SYMBOLOS Nš 31-32
 "HISTORIA Y GEOGRAFIA SAGRADAS " 
Carta Editorial

 

A nuestro amigo y compañero Antonio Casanovas Viladomiu,
a quien la muerte lo encontró en pie de guerra. Honrar a quien Dios honra.
Y a Barcelona, su ciudad que, conjuntamente con Buenos Aires,
es a su vez la mía.

Tal vez resulte extraño que una revista del tipo de SYMBOLOS (literaria, esotérica, revista-libro) declare finalmente clausurada su función; simplemente desaparece. Nuestro caso es distinto, porque si bien ya no se editará más la revista impresa sobre papel, sí quedará incólume su publicación telemática renovada dos veces al año. Esto se debe a que los nuevos medios electrónicos, en este particular, le han ganado la batalla al libro, puesto que para ser modestos unos días de audiencia de nuestro anillo telemático corresponde a la venta de un año de las publicaciones en papel. La proporción es casi de uno a cien para decir lo menos. Por lo que SYMBOLOS seguirá vigente y recreando hasta donde sea posible nuestra labor filosófica encarada –y así lo saben nuestros lectores– como una poiesis (latín poesis) procedente del furor. Por tales motivos está claro que SYMBOLOS no se retira de ninguna contienda sino que se adapta a nuevas formas con el fin de difundir su voz entre oyentes inéditos y tal vez interesar a otra generación –cosa que ya ha sucedido– en este tipo de temas siguiendo las pautas tan generosas y amplias de la Tradición Hermética.

De hecho el dios Hermes, mensajero dúctil y maleable, siempre ha estado relacionado con el servicio de correos –como puede verse en la inclusión de su efigie en numerosos edificios de servicios postales– y no cuesta entender su transformación de patronazgo en nuevos medios de comunicación como es internet, pese a la indefinida basura que puebla sus páginas en este fin de ciclo en el que vivimos; lo mismo es válido para su intervención en la televisión, fiel reflejo de la "realidad" en la que estamos inmersos y tal vez su función en estos casos sea paradójica: rechazar en conjunto el mundo (por aburrimiento, cansancio, asco) y sus posibilidades invertidas.

Cuando se creó la revista y como antes lo había sido con la fundación del Centro de Estudios Simbólicos en Barcelona y la Introducción a la Ciencia Sagrada (Programa Agartha), se fue construyendo un espacio intangible, un ámbito, a veces inflamado de comunicación que no pudo generar sino polémica, lo cual no debe sorprendernos dada la chatura del ambiente general del siglo XX (y que se alarga en el XXI) dominado por prejuicios donde lo metafísico debía asociarse a lo religioso, asunto que nos tocó muy de cerca y que llevaba al hispano-hablante de ese entonces también a confundir el pensamiento de Oriente, sus prácticas y el concepto de "maestro" como correspondiente con ser un objeto de devoción, un milagrero, lo que nada tiene que ver con la Tradición Hermética-alquímica, sino con ideas devocionales que tomaban la forma, sorprendentemente, de cuestiones tan ajenas como el vegetarianismo, o dietas para la salud o el ascetismo y la castidad, las que eran consideradas de modo piadoso y grotesco con calidad de cuestiones cuasi religiosas. Desde luego, eso no ha cabido nunca como formando parte de nuestros intereses aunque sí la metafísica de los sistemas orientales a los que por otra parte conocemos bien y que nada tienen que ver con aberrantes literalidades. En suma: pura ignorancia y fanatismo.

Por lo que hemos debido desprendernos de algunos personajes que no han podido o querido seguir el nivel marcado por SYMBOLOS o por los Centros de Estudios Simbólicos y han tratado de "serrucharles el piso" a estos medios, cosa que es habitual en los que no pueden llegar a la realización espiritual-intelectual más elevada; por lo que utilizan estas técnicas para disolver el mensaje, cuando no la simple malversación e injuria de tipo personal.

Ese espacio al que nos referíamos anteriormente y que produjo la aparición de SYMBOLOS no pasó indiferente para algunos pocos que encontraron allí un ámbito favorable para su realización intelectual-espiritual y son ellos los que han conformado el núcleo central de nuestros propósitos y trabajos y a quienes, en definitiva, han sido dedicados los volúmenes de la revista, a la par que éstos se constituían en elementos básicos para su propia labor y al mismo tiempo contribuían a ella mediante estudios y colaboraciones de distinto tipo que se iban incorporando a SYMBOLOS, en la que comenzaron a destacarse como aportes necesarios para nuestra publicación, tales como los que conforman este último número de la revista.

