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La "actitud científica" occidental La actitud científica occidental es no-intelectual. Con la supresión de la noción misma de verdad y su sustitución por la de utilidad, desaparece el término indeseado en el que la búsqueda acabaría necesariamente.51 La negación de la verdad característica del mundo moderno supone la negación de la propia razón de ser; la ciencia moderna consuma el suicidio de la inteligencia.52 Los "descubrimientos" y las teorías científicas modernas son, ante todo, sistemas frágiles con los que sus autores pretenden ser originales.53 54 55 El amor por la novedad, expresión de la necesidad de cambio, y la búsqueda de la originalidad, consecuencia del individualismo, son caracteres propios de la ciencia profana a través de los cuales se afirman las tendencias antitradicionales modernas.56 57 La ciencia moderna está constituida de modo que conduce fatalmente a la negación de todo conocimiento real. Cuando no se toma como un fin en sí misma, no ofrece más que sus aplicaciones prácticas; es decir, realizaciones en un orden inferior en el que el uso de la palabra conocimiento es, en rigor, un abuso.58 Una ciencia tal no puede tener verdaderamente ningún valor de conocimiento efectivo, ni siquiera en el dominio relativo y limitado en el que ella se encierra.59 Salvo casos muy excepcionales que pudieran darse, las aproximaciones a las que se reduce el saber occidental pueden ser suficientes para atender las necesidades prácticas inmediatas; pero al estar faltas de exactitud y completitud, carecen de todo valor de ciencia en el verdadero sentido de esta palabra.60 Podríamos decir así que la ciencia profana es rigurosamente falsa. Ciencia moderna y tradición La ciencia que es obra de la razón tiene como objeto lo general, lo cual procede de lo que es individual y perceptible por los sentidos. Puede decirse que lo general está más allá de lo sensible, pero no por encima. Sólo lo universal, el objeto del conocimiento metafísico, es trascendente y se sitúa por encima de lo general y del ámbito individual al que lo general pertenece. Esta es la diferencia radical entre el conocimiento científico y el conocimiento metafísico.62 En consonancia con la jerarquía antes citada, las doctrinas tradicionales de todos los tiempos han asignado al hombre la verdadera realización metafísica como finalidad suprema.63 En Occidente, las ciencias experimentales nunca interesaron más que los conocimientos de orden superior antes del advenimiento de la civilización moderna. El auge que aquéllas ciencias han recibido en el mundo moderno no tiene precedentes, y se debe a que estos dichos saberes son los del mundo sensible y de la materia, y también los que dan lugar a las aplicaciones prácticas más inmediatas.64 Ciencia moderna y conocimiento metafísico Esto es justamente lo que ignoran los occidentales modernos, quienes no pueden concebir más que un conocimiento racional y discursivo y no aprecian este conocimiento inferior más que en la medida en que conduce inmediatamente a fines prácticos.67 68 En Occidente, el conocimiento metafísico se encuentra ausente, y el conocimiento científico se despliega desordenadamente.69 Las ciencias modernas conciben las cosas que son objeto de su estudio como entes corporales o materiales desprovistos de cualquier vinculación con principios de orden superior. Esta tesis es definida obsesivamente con el pretexto de asegurar así la independencia científica. Admitir la presencia de elementos no corporales significaría admitir que la verdadera naturaleza del objeto de esas ciencias escapa a las mismas, es decir, que tales ciencias no son adecuadas a su objeto.70 En la Edad Media, la disposición natural para la acción, propia de la mentalidad occidental, no impedía el reconocimiento de la superioridad de la contemplación, es decir, de la inteligencia pura. Sin embargo, el espíritu occidental moderno ha llegado a hacer de la acción su preocupación exclusiva y a negar todo valor a la contemplación.71 La acción incesante es una de las características de la ciencia profana; el desarrollo intensivo de los aspectos inferiores del ser que va ligado a esta acción favorece la atrofia de sus facultades superiores y ocasiona que el movimiento continuo en la esfera cerrada de lo relativo produzca una satisfacción aberrante.72 De esta atrofia surge la inaptitud para la síntesis, y de ella, la imposibilidad de toda concentración;73 en suma, la nula aptitud para el conocimiento metafísico. El planteamiento de la ciencia profana es raro. Pretende englobar todo conocimiento posible; pone la razón por encima de todo, confundiéndola con la inteligencia; le rinde culto; y al mismo tiempo, proclama que es esencialmente limitada, reconociendo así su propia