SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

EL LIBRO HEBREO DE ENOCH

MARC GARCÍA

El hombre que lee y estudia, mediante su comprensión agudiza su Inteligencia y ésta se ilumina con el resplandor de la verdad de los textos mágicos y sagrados objeto de sus meditaciones. Por otra parte recrea esos textos y actualiza los elementos que contienen, los hace suyos y de este modo repite una acción ritual, la de estar y pertenecer, vivir, en suma, el eterno presente y haciéndolo vivo dar el alimento espiritual que él mismo ha recogido, uniéndose así a la cadena de los que han interpretado la doctrina metafísica y lo que ésta expresa en sí.

Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Hermenéutica”.

Enoch (a la izquierda) y Elías (a la derecha)
Detalle de un retablo de un icono del siglo XVII
Museo histórico de Sanok, Polonia

En Presencia viva de la Cábala, Federico González y Mireia Valls explican que el Libro hebreo de Enoch es

un libro pseudo-epigráfico de la mística judía antigua perteneciente a la llamada “literatura de los Palacios” o Merkaba. Su datación es difícil y no hay unanimidad entre todos los investigadores contemporáneos que lo han estudiado (Scholem lo sitúa entre los siglos V-VI de nuestra era, aunque otros autores lo ven anterior, atribuyéndoselo al mítico rabí Ismael del siglo II), pero en cualquier caso su importancia e influencia ha sido enorme, no sólo en la Cábala desde sus orígenes hasta nuestros días, sino también en la literatura del exoterismo judío donde es citado abundantemente.1

Acerca de la literatura de los Palacios, los autores recogen esta interesante nota de Charles Mopsik perteneciente a su versión francesa de la obra:

Se trata [la literatura de los Palacios] de un conjunto de textos, en hebreo o en arameo, datados entre los siglos IV al VIII, que relatan las visiones del Carro celeste (merkaba), de los cielos, de los ángeles y del Trono divino. La visión del capítulo I de Ezequiel es una de sus fuentes principales de inspiración.2 La literatura de los Palacios debe su nombre a las siete moradas que son el objeto de las ascensiones extáticas y de las visiones místicas. Los tratados, bastante cortos, que forman la esencia de este corpus tienen los siguientes títulos: Hekhalot Zutari (Pequeño Tratado de los Palacios); Hekhalot Rabbati (Gran Tratado de los Palacios); Sar Torah (El Príncipe de la Ley…); Re'uyot Yehezqel (Visiones de Ezequiel); Ma'asseh Merkaba (Escrito del Carro); Merkaba Rabba (Gran Tratado del Carro); Massekhet Hekhalot (Tratado de los Palacios); Chiur Qoma (Medida de la Talla); Seder Rabba di Berechit (Gran Orden del Principio); El libro hebreo de Enoch que es el objeto de la presente traducción y que con frecuencia se denomina Sefer Hekhalot (Libro de los Palacios). Menos convencionalmente, estos títulos están reemplazados por otras apelaciones del género “capítulos de Rabbí Ismael”,3

una denominación que en verdad se adecúa muy bien al Libro hebreo de Enoch por cuanto se compone de enseñanzas comunicadas por el legendario rabino –cada uno de los 48 capítulos de la obra comienza con la frase “Rabí Ismael dijo”–, las cuales ha recibido a su vez del ángel Metatron.4

El contenido nuclear de estos textos antiguos de la tradición cabalística constituye lo que estudiosos como Gershom Scholem han resuelto bautizar como “misticismo de la Merkaba”.5 Por ciertas frases que éste deja ir aquí y allí en sus obras, da la impresión de que tiene algún prejuicio sobre el alcance de la cábala del Carro contraponiéndolo al de la cábala de Bereshit, como si la primera fuese una vía limitada o disminuida con respecto a la segunda y sus aperturas metafísicas. Nos lo sugieren, por ejemplo, estos pasajes de Grandes temas y personalidades de la Cábala:

La contemplación de los místicos de la Merkabah en el primer periodo de la mística judía, proporcionaba la clave, en su opinión, para un entendimiento correcto de los seres celestiales que aparecían en la carroza divina. Esta contemplación también podía realizarse a través de estadios preparatorios que llevaban a los que “descendían a la Merkabah” a percibir la visión y pasar de una cosa a otra sin ponerse en peligro por la audacia de su asalto al mundo superior. Incluso en este estadio, la visión de la Merkabah estaba asociada con la inmunización de los sentidos del místico frente a la absorción de impresiones externas y la concentración por medio de una visión interna.
En la cábala, la concepción de las diez sefirot, que revelan la acción de lo divino y abarcan el mundo de la emanación, se sobreimpuso al mundo de la Merkabah. Esta contemplación de temas divinos no termina, según la cábala, donde acababa la visión de los místicos de la Merkabah, sino que es capaz de ascender a mayores alturas, que no son ya objeto de imágenes ni visiones.6

O este otro de Las grandes tendencias de la mística judía:

Lo cierto es que el sentimiento espontáneo y verdadero del místico de la Merkaba no tiene nada que ver con el conocimiento de la inmanencia divina; el abismo infinito que existe entre el alma y Dios el Rey en Su trono no es franqueado ni aun en la cúspide del éxtasis místico.7

No queremos extendernos en esta cuestión porque no es nuestro tema, pero sí decir que si se desnuda un texto como el Libro hebreo de Enoch de toda connotación tendente a lo devocional y religioso, lo que emerge es un impactante mandala de cielos, palacios y miríadas de miríadas de ángeles encabezado por el Santo bendito sea que, en su esencia, no es otra cosa que un modelo simbólico análogo al Árbol de la Vida sefirótico y que ofrece al cabalista, como el diagrama de las sefirot, la posibilidad de acceder a la vivencia de los estados más elevados del Ser Universal –el mundo de Atsiluth en la cábala de Bereshit y las estancias más internas del cielo de Aravot en la cábala de la Merkaba–, e incluso entrever el ámbito incognoscible de En Sof más allá de los “955 firmamentos”.8, 9


Jerarquía angelical en torno a la linterna de la cúpula
del baptisterio de San Juan, Florencia

Las enseñanzas que Metatron transmite a Rabí Ismael sobre la organización del mundo celeste y las jerarquías angélicas integran propiamente la última parte del libro, del capítulo 17 en adelante.10 Los capítulos 1 a 3 narran la ascensión extática de Rabí Ismael a través de los cielos, su entrada en los palacios y su encuentro con Metatron; y los capítulos 3 a 16 relatan retrospectivamente la exaltación de Enoch y su transmutación en el Príncipe de la Faz. Y es que Metatron no es distinto de Enoch sino un estado superior de su ser, del mismo modo que los ángeles o la condición angélica en general no son otra cosa que “el paradigma de la condición humana restaurada en su perfección original”.11

El ascenso de Rabí Ismael

El rabino Ismael ben Elisha ha-Kohen (“Ismael hijo de Eliseo el sacerdote”) vivió en Israel entre los siglos II y III d. C. y fue uno de los cuatro tanaim12 a los que se atribuyen las distintas obras de la literatura de los Palacios (R. Ismael, R. Akiba, R. Nehounia ben ha-Qana y R. Eliezer el Grande).

Tras el breve epígrafe que encabeza el Libro hebreo de Enoch,13 Rabí Ismael inicia el extraordinario relato de su visión:

Cuando ascendí a las alturas para contemplar en mi visión al Carro, entré en seis palacios, uno dentro de otro, y cuando alcancé el umbral del séptimo palacio, me puse a orar ante el Santo bendito sea.14

Rabí Ismael ruega al Altísimo ser aceptado en el cielo y el Santo bendito sea le envía a su servidor, el ángel Metatron, el cual le comunica que ha sido merecedor de la contemplación de la Merkaba. Ambos ingresan juntos en el séptimo palacio, y en el “campamento de la Shekinah” Rabí Ismael es presentado ante el Trono de gloria. Tal es el terror que la mirada radiante de los príncipes del Carro y los serafines infunde en el rabino que éste se desmaya. Metatron lo despierta y el Santo bendito sea le abre

los portales de la Shekinah, los portales de la sabiduría, los portales de la fuerza, los portales de la valentía, los portales de la palabra, los portales del canto, los portales de la Qedoucha,15 los portales de la melodía16

e ilumina su vista y su corazón.17 Rabí Ismael entona entonces un cántico ante el Trono de gloria y los vivientes que rodean al Trono responden con el Trisagion: “Santo, Santo, Santo, bendita es la gloria de YHVH desde su Lugar”.18 Otros seres angélicos, “las águilas del Carro, los ofanim de llama y los serafines de fuego devorador”, interrogan severamente a Metatron:

Jovenzuelo, ¿por qué has permitido a un hijo de mujer venir a contemplar el Carro? ¿De qué pueblo es, de qué tribu, qué valor tiene?19
Sus reservas se disipan cuando Metatron les contesta que el rabino es un sacerdote de la tribu de Leví y que desciende de Aarón. A continuación, Rabí Ismael pregunta a Metatron por su nombre y éste le dice:
Tengo setenta nombres, correspondientes a las setenta lenguas que hay en el mundo, y todos ellos se basan en el nombre del Rey de reyes de reyes, aunque mi Rey me llama Jovenzuelo.20

