SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

LAS CULTURAS ARCAICAS
SUS DIOSES Y SUS JARDINES

LUCRECIA HERRERA

II. EL Antiguo Egipto
Sumerjámonos, ahora, en otra extraordinaria tradición: la del Antiguo Egipto “cuna de toda la cultura occidental y particularmente del Hermetismo”.1

En la Introducción a la Ciencia Sagrada, obra de Federico González y colaboradores, en el acápite “Egipto”, leemos lo siguiente:

... ya que la sagrada patria de nuestros ancestros se encuentra en el medio de la tierra, que el centro del cuerpo humano es el santuario del corazón y que el corazón es el habitáculo del alma, por esa razón, hijo mío, los humanos de este país, por lo demás no menos dotados que los otros, son, excepcionalmente, más inteligentes y más sabios, porque han nacido y crecido en el lugar del corazón. (Palabras de Isis a Horus) Corpus Hermeticum. Estobeo XXIV, 13.2


Horapolo. Hieroglyphica, 1505.
Según Plutarco,
Los egipcios comparan su tierra a un corazón que representa también al cielo. Esta visión, que concibe al espacio habitado por el hombre como un reflejo de lo celeste y como una región central y sagrada es común a toda civilización que provine de la Tradición Primordial, como es el caso de la egipcia, que comparte con las otras altas culturas las verdades eternas.3

Esta tradición es muy antigua si consideramos que se ubica en el origen del Kali Yuga, como señalamos en el Prólogo, es decir en la última edad de las cuatro que componen un Manvántara —la Edad de Oro, la Edad de Plata, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro—, también denominadas yugas según la tradición hindú y exactas a esas cuatro edades de la tradición griega, que abarcan la existencia completa de una humanidad.

Sus representaciones funerarias al igual que los monumentales templos y extraordinarios palacios datan de épocas muy arcaicas. Y es gracias a estas construcciones arquitectónicas, significativas y sagradas, “unidas al culto religioso”, que han permanecido prácticamente intactas a través de los siglos —dadas las condiciones climáticas favorables para su conservación—, que podemos, entre otras cosas, comprender su pensamiento, su visión del mundo y su cosmogonía —los ciclos y ritmos de los astros que ordenaron su existencia—, expresada en su vida cotidiana.

Ninguna otra civilización vivió para la muerte como ésta, una paradoja para aquéllos que no están familiarizados con el viaje iniciático; pero la muerte para los egipcios —y para muchas otras culturas tradicionales— era el fin de su existencia temporal, ilusoria y transitoria en este mundo, período éste en el que se preparaban para el verdadero viaje, post mortem, una vez liberada el alma del cuerpo. Viaje que, por otra parte, puede realizarse en vida gracias a la iniciación en los misterios del Ser, ya que “el Camino o Vía Iniciática es también réplica del recorrido del alma post mortem e incluye la inmersión en el país de los difuntos”.4

En una escena del Libro de los Muertos de los antiguos egipcios5 se ve a Anubis, el negro chacal “señor de los occidentales”, conduciendo el alma del difunto al área del juicio para ser pesada en uno de los platillos de la balanza que él supervisa junto a Thot, el escriba divino. El alma del difunto, en caso de salir victorioso de la prueba, es llevada por Horus, “el halcón, el elevado”, ante Osiris, soberano del inframundo y rey del “más allá”, para finalmente ser conducida en la barca solar por Ra, el Sol, hacia lo desconocido, identificada plenamente con el Eterno.


El juicio de los muertos en presencia de Osiris; Isis y Neftis detrás de él. El pesado del alma del escriba real,
Hunefer, hacia 1275, a. C. Antiguo Egipto. Conservado en el British Museum, Londres.

