SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis


MEDALLONES DE DAMAS HERMETICAS
MIREIA VALLS

A la Tradición, que nos concibe, gesta, alumbra, nutre, desarrolla y reabsorbe en su seno y a todos los hombres y mujeres que conscientemente la vivifican.

"Hijas de Mnemosine y del resonante Zeus, Musas Piérides, afamadas, gloriosas, muy gratas para los mortales que visitáis, multiformes, generadoras del irreprochable valor que supone toda instrucción. Nutridoras del alma, ordenadoras del pensamiento, soberanas conductoras de la mente vigorosa. Vosotras, que dísteis a conocer a los mortales los misterios rituales, Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania, juntamente con la madre Calíope, y la poderosa diosa Hagne. Mas, ea, venid, por favor, para vuestros iniciados, multicolores y castas, aportando una emulación gloriosa, deseada y por muchos celebrada."

Himnos Orficos. A las Musas.

La estancia.
En una estancia olvidada del mundo se esconde un tesoro de luz. No esperemos encontrar perlas, ni piedras preciosas, ni oro, ni plata, ni cualquier otro metal que precise de iluminación exterior para brillar. Como si de estrellas se tratara, las joyas de este tesoro oculto, alumbran con luz propia y expanden desde su seno rayos de Sabiduría. Advirtamos de antemano que el recinto no es de fácil acceso. Difícilmente franqueará su puerta el curioso superficial, el erudito sistemático, el científico racionalista, el fenoménico y prestidigitador, el charlatán embaucador, el defensor de parcialidades, el esteta posmoderno, el terrorista y violento, el tergiversador, manipulador e impostor, es decir, el profano que no reconoce y más bien niega la sacralidad del Universo; y si cualquiera de estas falsas identidades o espectros del mundo moderno traspasara el umbral, retornaría bien pronto sobre sus propios pasos, con una sombra de perplejidad en el rostro, sin haber comprendido apenas nada.

Sólo al limpio de corazón se le abrirá la puerta. Unicamente el adepto, es decir, el que ha recibido el don de la divinidad, accederá verdaderamente a la caverna y reconocerá el valor de las alhajas cubiertas por el polvo del descuido, de la amnesia o del rechazo. Desnudo, vacío de todo prejuicio y en estado virginal, podrá recibir entonces, si es el caso, un destello, una revelación, un despertar al mundo misterioso del símbolo y también un mapa de ruta que le proporcionará las claves para retornar a su verdadera patria, al Origen, a la residencia de la Inmortalidad. Porque las joyas a que nos referimos son eso, símbolos, intermediarios y vehículos portadores de ideas-fuerza, que reflejan auténticamente lo que expresan, y lo que expresan son realidades arquetípicas, modelos o tipos del Principio Supremo. Esta es la razón por la que, si a un nivel los símbolos revelan, en otro velan, y viceversa, mas siempre habrá un punto invisible que no será mencionado, por la propia naturaleza inviolable del Secreto, joya suprema del tesoro.

