GURU Y UPAGURU
Cap. XX de Initiation et Réalisation
Spirituelle.
Si se habla
a menudo del papel iniciático del Guru o del Maestro espiritual
(lo cual no significa, claro está, que quienes hablan de él
lo entiendan siempre con exactitud), hay, por el contrario, otra noción
que no suele mencionarse: es la que la tradición hindú designa
con el término upaguru. Hay que entender por upaguru
todo ser, sea cual sea, cuyo encuentro es para alguien ocasión o
punto de partida de un cierto desarrollo espiritual; y, en términos
generales, no hace ninguna falta que dicho ser tenga conciencia del papel
que así desempeña. Por lo demás, si bien hemos hablado
de un ser, podría tratarse igualmente de una cosa, o incluso de
una circunstancia cualquiera que provoque el mismo efecto; lo cual viene
a reiterar lo que ya hemos dicho a menudo, a saber: que cualquier cosa
puede, según los casos, actuar a este respecto como "causa ocasional";
ni que decir tiene que ésta no es una causa en el verdadero sentido
del término, y que, en realidad, la verdadera causa se halla en
la naturaleza misma de aquél sobre quien se ejerce dicha acción,
como muestra el hecho que lo que tal efecto tiene sobre él puede
muy bien no tener ninguno sobre otro individuo. Añadamos que los
upagurus, así entendidos, pueden, naturalmente, ser múltiples
en el transcurso de un mismo desarrollo espiritual, puesto que cada uno
de ellos tiene tan sólo un papel transitorio y no puede actuar con
eficacia más que en un momento determinado, fuera del cual su intervención
no tendría más importancia que la que tienen la mayoría
de cosas que se presentan ante nosotros a cada instante, y que consideramos
como más o menos indiferentes. La denominación de upaguru
indica que éste no tiene más que un papel accesorio y subordinado,
que, en el fondo, podría considerarse como el de un auxiliar del
verdadero Guru; en efecto, éste debe saber utilizar todas
las circunstancias favorables al desarrollo de sus discípulos, de
acuerdo con las posibilidades y aptitudes particulares de cada uno de ellos;
e incluso, si se trata verdaderamente de un Maestro espiritual en el sentido
más completo de la palabra, puede a veces provocar él mismo
la manifestación de dichas circunstancias en el momento deseado.
Podríamos, pues, decir que, en cierto sentido, no se trata sino
de "prolongaciones" del Guru, del mismo modo que los instrumentos
y medios diversos empleados por un ser para ejercer su acción son
otras tantas prolongaciones del mismo; en consecuencia, resulta evidente
que el papel propio del Guru no queda en modo alguno disminuído
por la aparición de esas circunstancias; antes bien, él encuentra
en ellas la posibilidad de ejercer su función de modo más
completo y mejor adaptado a la naturaleza de cada discípulo, puesto
que la diversidad indefinida de las circunstancias contingentes permite
siempre encontrar en ellas alguna correspondencia con la de las naturalezas
individuales. Se aplica lo que acabamos de decir al caso que puede considerarse
como normal, o que, por lo menos, debiera serlo por lo que hace referencia
al proceso iniciático, esto es, al caso en que se cuenta con la
presencia efectiva de un Guru humano; antes de pasar a consideraciones
de otro orden que son igualmente de aplicación a los casos más
o menos excepcionales que pueden existir, de hecho, al margen del normal,
conviene hacer otra observación. Cuando la iniciación propiamente
dicha es conferida por alguien que no posee las cualificaciones requeridas
para desempeñar las funciones de un Maestro espiritual y que, en
consecuencia, actúa únicamente como "transmisor" de la influencia
ligada al rito que realiza, tal iniciador puede también ser asimilado
propiamente a un upaguru, que tiene, por otra parte, en cuanto tal,
una importancia particular, en cierto modo única en su género,
ya que es su intervención la que determina realmente el "segundo
nacimiento", y ello incluso si la iniciación está destinada
a ser sólo virtual. Este caso es también el único
en el que el upaguru ha de tener necesariamente conciencia de su
papel, por lo menos hasta cierto punto; añadimos esta restricción
porque, cuando se trata de organizaciones iniciáticas más
o menos degeneradas o disminuídas, puede ocurrir que el iniciador
ignore la verdadera naturaleza de aquello que transmite, e incluso que
no tenga idea de la eficacia inherente a los ritos; lo cual, como ya hemos
tenido ocasión de explicar, no priva en absoluto de validez a dichos
ritos, siempre que sean realizados de modo regular y bajo las condiciones
deseadas. Se comprende, sin embargo, que, en ausencia de un Guru,
es muy probable que la iniciación así recibida no llegue
nunca a ser efectiva, salvo en algunos casos excepcionales de los que hablaremos
quizá en otra ocasión; baste por el momento decir que, si
bien no hay ahí, teóricamente, imposibilidad absoluta, se
trata de algo tan insólito como lo es la vinculación iniciática
obtenida al margen de los medios ordinarios; así que, en definitiva,
es poco útil tomarlo en consideración cuando uno quiere limitarse
a aquello que es susceptible de la aplicación más general.
