DE UN 'DOCUMENTO CONFIDENCIAL INEDITO' (y de las 'aporías' de su 'autor')
ANTONELLO BALESTRIERI
V

En el último trabajo público de Jean Reyor que se conozca,13 un escrito que en definitiva resulta a su vez equívoco por más de una razón, pero sobre todo por las dudas sutiles que plantea en el lector acerca de aquellas que se quieren presentar como las "fuentes" exteriores y por así decir "literarias" de Guénon, viene citado, a modo de cierre positivo para un texto que debía ser totalmente redactado en homenaje a R. Guénon, el siguiente testimonio proveniente, según el mismo Reyor, "de un hombre que sin duda fue uno de los mejores conocedores [de la obra de René Guénon] y de ciertas doctrinas orientales"14 

"A manera de conclusión, insistiremos aún sobre la extraordinaria potencia de sugestión, incesantemente creciente, del poder de mentira que dominará enteramente el mundo exterior antes del fin del ciclo. Sabemos [y sería interesante preguntar –si fuera posible hacerlo– a Jean Reyor de cuáles 'fuentes' él haría provenir la atendibilidad de tal afirmación] que llegará un momento en que cada uno, completamente solo, privado de todo contacto material que pueda ayudarlo en su resistencia interior, deberá encontrar en sí mismo –y sólo en sí mismo– el medio para adherir firmemente, en el centro de su existencia, al Señor de toda verdad. No se trata de una imagen literaria, sino de la descripción de un estado de cosas que quizá no esté muy lejos de sobrevenir. Pueda cada uno prepararse y armarse de una rectitud interior suficiente para que todas las potencias de la ilusión y de la corrupción sean incapaces de desviarlo. Nada mejor que la obra de Guénon para facilitar a los occidentales esta preparación" [cursiva de Jean Reyor]. 

Si este lacónico y sin embargo espléndido reconocimiento del valor intrínseco de las doctrinas contenidas en la obra de René Guénon y de la claridad con la que fueron expuestas, corresponde perfectamente a lo que nosotros mismos pensamos de ella, debemos aquí amargamente destacar que, por el contrario, el "Documento" que estamos terminando de examinar, se inserta, y con no poca fuerza, entre los soportes de aquel "poder de mentira que dominará enteramente el mundo exterior antes del fin del ciclo" del cual es cuestión en este párrafo; y esto, sobre todo por el "tono" desviador que en el mismo se confiere a las ideas y los acontecimientos abordados. 

Prueba ulterior de lo que decimos son las afirmaciones con las cuales el "autor" concluye el "Documento", afirmaciones que, a nuestro modo de ver, constituyen además el verdadero "móvil" y la clave del mismo, ya que –como hemos visto en las palabras mismas de Guénon– "el hombre no puede jamás actuar sin un motivo, por legítimo o ilegítimo que sea";15 por eso también nosotros terminaremos dedicando algunas consideraciones sobre las mismas, indicándolas con los números [1] [2] y [3]. Las afirmaciones de que hablamos son las siguientes: 

"En las páginas que preceden he podido dar la impresión de una actitud sobre todo crítica hacia Guénon.16 No querría que subsistiese la sombra de un malentendido al respecto. Luego de alrededor de cuarenta años de familiaridad con su obra, todavía me parece única, insustituible y, de hecho, indispensable para un hombre de hoy deseoso de conocimiento. Mi acuerdo es total con la obra doctrinal no sólo en el orden metafísico, sino [también] en el orden cosmológico y en el de las técnicas iniciáticas.17 Los únicos puntos de desacuerdo –y seguramente graves– se refieren [1] a lo que, en su obra, toca al estado actual del Cristianismo. Ya me he explicado suficientemente sobre ello públicamente como para dispensarme de insistir nuevamente aquí. 

En cambio, [2] me parece seguro que el hombre, cuando buscó resultados prácticos18 para su obra, se equivocó gravemente sobre los medios19 y sobre los hombres20 [...] Me parece inútil insistir sobre sus errores concernientes a los hombres cuya actividad ha fomentado y 'cubierto'. Estimo pues [?] que nadie puede prevalerse de una autoridad cualquiera por el solo hecho de haber disfrutado, aunque fuera hasta la muerte de Guénon, de la confianza de este último, de haber sido escogido, aprobado y reconocido por él para el ejercicio de tal o cual función. 

[3] Un defecto bastante común a los 'guénonianos' y en contra del cual quisiera poner en guardia, es la tendencia a creerse los 'últimos de los Mohicanos',21 a considerar que en el mundo, o en todo caso en el mundo occidental, ya no hay nada de tradicional salvo tal o cual grupo, o por lo menos salvo los grupos formados directa o indirectamente bajo la inspiración de Guénon. Se trata de una actitud ridícula, que ha contribuido no poco a menoscabar la influencia de su obra. Se puede estar seguro de que a despecho del desorden generalizado y de la degeneración de las religiones y las iniciaciones, sigue habiendo tanto taoístas como hindúes, musulmanes, cabalistas, esoteristas cristianos religiosos o laicos [el 'autor' entiende evidentemente por esto pertenecientes o no al clero], y hasta masones 'auténticos' que no han tenido ninguna relación directa con Guénon" [todas las cursivas son nuestras]. 

