SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis

Portada de Introducción a la Ciencia Sagrada: Programa Agartha.
Alciato, Emblemas. Milán c. 1522.


MANIFIESTO SOBRE EL PROGRAMA AGARTHA
MIREIA VALLS

Queremos informar sobre un acontecimiento extraordinario que ha ocurrido en la decadente civilización occidental de nuestros días. Se cumplen 20 años de la primera publicación y difusión del tratado Introducción a la Ciencia Sagrada: Programa Agartha, cristalización de las enseñanzas impartidas por Federico González en la década de los 70 a lo largo de su recorrido por el cono Sur Americano (Argentina, Colombia, Brasil, Ecuador y también Costa Rica y México) así como en varias ciudades de España, entre las cuales se hallan Santander y Barcelona. En un principio su contenido se publicó como un curso de universidad a distancia que se enviaba por correspondencia a los suscriptores. Después, y acompasándose con los avances técnicos, se colocó en una página web de Internet, para ponerlo al alcance de todo el mundo, y hacer así posible que dieran con él los buscadores interesados. Finalmente, en el año 2003 se publicó como Nº 25-26 en la revista SYMBOLOS, dedicada desde hace 15 años a la transmisión en el ámbito latino y americano de un pensamiento universal que bajo la forma de la Tradición Hermética (columna vertebral, centro y eje de la cultura occidental) y la Cábala cristiana se ha hecho eco de la Sabiduría perenne emanada de la Tradición Unánime. Además, son varios los grupos que en distintos puntos del planeta trabajan de forma regular y ritual con este material en talleres en los que se lee y glosa su contenido, en aras a que cada cual lo incorpore a su cotidianidad y experimente una nueva forma de encarar su existencia. Seguro que esta cadena de hechos es altamente significativa para muchos hombres y mujeres que de una manera u otra han reconocido la importancia del hallazgo de este material en sus vidas. Otros, que por designio de los hados u orgullo se han quedado en el umbral de su intelección, no podrán sino lamentarse al darse cuenta de que no han podido acceder a la comprensión de las enseñanzas que el Programa transmite. Pero para una inmensa mayoría de la población, el Programa Agartha es todavía hoy un gran desconocido y se ignora el alcance de su aparición –como el de muchos hechos trascendentales de la historia sagrada de nuestra civilización– en medio de un mundo dominado por el materialismo, la aceleración, el desequilibrio, el desasosiego, el terror, el desorden y la negación de la espiritualidad.

Por eso, en esta nueva oportunidad, manifestamos la importancia y el carácter providencial de la publicación de este tratado para la gente del s. XXI. Esta Introducción a la Ciencia Sagrada representa un baluarte intelectual que salvaguarda un legado espiritual perenne (la Ciencia Sagrada) y al mismo tiempo se erige como faro que emite focos de la luz incombustible de la Verdad, deviniendo una didáctica y una guía para la Liberación, la verdadera, la que no se confunde con la conquista de parcialidades ni se rebaja a particularidades individuales, que por cierto nunca serán la auténtica Libertad. Sus páginas sintetizan –en un lenguaje actual que sería inteligible por todos los habitantes de los pueblos y ciudades del planeta que se entregaran a su estudio con el mismo fervor e incondicionalidad que lo hicieran los hombres y mujeres de conocimiento de la Antigüedad– un conjunto de saberes revelados que bebiendo de la fuente de la Sabiduría y la Inteligencia han sido, y son, los organizadores de la vida de cualquier civilización, forma cultural, usos y costumbres y modos de ser. O sea, que tales enseñanzas –las cuales toman al símbolo, al mito y al rito como soporte para la transmisión de las energías espirituales que contienen– van abriendo los círculos concéntricos de la conciencia, tornándola límpida y cristalina, cual espejo que refleja sin impedimentos el rayo del Intelecto.

Este punto de vista sagrado es totalmente extraño o criticado, cuando no imitado formalmente como si de un sistema rígido se tratara, o bien directamente rechazado por la ciega y deforme mentalidad moderna, la única que no recuerda que la Vía Simbólica ha sido desde tiempos inmemoriales el vehículo de transmisión de las realidades espirituales que afloran en el centro del corazón de todo ser.