Rabí Ismael vuelve a preguntar a Metatron por qué ostenta los setenta nombres del Creador y por qué, siendo superior en jerarquía a los demás príncipes y ángeles por tal motivo, le llaman Jovenzuelo en los cielos. Le responde Metatron:

Porque yo soy Enoch, hijo de Yered. Cuando los hijos de la generación del diluvio pecaron y pervirtieron sus obras, diciendo a Dios: “Aléjate de nosotros (...)”, el Santo bendito sea me elevó de entre ellos para ser en los altos cielos, ante los que vendrán al mundo, el testigo de cargo a fin de que no pudiesen decir: ¡El Compasivo es cruel! (...), y el Santo bendito sea me desposó en lo alto como príncipe y jefe entre los ángeles oficiantes.21
Seguidamente, tres ángeles rebeldes, Uza, Aza y Azael, se acercan al Santo bendito sea para cuestionar a Metatron:
“Maestro del universo, ¿cuál es el valor de éste para subir a la altura de las alturas? ¿No es uno de los hijos de los hijos de aquellos que se ahogaron en las aguas del diluvio? ¿Qué vale en el firmamento?”22 De nuevo el Santo bendito sea respondió. Les dijo: “¿Qué valéis vosotros mismos, vosotros que os inmiscuís en mis palabras? Yo deseo que éste, con preferencia a todos vosotros, sea príncipe y jefe por encima de vosotros en las alturas celestes”. En seguida se levantaron todos y vinieron a mi encuentro, luego se prosternaron ante mí y dijeron: “¡Feliz tú y felices tus padres, tu Creador te ha querido bien!” Y es porque soy un recién llegado y joven entre ellos en años, meses y días por lo que me han llamado Jovenzuelo.23

En lo sucesivo y hasta el final del libro, Rabí Ismael va desgranando las enseñanzas que recibe de Metatron en su visión (casi todos los acápites que siguen comienzan con la frase “Rabí Ismael dijo: el ángel Metatron, el Príncipe de la Faz, me dijo”). Éste, antes de continuar con el relato de su transmutación, cuenta al rabino cómo la Shekinah abandonó la Tierra tras la expulsión de Adán y Eva del Paraíso terrestre:

Desde el día en que el Santo bendito sea expulsó al primer hombre del jardín del Edén, la Shekinah residía sobre un querubín bajo el Árbol de la vida. Los ángeles oficiantes bendecían y acudían, descendiendo del cielo en grupos numerosos, en asambleas numerosas del firmamento, en campamentos numerosos de los cielos para hacer su voluntad a través del mundo entero. El primer hombre y su generación permanecían en el umbral del jardín del Edén para contemplar aquello que era una imagen de la apariencia radiante de la Shekinah, pues el resplandor de la Shekinah se extendía de un confín del mundo al otro y era 65.000 veces más luminoso que el disco solar.24 (...) Todos contemplaban el resplandor de la imagen de la Shekinah y nadie sufría daño alguno. Hasta la llegada al mundo de los hijos de la generación de Enosh, quien estaba a la cabeza de todos los servidores de culto extranjero que hay en el mundo.25
¿Qué hacían los hijos de su generación? (...) Hacían ídolos a los cuatro vientos del mundo, los erigían en cada rincón del mundo sin excepción, ídolos de una medida de mil parasanges.26 Hacían descender al sol, la luna, las estrellas, las constelaciones, las detenían ante los ídolos, a su derecha y a su izquierda, para servirlos de la manera en que servían al Santo bendito sea (...). ¿Cómo es que tenían fuerza suficiente para poder hacerlos descender? En realidad, Uza, Aza y Azael les habían enseñado hechizos para que lograran hacerlos descender y utilizarlos (...).
En ese momento, los ángeles oficiantes conspiraron para formular una acusación ante el Santo bendito Sea. Dijeron ante él: “Maestro del universo, ¿qué tratos tienes con el hombre (...)? ¿Quién es este Enosh que es jefe de los idólatras? ¿Por qué has abandonado el cielo de los cielos de lo alto, morada de la gloria de tu nombre, y el Trono elevado y exaltado que está en las alturas de Aravot, y te has ido a habitar con los hijos del hombre que sirven a los ídolos y te consideran igual a un ídolo? Ahora que tú estás sobre la Tierra y el ídolo está en la Tierra, ¿qué valor tienes para los habitantes de la Tierra, servidores de un ídolo?”. Acto seguido, el Santo bendito sea retiró a su Shekinah de entre los hombres. En ese momento llegaron los ángeles oficiantes y las cohortes de ejércitos, los soldados de Aravot, millares de campamentos, miríadas de guerreros. Tomaron las trompetas y empuñaron los cuernos, rodearon a la Shekinah cantando y salmodiando y ella subió a las alturas celestes (...).27

“Y Dios tomó a Enoch”. En: Gerard Hoet et al
Figures de la Bible. Ed. P. de Hondt, La Haya, 1728

La exaltación de Enoch

Enoch sube a los cielos en un carro de fuego junto a la Shekinah por voluntad del Santo bendito sea28 y obra del príncipe Anaphiel YHVH, entidad angélica a la que el Altísimo encarga su custodia. Asciende hasta el cielo de Aravot, la esfera superior, “sobre las alas de un viento de la Shekinah” y penetra en los siete palacios concéntricos en cuyo recinto interior se alza “el Trono de gloria de la Shekinah y su Carro” envuelto por las jerarquías angélicas.29 Allí, el Santo bendito sea le abre los “300.000 portales del discernimiento” así como los de la prudencia, la vida, la paz, la Shekinah, la valentía y la potencia, la fuerza, la gracia y la bondad, el amor, la Torah, las riquezas, la compasión, la humildad y el temor del cielo, le duplica tales dones y lo gratifica además con “1.365.000 bendiciones” de su mano.30 Metatron continúa su relato a Rabí Ismael:

Fui ampliado y alargado con la medida del ancho y el alto del mundo. Él [el Santo bendito sea] hizo poner sobre mí 72 alas, 36 alas a un costado y otras tantas al otro, y cada ala era como la plenitud del mundo. Fijó en mí 365.000 ojos, y cada ojo era como la gran luminaria. No dejó especie alguna de brillo, de esplendor, de prestancia, de belleza, de excelencia, de luces que pueda haber en el mundo sin fijar en mí.31

El Santo bendito sea también le hace entrega de un sitial semejante al Trono de gloria de la Merkaba y dispone que Enoch-Metatron lo ocupe en el umbral del séptimo palacio, desde donde tendrá autoridad como príncipe sobre todos los ángeles del reino divino “a excepción de ocho grandes príncipes gloriosos y terribles llamados YHVH por el nombre de su Rey”.32 Después, el Altísimo le revela “todos los secretos de la Torah, todos los misterios de la sabiduría, todas las profundidades de la perfección y todos los pensamientos de los corazones de las criaturas”, así como todos los enigmas del mundo y todas “las disposiciones del Comienzo”;33 y tras recubrirlo con un vestido resplandeciente y un manto de gloria, le moldea “una corona real en la que engasta 49 piedras34 tan luminosas como la luz del disco solar, cuyo brillo se expande por los cuatro vientos de Aravot, los siete firmamentos y los cuatro puntos cardinales”. Y sigue Metatron:

Él la depositó sobre mi cabeza y me denominó El pequeño YHVH en presencia de toda su familia de las alturas, como se ha dicho: “Mi nombre está en él” (Ex 23, 21).35

Luego el Santo bendito escribe “con su dedo como una pluma de fuego”, sobre la corona ceñida en su cabeza,

las letras por las cuales han sido creados el cielo y la tierra,
las letras por las cuales han sido creados los mares y los ríos,
las letras por las cuales han sido creadas las montañas y las colinas,
las letras por las cuales han sido creadas las estrellas y las constelaciones, los relámpagos, los vientos, los truenos, los sonidos del rayo, la nieve, el granizo, el huracán y la tempestad;
las letras por las cuales han sido creadas todas las cosas necesarias al mundo, todas las disposiciones del principio sin excepción.36
Cada letra nace, golpe sobre golpe, como una aparición de rayo, golpe sobre golpe como una aparición de llama de fuego, golpe sobre golpe como una aparición de la salida del sol, de la luna y de las estrellas.37

La majestuosidad de Enoch-Metatron llega a ser tal que los “príncipes que conducen el mundo” se estremecen y caen de bruces aterrorizados ante su visión.38 Metatron explica a Rabí Ismael quiénes son estos regentes y cuál es su función:


El arcángel Gabriel. Icono del siglo XIII
Monasterio de Santa Catalina, Egipto
Gabriel, el ángel del fuego;
Baradiel, el ángel del granizo;
Rouhiel, que se encarga del viento;
Baraquiel, que se encarga de los relámpagos;
Zaamiel, que se encarga del torbellino;
Ziquiel, que se encarga de los cometas;
Zi’iel, que se encarga de los fríos escalofriantes;
Zaaphiel, que se encarga del huracán;
Raamiel, que se encarga del trueno;
Raachiel, que se encarga del terremoto;
Chalgiel, que se encarga de las nieves;
Matariel, que se encarga de la lluvia;
Chamachiel, que se encarga del día;
Liliael, que se encarga de la noche;
Galgaliel, que se encarga del disco solar;
Ophaniel, que se encarga de los ciclos de la luna;
Kokhaviel, que se encarga de las estrellas;
Rahatiel, que se encarga de las constelaciones.39

