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![]() Frontispicio en el artículo de René Guénon: "Le Cœur rayonnant et le Cœur enflammé", Regnabit, abril 1925 |
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"Cantemos la luz que lleva por el camino del retorno Proclo, Himno a las musas.
La Obra de René Guénon es un símbolo de la función vehicular y transmisora de la que pueden ser capaces ciertos libros, providenciales hoy más que nunca, a causa del olvido generalizado de toda posibilidad trascendente en el que se halla inmerso el hombre de nuestros días. Las ideas universales allí reflejadas dan testimonio de un legado espiritual, arquetípico, atemporal y eterno, de origen "no humano", es decir del Conocimiento o Sabiduría universal que le es revelado al hombre por la Deidad, para que se reconozca a sí mismo en su verdadera identidad que es suprahumana, lo que sobrepasa cualquier visión generalizada que se tiene hoy del hombre y del mundo, ya que el fin último de este Conocimiento, como dice Guénon, es la metafísica, la que afirma y realiza la identidad profunda del conocer y del ser,1 herencia de todo hombre aunque no lo sepa y de la que todas las auténticas tradiciones o culturas tradicionales que han conformado pueblos y civilizaciones antiguas son depositarias. Herederas todas ellas de una Gran Tradición Primordial, fuente viva de la cual proceden. Y siendo la verdad Una y Única, ya que hay una unidad esencial en sus principios, estos son unánimes, no mutan, están más allá del tiempo y del espacio, lo que la hace ser siempre actual, vertical, simultánea y eterna, es decir, metafísica en esencia. Esta para expresarse lo hace con diferentes formas que no son más que aparentes y exteriores, y que obedecen a leyes cíclicas a las que se halla sujeta toda manifestación. Condiciones espacio temporales que ha ido atravesando la humanidad, pudiendo así manifestarse según su historia y geografía.2 Guénon nos habla de la doctrina tradicional,3 de la ciencia de los ciclos y de los ritmos cósmicos y de las diferentes aplicaciones a que da lugar, tanto en el hombre como en el universo ya que son análogos; las que nos posibilitan conectar todas las cosas con su primera y divina causa. Leyes universales, verdaderas ciencias exactas que permiten conocer lo que es el orden cósmico y nuestra ubicación con respecto a él, y de su concordancia al afirmar que esta humanidad atraviesa el final de la última fase del ciclo, llamado Kali-Yuga o Edad de Hierro, es decir la edad más oscura con respecto a su origen mítico y primordial.4 "Y si el tesoro de la sabiduría no humana, anterior a todas las edades, no puede perderse jamás, se rodea de velos cada vez más impenetrables, que lo disimulan a las miradas y bajo los cuales resulta extremadamente difícil de descubrir. Por esto es por lo que por todas partes se trata de algo que se ha perdido al menos en apariencia y en relación al mundo exterior y que deben reencontrar aquellos que aspiran al verdadero conocimiento".5 Y así como se dice que la Verdad brillaba con todo su esplendor en el origen o "estado edénico", que era como la montaña visible a todos, a consecuencia de la "caída"6 que aleja al hombre de su centro original, éste pierde esa conciencia de unidad, de inmortalidad, la visión central y unitaria que le permite la comunicación directa con el "Centro del mundo",7 análogo al centro de su ser que el corazón a su vez simboliza. Sede de la inteligencia, que no de la razón, "pues el corazón no está en relación con esta última sino más bien con la inteligencia trascendente, precisamente ignorada e incluso negada por el racionalismo".8 "La razón, en efecto, que no es sino una facultad de conocimiento mediato, es el modo propiamente humano de la inteligencia; la Intuición Intelectual puede llamarse supra-humana, puesto que es una participación directa de la inteligencia universal, la cual residente en el corazón, es decir, en el centro