Pero aun y la ignorancia reinante, es tanta la fuerza de las ideas que emanan del Programa Agartha –y tan pobres los pensamientos e ideales de la desvalida sociedad actual– que su influencia se ha dejado sentir en muchos frentes, incluso en los que lo han denostado o tergiversado, y que ahora pasaremos a nombrar con el fin de desenmascarar cualquier error o intento de desvirtuar este corpus tradicional. Encabezan el desfile de personajes variopintos esos buscadores de confort anímico-corporal que han tomado al Programa como un recetario mágico para solucionar sus problemas personales disfrazándolos de aspiraciones espirituales, intentando generar a su alrededor un medio pulcro, naturalista, ecológico, reciclable y teñido con grandes dosis de sentimentalismo. Les caracteriza una pretensión exacerbada de materializar el espíritu sin espiritualizar la materia, lo cual significa ponerse trabas para la verdadera intelección de lo sagrado y para el conocimiento de los mundos invisibles más allá del plano material y psíquico al que únicamente dan crédito. Y en una versión light del tema, tenemos a todos esos hombres y mujeres que se interesan por estas enseñanzas para rellenar uno de los muchos apartados en los que parcelan su vida, otorgándoles un valor ya sea cultural, informativo, terapéutico, moral-edificante, etc., sin vislumbrar su verdadero alcance intelectual-metafísico, por lo que acaban confundiendo el ámbito del No Ser con lo místico-religioso. A continuación, encontramos a los pretendidos intelectuales, colectivo reconocible por su mentalidad racionalista, cientificista, sistemática y clasificadora, que en numerosas ocasiones ha acudido de hurtadillas a las páginas de esta Introducción a la Ciencia Sagrada para sustraer la información que le ha convenido, acomodándola a sus investigaciones de corte académico-universitario y burocrático, pero sin reconocer nunca la fuente consultada, la cual es tildada por la oficialidad ante la que responden, e incluso en su propio fuero interno, de fantasiosa, inconsistente o "esotérica" (desde hace ya muchas décadas casi nadie recuerda el veraz y único sentido intelectual de lo esotérico y se lo identifica con el ocultismo, el espiritismo, la parapsicología, lo onírico, etc.); y, claro está, aparecer vinculado con tal literatura dañaría su prestigio y reputación socio-cultural. Les toca ahora el turno a los falsos gurús, maestros de pacotilla que movidos en el mejor de los casos por el proselitismo, y mayoritariamente por las ansias de poder de todo tipo, han manipulado a su antojo, y por tanto rebajado de nivel al Programa Agartha extrayendo fragmentos fuera de contexto para legitimar sus verborreas y arrastrar tras de sí a seres frágiles, incautos e ilusos, quedando unos y otros atrapados en una gran maraña psíquica. Tampoco podemos olvidar a la fauna de los estetas, los snobs y el gueto de los artistas contemporáneos que, hallando en sus páginas material jugoso y valiosísimo sobre el arte en todas sus expresiones (artes liberales, pintura, poesía, arquitectura, teatro, danza, iconografía, mitología, etc.) lo distorsionan según sus caprichos y pulsiones mientras se balancean en ese mundo de formas cambiantes en el que dormitan y se cuelgan, en el más favorable de los supuestos, de una belleza siempre a la fuga que no saben o no alcanzan a interpretar como el reflejo de la Belleza increada del Principio. Además, viven complacidos o atormentados en esos procesos laberínticos de "creación" que no traspasan nunca los límites de su individualidad, porque ignoran o niegan la fuente divina de toda inspiración. Igualmente, desfilan por la pasarela algunos grupos políticos nazis y de extrema derecha que han secuestrado la palabra Agartha y otras ideas tradicionales de gran trascendencia que se expresan en las páginas del manual, arrancándolas de su contexto principial y desviándolas hacia intereses mezquinos y partidistas, cuando no usándolas como bandera para sus atrocidades y hasta utilizándolas para invertir el sentido del mensaje tradicional, que para quien aún no lo sepa, es siempre espiritual. Y por fin, en la cola del "paseíllo", los más ruines, esos tradicionalistas apegados a una literalidad que en muchas ocasiones ni siquiera comprenden, que caen o se entregan (consciente o inconscientemente) al servicio de las energías contratradicionales que coadyuvan a la disolución de todo este mundo. Ésos, en su furia contrainiciática, han embestido contra el Programa Agartha de forma canallesca, difamando a su promotor e insultando a los otros participantes.

Pero no se espanten damas y caballeros dignos de este trato; todo este patético desfile es pura evanescencia, ilusión, farsa o parodia, y los restos de sus esfumaturas terminarán por disiparse al ser vencidas inexorablemente por la fuerza y la potencia del Espíritu.

Visto el error, que brille con rayos flamígeros el contenido de esta didáctica configurada y expresada por Federico González y un grupo de colaboradores, unidos entre sí no por lazos personales o mundanos de cualquier índole, sino intelectuales, esto es, por la participación unánime de un mismo punto de vista, sagrado, el que confiere la identificación con las ideas universales contenidas en la mente divina. Es imprescindible entender esto: si se firma la propiedad intelectual de este tratado que emite destellos del Pensamiento de la deidad no es porque el transcriptor humano crea haber inventado ni una sola de sus palabras o ideas, sino porque haciéndose eco de ese mensaje suprahumano, lo imprime con palabras para transmitirlo, preservándolo, al hacerlo como una caña hueca, ante cualquier intento de distorsión en los tiempos que nos ha tocado vivir, en los que campa a sus anchas una visión totalmente profana y descarnada y donde la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos movidos por la ambición, el fanatismo y la ignorancia, intentan usurpar, plagiar y hasta torcer e invertir lo que queda de auténticamente sagrado en su cultura o civilización. El ser humano de espíritu tradicional jamás se ha instituido propietario de la Ciencia Sagrada o de la Vía Simbólica; lo que ha hecho es reconocer los códigos, ritmos, proporciones, analogías y correspondencias de ese misterioso despliegue del Ser Universal que es el símbolo por excelencia del No-Ser o realidad metafísica. Si Pitágoras, Platón, Proclo o Ficino fundaron y vivificaron escuelas de pensamiento o academias, si establecieron centros espirituales, si reactualizaron cada uno en su tiempo el mensaje de la Filosofía Perenne y fueron reconocidos por sus seguidores o discípulos como símbolos del Principio y maestros o hierofantes del sagrado arte de conocerse a sí mismo, no fue por sus méritos individuales, ni por un egocentrismo o deseo de culto idolátrico hacia su persona, sino porque cambiaron su vida humana en divina, es decir, porque no pusieron impedimento alguno a la "audición" intelectual, interna, certera y directa de ese discurso que nace del Ser, de la Mente divina, del Principio. Ello les configuró como portavoces fidedignos del mensaje eterno, el cual difundieron y legaron a sus descendientes, a ese círculo de iniciados e iniciadas que más allá de los lazos de sangre o humanos se ha prolongado sin interrupción hasta hoy.

En los albores del siglo XXI esta Introducción a la Ciencia Sagrada (única en la literatura contemporánea de Occidente) se alza como una ciudadela de la Doctrina; su escriba y los hombres y mujeres que han penetrado su contenido son las torres de defensa de esta construcción ideal; en todos ellos queda depositado un saber inmemorial que al encarnarse o experimentarse interiormente promueve la regeneración del microcosmos y del macrocosmos –esto es, del Universo–, la apertura de la conciencia a los estados múltiples del ser sintetizados en el de Unidad, y también la vivencia de la No-Dualidad. El material brindado es una didáctica puesta por escrito (eso es lo que significa la palabra programa), fruto ante todo de la experiencia y la realización espiritual de quien atendiendo a las señales o llamada de la deidad se entregó a protagonizar una gesta equiparable a las auténticas y originales Olimpiadas en las que cada participante se sometía libremente a una serie de entrenamientos, pruebas, combates, encuentros, juegos estratégicos y artes marciales vividos como símbolos y ritos facilitadores de la conquista del trofeo, de la gran recompensa, que no era sino la consecución del más alto anhelo de todo ser humano, la fusión con el Principio Absoluto. Este proceso existencial, que como dice Federico González en un poema titulado Mayéutica consiste en "el tuteo reiterado con los dioses realizado con simples intuiciones y el recuerdo de los arquetipos aprendidos de la mente divina", se une a una profunda investigación sobre los códigos simbólicos universales y las cosmogonías expresadas por las diversas civilizaciones. Todo este caudal de agua de vida emanada de la fuente de inmortalidad se vertió sobre papel para hacerlo accesible a las hembras y varones de Occidente interesados en estos "juegos", configurando un método de trabajo dinámico, vivo, para nada libresco y a la vez profundamente arraigado en la literatura sapiencial, y que es susceptible de aplicarse a la vida cotidiana.

