NOTAS DE REPLICA AL TEXTO “LA GRAN TRIADA, LA TRINIDAD Y LA TRĪMURTI*

CONSEJO EDITORIAL DE SYMBOLOS


Nota aclaratoria

1. “Con lo que habremos de quedarnos es con que el yang está ceñido al Cielo y a la orientación izquierda, mientras que el yin lo está a la Tierra y a la orientación derecha”.

Esto no se puede decir así sin más, y se tendría que explicar que esas dos orientaciones, en la tradición china, variaron según los momentos históricos. Es decir que en otras épocas fue al revés: que el yang estaba abrazado al Cielo y a la orientación derecha, y el yin a la Tierra y a la orientación izquierda. Precisamente estas últimas orientaciones tienen un sentido más primordial, pues es así como las vivían los hombres de los primeros tiempos.

2. “Por encima de ellos está la Unidad Trascendente (Tai-Ki), de donde procede todo lo creado y que en orden a la manifestación se corresponde al Cero Metafísico o el No-Ser”.

La frase en sí misma es algo confusa. Si lo que se quiere decir es que Tai-ki (el Ser Universal) procede del No-Ser, o que con respecto a la manifestación Tai-ki representaría un papel análogo al que tiene el No-Ser con respecto al Ser Universal, tendría en todo caso que ponerse de manera más clara, pues parecería que se confunde al No-Ser con el Ser Universal.

3. “En la tradición brahmánica los avataras son diez y conforme el significado de esa palabra, se trata de un “descenso” de los enviados de Brahama, la divinidad creadora...”

No son los enviados de Brahama, o de Brahmâ, sino de Vishnú, que es la deidad conservadora (y mejor que enviados habría que decir “manifestaciones de Vishnú”). Habría tal vez que aclarar la diferencia entre Brahma y Brahmâ para evitar más confusiones. El primero es llamado Brahma nirguna (Brahma “no-cualificado”) por estar más allá de toda distinción: es el Supremo Brahma. El segundo es llamado Brahmâ saguna (Brahmâ “cualificado”) y se identifica con el Ser Universal, o Ishwara, es decir con el Dios creador.

Tampoco se entiende porqué se emplea indistintamente tríada y trilogía como si fueran sinónimos.

4. “La octava avatara fue la de Krishna y la novena la de Buddha”.

Según la Tradición el noveno Avatara no fue Buddha sino Cristo.

5. Cuando aborda la Trīmurti hindú, el autor comienza a confundir en bastantes ocasiones lo religioso (y lo teológico) con la metafísica, y viceversa, lo cual nos resulta incomprensible y sorprendente en alguien que se supone ha estudiado la obra de René Guénon (al que no nombra), pues bastante de lo que dice sobre la Gran Tríada y la Trīmurti hindú lo ha extraído directamente de Guénon. Este ha dejado bien en claro (como la obra de Federico González y la propia revista SYMBOLOS a lo largo del tiempo) que el fenómeno religioso nada tiene que ver con la Metafísica, pues aquél y ésta se corresponden con dos puntos de vista completamente diferentes entre sí, y que no podemos confundir so pena de privarnos de cualquier tipo de realización interior. La tradición hindú, como la taoísta, no es una religión como pueda ser la cristiana (aunque en ésta existe también un aspecto esotérico incuestionable), sino que su concepción del mundo y del hombre reposa enteramente en los principios metafísicos.

Por eso mismo no tiene ningún sentido hablar, como hace el autor, de que los tres aspectos del Supremo Brahma que integran la Trīmurti (Brahmâ, Vishnú y Shiva) constituyan “tres religiones”; son por el contrario tres aspectos o funciones universales que emanan del Sí Mismo y que se expresan a través de otras tantas vías de la realización metafísica (vías que efectivamente tienen sus ritos y símbolos propios), que es aquella que nos conduce precisamente a la identificación con el Sí Mismo mediante el conocimiento de la verdadera naturaleza de nuestro ser.