Sobre el punto [1] esta "Rivista" ya se ha expresado también "públicamente", reproduciendo en el nº 70 (enero - junio 1990) la traducción de los dos artículos de F. M. que confutaban las tesis de Hugonin/Dessaint-Emor/Reyor (M. Clavelle) contenidas en los dos estudios "Orient et Occident 1958" y "Pour qui sonne le glas?", publicados respectivamente por "Le Symbolisme" y por "Etudes Traditionnelles" de los años 1958 y 1959. Por lo tanto, tampoco nosotros volveremos sobre esta cuestión, recordando solamente que la correspondiente "diatriba ideológica" costó en su momento a Jean Reyor, la posición de director de la revista "Etudes Traditionnelles".22 

Sobre el punto [2] lo que pensamos, dicho en palabras muy simples y generales, es esto: alguien que haya concebido y redactado un trabajo como El Simbolismo de la Cruz (para citar uno solo de los 27 estudios de los cuales se compone actualmente la obra de René Guénon) seguramente puede escribir con toda consideración este pasaje: 

"[…] el 'hombre moderno' realmente no es apto para recibir una iniciación o por lo menos para alcanzar la iniciación efectiva; pero debemos agregar que de todos modos existen excepciones, y esto porque –a pesar de todo– todavía hay, incluso en Occidente, hombres que, en razón de su 'constitución interior', no son hombres modernos, que son capaces de comprender lo que es esencialmente la tradición, y que no aceptan considerar el error profano como un 'hecho consumado'; es exclusivamente a estos últimos que hemos siempre entendido dirigirnos" (de un manuscrito de René Guénon reproducido en La vie simple de René Guénon, pág. 47); y quien lee este fragmento, y está en condiciones de comprender su verdadero significado, tiene fundados motivos para prestar fe a tal ser. Pero alguien que no esté en estas condiciones (o, para ser más claros, que no esté en condiciones de escribir tales libros habiéndolos concebido autónomamente), ¿cómo puede emitir –tal como hace el "autor" en estas páginas– un juicio sobre los modos correctos de poner en práctica semejante "mensaje" y sobre los hombres aptos para recibirlo?23 

Esta es, como ya lo hemos señalado, la "aporía" que subyace tras la actitud y el subsiguiente modo de pensar de resultas de la lectura de la obra de R. Guénon, de quien ha escrito las cincuenta páginas del "Dossier confidentiel inédit" que nos ha ocupado; por lo cual –con total serenidad– nos sentimos justificados al manifestar, sobre tal "Documento", la valoración plenamente negativa expresada más arriba, valoración que compromete toda la actividad "tradicionalística" (o mejor pseudo-tradicional) de la persona que lo escribió, cuando ya no se vio más sustentado y guiado en su tarea por una verdadera autoridad espiritual. 

El "autor", no comprendiendo, como se evidencia del mismo "Documento", el valor más profundo de los escritos de René Guénon, con quien sin embargo había colaborado a cierto nivel por más de veinte años, a partir del momento en que se libró de su control (y en su caso, tal cosa no pudo sino coincidir de manera definitiva con la muerte de este último), perdió toda confiabilidad desde un punto de vista realmente tradicional, y –si ello fuere necesario– este hecho nos justifica también si reproducimos aquí el juicio discretamente limitativo de su actividad en general formulado por el propio René Guénon (pero con una elegancia y una benevolencia que brillan por su ausencia en el escrito del "autor") ya en una carta privada de 1946:24 "No sé que pudo hacerle pensar que M. Clavelle sea mi representante en París; él es simplemente uno de aquéllos que me hacen el favor de ocuparse de las cosas que, a causa de la lejanía en que me encuentro, no puedo hacer por mí mismo; por lo que a él respecta, se ocupa más particularmente de lo que concierne a los "Études Traditionnelles", así como otros se ocupan de las cuestiones que se refieren a la edición de mis libros, etc.: a todos les debo mi reconocimiento por la ayuda que de esa manera me dan, pero en realidad ninguno de ellos es, hablando con propiedad, mi representante" [la cursiva es nuestra]. 

