SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
CENTROS ESPIRITUALES
BEATRIZ RAMADA
(final)

Del septenario virginal que acoge el influjo de los cuaternarios - Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, 1536
"Del septenario virginal que acoge el influjo de los cuaternarios"
Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, 1536
Genève, Bibliothèque de Genève, Ms. fr. 167, f. 108v
(http://www.e-codices.unifr.ch).

El centro del estado humano está representado precisamente por el corazón, donde, en efecto, todas las tradiciones sitúan la morada simbólica de la Ciudad celeste, o Ciudad divina (en sánscrito Brahma-pura), que es el Reino de los cielos (identificado con Cristianópolis o el Templo del Santo Espíritu, "que está en todas partes", del hermetismo Rosa-Cruz), del que se dice que no vendrá ostensiblemente, "Ni podrá decirse: helo allí, helo aquí, porque el Reino de Dios está dentro de vosotros" (Lucas XVII, 21). Es también la Jerusalén Celeste como hemos dicho, cuyo advenimiento supone la abolición de la condición temporal, y por tanto la restauración del estado primordial y del sentido de la eternidad o "presente eterno". En consecuencia, podría entonces afirmarse que la Ciudad celeste es la posibilidad permanente de vivir la realidad en sí misma, sin reflejos duales, como ha sido, es y será siempre, constituyendo el punto de referencia vertical que da sentido y plenitud a la totalidad de nuestra existencia, que se reconoce en lo universal, conduciéndonos de la periferia al centro a través del Eje que comunica la Tierra con la Patria celeste, que es nuestro origen y destino final: "He aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su Tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos." (Apocalipsis XXI, 3-4). (Programa Agartha. "La Ciudad Celeste II").

Distinguir entre el Centro espiritual principal de nuestro mundo, visible al comienzo de nuestro mundo, (visión con la luz) y los centros secundarios que pueden estarle subordinados, al cual representan sólo en relación con algunas tradiciones concretas, adaptadas en especial a determinados pueblos.

Hay tantas "Tierras Santas" particulares como formas tradicionales regulares existen, puesto que representan los centros espirituales que corresponden respectivamente a las diferentes formas. (...) (La) "Tierra Santa" por excelencia, es la “comarca suprema”, según el sentido del término sánscrito Paradeça, del cual los caldeos hicieron Pardés y los occidentales Paraíso. [René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, XI].

Este hecho tiene relación con la noticia de que todos los pueblos tradicionales han contando con un punto al que han denominado centro del mundo, un ejemplo muy conocido es Delfos para los griegos, y si éste es el centro, lo denominado por ellos oikoumene (tierra habitable) es la circunferencia, limitada por el océano infranqueable, "más allá" se halla lo desconocido, en un movimiento centrífugo esto corresponde a las tinieblas exteriores o el Tártaro; en un sentido centrípeto, el "más acá", el eje vertical es interno y está relacionado con el Polo, el auténtico Centro, y los Campos Elíseos.

Es de notar, además –y para advertir las analogías que existen entre el orden físico y el espiritual–, que el Polo Norte representa la región que es tomada como referencia orientativa vertical desde cualquier lugar de la superficie terrestre (aunque esto sea hoy así por la globalización cultural y la representación de la Tierra como esfera); el extremo Norte es también el extremo superior del eje vertical que atraviesa la Tierra, y por lo tanto el centro alrededor del cual se cumple la rotación de la misma, siendo el único lugar (junto con el Polo Sur) que permanece estable y sin girar en dicha rotación. En este sentido, es perfectamente normal que fuera la región polar la primera en albergar la Tradición Primordial, pues ésta es también el origen y el centro doctrinal invariable de todas las demás a través de los tiempos; su permanente punto de referencia axial. Su replegamiento y ocultamiento supuso el surgimiento de las diferentes formas tradicionales y el establecimiento de los respectivos centros geográficos sagrados, que eran, y siguen siendo, los reflejos del primero (ver "La Montaña y la Caverna", Módulo I Nº 61). Son el caso de Jerusalén para el judeo-cristianismo, la Meca para el Islam, Delfos para la Grecia clásica, Roma para las tradiciones itálicas y aún para el Catolicismo actual, Tebas para el antiguo Egipto, Babilonia para las culturas mesopotámicas, la mítica Aztlán (Atlántida) para las culturas mesoamericanas, Cristianópolis o la "Ciudadela solar" para el Hermetismo Rosa-Cruz, etc. El nombre originario del Centro Supremo fue el de Tula, o Thule, la "Balanza", o también Siria, la "Tierra del Sol", expresión que indica una transposición celeste y luminosa del espacio geográfico. Tula designa la constelación de la Osa Mayor que con sus siete estrellas –número de perfección– semeja un arca girando en torno de la estrella Polar, morada simbólica de la Gran Unidad o Arquitecto del Universo. La estrella Polar es la Cima, el Cenit de la Montaña Cósmica, Arbol o Eje del Mundo de donde parten según las direcciones del espacio, los cuatro ríos sagrados portadores del Agua de Vida Celeste. (Programa Agartha).