mismo del ser, allí donde está su punto de contacto con lo divino, penetra a ese ser desde el interior y lo ilumina con su irradiación".9 La transmisión de esta influencia espiritual, que se produce por la iniciación en los misterios, incluye la idea de sacrificio lo que supone una muerte y un renacer, y constituye un verdadero viaje interior: visión sagrada del hombre y del universo, que todos los pueblos de la antigüedad han reconocido y permanentemente revivificado y actualizado a través de sus símbolos, mitos y ritos, vehículos intermediarios que ponen al hombre en contacto con el misterio. Este mensaje esotérico, iniciático y metafísico, es decir completamente liberador, es el de la Tradición Unánime que ha sabido transmitir Guénon con tanta belleza y rigor intelectual a la vez, dando muestras de una maestría sin paliativos. Consciente de que la mayoría de los hombres que habitan esta sociedad llamada "moderna" en la que él nació, no reconocen este mensaje e incluso se atreven a negarlo o falsificarlo, se dirige a quienes son capaces de comprenderlo y encarnarlo. Su obra muestra la función y el valor que tiene el símbolo como soporte de este conocimiento "ya que se funda en las correspondencias y analogías que existen realmente en la naturaleza de las cosas", entre los diferentes órdenes de la realidad; es decir, es capaz de hacer de puente entre un mundo conocido y otro desconocido, y en la medida en que se logre traspasar las meras apariencias formales se puede ir penetrando su verdadero sentido, el que abre al hombre unas posibilidades de concepción verdaderamente ilimitadas las cuales el propio Guénon nunca pretendió agotar, pero sí en cambio les restituyó su auténtico sentido de alcance espiritual o intelectual. La lectura reiterada y concentrada de la obra de Guénon es capaz de promover un "despertar espiritual" en todos aquellos que son llamados a ello, es decir, los que son capaces de penetrar la apariencia formal del símbolo elevándose hasta su significado puramente intelectual, o lo que es lo mismo, los que puedan traspasar la "letra" para dar paso al "espíritu".10 Como explica Guénon en sus escritos, las verdades de orden metafísico son incomunicables por su propia naturaleza, no se trata de un conocimiento racional o discursivo sino sintético, directo, intuitivo, muy ligado a la concentración, a la contemplación activa, a la meditación creativa de todas estas "ideas eternas"; conocimiento en el que hay una identidad entre el sujeto y el objeto en el acto de conocer. Por ello es la Ciencia Sagrada la vía más adecuada para ir realizando este conocimiento a partir de un "modelo vivo" del que el hombre es el centro. En toda su obra da cuenta de un conocimiento magistral y universal de toda esta simbólica perenne y viva, de su poder transformador y regenerador capaz de procurar los medios o soportes necesarios para la recuperación o restauración del estado primordial y edénico, del Hombre Verdadero, que debe considerarse como una condición previa para la conquista de los estados superiores del ser. Para que esto pueda ser posible se debe procurar un estado de verdadera receptividad de corazón, mirada interior, o apertura a la Inteligencia Superior permitiendo así ser receptáculo adecuado a los efluvios celestes, ser fecundado por la "Gracia", o lo que es lo mismo construir el receptáculo para que se haga en él la Luz. Aspiración del ser hacia lo universal, identificación con los estados superiores, visión del corazón, interior, vertical y directa que despierta en el hombre la Intuición Intelectual, la que puede conducir hacia la identificación con el Ser Universal y con el fin último de este Conocimiento: el misterio de lo que No Es, el No-Ser. "Sólo el conocimiento disipa la ignorancia como la luz del sol disipa las tinieblas y es entonces cuando el 'Sí', el inmutable y eterno principio de todos los estados manifestados y no-manifestados, aparece en su suprema