La transmutación de Enoch en Metatron culmina con una angelomorfosis40 que el Príncipe de la Faz narra de esta manera:

Desde que el Santo bendito sea me tomó a su cargo para servir al Trono de gloria, las ruedas del Carro y todos los deseos de la Shekinah, mi carne se transformó en llamas. Mis nervios en fuego abrasador. Mis huesos en brasas de retama. La luz de mis párpados en el esplendor de los relámpagos. Las órbitas de mis ojos en antorchas de fuego. Los cabellos de mi cabeza en llamas chispeantes. Todos mis miembros en alas de fuego ardiente. La masa de mi cuerpo en fuego resplandeciente. A mi diestra, aquellos que esculpen las llamas de fuego. A mi izquierda, una antorcha que arde. En torno a mí eclosionaba el viento de tempestad y la tormenta, y ante mí y detrás de mí, el estruendo de temblores de tierra continuos.41

De modo que Metatron alcanza una gloria sin parangón en las alturas, si bien el relato de su entronización termina de una manera paradójica. Leemos en el capítulo 16 del Libro hebreo de Enoch:

Rabí Ismael dijo: el ángel Metatron, el Príncipe de la Faz, brillo del cielo más alto, me dijo:
Al principio, yo estaba sentado sobre un gran trono en el umbral del séptimo palacio y yo juzgaba a todos los hijos de las alturas, el linaje del Lugar, por la autoridad del Santo bendito sea. Yo distribuía grandeza y realeza, rango y dominación, esplendor y alabanza, diadema, corona y gloria a todos los príncipes de los reinos cuando ocupaba un escaño en la corte de lo alto. Los príncipes de los reinos permanecían junto a mí, a mi derecha y a mi izquierda, por la autoridad del Santo bendito sea. Cuando Aher42 vino para contemplar la visión del Carro y puso sus ojos sobre mí, fue presa del miedo y tembló en mi presencia. Su alma se apresuraba frenéticamente para apartarlo de mí, a causa del temor, el terror y la veneración que yo le inspiraba. Cuando me vio sentado sobre un trono como un rey, a los ángeles oficiantes de pie a mis costados como servidores y a todos los príncipes de los reinos ceñidos con coronas a mi alrededor, abrió la boca y dijo: “Sí, hay dos poderes en el cielo”. Al momento, un Eco de la Voz surgió de delante de la Shekinah diciendo “Volved, hijos apóstatas” (Jer 3, 22), con la excepción de Aher.43 En este instante apareció Anaphiel YHVH, el príncipe glorificado, reverenciado, querido, alucinante, terrorífico, venerado, con una misión del Santo bendito sea y me golpeó con sesenta látigos de fuego. Luego me hizo poner en pie.44

Sobre el “destronamiento” de Metatron ejecutado por su ángel custodio han corrido ríos de tinta en el judaísmo y en la academia. Hay autores que consideran que se trata de una interpolación posterior a la redacción original del manuscrito del Libro hebreo de Enoch que tiende a rebajar el rango de Metatron –rango problemático, como hemos visto, para los ángeles pero también para un sector no menor del rabinato– al de un ‘ángel de a pie’. Pero en los capítulos sucesivos, Metatron vuelve a aparecer como Príncipe de la Faz y guía de Rabí Ismael en su visita a las aulas más altas del cosmos;45 y si ello es así es porque la intervención de Anaphiel YHVH no tiene por objeto quitar los galones a Metatron sino algo mucho más elevado: expresar simbólicamente con ese gesto que la deidad es Una y única, y que Metatron y los demás ángeles no son más que aspectos polarizados de ésta como lo son también los dioses de los panteones de las diversas tradiciones del mundo. Lo que los látigos de fuego de Anaphiel YHVH golpean es el espejo de nuestra mente en el que aparece una imagen dual e ilusoria de la Unidad.

Las jerarquías angélicas y el orden del cosmos

Tras el impresionante relato de su transmutación, Metatron instruye a Rabí Ismael sobre los “grandes príncipes, los bellos, los venerados, los maravillosos, los honorables” regentes angélicos que junto a sus cohortes46 rigen los cielos sobre los que se eleva la Merkaba, estados del Ser o planos intermediarios a caballo del grado de la existencia sobre el que se proyecta nuestra conciencia ordinaria y del mundo de los principios ontológicos. Son siete cielos –como siete son las sefirot de construcción cósmica del Árbol de la Vida– y estos son sus gobernantes:

Michael, el gran príncipe, está asignado al séptimo firmamento, el superior, que se encuentra en Aravot.
Gabriel, príncipe del ejército, está asignado al sexto firmamento, que se encuentra en Makhon.
Chatquiel, príncipe del ejército, está asignado al quinto firmamento, que se encuentra en Ma’on.
Chahaqiel, príncipe del ejército, está asignado al cuarto firmamento, que se encuentra en Zevoul.
Baradiel, príncipe del ejército, está asignado al tercer firmamento, que se encuentra en Chehaqim.
Baraqiel, príncipe del ejército, está asignado al segundo firmamento, que se encuentra en la altura de Raqia.
Sidriel, príncipe del ejército, está asignado al primer firmamento, que se encuentra en Vilon, que se encuentra en Chamayim.47

El nombre Vilon es un latinismo derivado de velum, “velo”, y Chamayim es “la región en la que el sol, la luna y las estrellas han sido puestas”,48 aunque el nombre que le atribuye el Génesis es propiamente raqia ha chamayim,49 “la extensión de los cielos”, el ámbito que separa la Tierra y las aguas inferiores de las aguas superiores y que por consiguiente vendría a abarcar el primer y el segundo firmamento mencionados por Metatron. Se trata, pues, de la bóveda celeste, de un gran telón esférico con un enorme grosor por el que discurren el Sol, la Luna, las constelaciones y todas las estrellas en general, astros y asterismos cuyos orbes se encuentran a cargo, respectivamente, de los príncipes Galgaliel, Ophaniel, Rahatiel y Kokhaviel junto a los ángeles que les acompañan.50


“El concierto de los ángeles”, de Gaudenzio Ferrari, ca. 1535
Santuario de Santa Maria della Grazia, Saronno, Italia

Los ángeles de los siete firmamentos constituyen una jerarquía perfecta, puesto que cada cual “retira la corona de gloria de su cabeza y cae sobre su rostro” ante la visión del príncipe del firmamento inmediatamente superior. Y el príncipe del firmamento más alto se prosterna ante

72 príncipes celestes de los reinos correspondientes a las 70 lenguas que hay en el mundo.51 Llevan como tocados coronas reales, están revestidos con vestimentas reales, van recubiertos de ornamentos reales, montan caballos reales y tienen en las manos cetros reales. Cuando uno de ellos se desplaza en el firmamento, los servidores reales corren delante suyo con gran honor y gran pompa, a la manera como [los reyes] se desplazan en la tierra sobre carros, con caballeros y numerosos soldados, con gloria, grandeza, nobleza, aclamación y magnificencia.52

Los 72 príncipes de las lenguas se inclinan ante los guardianes de la puerta que da acceso al primer palacio de Aravot, y los de los umbrales de los palacios más internos ante los custodios de la entrada al palacio siguiente. Esta jerarquía ascendente prosigue en el interior del séptimo palacio, un recinto que alberga, si así pudiese decirse, a lo más recóndito de lo que es el mundo de Atsiluth en la cábala sefirótica. Los guardianes de su puerta veneran a “cuatro príncipes gloriosos asignados a los cuatro campamentos de la Shekinah”, éstos a “Taga’ats, el príncipe grande y reverenciado”, Taga’ats a Atatiel, “el gran príncipe de los tres dedos”, Atatiel a Hamon, “el príncipe grande, temible, glorioso, espléndido, venerado, que hace temblar a todos los hijos de las alturas cuando llega el momento de decir ‘Santo’”, y Hamon a Tetrasiel YHVH, el primer ángel de una cadena de 17 príncipes que portan el nombre impronunciable de la deidad. Son estos, por orden ascendente, Tetrasiel YHVH, Atrouggiel YHVH, Na’arouriel YHVH, Sasnigel YHVH, Zazriel YHVH, Guevouratiel YHVH, Araphiel YHVH, Achroili YHVH, Galitsour YHVH (el “revelador del misterio”), Zakzachiel YHVH (el que “escribe los méritos de Israel sobre el Trono de gloria”), Anaphiel YHVH (“el que guarda las llaves de los palacios del firmamento de Aravot”),53 Soter Achiel YHVH (el que “sirve ante el Rostro sobre los cuatro brazos del Río de Fuego, frente al Trono de gloria”), Choqed Hozi YHVH (el que “pesa todos los méritos sobre el plato de una balanza ante el Santo bendito sea”), Ze Penourai YHVH (el que “se enfurece contra el Río de Fuego y lo extingue en su Lugar”), Azgobhai YHVH (el que “ciñe con vestidos de vida y envuelve con mantos de vida a los justos del mundo en los tiempos futuros así como a los piadosos del mundo para que vivan en ellos una vida eterna”) y dos príncipes aún más altos, Sopheriel YHVH (“el que hace morir” e inscribe en el libro de los muertos a quien ha llegado la hora de perecer) y Chopheriel YHVH (“el que hace vivir” a quienes el Santo bendito sea quiere que vivan y los inscribe en el libro de los vivos).54 Todas estas entidades angélicas, arquetipos emanados del pensamiento divino y aspectos del Uno de nombre impronunciable, conforman un enorme basamento sobre el que se asienta la Merkaba y todo lo que la rodea en la visión del profeta Ezequiel.55