Otro ejemplo es Jerusalem para la tradición judeocristiana, de la que se dice que es una imagen visible de Salem (una designación del centro del mundo) la morada de Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, cuyos atributos son la paz y la justicia, símbolos del Rey del Mundo. Melquisedec representa la Tradición Primordial, es decir el eje polar. Es rey de Justicia y vive en la ciudad de la Paz. En el episodio bíblico que narra cómo éste bendijo a Abraham, y la institución de la comunión por el pan y el vino, si reparamos en este simbolismo el pan, es el pan suprasustancial, la substancia; y el vino, que vino a sustituir la ambrosía o elixir de inmortalidad, es la esencia. Se sintetiza en esta unión el proceso alquímico, la espiritualización de la materia, o la materialización del espíritu.

Dante en el Paraíso - Grabado de Gustave Doré
"Dante en el Paraíso", Grabado de G. Doré.

Igualmente desde el punto de vista temporal este "lugar central" corresponde a la época virginal de los orígenes, ese estado primordial es análogo al estado edénico, en donde el hombre dialogaba directamente con la deidad. En otras palabras el hombre tenía un conocimiento directo, es decir, efectivo. Esto nos permite referirnos a la lengua edénica (lengua de Oc, el lenguaje de los pájaros), esta debía tener un carácter sintético que posibilitara las cuatro lecturas de la realidad, es decir, simbólico, señalando el carácter análogo y jerárquico de los tres planos de la creación. De origen "no humano" sería rítmico, o musical si se quiere

... ya que los sonidos y los números expresan proporciones arquetípicas de armonía y movimiento coincidentes tanto en el macro como en el microcosmos. (Cita del libro de Federico González Hermetismo y Masonería).

También nos hablan los textos que es en el Edén donde se le otorga a Adán la posibilidad de nombrar, es decir de participar de la potencia del demiurgo al estar dotado de Inteligencia. Pensamiento, palabra y obra.

El hombre, llamado microcosmos - Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, 1536
"El hombre, llamado microcosmos" (lit. "toda criatura o pequeño mundo")
Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, 1536
Genève, Bibliothèque de Genève, Ms. fr. 167, f. 27v (http://www.e-codices.unifr.ch).

Este estado es anterior a la "caída", es decir, a la salida del centro. Esta es una desviación de la realidad, lo que supone la pérdida del sentido último, de la conciencia de unidad, lo cual promueve un proceso involutivo que nos conduce al estado actual donde la mayoría de las lenguas están totalmente desacralizadas, con algunas excepciones como el hebreo y el árabe. En la Biblia, esta "salida" está narrada por el episodio de Abel y Caín, que más allá de cualquier condicionamiento moral o prejuicio religioso, representan dos modos de vida: nómades y sedentarios, lo cual suponen dos puntos de vista, por lo tanto una dualidad, una salida o desviación del eje.

La aparición de la escritura indica la necesidad de fijar esta lengua sagrada, el Conocimiento, lo que supone una readaptación a nuevas circunstancias cíclicas en las que de alguna forma se habría perdido la lectura directa. Lo que explica la anterioridad de la tradición oral a la escrita y su primordialidad.