realidad".11 Y así como Guénon muestra en sus libros la unidad de pensamiento de las distintas Tradiciones rescatando el auténtico valor de todo un lenguaje simbólico cuyo verdadero sentido es análogo en todas ellas, en su obra hermética El esoterismo de Dante, da las claves para penetrar en la tradición que ha sido y es propia de Occidente, la llamada Tradición Hermética, y de la que Federico González, revivificador de esta tradición, dice: "El hombre es pues mediador, no sólo en su función central sino también como un pequeño demiurgo en una creación que ha existido siempre y que se encuentra permanentemente inacabada, viva, en constante metamorfosis y que él puede transformar ya que aparece como el punto o la unidad donde convergen todas las energías creacionales, coronando y dando sentido al plan divino al restablecer los contactos que revelan las analogías, pues el mundo sensible se refleja en el inteligible como el inteligible en el sensible. Todo ello gracias a una red donde el Amor es el protagonista y el matrimonio (Hieros Gamos) entre el Cielo y la Tierra una cópula perpetua. Lo que es equivalente en otro simbolismo a una cadena de iniciados (el hilo de Oro) que se transmite del Noûs a Poimandrés, de este a Hermes, de Hermes a Tat y de éste a todos los adeptos y teúrgos de la tradición Hermética".12 "¡Oh vosotros, los
que tenéis sano entendimiento! Desde el principio Guénon, refiriéndose a La Divina Comedia y traduciendo lo que Dante dice de la misma en este verso del Infierno, afirma "la existencia de un sentido oculto en esta obra de carácter doctrinario, cuyo significado exterior y aparente no es sino un velo que debe ser descubierto por aquellos que son capaces de captarlo".13 Del mismo modo en perfecto acuerdo con Dante señala que toda obra de carácter doctrinal o sagrado tiene cuatro niveles o grados de lectura. El cuarto nivel, el de orden superior y más profundo "es el propiamente iniciático, metafísico en esencia y con el cual se relacionan múltiples datos que sin ser todos de un orden de pura metafísica, sí presentan un carácter parejamente esotérico".14 Este sentido es el que permanece oculto a las miradas "profanas", es decir a todos aquellos que no hayan sido iniciados en los misterios, en el Arte Supremo de conocerse a sí mismo, aquél que permite conocer las posibilidades ilimitadas del Ser total que están implícitas en uno mismo. Este arte es el objetivo principal de todo simbolismo. Guénon utiliza como "punto de apoyo" para su estudio a algunos de los múltiples comentaristas de La Divina Comedia y especialmente a aquellos pocos que de alguna manera entrevieron en ella un carácter esotérico, pero que debido a "los prejuicios que los acosan sin remedio", tal como dice Guénon, y dado el alcance iniciático de la misma que por supuesto no tuvieron en cuenta, cometieron graves errores de apreciación en cuanto a su verdadera naturaleza, no pudiendo sobrepasar el aspecto ritualista, formal, o exterior que oculta la verdad es decir el sentido profundo a quienes no son capaces de superar las formas, ya que si no se posee un conocimiento directo o "técnico" de los asuntos de que trata, es decir, iniciático, no puede ser desvelada, pues "si éste no se conoce los demás sentidos no pueden ser captados más que parcialmente porque es una suerte de principio ordenador sobre el cual se coordinan y unifican la multiplicidad de todos ellos".15 Esto nos lleva a resaltar aquellas palabras que Guénon deja dichas en otro libro complementario de este, El esoterismo cristiano: "Parece que ha llegado el momento en que se descubrirá finalmente el verdadero sentido de la obra de Dante; si las interpretaciones de Rossetti y de Aroux no fueron tomadas en serio en su época, no era sin duda porque los espíritus estuvieran menos preparados que hoy en día, sino porque estaba previsto que el secreto tenía que ser guardado durante seis siglos (el Naros caldeo)".16 El tiempo al que Guénon se