El confundir erróneamente la Trīmurti con “tres religiones” le lleva a la conclusión de que ésta no es complementaria con la tríada Sat (Ser), Chit (Conciencia de Sí, y no “Existencia” como dice) y Ananda (Beatitud), la cual compone la palabra Sachchidânanda, que manifiesta la naturaleza misma del Brahma Supremo. Mejor sería decir que una y otra tríada no son equivalentes, pues como decimos la Trīmurti expresa tres aspectos divinos del Brahma Supremo vinculados con tres vías de realización espiritual del hombre, mientras que Sachchidânanda se refiere al sujeto que conoce (el Ser, Sat) fundiéndose con el único objeto de su conocer (que es la Beatitud, Ananda), conformando así la Conciencia total (Chit) de la Unidad del Sí Mismo. Como decimos no son equivalentes, aunque la consecuencia última, el fin podríamos decir que se persigue caminando por una u otra de esas tres vías de realización, sea precisamente el ser absorbidos en dicha Unidad. Como nos recuerda en este sentido René Guénon: “El Sí Mismo se conoce a Sí Mismo por Sí Mismo”. F.A.

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Notas sobre el artículo “La Gran Tríada, la Trinidad y la Trīmurti

Resulta confuso el párrafo introductorio, en el que sería necesario aclarar que el ternario, en su acepción más alta, es un símbolo universal referido a la triunidad de los principios cosmogónicos (el Uno y su aparente desdoblamiento o polarización), motivo por el cual es posible establecer correspondencias analógicas entre las tríadas de las distintas tradiciones que inciden en esta idea, distinguiéndolo también de otra de sus acepciones, la del triángulo invertido, reflejo del superior en los distintos planos de la manifestación, y que simboliza el fruto resultante de la conjugación de los dos principios complementarios. Estas no son cuestiones dogmáticas producto de una convención sino realidades de la expresión simbólica de un orden, y las diferencias o identidades entre tríadas se establecerán en base a una ubicación principial o a la derivada y refleja, cosa que a lo largo de todo el artículo se confunde constantemente pues el autor no hace esta distinción.

En el apartado La Gran Tríada el autor reconoce la relación de los ternarios tal como los expresa el taoísmo con la metafísica de los números, y se propone comparar uno de esos ternarios (Tien, Ti, Jen) con otro del cristianismo y con un tercero del hinduismo (tríadas que pertenecen a distintos órdenes), tradiciones que erróneamente califica como “otras religiones” (lo cual también merecería algunas aclaraciones respecto de lo que es la Tradición, lo esotérico, y lo exotérico religioso o social pues estas cuestiones se confunden a lo largo del artículo), diciendo un poco más adelante que el único punto de contacto entre esos ternarios es la identidad del número de sus componentes, reduciéndolo todo a una visión cuantitativa del número que no contempla la esotérica y metafísica a la que se ha referido con anterioridad.

Por otra parte, en este mismo apartado, cuando hace alusión a la tríada sagrada principial, la conformada por la Unidad Trascendente (Tai-Ki), Cielo (Tien) y Tierra (Ti), dice que “… la Unidad trascendente de donde procede todo lo creado y que en orden a la manifestación se corresponde al Cero Metafísico o el No-Ser…”, lo que es también confuso, pues si bien no hay dualidad entre el No-Ser (Wu-Ki) y su primera determinación (Tai-Ki), sí se puede ser más claro distinguiendo lo cosmogónico de lo metafísico, aunque lo metafísico lo incluya todo.

También nos sorprende que después de las consideraciones ajustadas sobre la Gran Tríada acabe diciendo que “es una alegoría de la concepción cósmica extremo oriental que nada tiene que ver con los dioses ni las religiones en el sentido occidental de esta palabra”. ¿Son errores en la utilización de los términos (alegoría, religiones) o son incomprensiones de fondo?

Otra cuestión a aclarar en este apartado es la de la vinculación de yang, cielo y orientación izquierda, y la de yin, con la tierra y la orientación derecha -que sólo enuncia-. Además de ser imprecisa, esto no siempre ha sido así sino que ha habido distintas correspondencias con el devenir del ciclo cósmico, según explica Guénon en un capítulo de La Gran Tríada.