Metatron revela a Rabí Ismael que Rekaviel YHVH, “príncipe distinguido y honorable, espléndido y noble, prestigioso y venerable, valiente y poderoso, grande y magnífico, fuerte y suntuoso, maravilloso y exaltado, puro y querido, soberano, soberbio, imponente, antiguo, osado, tal que ninguno entre los príncipes es idéntico a él”, es el ángel que cuida de las ruedas del Carro. Estas son “ocho, dos en cada dirección”;56 cuatro vientos “las envuelven en un círculo”, cuatro ríos de fuego “fluyen y emergen de debajo de ellas” y cuatro nubes, “nubes de Fuego, nubes de Llama, nubes de Brasa, nubes de Azufre”, se alzan frente a ellas.57 Los cuatro seres vivientes, de cuatro caras y cuatro alas, apoyan sus pies sobre las ruedas y “cada viviente en particular es como la plenitud del mundo entero”.58 Estos seres están a cargo de otro ángel, Hayaliel YHVH, “príncipe noble y terrible, príncipe grande y temible, príncipe ante el cual todos los hijos de las alturas se estremecen, príncipe que es capaz de devorar al universo entero de un solo bocado” y “golpea a los [cuatro] vivientes con látigos de fuego. Los exalta cuando cantan alabanzas, laudes y júbilos, y los apremia a decir a continuación: ‘Santo, Santo, Santo, Bendita es la gloria de YHVH desde su Lugar’”.59

Los vivientes

portan el Trono de gloria cada uno con tres dedos, siendo la medida de la altura de cada dedo de 8.766.000 parasanges.60 Por debajo de los pies de los vivientes fluyen siete ríos de fuego; cada río tiene una anchura de 365.000 parasanges, su profundidad es de 248.000 miríadas de parasanges, y su longitud no tiene límite ni medida. Cada río revierte como una cúpula hacia los cuatro vientos del firmamento de Aravot y después cae y se vacía sobre Ma’on. Y de Ma’on sobre Zevoul, de Zevoul sobre Chehaquim, de Chehaquim sobre Raqia, de Raqia sobre Chamayim, y de Chamayim sobre la cabeza de los malvados de la Gehena, como se ha dicho: “He aquí el huracán de YHVH, la tempestad se desencadena, ella se descarga sobre la cabeza de los malvados” (Jer 23, 19).61

Junto a los seres vivientes se hallan los querubines, “cuyas alas se elevan por encima de sus cabezas”. Dice Metatron de estas entidades angélicas:

La Shekinah está posada sobre su espalda, el esplendor de la gloria está sobre sus caras, un canto de alabanza está en su boca. Sus manos son sus alas, sus pies están cubiertos por sus alas, hay rayos resplandecientes sobre su cabeza. Los rodean piedras de zafiro, hay pilares de fuego sobre su cuadrado, hay columnas de fuego a su lado. Un zafiro aquí y un zafiro allá, bajo los zafiros brasas de retama. Un querubín aquí y un querubín allá, las alas de los querubines ciñen sus cráneos. Las despliegan para cantar con ellas un canto a Aquél que habita las nubes y para enaltecer con ellas la magnificencia del Rey de reyes.62

Un ángel de YHVH se encarga de “despertar la forma de su bella prestancia, acrecentar la magnificencia de su eminencia, aumentar la superioridad de su belleza (...)” para “preparar una sede a Aquel que se sienta sobre los querubines”. Es Kerouviel YHVH, “príncipe imponente y maravilloso, valeroso y alabado con todo tipo de alabanzas”, “príncipe valiente lleno de fuerzas vivas, príncipe majestuoso y la majestad está con él, príncipe justo y la justicia está con él, príncipe santo y la santidad está con él. Príncipe glorificado por millares de ejércitos, príncipe exaltado por miríadas de soldados. Su ira hace temblar el universo, su cólera sacude los campamentos, el pavor que inspira hace que se tambaleen los cimientos, con su estruendo Aravot se estremece. Su estatura está llena de brasas, la altura de su envergadura es semejante a la altura de los siete firmamentos, la anchura de su envergadura es como la anchura de los siete firmamentos, la profundidad de su envergadura es como la de los siete firmamentos. La abertura de su boca arde como una antorcha, su lengua es un fuego devorador, sus párpados son como el esplendor del relámpago, sus ojos son como chispas resplandecientes, el aspecto de su cara es como un fuego ardiente. Hay una corona de santidad sobre su cabeza y el nombre maravilloso está grabado sobre ella; de ella salen relámpagos (...)”. Kerouviel YHVH insta a los querubines “con respeto e ímpetu a cumplir la voluntad de su Creador, a cada instante sin cesar ya que en la sumidad de su cabeza habita constantemente la gloria del gran Rey” que los preside.63

Hay otros dos órdenes de ángeles por encima de los querubines: los ofanim64 y, coronando la jerarquía angélica del Carro, los serafines. Metatron describe a los ofanim como seres cubiertos de ojos y alas que portan vestidos tachonados de zafiros (“72 piedras de zafiro a la derecha de cada uno de ellos (...). 72 piedras de zafiro a la izquierda de cada uno de ellos”) y ciñen coronas en las que hay engastadas 4 esmeraldas “cuyo brillo se extiende hacia las cuatro esquinas de Aravot de modo parejo al orbe del Sol, cuyo brillo irradia hacia los cuatro vientos del mundo. ¿Y por qué se llama [a esa piedra] esmeralda? Porque su resplandor es parecido al aspecto del relámpago”.65 Ophaniel YHVH es su ángel custodio, “un príncipe grande, terrible, valeroso, glorioso, imponente y venerable, antiguo e intrépido” que “les sirve y magnifica” para que puedan alabar a su Creador. Ophaniel YHVH tiene “cuatro caras en cada lado”, “cien alas en cada lado” y “8.766 ojos correspondientes al número de horas del año, 2.191 en cada lado. De cada par de ojos que hay en cada una de sus caras surgen relámpagos. De cada uno brotan antorchas que nadie puede mirar, ya que quien las mira se consume de inmediato. La altura de su talla es un viaje de 2.500 años, ningún ojo la puede ver. Y ninguna boca puede decir la fuerza de la firmeza de su poder salvo el Rey de reyes de reyes, el Santo bendito sea”.66

Los serafines son ángeles cuyas caras brillan como el Trono de gloria,67 “tanto que hasta los vivientes sagrados, los majestuosos ofanim y los querubines ilustres no pueden contemplarlos ya que, a quien los mira, sus ojos se ciegan por su gran resplandor”.68 Dice también Metatron:

¿Cuántos son los serafines? Cuatro, correspondientes a los cuatro vientos del mundo. ¿Y de cuántas alas disponen? De seis alas, correspondientes a los seis días del Génesis. ¿Cuántas caras tienen? Dieciséis caras, cuatro en cada dirección. La dimensión de los serafines y la altura de cada uno de ellos corresponde a los siete firmamentos. En cuanto a la dimensión de las alas, cada una es como una plenitud de firmamento, la dimensión de cada cara es como la cara del sol levante. (...)
¿Y por qué tienen el nombre de serafines? Porque queman los registros de Satán. Cada día se sienta Satán en compañía de Samael, el príncipe de Roma, y de Doubiel, el príncipe de Persia;69 inscribe las iniquidades de Israel sobre los registros y confía a los serafines la misión de hacerlos llegar al Santo bendito sea para eliminar a Israel del mundo. Pero los serafines conocen los secretos del Santo bendito sea, saben que no quiere que caiga la nación de Israel. ¿Y qué hacen pues los serafines? Cada día toman los registros de las manos de Satán y los queman en el brasero ardiente que está frente al Trono elevado y exaltado para que no lleguen ante el Santo bendito sea cuando está sentado sobre el Trono del juicio y juzga al mundo entero según la verdad.70

Seraphiel YHVH es el príncipe que vela por los serafines. Entidad extraordinariamente luminosa cuya “figura es como la de los ángeles y su cuerpo como el de las águilas”, está “llena de ojos como las estrellas de los cielos, que no tienen límite ni tienen número”. “La corona que está sobre su cabeza es como el resplandor del Trono de gloria”, y el nombre que ésta lleva es “Príncipe de la Paz”. Seraphiel YHVH “acompaña a los serafines día y noche y les enseña un canto, un salmo, un elogio, un viva y una ovación para que magnifiquen a su Rey con todos los tipos de alabanza y santificación”.71


Ezequiel y la visión de la Merkaba
Grabado de Mateo Merian para su obra Icones Biblicae, Frankfurt, 1670