refiere coincide perfectamente con los seis siglos transcurridos entre el término de La Divina Comedia (1321) que es además el mismo año en el que Dante muere y la aparición del Esoterismo de Dante (1925), siendo el propio Guénon quien desvela este cuarto sentido, oculto hasta ese preciso momento. Todo este punto de vista iniciático y metafísico es fundamental, eje de todo Conocimiento, ya que parte de los principios esenciales, inmutables y eternos de toda doctrina tradicional. Son las Causas universales, las que gobiernan tanto al hombre como al Universo entero. Se comprenderá por tanto que la desvinculación y el desconocimiento de los mismos, propia del mundo moderno, el cual es una verdadera anomalía como dice Guénon, es lo que ha provocado todas las confusiones y desviaciones que se han ido sucediendo a lo largo de la historia de Occidente, especialmente desde la destrucción de la Orden del Temple en 1314, la cual fue acusada falsamente de herejía ya que ésta fue "tomada como pretexto por un poder político para arruinar a adversarios que estimaban tanto más temibles cuanto más difícil era obtener el mismo fin mediante medios ordinarios".17 A continuación destacamos algunos de los temas más significativos de El Esoterismo de Dante, obra de Guénon clave para la comprensión del esoterismo de Occidente y de su corazón, la Tradición Hermética. Lo esotérico
y lo exotérico El aspecto exotérico, por tanto, es el exterior y aparente, el punto de vista literal o particular, temporal y mutable, su manifestación sensible y que por tanto está al alcance de todos. Es la forma visible que toma una doctrina para manifestarse al mundo de los sentidos, y que varía según el nivel o grado de la realidad en que se expresa. Es la imagen, lo que sugiere la Idea antes que expresarla para aquellos que no pueden traspasarla. Lo esotérico y lo exotérico son las dos caras de una misma doctrina o realidad de las que Guénon dice "no pueden oponerse ni destruirse en caso alguno, aunque sí complementarse y armonizarse como las partes de una misma totalidad, como los elementos constitutivos que finalmente se integran en una síntesis única".19 Guénon señala que durante todo el periodo medieval existieron organizaciones cuyo carácter era iniciático y no religioso. "El esoterismo es verdaderamente, en relación al exoterismo religioso, lo que el espíritu es en relación al cuerpo, si bien que, cuando una religión ha perdido todo punto de contacto con el esoterismo, no queda allí más que 'letra muerta' y formalismo incomprendido, porque lo que la vivificaba era la comunicación efectiva con el centro espiritual del mundo, y ésta solo puede ser establecida y mantenida conscientemente por el esoterismo y por la presencia de una organización iniciática, regular y verdadera".20 Todo esto es lo que no podían captar los comentaristas de la Obra de Dante y por ello se atrevieron a llamarlo hereje, lo cual demuestra que lo interpretaban todo desde un punto de vista exterior. Como dice Guénon "el esoterismo cabal debe situarse por tanto más allá de las oposiciones que se afirman en los movimientos exteriores que convulsionan el mundo profano".21 Hermetismo Tal como explica Guénon en El Esoterismo de Dante, durante toda la Edad Media existió una tradición iniciática de características puramente occidentales, la Tradición Hermética, que pudo recoger y sintetizar en su seno toda esta simbólica esotérica y universal, propia de Occidente y que ha estado presente en sus símbolos, ritos y mitos. "La palabra hermetismo indica que se trata de una tradición de origen egipcio, revestida después con una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la Edad Media, al mundo islámico y al cristiano (...) la doctrina así designada es relacionada con Hermes, en tanto que éste era considerado por los griegos como idéntico al Thot egipcio.".23 Es el propio Hermes en su función de mensajero e intérprete divino el que se revela y guía