La unidad es el mayor de los símbolos porque implica en sí la totalidad de lo que es, ha sido y será, y al mismo tiempo todo aquello que no es, y que no tiene cabida en la manifestación. Y todo ello lo hace en distintos mundos e igualmente en diferentes grados de conciencia del alma humana.

Con respecto a los términos jerarquizados de Providencia, Voluntad y Destino tratados por los antiguos y a los que se refieren aquí los estudios de Francisco Ariza y Antoni Guri –desarrollados también por Guénon–, hace ya tiempo que pensamos que esa triunidad puede verse de manera inversa. O sea, que habiendo puesto nuestra Voluntad (libre albedrío) al servicio de la Providencia –interviniendo en ello la fe– accedemos a un Destino que ha sido nuestra necesidad. Pero una vez que comprendemos ese Destino, es cuando se traduce en términos de Voluntad –a ese Destino– y éste es capaz de llevarnos nuevamente a su fuente inspiradora, es decir a la Providencia Divina –que lo es todo–, y ser absorbidos por su Inteligencia, en íntimo contacto con su Sabiduría. Esta inversión nos daría una pauta, tal vez sorprendente para quienes consideran la historia sólo desde un punto de vista lineal y de desarrollo indefinido. Es decir, que pudiéramos estar condicionados por nuestro futuro, tanto como por el pasado. Igualmente esta actitud capaz de liberarnos de la pesada carga de una concepción falsa podría ser liminar en cuanto a una nueva visión de lo simultáneo.

En otro orden de relaciones esto se expresa en la Cábala, o sea en una Tradición que tiene su primer autor a este respecto en Joseph Chiquitilla, que no comienza su descripción del cosmos por la creación del mismo, o sea desde su creador como era habitual, sino de la criatura que ha tenido la gracia, a contrapelo de la propia creación, de poder alcanzar el Conocimiento de la Providencia Divina –por necesidad, o tal vez fatalidad– a través de la escalada por distintos mundos, por medio de su Voluntad (con la que coadyuva permanentemente la fe), encarnando las jerarquías intermediarias hacia su propio origen increado.

Esto se refiere, en definitiva, al conocido símbolo del Arbol invertido cuyas raíces, en lugar de estar en el cielo –y sus frutos conformar el Mundo–, se encuentran en la tierra y representan el ascenso de lo Manifestado hacia sus orígenes, la Inmanifestación. Así una vez alcanzado el Conocimiento, o al menos la doctrina que lo fundamenta, poder remontarnos a nuestra ascendencia mítica. En otras palabras, un viaje de lo humano a lo suprahumano, de lo individual a lo supraindividual.

Queremos aclarar, en relación con la voluntad y libre albedrío, que no se trata aquí de una voluntad férrea atada a cuestiones particulares, sino al abandono intelectual-espiritual, aún de esa propia voluntad estricta, enfocada sobre cuestiones de interés tan ínfimo como material (las dietas alimenticias, de las que ya hemos hablado, las creencias en diversos ayunos meritorios, determinados ejercicios físicos o vaya a saber qué fijaciones de piadosos beatos/as y otras inmensas minucias), a las que se aferran de modo obsesivo y las transforman en propiedades mentales que son lo primero en sus conciencias, lo cual es por ellos/as considerado como una verdadera conducta loable sustituta de lo religioso, que, como sabemos, constituye un símil perverso de la Ontología; la Metafísica ausente.

Esto aún se hace más patente en la diferencia entre la entrega al Conocimiento y la participación en el mismo, frente a la adquisición de conocimientos, reglas y términos, inclusive susceptibles de ser mecánicamente memorizados, propios de las aspiraciones culturales pequeño burgueses de los oficinistas y las clases medias.    

El estudio que encabeza este número nos sumerge en una meta-historia mágica que recorre el mundo a veces de modo oculto o se digna aparecer en lo manifiesto. El autor nos lleva no sólo a una interpretación literal sino que se maneja con toda habilidad y precisión en círculos más amplios, tocantes al símbolo y a lo que éste transmite. Estamos pues ante la presencia de una representación volumétrica o multidimensional de lo que el espacio y el tiempo significan, contadas en distintos ámbitos por hombres que han meditado mucho en ello. Artículo extraordinario de Francisco Ariza que no termina aquí sino que se continúa conformando un libro sobre Metafísica de la Historia y la Geografía que será clave para quien se ocupe de estos temas.

