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De todas las tradiciones espirituales conocidas en Occidente, la de Hermes, el Tres Veces Grande, puede vanagloriarse de ser la más antigua. Expuesta a alteraciones por el transcurso del tiempo, la Tradición Hermética se arraiga en el pasado egipcio más remoto. Allí cae la máscara de Hermes para revelar a Thoth, el de la cabeza de ibis, el primer dador del conocimiento a la humanidad. Este conocimiento aún perdura entre nosotros conservado a través de siglos por una invisible comunidad de adeptos conocidos y desconocidos. Un dios dador de conocimiento difiere mucho de un dios salvador sufriente como Osiris, o de una diosa madre amante como Isis. Cada aspecto de la divinidad apela a un tipo psico-espiritual diferente y cada uno de ellos puede conducir por diferentes sendas a un solo objetivo. El camino que lleva al conocimiento tiene un doble propósito. Primero, enseñar técnicas y prácticas para superar las limitaciones humanas como el trauma de la muerte y segundo, estudiar el orden cósmico y trabajar dentro de él. Cuando estos dos objetivos coinciden, tenemos una forma de hermetismo. El mundo clásico tempranamente sintió la atracción por Egipto y sus misterios, aunque fuese un Egipto de pasadas glorias. Pitágoras se encontró entre aquellos que visitaron la "Tierra de Chem" para adquirir sus iniciaciones e incorporarlas a su propia filosofía. A nivel religioso, los cultos egipcios se introdujeron al mundo clásico con las conquistas de Alejandro el Grande. El mismo Alejandro se representaba portando los cuernos de carnero de Amón, dios de Tebas. A Roma fue Isis, cuyo culto llegó a ser uno de los más espléndidos bajo los Emperadores. En Alejandría y otros centros de habla griega surgió Serapis como un amistoso rival de Zeus, pero fue Thoth quien congenió más con la mente filosófica. En el mito egipcio, Thoth es descrito varias veces como el espíritu e inteligencia del Creador; dios del saber y de la curación, juez de disputas celestiales y secretario de los dioses; el que pesa las almas de los difuntos. Fue él quien profirió las palabras que tejen los divididos miembros de Osiris. Thoth inventó números y midió el tiempo. En su abstracción máxima, Thoth fué un dios de transiciones, del caos al cosmos, de las disputas al entendimiento, de la muerte al renacer, de causas a efectos. Más concretamente, se le consideraba como un dios de encantamientos y de la astrología, de la medicina popular y el maestro-instructor en plantas y minerales. Todo esto venía con Thoth mientras iba tomando una apariencia griega. El dios griego Hermes también había sido un dios de transiciones: un señalador de fronteras, un guía de almas al Hades, mensajero entre el Olimpo y la tierra, patrón de mercaderes y ladrones. Cuando se le dió ese nombre a Thoth con el epíteto de Trismegisto ("Tres Veces Grande"), éste asumió la apariencia de filósofo-rey, recreando para la época helénica, la memoria de aquellos hombres divinos o dioses encarnados que habían educado a la raza humana. Existen resonancias de ellos en toda tierra, como Zoroastro, Fo-hi, Tubalcaín, Quetzalcoátl, Dionisio, Orfeo, etc. Los escritos griegos atribuidos a Hermes Trismegisto no constituyen un canon más unificado que el de las escrituras judías o cristianas. Estos son una serie de escritos doctrinales e inspirados de varios autores con variaciones en torno de algunos grandes temas, tales como: la bondad absoluta de Dios, quien es a la vez Uno y Todo; la auto-revelación de la Mente divina en el cosmos; el universo como una emanación de seres vivos dentro de un orden jerárquico; la constitución única del ser humano como microcosmos; el camino hacia la regeneración y el conocimiento directo de Dios. El Corpus Hermeticum exponía nuevamente estos temas en beneficio de los cosmopolitas de habla griega que vivían bajo el Imperio Romano. Al igual que Thoth tenía su aspecto popular, el Corpus Hermeticum tiene su aspecto apócrifo en el que Hermes