al hombre en su viaje iniciático, médico de cuerpos y almas y como intermediario entre el cielo y la tierra, es por tanto arquetipo del hombre; sus enseñanzas conforman un corpus luminoso que puede conducir "aquí y ahora" a la recuperación del estado de Hombre Verdadero, lo que posibilita la identificación con el Ser, soporte de la metafísica; conocimientos que han iluminado en este período final del ciclo a todos los pueblos que conforman la historia sagrada de Occidente. Es interesante destacar que los romanos llamaron a esta deidad Mercurio y que a Cristo se le asocia con el Mercurio solar. En el medioevo esta tradición, nos dice Guénon, estaba íntimamente relacionada con el desarrollo de las Ordenes de Caballería principalmente con la Orden del Temple, los verdaderos depositarios del esoterismo cristiano, cuya fundación estaba ligada a la gesta de las cruzadas, donde se practicaban activos intercambios intelectuales entre Oriente y Occidente; también que era su propio esoterismo hermético el que les permitía entablar estas relaciones con los orientales en el ámbito iniciático, especialmente con aquéllas que guardaban en sus doctrinas formas muy similares, como el sufismo representado por Mohydin Ibn Arabi, en cuya obra, El viaje nocturno de Mahoma, Dante también se inspiró, aunque como dice Guénon "estas semejanzas no demuestran otra cosa más que la unidad de la doctrina contenida en todas las tradiciones; y nada hay para sorprenderse en el hecho de hallar múltiples expresiones de las mismas verdades, aunque sea preciso saberlo previamente para no asombrarse de que son verdades y no ficciones de mayor o menor arbitrariedad".24 "Después de la destrucción de la Orden del Temple en 1314 estos conocimientos fueron heredados o cobijados por la asociación de la Fede Santa y de los Fieles de Amor y por esa Massenie du Saint Graal".25 La tradición hermética al ser iniciática y no religiosa, ha podido adaptarse a cualquier tiempo y lugar permitiendo a sus iniciados no sólo participar de los ritos exteriores propios del lugar donde se encontraran, sino que además, en el terreno iniciático, gracias a esta amplitud que la hace tan universal, han podido enriquecerse de todas las diversas tradiciones con las que ésta se ha entrelazado, ayudándoles a realizar a través de toda esta simbólica luminosa y viva verdaderas síntesis de conocimiento que permiten su realización. Dante elige a Virgilio como guía espiritual, el que le infunde la luz. Se lo encuentra cuando está perdido en el bosque buscando la rama misteriosa; se dice que hay que perderse para poder encontrarse. Acompañado del poeta romano recorrerá los dos primeros mundos; primero en su peligroso descenso a los Infiernos, asimilado a la ignorancia y a los estados inferiores del ser, y posteriormente en su ascenso por el Purgatorio, travesía que equivale a las pruebas iniciáticas. Esta elección supone el reconocimiento en el propio Virgilio nacido también en Italia, de la tradición greco-latina, herencia de sus ancestros, lo que permite comprender que Dante identifica en esta elección "el hilo de oro", la cadena de iniciados ligados a la tradición unánime por los misterios de la iniciación. Guénon nos dice que escoge a Virgilio, principalmente por el recuerdo del canto VI de la Eneida y también porque "esta elección significa además el reconocimiento de un saber iniciático incuestionable en Virgilio ya que no expresa sólo una ficción poética."26 En este canto se relata el descenso del héroe troyano al inframundo, guiado por la Sibila de Cumas. Guénon señala también, refiriéndose a Virgilio, que en lo que hace a esta cuestión "tuvo predecesores entre los griegos y cabe recordar el viaje de Ulises al país de los cimerios así como el descenso del Orfeo a los Infiernos (...) La verdad es que existe una relación más estrecha con los misterios de la antigüedad, y que estos diversos relatos poéticos o legendarios no son sino traducciones