Con mayor razón nos sentimos inclinados a referir estas palabras, puesto que gran parte del valor disolutivo del documento que estamos terminando de comentar, proviene puntualmente del hecho de haber permanecido su "autor", a criterio de los lectores, "al lado" de René Guénon por tanto tiempo. Por medio de estas palabras, además, se advierte que René Guénon no fue, ni siquiera en lo que hace a los hombres, ese "ingenuo" que el "autor" subrepticiamente se complace en hacer creer que fuese; así como también se desprende que, cuando se trata de cosas serias (y las que hemos tratado se cuentan entre las más serias que haya, a despecho del tono frívolo que se les ha dado en este "memorial")25, "el que a hierro mata a hierro muere".26 

En cuanto al punto [3], al fin y al cabo valen las mismas observaciones generales motivadas por el punto [2]; los lectores de buena fe podrían hacer por sí solos la adaptación sin mayor dificultad. No obstante, si se quisiera abundar en mayores detalles también sobre este punto, podría llamarse la atención sobre la sensación tanto de superficialidad como de suficiencia, lindantes con lo grotesco, que rezuman las afirmaciones de la conclusión final escrita por alguien que, como el "autor" –quien, en cuanto a la intelectualidad le debía todo a Guénon– de las cosas de que habla no estaba en condiciones de saber nada sino por erudición libresca y por consiguiente debería haberse atenido estrictamente a lo sugerido o directamente expuesto por este último. 

En realidad, también desde este punto de vista se debe al contrario notar cómo el "autor" no ha dudado, en su "Documento", en expresarse repetidamente de manera discordante con lo afirmado por Guénon a lo largo de toda su obra (el caso representado por el estado actual del Cristianismo –como ya ha sido observado por nosotros– es un claro ejemplo). No sabemos cuáles son los ambientes o las personas a los que el "autor" entiende aludir en particular con sus palabras, pero observamos que aunque fuera cierto que los mismos mantuvieran o hubiesen mantenido la actitud descripta en el punto [3] del "Documento", obviamente la responsabilidad de ello no sería atribuible a René Guénon. Lo que no admite duda para nosotros es que los síntomas de la permanencia "vital" de cualquier tradición, en particular en su aspecto esotérico, no deben buscarse, como solía hacerlo el "autor" (que de este modo no hacía más que fomentar sus propias ilusiones), ¡en la... publicación de ciertos textos, o en su mayor o menor difusión! 

Recientemente hemos tenido ocasión de leer un párrafo de la pequeña obra "La Cavalleria Spirituale" (Kitâb-ul-Futuwwah) de Abû´ Abd-er-Rahmân Sulamî, cuyo contenido nos parece adecuado para concluir nuestro escrito de manera definitivamente explicativa, porque resume en forma por decirlo así "simbólica" las conclusiones que ya hemos sacado en claro: 

"Es norma de la caballería [espiritual] –se dice en el parágrafo 14 del cap. II de este libro– aceptar las palabras de los sabios, y cuando no se las comprenda, disfrutar de su bendición hasta que se llegue a comprenderlas. Junaid, que Allâh sea misericordioso con él, ha dicho: ?Disfruté de la compañía de Maestros espirituales (shuyûkh) por más de diez años, y los he escuchado hablar de su ciencia sin comprender nada de lo que decían, pero sin por ello desaprobarlos. Y me fue muy útil, en cada una de las reuniones en las que participaba, escuchar lo que decían convencido de que fuese cierto, sin que lo que no lograba entender me moviera a desaprobarlos [la cursiva es nuestra]. Transcurrió así este período, hasta que me fue dado ver los frutos de tal actitud, puesto que vinieron a mi casa a consultarme para conocer mi dictamen: 'Ha sido planteada tal cuestión, quisiéramos que tu también la escuches para expresar tu parecer al respecto ...' o algo parecido".27 

De este relato, que hasta cierto punto se adapta perfectamente al caso del "autor" de que ha sido aquí cuestión, se puede deducir, interpretándolo correctamente y adaptándolo al argumento que nos ha tocado desarrollar, que hasta que dicho "autor" escuchó el "discurso" de René Guénon, sin comprenderlo en toda su profundidad, pero sin tampoco desaprobarlo abiertamente en los aspectos que no comprendía, su actitud se mantuvo relativamente compatible con la obra de este Autor; pero cuando, persistiendo en su incomprensión, comenzó a expresar su propio parecer sobre ello –sin que ninguno de los que lo habían comprendido se lo requiriese, o peor aún, instado por la influencia de ambientes que no tenían ningún interés en que los escritos de René Guénon fueran comprendidos en su justo sentido– el producto resultante no podía ser sino el que surge del "Documento" que acabamos de comentar. 

En pocas palabras esta es, a nuestro modo de ver, la doliente historia de quien a lo largo de nuestro estudio hemos llamado el "autor", historia de un ser al cual, dentro de los límites en que se mantuvo fiel a René Guénon y a su obra, nosotros mismos hemos debido mucho, y sobre cuyo destino personal nos abstenemos cuidadosamente, como corresponde, de juzgar. Como expresa la sabiduría árabe: Allâhu a`lamu. 