Le sigue otro de Antoni Guri: El Renacimiento Isabelino en el que al tratar un tema localizado en esa bellísima época y sus filósofos que constituyeron un auténtico renacimiento en la Inglaterra del siglo XVII análogo al florentino, se vuelve a mencionar, independientemente del estudio anterior, el mismo tema de Providencia, Voluntad y Destino que ya hemos señalado, lo que nos parece significativo; hay quien ha sugerido que esta coincidencia no es tanta como podría pensarse en una revista que se constituyó en un espacio del alma y que está cerrando su edición impresa; hecho que, bien o mal, no ha sido indiferente para sus redactores y suscriptores, a quienes se lo estamos comunicando.

En tercer lugar aparece un texto de María Victoria Espín, Historia Viva II, que continúa el de la revista anterior (29-30 Celebraciones) en el que explica el por qué de su contribución a este número dedicado a Historia y Geografía Sagradas.

El estudio de Iñigo Correa, La Ciudad, se destaca por su construcción perfectamente acorde con el tema del que trata y se advierte la arquitectura de su trazado.

Le sigue La Isla debida a la pluma de Mireia Valls, donde los valores simbólicos propios de la insularidad, tratados unánimemente por todas las tradiciones, se viven en la intimidad del ser empeñado en la obra alquímica que cada quien, bien mirado, puede tener al alcance de su mano.  

A continuación publicamos una pieza lírica, La Memoria, Corazón del tiempo, cuya autora, Patricia Serdá, da cuenta de un proceso del alma que continúa despertando, en pleno vuelo poético, actualizando así muchos años de labor en el Arte Sagrado.

Con esta misma vena poética se expresa Lucrecia Herrera quien además publica y comenta "Noche de Brujas", una obra mía olvidada, pero que consideramos muy actual.

Marc García nos presenta un trabajo, seguramente sorprendente para muchos, Sobre el Espacio y el Tiempo. Paradojas de la Luz, conciso e iluminador sobre la luz y alguno de sus múltiples aspectos en donde se destacan las formas sorprendentes en que se expresa lo espacio-temporal.

También es conciso el artículo de Carlos Alcolea titulado El Recuerdo del Tiempo Mítico: Sabiduría Oculta en el Símbolo, de muchos y variados méritos, lo cual es asimismo el caso de La Troya de Homero de Daniel Torres que emparenta temas tradicionales con ciertas investigaciones modernas con las que hay analogías.

Seguidamente una curiosa labor debida a María Angeles Díaz, El Viaje del Conocimiento, que combina en forma de entrevista, aspectos de la realidad tomada de modo literario con ciertas estructuras esenciales de mi obra y textos míos presentes tanto en las preguntas como en las respuestas y que es parte de un artículo de ficción más extenso donde se destacan muchos temas de la doctrina tradicional en la que me toma como una voz actual de la Tradición Hermética. Es muy difícil decir algo más cuando el protagonista del artículo, el entrevistado, es uno mismo.

En este sentido hubiera querido evitar la reiterada mención de mi nombre a través de citas de mis libros presente en todas las contribuciones, aunque el lector podrá observar que esto ha sido imposible dadas las características de los estudios enviados para este número final de SYMBOLOS.

Finalmente una visión tradicional sobre la grandiosa y exuberante ciudad de Angkor y la Cultura Kmer (y de Angkor Wat, contemporánea de Nôtre Dame de Paris), por Rosa Quílez; una muestra de lo que fue a través de su arqueología ya que sus gigantescas construcciones fueron misteriosamente abandonadas como las ciudades mayas del período clásico (circa siglos IV a X d.c.).

Posteriormente, algunos nuevos colaboradores, dos contribuciones originadas en el Centro de Estudios Simbólicos de Barcelona (CES), y otra, procedente del CES de Zaragoza, firmadas por María Correa, Ana Contreras y Beatriz Ramada, respectivamente.

