SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
HIMNOS DEL AGARTHA
Textos Ateneo del Agartha
Ilustraciones Ana Contreras
Libros del Innombrable. Colección Aleteo de Mercurio
1ª edición, abril de 2019. 73 ilustraciones. 196 págs
ISBN: 978-84-17231-11-8


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Reseña novedad editorial

En el titulo Himnos del Agartha queda todo reflejado, pues este volumen está completamente dedicado a cantar, llamar o alabar a las deidades que en el camino de regreso hacia nuestro Destino nos vienen al encuentro y lo hacen posible; son voces que surgen del corazón, de la cueva del Agartha. Por otro lado, estos himnos tienen algo de “Rebis”, ya que misteriosamente y en simultaneidad, los canta el humano y son un decir divino, una sintonía nacida de los mismos dioses manifestándose directamente al corazón del que se absorbe en estos textos.

Las frases, expresiones o citas de las que se sirvieron en tiempos pretéritos los cantores a lo divino, se recogen aquí, en una renovación del mensaje, integrados en una nueva forma de decir o cantar a los mundos divinos y sus orígenes, revelando los misterios del mito de manera que pueda hacerse comprensible y cognoscible a los buscadores de nuestro tiempo.

Los nombres con los que se llama a cada una de estas divinidades son algunos de los que fueron revelados en el antiguo Egipto; también los que nos vienen legados por el mundo grecolatino y por la cábala judeo-cristiana, afluentes sapienciales de la Tradición Primordial cuyas aguas se han ido vertiendo y han quedado recogidas, en nuestro tiempo, en la Tradición Hermética.

La armonía que nace del conjunto de todos estos himnos es un bellísimo canto a la Unidad –aunque no se nos escapan las distintas formas de la Belleza que se pueden encontrar en cada uno de ellos–, y en verdad cada himno es una unidad en sí mismo, como una entrega completa, una aspiración de un mundo divino vertida para alimento del alma a la que se invita a ir “re-conociendo” los siempre nuevos paisajes de los diferentes estados del Ser. Esto hace que la lectura de estos himnos pueda realizarse siguiendo las pautas presentadas, o bien dejándose llevar por el azar, ya que la mántica del dios Apolo se ha impreso también en este número 6 de la colección Aleteo de Mercurio, y podemos encontrar en él un oráculo, es decir, un medio de consulta a los diferentes aspectos divinos, o incluso recibir respuestas repentinas a cuestiones que navegaban en las aguas de nuestra mente.

Se abre el telón con los diez primeros himnos que invocan o llaman primeramente a ese mismo centro supremo, Agartha, del que surgirá toda la fuente de palabras que seguirán con un agradecimiento a los iniciados del crepúsculo, o sea, a todos los que colaboran en la Posibilidad de vivir la presencia del Misterio en esta “hora tardía”; luego viene una alabanza a los Ancestros y un ruego para que nos asistan, y de ahí los cantos conducen el intelecto hacia el Dios Desconocido, al Misterio, a la Nada Infinita, en ajustadas palabras que resbalan de Su insondabilidad; para seguir nombrando al Ser y su encuentro en el ser, a la Idea y a la Luz “reveladora de lo oculto, imagen del modelo primero”.

Abierto alguno de los velos del Silencio absoluto y de las Potencias más íntimas de Su Ser, otro velo se descorre y canta a la gran tríada egipcia –memorando así a la cuna del Hermetismo–, la que aun hoy puede revivir en aquellos que la alumbran. Así como los nombres de poder de la Cábala a los que están dedicados los siguientes cantos, iluminándose de entrada el Árbol de la Vida y luego otros nombres del Innombrable, como anzuelos a los que agarrar el hilo de nuestra alma. En otra voz se invoca un llamado a la íntima y misteriosa energía de Metatron y a la Inmanencia de lo Absoluto bajo el nombre de la Shekinah, y finalmente un canto a la Luz que desciende manifestando mundos, Luzbel.

En lo que sigue se extiende el legado de la tradición grecolatina, unos himnos que nos adentran en la Metafísica, la Ontología y Cosmogonía. Alzándose desde el sumo silencio que “se hace en lo secretísimo y donde incluso los Principios se desvisten de su nombre”, el Caos Primordial se vuelve hacia esos Nombres por los que quiere ser llamado y conocido. Así la diosa madre, Gea, se revela en algunos de sus aspectos y pone de manifiesto su amor por Urano, “Padre que todo lo abraza y todo lo penetra”, siendo también el Amor que “admiran los dioses y contemplan los sabios”, Eros, el “Bello dios de los primeros”.

Ahora, una invitación a contemplar la grandeza de la Noche Primera, Nicte y algunas entidades de las que es nodriza: el retoño primero del Éter, el ígneo Phanes y las que manejan los límites del divino Rigor, las Moiras. A ellas se les pregunta ¿no hay escapatoria? También a Tánatos se le cuestiona ¿qué es la vida sin la muerte? Y a Hipnos ¿somos el sueño de un gran soñador capaz de soñar la totalidad del Cosmos en totalidad?