se convierte en el señor de las ciencias ocultas, el revelador de la medicina astrológica y de la magia simpática por la cual se atraen influencias del cielo y se fijan en talismanes. Hay un ejemplo hasta en el Asclepius, cuando describe cómo los egipcios infunden dioses en estatuas. Por último pero no menos importante, la filosofía natural de Hermes y su conocimiento de lo oculto se aunaron para hacer de él el padre de la alquimia, el arte egipcio de la transmutación. La imagen mítica central del Hermetismo aparece en el primer tratado del Corpus Hermeticum, "Poimandrés, el Pastor de los Hombres". Es la descripción de la ascensión del alma después de la muerte y la rendición de sus energías a las sucesivas esferas de los siete planetas. Cuando esta ha renunciado a todas ellas, puede entonces atravesar la Octava Esfera (las Estrellas Fijas) y unirse a la compañía de los Benditos. Esta es una versión cósmica de la ordalía descrita en el Libro de los Muertos de los egipcios (o la "Salida a la Luz del Día"), en donde el alma debe atravesar los diversos corredores del Otro Mundo y ser contrapesada con una pluma en una balanza antes de poder ingresar al Paraíso de Osiris. El aspecto filosófico del Hermetismo se basa en la doctrina de las correspondencias. En la ascensión Hermética, cada planeta corresponde a determinado poder del alma: Mercurio a la inteligencia, Venus al deseo, Marte a la ira, etc. Así, el ser humano es un microcosmos que contiene, en pequeño, las mismas energías que el macrocosmos. Si imaginamos la tierra en el centro del universo, el alma ha adquirido estas energías en su viaje descendente, (o interior) desde las regiones celestiales a través de las esferas planetarias y surge a la vida terrena via el vientre materno, llena de potencialidades y tendencias que son delineadas por su horóscopo natal. Durante la vida el alma trabaja con estas potencialidades con la esperanza de refinarlas para que emerjan como virtudes. Si logra su objetivo, al abandonar su cuerpo en la muerte, es luz y, desembarazada, está lista para ascender (al exterior) a su lugar de origen. Si por el contrario, las energías se han coagulado en vicios, entonces el viaje ascendente se tornará difícil y el alma podría permanecer atrapada en la atmósfera de la tierra, un tormento para ella misma y una ponzoña para sus compañeras. Esta es la doctrina Hermética tal como se entiende generalmente. Sin embargo, según las escuelas modernas de alquimia, que han roto con la estricta secretividad del pasado, no queda nada de las almas de la mayoría de las personas una vez han sido filtradas por las esferas planetarias. La mayor parte de ellas serán extintas como personalidades, poco después de la muerte, y tal vez luego recicladas como personas totalmente diferentes. Para ponerlo más sencillamente, no existe garantía alguna acerca de la inmortalidad personal, a pesar de lo que puedan decir en contrario doctrinas consoladoras. La ambición del adepto es sobrevivir a esta disolución general y, si volviera a encarnar, hacerlo sólo por elección deliberada y no por una atadura a un proceso natural como el resto de las personas. Para atravesar más allá de los límites del cosmos (simbolizado por la esfera estelar) y entrar conscientemente a otra forma de vida, el adepto debe haber forjado durante su vida un "cuerpo radiante" como vehículo para su individualidad. Se dice que este proceso es puramente científico y no tiene nada que ver con la fe o la religión. Las técnicas requeridas se han enseñado en escuelas muy restringidas y de varias formas apropiadas para las diferentes culturas de Oriente y Occidente, Norte y Sur. Conocer esta corriente hiper-esotérica facilita la comprensión de la alquimia. En la alquimia operativa o física, el forjado del cuerpo radiante va en paralelo con eventos químicos, y su terminación la marca el surgimiento de la Piedra Filosofal. Hay evidentemente objetivos intermedios que se consideran dignos de ser alcanzados: el asunto es