limitación, de la que llega a jactarse.74 Por si esto fuera poco, hay quienes pretenden encontrar en la ciencia moderna un medio de elevarse a verdades superiores,75 lo cual es manifiestamente imposible, ya que el análisis nunca puede producir la síntesis.76 Ciencia moderna y ciencia tradicional Las ciencias en una civilización tradicional son simples consecuencias subordinadas del conocimiento metafísico principial en diversos órdenes de realidades contingentes. Este punto de vista es el que hace que las ciencias tradicionales sean sagradas mientras que las ciencias modernas, desligadas completamente de los principios y encerradas en el dominio relativo en el que se consideran independientes, son totalmente profanas.78 En el Oriente no occidentalizado, el estudio de las cosas contingentes parece no valer la pena sino en tanto que se tratan de manifestaciones de algo que es de orden superior.79 En toda civilización tradicional, cualquier actividad del hombre se considera derivada de los principios, y por lo tanto, sagrada. Esto es notoriamente cierto para las ciencias, y también para las artes y los oficios, de los cuales la ciencia tradicional no difiere en su esencia. De ahí que los constructores de la edad Media pudieran afirmar "Ars sine scientia nihil".80 El punto de vista de la ciencia tradicional es completamente opuesto a la idea de progreso, puesto que éste es el cambio indefinido por el cambio mismo, la marcha en cualquier dirección en busca de un supuesto enriquecimiento que no es más que la dispersión de la multiplicidad.81 Es inherente al punto de vista tradicional la concepción cíclica de la existencia; el devenir cíclico se cumple siempre en un sentido descendente, porque el desarrollo de la manifestación se cumple en el sentido del alejamiento creciente del principio. Esto es la negación de la idea moderna de progreso.82 Por su carácter sagrado, las ciencias tradicionales no pueden estar constituidas válidamente más que por aquéllos que poseen el conocimiento principial y que son, por ello mismo, los únicos cualificados para realizar las adaptaciones requeridas por las circunstancias de tiempo y lugar. Ejemplos de tales adaptaciones son las "cosmogonías inspiradas", como la del libro del Génesis. Estas aplicaciones de la doctrina permiten ligar todos los órdenes de la realidad entre sí e integrarlos sintéticamente en la unidad del todo. Por otra parte, sirven para preparar a algunos, en función de sus aptitudes, a un conocimiento más alto.83 El parentesco entre algunas ciencias modernas (la Astronomía, la Química, la Aritmética, la Geometría...) y las ciencias tradicionales (la Astrología, la Alquimia, la Aritmología, la Geometría Sagrada...) es sólo relativo. Las ciencias modernas se han edificado con los desechos de las ciencias antiguas, abandonados a los ignorantes y a los profanos; sólo proceden de ellas por degeneración. Así los intentos de restauración de un arte adivinatorio que hoy se engloban bajo el nombre de Astrología no se relacionan más que con los aspectos más groseros de la Astrología de la Edad Media, los cuales eran contemplados como simples aplicaciones de orden inferior. En cuanto a la Alquimia, se trataba de una ciencia cosmológica de enseñanza simbólica aplicable al nivel microcósmico por analogía, y que estaba constituida de manera que permitiese una transposición al dominio espiritual. La Química surge como una desviación material emprendida por "sopladores de carbón" que no consiguieron penetrarse del simbolismo alquímico. La ciencia tradicional de los números es una cosa totalmente distinta a la Aritmética profana; las Matemáticas modernas no representan más que la corteza de la Matemática pitagórica, y en ellas se confunde número y cantidad.84 Por su parte, la Geometría moderna no es más que un simple vestigio degenerado y escolar de la Geometría Sagrada entendida en sentido simbólico e iniciático.85 Hay, por otra parte, ciencias modernas como la Psicología, producto del empirismo anglosajón del siglo XVIII, que no se corresponden con ciencia tradicional alguna, ya que a ningún sabio del Medioevo se le hubiese ocurrido hacer del estudio de su objeto -los fenómenos mentales- una ciencia especial.86 Quizás el ejemplo más claro del abismo que separa la ciencia profana de la ciencia tradicional se encuentre en la Física. Desde el punto de vista de la cosmología medieval, "Física" significaba, de acuerdo con su etimología, "Ciencia de la Naturaleza" sin ninguna restricción; era pues, la ciencia que concernía a las leyes generales del devenir, ya que naturaleza equivale a devenir. Jamás, antes de la época actual, se consideró que una Física restringida al estudio del mundo sensible y de la multiplicidad cambiante -lo que hoy se denomina significativamente "Física