Su diseño incluye bellas y sugerentes imágenes, grabados o símbolos geométricos y jeroglíficos de la rica iconografía hermética, armados en un corpus de enseñanzas que inciden directamente sobre la materia prima del aprendiz, o sea sobre el alma. Lo vertido en cada uno de sus capítulos con un lenguaje cadencioso, ritmado, revelador y significativo es simbólico y susceptible, como todo texto tradicional, de cuatro niveles de lectura o profundidad. Se canta la belleza y esplendor de la manifestación, pero también su faceta rigurosa y restrictiva, conjugadas ambas en el equilibrio y la armonía. La expresión en cada página es clara, directa, nunca se presta a engaño, vapulea cuando es necesario y pone nombre a errores y certezas.

El Programa es, pues, un puente entre lo natural y lo supranatural, entre lo conocido y lo desconocido, entre lo concreto y material y lo sutil y universal, reunido todo ello en la unidad principial del Ser que es la palanca hacia lo totalmente indeterminado e incondicionado de la región de lo Infinito. También podría equipararse a una nave que contiene los elementos y enseres imprescindibles para la ardua y al mismo tiempo excelsa travesía de las aguas. O a un arca que guarda el más preciado de los tesoros. O a una mansión ideal, con muchas estancias, galerías, balcones y terrazas, rodeada de jardines, fuentes, estatuas, glorietas, árboles, flores, animales, setos y bosques frondosos habitados por todas las entidades ctónicas y telúricas que se maridan permanentemente con las angélicas o celestiales, todo ello como símbolo de las diversas envolturas concéntricas de la conciencia.

Y aun nos sugiere la constitución de una academia o centro de enseñanza sin muros, ni bedeles, ni aulas físicas, ni maestros apolillados, ni exámenes de promoción, sino un colegio invisible en el que a través de cada capítulo del tratado de enseñanza se profieren y transmiten los conocimientos libres del tamiz de lo particular y donde los alumnos los reciben y aprehenden en cualquier lugar en que radiquen, ya sea en la cumbre de una montaña, tendidos sobre la arena de la playa, navegando por el ancho mar, adentrándose en la selva, viajando en ferrocarril, o bien estudiando pacientemente en el pequeño gabinete de cada quien ubicado en cualquier edificio de cualquier urbe o población del planeta Tierra.

El contenido del Programa se articula en tres módulos, I, II y III que van ofreciendo gradualmente las ayudas y herramientas para el trabajo intelectual, o sea, para el desbastado interno de las asperezas en aras a la purificación del alma, la cual se va tornando semejante al Espíritu, o mejor aún, recupera su transparencia de tal manera que es atravesada sin impedimentos por la luz de la Verdad.

En el primer módulo se sientan las bases de la enseñanza simbólica y analógica, con capítulos que adentran al lector en el corazón del legado de la Tradición Hermética, que ha transmitido a los hombres y mujeres de conocimiento de Occidente las ideas perennes y universales de la Cosmogonía, soporte de la experiencia metafísica. De este modo, tras hacer hincapié en la función vehicular, instructora y civilizadora de Hermes-Mercurio sobre todas las tierras bañadas por el Mediterráneo y de clarificar la neta distinción entre el sentido de lo esotérico y lo exotérico, de lo sagrado y lo profano, se suceden acápites en los que se desgranan, nunca de forma analítica sino sintética, los símbolos universales de la Ciencia Sagrada, como son el círculo, la tríada, la rueda y la cruz, la horizontal y la vertical, el corazón, la montaña y la caverna, la piedra, el templo, el laberinto y el altar, entre otros. Estos se entretejen con una introducción al Arbol de la Vida sefirótico de la Cábala judeo-cristiana, verdadero pantáculo del universo y síntesis de todas las ciencias cosmológicas que es presentado como un soporte fundamental para la comprensión del orden del Cosmos. El Arbol de la Vida es un vehículo mágico-teúrgico por excelencia para todo aquél interesado en la búsqueda interior y es el promotor del ascenso por la escala de los mundos, lo que es análogo a la apertura de estados de la conciencia aletargados en el interior del aprendiz de alquimista que con su ayuda poco a poco van despertando. Por cierto que la Alquimia es rescatada desde las primeras páginas de este manual como lo que siempre ha sido, la ciencia hermética que atesora las claves para las transmutaciones y transformaciones interiores cuyo sentido esencial-espiritual es ajeno a cualquier especulación o práctica material o literal. De igual modo, se rechaza todo intento de rebajar la Astrología a una rasante descripción del firmamento o a una simple práctica para pronosticar sucesos o acontecimientos influidos por los astros, y se restituye con rigor su sentido más alto, a saber, el de manifestar las proporciones, ritmos y ciclos del universo, posibilitando el conocimiento de su trama y urdimbre y el acceso al conocimiento de su constitución interna. Asimismo, en el módulo I se ofrecen una serie de biografías sobre personajes simbólicos de nuestra tradición (Hermes, Hércules, Moisés, Pitágoras, Platón, Isis y las Musas) que nos introducen en una metahistoria que se proyecta en la historia mítica y cronológica. Son estos relatos ejemplares los que describen el propio proceso interno que está llamado a realizar el iniciado. Este primer bloque sienta los fundamentos para la comprensión del significado de la Iniciación y tiene el poder de vehicularla efectivamente, constituyendo todo él un tratado hermético-alquímico-cabalístico cargado de influencias espirituales.

