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Nos
gustaría presentar la enseñanza de René Guénon
o del Sheikh Abdel Wahed Yahia, ya que éste fue su nombre
sagrado, no desde un punto de vista tradicionalista como se hace a menudo
(sabemos que esta posición insostenible es sin embargo sostenida)
sino como la tentativa fundamental del recurso a la Philosophia Perennis,
dicho de otra manera la restitución intelectual en el discurso y
la anticipación intelectiva de la noción principial de trascendencia
absoluta. El pensamiento del Sheikh libera de las verdades relativas
pero carcelarias, y se hace muy necesario un método crítico
frente a las diversas sistematizaciones que conducen a un punto de vista
contradictorio que resume la modernidad: no hay absoluto, todo es relativo
(contradicción interna) pero este relativo es lo definitivo. Es
así que nos limitaremos a lo que nos parece que son las dos fases
esenciales de su obra: la doctrina metafísica y la crítica
de la modernidad. Esto no significa en absoluto que estemos en una disposición
intelectual que pretenda obviar otros dos aspectos importantes: el análisis
de los símbolos y la teoría de los ciclos; nos parece simplemente
que éstos dependen de la aprehensión cosmológica necesaria,
la cual deriva de la dimensión propiamente metafísica. El
símbolo es como el discurso una forma de percepción mediata,
que tiene el privilegio no obstante de reflejar una multiplicidad de significaciones
y de ser una obertura a lo inefable. Nos parece que la ausencia de un cuerpo
de doctrina metafísica, como es el caso de la modernidad, incapacita
la aproximación a los símbolos, el psicoanálisis es
un ejemplo de ello. Concederemos pues la prioridad a lo que podemos anticipar
del "hecho metafísico". La ciencia de los ciclos en cuanto es la
restitución no lineal de una metahistoria, afirma las relaciones
provisionales del principio y de la manifestación, ello confirma
de nuevo la necesidad de comprensión del modo doctrinal. Insistimos
en que no se trata en absoluto de aceptar cualquier definición por
el hecho de emanar de la obra guenoniana, a este respecto es necesario
conservar una capacidad crítica en el pleno sentido del término,
es decir como Kant una "dialéctica de verificación" que de
ninguna manera será discutida por ejemplo en las directivas intelectuales
del Buddha Dharma.
No era de ningún modo previsible que la evolución de las ideas en occidente fuera a producir la figura de René Guénon, esto quizá nos hará reflexionar sobre su partida a oriente como "respuesta simbólica" en un sentido distinto al de Herman Hesse. La modernidad que designaremos como esta fe en "la iluminación" exclusiva de la razón humana con sus resultados que son el progreso, el cambio y las filosofías del devenir, es el resultado de una génesis reconocible a través de los diferentes sistemas de pensamiento. En su obra capital La mission de l´occident, Louis Lallement describe la progresiva decadencia intelectual que se establece en el seno de las orientaciones del conocimiento. Señalaremos una serie de rupturas epistemológicas que Georges Vallin ha denominado muy bien "rupturas anti-metafísicas". La herencia filosófica tiene en nuestra área de preocupación un origen helénico y nos situaremos en una óptica distinta a la de Nietzsche para quien Sócrates anuncia el fin de nuestra civilización (Jean Brun ha señalado que Sócrates es el anti-sofista por excelencia), el primer proceso de revolución es el de Aristóteles contra Platón. La inversión se opera en esta reprobación de las ideas y de la contemplación en provecho de la esfera de lo concreto y de la generalidad de los conceptos de la razón. Esto no impide sin embargo la vinculación de Aristóteles con la metafísica, y vamos a explicarnos sobre este punto. René Guénon retomará en su obra y especialmente en su genial Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes ciertas declaraciones del Estagirita. Pues aunque retrocediendo en cuanto a la dimensión contemplativa, sigue vinculado a un proceso de realización: "El alma es todo aquello que conoce". Podemos asimismo citar esta frase que dará la medida de la enseñanza guenoniana, según la cual no hay que admitir nada fuera de lo apodíctico. No nos corresponde trazar el mapa histórico de las rupturas del occidente, sería demasiado largo, recordaremos sin embargo que después de Aristóteles, Descartes confirmó la tendencia a la filosofía de la acción y a la racionalización, Kant con su fracaso de restauración de la metafísica "limitó" a una isla del entendimiento las facultades cognitivas, y en fin Hegel inició lo que podemos llamar las filosofías del devenir que constituyen el alma de la modernidad. René Guénon aportará una mirada estricta sobre lo que considera un pensamiento sistemático y que no puede liberarse de los límites impuestos por un acercamiento demasiado personalizado. Efectivamente el mayor defecto de la filosofía profana, aquella que se