SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
  [RENE GUENON]
PSICOLOGIA

Capítulo XXX
EL HABITO
(último del resumen mecanografiado)

El hábito puede definirse de una manera general como la tendencia de la actividad a reproducir los mismos actos con una facilidad creciente a medida que son repetidos más frecuentemente.

Sin embargo conviene distinguir dos formas del hábito: en primer lugar, el hábito bajo la forma de la asimilación, que es una disposición o una manera de ser en el sentido de "habitus", y en segundo lugar, el hábito bajo la forma de la repetición, en el sentido del latín "consuetudo".

La primera de estas dos formas es la que, propiamente hablando, es el verdadero hábito, aquella de la que podemos decir con Aristóteles que es una segunda naturaleza.

El hábito así entendido nace con el primer acto; la repetición no lo produce, únicamente lo desarrolla, en consecuencia el hábito no está solamente proporcionado al número y a la frecuencia de los actos realizados, lo está también y quizás incluso lo está sobre todo a su energía y a su duración.

El hábito hace que los actos sean más fáciles y hace también que sean más necesarios: en primer lugar, cuanto más se repite el acto, más disminuye el esfuerzo, por consiguiente, el acto acaba por realizarse como por sí mismo, deviene así más rápido, pero al mismo tiempo más automático y cada vez menos claramente consciente. En segundo lugar, cuanto más fácil deviene el acto, más difíciles devienen por ello mismo los actos que le son contrarios o que son muy diferentes a él: es necesario un esfuerzo no para hacer el acto, sino para no hacerlo. Podríamos decir que el hábito, que es una verdadera inclinación adquirida, parte de la voluntad y va a parar al instinto, mediante una serie indefinida de grados intermediarios.

Se distingue de ordinario el hábito activo, que sería una disposición a reproducir cada vez más los mismos actos, y el hábito pasivo, que sería una disposición a experimentar cada vez menos los mismos estados de sensibilidad, pero esta distinción, como casi todas aquellas en las que se hace intervenir lo activo y lo pasivo, está lejos de ser satisfactoria.

En realidad, la única especie de hábito que conviene reconocer es el hábito puro y simple, que tiene siempre como efecto hacer que el acto sea más fácil y más necesario, pero también disminuir la conciencia.

Cuando se produce lo contrario, es que el hábito está acompañado de atención y es entonces la atención la que corrige el efecto deprimente del hábito: así, lo que llamamos hábito pasivo no es otra cosa más que el hábito puro y simple, y lo que llamamos hábito activo es el hábito acompañado de atención.

El dominio del hábito está tan extendido como el de la vida: hay hábitos orgánicos, ya que se puede decir que el cuerpo se habitúa a ciertas modificaciones y a la realización de ciertos actos; hay también hábitos psicológicos, los sentimientos, las inclinaciones, tienen sus hábitos, cuyas leyes están todavía bastante mal aclaradas. La inteligencia también está sometida al hábito, y la memoria en particular puede considerarse relacionada con el hábito en lo que concierne a la conservación y a la reminiscencia. Finalmente la voluntad contrae también hábitos según la manera en que se ejerce y los motivos por los cuales se determina.

El papel del hábito es pues considerable en todos los dominios y es una condición de la continuidad de la vida humana, de la que hace, a pesar de la sucesión de los hechos, un todo permanente y coherente.
La naturaleza del hábito ha dado motivo a dos teorías principales: una, que se remonta a Aristóteles, ve en el hábito una ley de la actividad en virtud de la cual todos los seres tienden a mantenerse íntegramente en todo lo que son; la otra teoría, que es la de Descartes, ve al contrario en el hábito una ley de inercia, así pues una ley de la materia, en virtud de la cual toda modificación que se imprime a un cuerpo cualquiera continúa siendo.

La persistencia de toda modificación se explica mejor en la teoría de Aristóteles, ya que una modificación cualquiera de un ser ha devenido un estado de sí mismo, ella es algo que hace parte de su ser.

La doctrina de Descartes, según la cual el hábito residiría todo él en el organismo, explica quizás una parte de los efectos físicos del hábito, pero no parece capaz en el fondo de dar cuenta de su verdadera naturaleza.

FIN

Traducción: Miguel Angel Aguirre
 
Presentación
 
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