|
|
|
|
Hemos considerado
hasta aquí el altar (siempre en algún sentido un hogar sacrificial,
análogo al corazón) y el oculus del domo (siempre en algún
sentido un símbolo del Sol) como las metas próxima y última
del adorador que viene a visitar a la deidad, cuya "casa", hecha por el
hombre, es el templo, para entregarse a sí mismo. El altar, como
el hogar sagrado, está siempre teoréticamente en el centro
u ombligo de la tierra, y el ojo solar del domo está siempre en
el centro del techo o coelum inmediatamente
encima de él; y éstos dos están conectados en principio,
como en algunas estructuras antiguas lo estaban de hecho, por un pilar
axial que a la vez une y separa el suelo y el techo, y que soporta a este
último; ello es como era en el comienzo, cuando el cielo y la tierra,
que habían sido uno, fueron "separados y apuntalados" por el Creador18.
Es por este pilar —considerado como un puente19 o una escala, o, debido a su inmaterialidad, como un pájaro en vuelo20,
y considerado, en todo caso, desde su base, pues "no hay ningún
atajo aquí en el mundo"21—
por donde debe hacerse el "difícil ascenso tras de Agni" (dūrohaṇa,
agner anvārohaḥ)22 desde abajo hasta la Puerta del Sol arriba; un ascenso que se imita también
en incontables ritos de escalada, y, notablemente, en el del ascenso del
poste sacrificial (yūpa) por el
Sacrificador que, cuando alcanza su sumidad y alza su cabeza por encima
de su capitel, dice en nombre de sí mismo y de su esposa: "Nosotros
hemos alcanzado el cielo, hemos alcanzado a los dioses; nosotros hemos
devenido inmortales, hemos devenido los hijos de Prajāpati"23.
Pues entonces la distancia que separa el cielo de la tierra está
temporalmente aniquilada; el puente queda detrás de ellos.
La naturaleza y la plena significación del pilar cósmico (skambha), el Axis Mundi mencionado arriba, puede entenderse mejor desde su descripción en Atharva Veda Saṁhitā X.7 y 824, o comprenderse mejor en los términos de la doctrina islámica del Qutb, con el que se identifica el Hombre Perfecto, y sobre el que giran todas las cosas. En el Sadas védico se representa por el poste-rey (sthūṇa-rāja, o śālā vaṁśaque el Sacrificador mismo erige, y que representa al Soplo Mediano25, de la misma manera que, dentro del hombre, es el principio axial de la propia vida y ser de uno26. En el altar védico (del Fuego), que es una imagen construida del universo, éste es también el principio axial que pasa a través de los tres "ladrillos perforados del sí mismo (svayamātṛṇṇā), de los que el más alto corresponde a la Puerta del Sol de los textos posteriores; es un eje que —como la escala de Jacob— es la "vía arriba y abajo de estos mundos". Al visitar a la deidad cuya imagen o símbolo se ha erigido en el seno del templo, el adorador está retornando al corazón y centro de su propio ser para cumplir una devoción que prefigura su resurrección y regeneración última desde la pira funeraria en la que se hace el Último Sacrificio. Volvemos así nuevamente al concepto de las tres "casas" análogas —la corporal, la arquitectónica, y la cósmica— que el Espíritu de Vida habita y llena; y al mismo tiempo reconocemos que los valores del simbolismo arquitectónico más antiguo se conservan en las construcciones más recientes y sirven para explicar su uso27. Para concluir, sólo recalcaré lo que ya está implícito en lo expuesto, a saber, que el simbolismo arquitectónico indio, brevemente esbozado arriba, no es en modo alguno peculiarmente o exclusivamente indio, sino más bien de extensión mundial. Por ejemplo, que la estructura sagrada es un microcosmos, es decir, el mundo en una semejanza, es explícito entre los indios americanos; como observa Sartori, "Entre los indios huicholes… el templo se considera como una imagen del mundo, el techo como el cielo, y las ceremonias que se celebran durante la construcción se relacionan casi todas con este significado"28, y como cuenta Speck en su descripción de la Gran Casa Delaware, "la Gran Casa representa el universo; su suelo, es la tierra; sus cuatro paredes, son los cuatro cuadrantes; su bóveda, es la cúpula del cielo arriba, donde reside el Creador en su indefinible supremacía… el poste central es el báculo del Gran Espíritu, con su pie sobre la tierra, con su pináculo que llega hasta la mano del Ser Supremo sedente en su trono"29. De la misma manera, desde el punto de vista indio, se dice, con respecto a la vía arriba y abajo [de estos mundos], que "dentro de estos dos movimientos tiene su ser el templo hindú; su pilar central se erige desde el corazón del Vāstupuruṣa en el Brahmasthāna, desde el centro y corazón de la existencia en la tierra, y soporta el Prasāda Puruṣa en el Vaso de Oro en el esplendor del Empíreo"30. Finalmente, puesto que el templo es el universo en una semejanza, su interior obscuro está ocupado sólo por una única imagen o símbolo del Espíritu formador, mientras que externamente sus muros están cubiertos de representaciones de los Poderes Divinos en toda su multiplicidad manifestada. Al visitar el santuario, se procede hacia adentro, desde la multiplicidad a la unidad, de la misma manera que en la contemplación; y al retornar