Moderna"- pudiera ser algo autosuficiente y, menos aún, digno del nombre de conocimiento. Sin embargo, en la perspectiva occidental contemporánea esta limitación se contempla como un mal menor que permite una mayor acumulación de conocimientos científicos de detalle.87 La ciencia moderna carece de la dirección que sólo una doctrina intelectual podría darle. Si bien sus resultados pueden resultar válidos cuando se los toma aisladamente, su conjunto produce una impresión de desorden y anarquía.88 No hay preocupación alguna por la calidad de los conocimientos acumulados; es sólo su cantidad lo que importa.89 Existe, por tanto, un peligro de desviación y uso abusivo de ciertos conocimientos, frente al cual la ciencia tradicional adopta, como precaución, ciertas reservas que los modernos interpretan como intentos de monopolizar tales conocimientos.90 Por supuesto, es un error buscar confirmaciones de los datos tradicionales a través de los resultados de las ciencias modernas. La ciencia actual no puede producir nada más que hipótesis dado su punto de vista superficial y profano, mientras que las cosas de las que tratan las ciencias tradicionales son consecuencias indudables de verdades de orden metafísico conocidas a través de la intuición intelectual.91 Añadiremos que tras el desorden que supone la construcción progresiva de una ciencia exclusivamente cuantitativa y material se esconde la mano de una acción antitradicional que consigue utilizar en su provecho incluso a aquellos sabios que deberían ser sus más acérrimos enemigos, si no fuera porque la desviación de la mentalidad moderna ha ofuscado los intelectos de los hombres de Occidente, quienes viven llenos de contradicciones sin darse cuenta de ello.92 El punto de vista "cientifista" que ha labrado la mentalidad experimental occidental es antitradicional, y es uno de los factores que pueden contribuir más eficazmente al éxito de la contra-tradición.93 ¿Una regeneración de la ciencia Occidental? No es posible reproducir algo parecido a las ciencias tradicionales que hubo en Occidente por la vía de "unificar" ciencias modernas. Así, por ejemplo, la reunión de todas la ciencias especializadas de la naturaleza tal y como están constituidas actualmente jamás podrá generar -o más bien regenerar- algo que fuera equivalente a la Física antigua. El punto de vista de esas ciencias modernas es totalmente distinto al tradicional; la concepción tradicional contempla a las ciencias como aplicaciones particulares de los principios, "dependencia" esta que la concepción moderna no puede admitir.96 La única regeneración posible pasa por la restauración del conocimiento intelectual puro; para ello, es necesario buscar la metafísica allí donde todavía existe. Sólo tras ello se podrá pensar en dar una base tradicional a aquello que las ciencias occidentales tienen de válido y legítimo, lo que no significa otra cosa que religarlas a los principios según el modo que conviene a sus respectivos objetos, y resituarlas en la jerarquía de los conocimientos.97 Únicamente una élite intelectual, formada por hombres cualificados que acaso aún no tengan conciencia de sus posibilidades, puede llevar a cabo esta obra. Las aptitudes requeridas pertenecen al orden de la intelectualidad pura y, por tanto, no pueden ser determinadas por ningún criterio exterior. Paradójicamente, puede que los sabios más eminentes de las respectivas disciplinas sean los menos aptos para desempeñar esta labor, debido a los hábitos mentales que han adquirido.98 La ignorancia pura y simple puede ser un mal mucho menor.99 Epílogo "Bien sabemos que nuestro punto de vista no es de los que se plantean habitualmente en Occidente, y que, por consiguiente, puede ser bastante difícil de comprender en el primer intento; pero de más está decir, que no pedimos a nadie que lo adopte sin un examen previo. Lo que queremos solamente es incitar a la reflexión a quienes todavía son capaces de ello; cada uno comprenderá lo que pueda y, por poco que sea, siempre significará algo; por lo demás, suponemos que algunos llegarán más lejos.100 |
Comienzo |
NOTAS | |
47 | René Guénon, Orient et Occident, 1ª parte, cap. 3. |
48 | René Guénon, Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. 26. |
49 | René Guénon, La Crise du Monde Moderne, cap. 3. |
50 | La actitud de buscar por el simple placer de buscar está primada en Occidente. Los equipos dirigidos por "investigadores excelentes" plantean continuamente a las Administraciones tutelares "proyectos de investigación" con los que pretenden conseguir fondos que les permitan financiar a sus respectivos grupos, ello con el fin de poder emprender nuevos proyectos de investigación en una rueda sin fin. Si se pregunta al responsable de un grupo científico "¿Cuáles son los objetivos? ¿Hacia dónde se dirige?", su respuesta será lo más parecido a una excusa para justificar su actitud de buscar por buscar. La búsqueda ilimitada es lo que caracteriza a los investigadores occidentales; ella se ha convertido en una profesión. |