Thot es pues,

el escriba divino, autor de los mensajes y de la contabilidad del imperio. Personificado como un hombre con cabeza de ibis, suele llevar en sus manos las tablillas o el material para escribir. Dios intermediario por excelencia registra y recuerda las órdenes divinas. Es no sólo el inventor de la escritura sino asimismo el de los calendarios, y de todo lo relacionado con las ciencias y lo intelectual inclusive de los juegos de fichas y dados. Por tales conocimientos es considerado un mago y capaz de actuar como tal. Recordemos que es el inventor nada menos que del lenguaje, y sus funciones son tan elevadas como lo son sus atributos y características.6

Más aún,

Es el dios egipcio que posteriormente tomará entre los griegos el nombre de Hermes, el que enseña a Isis el arte sacerdotal que esta diosa trasmitirá a su hijo Horus. Estos misterios pasan a los hierofantes, guardianes y transmisores de una Sabiduría divina y esotérica que se deposita y revivifica en los símbolos, mitos y ritos de esa gran cultura, que con otras formas será conocida por griegos y romanos y por todo el Occidente medieval y renacentista.7

Thoth-Hermes, dios del lenguaje y la escritura,
el Hermes celeste. J. F. Champollion,
Panthéon Égyptien, 1823.

Ante tan extenso y complicado panteón, mas reconociendo la influencia indudable que ejercieron las mitologías egipcias sobre las griegas y por tanto sobre su cosmovisión, veamos, pues, quiénes son esos otros dioses que se mencionan más arriba, Anubis, Horus y Osiris, cuyas energías están vinculadas al tránsito por el mundo subterráneo. Tomando en cuenta que los dioses egipcios, muchas veces, adoptan distintos nombres —aún cuando guarden los mismos atributos—, según la dinastía, la ciudad o el período histórico con el que se les vincule, ya sea en el Alto o Bajo Egipto: “las dos tierras” o reinos como también se les conocía en el antiguo Egipcio.


Osiris, Anubis y Horus. Tumba del faraón
Horemheb, dinastía XIX de Egipto.

Consideremos, pues, antes de seguir adelante, el siguiente relato narrado por Plutarco en su libro Los Misterios de Isis y Osiris,8 observando que este autor, siendo griego, nombra en muchos casos —sin confusión alguna— a los dioses egipcios con sus nombres en griego, recordando que los dioses son siempre los dioses, análogos y los mismos en todas las culturas pero adoptando, claro está, distintos nombres acorde a la idiosincrasia de cada pueblo.

Dícese que Rea9 tuvo con Cronos10 comercio secreto, y que el Sol11, que lo había descubierto, pronunció esta imprecación contra ella: Ojalá no pueda dar a luz ni durante el curso del mes, ni durante el del año. Pero Hermes12 enamorado de la Diosa, de la que había obtenido también favores, jugó a los dados con la Luna13 y le arrebató una septuagésima segunda parte de cada uno de sus días de luz. Con la suma de todas aquellas septuagésimas segundas partes, formó cinco días, que añadió a los restantes trescientos sesenta. A esos cinco días los llaman aún los egipcios de nuestros días Epagómenos, es decir, adicionales, y durante este período celebran el aniversario del nacimiento de los dioses.14

Dioses que nacieron uno cada día a través de esos cinco días adicionales. Pero, ¿quién nació primero?

Se dice que Osiris nació el primer día, y que en el momento de nacer se oyó una voz que decía. El señor de todas las cosas aparece bañado por la luz. Además, también se cuenta que en Tebas cierto Pamylés acudió a pozar agua en el templo de Zeus, oyendo en aquella ocasión una voz que le ordenaba gritase con fuerza: El gran rey, el bienhechor Osiris acaba de nacer. Pamylés obedeció, y entonces Cronos depositó a Osiris en sus manos, encargándole que le criase e instituyese la fiesta de los Pamylias, parecida a nuestras Faleforias.15
El segundo día nació Aruéris, al que se le considera como Apolo, y al que también algunos denominan Horus el Viejo. El tercer día vino al mundo Tifón, ni a su debido tiempo ni por el camino ordinario, sino lanzándose a través del flanco materno, que abrió y rasgó asestándole un golpe terrible. El cuarto día, Isis nació entre las marismas. El quinto día vio aparecer a Neftis, a quienes unos llaman también Teleuté y Afrodita, y otros Victoria.
Se dice que Osiris y Aruéris tuvieron al Sol por padre; Isis era hija de Hermes, y Tifón y Neftis fueron engendrados por Cronos.16

Mas,

A causa del nacimiento de Tifón, los reyes consideraron como nefasto el tercero de los días adicionales; lo pasaban hasta su noche sin emprender ningún asunto, sin ocuparse en su aseo. También se dice que Tifón tomó por esposa a Neftis, que Isis y Osiris, enamorados uno del otro, se unieron antes de nacer en el seno de su madre, y algunos dicen que Aruéris, a quien los egipcios denominan Horus el Viejo y los griegos Apolo, nació de esta unión.17