En el módulo II, compuesto de 80 apartados, se empieza a alzar este excelso edificio ideal. Se profundiza en el estudio del Arbol cabalístico y se van estableciendo las correspondencias de cada una de las 10 numeraciones o sefiroth que lo conforman con las diversas ciencias tradicionales y otros códigos simbólicos, además de ofrecer unas nociones sobre la lengua hebrea y su carácter vehicular y de adentrarnos en la rica mitología cabalística. Igualmente, se introducen los conceptos de una geografía e historia sagradas, lo cual abre perspectivas amplísimas de aprehensión del origen, sentido y desarrollo de las civilizaciones y culturas como reflejo de una metahistoria. Se presentan todas las artes liberales practicadas desde la antigüedad como soporte del conocimiento cosmogónico (gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría, música y astronomía), y se sigue con la investigación de otros símbolos universales, como por ejemplo el nivel y la plomada, el compás y la escuadra, la escala, la esvástica, la espada, el simbolismo vegetal y animal, y más. De esta manera se va promoviendo en el lector una visión mágica de la existencia, ya que se le pone en contacto con esas realidades secretas e invisibles que moran en su interioridad y que son las que modulan y mantienen el orden universal. El nacimiento a este nuevo punto de vista ubica al interesado en una posición central y lo convierte en el protagonista de una aventura fuera de lo común, en la que si son rectas y firmes sus intenciones y amparadas siempre por la doctrina, harán de él un mago y artista en el verdadero sentido de los términos, es decir, un intermediario entre las energías celestes y telúricas, un conjugador de las dos corrientes cósmicas y un cooperador de la obra creacional.

No podemos dejar de destacar la presentación en este módulo de otro modelo hermético, el juego del Tarot, mandala vivo del Cosmos, despertador de la inteligencia, desvelador de arcanos y ordenador de la conciencia; nada que ver con el uso profano y predictivo que se hace de él hoy en día. Por otra parte, no sólo en el módulo II sino también en el I y III, se incorporan unos acápites titulados "Notas", los cuales, huyendo de la erudición y de cualquier moralina o elucubración, puntualizan con agudeza la naturaleza espiritual de los trabajos a los que se nos convoca, los métodos idóneos para efectivizarlos y las prácticas auxiliares.

También advierten de los riesgos que acechan al aprendiz a lo largo de sus investigaciones y experiencias (peligros que son tanto internos como del medio) así como acerca de las confusiones a que podrían prestarse si no se penetra su núcleo. Y sobre todo, dichas notas recuerdan de manera siempre asombrosa, espontánea y con ejemplos cotidianos, el único fin que persiguen todas estas labores y esfuerzos, que como ya hemos repetido tienen que ver con la realización espiritual y la aprehensión de lo que está más allá de la Naturaleza.

El último y dilatado módulo III es como un trampolín para saltar y proyectarse hacia lo alto. La Buena Nueva anunciada y reiterada en las secciones anteriores se potencia y extiende hasta límites insospechados. Si uno se ha ido reconociendo en lo vertido en cada acápite, si las ideas que se desvelan resuenan en el corazón y empiezan a generar un nuevo caudal de visiones y perspectivas, ahora se reafirman y entroncan con un hilo sutil que atraviesa tiempos y geografías y que convoca, a modo de magnífico banquete, a todos los seres que las han penetrado. A lo largo de casi 200 páginas se engarzan una serie de capítulos que dan testimonio de la proyección de la Tradición Hermética en el tiempo cronológico, aunque su origen se sitúe en el no-tiempo o eterno presente, y se constata cómo desde su aparición en el antiguo Egipto ese fluido sapiencial transmitido por el dios Hermes ha ido irrigando toda la cuenca mediterránea, siendo la causa fundacional de la cultura greco-latina, del esplendor de la Alejandría de los primeros siglos de nuestra era y de las nuevas formas que adopta la transmisión de ese mensaje suprahumano durante la Edad Media y el Renacimiento. Igualmente constituye el elixir o la savia que, sin saberlo ya la mayoría de la población, ha hecho posible la pervivencia de nuestra civilización, sorteando todas las dificultades y acechanzas de los oscuros tiempos de la Reforma y Contrarreforma y la descarnada negación de todo valor tradicional de nuestra sociedad mecánico-industrial-tecnológica.

La Introducción a la Ciencia Sagrada se hace eco de una inmensa bibliografía de autores herméticos, pero el contenido de sus obras y tratados no se repite al pie de la letra, sino que tras su asimilación intelectual se devuelve con nuevas e inspiradas palabras. Todos estos personajes han sido en cada período histórico alentadores de ideas fecundas y generadoras, y aunque no podamos nombrarlos a todos por su inmenso número, es justo mencionar a algunos componentes de esa cadena áurea que el Programa Agartha rescata del olvido, pues son los verdaderos protagonistas de la historia sagrada que con su dedicación al estudio e investigación en los ricos y variados modelos herméticos, con su entrega incondicional al reclamo interno de la deidad, a la meditación y la oración, y a una labor paciente, perseverante, generosa y valiente, mantuvieron vivos y regeneraron todos esos conocimientos y saberes perennes. Así, evocamos a los míticos Hermes Trismegisto, Orfeo, Homero y Hesíodo; a los sabios Pitágoras, Sócrates y Platón; y a filósofos, artistas, alquimistas, médicos, astrólogos, matemáticos, magos, teúrgos, escritores, guerreros, etc., tales como Cicerón, Séneca, Ovidio, Horacio, Virgilio, Apuleyo, Alejandro Magno, César Augusto, Jámblico, Euclides, Eratóstenes, Nicómaco de Gerasa, Filón de Alejandría, Apolonio de Tiana, Plutarco de Queronea, Plotino, Porfirio, Asclepigenia, Proclo, Clemente de Alejandría, Orígenes, Dionisio Areopagita, Juliano el Teúrgo, Horapolo, María la Hebrea, Zósimo de Panópolis, Juan Escoto Erígena, Boecio, Alberto Magno, Miguel Psellos, Juan de Salisbury, Teodorico y Bernardo de Chartres, Roger Bacon, Alfonso X el Sabio, Hildegarda de Bingen, Alain de Lille, Maestro Eckhart, Arnau de Vilanova, Ramón Llull, Moisés de León, Abraham Abulafia, Nicolás Flamel, Hortulano, Basilio Valentín, Dante, Nicolás de Cusa, el Cardenal Bessarion, Giorgi, Ficino, Pico de la Mirándola, Giordano Bruno, Reuchlin, Cornelio Agrippa, Guillermo Postel, Paracelso, John Dee, Robert Fludd, Michael Maier, Valentín Andreae, Khunrath, Ashmole, etc. hasta llegar al siglo XX, en el que destaca de manera especial la síntesis de todas las tradiciones efectuada por René Guénon, a lo cual añadimos en pleno siglo XXI la gran labor de Federico González –aunque no sea, lógicamente el único autor– en cuanto a la difusión y revitalización de la Tradición Hermética. Algunos de estos nombres permanecían adormecidos en nuestra memoria por haberlos estudiado en las tristes e incompletas clases de filosofía, historia o matemáticas; otros, aun y su importantísima misión y testimonio, eran unos perfectos desconocidos, ya que la historia oficial los había ocultado o simplemente borrado del mapa. Hace muchos siglos que el canto a la Verdad, al Espíritu, al Amor y la Belleza así como a la posibilidad de conquistar la Suprema Identidad y la Liberación molesta enormemente y es rechazado de plano, ya sea por incomprensión, ignorancia o por una intencionada aniquilación encabezada por los que han querido anteponer sus deseos de grandeza y poder personal a las conquistas espirituales. Muchos de aquellos sabios, hombres y mujeres de ciencia y conocimiento, fueron perseguidos, cuando no difamados, asesinados o arrinconados por los vanidosos, orgullosos y mezquinos personajes influyentes que ansiaban dominar ese mundo. Lo que dichos arrogantes ignoraban es que todos esos varones y hembras (éstas últimas, aunque citadas en menor número, también han tenido funciones asignadas en el seno de la Tradición Hermética, en cuyo espacio siempre se las ha considerado aptas para el conocimiento y la experiencia intelectual y metafísica) que han accedido al Colegio Invisible están vivos, pues la identificación con lo que está más allá de todo condicionamiento y determinación les confiere la inmortalidad, no en tanto que individualidades, sino como Ser Universal uno y único.

