ALABANZA
Los símbolos, mitos y ritos constantemente vivos y presentes, fundamentan y abren las puertas de la comprensión, de la belleza y del Ser. Símbolo (etimológicamente symbolon: juntar) es energía fuerza, energía viva, es aquel ángel que nos traslada a una visión arquetípica de las cosas y que por su propia Esencia nos transmite la diferencia entre la eterna realidad vertical y la parcial realidad horizontal. El símbolo nos revela siempre nuestra posibilidad última de comprensión y es en su propia naturaleza un rayo de luz que en su profunda y real condición nos lleva a identificar y trascender nuestro mundo ilusorio. El símbolo es el hijo de Dios, eternamente Uno; es recuperación de lo Primero, es un vehículo de nuestra condición divina y es en todo caso lo que nos lleva más allá de nosotros, acaso donde habitara el Bello Padre que a través de ésta, su expresión, fuera siempre presente. Todas las Sociedades Tradicionales han cultivado y meditado el símbolo, haciéndolo sol y luna del camino que recorre el ser en busca de su posesión más antigua, que en ningún caso tendría que ver con la parcialidad temporal que la personalidad representa. Nuestra posesión, aquello que realmente nos pertenece es la restitución de toda la capacidad amorosa que nos ha sido dada y que lejos de entramados personales a través de la simbólica florece y es. Rito (etimológicamente de la raíz indoeuropea rt: orden, destino, lo que otorga a cada cosa su ser) es aquel acontecer que por su orden y su sacralidad reordena el microcosmos. Todo es rito en cuanto un ser pudiera de forma consciente adherirse a su símbolo y todo a la vez no es rito en cuanto el ser estuviera adherido a su propia visión psicológica alejada de lo que el rito en sí atesora. ¿Cómo no encontrar ritual el amanecer, la mañana, el fuego, la oración, el encuentro con el ser amado, las artes, el vino, el cuerpo, la noche...? Todo forma parte del rito eterno de la vida. Todo es posibilidad de reintegración al Ser, todo es posibilidad de encarnación del Ser. Todo es rito, todo en las leyes naturales y en su devenir es conocimiento. El hombre es el límite mismo. El sueño es lícito, ésta es nuestra condición; para reiterar la Esencia Sagrada fuimos creados y vinimos aquí. No es lo material el anhelo, no es nuestra personalidad parcial y llena de sangre la búsqueda. No hablamos de una reminiscencia desarticulada, ni de ningún objeto oscuro. Esto es el Misterio, profundo y dulce que a través del rito vive y Es. La Esencia que su devenir todo lo colma se muestra a través del símbolo y se ordena a través del rito. La Esencia, que no nos pertenece, se nos da. La Esencia, lo Sagrado, la Conciencia, el Rito. Que el Amado nos guíe y nos llene de luz. Mito (etimológicamente mythos, misterio) es un regalo, es poesía real, es magia, es movimiento. El mito es amor por todo, es la posibilidad de entrar en el "érase una vez" de la Memoria y dotar de belleza los arquetipos primigenios. El mito eleva y unifica por su naturaleza intrínseca nuestro aspecto fraccionado y horizontal y nos traslada a la tierra vertical de la Creación, allá donde los dioses acogen radiantemente nuestra ensoñación más inocente. El mito, siempre presente, es legado al hombre por la Tradición para recorrer y reconocer del mundo primigenio todos los aspectos de la naturaleza humana en una representación cósmica permanente de nosotros mismos más allá de nosotros mismos. Arquetípica y atemporal. Los mitos constituyen un espejo de luz donde soñar, donde jugar, donde acogerse al devenir mismo y restituir la identidad real del hombre. El mito en acción ritualiza la propia Esencia y llena de contenido simbólico al atributo humano, limpiando en cuanto nos sea dado nuestra psiqué y nuestra respiración. ¿Cómo no escuchar a las dulces musas con sus efluvios y sus canciones y acallarlas o darles vida? Y beber con Baco. Y volar con Apolo en aquel carro de cisnes, regalo de su padre Zeus, hacia el lugar de los hiperbóreos. Y ser destronados por Saturno en la propia equivocación de nuestro tiempo. Cómo no acudir al centro del laberinto a verificar al minotauro instalado en la puerta de paso, que nos pregunta brutalmente a qué memoria estamos acogidos nosotros y quién es el dueño de nuestro cuerpo. El símbolo, el mito y el rito, fuentes del Principio, nos conducen desde cualquier tiempo al Origen, al momento mismo de la Creación, a la Vida eterna, generosa y preexistente, a la locura de Dios y a su permanente invocación. Antonio Casanovas |
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