Continúa narrando el mito que cuando Osiris reinó —pues él era el rey del mundo por su inteligencia—, sacó a los egipcios de su existencia salvaje; les dio a conocer los frutos de la tierra —el trigo y la cebada, el cultivo de la vid y la manera de hacer vino, etc.—, les dio leyes y les enseño a respetar a los dioses, sus progenitores, levantando templos y santuarios en su honor y disponiendo sacerdotes encargados del culto. Luego, se cuenta que recorrió toda la tierra para civilizarla, fundando ciudades, sin necesidad de usar violencia, sino por persuasión y razonamientos, a veces encantándoles con sus canciones y su música. Por esto es que los griegos creen que Osiris es el mismo Dioniso.


Tumba de Nakht, escriba y sacerdote, “jefe de los graneros” y “encargado de las viñas del rey”,
durante el reinado de Tutmosis IV. Tebas, Dinastía XVIII. Egipto, c. 1400 a. C.

Más adelante, iremos viendo a través del mito cómo Osiris encarna todo el proceso de vida, muerte y resurrección, semejante al que vive el iniciado cuando penetra en los misterios más profundos de la Vida, análogo, igualmente, al recorrido diario del Sol, su padre, el dios Ra, llamado luego Amón-Ra. Por tanto, Osiris, además de divinidad de la vegetación, también se lo consideraba “soberano del inframundo” y del “más allá”, con todos los atributos y poderes propios de estos reinos. Razón por la cual, entre los egipcios, Osiris era un dios muy popular y cercano pues podían identificarse plenamente con él dado que “había experimentado la muerte y la había vencido y podía garantizar a sus seguidores la vida eterna”.18 Después de su descenso al inframundo, Osiris volvió al mundo de los vivos para preparar a Horus y adiestrarle en el combate contra Tifón. Es más, se dice que Osiris tuvo, entonces, comercio con Isis, dando a luz la diosa a un niño llamado Harpócrates.19


Libro de Los Muertos del rey Pinudjem, detalle.
Escondite real de Deir el-Bahari.
Museo Egipcio, El Cairo.
¡Eres hermoso, Osiris! Has aparecido en gloria, poderoso, glorioso; has fijado tus formas; tu rostro es (el de) Anubis; Ra se regocija por ti y se asocia a tu perfección, porque has ocupado tu lugar sobre su trono puro, creado para ti por Geb que te ama; tú lo recibes sobre tus brazos en el Occidente, cuando él atraviesa el cielo diariamente; lo acompañas hacia su madre Nut, cuando él se acuesta con vida en el Occidente, en la barca solar todos los días, con Horus que te ama. La protección de Ra es tu salvaguarda, las fórmulas mágicas de Thot te acompañan y los encantamientos protectores de Isis penetran en tus miembros.20

En la introducción a El Libro de los Muertos de los antiguos egipcios21 su traductor, Paul Barguet, dice lo siguiente:

Uno de los hechos más sorprendentes, para quien no está familiarizado con los textos funerarios, es ver cómo el egipcio se atreve a identificarse con su dios. Ahora bien, éste es un fenómeno constante en el Libro de los Muertos. (…)
La afirmación de identidad es tal, es tan fuerte para el egipcio, que el sentido se impone: “tal es él, tal soy yo”; (...) para él, no hay diferencia entre su dios y él mismo (…)
Esto se debe, por una parte, a la idea que se hacía de lo que se llamaba el “ba”, término que nosotros traducimos, a falta de otro mejor, como “el alma”, que representa la cualidad divina y, por consiguiente, es también la chispa divina que se encuentra en el hombre y se separa en el momento de la muerte, y que tiene, como el pájaro que es su símbolo, su dominio en el cielo.

Cámara C de la tumba de Nefertiti; el alma o ba de la reina
convertida en pájaro. J. Paul Getty Museum,
Los Ángeles, California.