En el acápite dedicado a La Trinidad el autor descarta fijarse en las doctrinas judaica e islámica del cercano oriente y sólo se centra en el Cristianismo aludiendo a que en esas dos primeras sería una blasfemia contra el Innombrable o Allâh referirse a la trilogía divina, por lo que parece desconocer, o ignora, la presencia del símbolo de la tríada (tanto la principial del mundo de Atsiluth conformada por Kether, Hokhmah y Binah, como las dos inversas del mundo de Beriyah y Yetsirah) en el modelo cabalístico del Arbol de la Vida.

En el apartado de La Trīmurti es extraño que hable de distintas religiones en el Hinduismo cuando es una tradición en la que el elemento religioso está ausente y se sustenta por entero en los principios que emanan de la metafísica, por lo que es erróneo considerar que de las tres facetas o aspectos de la Trīmurti surgen tres religiones distintas, cuando son tres vías de realización espiritual que promueven la vivencia del Sí mismo Uno y Unico.

Por otra parte nos parece erróneo que manifieste una equivalencia entre la Trīmurti y la Trinidad cristiana (cuando en realidad esta última es una tríada un tanto peculiar según explica Guénon en La Gran Tríada) y luego diga que se diferencian en que la Trīmurti da lugar a tres religiones distintas, mientras que en el cristianismo es una y única la religión (aunque luego ponga el ejemplo chocante de una semejanza formal con las “tres religiones hindúes” a través del tema del culto con las imágenes de las cofradías…), contribuyendo así a mezclar, confundir e invertir los ordenes metafísico y religioso constantemente.

Las conclusiones dejan un tanto perplejo y no traslucen en qué medida pueden establecerse correspondencias entre tríadas de distintas tradiciones, además de corroborar ciertos errores como el considerar a la Trinidad una alegoría y el destacar de la Trīmurti el ser origen de tres religiones. M.V.

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Algunas notas acerca del manuscrito “La Gran Tríada, la Trinidad y la Trīmurti”, de Carlos Vázquez Iruzubieta

“Los ternarios suelen tener una apariencia idéntica para las mentes poco rigurosas, y para otros, semejanzas más o menos evidentes o al menos, indicaciones de temas vinculados o a lo simbólico o a lo teológico. Y ello se puede apreciar respecto de tres ternarios que se insertan en sendas civilizaciones dispares entre sí, que acogieron teologías igualmente diferentes al menos en la expresión de sus ritos y el alcance gnóstico de sus concepciones.”

Las simbólicas, ritos y mitos de la tradición extremo-oriental, la tradición judeocristiana y la tradición hindú son ciertamente diferentes pero expresan las mismas Realidades supremas. El “alcance” de su esoterismo es el mismo: los Misterios del Ser y del No-Ser.

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“Volviendo a los ternarios propuestos para este estudio, para no introducir confusión es más apropiado reservar el nombre de Trinidad al cristianismo, separándola de la Trīmurti hindú y la Gran Tríada china. Enseguida veremos la diferencia que separa a estos tres ternarios, sin otro punto de contacto que la identidad del número de sus componentes.”

Apelando a la misma “metafísica de los números” a la que alude en otro lugar, el autor debería concebir que la “identidad del número de componentes” de los tres ternarios es algo que puede estar revestido de un hondo significado simbólico y no tratarse de una insignificancia.

La Trīmurti (Brahmâ-Vishnú-Shiva) expresa la polarización primordial del Principio Universal en un triple aspecto generador-conservador-transformador (tríada ontológica totalmente análoga al ternario Kether-Hokhmah-Binah de la tradición hebrea); y la Gran Tríada extremo-oriental (Tien-Jen-Ti), la estructura ternaria del Cosmos que se despliega a partir de esos principios ontológicos y signa a cualquier cosa manifestada (lo cual está reflejado en  la doctrina hindú de los tres Gunas y en los planos del Árbol de la Vida cabalístico). En cuanto a la Trinidad cristiana, puede contemplarse como una tríada que reúne un aspecto generador (Padre), un intermediario (Espíritu Santo) y un receptor (Hijo), correspondiéndose desde este punto de vista con la Gran Tríada (si bien el extremo superior de este ternario -el Dios Creador- se sitúa en el ámbito de la construcción cósmica y no en el dominio de la ontología). Además, como apunta René Guénon en su libro La Gran Tríada, cabría considerar otro ternario formado por el Dios Padre (principio activo), la Virgen Madre (principio receptivo) y el Hijo (principio neutro en el que se combinan los dos anteriores), que refleja en el plano creacional la tríada de los principios ontológicos en sentido inverso (pues inversa es la naturaleza de la analogía).