Traducción: J. Sanguinetti
 
NOTAS
13 Se trata, como se ha recordado en esta "Rivista" muchas otras veces, del artículo "De quelques énigmes dans l´oeuvre de René Guénon" en Cahiers de L´Herne, "René Guénon", 1985.
14 Se trata, según la nota explicativa de Jean Reyor, que presentaba su artículo "Quelques remarques à propos de l´oeuvre de René Guénon" en el número de "Etudes Traditionnelles", publicado a finales de 1951, en ocasión de la muerte de este último, de un autor que firmaba simplemente con la sigla de J. C. El estudio en cuestión, siempre según las palabras de Jean Reyor, "había sido enviado [a la redacción de 'E. T.'], en 1944, por un lector de 'Etudes Traditionnelles' [o sea por J. C.], [lector] que había tenido la ocasión de tener contactos directos con diversas escuelas orientales". Jean Reyor agregaba que "en aquella época –en la cual no eran posibles las comunicaciones con René Guénon [a causa de la guerra]– se habían manifestado, por parte de algunos hindúes más o menos occidentalizados, y de sus discípulos europeos, críticas relacionadas con algunos puntos importantes de la obra de René Guénon, en particular con lo referente a la ' reencarnación'" Por tal motivo Reyor continuaba: "Las circunstancias no permitieron en aquel momento la publicación del estudio, pero nos parece que con el tiempo el mismo no ha perdido nada de su interés". 

Habida cuenta de la importancia y del interés que mantienen –a propósito de la obra de René Guénon y de ciertas críticas actuales vertidas sobre el mismo punto y otros que le están vinculados– las consideraciones contenidas en ese estudio específico, esta "Rivista" presenta su traducción después del presente artículo. 

Las críticas a las que queremos aludir ahora vienen emitidas ya no por ambientes de "hindúes occidentalizados" como en la época a la cual se refería Jean Reyor en su presentación del estudio, sino por grupos de italianos de naturaleza "mixta", fuertemente caracterizados por tendencias arqueológico-tradicionalistas unidas a banal ocultismo, y en definitiva marcadas por intereses sobre todo "políticos". 

15 Véase nuestra precedente cita del capítulo IV de Iniciación y Realización espiritual, "La costumbre contra la Tradición", en la pág. 181, del número 88 de esta "Rivista" [IV parte de este estudio].
16 Esta explícita admisión, por parte del "autor", del espíritu con el cual ha sido redactado el "Documento", constituye para nosotros una prueba de la conciencia que éste debía tener en su íntimo de la "negatividad" de su propia actitud frente a la acción global de René Guénon; si insistimos sobre este aspecto del trabajo es, como se habrá comprendido largamente, a causa de la peligrosidad que detectamos en el mismo desde un punto de vista realmente tradicional. Por tal razón estamos en total desacuerdo, sobre este punto, con la opinión de Dominique Devie, quien en el artículo citado en la primera parte de este estudio, afirma que "en [su] opinión la lectura integral del 'dossier' completo lejos está de producir esa impresión negativa que los detractores de Clavelle se obstinan en difundir" ("C.R.E.T.", Nº 6, p. 108). 

Empero es cierto que nuestro juicio se basa en los contenidos doctrinales del "Documento", mientras que Devie se ha situado claramente, en su examen, desde un punto de vista que podemos definir como "literario" o al máximo histórico-psicológico... 

17 Esta ostentación de "confianza" del "autor" en la doctrina expuesta por Guénon es fácilmente impugnable como ilógica y puramente verbalista, o siendo benévolos antojadiza, si se consideran todas las observaciones contrarias a la misma que, a esta altura, éste ha diseminado en su trabajo, y sobre todo aquellas, concisas pero definitivas, que vendrán a continuación. En realidad, todas las dudas y vacilaciones presentes en este "Documento", no son más que señales visibles de una bien modesta comprensión de la doctrina expuesta por R. Guénon en un ser que para resolver las propias "aporías" generadas por la obra que la difunde, no encontró nada mejor que inventarse una fácil e hipotética "distinción" entre la función de Guénon y su comportamiento individual (este cómodo artificio viene puesto particularmente en evidencia en el artículo de Dominique Devie ¡quien empero lo avala como "justo"!). 

Hacemos notar, además, cómo, en esta declaración de fidelidad, resulta ser aún más contradictorio que todo el resto el afirmar que se está "de acuerdo con la obra doctrinal [de Guénon] [...] en el campo cosmológico y en el de las técnicas iniciáticas", cuando lo que se controvierte abiertamente, como se verá enseguida, es justamente la aplicación de las leyes que gobiernan ya sea la cosmología, ya sea los procesos de desarrollo iniciático. 

Dejamos que los lectores saquen las consecuencias a las que se llega pensando de este modo... (y por otra parte las mismas se manifestarán claramente en los textos que han derivado de este "Documento", sobre todo en el que lleva el título Ésotérisme et Christianisme autour de René Guénon, de M. F. James).