Libros inspirados, grabados enigmáticos, retratos intemporales, frases de poder, voces silenciadas cuyos ecos retumban contra las paredes del recipiente hermético. Nombres de mujeres acunadas y protegidas en el athanor que de pronto se descubren: Hypatia, Cristina de Pizán, Diótima, Luz, Sor Juana Inés de la Cruz, Asclepigenia, Sabina Stuart de Chevalier, Mut, Clea, María la Hebrea, Jeanne de Vivonne, Quefes, Téano, Mya, Hildegarda de Bingen, Lux, Sta. Teresa de Avila, Margarit y más hermanas escribas, muchas más cuyo legado se dejará sentir en la copa del corazón –receptáculo de la intuición intelectual– de todo aquél que se entregue sin reservas a esta aventura de búsqueda, rescate y reunión de lo disperso y simultáneamente a su difusión, para que la Verdad una y única brille en todo su esplendor. Damas gestadas en el seno de la Tradición Hermética, alumbradas por la Sabiduría Perenne y Universal que al manifestarse lo hace adoptando unas formas afines a la cinta del devenir cíclico, a la geografía donde se proyecta y a la naturaleza de los seres humanos a los que se transmite. Mujeres vinculadas a la cadena áurea de iniciados de esta rama de la Tradición Primordial, tocadas por la gracia del Espíritu y que con Inteligencia y Belleza han dejado una huella, por momentos profunda y reconocible, por otros sutil y más escondida, según fuesen las circunstancias contingentes, pero siempre "auténtica" por estar vertebrada entorno al eje que conecta permanentemente lo celeste con lo terrestre y por donde circula la influencia espiritual que posibilita la recuperación de la memoria del Sí mismo y de la Identidad Suprema. Seres extraordinarios por su naturaleza y cualidades, pero sobre todo, por la apertura a la "llamada interior" que les ha permitido recordar su verdadera esencia divina y universal, fuente de la Sabiduría e inspiración de todas sus obras. Sacerdotisas de los Misterios de la antigüedad, reinas y guerreras, poetas o adivinas, matemáticas, filósofas, escritoras o pintoras, astrónomas o alquimistas, así como también diestras artesanas de muchos oficios que se han tomado como soporte de Conocimiento, o bien simples amas de casa que han laborado silentemente. Diversas en funciones, misiones y producciones, pero por encima de todo, amantes al unísono del Conocimiento, obreras del Supremo Arte de conocerse a Sí mismo y consagradas sin reservas a la labor de divinización; arraigadas a su tiempo, mundo, condición, posición, usos y costumbres, pero simultáneamente desapegadas de lo efímero por el soplo del Espíritu que las eleva a las esferas celestes, a los estados de conciencia supraindividuales, preámbulo de la Libertad total. Heroínas –como héroe es también todo varón que se pregunta sinceramente quién es, de dónde viene y a dónde va– que se embarcan en un viaje espiritual, de índole totalmente intelectual, hacia el interior del Ser, para el cual están dispuestas a "dejar todo" y a atravesar, contra viento y marea, todos los embates del mundo intermediario del alma, hasta la llegada final al puerto inmutable del Espíritu.

Si unas se recluyen en templos, conventos, monasterios o talleres y otras lo hacen en bibliotecas o gabinetes de estudio de castillos y palacios, o simplemente se recogen junto a la chimenea de las viviendas, nada de ello es signo de aislamiento, sino que merced a sus magnos esfuerzos intelectuales y a lo concebido por la gracia en el silencio de la meditación e invocación, todas participan desde sus sitiales en una grandiosa labor de autoconocimiento y difusión: las hay que proclaman profundos discursos en las academias, museos, escuelas o hemiciclos; otras que legan el saber en templos o espacios a cubierto de las miradas profanas; no olvidemos tampoco a las que mercadean en medio de las plazas ofreciendo el fruto artesanal de su trabajo, o simplemente las que al calor del hogar transmiten oralmente los saberes ancestrales a sus hijos; pero eso sí, encarnando cada una el testimonio vivo de la herencia recibida y simultáneamente legándolo a su descendencia espiritual. Sus soportes rituales son los que ha usado la humanidad entera desde tiempos inmemoriales: la práctica del Arte y de la Ciencia Sagrada; por su intermedio se vehicula la enseñanza, ya sea a través de la palabra o por la escritura, con el soporte del módulo numérico, la música, el canto, el teatro, la danza o mediante la práctica de un oficio, de una tarea cotidiana, de un juego, o del ejercicio de las artes plásticas, gestuales y manuales.

Son reconocidas o repudiadas, veneradas por su saber o desprestigiadas, ensalzadas, asesinadas o simplemente ignoradas. Todo se da en la trama de la historia sagrada, esto es de las ideas, para vivificar el mensaje del "Uno sin segundo". La forma constituye sólo un apoyo, por momentos amable, por otros terrible, mas lo único que pervive es la conquista del Graal que contiene el Elixir de la Inmortalidad. Y quien conoce este secreto es el que ha realizado en sí todas las nupcias de los aparentes opuestos y complementarios, aquél que traspasando lo sexuado, reconoce el andrógino que nunca dejó de ser, es decir, el ser humano –sea hembra o varón–, que ha experimentado en y con la conciencia todas las transmutaciones del mundo intermediario del alma y finalmente se ha entregado a la transformación, liberándose de toda limitación, y fusionándose con el Misterio Infinito.