El tribunal y el juicio a la humanidad en el cielo de Aravot

Metatron enseña a Rabí Ismael que un “príncipe más exaltado que todos los príncipes, más maravilloso que todos los oficiantes” y que está por encima de todos los órdenes angélicos lleva “la cartera de los escritos en cuyo interior se halla el Libro de las memorias”, volumen en el que están consignados los hechos de la vida de todos los seres humanos. Es Dadveriel YHVH, el “príncipe de los archivos” cuyo nombre quiere decir “que de cada palabra que emana de él, sin excepción, se crea un ángel”. Dadveriel YHVH “identifica los sellos de la cartera, la abre y coge los libros que deposita en las manos del Santo bendito sea, y el Santo bendito sea los toma y los coloca en su presencia ante los escribas para que sean leídos en el gran Tribunal situado en la altura del firmamento de Aravot, ante la Familia de lo alto”.72 En un recinto frente al Trono de gloria, mirando al Santo bendito sea, se encuentran “cuatro grandes príncipes, llamados Vigilantes y Santos, más elevados, más glorificados, más temibles, más queridos, más fascinantes, más nobles, más grandes que todos los hijos de las alturas”. El esplendor del lugar en que se hallan “es parecido al del Trono de gloria” y el de su figura “se parece al resplandor de la Shekinah”, a tal punto que “ni los serafines, que son los más grandes de entre los hijos de las alturas, los pueden contemplar”. Son dos Vigilantes y dos Santos, y “cada uno de ellos posee setenta nombres correspondientes a las setenta lenguas que hay en el mundo73 y que dependen del nombre del Santo bendito sea”. Éste “no hace nada en su mundo antes de dialogar con ellos, y a continuación actúa”.74

Y prosigue Metatron:

Cada día sin excepción, cuando el Santo bendito sea está sentado sobre el Trono del juicio para juzgar al mundo entero y los libros de los vivos y los libros de los muertos están abiertos ante él, todos los hijos de las alturas permanecen erguidos en su presencia con terror, espanto, miedo, estremecimiento. Cuando el Santo bendito sea se sienta para juzgar sobre el Trono del juicio, su vestido es blanco como la nieve, la cabellera de su cabeza es como de pura lana, su manto es todo él como una luz radiante. Está completamente cubierto de justicia como si fuese una coraza. Los Vigilantes y los Santos están de pie ante él como los oficiales de justicia ante el juez. Debaten cada causa en particular y concluyen sobre el asunto que ha sido juzgado ante el Santo bendito sea tal como se ha dicho: “De un decreto de los Vigilantes procede esta sentencia y de una orden de los Santos esta decisión” (Dan 4, 14). (...)75
Cuando el gran Tribunal se sienta en la altura del firmamento de Aravot, ninguna criatura del mundo tiene la palabra a excepción de los grandes príncipes llamados YHVH por el nombre del Santo bendito sea. ¿Cuántos príncipes hay? Los setenta y dos príncipes de los reinos existentes en el mundo, sin contar el Príncipe del mundo76 que habla en favor del mundo ante el Santo bendito sea cada día a la hora en que el libro que consigna todos los actos del mundo se abre (...).77

Acompañan también al Santo bendito sea en el juicio, a la derecha del Trono, la Justicia y los “ángeles de compasión”; a la izquierda, la Fidelidad y los “ángeles de paz”; y frente a él, la Verdad. Hay un escriba a los pies del Trono y un querubín por encima del sitial. Los “ángeles de destrucción” se levantan a la llamada del Altísimo y “los serafines de gloria rodean al Trono como muros, muros de relámpagos, los ofanim los envuelven como antorchas dispuestas en torno al Trono de gloria, y nubes de fuego y nubes de llamas las flanquean a derecha e izquierda”.78 Cuando el Santo bendito sea abre el libro, “mitad fuego, mitad llamas”,

[los ángeles de destrucción] se retiran de su presencia al instante para ejecutar el juicio sobre los malvados y la espada [de YHVH] es extraída de su vaina, espada cuyo resplandor irradia como el relámpago y se propaga de un extremo al otro del mundo, como se ha dicho: “Por el fuego YHVH entra en juicio, y por su espada contra toda carne” (Is 66, 16).
Todos los habitantes del mundo se atemorizan y estremecen ante él cuando divisan su espada afilada como el relámpago [radiando] de un confín al otro del mundo y los rayos y las chispas que de ella brotan, tan numerosos como las estrellas del firmamento, como ha sido dicho: “Cuando habré afilado mi espada fulgurante” (Dt 32, 41).79

En la hora de la triple alabanza

Hay una hora en que los miles de miles de miríadas de ángeles de las alturas proclaman la alabanza del Principio en lo invisible (explica Metatron que son “496.000 miríadas de campamentos en la altura de Aravot y cada campamento cuenta con 496.000 ángeles”). Lo llaman Santo porque es sagrado e inviolable80 y repiten tres veces esa palabra porque es triple en su Unidad, pues contiene en su seno a la Dualidad primordial que impregna a toda la manifestación. Cuando llega la hora de decir “Santo”,

un viento de tempestad surge de delante del Santo bendito sea y cae sobre los campamentos de la Shekinah, y una gran tormenta se levanta en medio de ellos como se ha dicho: “He aquí el huracán de YHVH, el furor se ha desencadenado, la tempestad causa estragos” (Jer 30, 23).
Enseguida los miles de miles [de miríadas de ángeles de Aravot] se convierten en chispas, los miles de miles se convierten en antorchas, los miles de miles se convierten en brasas ardientes, los miles de miles se convierten en llamas, los miles de miles se convierten en machos, los miles de miles se convierten en hembras, los miles de miles se convierten en vientos, los miles de miles se convierten en fuego ardiente, los miles de miles se convierten en una llama, los miles de miles se convierten en chispas, los miles de miles se convierten en hachmalim de luz81 hasta que aceptan el yugo del reino del Elevado y Exaltado, el Formador de todos, con terror, miedo, estremecimiento, sudor, gruñidos, tiritera, pavor y temblor. E inmediatamente los devuelve a su primer estado. Todo ello con el fin de que el temor de su Rey esté ante ellos en todo instante de modo que concentren su corazón para decir el canto en cada momento (...)”.82
Cuando los ángeles oficiantes desean decir el canto, el Río de Fuego crece en varios miles de miles de miríadas de miríadas de potencias de vigores de fuego y fluye y pasa por debajo del Trono de gloria, por entre los campamentos de los ángeles oficiantes y de las cohortes de Aravot. Todos los ángeles oficiantes descienden en primer lugar al Río de Fuego y se zambullen en el fuego del Río de Fuego, después hunden su lengua y su boca siete veces en el Río de Fuego, seguidamente salen y se revisten con restos de blasón y restos de hachmal, y se disponen en cuatro filas cara al Trono de gloria en cada firmamento.83

Ríos de fuego del volcán Kilauea. El Correo, 8 de junio de 2023

La pronunciación por parte de los ángeles oficiantes de la Qedoucha, la oración del Trisagion o triple “Santo”, provoca una sacudida de alcance cósmico en la que “todas las columnas de los firmamentos y su base vacilan, los portales de los palacios de Aravot tiemblan, los cimientos del universo y de Chehaquim son sacudidos, las cámaras de Ma’on y las cámaras de Makhon se retuercen, y todas las armonías de Raqia, las estrellas y las constelaciones se alarman. El orbe del sol y el orbe de la luna se apartan precipitadamente de sus circuitos y corren hacia atrás 12.000 parasanges queriendo arrojarse del cielo a causa del estruendo de la voz [de los ángeles], de su encanto, de la vibración de su potencia y de las chispas y los relámpagos que salen de su boca (...). Hasta que el Príncipe del mundo84 les grita y les dice: inmobilizaos en vuestros lugares, no temáis nada pues los ángeles oficiantes entonan el canto ante el Santo bendito sea como se ha dicho: ‘Cuando todas las estrellas de la mañana cantaban alegremente y los hijos de Dios hacían resonar sus aclamaciones’ (Job 38, 7)”.85

Cuando los ángeles oficiantes dicen “Santo”,

todos los nombres expresados, grabados por una pluma de llama sobre el Trono de gloria, emprenden el vuelo como águilas, provistos de dieciséis alas, y rodean y circundan al Santo bendito sea por los cuatro lados del Lugar de la gloria de su Shekinah. Los ángeles del ejército, los oficiales de llama, los ofanim de valentía, los querubines de la Shekinah, los santos vivientes, los serafines, los ér’elim, los tapsarim,86 las cohortes de llamas, las legiones [de fuego] devorador, los órdenes flambeantes, los ejércitos de llamas, los santos príncipes ornados de coronas, vestidos de realeza, cubiertos de gloria, rodeados de belleza, engalanados de magnificencia, ceñidos de majestad caen sobre sus caras tres veces y dicen: Bendito es el nombre de la gloria de su reino por siempre jamás.87