En el capítulo 85 llamado: “Fórmula para tomar el aspecto de un alma viva y no entrar en la sala sacrificial; el que la conoce no puede perecer jamás” lo expresa claramente:

“tomar el aspecto de un alma viva” (...) es tomar el aspecto de la divinidad por excelencia, el Eterno; en su redacción antigua (= CT 307) declara: “Soy el Eterno... soy el que ha creado el Verbo... soy el Verbo”, lo cual es, literalmente, casi la primera frase del Evangelio según San Juan.22

Y continúa diciendo Paul Barguet:

Por ello, el egipcio puede identificarse, no sólo con una divinidad particular, sino con varias divinidades a la vez; hay, por tanto, la indicación de que una misma persona puede presentarse bajo diversos nombres, bajo diversas formas, siendo un único y mismo ser.23

Puntualizando más adelante que:

La religión egipcia no es exactamente un politeísmo, es “un monoteísmo con facetas”, y Dios puede ser invocado bajo un nombre y un aspecto en un lugar, y bajo otro nombre y otro aspecto en otra parte. (...) el muerto, que se identifica con Ra, el gran dios creador, declara que las diferentes partes de su cuerpo son las de las de diferentes divinidades, que en él “no hay miembro que esté privado de Dios”, y afirma al concluir: “pero mi verdadera forma está escondida en mí, porque yo soy el Incognoscible”.24

¡Potente invocación ésta del Libro de los Muertos! Texto también llamado en tiempos más recientes “El Libro de la salida al día”, que en realidad es la traducción del título egipcio del libro. No debe sorprender que se le diera este título al conjunto de “capítulos” o “fórmulas” que componen El Libro de los Muertos, ya que lo más importante para el difunto era “pertenecer al grupo de los que rodean al sol, los que forman parte de su corte y reciben su luz”25 en su recorrido diurno, durante el cual el muerto deseaba salir de su tumba y recibir “el brillo vivificante de Ra”, para luego seguir con su recorrido nocturno, cuando atravesaba en su barca el mundo subterráneo iluminándolo con su paso. Para el difunto, entonces,

Esa “salida al día” equivale (...) a un nuevo nacimiento, que es cotidiano, a imagen del sol.26

Y una vez cumplida su “jornada” durante el día, “vuelve a entrar después de haber salido” en el mundo subterráneo, donde se lleva a cabo el “juicio” en presencia de Osiris, dios del inframundo, y sus asesores. Mientras, se ve al dios Ra “recorriendo en su barca, bajo la tierra, las doce divisiones de la noche“ y pasar por la sala del tribunal de Osiris.27

Observando con atención las pinturas encontradas en las tumbas de los faraones, las de las reinas y las familias reales, las de los sacerdotes, los hierofantes y escribas, y otros personajes de alto rango, vemos bellos murales que reproducen el tránsito del alma en su viaje al “más allá” guiada por los dioses entre papiros y nenúfares sagrados en las marismas primordiales.


Difunto cazando en las marismas sobre una barca de papiro en su viaje
al “más allá”, significando su lucha contra las fuerzas del mal y el
caos con las que tropieza, acompañado por su esposa e hijo.
Tumba de Nebamon, dinastía XVIII, c. 1390-1353 a. C.
The British Museum, Londres.

Por otra parte, mencionar que en esas mismas tumbas se colocaban pequeñas maquetas con reproducciones exactas en miniatura de los jardines adyacentes a las residencias reales, los palacios y templos, para que el difunto gozara de su jardín en el otro mundo. Dice una inscripción encontrada en una tumba:

...tu corazón se regocija con tus árboles y se refresca bajo tus sicomoros; está satisfecho con el agua de los pozos que construiste para que durasen eternamente.28

Porche de una casa y jardín con estanque y árboles.
Tumba de Maketra. Metropolitan Museum, Nueva York.

Ahora bien, solía haber dos tipos de templos en el antiguo Egipto: el templo dedicado a un dios o a un grupo de dioses y el templo como lugar de culto a un faraón difunto, divinizado. Dice Federico González Frías en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos que:

La figura del Faraón es el símbolo más cosmizado y radiante de todo el andamiaje que vertebra la cultura egipcia. Es por cierto el punto central de conexión entre lo humano y lo divino. Ella abarca todos los ámbitos del ser, y encarnando la vitalidad de lo solar mantiene así el curso del tiempo y la vida. Todo va a dar en el Emperador y todo de él retorna a través de funcionarios que constituyen a su vez filtros para su irradiación, que de no ser controlada convertiría a todo en llamas, es decir, que negaría su aspecto vivificante.29

En el pequeño templo de Abu Simbel, dedicado a Hathor y a
Nefertiti, un relieve muestra a los dioses Horus y Seth
coronando a Ramsés II. La escena representa la unión
de las Dos Tierras de Egipto en torno al faraón.