de la misma realidad; la Rama de Oro que Eneas, conducido por la Sibila, va a coger en el bosque, ese mismo bosque selva selvaggia donde Dante sitúa también el principio de su poema, es la rama que llevaban los iniciados de Eleusis y que aún recuerda la Acacia de la masonería moderna, 'prenda de resurrección y de inmortalidad'".27 Masonería Ya desde el principio de su estudio, Guénon indica una serie de correspondencias entre algunos de los nombres simbólicos asociados directamente con la doctrina esotérica tanto del Temple como de la Fede Santa, organización iniciática a la que Dante pertenecía, así como también de la Fraternidad Rosacruz, y su vinculación con la propia Masonería, perdurando todavía hoy impresos en diversos grados iniciáticos. Se trata, por ejemplo, del término "Kadosh", palabra hebrea que significa "santo" o "consagrado", y título que ostentaban los dignatarios de la Fede Santa el cual se ha conservado en la Masonería, incluso en el presente, en sus altos grados. También del "Santo Imperio" dice que tiene una significación simbólica y observa que a los miembros de los Consejos Supremos de la Masonería escocesa actual se les califica como dignatarios del "Santo Imperio". En el mismo capítulo y haciendo referencia a los cielos de Dante como cabales "jerarquías espirituales", relaciona a estos siete primeros cielos con las siete Artes liberales, de las que hablaremos más adelante, las que figuran dice, en los siete peldaños del banzo de izquierda de la Escala de Kadosh, haciendo corresponder a esta escala misteriosa con el grado 30º de la Masonería escocesa. En el capítulo siguiente, "Aproximaciones y similitudes masónicas y herméticas", acerca del grado de Príncipe de Mercy o Escocés Trinitario, que es el número veintiséis del rito escocés, se expresa así: "el grado en cuestión, como casi todos los que se vinculan con la misma serie, presenta una significación netamente hermética; y conviene señalar en particular con respecto a este punto, la conexión de todo el hermetismo con casi todas las órdenes de caballería. No se trata por cierto de analizar o indagar en este estudio acerca del origen histórico de los más altos grados del Escocismo, ni de discutir acerca de una teoría muy controvertida que se resuelve por la descendencia templaria. Pero no es menos cierto que existió una filiación real y directa o bien una simple reconstitución; así lo demuestra la mayoría de esos grados, y también algunos de los que se presentan en otros ritos, cuando aparecen como los vestigios de una organización que otrora fuera independiente y, muy en particular, de esas antiguas órdenes de caballería...".29 Y más adelante añade "incluso Ordenes fundadas más tarde, y que nunca mantuvieron relaciones con Oriente, estuvieron asimismo provistas de un simbolismo hermético; así la Orden del Toison d'Or, cuyo nombre es una alusión tan clara como posible a ese simbolismo".30 Respecto a la identificación de las figuras simbólicas descritas por Dante para cada uno de los cielos, Guénon aclara que se corresponden con categorías astrológicas y por ello se refiere a ellos de este modo: "la cruz en el cielo de Marte, el águila en el cielo de Júpiter, la escala en el de Saturno. Sin duda, es posible comparar esta cruz con aquella que, después de haber sido el signo distintivo de las Ordenes de caballería, sirve aún como emblema de varios grados de la masonería; y, si se la ubica en la esfera de Marte, ¿no es acaso una alusión al carácter militar de esas Ordenes, su aparente razón de ser, y el papel que desempeñaron exteriormente en las expediciones bélicas de las Cruzadas?".31 Más adelante Guénon, en relación al simbolismo que se halla en los cantos XXIV y XXV del Paraíso, señala que: "en los capítulos de Rosa Cruz (grado 18º escocés), los nombres de las tres virtudes teologales están respectivamente asociados a los tres términos de la divisa 'Libertad, Igualdad, Fraternidad'; también podría