Pero cuando los ángeles oficiantes no pronuncian el “Santo” según el orden apropiado,

un fuego devorador surge del meñique del Santo bendito sea, cae sobre sus filas, se divide en 496.000 miríadas de partes correspondientes a los cuatro campamentos de los ángeles y los devora de golpe, como se ha dicho: “Un fuego le precede cuando marcha, devorando a todos los enemigos de su entorno” (Sal 97, 3). Inmediatamente el Santo bendito sea abre su boca y, pronunciando una palabra, crea a otros en su lugar, nuevos y semejantes a ellos. Cada uno se levanta ante el Trono de la gloria y dice “Santo”, como se ha dicho: “Nuevos cada mañana, grande es tu confianza” (Lm 3, 23).88

Visiones de Rabí Ismael sobre las alas de Metatron

En los ocho últimos capítulos del Libro hebreo de Enoch, Rabí Ismael transmite un conjunto de visiones a las que accede montado sobre las alas de Metatron (“yo fui con él y él me tomó de la mano, me izó sobre sus alas y me mostró...”). Son paisajes desde lo alto de planos elevados del Ser Universal que el Príncipe de la Faz puede recorrer libremente –como es propio de quien se cosmiza y deifica–, y cuya visión comparte libre y gratuitamente con aquel que, habiendo invocado al Principio y vacío de sí mismo, le han sido abiertas las puertas de los palacios del cielo de Aravot. En estos vuelos, Metatron enseña al rabino las letras grabadas en el Trono de gloria por las que el mundo, los cielos, los ángeles y la propia Merkaba han sido creados; las aguas superiores y el fuego, la nieve y el granizo de lo alto; las almas de los justos que han sido creados y han regresado a su origen y las de los que aún no han sido creados; el lugar a donde van a parar las almas de los malvados y las de los tibios; las almas de los “padres del mundo”, los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob y los justos que han ascendido al cielo y oran ante el Santo bendito sea; el Velo celeste en el que están inscritas “todas las generaciones de las generaciones del mundo, todos los actos de las generaciones del mundo, pasadas o presentes, hasta el agotamiento de todas las generaciones”; los espíritus de las estrellas que aparecen cada noche en el firmamento; y las almas de los ángeles oficiantes abrasados por el fuego salido del meñique del Santo bendito sea, convertidas en brasas.89 La última de las visiones es la de la mano de Dios:


La mano de Dios. Fresco de la iglesia de
Sant Climent de Taüll, c. 1123. Museu
Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona
Rabí Ismael dijo: Metatron me dijo:
Ven y te mostraré la mano derecha del Lugar, la que se ha retirado a causa de la ruina del Templo. De ella irradian toda suerte de brillos luminosos, por ella han sido creados 955 firmamentos,90 y ni los serafines ni los ofanim tienen permiso para contemplarla antes del día de la salvación.
Yo fui con él, él me tomó de la mano, él me izó sobre sus alas y me la mostró con todo tipo de alabanzas, de júbilo y de elogio. Ninguna boca puede decir su alabanza y ningún ojo puede contemplarla a causa del exceso de su grandeza, de su alabanza, de su prestigio, de su gloria y de su belleza. Asimismo, todas las almas que merecen ver la dicha de Jerusalén están junto a ella y la glorifican, y la llaman a la clemencia diciendo tres veces cada día: “Despiértate, despiértate, revístenos de fuerza, brazo de YHVH” (Is 51, 9). (...) En ese momento, el brazo derecho del Lugar se pone a llorar haciendo brotar y fluir cinco ríos de lágrimas desde sus cinco dedos, los que caen en medio del Gran Mar y hacen temblar el mundo entero, como se ha dicho: “La tierra se quiebra, se parte en trozos / la tierra estalla, vuela en pedazos / la tierra se tambalea, se tambalea por todos lados / la tierra vacila, vacila como alguien que está ebrio, / es sacudida como una choza” (Is 24, 19 y ss). Cinco veces, que corresponden a los cinco dedos de su gran diestra.
Cuando el Santo bendito sea constata que no hay ningún justo en la generación, que no hay ningún fiel en la tierra, que no hay justicia en las manos de los hijos del hombre, que no hay ningún hombre como Moisés ni suplicante como Samuel para pedir misericordia ante el Lugar para la salvación, para la redención, para que se manifieste su reino en el mundo, para que haga reaparecer su gran diestra ante él a fin de llevar a cabo una gran salvación de Israel, en seguida el Santo bendito sea se acuerda de su justicia y de su mérito, de su compasión y de su propia fidelidad, y salva para sí mismo su gran brazo (...). “Voy a salvar a mi brazo” (Is 63, 5). El Santo bendito sea dice en ese momento: En cuanto a mí, ¿hasta cuándo voy a esperar a los hijos del hombre para realizar la liberación de mi brazo por la justicia? Yo por mí mismo, y a causa de mi mérito y mi justicia, yo voy a salvar a mi brazo y salvaré con él a mis hijos de entre las naciones del mundo, como ha sido dicho: “En mi favor, en mi favor actuaré, pues cómo mi nombre sería profanado” (Is 48, 11).
Entonces el Santo bendito sea manifiesta al mundo su gran brazo y muestra a las naciones del mundo que su longitud es como la longitud del universo, que va de un extremo del mundo al otro, que su anchura es como la anchura del universo, que la belleza de su esplendor es como el resplandor de la luz del sol en su potencia en la estación de Tamouz.91 Inmediatamente después, Israel es redimido por él de su seno y aparece el Mesías, el cual hará subir a Jerusalén [a los israelitas] con gran alegría. Y desde los cuatro reinos del mundo, el reino de Israel comerá con el Mesías, y las naciones del mundo no comerán con ellos, pues se dice: “YHVH ha desnudado su santo brazo a los ojos de todos los pueblos, y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios” (Is 52, 10).
Y se ha dicho: “Sólo YHVH le guía, ningún dios extranjero con él” (Dt 32, 12).
“YHVH será Rey sobre toda la tierra” (Za 14, 9).92

A modo de epílogo

Es muy extraño que nos haya tocado escribir estas últimas líneas en un instante del devenir en que se está vertiendo tanta sangre en Palestina. De los textos que hemos recordado aquí apenas queda memoria, y a lo sumo se logra aprehender sus sentidos literal y alegórico. Una lectura que resulta insuficiente para su plena comprensión93 y que además arriesga alimentar en algunos la creencia de que la vida de los seres humanos es una pendejada de buenos contra malos o de malos contra buenos (las etiquetas de bueno y malo las pone cada cual discrecionalmente) en que los buenos creen que han de prevalecer sobre los malos porque ellos son buenos y los otros no, y los supuestos malos pretenden acabar con los presuntos buenos porque entienden que estos últimos son más malos que los considerados malos. Algo que, robando unas conocidas palabras a Shakespeare, no es más que una “historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa” para aquel que consigue atisbar que vivimos para encantarnos con el recuerdo del Sí Mismo y entregarnos a él de este modo, o sea para serlo. Si somos lo que conocemos, con la contemplación de los lugares a los que Metatron y Rabí Ismael nos invitan y la revisita de esos paisajes con la imaginación activa podremos acceder a la vivencia de estados superiores de nuestro ser, y llegaremos a comprender verdaderamente que nuestro origen es nuestro destino. Absorbámonos en el silencio poderoso que se va a apoderar de nosotros tras la lectura de cada uno de los capítulos del Libro hebreo de Enoch, pues ello “es volver definitivamente a la Nada Primordial”.94