Y así continua el viaje ontológico y cosmogónico participando de la actividad divina con los Titanes, mundo verdadero y actual cuya elevada realidad se escapa a la mayoría de los mortales de esta época. A Cronos-Saturno se le dice: “Tú, que bajo tus quehaceres divinos inauguras la condición misma de la Revelación”, “Ábrenos tu arcano refugio mas allá del tiempo”, y a su paredro, “la grandísima, fecunda, dulce y fértil” diosa Rea, también se la invoca. A Océano se le pide “muéstrate benévolo enviando tus infinitas bendiciones”.

Siguen los himnos al que tomó el relevo de Cronos para dar paso a un nuevo ciclo de la manifestación, Zeus, fecundador de mundos, nuestro querido Padre Celestial y a su amada esposa y hermana Hera, referencia y alimento para los héroes, como viene a sugerir el himno al prototípico Herakles del que termina alabándose su entrega al fuego purificador de la pira sagrada y su retorno al Misterio.

Al abrazo penetrante divino quedamos sumidos en el corazón de este volumen, cuando se canta al dios que trae la Tradición Hermética a nuestra propia casa, a cada quien directamente sóplale al oído la voz divina adaptada a la mentalidad de los hijos del llamado Occidente, abriéndonos a la real posibilidad de recuperar la memoria de la autentica Identidad. Divino mensajero, Hermes, a ti y a tu madre se han dedicado estos cantos que alaban y no dejan escapar la oportunidad de rogarte: “¡¡Avívanos!! ¡¡Zarandéanos!! ¡Libéranos”, “¡La Inmortalidad!”.

“Hemos navegado hasta Delos…” Toda la Sabiduría que se refleja en los mitos del dios délfico está aquí presente, renovada en las paginas dedicadas a la tropa délfica integrada por Apolo, Artemisa y Asclepios.

A la poderosísima energía procedente del semen de Urano derramado sobre las aguas del mar, se escribe el siguiente himno dedicado a la diosa de la Belleza y el Amor, la “que une los opuestos complementarios”, cohesionando en la Unidad la manifestación entera, o sea “A Afrodita y sus amores” y a su esposo Hefesto, “que guarda los misterios de la herrería y la alquimia” y a su amante Marte, aliado del héroe en la consecución de su destino.

Remontando el cauce de las aguas herméticas hacia su fuente, un nuevo himno en reconocimiento al regente –“in illo tempore”– de la Atlántida, al portador del tridente, Posidón, haciendo mención a su prole. Sigue otro a esta realidad muy activa en nuestro tiempo y paradójicamente bien ignorada, al tenebroso Hades y su esposa Perséfone, iluminando la posibilidad de salir de ahí con la ayuda de Hermes.

Y más y más deidades nos van saliendo al encuentro dando nacimiento a unos cantos dedicados a la divina Memoria, a sus hijas las Musas, a la Presencia y a la Música, aunando la simbólica de los nombres latinos con la del número y elementos cabalísticos. Sigue un canto a la Unidad en la trinidad sacra de las tres diosas que se abrazan, otro a la ”diosa dadora del pensamiento sintético, de la idea revelada y del juego de las correspondencias”, Atenea, elevada Inteligencia a la que se la llama y se invoca aquí con ruegos directos para conseguir “el más alto destino”. Y con ella vienen a revelarse Hécate, “alma del mundo”, Hestia, el fuego interno y Tanit que llega desde las antiguas ciudades de Fenicia.

¡Oh, sorpresa! Aquí está Dionisos, “Bendito y bienvenido por siempre en este escenario que te acoge. Terremoto y ciclón es tu llegada”, y tus Ménades con su entusiasmo contagioso. De Sileno se dice que “te asimilas a la nada en tu huida incesante de lo que está determinado”. También se deja oír la Syringe que sopla Pan.

Ya se cierra la puerta y se abre a un nuevo recuerdo. “No nos olvidamos de los dioses tutelares y protectores del hogar, los Lares; tampoco de los Manes o almas de los difuntos ni de los démones que habitan cada pequeño fragmento del universo que se conocen como Penates”. Y a Jano, pues “Nada queda pendiente cuando en tu seno me acoges, oh Bifronte”.

Añadir que la introducción a cada sección es un sonoro llamado a la puerta del corazón, para que se prepare y se abra a lo que va a venir, manifestándose a continuación.

El himno es un canto cuya repetición favorece un efecto mnemotécnico en todos los niveles de la conciencia. Y habiéndolo probado, podemos confirmar que curiosamente lo único que se reitera es el rastro gráfico de las palabras, pues el mensaje o diálogo que se establece con la deidad y el recuerdo al que conduce, resultan verdaderamente nuevos en cada lectura o acercamiento o imbuición en estos mundos que, con ritos de este tipo, se van dejando conocer con divino amor.

Estamos delante de todo un tratado hermético. Quizás una invitación para “volar a la Nada, siguiendo la voz del Nombre impronunciable”.

P. D. Todas las citas pertenecen a este “regalazo” de la colección Aleteo de Mercurio nº 6 de la Editorial Libros del Innombrable.

María Correa.





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Presentación Himnos del Agartha.


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