51 | Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 3. |
52 | Ibid., OO, 2ª parte, cap. 2. |
53 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2. |
54 | Este afán de originalidad llega a convertirse en un imperativo de tipo administrativo en el caso de las tesis doctorales. |
55 | La necesidad impuesta de "producir" resultados científicos, y de demostrar que ello se hace en efecto, lleva a que los investigadores tomen como objetivo principal poder rellenar su currículum con referencias bibliográficas propias lo antes posible. Ello provoca la fragmentación de la investigación y de los sistemas a que ella da lugar hasta límites absurdos, la orientación de esa investigación hacia "lo publicable" bajo el dictado de la moda, y la fragilidad creciente de las conclusiones obtenidas, puesto que son cada vez más precipitadas. |
56 | Ver René Guénon, OO, 2ª parte, cap. 1. |
57 | Todo lo que envuelve a la publicación de artículos en revistas científicas occidentales supuestamente de alto nivel es un claro reflejo del afán profano de originalidad. Más que como medios para la difusión de algún conocimiento, esas revistas son contempladas, ante todo, como lugares a conquistar, en los que hay que colocar artículos a toda costa. Las revistas elegidas como objetivo son las de mayor "índice de impacto" (=medida de la frecuencia con que son citados artículos publicados en dichas revistas por otros trabajos. Existe una publicación especializada periódica, el "Journal Citation Reports", en el que figura el ranking de todas las revistas científicas por ámbitos temáticos), sin tener en cuenta criterios tales como su idioma, el público a quien se dirigen, en qué bibliotecas está accesible, etc. Este estado de cosas da pie a que los grandes grupos editoriales de Occidente contemplen la edición de una revista científica como un negocio lucrativo y promuevan el lanzamiento de nuevos títulos, contribuyendo así al desorden y a la multiplicidad que reinan en el ámbito científico profano. La organización de "congresos", "symposios" y "talleres" científicos, eventos cuyo contenido guarda poca relación con la etimología de su denominación, es otra actividad rentable y al alcance de grupos con intereses más modestos. Conocemos departamentos universitarios que han llegado a especializarse en la organización de tales actividades. |
58 | Ver René Guénon, OO, 2ª parte, cap. 1. |
59 | Ibid., RQ, cap. 14. |
60 | Ibid., RQ, cap. 17. |
61 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2. |
62 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 1. |
63 | Ibid., OO, 2ª parte, cap. 4. |
64 | Ibid., CM, cap. 4. |
65 | Ibid., OO, 2ª parte, cap. 2. |
66 | Ibid., CM, cap. 3. |
67 | Ibid., CM, cap. 3. |
68 | Es revelador, en este sentido, que en la denominación de los organismos públicos encargados de la gestión de los "proyectos de investigación" en los países occidentales (en España, la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología), e incluso de las figuras de tipo normativo en las que estos proyectos se encajan (en España, el Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico), los términos de "ciencia" y "técnica" aparezcan estrechamente unidos. |
69 | Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 1. |
70 | Ibid., RQ, cap. 26. |
71 | Ibid., CM, cap. 3. |
72 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3. |
73 | Ibid., CM, cap. 3. |
74 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2. |
75 | Ibid., CM, cap. 9. |
76 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2. |
77 | Ibid., CM, cap. 3. |
78 | Ibid., CM, cap. 4. |
79 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2. |
80 | Ibid., RQ, cap. 8. |
81 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3. |
82 | Ibid., CM, cap. 1. |
83 | Ibid., CM, cap. 4. |
84 | Ibid., CM, cap. 4. |
85 | Ibid., RQ, Avant-propos y cap. 3. |
86 | Ibid., CM, cap. 4. |
87 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2 y CM, cap. 4. |
88 | Esta impresión de desorden y anarquía es la que precisamente transmite el índice de contenidos de cualquier revista científica occidental o la lista de títulos de comunicaciones a un symposio científico. |
89 | Ver René Guénon, OO, 2ª parte, cap. 2. |
90 | Ibid., RQ, cap. 27. |
91 | Ibid., CM, cap. 4. |
92 | Ibid., RQ, cap. 14. |
93 | Ibid., RQ, cap. 39. |
94 | Ibid., CM, cap. 1. |
95 | Ibid., OO, 1ª parte, cap. 1. |
96 | Ibid., CM, cap. 4. |
97 | Ibid., OO, 2ª parte, cap. 2. |
98 | Ibid., OO, 2ª parte, cap. 3. |
99 | Ibid., OO, Conclusiones. |
100 | Ibid., OO, Conclusiones. |