No basta con decir que nos ocupamos de la Filosofía, pues, ante todo, habrá que concretar qué se entiende por tal: el saber al que nos referimos no es otro que la Filosofía Occidental, cuyos orígenes se remontan a Tales de Mileto, por más que el nombre sea posterior y haya de atribuirse a Pitágoras, según parece. Concebimos la Filosofía como un "organismo" cuyo
principio es posible fijar a partir de datos históricos, al menos
hasta cierto punto. Así, la fecha de nacimiento de Tales se sitúa
aproximadamente hacia el 640/639 a.C. Otra cosa es que el origen de la
Filosofía coincida con esa fecha; habrá que situarlo más
bien en el momento en que Tales comienza su producción o alcanza
su madurez. Por otra parte, puesto que comúnmente se establece una
distinción entre el pensamiento presocrático y el que se
desarrolla a partir de Sócrates, convendrá analizar de qué
manera se refleja esto según parámetros astrológicos.
1. La confrontación pensamiento filosófico/símbolos
astrológicos.
Al abordar el problema de la signatura astral de la Filosofía no podemos olvidar que las etapas de constitución de un ser hasta que alcanza su madurez y adquiere su estructura definitiva se hallan prefiguradas en su tema natal, que simboliza una perspectiva del universo, la que caracteriza al organismo en cuestión. En visión sincrónica, el tema nos ofrece un inventario de los aspectos de su esencia o naturaleza en el que intervienen los signos ("escenario" global o macrocósmico), las casas (proyección local de ese "escenario") y los planetas y demos factores móviles ("actores", "potencialidades" que se desplazan en uno y otro "escenario"). Considerado así, el tema radical se manifiesta como un "germen" a desarrollar en todas y cada una de sus posibilidades, las cuales no pueden "desplegarse" sino en el tiempo. Se introduce de ese modo la dimensión diacrónica, el acceso a la temporalidad, lo cual supone una comparación entre los sucesivos instantes temporales en los que tiene lugar el movimiento de las casas y de los planetas en los signos, y las posiciones del tema raíz, el del "germen". Comparación que implica una tensión dialéctica entre el esquema originario y las posiciones que se suceden en el tiempo (no en vano se habla de "progresiones", "tránsitos"). A través de esa confrontación, los diferentes aspectos o dimensiones del tema radical van saliendo a la luz o, para ser más exactos, afloran a la conciencia desde una situación germinal y originaria en la que se constituyen algo así como una existencia opaca y anterior a la temporalidad. Pues bien, el movimiento de los distintos factores simboliza justamente la ocasión para un despertar progresivo de una conciencia hasta ahora inexistente. De ahí la importancia de los procedimientos astrológicos de temporalización: en definitiva, deben conducimos desde la opacidad del principio a la plena transparencia. Y las distintas etapas que describen los símbolos no son otra cosa que la mediación entre ambas situaciones extremas. Al fin y al cabo, se trata de llegar a la experiencia de la contigüidad del comienzo y de la meta ideal. Por consiguiente, al igual que del análisis de los motivos fundamentales del pensamiento de un autor en su desarrollo progresivo, pasamos a una síntesis que nos da la estructura acabada del sistema, el examen de los símbolos básicos del tema natal en su ulterior desenvolvimiento nos llevará a una visión global del pensamiento, esta vez formulada en términos astrológicos. Así la perspectiva del mundo en que consiste el tema radical de una persona (o, en su caso, de un movimiento filosófico o, al limite, de la Filosofía misma considerada como un organismo que tuvo un principio) quedará reflejada en su peculiar despliegue temporal. Y, de esta forma, lo que al principio era un conjunto de motivos poco menos que inconexos, al cabo de una consideración genética aparecerá no sólo en su desarrollo evolutivo, sino, más allá de éste, en el orden estructural que le era subyacente y que hasta el momento