Cerramos nuestros contenidos con un trabajo serio de Francisco Ariza, La Influencia de Hermes en Barcelona y el Mediterráneo, y la crónica de las actividades de nuestros grupos desde el año 2005 hasta la fecha.

Volviendo al asunto de la mención constante de mis obras –y consecuentemente, de mi nombre– no he tenido más remedio que romper mi timidez por respeto a los colaboradores que lo ven así y a los que agradezco su confianza, pese a mis reservas que se han visto desbordadas por la seriedad de sus estudios. Por algún motivo escribimos libros y hemos dado cursos y conferencias y estas son las respuestas a mis inquietudes metafísicas, y a la vez caminos individuales inspirados en ellas, de lo que me hago cargo, pues todos somos obreros de la Construcción Universal.

Por lo que queremos invitar a los suscriptores, amigos y lectores a seguir su aventura intelectual-espiritual en nuestra página en internet, así como en el resto de nuestro "anillo" (ver página última de esta publicación), donde ya están insertos muchos de los artículos aparecidos en las ediciones de nuestro medio impreso, particularmente los cuatro números dedicados a Fin de Ciclo, que por su extensión se han publicado en una página especial y los editados en Federico González.

Pero no nos engañemos, todos estos trabajos intelectuales están enderezados en nuestra vida a un solo fin: a la Guerra Santa, que es la de la Iniciación de cada uno de los que escriben y leen estas páginas y ese ha sido, desde el comienzo, el motivo de nuestras publicaciones que tratan de testimoniar aspectos diferentes de este hecho majestuoso debido a la increíble gracia de los dioses que ninguno de nosotros merecemos, ni esperábamos, y que se ha convertido, sin embargo, en la meta de nuestra existencia, en el destino al que el libre albedrío nos ha traído y al que al mismo tiempo ofrecemos a otros, incorporándolos a este hecho majestuoso y único: el triunfo en la Guerra Santa, para lo cual seguramente hay que perder, voluntariamente, todas las pequeñas batallas profanas y ser vencidos, como soldados que es lo que somos, en el fragor de la batalla, inclusive provocando nuestra propia derrota, la muerte deseada como una purificación y una catarsis que nos redima de los tibios, de los blandos, y aun de los fraternos y sus edulcorantes creencias basadas en la misma porquería de la que intentamos salir y que nos ofrecen un fácil confort espiritual a cambio de la traición en estos tiempos terminales, cuyos precios son indefinidos y siempre aparentemente convenientes, disfrazados de falsa bondad y amor, de políticas correctas y promesas light. Sabiendo que el que se deja tentar ya abdicó, pues como dice el pueblo "quien parpadea pierde".

Entonces nada de abandonar las armas, y no sofocar nuestro grito de guerra, ni cejar en la destrucción de los falsos y engañosos egos, refugiarse en la mentida caridad, ni permitirse la condescendencia, que esos son los disfraces del viejo enemigo tenazmente perseverante en arruinar nuestra entrega al sacrificio –ya que como bien se ha dicho el sacrificio y el sacrificador son una misma persona– y nuestra pretensión en convertirnos en dioses, es decir, todos los propios esfuerzos tendentes a lo suprahumano y supracósmico y que podemos abandonar miserablemente por razones "demasiado humanas" absortos en la armonía del cosmos y la perfección de lo que debe ser destruido y abandonado.

Incluso provocando nuestra propia humillación, entregados a las manos de los hados que a veces sólo nos ofenden, y que además son capaces de destruir el honor y transformarnos en viles criaturas no sólo para demostrar su poder sino, fundamentalmente para hacernos ver en qué basuras poníamos nuestra escala de valores y en qué crápulas todavía creíamos, pensando en que éramos hombres correctos, casi ejemplos en el orden social y respetando todos los esquemas con que estamos munidos en este mundo, de los que son un ejemplo la falsa ensoñación de nobleza que nos hace casi caballeros medioevales templarios así como el fanatismo religioso de cualquier índole y creencia que fuera, todos perversos y contratradicionales.

Y bastaría para justificarnos una sola y verdadera transmutación que sacudiría al cosmos y lo regeneraría, lo que nada tiene que ver con anotarse a la lista de la Alquimia o de la Cábala, o del "grupo fraterno" o el simbolismo constructivo, con estúpida ingenuidad, buscando una vez más algo seguro y sin complicaciones en lugar de ingerir veneno como es debido. El Director

 
 
 
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