Dicho esto, volvamos a considerar los upagurus en general; nos resta
precisar un significado más profundo que el que hemos indicado hasta
ahora, ya que el mismo Guru humano no es, en el fondo, sino la representación
exteriorizada y como "materializada" del verdadero "Guru interior";
su necesidad deriva del hecho que el iniciado, en tanto no ha alcanzado
un cierto grado de desarrollo espiritual, es incapaz de entrar directamente
en comunicación consciente con el "Guru interior". Haya o
no un Guru humano, el Guru interior se halla siempre presente,
en todos los casos, pues él y el "Sí mismo" son una misma
cosa; y, en definitiva, éste es el punto de vista que hay que adoptar
si se quiere comprender plenamente las realidades iniciáticas; por
lo demás, desde este punto de vista, no hay ya excepciones como
las anteriormente aludidas, sino sólo modalidades diversas según
las cuales se ejerce la acción de ese Guru interior. Como
el Guru humano, pero en menor grado y, por así decirlo, de
forma más "parcial", los upagurus son manifestaciones del
Guru interior; son, podríamos decir, las apariencias que
reviste para comunicarse, en la medida de lo posible, con el ser que aún
no puede ponerse en relación directa con él, de modo que
la comunicación no puede efectuarse más que por medio de
esos "soportes" externos. Ello permite entender, por ejemplo, por qué
se dice que el anciano, el enfermo, el cadáver y el monje que el
futuro Buda vió sucesivamente eran formas tomadas por los Devas
que querían dirigirle hacia la iluminación: esos Devas
no son aquí más que aspectos del Guru interior: no
hay que pensar necesariamente que se tratara sólo de meras "apariciones",
si bien éstas serían igualmente posibles en algunos casos.
La realidad individual del ser que desempeña el papel de upaguru
no se ve en modo alguno afectada ni destruída por ello; si se desvanece
en cierto modo ante la realidad de orden superior a la que sirve de "soporte"
ocasional y momentáneo, ello ocurre sólo para aquél
a quien está destinado especialmente el "mensaje" cuyo portador
es, consciente o, las más de las veces, inconscientemente, el upaguru.
Para prevenir cualquier error, añadiremos que hay que guardarse
mucho de interpretar lo que acabamos de decir como queriendo indicar que
las manifestaciones del Guru interior constituyen sólo algo
"subjetivo"; esto no es, en absoluto, lo que hemos querido decir; y, desde
nuestro punto de vista, la "subjetividad" no es sino la más vana
de las ilusiones. La realidad superior de la que hablamos se sitúa
mucho más allá del dominio "psicológico", en un terreno
en que lo "subjetivo" deja de tener sentido; algunos podrán incluso
pensar que esta afirmación es demasiado evidente para que haya que
insistir en ella, pero conocemos demasiado bien la mentalidad que comparten
la mayoría de nuestros contemporáneos para no saber que semejantes
precisiones distan mucho de ser superfluas: ¿acaso no hemos visto
gente que, cuando se trata del "Maestro espiritual", llegan a traducir
la expresión por "director de conciencia"? Traducción:
Alfredo Pastor |