vinculárselos con lo que se denomina los tres principales pilares del Templo en los grados simbólicos: 'Sabiduría, Fuerza, Belleza'. Con estas tres mismas virtudes, Dante establece la correspondencia de San Pedro, Santiago y San Juan, los tres apóstoles que asistieron a la Transfiguración".32 En el capítulo dedicado a los ciclos cósmicos explica que "el poeta cumple su viaje a través del mundo durante la semana santa; es decir en el momento del año litúrgico que corresponde al equinoccio de primavera (.). Por otro lado en los capítulos masónicos de los Rosacruces, la conmemoración de la Cena se celebra el jueves santo y la vuelta al trabajo se cumple simbólicamente el viernes a las tres horas de la tarde; es decir, el día y la hora de la muerte de Cristo".33 También vuelve a mencionar a la Masonería cuando dice que los vínculos de la masonería moderna con las organizaciones anteriores son extremadamente complejos ya que los medios de transmisión de todas las doctrinas esotéricas y sus filiaciones fueron verdaderamente secretos; sin embargo, ya nos había señalado que "aunque el fondo de las doctrinas es siempre el mismo y sus modos de expresión muy similares, para descubrir su vínculo efectivo habría que remontarse mucho más allá de lo que la historia permite hacer".34 Para expresar de una manera sintética la visión que Guénon plasma en sus obras y en particular en El Esoterismo de Dante acerca del Hermetismo y la Masonería y sus vínculos mutuos, difícilmente podría hacerse mejor que con estas palabras de Federico González: "Por lo que Hermes y el Hermetismo son una referencia habitual en la Masonería, como lo es también Pitágoras y la geometría. Por otra parte ambas corrientes históricas de pensamiento derivan a través de Grecia, Roma y Alejandría, del Egipto más remoto, y por su intermedio de la Atlántida y la Hiperbórea, como en última instancia acontece con toda Organización Iniciática, capaz de religar al hombre con su origen. Y va de suyo que esta impresionante genealogía en la cual están comprendidos los dioses, los sabios, y los reyes tanto de Tiro e Israel, como los de Escocia (la realeza no desdeñaba la construcción y el rey era un maestro operativo más), conforma un ámbito sagrado, un espacio interior construido de silencio, lugar donde se efectivizan todas las virtualidades y así puede reflejarse el Ser Universal de modo especular. La Logia masónica, ya se sabe, es una imagen visible de la Logia Invisible, como el Logos es el despliegue de la Triunidad de los Principios".35 |
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NOTAS | |
1 | "Sólo el conocimiento permite salir de este mundo y de las limitaciones que le son inherentes y, cuando alcanza lo inmutable, que es el caso del conocimiento principial o metafísico, conocimiento por excelencia, él mismo posee la inmutabilidad, porque todo conocimiento verdadero es esencialmente identificación con su objeto". René Guénon, La crisis del mundo moderno, cap. III: "Conocimiento y acción". Ed. Obelisco, Barcelona 1982. |
2 | "En razón de la filiación directa por la cual todas las tradiciones regulares se religan en definitiva a la tradición primordial, puede decirse que son, en relación a ésta, como otros tantos retoños nacidos de un árbol único, aquel mismo que simboliza el 'Eje del Mundo', situado en el centro del 'Paraíso terrestre', como es el caso de las leyendas de la Edad Media donde se trata de diversos árboles nacidos del 'Árbol de la Vida'". R. Guénon, "Parole Perdue et Mots Substitués" incluido en Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. II, Editions Traditionnelles, París 1986. |
3 | "Entendiendo aquí por doctrina a un corpus de enseñanza, esotérica, iniciática, que debe ser reconocido para identificarse con el centro". René Guénon, La crisis del mundo moderno. |
4 | "La teoría de las cuatro edades de la humanidad se hace presente a la vez en la antigüedad greco-romana, en los pueblos hindúes y en los de América Central." René Guénon, ibid. |