de nuevo al mundo exterior, se ve que uno ha estado rodeado por todas las innumerables formas que el Único Veedor y Agente adentro asume en su actividad como de juego. Y esta distinción entre el mundo exterior y el santuario interior de un templo indio, dentro del que se entra "para nacer de nuevo de su seno obscuro"31 es la misma distinción que hace Plotino cuando observa que el veedor de lo Supremo, siendo uno con su visión, "es como el que, habiendo penetrado en el santuario interior, deja las imágenes del templo detrás de él —aunque éstas devienen, una vez más, los primeros objetos de consideración cuando deja el santuario; pues Allí su conversación no era con la imagen, ni con el rastro, sino con la Verdad misma"32. La deidad que asume innumerables formas, y que no tiene ninguna forma, es uno y el mismo Puruṣa, y adorarle de uno u otro modo conduce a la misma liberación: "Como los hombres se acercan a Mí, así yo les doy la bienvenida"33. En último análisis, el ritual, como el del antiguo Sacrificio védico, es un procedimiento interior, cuyas formas exteriores son sólo un soporte, indispensable para aquellos que —aunque están en la vía— todavía no han alcanzado su meta, pero del que pueden prescindir aquellos que ya han encontrado el fin, y que, aunque pueden estar todavía en el mundo, no son de él. Mientras tanto, no puede haber peligro ni obstáculo más grande que el del iconoclasmo prematuro de aquellos que todavía confunden su existencia propia con su ser propio, y que todavía no han "conocido el Sí mismo"; éstos son la vasta mayoría, y para ellos el templo y todas sus figuraciones son mojones en su camino. Traducción: Pedro Rodea |
NOTAS | |
18 | Ṛg Veda Saṁhitā passim. En general, la columna axial del universo es un pilar (mita, sthūṇā, vaṁśa, skambha, etc.) de Fuego (Ṛg Veda Saṁhitā I.59.1, IV.5.1, X.5.6), de Vida (Ṛg Veda Saṁhitā X.5.6), de Luz solar (Jaiminīya Upaniṣad Brāhmaṇa I.10.10), de Soplo o de Espíritu (ranāḥ, passim), es decir, es el Sí mismo (ātman, Bṛhadāraṇyaka Upaniṣad IV.4.22). La separación primordial del cielo y de la tierra es común a los mitos de creación de todo el mundo. |
19 | D. L. Coomaraswamy, "The Perilous Bridge of Welfare", Harvard Journal of Asiatic Studies, VIII (1944). |
20 | Pañcaviṁśa Brāhmaṇa V.3.5. |
21 | Maitri Upaniṣad VI.30. |
22 | Taittirīya Saṁhitā V.6.8; Aitareya Brāhmaṇa IV.20-22. |
23 | Taittirīya Saṁhitā I.7.9, V.6.8, VI.6.4.2; Śatapatha Brāhmaṇa V.2.1.15. Cf. Coomaraswamy, "Svayamātṛṇṇā: Janua Coeli". |
24 | Atharva Veda Saṁhitā X.7.35 y 82, "El skambha sostiene a la vez el cielo y la tierra… y ha habitado todas las existencias… Con él éstos dos [el cielo y la tierra] están separados y apuntalados, en él está todo lo que está enspirituado (ātmanvat), todo lo que alienta y parpadea". |
25 | Aitareya Āraṇyaka III.1.4, III.2.1; Sāṇkhāyana Āraṇyaka VIII; cf. Coomaraswamy, "El Beso del Sol", 1940, nota 30. |
26 | Bṛhadāraṇyaka Upaniṣad II.2.1, donde, en los cuerpos grosero y sutil de los individuos, "el Soplo Mediano es el pilar" (madhyamah prānaḥ… sthūṇā). |
27 | "En efecto, es bien sabido que la construcción del altar del fuego es un sacrificio personal disfrazado… La actividad artística de la India siempre se ha resentido, lo hemos reconocido, de que la primera obra de arte brahmánico haya sido un altar donde el donador, dicho de otra manera el sacrificador, se unía a su dios", Paul Mus, Barabuḍur (París, 1935), I, *92, *94. |
28 | Sartori, "Das Dach im Volksglauben", p. 233. |
29 | F. G. Speck, sobre la gran casa india delaware, citado
de Publications of
the Pennsylvania
Historical Commission,
II (1931), por W. Schmidt, High Gods
in North
America (Oxford, 1933), p. 75. Fr. Schmidt
observa, p. 78, que "los delawares están perfectamente acertados
al afirmar esto, la importancia fundamental del poste del centro", y señala
que lo mismo es válido para muchas otras tribus indias, entre quienes
"el poste del centro de la cabaña ceremonial tiene una función
simbólica completamente similar y pertenece así a los elementos
religiosos más antiguos de Norte América".
Sobre la importancia del poste central, cf. también J. Strzygowski, Early Church Art in Northern Europe (Nueva York, 1928), p. 141, en conexión con las iglesias mastiladas de Noruega: "La aguja que marca la cúspide del eje perpendicular parece ser una reliquia del tiempo en que el único tipo era la iglesia de un solo mástil". Para China, cf. G. Ecke, "Once More Shen-T'ung Ssu and Ling-Yen Ssu", Monumenta Serica, VII (1942), 295 sig, Cf. el verso invocatorio del Dasakumāracarita: "Que el bastón de Su pie, el de el Zanqueador (Viṣnu), te cruce —es decir, el bastón del parasol del Brahmānda, el tallo del loto cósmico del Sacrificador de Ciento (de Brahmā), el mástil de la barca de la tierra, el asta del estandarte del río de la corriente del néctar, el poste del eje de la esfera planetaria, el pilar de la victoria sobre los tres mundos, y el bastón mortífero de los enemigos de los dioses— que éste sea tu medio de cruce". |
30 | Kramrisch, The Hindu Temple, II, 361. |
31 | Ídem, p. 358. |
32 | Plotino, Enéadas VI.9.11. |
33 | Bhagavad Gītā IV.11. |
|
|