No podemos avanzar sin abrir los arcones que atesoran montañas de pequeñas estrellas, es decir, de millares de mujeres anónimas que han transitado por los senderos de la civilización occidental, nacida del mensaje revelado por el dios Hermes. Hay una historia popular no escrita en papel, pero sí grabada en el corazón de la cultura; un rastro sutil de seres que se han sumado desde su condición femenina y según sus cualidades y posición a la edificación de la concordia universal, labor que aunque silente e ignorada por la oficialidad ha sido y es del todo necesaria. A esta vida secreta, que es signo de la comprensión de la relatividad del ser particular respecto de la única realidad del Principio –hecho por el cual el ser humano de mentalidad tradicional otorga tan poca importancia a la individualidad–, queremos destinar ahora unas líneas. Dos son las funciones que a modo de piedras de fundamento de una civilización han desempeñado la inmensa mayoría de mujeres, sea cual fuere el puesto que ocuparan en el seno de dicha cultura: por un lado, el cuidado del hogar; del otro, la gestación y crianza de los hijos, aspectos ambos que por pura ignorancia han caído en el desprestigio y la mala interpretación desde hace ya unos siglos1, pero que en sí son totalmente simbólicos, trascendentes y susceptibles de numerosas correspondencias analógicas con los estados del Ser Universal. La plena vivencia consciente de estas tareas constituye un soporte ritual inestimable para la mujer de cualquier tiempo y condición que desee conocerse y trascender los límites de la individualidad; mas para ello es preciso disponer de unas claves para restituir su sentido real y liberador. La Tradición es quien otorga estas llaves, despertando en el ser que a ella se afilia una visión sagrada, según la cual todas las expresiones de la vida de un mundo, de una civilización, de una cultura, sociedad o individualidad son reflejo de la realidad de un Ser invisible, que paradójicamente es su origen y razón de ser. Es por la verdadera experiencia de lo que estamos diciendo que se irá operando la alquimia espiritual en el corazón de la adepta adscrita, al nivel que fuere, a una vía de Conocimiento.

La mujer es el centro y la copa de la cabaña, de la casa, de la granja, del monasterio, del convento, del castillo, del palacio o del templo y éste es su dominio. En él mantiene el orden y la armonía, alimenta y vivifica permanentemente su fuego2, organiza el espacio, distribuye las tareas en el tiempo, administra los bienes y regula la economía, vigila por el bienestar general de todos los que viven en su interior y realiza o encarga con destreza una serie de tareas muy diversas destinadas a cubrir las necesidades básicas de todos los suyos, como son la alimentación, la higiene, el vestuario y la salud. Cada tarea doméstica tiene un alto valor simbólico que ya tendremos oportunidad de investigar.

Otro gran soporte para la realización interior o espiritual de la mujer le viene dado por su propia naturaleza, por la sutil arquitectura de su organismo y las funciones que le son consubstanciales y exclusivas. Aún y los esfuerzos del ser humano actual por alterar el orden natural, la hembra es la única que alberga en su seno una cámara vacía, la matriz, apta para la fecundación y capaz de concebir, gestar y alumbrar un nuevo ser, el cual, una vez nacido, es nutrido por la propia leche de la madre. La maternidad y la crianza siempre ha tenido en toda civilización tradicional una gran carga simbólica y ha sido susceptible de numerosas correspondencias analógicas con el proceso de vida-muerte-regeneración inherente a la cosmogonía. Esta alquimia, unida al arte de la mayéutica aplicado por las comadronas, y a la transmisión de los primeros hábitos y saberes a la prole a través de los cuentos, leyendas, refranes, canciones, juegos, etc., era de desempeño exclusivo femenino, y todo ello –no por silencioso y con escasa repercusión en los libros de crónicas que se han tomado como referencia para explicar el desarrollo de una civilización–, reviste una importancia fundamental y trascendental. Cada nave tiene su patrón, el cual maneja una serie de recursos para realizar la travesía de las aguas y posibilitar así la arribada al puerto de destino. La mujer de espíritu tradicional, tomándose a sí misma –a su materia prima–, y ayudándose de los soportes cotidianos, puede aprender a deletrear en el gran libro de la Vida, después a leer y finalmente a escribir en él con letras invisibles. Muchas de estas féminas anónimas –gracias a una comprensión directa, a un acompasamiento y fusión con el misterio que se expresa en toda la manifestación y por tanto en sí mismas– han sido engarces inestimables de la cadena áurea y su callada misión ha contribuido y contribuye al mantenimiento del mundo. "A partir de aquí solo un paso nos separa de la experiencia de que todas las formas vivientes no son más que variaciones sobre un solo tema: de que todos nosotros no somos más que un solo ser que hace la misma cosa, aunque de todas las maneras posibles".3

Con alegría descubrimos que en la estancia de este recinto sagrado ya penden innumerables medallones de varones insignes4, de hombres que han sido y son el canto vivo de la enseñanza esotérica, interior y esencial; verdaderos sabios, maestros, hierofantes, magos y teúrgos de la Ciencia Sagrada y del Arte Real, a través de los cuales se ha ido transmitiendo de generación en generación la imperecedera Sabiduría divina, y al mismo tiempo, compañeros inseparables de las damas que ahora evocamos.