Volviendo a otras facetas presentes en este módulo III, destacamos los acápites dedicados a la Ciencia, el Arte, la Magia y la Teúrgia, enseñanzas expuestas tal cual las han entendido siempre las culturas tradicionales –vinculadas a unos principios de orden superior de los que deriva cualquier producción o manifestación secundaria–, y se las diferencia nítidamente de las confusiones actuales en las que la ciencia se reduce a una acumulación de datos empíricos sobre parcelas cada vez más restringidas de la realidad tangible, y donde el arte no es sino un reflejo de la disminuida, si no enfermiza, mentalidad del ser humano contemporáneo que se inmiscuye en unos procesos de pretendida creación que dan rienda suelta a cualquier manía, obsesión, fobia o cursilería. En este ámbito profano, la magia es interpretada como una serie de supersticiones y manipulaciones fenomenológicas para impresionar o dominar a estultos e incautos. Y la posibilidad de la Teúrgia es desconocida. También se incluyen apartados sintéticos sobre la vigencia y realidad de la Tradición Unánime, corazón del que han surgido todas las ramas tradicionales secundarias, incluidas las que siguen vivas en nuestros días. Además, el Programa ofrece una introducción a la tan desconocida doctrina de los ciclos cósmicos, que sin embargo es fundamental para comprender el desarrollo de los cielos, las estrellas, las galaxias, y la vida de las humanidades y los mundos.

A sabiendas que es mucho lo que no alcanzamos a expresar de la gran riqueza de conocimientos y posibilidades de aprehensión que aporta esta didáctica, quisiéramos añadir una cuestión fundamental, que se plantea y aclara desde la primera página: la neta distinción entre la Iniciación y la adscripción a una vía religiosa con sus dogmas, moral y culto. Lo iniciático pertenece a un orden jerárquicamente superior, y se refiere a la Unidad, la certeza y la Liberación; no se trata nunca de un concurso de méritos para ganar un Paraíso que nunca se alcanza, sino un camino jalonado por la gracia, la revelación y la identidad. La senda religiosa es siempre exotérica y mantiene a sus feligreses en una dualidad insalvable; además, nunca es un requisito indispensable ni un paso previo necesario antes de acceder a una vía de Conocimiento, y su fin es limitado ya que no trasciende la salvación individual.

Hemos realizado un recorrido muy breve sobre lo que sería una lectura más o menos lineal del contenido del Programa Agartha. Pero lo cierto es que este material es muy versátil y se presta a múltiples formas de aprehenderlo; no en vano lo reconocemos como una producción de la rica literatura hermética, que como sabemos se caracteriza por su gran plasticidad y adaptación a los tiempos y a la naturaleza de los seres a los que se dirige, aunque su mensaje sea inmutable en esencia. Es por ello que llegado a un cierto punto o tramo de su estudio, que unas veces nos es sugerido por la propia didáctica y otras por las necesidades que cada cual va descubriendo en su viaje, cabe retornar al origen y releerlo bajo esa nueva perspectiva que se ha ido abriendo en nuestro interior, lo cual da un carácter circular y reiterativo a las investigaciones, o sea ritual, lo que justamente promueve su profundización y, sobre todo, la posibilidad de acceder a nuevos planos o estados de conciencia.

También podrían seleccionarse todos los acápites de un mismo tema o ciencia, agruparlos y reseguirlos prescindiendo del resto; sorprendentemente se descubrirá que cualquiera de estos itinerarios, aunque con formas o revestimientos exteriores diversos, conducen unánimemente al conocimiento de las mismas realidades espirituales. Después, se pueden establecer las correspondencias y concatenaciones mágicas con las otras artes o ciencias, lo cual va generando una nueva visión, un imaginario nunca entrevisto por nuestra limitada mente que paradójicamente es un modelo del mundo tal cual es y un paradigma de la verdadera realidad de las cosas. Además de estas lecturas lineales y circulares, cada capítulo en sí es susceptible de impulsar un viaje vertical ascendente hacia las esferas más sutiles y sublimes de la conciencia, y propicia que seamos penetrados por el rayo del Intelecto divino para fusionarnos en la unidad del Ser percatándonos de que todo es en un instante siempre presente y actual.

Es evidente, pues, que este Programa no tiene nada que ver con las intenciones y los métodos empleados por cualquiera de las innumerables sectas que aparecen por doquier, las cuales, tras atraer y capturar a la presa le hacen un lavado de cerebro, le aniquilan todo atisbo de conciencia y le inyectan el veneno de una nueva programación en el sentido invertido del término, es decir, el de inculcar más o menos sutilmente un sistema de normas, leyes, conductas, preceptos, dogmas e ideologías rígidas y castrantes, haciendo uso incluso de las más viles vejaciones, maltratos y manipulaciones para ir generando hombres y mujeres desvalidos y capturados en los estados más inferiores del ser, los infernales; o sea, individuos dependientes, limitados y arrastrados por un capo ansioso de poder que se erige en jefe indiscutible de la cuadrilla y que les cierra, y se cierra a sí mismo, la intelección de los estados celestes.

