RENE GUENON
A PROPOSITO DE "CONVERSIONES"
Capítulo IX de Initiation et Réalisation Spirituelle
 
La palabra "conversión" puede tomarse en dos sentidos totalmente diferentes: su sentido original es el que la hace corresponder al término griego metanoia, que expresa propiamente un cambio de noûs, o como ha dicho A. K. Coomaraswamy, una "metamorfosis intelectual". Esta transformación interior, como lo indica por otra parte la etimología misma de la palabra latina (de cum-vertere), implica al mismo tiempo una "reunión" o concentración de las potencias del ser, y una especie de "darse vuelta" ["retournement"] por el que este ser pasa "del pensamiento humano a la comprensión divina". La metanoia o "conversión" es pues el pasaje consciente de la mente entendida en su sentido ordinario e individual y considerada como vuelta hacia las cosas sensibles, a lo que es su transposición en un sentido superior: aquello que se identifica con el hêgemôn de Platón o el antaryâmî* de la tradición hindú. Es evidente que esto es una fase necesaria en todo proceso de desarrollo espiritual; se trata pues aquí, insistamos en ello, de un hecho de orden puramente interior, que nada tiene absolutamente en común –como muy a menudo se tiende a creer hoy en día (y, en este sentido, hasta se llega a traducir metanoia por "arrepentimiento")– con un cambio exterior y contingente cualquiera, que depende simplemente del dominio "moral", o incluso del dominio religioso y más generalmente exotérico(1).

Por el contrario, el sentido vulgar de la palabra "conversión", el que ha llegado a tener constantemente en el lenguaje corriente, y que también es el sentido en el que ahora vamos a tomarla, tras esta explicación indispensable para evitar toda confusión, este segundo sentido decimos, designa únicamente el pasaje exterior desde una forma tradicional a otra, cualesquiera que sean las razones por las cuales haya podido determinarse, lo más a menudo todas ellas contingentes –a veces incluso carentes de cualquier importancia real– y que en todo caso nada tienen que ver con la pura espiritualidad. Aunque sin duda puedan haber alguna vez conversiones más o menos espontáneas, al menos en apariencia, lo más habitual es que sean consecuencia del "proselitismo" religioso, y va de suyo que todas las objeciones que puedan formularse contra el valor de éste igualmente se aplican a sus resultados; en resumen, tanto el "conversor" como el "convertido" demuestran la misma incomprensión del sentido profundo de sus tradiciones, y sus actitudes respectivas manifiestan muy claramente que el horizonte intelectual de los dos se limita al punto de vista del exoterismo más exclusivo(2). Incluso aparte de esta razón de principio, hemos de decir que también por otros motivos apreciamos muy poco a los "convertidos" en general, no desde luego porque haya que poner en duda a priori su sinceridad (no queremos considerar aquí el caso, de hecho muy frecuente sin embargo, de aquéllos que solamente se han cambiado por algún bajo interés material o sentimental, y a quienes más bien podría denominarse "pseudo-convertidos"), sino en primer lugar porque como mínimo demuestran una inestabilidad mental más bien molesta, y luego porque casi siempre hay en ellos una tendencia a manifestar el "sectarismo" más estrecho y exagerado, ya sea por efecto de su mismo temperamento, que empuja a algunos de ellos a pasar de un extremo al otro con una desconcertante facilidad, ya fuere simplemente para desviar las sospechas de que teman ser objeto en su nuevo medio. En el fondo puede decirse que los "convertidos" son poco interesantes, al menos lo son para aquellos que consideran las cosas al margen de cualquier prejuicio de exclusivismo exotérico, y que, además, no son aficionados al estudio de ciertas "curiosidades" psicológicas; por nuestra parte, preferimos ciertamente no verlos demasiado cerca.