18 La palabra que traducimos como "resultados" [A. Balestrieri usa la palabra italiana "sbocchi" para traducir la francesa "aboutissement", que se puede verter al castellano como resultados o frutos, teniendo el sentido de conclusión, o culminación. (N. t.)] es la francesa "aboutissement", y no se puede dejar de notar la estrecha consonancia de este término con el título dado por Arché a sus tres recopilaciones de artículos de Jean Reyor: Pour un aboutissement de l´oeuvre de René Guénon. 

De esto deberían deducirse con sana lógica dos cosas: primero, que según esta gente, hasta ahora la obra de Guénon no ha dado frutos; segundo, que en ciertos ambientes se piensa (¿pero con cuánta buena fe?) que..., andando el tiempo, apareció alguien ¡que entendió la obra de Guénon mejor que su propio Autor, o que la ha sabido aplicar mejor que él! Ya nos había tocado efectuar una observación análoga en nuestro artículo "L'Archéomètre e dintorni", en el nº 84 de esta "Rivista", con referencia a otro presunto "continuador" de la obra de René Guénon... 

19 Puesto que, en lo que se refiere a "los medios", el "autor" trae como ejemplo emblemático el caso de la Masonería, diremos, tratando de no extendernos demasiado, que en lo que concierne a una Masonería entendida según los criterios que se pueden deducir de la obra de René Guénon, en este dossier, en los comentarios que más o menos directamente ya ha ocasionado en otras partes, y sobre todo en muchos de los artículos de J. Reyor exhumados por Arché y por Editions Traditionnelles, parece olvidarse lo que el mismo Guénon decía en el "Prefacio" a sus Consideraciones sobre la Iniciación: 

"A tal propósito [de las organizaciones iniciáticas occidentales], pensamos poder manifestar, sin arriesgarnos demasiado a ser mal interpretados, la esperanza de que entre los representantes de estas organizaciones haya al menos alguno a quien las consideraciones que exponemos contribuyan a hacer recobrar conciencia de lo que es verdaderamente la iniciación; no es que alimentemos esperanzas excesivas al respecto, no más, por otra parte, de las que tenemos en lo que concierne más generalmente a las posibilidades de restauración que Occidente aún puede tener en sí mismo. Todavía ciertamente hay personas a quienes les falta más el conocimiento real que la buena voluntad; pero esta buena voluntad no es suficiente, y toda la cuestión consistiría en saber hasta dónde el horizonte intelectual de los mismos es susceptible de extenderse, y además saber si están verdaderamente cualificados para pasar de la iniciación virtual a la iniciación efectiva [la cursiva es nuestra]; en todo caso, no podemos, en lo que nos concierne, hacer otra cosa que no sea aportar algunos datos de los cuales puede ser que se aprovechen aquéllos que sean capaces y estén dispuestos a sacar partido de ellos en la medida en que las circunstancias se lo permitan". 

Sobre lo que pensamos en esta "Rivista" de tal argumento, y sobre la posición del "autor" al respecto, se podrán encontrar indicios en el nº 70, en particular en dos artículos, respectivamente de Ugo Darbesio y nuestros, "Editoriale" y "Nuove tecniche di attacco", I parte. 

De todos modos, la superficialidad y la asombrosa inconsciencia de las realidades iniciáticas que en la segunda parte de su vida deben haber caracterizado el pensamiento del "autor", se encuentran bien condensadas en el segundo párrafo del "Documento", omitido por nosotros en el texto, párrafo en el cual, a título de ejemplo, se exponen aquellos que el "autor" reputaba ser los "errores" de R. Guénon acerca de los medios que este último había individuado para hacer pasar de lo "especulativo" a lo "operativo" a los lectores capaces de captar su "mensaje" en el campo masónico; reproducimos aquí dicho párrafo: 

"Sobre los medios, daré sólo un ejemplo: ¿cómo se podía restaurar una Masonería tradicional fuera del soporte exotérico normal de esta forma de iniciación? ¿Cómo se podía esperar llevar a cabo un trabajo serio[!] [la cursiva es nuestra], ya fuera en una logia "obediencial" cuyos miembros estaban fuera de todo exoterismo, o en una 'Logia salvaje', ciertos miembros de la cual eran musulmanes, otros católicos incompletos o fraudulentos (entiendo por ello, los que recibían los sacramentos sin haber confesado su condición de masones) y uno era calvinista?" 