Ambos templos contenían jardines sagrados. Por lo que no sólo es por las tumbas que conocemos acerca de la vida de los faraones y su realidad transitoria aquí en la tierra, sino también por esos templos, palacios y jardines en cuyas paredes, muchas veces, aparecen pintados en vivos colores dioses y reyes entre jeroglíficos rememorando sus hazañas y cacerías entre animales, plantas y árboles sagrados en sus jardines reproduciendo escenas de su vida cotidiana, sus mitos y el viaje del alma al “más allá” junto a sus dioses Osiris, Isis, Amón, Amón-Ra, Thot, Horus, Anubis, Ptah, Maat, Hathor, Neftis, etc., etc., etc. Señalar, por tanto, la importancia que tienen los reinos vegetal y animal para esta gran cultura en la que los animales y ciertas plantas eran manifestaciones de los dioses con las que se identificaban plenamente. Para los egipcios,

Un animal vivo puede ser el ba de un dios; por ejemplo, el halcón para Horus (...) y el carnero para Amón-Ra; entonces, la cualidad divina se ha encarnado en el animal y se manifiesta bajo esta forma.30

Sucede, igualmente, con el ibis para Thot y los toros sagrados llamados Apis y Mnevis, venerados como dioses, considerados el alma de Osiris, y así en más con todos los dioses y entidades divinas del complejo y extenso panteón egipcio. Esa visión sagrada de la naturaleza y la identificación del hombre con todo su entorno conformaba un microcosmos expresado fundamentalmente en el jardín, como también se manifiesta u oculta en la arquitectura en “edificaciones que simbolizan al cosmos a cuya imagen y semejanza se habían plasmado”.31

La pirámide es un símbolo sustituto de la montaña, en el sentido de altura y elevación espiritual que ello significa.32
Los números que tocan a estas armoniosas y prístinas edificaciones hace años que se han investigado, y su relación con los fenómenos celestes, solsticios y equinoccios, y en particular con una medida mayor: la precesión de los equinoccios que se produce cada 25.920 años, que las antiguas Tradiciones conocían sin el apoyo que supone hoy la tecnología, o basadas en otros elementos, mucho más sencillos, y que igualmente sirvió para sus propósitos cosmogónicos.33

Pirámides de Cheops y Chephren. Litografía por David Roberts, 1838.
Egypt, Yesterday and Today. Stewart, Tabori & Chang, Nueva York.
Y señalar que,
Las Tradiciones Precolombinas calcularon este período en 26.000 años (redondeando el número) y también para sus investigaciones matemáticas más complejas, lo que culminó en sus calendarios.34

Hecho muy significativo éste, siendo como eran ambas tradiciones, la Hermética y la Precolombina, descendientes de la tradición Atlante, ubicada en la isla-continente desaparecida bajo las aguas del océano y de la que habla Platón en el Critias, tradición considerada una rama secundaria y heredera directa en un momento del ciclo más caído, de la Tradición Primordial.

En cuanto a algunas de estas construcciones piramidales, diremos que también fueron levantadas como tumbas para grandes reyes y faraones, ocultando en su estructura ciertos misterios revelados a los “hierofantes y guardianes de la Sabiduría divina”, probablemente a través de proporciones y medidas relacionadas con profundos conocimientos matemáticos, geométricos y astronómicos, todo ello con el fin de que no se perdieran.


Vista del Gran Pórtico de Philae, Templo de Isis. Litografía por David Roberts, 1838.
Egypt, Yesterday and Today, Stewart, Tabori & Chang, Nueva York.