Cuanto más difiere la grafía de lo que simboliza mayor es el descenso cíclico, de ahí que los primeros alfabetos conocidos tuvieran un carácter de ideogramas. Vemos en esto, por un lado lo que significaba considerar la escritura sagrada, una ciencia accesible sólo a los hombres de conocimiento, siempre en un intento de salvaguardar lo sagrado, una de las funciones del centro, y la importancia del dios Thot- Hermes, inventor de la escritura "el escriba o heraldo divino", cuya acción es providencial para los hombres, ya que es por su intermedio que el hombre puede conocer.

El carácter sagrado de una lengua se observa en la correspondencia de los números y las letras, o en la concepción de la Creación como obra de la escritura divina, cuyos caracteres son el modelo o prototipo en el que se basan sus alfabetos. Teniendo en cuenta el carácter sagrado del sonido y de la escritura, los alfabetos utilizados hoy en día en Occidente, perdida su esencia, su vínculo con lo sagrado, sólo pueden constituir una herramienta para manejar al hombre actual y a su ignorancia.

El conocimiento de la lengua primigenia supone que el hombre participa del lenguaje universal, lee y escribe en la Creación, es por eso llamada la lengua de los ángeles, de los estados superiores del ser. Es la lengua de la Ciencia Sagrada. En ella se encuentran los mismos principios que estructuran el Universo, de ahí su relación con las matemáticas, recordemos que para los pitagóricos los números expresaban la esencia de las cosas.

Sólo entonces lo verás, cuando no puedas hablar de ello; pues el conocimiento de ello es silencio profundo, y supresión de los sentidos. (Cita recogida por Coomaraswamy de Hermes, Lib. X, 5).

El recuerdo de esta época primordial se encuentra expresado en la mitología de todos los países, como un paraíso perdido –o Edad de Oro– en el que el hombre vivía en perfecta armonía con el cosmos y la naturaleza, en 'estado de gracia' y perenne presencia del Espíritu. En ese illo tempore, que los hindúes denominan Satya Yuga, los hombres se identificaban con los dioses, y la verdad, como la montaña, era visible para todos. Fue de esos antepasados míticos que la humanidad heredó la cultura verdadera y los valores espirituales más elevados. Sin embargo, en razón de las leyes cíclicas ese tiempo fue seguido por otras edades, cada vez más restringidas, en las que se fue perdiendo, poco a poco, el estado virginal de los orígenes, los dioses cayeron y la verdad tuvo que ocultarse en el interior de la caverna, en el mundo subterráneo, y revelarse únicamente a unos pocos.

A la Edad de Oro o Satya Yuga, siguió la de Plata o Trêtâ Yuga; luego la de Bronce o Dwâpara Yuga; y finalmente la de Hierro o Kali Yuga, la actual a la que estamos llegando a su final. (Programa Agartha).

Ahora sugeriríamos que se prestará atención al símbolo del CES, la montaña y la caverna, que tiene mucho que ver con lo que llevamos dicho. Así la montaña es símbolo del eje siempre presente, la Tradición, pero que por razones de nuestra progresiva ignorancia se va ocultando y permanece secreta en el interior, la caverna, que es un símbolo análogo al corazón, el centro del ser.

símbolo de la montaña y la caverna

De aquí que el Centro primordial se designe como Agartha:

Antes de su desaparición del mundo visible este centro tenía otro nombre, pues ése de Agarttha, que significa "inaprensible" o "inaccesible", y también "inviolable", puesto que es la "morada de paz", Salem, no le hubiera convenido entonces. (De René Guénon en El Rey del Mundo).

El estado humano puede ser expresado en su totalidad por el círculo, y por transposición igualmente un individuo, ya que cada individuo es la determinación del estado humano, en otro sentido una de sus indefinidas posibilidades de manifestación. Incluso se podría decir que cada gesto, palabra o pensamiento, cada acción, cada exteriorización genera una rueda, una expansión indefinida en la horizontal que sólo tiene sentido como expresión generativa y por tanto reveladora del punto o eje vertical que el individuo, la humanidad, y el cosmos contiene en sí. Ruedas dentro de ruedas, o si la rueda es vista en su tridimensionalidad esferas dentro de esferas, (pompas de jabón) en orden jerárquico, pero meras ilusiones de la Suprema Identidad.