La gran matriz de la Tradición Hermética ha gestado en su seno niños alquímicos, seres andróginos o modelos arquetípicos del uno, que en su primer alumbramiento, esto es, al nacer al estado humano han adoptado una apariencia sexuada, macho o hembra; y si por el soplo del espíritu alguno ha oído el reclamo interior y ha despertado a la intuición de la senda que le restituirá su verdadera esencia no dual, será parido por segunda vez, emprendiendo entonces un extraordinario viaje con el Pensamiento, una alquimia espiritual hecha de constantes combinaciones de opuestos y complementarios que se transmutan y armonizan permanentemente en el justo equilibrio señalado por el fiel de la balanza cósmica, ascendiendo simultáneamente por la escala vertical del eje del mundo que culmina en la salida por la puerta estrecha, y el reposo absoluto de la Identidad Suprema. Tal es la vía de los Misterios pisada desde tiempos inmemoriales por los iluminados e iluminadas que tocados por la gracia abandonaron las raíces terrestres para volar por las esferas acuosas, aéreas e ígneas, hasta traspasar el último velo que da acceso a la región suprema de la Metafísica.

Todos los iniciados e iniciadas que se han lanzado con coraje, confianza y generosidad a la conquista y realización espiritual han laborado siempre al unísono, cooperando conscientemente en la edificación del "Santo Palacio" interior, sin que ninguna traza de disputa o competencia entre ellos enturbiara sus trabajos intelectuales; y si acaso la hubo, tal lucha no es más que el desequilibrio aparente de las partes que contribuye a la armonía del Todo. Los adeptos y adeptas leen todo en clave simbólica, secreta, y por doquier han reconocido su unión por el lazo indestructible del Amor. Voces matizadas de una misma melodía que por momentos cantan juntas, por otros se alternan, se solapan, se interrogan, se responden, se fusionan; tan pronto expanden las notas a viva voz como su canto se torna susurro, o bien despunta una voz cristalina sobre un suave rumor de fondo, componiendo todo ello un único verso que canta la partitura expresable de lo inexpresable.

Y si bien la huella del iniciado varón ha sido por momentos más luminosa, expansiva, activa o positiva (lo cual es afín a la naturaleza masculina), y la tarea de las mujeres ha tomado un matiz más receptivo, oscuro, pasivo y contractivo (que está en consonancia con el arquetipo femenino que ellas encarnan) nada de ello es signo de una dualidad insalvable, sino que se trata del reflejo de la complementariedad a un nivel, cuyo origen y resolución reside en la unidad, en cualquiera de los órdenes de la existencia en que ésta se manifieste. No negaremos que la difusión del mensaje tradicional encabezada por los hombres ha sido más visible e influyente exteriormente, e incluso que en algunas épocas de la historia resulta menos difícil seguir la pista de sus contribuciones, al saber de ellas a través de escritos, de documentos, libros, grabados, o bien por la proyección cultural, social y científica de sus labores, sobre todo cuanto más cerca nos situemos del momento presente, lo cual no obsta para que muchos de ellos hayan sido vilmente perseguidos y exterminados por difundir a los cuatro vientos las ideas emanadas de la Verdad. La negación e inversión de la doctrina tradicional por parte de la inmensa mayoría de la humanidad decadente de los tiempos finales de este ciclo cósmico es cada vez más acentuada y grotesca, al tiempo que los medios y esfuerzos movilizados para silenciarla han tomado un cariz más brutal y espantoso. Estas dificultades con las que han topado los adeptos masculinos, fruto de la ignorancia y negación generalizada respecto de la sacralidad del universo entero, también han sido padecidas por las damas iniciadas, pero a éstas se les añaden otros obstáculos de índole moral, costumbrista, social, psicológica, religiosa, etc., que han agravado su situación y las han relegado y hasta casi privado de la oportunidad de emprender el viaje espiritual. Las mujeres interesadas por el Conocimiento lo han tenido más crudo que sus compañeros, pero los testimonios que ahora rescatamos nos muestran que la posibilidad siempre ha estado y está abierta para quien busca con sinceridad de corazón, sea mujer o varón.