El Programa Agartha es totalmente ajeno a este fraude. Su propósito y alcance es de otro orden. Lo que ahora proclamamos son frutos madurados tras laborar intensamente con este valioso material durante largo tiempo. No son especulaciones, metáforas o alegorías que mantienen siempre un punto de vista dual y dividido, sino vivencias de la unidad a distintos niveles. Ante todo reiteraremos que tal didáctica fomenta el despertar de la conciencia. Abre la puerta del intelecto. Los que deciden cruzar el umbral de la dorada portada del Programa haciendo uso de su libre albedrío vislumbran una nueva manera de aprehender la existencia. Este gesto es siempre solitario. Una entrega interna y secreta. No hay un guardia que obligue a dar el paso ni que vigile policialmente cada vuelta de página. El único compromiso es el de cada quien consigo mismo en la tarea de autoconocimiento, la cual va mucho más allá de los límites de la individualidad. Penetrar el significado de esta enseñanza incluye primero morir a una mentalidad profana inculcada por un mundo desacralizado; y acto seguido, aprender todo de nuevo. Tarea nada fácil, más bien heroica y titánica. Reconocer el error y la ignorancia en que uno se ha sumido por años. Dejar de creerse cualquier cuento, como que el fundamento y motor de la civilización es material, que el hombre procede del mono, que el Espíritu y los dioses son un invento del ser humano y que ya no están de moda, que el bien supremo es el dinero, que lo único real es el individuo y su vida efímera con sus estados de ánimo siempre volubles, que el progreso es indefinido, que los avances tecnológicos son sinónimo de una mayor inteligencia de la humanidad, que el espíritu y el alma son lo mismo, que los mundos invisibles no existen, que bla, bla, bla.

Aquí se trata de pensar por uno mismo, lo cual no es sinónimo de fantasear, ni de imaginar puerilidades o tonterías, ni tragarse el rollo particular de cualquier iluminado, sino de dejar que aflore en el centro de cada cual el Pensamiento de la deidad. Lo que se manifiesta y acredita es verdadero y tiene que ver con la Iniciación, con la entrada en una vía de Conocimiento y la vinculación a una cadena espiritual que ha llegado incólume hasta la actualidad. La Tradición Hermética ha atesorado varias vías de transmisión y efectivización de la Iniciación. Una de ellas es entrar en la organización iniciática que queda viva en Occidente, la Masonería, y apoyarse en su rico caudal mítico y simbólico para realizarse espiritualmente; opción que no hay que desestimar, pero eso sí, estando muy atento al espíritu con el que trabaja la Logia a cuya puerta uno decide llamar. Otra posibilidad es la Iniciación solitaria espontánea y la vehiculada a través de soportes como libros o escritos sintetizadores de ideas-fuerza, verdaderamente actuantes si uno logra conectar e identificarse con el punto de vista que expresan.

Tal es lo que promueve el Programa Agartha: la transmisión de una influencia espiritual que al ser recibida en la copa vacía del corazón del que ha buscado con sinceridad y cordura, le da la oportunidad de comenzar un proceso interno y gradual que restituye la conciencia plena del Ser Universal y la conquista de la Libertad de la que goza el Principio Absoluto, si así pudiera decirse. Se requiere de una entrega valiente, sin condiciones, y de mucha paciencia y perseverancia. El estado individual humano es el punto de partida de este viaje. Nunca se pretende su aniquilación o negación sino su transmutación. Se visita el interior de la Tierra, esto es, los estados inferiores de la conciencia; se identifican los prejuicios, los apegos, manías, fobias, obsesiones y adherencias, y se rectifica. A partir de aquí se otea un camino de largo estudio. Pero el convite se lo merece por su excepcionalidad. Se trata de participar activamente en el festejo que hará conocer el Todo que es Uno y el Uno que es Todo. O dicho de otra forma: identificarse con el Ser único que contiene indefinidos estados –siendo el humano uno de ellos–, el cual juega a conocerse a sí mismo a través de sus producciones.

Hay un Principio inmutable e indivisible que todo lo contiene y que en su despliegue aparente genera el Cosmos. La cosmogonía es la expresión de este orden, sintetizado en los diez primeros números. El Uno, siendo increado, lo genera todo y es inmanente en los mundos y seres que los pueblan. El iniciado en estos misterios realiza el camino contracorriente desde lo múltiple, material y concreto, pasando por el mundo de las Formaciones sutiles y el de la Creación universal hasta la Unidad del Ser. De la periferia del círculo al centro, que asimismo es su origen. Del Cuerpo al Espíritu a través del Anima mundi.

Tiene el Alma una faceta individual y otra universal. Todas las transmutaciones y transformaciones acontecen en estos dos planos intermediarios del Alma. Los dioses, númenes o hados son las energías-fuerza que expresan las facetas del Uno, las cuales, en su latido mantenido por el ser humano consciente, conforman y renuevan el discurso del universo. No unos personajes más o menos antropomórficos que van volando por ahí fuera, sino entidades vivas dentro de cada hombre y mujer, sólo que actualmente muy adormecidas; pero basta con nombrarlas, y despiertan. En adelante, se las invoca constantemente para ser lo que simbolizan. Y poder vivir así en la propia piel sus lances, raptos, luchas, pérdidas, amores, muertes y renacimientos. Con este rito permanente de instalación en el tiempo mítico el ser humano mantiene vivo el Cosmos y lo completa.

En esta aventura se experimenta la certeza. Es el Intelecto divino el que va abriendo los pétalos de la conciencia. La razón humana es claramente insuficiente. La guía infalible de todo este proceso es la doctrina revelada, aquí en Occidente, por esa entidad numénica llamada Hermes o Mercurio. El alado mensajero, psicopompo y hermeneuta, curandero de cuerpos y almas y conductor del peregrino que se dirige al Paraíso o Ciudad Celeste. Las herramientas para el trabajo son las de la Ciencia Sagrada que este Programa sintetiza de forma magistral. El símbolo y el mito. Hay un plan ordenado, pero no rígido, que promueve el ascenso por la escala cósmica manifestada por el Arbol de la Vida cabalístico. Estudiar las artes de la palabra y del número. Los sonidos, las letras y los nombres, la aritmética, las formas geométricas planas y volumétricas tienen un sentido cualitativo y expresan ideas de gran poder. Y de ello nos da noticia el Programa Agartha.