5 | René Guénon, La crisis del mundo moderno, I: "La Edad Sombría". |
6 | "En el momento mismo de la caída Adán adquiere 'el conocimiento del bien y del mal' (Génesis, III, 22) es decir, comienza a considerar todas las cosas según el aspecto de la dualidad; la naturaleza dual del 'Árbol de la Ciencia' se le aparece cuando se encuentra expulsado del lugar de la unidad primera, a la cual corresponde el 'Árbol de Vida'. Como quiera que fuere, lo cierto es que, si la dualidad existe efectivamente en el ser, no puede ser sino desde un punto de vista contingente y relativo; situándose desde otro punto de vista, más profundo y esencial, o encarando al ser en el estado que corresponde a tal punto de vista, la unidad de ese ser debe encontrarse restaurada". René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. LXX: "Corazón y cerebro". Eudeba, Buenos Aires. |
7 |
"El Centro es, ante todo, el origen, el punto de partida de todas las cosas; es el punto principial, sin forma ni dimensiones, por lo tanto indivisible y, por consiguiente, la única imagen que pueda darse de La Unidad Primordial. De él, por su irradiación son producidas todas las cosas, así como la Unidad produce todos los números sin que por ello su esencia quede modificada o afectada en manera alguna". René Guénon, ibid., cap. VIII: "La idea de Centro en las Tradiciones Antiguas". "El centro es el 'lugar' que corresponde propiamente al 'estado primordial', y además el centro y el polo son en el fondo una sola y misma cosa, pues en esto se trata siempre del punto único que permanece fijo e invariable en todas las revoluciones de la 'rueda del devenir'." René Guénon, La Gran Tríada, cap. XXV: "La Ciudad de los Sauces". Ed. Obelisco, Barcelona 1986. |
8 | René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. LXIX: "El corazón irradiante y el corazón en llamas". |
9 | René Guénon, ibid., cap. LXX: "Corazón y cerebro". |
10 | René Guénon, Introducción General al estudio de las doctrinas Hindúes, 2ª parte, cap. VII: "Simbolismo y antropomorfismo". Eds. CS, Buenos Aires 1991. |
11 | René Guénon, La metafísica oriental. Ed. Olañeta, Palma de Mallorca 1984. |
12 | Federico González, Hermetismo y Masonería, cap. I: "Los Libros Herméticos", pág. 25. Kier, Buenos Aires 2001. |
13 | René Guénon, El Esoterismo de Dante, cap. I: "El sentido aparente y el sentido oculto", pág. 7. Dédalo, Buenos Aires 1985. |
14 | ibid. pág. 9. |
15 | ibid, pág. 62. |
16 | René Guénon, Esoterismo Cristiano, cap. IV: "El lenguaje secreto de Dante y de 'Los Fieles de Amor'", p. 62. Ed. Obelisco, Buenos Aires 1993. |
17 | René Guénon, El Esoterismo de Dante, cap. I: "El sentido aparente y el sentido oculto", pág. 13-14. |
18 | ibid. pág. 10. |
19 | ibid. pág. 8. |
20 | René Guénon, Apreciaciones sobre la Iniciación, cap. XI: "Organizaciones iniciáticas y sectas religiosas", p. 114. CS, Buenos Aires 1993. |
21 | René Guénon, El Esoterismo de Dante, cap. III: "Aproximaciones y similitudes masónicas y herméticas", pág. 37. |
22 | C.E.S.,
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23 | René Guénon, Apreciaciones sobre la iniciación, cap. XLI: "Algunas consideraciones sobre el hermetismo", pág. 396. |
24 | René Guénon, El Esoterismo de Dante, cap. V: "Viajes extra-terrestres en diferentes tradiciones", pág. 68. |
25 | ibid., cap. IV: "Dante y el rosacrucismo", pág. 55. |
26 | ibid., cap. V ya citado, pág. 59. |
27 | ibid., pág. 60. |
28 | Francisco
Ariza, ![]() |
29 | René Guénon, ibid., cap. III: "Aproximaciones y similitudes masónicas y herméticas", pág. 30. |
30 | ibid., pág. 32. |
31 | ibid., pág. 34. |
32 | ibid., pág. 41 (nota 34). |
33 | ibid., cap. VIII: "Los ciclos cósmicos", pág. 95. |
34 | ibid., cap. III: "Aproximaciones y similitudes masónicas y herméticas", pág. 25. |
35 | Federico
González, Hermetismo y Masonería, cap. II: ![]() |
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