NOTAS
1 Federico González y Mireia Valls. Presencia viva de la Cábala. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006. Versión online: Presencia viva de la Cábala.
2 Dice el libro de Ezequiel: “El año treinta, el día cinco el cuarto mes, encontrándome yo entre los deportados, a orillas del río Kebar, se abrió el cielo y contemplé visiones divinas. El día cinco del mes –era el año quinto de la deportación del rey Joaquín– la palabra de Yahveh fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y allí fue sobre él la mano de Yahveh.
Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo; y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha. Entre los seres había algo como brasas incandescentes, con aspecto de antorchas, que se movía entre los seres; el fuego despedía un resplandor, y del fuego salían rayos. Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago.
Miré entonces a los seres y vi que había una rueda en el suelo, al lado de los seres de cuatro caras. El aspecto de las ruedas y su estructura era como el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra. En su marcha avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha. Su circunferencia tenía gran altura, era imponente, y la circunferencia de las cuatro estaba llena de destellos todo alrededor. Cuando los seres avanzaban, avanzaban las ruedas junto a ellos, y cuando los seres se elevaban del suelo, se elevaban las ruedas. Donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. Cuando avanzaban ellos, avanzaban ellas, cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando ellos se elevaban del suelo, las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal, extendida por encima de sus cabezas, y bajo la bóveda sus alas estaban rectas, una paralela a la otra; cada uno tenía dos que le cubrían el cuerpo.
Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Sadday; cuando marchaban, era un ruido atronador, como ruido de batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas. Y se produjo un ruido.
Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana. Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como fuego que producía un resplandor en torno, con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba”. Ez 1. Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1990.
3 Federico González y Mireia Valls. Presencia viva de la Cábala, op. cit. Este texto es una cita extraída de Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais, de Charles Mopsik. Ed. Verdier, Lagrasse, 1989.
4 En torno a esta alta entidad angélica, sugerimos la lectura de los acápites “Mitología Cabalística” y “Metatron” de la Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, de Federico González y cols. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003. Integramente en versión online: Introducción a la Ciencia Sagrada.
5 Scholem usa esta denominación como sinónimo de ma’aseh Merkabah aunque en rigor su traducción es “acto”, “obra” o “hecho” de la Merkaba. El autor explica que en la Mishnah se alude con dicho nombre al primer capítulo del libro de Ezequiel y que el rabinato acabó empleándolo para referirse al conjunto de la literatura del Carro y los Palacios (ver referencia en la siguiente nota).
6 Gershom Scholem. Grandes temas y personalidades de la Cábala. Ed. Riopiedras, Barcelona, 1994.
7 Gershom Scholem. Las grandes tendencias de la mística judía. Ed. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1996.
8 Ver el capítulo 48 del Libro hebreo de Enoch. Mopsik cita en nota que “el número 955 proviene del valor numérico de la suma de las letras de la palabra ha-chamayim (‘el cielo’), ya que la mem final se cuenta como valiendo 600”. Este ámbito es, pues, el “cielo de los cielos” o el cielo más allá de los cielos, “el lugar de retiro de Dios y de su misterio impenetrable”. Charles Mopsik, op. cit.
9 Dicho lo cual, no cabe duda de que la síntesis que la cábala ha prohijado entrecruzándose con el pitagorismo y el neoplatonismo –o sea, el hermetismo– en forma de un árbol geométrico de 10 esferas que sintetiza toda la cosmogonía es una verdadera bendición para quienes hemos nacido en Occidente.
10 Seguiremos en este trabajo la citada versión de Mopsik del Libro hebreo de Enoch, la cual se basa en el manuscrito hebreo de la obra que se encuentra depositado en la Biblioteca Apostólica del Vaticano. El autor lo coteja en ocasiones con otros manuscritos de la Biblioteca Bodleiana de Oxford, la Staatsbibliotek de Múnich y la Biblioteca Casanatense de Roma, de los que incluye algunos capítulos como apéndices.
11 Ibid. La adquisición de la condición angélica supone la conquista de un “cuerpo de luz” para el alma, de un “medio ‘plástico’ (por decirlo de alguna manera) que nos lleva al Ser”, y equivale a consumar, ya sea en vida o post mortem, el conocimiento del Sí con mayúsculas por la efectivización de la iniciación en los misterios. “Un Ángel es la realidad esencial de cualquier ser, o sea, su ‘siendo’ en su grado más elevado. ‘Tu Señor Divino y personal, es tu Ángel por el que Dios te habla de boca a oído’; es también el nombre propio y el ‘aroma’, la ‘melodía’ personal”. Citas de Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Acápites “El alma” y “Angeología I”, op. cit.
12 Sabios exégetas pertenecientes al rabinato cuyas enseñanzas fueron compiladas en la Mishnah. Compuesta entre los siglos II y III, es considerada la primera gran colección escrita de tradiciones orales sobre la Torah y en ella se basan los comentarios posteriores del Talmud de Jerusalén y del de Babilonia. La traducción exacta de tanaim es “repetidores”, según apunta Mopsik en una nota de la introducción de su obra.
13 Es éste: “Enoch anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó” (Gn 5, 24). Mopsik comenta que con un encabezamiento así la obra queda situada “bajo la autoridad de una tradición reconocida al recordar su origen bíblico” y “tiende a hacer del conjunto del libro un largo comentario de este versículo, una especie de midrach”. Ibid., nota 1 al capítulo 1.
14 Ibid., cap. 1, vv. 1-2.
15 La Qedoucha o Trisagion (en griego, “tres veces santo”) es el himno más elevado de alabanza al Santo bendito sea. Su dicción unánime por los ángeles genera una vibración cósmica tan poderosa que “las columnas de los firmamentos y su base vacilan”, las “estrellas y constelaciones se alarman” y “el orbe del sol y el orbe de la luna se apartan precipitadamente de su circuito”. Ibid., cap. 38, v. 1.
16 Ibid., cap. 1, v. 11.
17 Estos dones son análogos a los que Poimandrés, el Nôus de la Soberaneidad Absoluta, brinda a Hermes Trismegisto en el primer tratado del Corpus Hermeticum: “una visión infinita” que se convierte en una “luz, serena y gozosa”, imagen de “la Inteligencia, tu Dios”.
18 Ibid, cap. 1, v. 12. La triple invocación del Trisagion evoca el ternario en que el Principio inmanifestado del Ser Universal se polariza, simbolizado unánimemente por las tres sefirot de Olam ha Atsiluth en el Árbol de la Vida cabalístico, la Trimûrti hindú o la tríada Tai-ki, Tien, Ti de la tradición extremo-oriental. El Sanctus de la plegaria eucarística cristiana vendría a ser un pálido reflejo exotérico del Trisagion.
19 Ibid, cap. 2, v. 2.
20 Ibid, cap. 3, v. 2.
21 Ibid, cap. 4, vv. 2-5.
22 Es una objeción análoga a la que antes han planteado otros ángeles acerca de Rabí Ismael ante Metatron. Mopsik sugiere en una nota, acerca del aparente anacronismo que se desliza en este pasaje y en el anterior –pues Enoch es un patriarca antediluviano–, que se podría tratar de una simple cuestión redaccional del manuscrito (ver ibid., nota 13 al capítulo 4). Nosotros pensamos que la mención de que Enoch es “uno de los hijos de los hijos de aquellos que se ahogaron en las aguas del diluvio” podría aludir a un cataclismo anterior al diluvio de Noé que la Biblia no refiere pero sí las tradiciones mesopotámicas (ver p. ej. nuestro artículo Mesopotamia en el Manvántara en el número 58 de SYMBOLOS).
23 Ibid, cap. 4, vv. 7-10.
24 65.000 es, en números redondos, la duración en años del ciclo completo de una humanidad en la doctrina hindú de los ciclos cósmicos. Curiosamente, el módulo 65 es también la cifra de base del cuadrado mágico de Marte, de 5 x 5 casillas.
25 Enosh es hijo de Set y antepasado de Enoch. La Biblia dice que Enosh “fue el primero en invocar el nombre de Yahveh” (Gn 4, 26).
26 Mopsik anota que un parasange es una medida de longitud de origen persa que equivale a unos 5.250 metros. Ibid., nota 10 al capítulo 5.
27 Ibid, cap. 5, vv. 1-13. En otras tradiciones se narra con mitos análogos cómo la deidad deja de habitar con la humanidad a partir de cierto instante en su ciclo descendente de existencia. El poeta griego Arato, por ejemplo, escribe que en la Edad de Oro –el estado paradisíaco de la vida humana–, la Justicia, diosa hija de Zeus y de Temis, “vivía en la tierra y venía abiertamente a presencia de los hombres, y no desdeñaba la compañía de los antiguos, hombres o mujeres; antes bien, se sentaba mezclándose con ellos aunque era inmortal”. En la Edad de Plata –análoga al estadio en que la humanidad aún puede contemplar la imagen de la Shekinah desde el umbral del Paraíso–, “todavía estaba presente (...); al atardecer descendía de los montes rumorosos, solitaria, y no se comunicaba con nadie con palabras amables, sino que cuando había cubierto de hombres inmensas colinas, los increpaba entonces censurando su perversidad, y decía que ya no vendría más a la presencia de quienes la llamaran”. Pero cuando nació “la raza de bronce, hombres aún más perversos que los anteriores, los primeros que forjaron las espadas criminales propias de asaltantes de caminos, los primeros que comieron la carne de los bueyes de labor”, entonces “la Justicia sintió aversión por el linaje de aquellos hombres y voló hacia el cielo”. Arato. Fenómenos. Trad. Esteban Calderón. Ed. Gredos, Madrid, 1993.