Se trata de operar sin prisa pero sin pausa con la alquimia espiritual y practicar el verdadero arte, que siempre es un rito. Sortear muchos peligros, incluso perderse por momentos, pero seguir firmes el sutil sendero que asciende por las gradas invisibles de la conciencia. Apoyarnos en la auténtica ciencia. Y sobre todo, amar la sabiduría, que es la contemplación de lo divino.

Todo es aquí y ahora; hay que romper la idea de un tiempo lineal que progresa indefinidamente, y acompasarse al cíclico o circular, penetrando simultáneamente en el no tiempo o tiempo mítico sin devenir: el eterno presente. Atravesar el laberinto del alma inferior que en realidad es un dédalo; el hilo de Ariadna, o sea la doctrina, conduce inexorablemente al centro. Se alcanza el estado de Hombre Verdadero. Pero no hay que conformarse con lo conocido. Por encima, o más adentro del centro del estado humano, se desvela el mundo del alma superior. Queda mucho trayecto; desprenderse de todo lo que aún pueda decirse que es algo, por sutil o tenue que sea. Transitar por los estados supraindividuales y universales, que todavía están determinados. Dirigir todo el fuego interno a su conquista. Volar con el pensamiento a esas esferas interiores de la conciencia sin dejar de apoyar nunca los pies en el suelo. Remontar el eje diamantino del mundo. Meditar. Vivir toda la existencia como un símbolo en acción, lo que es ritmarse al dictado del compás cósmico. Encarnar toda esta comprensión en la vida cotidiana. Despertarse, comer, pasear, trabajar, dormir, amar, soñar, hablar, construir, transformar, escuchar, orar y estudiar, todo es un rito para vivificar el latido del corazón del mundo. A veces el viaje espiritual se realiza sin moverse del lugar, otras requiere emprender grandes travesías o peregrinajes. Pero, ¡atención!, lo que en un tramo del trayecto es un soporte, en el siguiente puede ser un gran escollo. No hay normas fijas, esto no es un sistema.

Conocer es recordar lo sabido desde siempre. Reminiscencia, anamnesis y mayéutica. El "mi", el "yo", "lo mío y lo tuyo" se borra en la conciencia del Sí mismo. Rupturas de nivel, saltos cualitativos de la conciencia. Velos cada vez más tenues. Concentrarse. Callar. Orar, que no es pedir o dar, acciones siempre duales, sino incantar y ser lo cantado. Escuchar la música de las esferas. Invocar a Kether en Atsiluth y a todos los intermediarios divinos: Hokhmah, Binah, Hesed, Gueburah, Tifereth, Netsah, Hod, Yesod y Malkhuth. Investigar las relaciones simpáticas entre los órdenes de la existencia. Practicar la Magia y la Teúrgia: atraer los efluvios celestes hacia la Tierra y promover su movimiento complementario, el ascenso a las esferas celestes. Asombrarse de la simplicidad y complejidad del Ser. La Vía Simbólica es inagotable, abre posibilidades de investigación ilimitadas y siempre aporta ganancias. El fruto es la Identidad, identificarse plenamente con el Ser y su Principio. No desfallecer ante las dificultades, dejarse fluir pero sin bajar la guardia. La Gracia se derrama cuando quiere y donde quiere, mas ello no exime al guerrero de la lucha mantenida. Se realizan las conquistas más altas y profundas. El Ser en sí mismo. El Estado de Unidad. Pero a cada paso se recuerda que la meta incluso lo trasciende; es la metafísica, la experiencia de lo Infinito, de lo que ya no está determinado ni condicionado por nada. ¡La inmortalidad liberadora! "Quien cruza el umbral guarda en silencio el Secreto de algo que se revela en su conciencia, pero que no se manifiesta de modo ordinario. Bienvenidos a la certeza y a los Grandes Misterios." (Programa Agartha, p. 476).

El amante de la Sabiduría que ha tenido la fortuna de nacer a la intelección de esta Introducción a la Ciencia Sagrada siempre trabaja solo, en su fuero interno, mansión utópica o ciudadela celeste. Pero en su magna andanza descubre que hay compañeros de viaje. Todos peregrinan hacia ese fin único que es posible experimentar en este instante. Se reconocen entre sí como los habitantes de Agartha, la ciudad mítica escondida en la caverna de la montaña, análoga al corazón humano, lugar de residencia del Principio. Un centro espiritual que en los tiempos crepusculares que vivimos ampara la doctrina y la protege del adversario, al mismo tiempo que se erige como foco de su transmisión a quien aún aspire a encarnarla con aplomo. De ahí el nombre de este Programa. Agartha es una edificación ideal, un mundo utópico que se alza más allá de las coordenadas espacio-temporales, lo cual no le quita ni un ápice de realidad. Como en todas las enseñanzas auténticas, en su seno o matriz se fecunda, genera, alumbra, nutre, desarrolla, mata y regenera a todos los iniciados que se entregan a la efectivización de ser todo lo que es, y que simultáneamente vivencian lo Infinito. Un ámbito en el que se pueden penetrar y explorar esos otros planos invisibles, intangibles, inasibles pero poblados de las ideas verdaderas que recrean al Cosmos. Los integrantes de esta utopía no tienen por qué reunirse físicamente, muchos de ellos no se conocen personalmente, ni tan siquiera pertenecen al mismo periodo del devenir temporal. Su punto de encuentro se "ubica" en el no tiempo, el eterno presente en el que todo es simultáneo y donde queda borrada cualquier traza de algo que pudiera decirse que es otro, ya que no hay otro sino el Uno revelándose (o conociéndose) a sí mismo a través de su despliegue jerárquico poblado de númenes, a saber, demonios, démones, ángeles, arcángeles, principados, virtudes, potestades, dominaciones, tronos, querubines y serafines; y en la posición central de todo el cortejo, el ser humano haciendo consciente toda esta circulación misteriosa.