La Travesía

"Invoco a la joven desposada de Océano, la ojizarca Tetis, soberana de azulado peplo, que se mueve ágilmente entre las olas y choca en la tierra con brisas de agradable soplo, rompiendo grandes olas en la playa y en las rocas y manteniendo la calma con suaves y apacibles carreras. Gozosa con las naves, nutridora de animales por los caminos del mar; madre de Cipris y de las sombrías nubes y de toda clase de fuentes de las ninfas que abundan en los cursos de agua. Escúchame, venerada, socórrenos propicia, por favor, enviando, bienaventurada, un viento favorable a las naves de veloz carrera."

Himnos Orficos. Al Mar.

¡No es cualquier cosa cruzar el Atlántico, más bien se trata de una auténtica proeza y de un acto valeroso! Como sabe todo ser humano con una conciencia tradicional –que no tradicionalista–, la que por cierto es bien excepcional en los tiempos actuales, las bravas aguas de este océano engulleron en su día un continente entero, la mítica tierra de la Atlántida, y con ella sucumbió toda una civilización de la que Platón da debida cuenta en el diálogo inacabado titulado Critias y también en el Timeo. Pero como siempre sucede al fin de la vida de una cultura, de una humanidad o de un universo, la esencia de su ser más íntimo se conserva intacta hasta el punto de inflexión que marca el renacer de un nuevo mundo y se transfiere a los herederos del ciclo emergente, perpetuando la Verdad, y dando origen a una posibilidad virginal cuyo revestimiento formal es totalmente singular, único e irrepetible. Nos dicen los datos tradicionales que antes de su desaparición partieron desde la Atlántida dos corrientes migratorias, una de las cuales se dirigió hacia las tierras del Mediterráneo, llegando a los Celtas, Caldeos, y el antiguo Egipto y transmitiendo a los sabios y sacerdotes de estas civilizaciones todo su legado espiritual; otra rama se adentró en el continente americano, transfiriendo también ahí su herencia, que fue reabsorbida por las civilizaciones precolombinas.

La Tradición Hermética floreció en Kemi, la tierra negra, Egipto, y desde allí fue barriendo la cuenca del Mediterráneo en un sentido inverso a como lo hiciera anteriormente la mencionada corriente altlántide, civilizando con su paso a todos los pueblos y seres que habitaban las riberas de este mar, bajo la advocación del dios Thoth, Hermes, Lug, Mercurio o Idris, entidades todas ellas que revestidas de distintos nombres se refieren a la misma energía intermediaria, mensajera e instructora, es decir, al aspecto transmisor por excelencia de la deidad Una y única. En el seno de esta tradición, milagrosamente viva hasta hoy día, y columna vertebral invisible de la civilización occidental, es donde se gestaron, nacieron, maduraron y fructificaron todas las damas cuyos destellos de Sabiduría iremos vislumbrando.

Si libremente estamos dispuestos a emprender este recorrido mágico y sobrenatural, no tenemos más opción que la de embarcarnos, e impulsados por el aire del expir, atravesar con tesón y confianza las turbulentas aguas de la psiqué, de las que el mar o el océano son sólo un símbolo, cruzando entonces una geografía que de pronto deviene sagrada y significativa y, simultáneamente, visitando un tiempo otro, mítico, que nada tiene que ver con el lineal y cronológico y que nos permitirá instalarnos en el "instante" siempre presente, que roza la eternidad, para finalmente arribar al puerto donde anclar la nave, una región ignota, más allá del espacio y del tiempo, un estado de la conciencia que muchas de las damas que nombraremos han transitado, el del Origen del Ser, el cual restituye la conciencia de Unidad y Eternidad. El viaje del Pensamiento se completa al abandonar la nave y dar el salto hacia lo único real, donde todo es reabsorbido por lo Innombrable y donde ya no queda ni una sola traza de individualidad, ni tan siquiera de universalidad; ausencia total de determinación. Una respiración actualizada hará posible la aparición de una nueva escala por la que descender, para expresar –mientras se transite por el estado humano–, lo revelable del Misterio más absoluto.