28 Como anteriormente los ángeles rebeldes Uza, Aza y Azael, “los vivientes sagrados, los ofanim, los serafines, los querubines, las ruedas del carro y los oficiantes de fuego devorador”, al percibir el olor de Enoch “a una distancia de 365.000 parasanges”, objetan la voluntad del Santo bendito sea: “¿Qué es este olor del hijo de una mujer? ¿Y qué es el sabor de una gota blanca para subir a las alturas celestes y ponerse a servir en medio de aquellos que esculpen la llama?”. El Santo bendito sea les responde: “Oficiales, ejércitos, querubines, ofanim, serafines míos, que esto no os enoje porque todos los hijos de hombre han renegado de mí y de mi gran reino, se han marchado y han adorado a los ídolos. Por eso he retirado a mi Shekinah de entre ellos y la he hecho subir a las alturas. En cuanto a aquél que he elevado en medio de ellos, es el más precioso de todos, pesa tanto como todos vosotros en fidelidad, justicia y acción virtuosa. Este que yo he tomado es la retribución de todas mis penas en los cielos”. Ibid. cap. 6, vv. 2-3.
29 Ibid, cap. 7, v. 1.
30 Ibid, cap. 8, vv. 1-2 y cap. 9, vv. 1-2. En el Libro hebreo de Enoch aparecen muchas magnitudes simbólicas como esta de las 1.365.000 bendiciones cuyo significado no es siempre claro. Ocurre además que los valores numéricos varían de un manuscrito de la obra a otro.
31 Ibid, cap. 9, vv. 3-5. Los módulos de 36, 72 (doble de 36) y 365 simbolizan que Enoch-Metatron adquiere unas dimensiones de alcance cósmico, por lo que toda la manifestación está penetrada de su presencia.
32 Ibid, cap. 10, v. 3. Anaphiel YHVH es uno de ellos.
33 Ibid, cap. 11, v. 1. Mopsik anota que las “disposiciones del Comienzo” son “las estructuras de la Naturaleza establecidas después de la Creación o cosmogonía primera”. Ibid, nota 3 al capítulo 11.
34 El número 49, que es igual a 7x7, evoca “las siete semanas de años” tras las que se declaraba el jubileo en Israel, el año de la libertad en que todos sus habitantes recuperaban sus tierras y regresaban con su familia quedando eximidos de las labores agrícolas (ver Lv 25, 8-22). El jubileo es un símbolo de los instantes de enderezamiento del ciclo descendente de la humanidad, en los que la caída se detiene transitoriamente.
35 Ibid, cap. 12, vv. 1-5.
36 Ver nota 33.
37 Ibid, cap. 13, vv. 1-2. Fragmento citado por Federico González y Mireia Valls. Presencia viva de la Cábala, ibid.
38 La convulsión alcanza a todas las jerarquías angélicas del cosmos. Metatron dice que incluso Samael, “príncipe de los acusadores que es más grande que todos los príncipes de los reinos que están en las alturas, me temió y se estremeció ante mí”. Ibid., cap. 14, v. 2. Esta precedencia de Samael se debe a que es un aspecto invertido de Metatron (ver el acápite “Metatrón” en Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibid.).
39 Ibid, cap. 14, v. 4.
40 Es el término con el que Mopsik designa a la apoteosis de la transmutación de Enoch.
41 Ibid, cap. 15, vv. 1-2.
42 Aher significa “el Otro” y es el sobrenombre con el que la tradición hebrea conoce a Elisha ben Abuyah, rabino nacido en Palestina en la segunda mitad del siglo I d. C. La Haguigá dice es uno de los cuatro rabís que lograron entrar en el Paraíso, y cuenta: “Cuatro sabios entraron al paraíso: Ben 'Azzai, Ben Zoma, Aḥer y Akiba. Ben 'Azzai miró y murió; Ben Zoma se volvió loco; Aḥer destruyó las plantas; sólo Akiba salió ileso” (cita de la edición online de la Jewish Enciclopedia de 1906). Al margen de las interpretaciones en un sentido u otro que este acto mítico de Aher ha suscitado en la literatura rabínica, ejecutar la destrucción de las plantas del jardín del Paraíso significa, desde el punto de vista simbólico, colaborar activamente en la abolición de la Edad de Oro autoexiliándose de ella, algo que más adelante impedirá que Aher regrese a la compañía del Altísimo. Como ya hemos dicho más arriba, Rabí Akiba es uno de los tanaim a los que se atribuyen las obras de la literatura de los Palacios.
43 Ver nota 42.
44 Ibid, cap. 16, vv. 1-5.
45 Ciertamente, de aquí en adelante se opera un cambio en la función de Metatron, quien pasa de ser un vigilante y administrador de la justicia divina en el umbral del séptimo palacio a un psicopompo, oficio en el que lo vamos a ver acceder libremente con Rabí Ismael a todos los niveles de la Merkaba, incluso a la visión de la Mano de Dios. Dicho esto, no nos parece acertado el comentario de Mopsik de que esta “modificación sobrevenida en la organización del mundo angélico a raíz de las ascensiones extáticas de los místicos de la Merkaba” pueda tener un propósito utilitario como evitar a éstos “que en lo sucesivo se equivoquen como en el caso del maestro precitado [Aher]”. Ibid., nota 9 al capítulo 16.
46 “Todos estos son príncipes de ejército de un firmamento, cada uno de ellos está acompañado de 496.000 miríadas de ángeles oficiantes”. (Ibid, cap. 17, v. 2). Mopsik observa que 496 es la suma del valor de las letras del alefato que componen la palabra Malkhuth, el Reino (ver ibid., nota 2 al capítulo citado).
47 Ibid, cap. 17, v. 3.
48 Ver la entrada “Shamayim” en la versión online de la Jewish Encyclopedia de 1906. Esta palabra deriva de shama, “el alto lugar”, y mayim o mayyim, “aguas”.
49 Gn 1, 16-17.
50 Acompañan a Galgaliel 96 ángeles, 88 a Ophaniel, 72 a Rahatiel y “365.000 miríadas de ángeles oficiantes, grandes y honorables” a Kokhaviel, los que “hacen circular a las estrellas de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad en el firmamento del cielo”. Las longitudes de los recorridos diarios de las luminarias y las constelaciones son igualmente simbólicas: 365.000 parasanges la del Sol, 354.000 parasanges la de la Luna y 339.000 parasanges la de las constelaciones. Ibid., cap. 17, vv. 4-7.
51 En otras versiones del Libro hebreo de Enoch se dice que las lenguas que se hablan en el mundo son 72. Ibid., nota 11 al capítulo 17.
52 Ibid., cap. 17, v. 8.
53 Anaphiel YHVH es además el príncipe a quien el Santo bendito sea encomienda el ascenso a los cielos y la custodia de Enoch-Metatron.
54 Ibid., cap. 18, vv. 1-24.
55 Ver nota 2.
56 O sea cuatro ruedas ‘dobles’ que “parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra” (Ez 1, 16).
57 Ibid., cap. 19, vv. 1-5.
58 Ibid., cap. 21, v. 1.
59 Ibid., cap. 20, vv. 1-2.
60 Ver nota 26. El módulo 8.766 es el número exacto de horas de un año solar de 365,25 días.
61 Ibid., cap. 33, vv. 4-5. El redactor del libro omite el cielo de Makhon en esta serie descendente de firmamentos por la que se vierten las cascadas de fuego. La Gehena es el infierno ardiente (según la entrada “Gehenna” de la Jewish Encyclopedia de 1906, originalmente se daba dicho nombre a un valle situado al sur de Jerusalén en el que se sacrificaban niños al dios Moloch conforme a las tradiciones antiguas de los pobladores del país de Canaan). Así, Metatron enseña que el fuego de la Gehena procede de lo alto.
62 Ibid., cap. 22, vv. 13-15.
63 Ibid., cap. 22, vv. 1-5, 16.
64 Mopsik explica que en la literatura de los Palacios, los ofanim son considerados entidades distintas a las ruedas que Ezequiel contempla en su visión y que en Ez 1, 15 se denominan con el mismo nombre. Ibid., nota 7 al capítulo 25.
65 Ibid., cap. 25, vv. 6-7.
66 Ibid., cap. 25, vv. 1-5.
67 “Serafín” proviene de seraf, “arder”. Ibid., nota 13 al capítulo 26.
68 Ibid., cap. 26, v. 11.
69 Roma y Persia son el emblema de las fuerzas que abolieron los símbolos de la autoridad espiritual y el poder temporal del pueblo judío, el templo de Jerusalén y la institución de la monarquía.
70 Ibid., cap. 26, vv. 9-12.
71 Ibid., cap. 26, v. 3, 8.
72 Ibid., cap. 27, vv. 1-3.
73 Ver nota 51.
74 Ibid., caps. 28, vv. 1-4; 29, 1-2.
75 Ibid., cap. 28, vv. 5-8. En el Libro hebreo de Enoch no se habla de un juicio final único al término del ciclo de existencia de la humanidad presente sino de un juicio diario, permanente.
76 La identidad de este “Príncipe del mundo”, título que el cristianismo usa con un significado muy distinto al que aquí tiene, fue motivo de controversia en la literatura judaica del medioevo. El Zohar lo identifica con Metatron y esta asimilación, según observa Gershom Scholem, está avalada por las atribuciones que Metatron posee en el Libro hebreo de Enoch. Ver ibid., nota 4 al capítulo 30.
77 Ibid., cap. 30, v. 1-2.
78 Ibid., caps. 31, v. 1; 33, vv. 1-3.
79 Ibid., cap. 32, v. 1-2.
80 Acepción de la palabra “santo” en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
81 Los hachmalim son un orden de ángeles centelleantes.
82 Ibid., cap. 35, vv. 1, 5-6.
83 Ibid., cap. 36, vv. 1-2.
84 Ver nota 76.
85 Ibid., cap. 38, vv. 1-3.
86 Los ér’elim y los tapsarim son altas órdenes de ángeles.
87 Ibid., cap. 39, vv. 1-2.
88 Ibid., cap. 40, vv. 3-4.
89 Ibid., caps. 41-47.
90 Ver nota 8.
91 Tamouz o Tamuz es un mes de 29 días del calendario hebreo que se corresponde con los meses de junio-julio del calendario gregoriano.
92 Ibid., cap. 48.
93 Desde la lectura alegórico-literal es imposible entender, por ejemplo, que el Israel que YHVH salva es el símbolo de una nación universal integrada por los iniciados de todas las tradiciones y tiempos, y que el Santo bendito sea es un aspecto del Uno, de un Principio generador único y común para todo el cosmos.
94 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Silencio”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
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