En este punto, rogamos a nuestros lectores comparar estas palabras con las siguientes afirmaciones con que R. Guénon cierra el "Prefacio" a "Consideraciones sobre la iniciación"

"No iremos más lejos en estas reflexiones preliminares, ya que, digámoslo una vez más, no es a nosotros a quienes compete intervenir activamente en tentativas de este género; indicar la vía a aquéllos que podrán y querrán emprenderla, es todo lo que pretendemos a este respecto; por lo demás, el alcance de lo que tenemos que decir bien lejos está de limitarse a la aplicación que puede ser hecha a una forma iniciática particular, ya que se trata ante todo de los principios fundamentales que son comunes a toda iniciación, ya sea de Oriente o de Occidente. La esencia y el fin de la iniciación son, en efecto, siempre y en todo lugar los mismos; sólo las modalidades difieren, por adaptación a los tiempos y a los sitios; y agregaremos de inmediato, para que nadie pueda equivocarse, que dicha adaptación, para ser legítima, nunca debe ser una 'innovación', es decir el producto de una fantasía individual cualquiera, sino que, como aquella de las formas tradicionales en general, debe siempre proceder en definitiva de un origen 'no humano', sin el cual no podría haber realmente ni tradición ni iniciación, sino solamente alguna de esas 'parodias' que tan frecuentemente encontramos en el mundo moderno, las cuales no vienen de ninguna parte y no conducen a ninguna parte y que en consecuencia no representan verdaderamente, por decir así, sino la pura nada, cuando no son los instrumentos inconscientes de algo aún peor" [la cursiva es nuestra]. 

Si durante su vida, el "autor" hubiese tenido el coraje de exteriorizar, después de la muerte de Guénon, las consideraciones que contiene su "Documento", en vez de querer guardarlas sous le boisseau, como a menudo dice D. Devie en sus escritos referidos al mismo, ciertamente desde las páginas de esta "Rivista" se habría tenido la ocasión de preguntarle: ¿son sus consideraciones, o aquellas de René Guénon, las que provienen de un origen "no humano"? Ahora es tarde para formularle esta pregunta, pero de todos modos se habrá comprendido que la misma, en nuestros designios, también entonces hubiera sido meramente retórica... Y esto, en fin, no hace sino anticipar, en uno de sus aspectos, las conclusiones a las cuales arribaremos sobre la actitud global sostenida por el autor de este "Documento" en relación a la función de René Guénon. 

20 En lo que se refiere a los "hombres" es singular (y demostrativa) la insistencia con que el "autor" vuelve repetidamente sobre la idea de la "elección", por parte de René Guénon, de aquéllos a los que "otorgaba su confianza". Y también aquí, si el "Documento" no se hubiese mantenido oculto hasta la desaparición de su redactor, se le habría podido preguntar de cuál medio pensaba que Guénon dispusiese, para tomar contacto con los seres a los cuales destinaba su obra, a no ser las reacciones activas de estos últimos a la lectura de sus escritos. Véase a propósito de esto, el siguiente pasaje de Oriente y Occidente (pág. 147 ed. it.) ya citado parcialmente en la III parte de este estudio: "[...] Cuando se esté persuadido de la necesidad de ciertos cambios, es necesario comenzar a hacer algo en este sentido [esto es, expresar ciertas ideas], y dar al menos, a aquéllos que sean capaces (porque a pesar de todo alguno debe haber), la ocasión de desarrollar sus facultades latentes. La primer dificultad es la de alcanzar a quienes poseen tales cualificaciones y que quizá no suponen en lo más mínimo cuáles son sus posibilidades" [la cursiva es nuestra]. 

Nos parece evidente que aquellos que el "autor" llamará "los errores [de René Guénon] concernientes a los hombres cuyas actividades ha fomentado y cubierto", no son otra cosa que ciertas debilidades presentes en sus destinatarios, debilidades que por otra parte podían ser transitorias, o sea eventualmente superables –en función de su receptividad hacia el papel desempeñado por Guénon y en la medida que fueran capaces de hacerlo– y de todos modos corregibles, pero sólo si fueran vistas por ellos en su verdadera naturaleza de impedimentos para una "realización espiritual" tal como la indicara René Guénon. Todo esto se refiere, como nos parece igualmente claro, a lo que René Guénon explicara desde el mismo comienzo acerca de lo que el "autor" llama, con reprobable desdén, la "carrera de Guénon", relativamente a la actitud esencialmente activa que el iniciado debe mantener durante la que será para él la "gran guerra santa", es decir el proceso de eliminación de los propios prejuicios y defectos; y un fracaso en el curso de este proceso por cierto no puede ser imputado a quien, aparentemente desde el exterior, lo ha suscitado. 

El "autor", como ya hemos visto en el "Documento", afirma no haber comprendido jamás muy bien la diferencia, hecha constantemente por R. Guénon, entre la iniciación y el misticismo (caracterizado este último por una pasividad de fondo, con respecto a las propias limitaciones, no desarraigable en el sujeto que alberga la presunción de conocer): lo que estamos poniendo de relieve no hace sino confirmar que –de hecho– el "autor" nunca comprendió tal diferencia y se mantuvo hasta el fin (si éste debe considerarse su "testamento"...) un occidental de mentalidad.

21 Con esta expresión el "autor" se refiere al título de una novela de aventuras del norteamericano J. Fenimore Cooper, cuya mención en este contexto, para nosotros, no deja de constituir otra marca, bastante infausta, de su nivel de apreciación de las cosas que está tratando, por lo menos en el "momento" en que decidió redactar el "Documento".
22 Véase, para ello, nuestro artículo, "Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon", parte I, nº 70 de esta "Rivista". 