Dicho esto netamente, hemos de señalar (y es aquí sobre todo adonde queríamos llegar) que a veces se habla de "conversiones" de modo muy inadecuado, y en unos casos a los cuales esta palabra –entendida en el sentido que acabamos de expresar, como de hecho siempre sucede– de ninguna manera podría aplicarse. Nos referimos a aquéllos que por razones de orden iniciático o esotérico, son conducidos a adoptar una forma tradicional distinta a aquella a la que podían encontrarse vinculados por su origen, ya sea porque ésta no les ofrecía ninguna posibilidad de ese orden, ya sea solamente porque la otra les proporciona, hasta en su exoterismo, una base más apropiada a su naturaleza, y por consiguiente más favorable para su trabajo espiritual. Para quienquiera que se coloque en el punto de vista esotérico, es éste un derecho absoluto contra el cual nada pueden todos los argumentos de los exoteristas, pues se trata de un caso que, por definición misma, se encuentra totalmente fuera de su competencia. Contrariamente a lo que tiene lugar en una "conversión", no hay nada aquí que implique la atribución de una superioridad en sí a una forma tradicional sobre otra, sino solamente lo que podría llamarse una razón de conveniencia espiritual, que es totalmente otra cosa que una simple "preferencia" individual, y con respecto a la cual todas las consideraciones exteriores carecen perfectamente de sentido. Por otra parte, se da por entendido que quien legítimamente puede actuar así debe –puesto que verdaderamente es capaz de colocarse en el punto de vista esotérico según hemos supuesto– ser consciente, al menos en virtud de un conocimiento teórico, si es que no realizado efectivamente, de la unidad esencial de todas las tradiciones; y sólo esto ya basta, evidentemente, para que, en lo que a él respecta, una "conversión" sea algo totalmente desprovisto de sentido y en verdad inconcebible. Ahora, si nos preguntaran por qué existen casos así, responderíamos que sobre todo se debe a las condiciones de la época actual, en la cual, por una parte algunas tradiciones han llegado a quedar, de hecho, incompletas "por lo alto", es decir, en cuanto a su aspecto esotérico, que los representantes "oficiales" de las mismas llegan a veces incluso a negar más o menos formalmente, y en la que por otra, ocurre muy a menudo que un ser nazca en un medio que no es el que en verdad le conviene y puede permitir que sus posibilidades se desarrollen de una manera normal, sobre todo en el orden intelectual y espiritual. Seguramente es lamentable desde más de un punto de vista que la cosa sea así, pero son inconvenientes inevitables en la fase actual del Kali-Yuga.

Aparte de este caso, es decir el de aquéllos que "se establecen" en una forma tradicional porque es ésa la que pone a su disposición los medios más adecuados para el trabajo interior que aún tienen que efectuar, hay otro del que también debemos decir algunas palabras: es el de hombres que, llegados a un alto grado de desarrollo espiritual, puedan adoptar exteriormente tal o cual forma tradicional según las circunstancias y por razones que sólo ellos juzguen, tanto más cuanto que estas razones se hallan generalmente entre aquellas que escapan forzosamente a la comprensión de los hombres corrientes. Estos, debido al estado espiritual que han alcanzado, están más allá de todas las formas, de modo que en ese caso no se trata para ellos sino de apariencias exteriores, que no podrían afectar o modificar de ninguna manera su realidad íntima; éstos, no sólo han comprendido, como aquéllos de los que hablábamos hace un momento, sino plenamente realizado, en su principio mismo, la unidad fundamental de todas las tradiciones. Aún sería pues más absurdo hablar aquí de "conversiones", y sin embargo eso no impide que hayamos visto escribir seriamente a algunos que Shrî Râmakrishna, por ejemplo, se había "convertido" al Islam en tal periodo de su vida y al Cristianismo en tal otro; nada podría ser más ridículo que parecidas afirmaciones, que dan una idea bastante triste de la mentalidad de sus autores. De hecho, para Shrî Râmakrishna, se trataba únicamente de "verificar" de alguna manera, por medio de una experiencia directa, la validez de las diferentes "vías" representadas por esas tradiciones a las cuales se asimiló temporalmente; ¿qué hay ahí que pueda parecerse de cerca o de lejos a cualquier "conversión"?

De manera totalmente general, podemos decir que cualquiera que tenga conciencia de la unidad de las tradiciones, ya sea debido a una comprensión simplemente teórica o con mayor razón gracias a una realización efectiva, es necesariamente, por eso mismo, "inconvertible" a cualquier cosa que fuere; además es el único que lo es verdaderamente, pudiendo los demás estar siempre, a este respecto, más o menos a merced de las circunstancias contingentes. Nunca se podría denunciar demasiado enérgicamente el equívoco que conduce a algunos a hablar de "conversiones" allí donde no hay el menor rastro de ellas, pues es importante cortar de raíz las muy numerosas inepcias de este tipo que se han difundido en el mundo profano, y bajo las cuales, muy a menudo, no es difícil adivinar intenciones claramente hostiles a todo lo que depende del esoterismo.

Traducción: J. M. Río

NOTAS

*      [ "...el ordenador interno (antar-yâmi), quien, residiendo en el centro mismo del ser, rige y controla todas las facultades correspondientes a Sus diversos estados, aun permaneciendo Él mismo 'no actuante' en la plenitud de su actividad principial". Cita de la Mândûkya Upanishad, shruti 6, en: René Guénon, El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XIV: "El estado de sueño profundo o condición de Prâjna". N. t.]

(1)     Sobre este tema, ver A. K. Coomaraswamy, On Being in One's Right Mind (Review of Religion, nº de noviembre de 1942). [Traducido al castellano en la sección dedicada a este autor: "Sobre ser en la mente recta de uno"].

(2)     En el fondo, no existe otra conversión verdaderamente legítima en principio que la que consiste en la adhesión a una tradición, cualquiera que ella sea por lo demás, por parte de alguien que anteriormente carecía de toda ligazón tradicional.

 

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