extremadamente complejo. Alternativamente, la alquimia puede ser totalmente interna, consistiendo en meditaciones, ejercicios de respiración, magia sexual, etc. Pero sería un grave error suponer que sólo la vida del adepto vale la pena, ya que únicamente él logra la inmortalidad personal. En un sentido, el objetivo del adepto es contra la Naturaleza y, como toda ciencia es amoral, podría preservar personalidades que, desde nuestro punto de vista, son malvadas. (La versión esotérica del "mito de supervivencia hitleriana" es un caso). El Hermeticismo, no se limita a esto. Contrariamente a las filosofías que rechazan al mundo, éste acepta y abraza jubilosamente todo el proceso de in-carnación y ex-carnación. Debido a que el mundo físico está imbuido de influencias celestiales es un lugar de belleza y maravilla. La Naturaleza es un libro en donde se puede leer la sabiduría de la Mente Divina. Recordemos que a Thoth se lo relacionaba al conocimiento útil: las artes y las ciencias que mejoran la calidad de la vida como la música, las matemáticas y la escritura. Obviamente, la alquimia misma se inició con la tecnología de los metales. Cuando la mera existencia animal se eleva debido a las artes y las ciencias y las personas se vuelven conscientes de la Mente Divina a través de las obras de la Naturaleza, es que los dones de Thoth están dando fruto. Después del Imperio Romano, el Hermetismo, o las doctrinas del Corpus Hermeticum, se expandieron hacia el Hermeticismo, término más amplio que abarca mucha de la tradición esotérica de Occidente. Las tres religiones abrahámicas encontraron un espacio para él aunque a veces mezquinamente. Entró en el Islam gracias a los sabeos de Harrán (en Turquía, cerca de la frontera con Siria), centro de la antigua industria del cobre y de una secta que mezcló la adoración de las estrellas con el neopitagorismo, neoplatonismo y la alquimia práctica. Sus patronos, Hermes y Agathodaimon se transformaron en los profetas musulmanes Idris (= Enoch) y Seth. Por más de un siglo, Harrán fue también la sede de una escuela de traductores que se especializó en matemática y astronomía griega, transmitiendo así mucha de la tradición pitagórica al mundo musulmán. En el siglo X, la Hermandad de la Pureza de Basra (Irak) compiló una enciclopedia de todas las artes y las ciencias, incluyendo la teúrgia y la magia, la cual fue estudiada por los drusos, por la secta de los asesinos y por la mayoría de las escuelas sufíes. Actualmente, todavía se lee. De esta forma, el Hermeticismo pasó al verdadero corazón del esoterismo islámico. En el judaísmo, la influencia hermética surgió en la Cábala. El breve y fundamental texto cabalístico Sepher Yetsirah (el "Libro de la Formación", siglo III d. C.?) expone una cosmología basada en la doctrina de correspondencias, especialmente la del septenario de los planetas, días de la semana, aperturas de la cabeza, etc. y la del dodecanato del zodíaco, las direcciones del espacio, los meses, los órganos del cuerpo, etc. Describe un cosmos no desgarrado entre el bien y el mal, sino suspendido en la polaridad por energías positivas y negativas. El método de salvación es por medio de la toma de conciencia de uno mismo como microcosmos, sentando al "Rey en Su Trono" (la presencia divina) en el centro de la vida. De nuevo, tenemos una doctrina que afirma la naturaleza y el cuerpo y está dedicada a la realización del macrocosmos en el microcosmos. La idea esotérica de Israel, es también una idea hermética: la de que los judíos están llamados a dar testimonio del orden divino en la tierra. Al igual que en el Hermetismo, la tierra, incluyendo el cuerpo humano, está llena de influencias celestes, por lo que la forma de vida judía está diseñada para asegurar que toda acción conlleve un significado espiritual. En Bizancio el Corpus Hermeticum fue preservado por la escuela de Pselos bajo la bandera del neoplatonismo y de ahí pasó a Italia, y a un nuevo ímpetu. La traducción latina de Marsilio Ficino fue