Al parecer nadie ha advertido los siguientes tres breves párrafos, cargados de progresivas amenazas, que se encuentran en las págs. 11-12 del "Avant-propos" de La Vie simple de René Guénon, escrito por P. Chacornac con la colaboración del "autor": 

"En nuestro trabajo hay también lagunas voluntarias, y se admitirá que no puede ser de otro modo cuando se escriba en una época tan cercana a la de los acontecimientos referidos: no podíamos poner en juego terceras personas sin su autorización y hasta hay casos en que ni siquiera podíamos pensar en pedírsela [?] 

Sobre todo relativamente al período [de la vida de Guénon] que va desde el comienzo del año 1929 hasta 1950, habríamos podido decir mucho más de cuanto hemos dicho, en particular en lo que concierne a las esperanzas y desilusiones padecidas por Guénon respecto a ciertas prosecuciones de su obra. 

No hubiera sido agradable para todos, e indudablemente Guénon no lo habría deseado. Aun en el plano de los hechos, hay silencios de los cuales no nos apartaremos, salvo que manifestaciones inoportunas nos obliguen a hacer lo contrario" [la cursiva es nuestra]. 

Tenemos fundados motivos para pensar saber a que se refería el "autor" con estas "manifestaciones" y para reputar que el "Documento confidencial inédito" haya sido su respuesta al efectivo acontecer de las mismas... 

Dejamos que sea el lector quien elija el calificativo atribuible a la actitud que manifiestan los tres párrafos citados. De todos modos, ante la índole de "revelaciones" históricas del tipo de las presentadas por el dossier que viene hoy expuesto erga omnes (Devie tal vez se acerca a la verdad cuando expone la opinión de quien piensa que el "autor" haya alguna vez confundido su papel con el de una "pipelette") nos parece sobre todo fuera de lugar que se pueda hablar de una "carrera iniciática" de su redactor.

23 No es al fin difícil comprender, a través de las palabras del "Documento" en el punto [2], cómo los "errores [de R. Guénon] concernientes a los hombres cuyas actividades ha fomentado y 'cubierto'" se encuentran también, desde un punto de vista ligeramente diferente de aquél a través del cual hemos considerado el mismo punto en la nota 8, esencialmente impregnados, en la mente del "autor", por un único ingrediente: el de no haber coincidido aquéllos con su propio parecer por lo que en la obra de Guénon "concierne al estado actual del Cristianismo" y haber en consecuencia adoptado, para sí mismos, como vehículo de realización "práctica" del contenido doctrinal de tal obra, una forma tradicional diferente de aquélla. 

Sea lo que fuere de los errores de perspectiva "teóricos", de las humanas debilidades no controladas y del rumbo inadecuado dado a los propios esfuerzos por algunos de ellos, defectos que los han llevado a malograr más o menos totalmente sus emprendimientos, si se los confronta con los objetivos presentados por la obra de René Guénon, ésta no es la ocasión para juzgarlos a propósito (por otra parte esta "Rivista" no ha dejado de tratar estos argumentos a su debido tiempo). 

Hablando de ellos de manera absoluta, por decirlo así, de todos modos queda siempre el hecho positivo –y esto es lo que según nosotros les ha ganado la ayuda inicial de Guénon, censurada por el "autor"– de que, atraídos por "constitución interior" por la meta informal propuesta por René Guénon en sus escritos, han tenido la fuerza interior y el coraje de superar al menos las barreras constituidas por el atavismo "étnico" y los prejuicios ambientales; cosa que el redactor del "Documento confidencial inédito" en realidad no logró nunca completamente, ni para la Masonería ni para el Islam. 

De este último hecho el propio "Documento" proporciona a nuestro entender pruebas evidentes (el mismo puede ser leído no tanto como un "testamento", como algunos han afirmado, sino más bien como una tentativa de "defensa" destinada a las autoridades exotéricas occidentales, cuando no incluso como un "parte informativo" para estas últimas), y en todo caso, prueba aún más evidente es que hayan "pescado" del mismo, como ya dijimos, todos aquellos que, por un motivo u otro, "personificaban" (y todavía personifican) aquellas barreras, si podemos expresarnos de este modo. 

Queda por considerar lo que en el "Documento" se ha dicho del caso del último de estos seres, o por lo menos del último nombrado por el "autor", el cual es también el único que se ha encontrado en la situación descripta en el punto [2] (o sea en la situación "[...] de haber disfrutado [...], hasta la muerte de Guénon, de la confianza de este último") de modo que nos parece axiomático que las palabras del "autor" están principalmente dirigidas en su contra. 