Siendo todo simbólico y sagrado en una cultura tradicional, no debe sorprender que los templos fueran una imagen del cosmos, pues es claro que sus enormes columnas pintadas y talladas con jeroglíficos e imágenes de los dioses reproducen otros mundos, invisibles, y también proporcionan claves y señales, invocaciones y “formulas” para el viaje post mortem que emprende el alma o ba del difunto al ir atravesando los mundos intermediarios entre la tierra y el cielo, hasta coronar el recorrido en la cúspide del eje vertical, simbolizado por sus capiteles en forma de flor de loto, o bellamente rematados en forma de cabeza de vaca, figurando a la diosa del amor, Hathor, a veces llamada la “Dama del Silencio” o la diosa de la Sabiduría divina, Isis, hija de Hermes, esposa de Osiris y madre de Horus. En Tebas se la ve representada en una pintura como una hermosísima vaca saliendo de una montaña tupida de papiros, planta eminentemente protectora ya que se dice protegió a Horus en su infancia de la persecución de su tío Set–Tifón.


Isis, o Hathor, en forma de vaca emerge entre
papiros de una colina que representa la Necrópolis
Tebana. Libro de los Muertos del Papiro de Ani.
Dinastía XIX a. C. The British Museum, Londres.
Isis es, pues
La diosa egipcia que representa a la gran madre, es la esposa de Osiris y la madre de Horus. Se la suele representar con cuernos y el disco solar entre ellos; asimismo como mujer con cabeza de vaca, escorpión o leona, sobre ella el trono; también como fémina alada con asimilaciones con Mut y Hathor. Osiris está asociado con la constelación de Orión y ella con Sothis (Sirius). En verdad el nombre sería Ast que quiere decir trono, e Isis es su traducción al griego arcaico, según parece.35

Relieve de la diosa Isis escoltada a ambos lados por Anubis,
guardián de los dioses, al pie del sarcófago de Ramsés III,
dinastía XX. Museo del Louvre, París.

Además, Isis “protagoniza mitológicamente una de las más grandes historias de amor y su mito llegó a ser importantísimo en el mundo griego y romano, recogido por Plutarco”.36 Mito que hemos ido citando a lo largo de este trabajo. En su extenso y profundo Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, Federico González Frías hace esta breve síntesis:

Osiris, rey del mundo, enseñó a los hombres las artes y las ciencias, pero era envidiado por su hermano Set, el que lo asesina y despedaza su cuerpo arrojando sus fragmentos al río Nilo. Isis ayudada por Thot busca los trozos por todo el reino juntando los pedazos dispersos. Asistida igualmente por Anubis realiza esta operación; aunque no es capaz de encontrar el falo, comido por un pez. No obstante por medios mágicos un pájaro reanima a su esposo y la diosa queda embarazada de su hijo Horus, conformando de modo conjunto la más grande tríada egipcia. Su culto después del período ptolemaico se extendió por todo el Mediterráneo como Diosa Primordial idéntica a Deméter aunque más tarde se la confunde con Afrodita; reina con toda su carga de fecundidad que la vincula asimismo con la agricultura junto con su paredro Osiris.37

Por tanto, afirma Plutarco:

Isis es, pues, la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda generación. Este es el sentido en que Platón la llama ‘Nodriza’ y ‘Aquella que todo lo contiene’. La mayor parte la llaman ‘Diosa de infinitos nombres’, porque la divina Razón la conduce a recibir toda especie de formas y apariencias. Siente amor innato por el primer principio, por el principio que ejerce sobre todo supremo poder, y que es idéntico al principio del bien; lo desea, lo persigue, huyendo y rechazando toda participación con el principio del mal. Aunque sea tanto para el uno como para el otro materia y habitáculo, se inclina siempre voluntariamente hacia el mejor principio; a él se ofrece para que la fecunde, para que siembre en su seno lo que de él emana y lo semejante a él. Se regocija al recibir estos gérmenes y tiembla de alegría cuando se siente encinta y llena de gérmenes productores. En efecto, toda generación es imagen en la materia de la substancia fecundante, y la criatura se produce a imitación del ser que le dio la vida.38

Manuscrito alquímico, s. XVI. Manchester.