limita a lo racional, es decir a lo definido, consiste en que cada uno busca la originalidad más que la verdad. Como la ciencia que sólo opera en lo racional, basta esperar los resultados de una experiencia futura para que las conclusiones de un sistema sean refutadas y lo conviertan en caduco, dando paso a otro, y así seguidamente. Refiriéndose a Leibnitz (señalaremos que René Guénon contrariamente a cierta opinión apresurada tenía un perfecto conocimiento de la filosofía occidental), según quien un sistema es justo en lo que afirma y falso en lo que excluye, de donde se sigue el proceso del pensamiento sistemático que volvió inoperantes, en lo concerniente a la modernidad, las facultades de investigación de lo real. Estas líneas han dibujado brevemente el paisaje en el cual intervendrá Guénon, deseamos sin embargo apartar de nuestro propósito cualquier referencia a la Providencia, aunque no creamos en el "azar" que sirve a menudo de coartada a las conclusiones profanas. Esta intervención sigue siendo sin embargo ejemplar, en el sentido que se trata de una restitución esencial: la perspectiva metafísica. Mientas que el occidente se ha desviado de la vía contemplativa a través de sucesivas construcciones nacidas del nominalismo, del relativismo y del positivismo, aquél que iba a ser conocido como el Sheikh Abdel Wahed Yahia, no inventa una nueva doctrina, una teoría refutable a la manera de las filosofías profanas, sino que da nuevamente cuenta de la Doctrina, la de los principios trascendentales y universales. Algunas obras fundamentales recobrarán la tónica de los escolásticos, en el sentido de aquellos que estudiaron bajo la dirección de la dimensión de lo inteligible; aparte de la Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, tenemos que referirnos a continuación a estos títulos evocadores: Los estados múltiples del Ser, El simbolismo de la cruz, El hombre y su devenir según el Vedanta. A través de estas diferentes aproximaciones René Guénon expone lo que es el proceso metafísico. Por una parte se trata de explicar lo que es la vía del conocimiento, la realización que es su corolario, y por otra parte de poner el acento en las diferentes modalidades o "estados del Ser". Hay que distinguir dos niveles aparte de los que acabamos de señalar, primeramente y es el más importante, la incomunicabilidad de la doctrina, inefabilidad que es propia de la metafísica, y la transposición imperfecta de naturaleza que se establece en el discurso. No pretendemos presentar el contenido de las obras citadas, la demostración rigurosa que ha hecho René Guénon procurará su mejor comprensión. Es importante precisar que numerosos filósofos en occidente han deseado alcanzar el plano de una filosofía perenne, constatando los límites inherentes a cada sistema, igualmente, es reveladora la creencia que aquella pueda encontrarse en un "sistema de sistemas", aunque traduzca una incomprensión de la perspectiva en cuestión, y podríamos decir de la Realidad. Pues es de la Realidad bajo su aspecto más pleno de lo que se tratará. La noción de Ser restituirá aquí su sentido total sin limitaciones, el que corresponde a lo Real. Como lo indica Jankelevitch, la realidad no se limita a lo empírico, es decir a lo transitorio que no es más que uno de sus aspectos. La búsqueda filosófica ha intentado, hasta la crisis de los universales, alcanzar el plano de la inmutabilidad. Las rupturas anti-metafísicas han convertido en imposible este proceso en un contexto nutrido por el escepticismo y el relativismo. René Guénon dará cuenta de estos elementos y recurrirá a la tradición oriental para ilustrar lo que de hecho no depende ni del oriente ni del occidente sino de lo universal. La metafísica es lo que se sitúa fuera del marco de lo sensible, de lo físico, pero al mismo tiempo constituye sus cimientos. Se afirma la doctrina de la no-dualidad o Identidad Suprema, lo Absoluto, lo Infinito, nociones que indican el plano de lo incondicionado en el discurso, y se sitúan fuera del alcance de cualquier limitación. El Infinito comprende el conjunto de las Posibilidades o Posibilidad Total, Guénon asimila juiciosamente la noción de posible y real, se trata de la expresión de niveles de realidad. Así el Ser en un sentido no limitado a la ontología pues es el principio de la manifestación, se afirma en la superabundancia del absoluto. El conocimiento de lo real es doctrina de las posibilidades. El adagio escolástico "quod non est per ser est ab alio aliquid quod est per se", invita a buscar con respecto a una cosa su principio y su razón última. Lo provisorio no podría encerrar su propio fundamento, Guénon va así a resituar la búsqueda metafísica hacia los principios universales y trascendentales, que si bien no son asimilables sólo por razón (pero no contrarios a ella, ni ilógicos ya que son la fuente de la racionalidad) implican la coincidencia del Ser y del conocimiento por la intuición intelectual, percepción