no se había manifestado como tal. Entre el estatismo cuantitativo de un tema raíz aún no clarificado y el estatismo cualitativo, plenamente consciente de Si, el puente lo constituiría el despliegue diacrónico de los Motivos germinales. ¿Qué procedimientos serian los indicados para efectuar ese despliegue? Nos referíamos más arriba a algunos de ellos; los más utilizados son las direcciones secundarias, los tránsitos y las revoluciones solares. Las direcciones, basadas en la correspondencia macrocosmos/microcosmos (1 día = 1 año), describirán la dinámica del tema a partir del simbolismo de los primeros días subsiguientes a la fecha de origen. De este modo vienen a ser algo así como una transposición analógica de los primeros tránsitos a un intervalo mayor, como es el de la sucesión de los años. Por su parte, los tránsitos representan posiciones reales y, por consiguiente, están en relación de simultaneidad con los acontecimientos que sobreviven al sujeto. Por último, la revolución solar trabaja con los tránsitos que acompañan al retorno del Sol a su posición de origen para un determinado aniversario. En los tres casos se trata de comparar las posiciones de un momento dado con las del tema raíz, estableciendo así la visión diacrónica para un instante o una serie de ellos. Y cada uno de dichos instantes, convenientemente analizado, representará un hito en el camino hacia la plena transparencia de la visión sincrónica. Lo decisivo, por tanto, es la descomposición del tiempo en una serie de momentos para los cuales se erigen temas a confrontar con el radical. Hay que señalar al respecto que, a diferencia de las progresiones, que vienen a ser tránsitos diferidos, y de los tránsitos propiamente dichos, los cuales nos presentan sendas descripciones de instantes temporales sin otorgar la primacía a ningún planeta en particular, la revolución solar hace girar la descripción de un determinado momento en torno al regreso del Sol (símbolo del "espíritu") a su posición natal. Y lo mismo cabe decir de cualesquiera temas erigidos para una cierta posición solar, por ejemplo, para el ingreso del Sol en 0 Aries o "tema vernal", que nos servirá de pauta en el estudio de algunas dimensiones originarias de la Filosofía. Los temas centrados en la posición del Sol nos servirán, pues, de instrumentos para erigir los temas radicales de la Filosofía, o bien los principales esquemas del organismo que llamamos Filosofía, cuyo ulterior desarrollo conectaremos con las oportunas revoluciones solares. Es decir, al estudiar una determinada época de la historia del pensamiento, comenzaremos por situarla con relación al radix, del que representa un desenvolvimiento particular (no en vano la historia del filosofar ha de entenderse como un todo ordenado al pleno desarrollo de las posibilidades contenidas en el "germen"). Lo cual va ligado a la comparación entre los motivos peculiares de la época y los originarios de la Filosofía, que se clarifica mediante la confrontación entre la correspondiente revolución solar y el tema radical, un método vinculado al "tempo" característico del Sol, símbolo del "espíritu". En efecto, frente a los tránsitos y progresiones, que pueden calcularse para cualquier momento, la temporalidad inherente a la revolución es explícitamente solar. Lo cual no significa en modo alguno que los citados procedimientos no sean igualmente legítimos para analizar el despliegue de las potencialidades de la Filosofía en una determinada época. Pero descendamos a consideraciones de detalle y expongamos
los símbolos conectados con este saber. En primer lugar, ¿cómo
erigir el o los temas de la Filosofía? Una vez establecida una fecha
significativa y levantado el tema, aplicaremos el sistema de casas derivadas,
convirtiendo a la IX (tradicionalmente asociada al pensamiento abstracto,
la concepción del mundo, la metafísica, etc.) en I, con lo
cual el esquema quedará así:
Hasta aquí nos situaremos en el plano microcósmico. Si quisiéramos encontrar un simbolismo semejante en el nivel macrocósmico tendríamos que acudir a los signos. Sagitario seria entonces el "sujeto" macrocósmico, de tal manera que la estructura constaría de los siguientes doce polos (en correspondencia con las casas antes citadas):
Excepto el Sol y la Luna, los demás planetas afectan a dos dimensiones del filosofar: no en vano cada uno de ellos es el regente de dos signos. Júpiter y Neptuno (a distinto nivel) son los gobernantes de Piscis y Sagitario; Saturno y Urano se hallan conectados con Capricornio y Acuario: Marte y Plutón, con Aries y Escorpión; Tauro y Libra están bajo la regencia de Venus; finalmente, Mercurio rige a Géminis y Virgo. No entramos ahora en consideraciones sobre los planetas que faltan todavía para completar el sistema: se habla de Proserpina y Vulcano y también se utilizan otros nombres. Como ya expuse en El Logos y sus energías,(1) prefiero la denominación de Ceres y Palas, que guardarían máxima afinidad con los respectivos simbolismos de Venus y Mercurio, entendidos a un nivel más global. Por otra parte, habrá que clarificar el papel del planetoide Quirón y examinar de qué manera se relaciona con el esquema zodiacal. Contemplados en sí mismos, los planetas llevarían
aparejado el simbolismo que aparece a continuación (siempre en relación
con la actividad filosófica):
¿Qué otros factores tendremos en cuenta en nuestro análisis? En primer lugar, el movimiento del "Sol negro", que constituirá el punto de referencia último, ya que es el factor más lento y, por consiguiente, el parámetro que nos permite Una consideración más global de la evolución de la Filosofía. Es interesante hacer constar que el "Sol negro" entró en Géminis en el año 504 a.C., a la vez que el punto opuesto entraba en Sagitario, el signo de la Filosofía. El eje del "Sol negro" encierra un doble simbolismo: el del "Sol negro" propiamente dicho, foco "vacío" de la órbita terrestre, y el del punto opuesto. El primero tiene la misma posición zodiacal que el afelio; el Segundo se halla en el mismo lugar que el perihelio. Por consiguiente, si el "Sol negro" simboliza la distancia, el alejamiento dentro de la esfera solar (la del "espíritu"), el punto opuesto representará la proximidad, la inmediatez dentro del mismo ámbito. Si el primero apunta a la "trascendencia", el segundo estará referido a la "inmanencia". El "vacío" del primero contrastará con la "plenitud" del segundo, al igual que la "ausencia" con la "presencia", la "abstracción" con la "vivencia". Son los dos extremos entre los que se tensa el espíritu y que constituyen la dualidad primordial. Ahora bien, ¿cuáles son los signos en que se sitúa el eje del "Sol negro"? Se trata de Géminis y Sagitario, como señalábamos más arriba. ¿Cómo interpretar la posición del "Sol negro" en Géminis? Dado que ese signo va asociado a la idea de "entorno", "ambiente próximo", dualidad en la esfera del "aire" (el mundo de las relaciones), cabe decir que el "Sol negro" introduce en ese ámbito una distancia, una ausencia, una privación, una "trascendencia", con lo cual la "teoría" deviene próxima, a la vez que se incorpora al entorno la experiencia de lo ausente, de lo "trascendente". Si consideramos que Géminis simboliza los "viajes cortos" y la "inteligencia concreta" en el plano macrocósmico, podremos afirmar que la posición del "Sol negro" en ese sector de la eclíptica hace referencia a Una "fisura" en el seno de la cercanía, en el mundo de las relaciones con lo próximo. ¿Acaso este simbolismo no traduce en términos astrológicos una experiencia que esta en la base del filosofar, a saber, el asombro ante un mundo hasta entonces "cotidiano" y "trivial"? Algo similar cabe decir a propósito del punto opuesto y de su posición en Sagitario. Si el signo en cuestión simboliza la "lejanía", el "extranjero", la dualidad en la esfera del "fuego" (el mundo de la más intensa realidad, de la "energía", de la voluntad"), el factor de que hablamos aportará aquí la cercanía, la presencia, la plenitud, la inmanencia, de