Biografías
¿Qué interés podría revestir la exposición de una serie de anécdotas o acontecimientos cronológicos y lineales sobre la vida de un ser individual, o el análisis de su obra, o el exhaustivo estudio del momento histórico en el que vivió? En verdad, para la aventura en la que nos acabamos de embarcar, y si sólo nos quedásemos en una lectura rasante y lineal, bien poco. El punto de vista en el que nos ubicamos es el del Principio, cuya primera determinación es el Ser, con sus indefinidos y simultáneos estados, reflejos del Sí mismo en mundos jerárquicos. Y de lo que ahora señalaremos sobre las "biografías" de muchas de estas damas no nos interesan "los rasgos humanos y anecdóticos ni las valoraciones a que estos enfoques se prestan. Creemos que son importantes al ser simbólicas, es decir como reveladoras de determinadas pautas esotéricas, perfectamente asimilables –en cuanto son ejemplares– al hombre en general, por ser universales y no sujetas por eso al espacio y al tiempo sino de modo secundario. Tienen también otra función: la de ir preparando el camino para el conocimiento y la comprensión de otra historia, secreta para los que no son capaces de profundizar y establecer relaciones entre los símbolos y se sienten satisfechos con las cómodas e inverosímiles historias oficiales. La verdadera historia es otra cosa. Y los occidentales podemos leer en la nuestra como en una simbólica de ritmos y ciclos, una danza de cadencias y entrelazamientos, no casuales por cierto, y donde todos y cada uno de los hechos adquieren un significado en la armonía del conjunto, que se contempla bajo una lectura diferente, bañada por una nueva luz. Además, y esto es lo importante, esto es especialmente válido para ser aplicado a nuestra propia vida, a las anécdotas, aconteceres e historias relativas de nuestra existencia. Las cuales han de ser consideradas bajo un enfoque simbólico y nunca como un conjunto de posesiones personalizadas y exclusivas con las que nos identificamos"5.

En el centro de la estancia se proclama: "La Verdad os hará libres." Desde la inmutabilidad de este enclave viajaremos por todos los mundos en pos de tal divisa.

"Y ahora, cantad el linaje de mujeres, Musas Olímpicas de dulces palabras, hijas de Zeus, portador de la égida."

Hesíodo: Teogonía

 


Cristina de Pizán. El Camino del Largo Estudio 
El Mito de la primera mujer alquimista. María la Hebrea.

NOTAS
1 En cierto sentido es comprensible que en los últimos siglos no se hayan valorizado estas posibilidades de realización interior por parte de muchas féminas, sobre todo a partir del Renacimiento, momento en el que en occidente se corta el vínculo con el Principio de orden espiritual y la mujer experimenta una exclusión de su ser en el mundo, quedando relegada por la fuerza al hogar y sometida al dominio ignorante del varón. Es entonces cuando todas sus labores pierden aparentemente su función simbólica y, más que un soporte de realización interior, devienen una fuente de esclavitud e ignorancia. Otra cosa es el fenómeno al que asistimos actualmente, fruto si cabe de una incomprensión todavía más grande del ser humano contemporáneo, en el que la mujer irrumpe con fuerza en todos los ámbitos de la sociedad y asume el rol de la super-woman que se cree poder gobernar el mundo sin el concurso de su complementario.
2 Alimentar y velar por el fuego de la casa es coadyuvar a mantener viva la conciencia del Espíritu, fuente y origen de toda la existencia universal.
3 A. Watts. El Gran Mandala. Ed. Kairós. Barcelona, 1992, pág. 108.
4 En este sentido, recomendamos encarecidamente la lectura y estudio del libro Hermetismo y Masonería de Federico González (Ed. Kier, Buenos Aires, 2001) en el que figura una muy completa genealogía de la Escuela de Pitágoras y la Academia de Platón, así como también la referencia, apuntes biográficos, obras e influencia de muchos otros adeptos de la Tradición Hermética –desde sus orígenes míticos hasta la actualidad–, seres todos ellos conocedores del justo sentido de la individualidad humana como aquel estado del Ser desde el que se puede emprender el conocimiento del Sí mismo.
5 Federico González y colaboradores. Revista SYMBOLOS N° 25-26: "Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha". Barcelona 2003, pág. 115.
   

 
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