inmediata. El infinito no puede estar determinado por ningún límite, ni el Absoluto que no es sino un aspecto suyo en nuestro universo conceptual: cualquier sistematización, cualquier determinación efectúa una discriminación. Así pues esta perspectiva de lo inefable, que no puede ser sino realizada, justifica el empleo de términos negativos, ya que sólo podemos hablar de ella a través de la ausencia de limitaciones. Esto se encontrará en las diversas tradiciones, el hinduismo y el Buddha Dharma hablan de la extinción y encontramos su equivalente en el Islam en la noción de Fanâ, lo mismo ocurre en la filosofía del Tao y en otras que encontraremos perfectamente ilustradas en la obra de Guénon. Ni limitaciones ni oposiciones, la doctrina es por esencia increada, esta noción es fundamental, el empleo del término No-dualidad que tiene su equivalente sánscrito Advaita, sobrepasa todos los sistemas, dualistas, monistas o pluralistas, el Uno inefable es sin contrapartida, funda la multiplicidad en tanto que "lugar de los posibles", no manifestados y manifestados, manifestables y no manifestables, pero sobre todo más allá de lo manifestado y de lo no-manifestado. La manifestación es una modalidad de la realidad, es ilusoria respecto a su principio. Estas pocas reflexiones resultantes de una mirada a la enseñanza de René Guénon, nos incitan a la prudencia en cuanto a una posible dogmatización del mensaje; solamente invitan a que cada uno pueda efectuar su propio peregrinaje hacia el Absoluto. La segunda preocupación capital en cuanto a nuestra lectura de Guénon, es la fase crítica. Se trata de la modernidad. Contrariamente a Emmanuel Kant no estamos en este caso en un movimiento en el que la doctrina resulta de la crítica, sino que la crítica es una implicación de la Doctrina. Ello se verá en las obras críticas de Guénon y especialmente en El reino de la cantidad y los signos de los Tiempos así como en La crisis del mundo moderno. Cada descripción de las insuficiencias, desviaciones y manipulaciones de la modernidad está apoyada por una referencia a los principios de la doctrina metafísica. No hemos hecho alusión en la primera parte a la noción de tradición, siendo no obstante esencial y central en la enseñanza guenoniana. Al principio, no hemos querido considerarnos un "discípulo" de Guénon, permanecíamos sin embargo en una atenta escucha en vistas a una reflexión. Seguidamente hemos querido sobre todo mostrar que el plano principal es la doctrina metafísica y su restitución, esto sigue siendo a nuestros ojos lo que inscribe el pensamiento de René Guénon en un proceso universal más allá del tiempo y del espacio. El término tradición como es sabido significa "transmisión" y lo que es transmitido es precisamente una herencia que proviene de la fuente, de lo sagrado inmutable y eterno: el plano metafísico. La inspiración directa (o revelación) se profundiza por la tradición, se perpetúa; encontramos su ilustración en cada religión y en cada vía iniciática. La modernidad con sus corolarios de progreso y de cambio, se caracteriza por no alimentarse ya de la herencia común a través de las ramas que las tradiciones constituyen. De una filosofía del Ser, de la Identidad, nos ofrece una filosofía del devenir la cual no conduce a nada excepto a un movimiento sin orientación. Todo es negociable en esta visión del mundo puesto que no hay centro ni origen, y por tanto no hay trascendencia; el hombre no se sustrae a su situación limitada y no emprende sino una carrera por un camino indefinido de sucesiones sin realidades propias, en lugar de una búsqueda hacia lo absoluto, suprema realización de la vida. El mundo moderno ha invertido las relaciones del hombre y el cosmos, la única preocupación es utilitaria, la única justificación es el deseo, mientras que las civilizaciones tradicionales han denunciado justamente el deseo (Kâma) como el obstáculo, el adversario. Concediendo la prioridad a lo que no era más que un medio, la razón o facultad de comprensión de las cosas sensibles, el estado supremo del conocimiento que es visión contemplativa, se ha visto relegado al mundo de los poetas, de los románticos o peor incluso de las fantasías. Y no son pocos estos productos híbridos de orientalismo truncado alimentados por los defensores de una religiosidad moderna (yoga de relajación, sofrología, desarrollo personal, etc.) los que no son más que usurpaciones caprichosas para calmar la indigencia de un occidente perturbado. René Guénon denunciará esta crisis que paraliza una civilización demasiado preocupada en manipular el mundo. El parámetro occidental y tecnicista es intolerable para cualquier sociedad que haya conservado la relación tradicional. La inversión progresiva que constata Guénon se inscribe, desde el periodo llamado del renacimiento, en una lógica rigurosa, las aprehensiones de la realidad se efectúan en una perspectiva utilitaria y de poder. Rompiendo con toda realidad