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“El primer rango o género es para la Tríada sagrada formada por dos complementarios: el Cielo (Tien) y la Tierra (Ti). Por encima de ellos está la Unidad Trascendente (Tai-Ki), de donde procede todo lo creado y que en orden a la manifestación se corresponde al Cero Metafísico o el No-Ser, que equivale a la no-manifestación de donde procede todo lo manifestado y que en el movimiento constante del Universo reabsorbe individualidades de los múltiples estados del Ser y al mismo tiempo de ese No-Ser, del que emergen los seres no-manifestados a la manifestación. Esta Tríada de primer grado está formada, pues por Tai-Ki, Tien, Ti.”

El “Cero Metafísico” o “No-Ser” es Wu-Ki, siendo Tai-Ki la primera determinación que se concreta en su seno (como Kether en la matriz de En Sof o Ishwara en el seno del supremo Brahma).

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“Porque cielo y tierra son para el ser humano la referencia permanente de su opción vital sin que nada obre en su conciencia como no sea su propia voluntad para acercarse a los estados superiores o hundirse en el fango de las experiencias terrenales. La Gran Tríada, pues, es una alegoría de la concepción cósmica extremo oriental, que nada tiene que ver con los dioses ni las religiones en el sentido occidental de esta palabra.”

La Gran Tríada es mucho más que una alegoría, y tiene mucho que ver con los dioses (no así con las religiones). Es una alta expresión simbólica de un ternario arquetípico y como tal divino, análoga a la división del Árbol de la Vida cabalístico en tres planos (el mundo de Atsiluth, las seis sephirot de construcción y el mundo de Assiah).

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“La circunstancia que nos obliga a descartar como doctrinas representativas del cercano Oriente al judaísmo y al islamismo es porque toda posible referencia a una trilogía divina es una blasfemia contra el Innombrable o Allâh. En esto se evidencia una ruptura de la concepción llamada judeo-cristiana ya que el cristianismo admite la Trinidad mientras que el primer mandamiento hebreo es la prohibición de tener otro Dios por encima del Innombrable, y para el islamismo no hay otro Dios más que Allâh.”

Es disparatado sostener que no ha lugar una “trilogía divina” en la tradición hebrea. ¿Qué serían entonces Kether, Hokhmah y Binah? ¿Y Hesed, Gueburah y Tifereth? ¿Y Netsah, Hod y Yesod? Afirmar la realidad de estos dioses -aspectos de la Deidad Unica- y venerarlos nada tiene de blasfemo. Otro tanto podría decirse de los 99 nombres de Allâh. Y todo ello, nada tiene que ver con el absurdo de afirmar una otridad en el ámbito del Uno y Solo.

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“Aquí, lo que tenemos que aseverar es que la Trinidad cristiana es un dogma sagrado que por ello mismo es incuestionable y que tiene un alto grado de penetración teológica, sin rechazar cualquier aproximación metafísica o siquiera simbólica, para una explicación esotérica que se aísle del exoterismo de la literalidad de los cánones.”

Un dogma religioso es muy distinto de una doctrina tradicional. Ésta es incuestionablemente cierta por ser una verdad revelada, mientras que aquél puede ser una mera convención exotérica.

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“La diferencia con la Trinidad es que cada divinidad, aunque proviene de Brahaman, tiene su propia religión, rituales y feligreses. Es un ternario de carácter divino que proviene del Dios Unico pero que desmembrado en tres religiones, conserva cada cual su propia individualidad y su propia misión. La de Brahma es la creadora; la de Vishnú la conservadora; y la de Shiva la destructora y regeneradora a la vez.”