Como quizá sepan los que leen nuestros trabajos y como ya hemos recordado en la primera parte de este artículo, si hay algo que nos repugna sobremanera (y esta actitud la hemos asimilado tomándola entre muchas otras cosas de René Guénon) es hacer intervenir en el ámbito de los intereses de los cuales se ocupa esta publicación las cuestiones que afectan demasiado de cerca a las personas; no podemos empero en este caso específico, inducidos por las afirmaciones de esta especie contenidas en el "Documento", abstenernos de faltar –al menos una pizca– al hábito de reserva consecuente. Por ello diremos –y lo afirmamos con certeza, habida cuenta de nuestras propias experiencias y de atestaciones directas e irrefutables– que: 

a. Los pocos hechos expuestos en el "Documento", y referentes al ser del cual se recuerda en tercer lugar el iter tradicional visible "desde afuera", están descaradamente distorsionados por una intención mistificante y limitativa, y en muchos casos también deliberadamente falseados (sólo a título de ejemplo diremos que de hecho el "autor" estaba perfectamente enterado de que la indicación de la autoridad esotérica norafricana, de la que se hace mención en el "Documento", provenía del mismo René Guénon y no "de un europeo musulmán establecido en Marruecos"); 

b. es del todo maliciosamente falso el condicional dubitativo que viene usado para indicar una función "menor" atribuida a este ser por la autoridad tradicional mencionada; 

c. el "autor" omite (y pour cause, si se tiene en cuenta su especial mentalidad y situación) hablar de una bien superior y autónoma función tradicional reconocida luego a este ser por tal autoridad esotérica (lo que, dicho sea de paso, no halla correspondencia en las vicisitudes referentes a los dos personajes de los cuales ha trazado previamente a grandes rasgos su "carrera intelectual"). La elevación espiritual y funcional de la figura que reconoció al ser en cuestión la función de que se trata vuelve además nulas todas las tentativas de baja denigración "personal" que el "autor" ha diseminado en el propio texto a propósito de este último, tentativas que tienen para nosotros un claro significado de individual, mezquina y sobre todo injustificada revancha. 

En cuanto a pintar, como se hace en la ocasión, un Guénon "sensible" a lo que viene presentado como una mera adulación hacia él por parte de este ser, consideración absurdamente fuera de lugar en esta delicadísima materia, y sobre el hecho que R. Guénon al final habría "aprendido que no conviene poner todos los huevos en la misma canasta", orientando sus corresponsales hacia la persona de la cual es cuestión, dejamos que juzguen tales afirmaciones quienes poseen aunque más no sea una mínima conciencia de la seriedad y de la prudencia con que se deben tratar estas cosas en el campo tradicional. Sin ir más lejos, la ligereza y la sorprendente torpeza con las que el "autor" maneja aquí verbalmente tales cosas, acaba por trazar un perfil de este último cuya mezquindad –in fine– no termina de asombrarnos, arrojando al mismo tiempo una luz reveladora sobre la mentalidad de todos aquellos que a lo largo del tiempo han prestado fe, para bien y para mal, al contenido de este "Documento" (Podemos agregar que algún otro aspecto de toda esta cuestión ha sido tratado más o menos ampliamente en el artículo de B. Rovere "Una parodia dell'aiuto dell'Oriente" "R.S.T.", nº 65, y en nuestro artículo "Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon" (I) "R.S.T.", nº 70, del cual el presente estudio resulta en cierto modo una continuación).

24 Lo que sigue es la cita de un párrafo de la carta privada de René Guénon (26 septiembre 1946) reproducida en René Guénon, colección de textos publicados en su memoria en ocasión del centenario de su nacimiento (Les Dossiers H, l´Âge d´Homme, 1984).
25 Esta es otra de las características negativas que marcan el "Documento" y no de las menos reveladoras...
26 Como se habrá comprendido por este mismo estudio, siempre hemos sostenido desde estas páginas que el hecho de apelarse a la correspondencia privada con René Guénon, salvo en casos –como éste– que tengan pertinencia con la necesidad de corregir evidentes despropósitos atinentes a la interpretación de su obra, ya sea personales o ideológicos, demuestra solamente la existencia de razones ligadas, en quien lo hace, a intereses individuales, singulares o colectivos; lo mismo se puede decir también de esas "revelaciones", cuyo móvil, como hemos visto, puede ser especificado en motivaciones de ambos tipos. Por más que nos haya sido poco grato internarnos en una labor de este género, hemos todavía encarado con toda tranquilidad la tarea de rectificar aquí también los vicios intelectuales y de otro tipo que caracterizan este "Documento", conscientes sobre todo de los daños que podían provocar muchas de las pseudo verdades o de las manifiestas falsedades allí contenidas, en lectores que sólo ahora se dispongan a iniciar un estudio más atento y diligente de la obra de René Guénon.
27 Cfr. La Cavalleria Spirituale (Kitâb-ul-Futuwwah) de Abû`Abd-er-Rahmân Sulamî, Editorial Luni, Milán, 1998.
 
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