manera que el ámbito de la lejanía irá unido a la experiencia de la "vida". Así, pues, cuando en el ambiente próximo, en el entorno surge una "fisura", ésta es compensada mediante una "plenitud" en la esfera de lo remoto. Cuando la inmediatez deviene problemática, la lejanía se convierte en el Ambito de la evidencia. El "otro mundo" es la respuesta a la pregunta que "este mundo" es. Sin entrar en un tema que ha tenido innumerables desarrollos en la historia del filosofar, si subrayaremos la pertinencia del análisis astrológico y el carácter central del simbolismo conectado con el eje en cuestión, que conviene completar con el de los puntos situados a medio camino entre afelio y perihelio. De este modo, si el eje determinado por alejamiento y proximidad del espíritu coincide con Géminis-Sagitario, el que determinan las posiciones intermediarias vendrá situado en Virgo-Piscis, perpendicular como es al anterior. En ocasiones resultará útil, por tanto, aludir a este eje "mediador". Aquí, los signos de Virgo y Piscis representarán esos puntos, cada uno a su manera. Y no sólo por su diferente cualidad (uno es la "racionalidad", otro, la "mística"), sino también por su distinta función mediadora: si el primero es el equilibrio entre los dos extremos en tanto venimos del apogeo al perigeo, el segundo simboliza el equilibrio tomado en sentido inverso. Así, la ausencia o la distancia experimentada en el Ambito de la proximidad (Géminis) y la presencia o la plenitud vivida en el signo de la lejanía (Sagitario) se equilibran a través de una "razón" llegada a su madurez y de una "mística" acabada. Y si tenemos en cuenta que, desde la Filosofía, la personificación de la misma, el "sujeto" filosofante o la mismidad filosófica, Géminis será el "descendente", la "alteridad" de la Filosofía. En tal caso, Virgo y Piscis determinaran la vertical, de manera que el primero constituirá el destino de la Filosofía, su misión en el mundo, su universalidad, en tanto que el segundo representará los orígenes del filosofar, los cimientos de la actividad filosófica, el "humus" sobre el que surge. Por consiguiente, entre mismidad y alteridad, polos extremos en relación con el eje apogeo-perigeo, la mediación se efectúa a través del destino del filosofar y de sus orígenes. Otro factor a considerar es el contrapunto del "Sol negro", es decir, el eje de la "Luna negra". ¿Cuál es su simbolismo? Hacia el lado del apogeo, distancia, trascendencia, privación, ausencia; de la parte del perigeo, cercanía, inmanencia, presencia, plenitud. O, también, podemos afirmar que la dialéctica entre ambos polos es la de esencia-existencia, estatismo-dinamismo, sincronía-diacronía y otras semejantes, referidas a la psique y no al espíritu, a diferencia del "Sol negro". En tercer lugar, está el eje de los nodos lunares, puntos de contacto entre la órbita lunar y la eclíptica. Del lado del nodo descendente hablaremos de la unión o conjunción psique-espíritu en la exterioridad, en la pasividad. Se trata, pues, de una transmutación de la psique por el espíritu, de una espiritualización del alma, pero de un alma todavía en fase purgativa, de una psique en vías de realizar el descensus ad inferos. Por el contrario, el nodo ascendente irá asociado a la unión activa alma-espíritu, efectuada en la interioridad y en la que la transmutación toma la forma de una "ascensión". Evidentemente, los símbolos hasta ahora mencionados
en conexión con la Filosofía en modo alguno admiten una consideración
separativa, no globalizadora. No obstante, no podemos abordar aquí
la cuestión de su estructuración y de los diferentes aspectos
de la visión sincrónica. Para consideraciones de detalle,
remitiremos a El Logos y sus energías, en donde nos ocupamos
de la esquematización pertinente. Entretanto, conforme aparezcan
las distintas polaridades simbólicas a lo largo de nuestra interpretación
del tema de la Filosofía, aportaremos las necesarias clarificaciones.
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