Agartha no integra, por tanto, una comunidad humana que comparte un plano horizontal y que se religa por sentimientos, gustos, modas, afinidades o deseos, siempre efímeros y cambiantes, que tan pronto aglutinan como dividen, sino que constituye una entidad espiritual intemporal de gran vigor anclada en el eje vertical del mundo e imbuida del poder del Principio inafectado por cualquier contingencia. Un lazo indestructible la une, el Amor, la atracción que ese Principio ejerce sobre todos los órdenes de la manifestación. Esto hace de Agartha un castillo inexpugnable e inviolable, porque siendo su "rey" el Espíritu eterno, todos los moradores que se han fundido en su esencia comparten la certeza de su supremacía e inmortalidad. Los aliados de las fuerzas contrainiciáticas o de las energías infrahumanas son tan legos que aún confían dominar el mundo (¿qué mundo?) con su limitado y perentorio ímpetu. Tales entidades ocupan un ínfimo lugar en la escala cósmica, y desvinculadas como están del Principio, se vanaglorian y engríen, de tal manera que con la estrategia del engaño, la mentira y la parodia creen convertirse en las dueñas de toda la existencia, mientras que su poderío se limita a un ámbito muy estrecho y reducido, y lo único a lo que alcanzan es a sembrar momentáneamente el horror, las sombras y la desolación. ¡Las puertas del cielo siempre les estarán cerradas! Nunca contarán con las huestes celestiales como aliadas. Y perecerán, como todo lo que nace.

Los habitantes de Agartha conocen las fuerzas que atraviesan el Cosmos, saben su poder y alcance; han abandonado su ilusoria existencia individual para ritmarse al son de todas esas energías, e identifican con precisión las más inferiores o infrahumanas. El que mora en Agartha tiene la posibilidad de traspasar los límites de la vida y de la muerte, y de identificarse con lo Eterno. Sabe que el cielo y la tierra pasarán, que incluso el Ser es sólo un símbolo, pero que nada ni nadie puede acabar con lo que nunca ha comenzado ni finalizará.

En todas las tradiciones se han levantado arquitecturas del pensamiento como la representada ahora por el Programa Agartha, para expresar cuestiones tan fuera de lo común, milagrosas, las cuales encuentran en el lenguaje simbólico el único medio para transmitirse. Esas construcciones son equiparadas a la Utopía, género que a lo largo del tiempo se ha apoyado en diversos códigos para proyectar esos mundos y hacerlos accesibles a los seres humanos perspicaces. Desde la descripción de la mítica isla primordial, símbolo del Centro supremo del que han derivado todas las ramas tradicionales con sus centros espirituales secundarios, pasando por la interpretación de toda civilización como el reflejo sobre la tierra del orden celeste, así como la fundación de ciudades en las que hombres y mujeres viven inspirados por las gestas de los dioses ritualizando toda su existencia conforme al plan de la deidad, o el diseño de centros de enseñanza o academias en las que se enseña y aprehende la cosmogonía, etc., siempre ha habido paradigmas del misterioso despliegue del Ser; a todo ello debemos añadir el alzado de castillos, palacios, villas o casas, e incluso de cabañas, así como el trazado de jardines, parques, teatros o anfiteatros, estadios y recintos mágico-teúrgicos donde acontece la experiencia de lo extraordinario y se promueve el acceso a esa realidad otra. Pero no sólo consideramos como utopías esas sociedades ideales ubicadas en enclaves altamente significativos, con sus habitáculos, órganos de gobierno, códigos legislativos y jurídicos, planes educativos, formas de comportamiento y modos de ser sustentados en las energías arquetípicas, sino también los proyectos que revelan ese mismo plan meditado por la mente del gran Arquitecto a través de otros códigos más sintéticos como son el numérico y el de la palabra, ya sea oral o escrita. Al primer caso pertenecerían todos los tratados de aritmosofía y geometría grabados a lo largo de la historia por sabios matemáticos y geómetras, así como los de arquitectura, la confección de cuadrados mágicos y la práctica con todas estas herramientas. En cuanto a la palabra, figura en primer lugar la revelación de los abecedarios sagrados gracias a los cuales, combinando, relacionando, y estableciendo correspondencias analógicas se nombra todo lo que puede ser nombrado, modulándose discursos evocativos de todos esos mundos invisibles coexistentes en la Utopía; tal es el caso de todos los relatos mitológicos y los cuentos infantiles, fábulas y leyendas, así como el refranero popular. Aquí también debemos citar lo que representaron obras aparecidas en el seno de la Tradición Hermética como por ejemplo el Corpus Hermeticum, atribuido a Hermes Trismegisto, o La República de Platón junto con el resto de su obra, La Divina Comedia de Dante, Utopía de Tomás Moro, La Ciudad del Sol de Campanella, los Manifiestos Rosa-Cruz de Andreae, los Diálogos de Amor de León Hebreo, La Ciudad de las Damas de Cristina de Pizán, El sueño de Polífilo de Colonna, así como la poesía inspirada de todos los tiempos, empezando por los Himnos Orficos y los Homéricos, los Poemas Hesiódicos, etc. Además, también agregaremos lo transmitido mediante el arte de la iluminación, del dibujo, la pintura y el grabado gracias a la mano de diestros artistas y artesanos que han plasmado de este modo mundos increíbles, de una belleza arrebatadora o de un espanto aterrador; y las composiciones musicales, teatrales, cantos, coros, danzas e interpretaciones que combinan todas estas facetas y que remontan tanto al ejecutante como al espectador a una historia mítica donde conocedor y conocido se fusionan en el acto de conocer. ¡Ah, y todos esos viajes y exploraciones a parajes desconocidos o indómitos que sucediendo en el plano horizontal histórico eran reflejo del viaje iniciático vertical y del acceso a las comarcas y regiones secretas del alma!

El Programa Agartha se hace eco de estas indefinidas expresiones de lo prodigioso, las concatena e interrelaciona mágicamente, las rescata del olvido y las transmite imbuidas de una nueva savia, generando un tejido tridimensional que configura una nueva y revolucionaria Utopía, actual, y accesible al ser humano de este fin de ciclo cósmico. Un Programa para aprender a leer en el Libro de la Vida, deletreando primero con torpeza en sus páginas, leyendo después con soltura, hasta devenir el escriba que se suma a la representación inacabada del Cosmos, no de forma mimética, sino aportando toda la chispa de una obra encarnada, que late, respira, se contrae y expande al son de la vibración surgida del Origen-Fin y que es el plano de reflexión de la realidad desnuda de todo límite.

Agartha se deja encontrar por el que busca abandonando sus egos. Agartha acoge el reducto de la esencia de la Tradición Occidental. Custodia el Secreto. Expulsa el error y la ignorancia. Manifiesta lo que del Misterio puede ser revelado.


Sección Estudios Generales
Estudios Generales
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