente del Ángel de la Luz y con la que los ángeles tallaron la copa que habría de contener el elixir de la inmortalidad. Además es la piedra que da nombre a la Tabla de Esmeralda, la síntesis de los principios doctrinales de la Tradición Hermética.
20 Guérard de Nerval. Voyage en Orient, Ibid.
21 Los cainitas son el prototipo de los iniciados, de aquéllos que reconocen su naturaleza divina y suprahumana y la posibilidad de reconquistar el estado edénico, y aún lo que está más allá de él, gracias al trabajo operativo sobre su alma. En este sentido, el asesinato de Abel significa el sacrificio de lo simplemente humano en pos de la plena restauración de la auténtica ascendencia divina.
22 En la Biblia aparecen varios Henoch, siendo dos los más importantes; el primero es éste del que venimos hablando en la leyenda, el hijo de Caín, constructor de la ciudad antediluviana. El otro es hijo de Yéred, o sea descendiente de Set (hijo de Adán y Eva), y del cual se dice que anduvo con Dios y que se lo llevó al cielo sin pasar por la muerte. Se le atribuye El libro hebreo de Henoch, un texto fundamental de la Cábala del Carro y de la Literatura de los Palacios. Ver el artículo de Marc Garcia El Libro Hebreo de Enoch en este mismo número 65 de la revista. Pero en todo caso, aún y tratándose de dos personajes distintos, ambos encarnan una misma energía, depositada en su nombre, ya que con las mismas letras hebreas se designa a la educación, la enseñanza, la iniciación y la consagración, o sea todo lo relacionado con la transmisión que es lo que en verdad es la tradición.
23 Ver de René Guénon el artículo “La Tumba de Hermes” publicado en “Ante el Fin de los Tiempos. Estudios sobre ciclología”: “La Tumba de Hermes”.
24 Saint-Yves d’Alveydre. La misión de la India en Europa. Luis Cárcamo editor, Madrid, 1988.
25 Federico González y Mireia Valls. Presencia viva de la Cábala. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006.
26 Son los tres jefes del Agartha, los mismos que visitan a Jesús en la cueva-pesebre y lo reconocen como rey, sacerdote y profeta. Van a Belén, Bet-Lehem, la ciudad del pan, o sea que la piedra que Jacob erige en Betel para señalar a Luz se transforma ahora en pan. Y nos dice Guénon al respecto: “El Mahânga ofrece a Cristo el oro y lo saluda con el apelativo de rey; el Mahâtma le entrega incienso y lo saluda como sacerdote; por último, el Brahâtma le da mirra (bálsamo de incorruptibilidad, imagen de la âmrita) saludándolo como profeta o maestro espiritual por excelencia”. René Guénon. El Rey del Mundo, ibid.
Nótese finalmente que los Tres Magos de esta leyenda vienen de Babilonia, y como acabamos de ver el linaje de Hiram se extiende por aquella región.
27 Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998.
28 Ibid. Esta leyenda se vincula directamente con otra que también pertenece al grado 13 –el del Caballero del Arco Real–, sobre la que no podemos extendernos, pero sí dar la referencia de un libro que la explica: Le Chevalier de Royal-Arche. La légende d’Énoc, de Percy John Harvey. Ed. Cépanduès, Toulouse, 2018. Solamente destacaremos que en este largo relato, Henoch, que en este caso es el descendiente de Set, tiene una visión en la que se ve transportado a la cima de una gran montaña donde la deidad le revela el Tetragrama grabado en un pectoral de oro; luego se siente conducido bajo tierra, y atravesando 9 bóvedas dispuestas una encima de otra llega al fondo de la novena donde vuelve a ver la joya con las mismas letras del nombre impronunciable, irradiando luz. Tras la visión, el patriarca antediluviano, ante la inminente llegada del diluvio, encarga a su hijo Matusalén que excave nueve bóvedas superpuestas; él por su parte graba el Tetragrama en un triángulo de oro que encastra en una piedra ágata de la misma forma y lo deposita en el fondo de la novena cripta encima de un altar, sellando luego por orden divina cada una de las nueve bóvedas para salvaguardar tan preciado tesoro de la aguas. Tras el diluvio, no es hasta la época de Salomón que se produce el descubrimiento de tal templo subterráneo vertical y el hallazgo de la joya en la cripta más profunda, que será trasladada a la caverna subterránea que Salomón ha hecho construir debajo del Sancta Sanctorum del templo que él ha hecho levantar, pasando a denominarse ese espacio de cripta secreta a cripta sagrada.
29 Saint-Yves d’Alveydre. La misión de la India en Europa, op, cit.
30 Ibid.
31 De Melquisedeq se dice: “Sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de sus días ni fin de su vida, asemejándose en eso al Hijo de Dios, será para siempre sacerdote” (Heb VII, 1-3). La palabra Emmanuel se puede ver como Em= conmigo o en mí; Manu= el legislador primordial y universal; El= Dios.
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