trascendente, el hombre se ha afanado en convertirse según el estímulo de Descartes en "dueño de la naturaleza". Desde entonces la facultad racional se ha convertido en la única referencia. Poco a poco lo sensible llega a ser la única relación que preocupa al hombre que se inscribe como "medida de todas las cosas". El efecto de esta tendencia funda una óptica esencialmente cuantitativa y exterior. Este reino de la cantidad determinará todas las orientaciones. Podemos observar como Georges Vallin y Gilbert Durand, la reflexión de Guénon según la cual la confusión de la metafísica y de la ontología abre las puertas de esta desviación. El ser es la primera determinación y de esta manera generaliza la noción de identidad exclusiva, primera fase de un proceso que anunciará los procedimientos lineales, cuantitativos y reductores. La razón que se apoya sobre esta manera de ver efectuará un "recorte" de lo real, el análisis se convierte en la manía ejecutora y las síntesis que son su finalidad sólo procurarán una falsa percepción que privilegia una homogeneidad reductora y simplista. No es que Guénon niegue la legitimidad de lo racional: éste es la proyección de los principios inscritos en el Espíritu y la trascendencia (según un marco más radical que Kant), sino que lo resitúa en su vocación propia de herramienta, la razón es un medio preparatorio que opera en las formas de lo definido (la limitación) y no puede captar el corazón de las cosas, su esencia. Una razón entregada a ella misma es totalitaria, destructora, construye conceptos forzosamente desplazados de lo real, no es apta para la percepción inmediata y realizadora que procura el conocimiento por la intuición intelectual, estado supremo de la gnosis en tanto que hecho metafísico. Sin embargo la razón iluminada por los principios trascendentales y universales de la Doctrina o de la Sophia sigue siendo el elemento especulativo que nos permite reflexionar e interiorizarse más allá de las formas transitorias por la preparación teórica. Una razón por lo tanto abierta, pero ésta no es la de la "racionalidad destructora" según la expresión de la escuela de Francfort que opera en el occidente moderno. Esta solidificación de lo real se inscribe en una carrera que desemboca en una segunda fase, la de la disolución. Del materialismo al indeterminismo sólo hay un paso, como lo muestra la epistemología de la modernidad. La manía de la clasificación, de la reducción, de la racionalización y del positivismo preparan el reino total de la cuantificación es decir de lo indefinido. La materia cede el lugar a la cantidad pura, a la probabilidad, a las estadísticas y aunque cierta aproximación de la física cuántica, como la idea de superposición de estados según Schroedinger o las ecuaciones no lineales, podrían reabrir perspectivas no esclerosas, el rechazo de cualquier trascendencia proyecta al hombre al camino de la visión de un simple caos. Deseamos acabar con ciertas advertencias concernientes al "enderezamiento" del que habla Guénon. Este había reflexionado sobre una hipotética posibilidad de que occidente encontrara su verdadero rostro. Para ello es necesaria una élite, y no lo discutiremos. Sin embargo tal como él dice, esto sigue siendo una hipótesis y todas las formas de organización no deberían responder a este camino, sería no haber entendido nada el querer "organizarse" o construir estructuras. Guénon no tiene discípulos, él lo indica claramente y no podría entonces garantizar a esos mandarines tradicionalistas que de cualquier manera no se representan más que a ellos mismos. Occidente es una posibilidad del Principio Supremo y el oriente al cual podemos referirnos es un oriente interior, donde simbólicamente el sol del espíritu se levanta eternamente. Nos incumbe no sólo alumbrarnos a la luz de la enseñanza del Sheikh Abdel Wahed Yahia sino sobre todo vivir en nuestro propio camino, en nuestra propia tradición. La perspectiva metafísica está obligatoriamente abierta e inagotable, ello nos protege contra los mandarines, contra los fundadores de Tariqah que se toman por "Santos Sufís", y no sería extraño que todos estos parásitos representen de hecho la única y verdadera parodia de este fin de ciclo. Si un enderezamiento es posible, será incluyendo también un procedimiento de sanción que desenmascare los "parásitos de la obra de Guénon". No se ha dicho nunca que Khrisna haya querido gobernar solo el carro de Arjuna, y esto es sin embargo lo que nos querrían hacer creer los mandarines que se toman por brahamanes pues para ellos Guénon es una coartada para la ostentación. Con respecto a estas desviaciones no podemos más que incitar a referirse a su obra y a su vida, fue no un profeta pero sí el genial y sin embargo humilde peregrino que restituyó al occidente el sol metafísico, pero la mayoría fueron ciegos y se ilusionaron sobre su propia vocación. Traducción: Antonio Guri
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