presentada a Cosme de Medici en 1463 y, en el siguiente siglo y medio, marcó el mundo intelectual. La idea de que Dios había hablado no sólo a los judíos sino también a los paganos condujo, en círculos selectos, a la renovación de un sentido religioso universal, como el que existió por última vez bajo el Imperio Romano. El Hermetismo sirvió como campo neutral tanto a protestantes como a católicos. El Hermeticismo, o la búsqueda de la alquimia y las otras ciencias ocultas a las cuales el Hermetismo provee el soporte intelectual, floreció como nunca antes. Debido a que esencialmente es una enseñanza cosmológica y práctica, en vez de una teología, el Hermeticismo puede coexistir con cualquiera de las religiones abrahámicas. Su antecedente histórico, contrario al de las anteriores, está libre de intolerancia y derramamiento de sangre. La forma de vida hermética, que es ciencia, contemplación y autorrefinamiento no entra en conflicto con la fe o las prácticas religiosas. Por estas razones, el terreno hermético es un lugar de confluencia ideal para cristianos, judíos, musulmanes y para aquellos de otras religiones o de ninguna. Ofrece un análisis de la condición humana dentro del cosmos y una variedad de métodos para hacer el mejor uso de esta condición. La Masonería ha sido la creación más duradera de la Tradición Hermética en Occidente, llevándola a través de la era del escepticismo y del cientismo. El simbolismo masónico es totalmente hermético, aun cuando no es obviamente egipcio. La imagen del Gran Arquitecto del Universo formando a los hombres como piedras en bruto para ser labradas hasta ser bloques perfectos del Templo Cósmico se remonta al Demiurgos de Platón (no confundirlo con el engañoso Demiurgo del Gnosticismo). Las etapas de la iniciación están, como los pasos en el ascenso Hermético, llenas de simbolismo planetario. La regla que evita toda discusión religiosa en la Logia elimina uno de los principales obstáculos para la hermandad del hombre: la discordia sectaria. En la actualidad, las religiones abrahámicas se ocupan de temas verdaderamente no-Herméticos, mientras que la Masonería generalmente no es más que otra orden fraternal. En cierta forma, esto ha sido ventajoso para la Tradición Hermética ya que ahora no tiene por qué estar acollarada a otras instituciones. De hecho, se ha vuelto su propia iglesia, desarrollando su lado más exotérico como el movimiento new age. Un repaso a la historia confirma el diagnóstico. Al igual que el Hermetismo del Renacimiento que esperaba restaurar la paz al mundo cristiano y la sensatez a la humanidad en guerra, el movimiento new age es ecuménico, no dogmático y pacifista. Como los alquimistas que creían que toda materia está en vías de transformarse en oro, los new agers se dedican a la transformación personal y a la realización del potencial latente en cada uno. Las ciencias ocultas florecen permitiendo sus formas más superficiales en los sistemas de adivinación (Tarot, Runas, I Ching), la astrología, la ciencia de las plantas (la medicina con hierbas) y las piedras (cristales). Así como Paracelso recorrió Europa conversando con leñadores y mujeres sabias, los new agers buscan y valoran la sabiduría de los indígenas. Y, la fiesta que está programada para la Noche de Año Nuevo de 1999, en la Pirámide de Guizeh, será una forma simbólica de decir que la Tradición Hermética ha vuelto a casa. Como toda manifestación exotérica, el new age tiene sus aspectos desafortunados. Pero en su peor aspecto es más tonto que malo y, para un observador extraterrestre, parecería la más humana y ecológica de todas nuestras religiones. Además, ofrece salidas que no están selladas por dogmas o autoridad religiosa, por medio de las cuales unos pocos auto-escogidos podrían pasar a aprender una sabiduría más profunda.
Para ampliar la lectura: Antoine Faivre, The Eternal
Hermes, from Greek God to Alchemical Magus, Grand Rapids, Mi, USA Phanes
Press, 1995. |
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