El camino iniciático supone para el hombre tomar consciencia de Sí, aunque se presente bajo una forma exterior (su individualidad) en un desarrollo temporal o espacial. Si bien esta actualización no es real mientras se ignore a sí mismo y crea ilusoriamente en una identificación con las formas exteriores, con su producción, su horizontalidad. Este tomar consciencia de Sí es posible porque nuestro destino es nuestro origen, y está Realidad está ubicada en el interior del hombre, en el corazón, sede de la Inteligencia. El Reino está dentro de nosotros, en un lugar oculto y subterráneo, que la tradición denomina "Luz" o la morada de la Inmortalidad, y que para los hindúes es equiparable al punto situado en la base de la kundalini. ("El tao del hombre sigue al tao de la tierra, el tao de la tierra al del Cielo, y éste al Tao de los Taos")

Todas las cosas están ligadas entre sí hasta el eslabón más bajo de la cadena, y la verdadera esencia de Dios está arriba tanto como está abajo, en los cielos y en la tierra, y nada existe fuera de él. Esto es lo que los hombres sabios quieren decir cuando afirman: 'Cuando Dios le dio la Torá a los israelitas, El les abrió los siete cielos y ellos vieron que realmente nada había allí sino su gloria; él les abrió los siente mundos y ellos sólo vieron allí su gloria; él abrió los siete abismos ante sus ojos, y ellos no vieron allí sino su gloria'. Meditad sobre estas cosas y comprenderéis que la esencia de Dios está vinculada con todos estos mundos, y que todas las formas de la existencia están conectadas entre sí, pero derivan de la existencia y de la esencia de Dios. (Sefer HaRimmon, Moisés de León, pág. 250 de Presencia Viva de la Cábala).

Este proceso de transmutación interna que relaciona estrechamente el símbolo de la rueda con el del CES: la montaña y la caverna, sintetiza la enseñanza que nos ha sido legada a través de la cadena áurea, aún en estos momentos cíclicos: el recuerdo del Sí mismo, y la posibilidad, siempre presente de vivenciar la Realidad.

Como apéndice:

El punto o el germen de toda construcción y expresión plástica, es la Idea revelada, de carácter suprahumano, que fecunda el intelecto, y es en el pensamiento donde ella germinará y habrá de recorrer distintos planos para ser manifestada, e igualmente esto es válido cuando se habla del nacimiento de una cultura, un pueblo o una ciudad, es por ello que todos los pueblos cuentan con leyendas y mitos sobre sus orígenes. De aquí el símbolo como mediador entre el Ser y el Cosmos, su manifestación.

La ciudad, al participar del acto creacional constituye un modelo cosmogónico como todo ser vivo, constituye una entidad cuya esencia se haya expresada en su nombre, y una función, que no es más que el desarrollo de ese ser en coordenadas espacio-temporales, lo que es comprendido en un ciclo de vida, que como todo ser vivo comprende nacimiento, juventud, madurez y muerte.

La fundación de las ciudades, con sus templos y santuarios, era un símbolo que expresaba la constitución o consolidación de una doctrina tradicional, convirtiéndose así la ciudad terrestre en la expresión misma de los principios cosmogónicos y metafísicos revelados por dicha doctrina, pues ésta siempre ha sido considerada como la emanación directa de la Doctrina del cielo, que no es otra que la propia Sabiduría Perenne, Ley Eterna, o Sanâtana Dharma, contenida en la Tradición Primordial, o lo que es lo mismo, en el Centro Supremo. (Programa Agartha: "La Ciudad Celeste II".)

Hemos querido señalar la fundación de una ciudad, y su desarrollo como símbolo, porque creemos importante llamar la atención sobre un hecho simbólico conocido por todos ustedes con respecto a esta ciudad, cuya lectura va más allá de lo religioso o exotérico, es la venida de la Virgen a Zaragoza sobre un pilar, que según los textos tradicionales, permanecerá hasta el final de los tiempos.

Gracias.





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