La diferencia (o mejor dicho, la relación) de la Trīmurti con la Trinidad cristiana es semejante a la que existe entre el mundo de Atsiluth y las otras siete sephirot en el Árbol de la Vida Cabalístico, y se inscribe en el ámbito esotérico. Nada tiene que ver lo religioso aquí; cuando se trata de la Trīmurti se está hablando de principios ontológicos, independientemente de que haya ritos exotéricos de adoración a lo que Brahmâ, Vishnú y Shiva simbolizan. Decir que la Trīmurti es un ternario “desmembrado en tres religiones” no es solamente una vaguedad; es un error doctrinal.

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“Hay intérpretes del hinduismo que pretenden hallar similitud entre la religión medio-oriental y la cristiana, como estableciendo un símil entre la Trinidad y el Supremo Brahman que pese a carecer de atributos y cualidades se le atribuyen el Ser (Sat), que equivaldría al Dios-Padre del cristianismo; la Existencia (Chit), equivalente al Dios-Hijo y la Beatitud (Ananda), símil del Espíritu Santo. Lo cierto es que toda sinonimia conceptual nos parece laudable pero errónea. Piénsese que si de esa trilogía atribuible a las cualidades esenciales de Brahman deriva la otra trilogía religiosa (Brahma-Vishnú-Shiva), estaríamos en presencia de un Dios Unico cargado de atributos y cualidades, que en el mejor de los casos se podría admitir en una teología hinduista mas nunca en una metafísica ejemplar como se la admira en las Upanishad.

También se debe tener presente que la primera de las trilogías mencionadas está en un plano metafísico y de orden cosmogónico, mientras que la segunda trilogía, que nace incuestionablemente de la primera, tiene un rango exclusivamente religioso y si se quiere, teológico, pero nunca metafísico. ¿A qué debemos atenernos en este caso? Si la trilogía que nos interesa es la segunda por su carácter religioso, nada tiene que hacer la de rasgo teológico. Se trataría de un falso complementarismo pues en realidad lo que aparenta ser es una mezcla de planos gnoseológicos que no pueden ser compartidos en un mismo estudio. No se puede pasar de lo cosmogónico a lo religioso como a través de un puente que une dos concepciones diversas; ello es imposible porque lo menos que se puede decir de semejante intento es que carece de coherencia intelectual.”

La Trīmurti nada tiene de “trilogía religiosa”, por lo que la discusión del autor es bastante absurda. ¿Y cómo puede negarse el “rango metafísico” a una tríada que manifiesta el Absoluto en el plano ontológico? (pues ¿cómo podría accederse a la metafísica si no es a través de la ontología?).

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“Tres religiones que provienen del Uno. ¿Significa entonces que el Único puede ser dividido en tres partes? Si es Único, es algo inadmisible. La realidad teológica enseña que se trata de tres aspectos de Brahman, el Uno: Tri=tres; murti=aspecto. El significado de la palabra Trīmurti alienta a quienes quieren ver en esta trilogía un símil de la Trinidad cristiana en tanto que ésta lo que significa en términos teológicos es precisamente eso: tres aspectos de un Único Dios. Insistimos, sin embargo, que mientras en el hinduísmo cada uno de estos tres aspectos se convierte en una religión autónoma respecto de las otras dos, en el cristianismo sólo se puede hablar de una sola y única religión con un solo Dios con tres aspectos teológicos mediante los cuales los feligreses pueden acceder a su conocimiento.”

El ámbito propio de la Trīmurti es la ontología mientras que la Trinidad cristiana está circunscrita al dominio cosmológico, verdad que los teólogos cristianos -cuyo horizonte intelectual se limita al hecho religioso- desconocen o camuflan. Entre uno y otro ternario existe, pues, una relación y también una diferencia ya que expresan la proyección de la Unidad en distintos planos jerarquizados del Ser Universal. En cuanto a la búsqueda de diferencias de carácter religioso entre una y otra tríada, sólo podemos decir que nos parece un empeño estéril puesto que, reiteramos una vez más, la Trīmurti nada tiene que ver con lo religioso. M.G.

 
NOTA
* Ver en esta misma sección el artículo "La Gran Tríada, la Trinidad y la Trīmurti", de Carlos Vázquez Iruzubieta.


 
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