Anotar aquí que todas las diosas son imagen de “la Diosa” en sus múltiples facetas y aspectos. Hathor es la diosa del amor y la alegría, la embriaguez, la danza y la música, majestuosa diosa que los griegos reconocieron como Afrodita, aunque entre los egipcios esta diosa podía adoptar muchas formas, “múltiples nombres” e “incontables manifestaciones”, como sucedía con la diosa Isis cuya iconografía es tan variada como la de la diosa Hathor. Lo que hace que Hathor esté íntimamente vincula con Isis, la gran diosa madre, protagonista de la pareja primigenia, como ya señalamos, madre de Horus y esposa de Osiris, dios civilizador por excelencia, equiparado también al sol o Ra.

En cuanto a Neftis, asociada a la diosa Afrodita de los griegos y hermana de Isis, dice el mito que en una ocasión, habiéndola confundido Osiris con Isis, yació con ella procreando un hijo, Anubis. Pero Neftis, por temor a Set que era su marido, ocultó al niño tan pronto le dio a luz. Al enterarse del asunto, Isis se puso en su búsqueda y guiada por unos perros, animal psicopompo por excelencia, lo encontró después de “grandes y difíciles penalidades; ella se encargó de alimentarle y luego se convirtió en su acompañante y guardián”. Es más “se dice que [Anubis] fue destinado a guardar a los dioses de la misma manera que los perros guardan a los hombres”.39

En nota a su traducción del libro Isis y Osiris ya citado, Mario Meunier agrega que,

En la leyenda osiriana, tras haber ayudado Neftis a Isis a enterrar a Osiris, se le concibió [a Anubis] como divinidad funeraria. Era el que abre los caminos, asistiendo a la operación de pesar el corazón. En este aspecto se parecía a Hermes psicopompo o conductor de las almas entre los griegos.40

Anubis, pesando el corazón del difunto.
Libro de los Muertos de los antiguos Egipcios.

Si recordamos, nuevamente, lo que dijimos en el Prólogo, veremos que allí apuntábamos, brevemente, que la vida entera de los egipcios —sus mitos, ritos y símbolos—, giraba en torno a la simbólica de su río sagrado, el Nilo, y a la crecida de sus aguas que inundan y fecundan ambos lados de toda la franja fluvial que corre desde el desierto del sur del Alto Egipto hasta las fértiles marismas del Bajo Egipto que desembocan en el mar Mediterráneo, en el norte. Tanto es así que el calendario de los antiguos egipcios se organizaba alrededor de la crecida del río que marcaba el comienzo del año oficial coincidiendo con la aparición helíaca de la “Estrella del perro”, la más brillante de las estrellas vista desde la tierra, llamada así el alma de Isis por los griegos y también Sothis o Sirius, “la grande del cielo meridional, que asegura la protección de su hermano Osiris”,41 nombre que los antiguos egipcios daban a la reluciente estrella, identificada plenamente con Isis. Razón por la cual dividían el año en tres estaciones de cuatro meses: siembra, cultivo y recolección. La siembra, por tanto, coincidía con el final de la crecida periódica del río Nilo que iba

destruyéndolo todo a su paso por la inundación de sus aguas que luego, al bajar, dejan un ‘limo’, una tierra fértil fecundada por ellas que será el abono para la regeneración de la tierra.42

De hecho,

La aparición de Sothis o de la estrella de Isis coincidía exactamente con las primeras crecidas del Nilo. Esta estrella era para los egipcios, según Porfirio, (“De Ant. Nymp”, 24), principio de la generación en el mundo. En efecto, marcaba o iniciaba el momento en que Isis (Egipto) es fecundada por Osiris (el Nilo).43

Diosa estelar, posiblemente Sopdet, nombre que se daba a la
estrella Sirius, vincula a Isis. Tumba de Seti I, c. 1300, a. C.

Estaciones importantísimas cuando consideramos que esta cultura dependía totalmente del agua de su río sagrado y de sus crecidas, y también de los canales, aljibes y acequias construidos para distribuirla en tiempo de sequía, asegurando el cultivo de toda planta y yerbas medicinales para los ritos cotidianos. Decíamos que este excepcional río, “cuyos orígenes misteriosos estaban en el cielo”44 corría de sur a norte dividiendo esta tierra en Alto y Bajo Egipto, “que se representaban respectivamente con una pluma blanca y una pluma roja en cada una de las coronas que usaban no sólo los dioses sino algunos de los más altos dignatarios”.45 Dualidad que era conciliada por el símbolo de los papiros y cañas amarrados por Hapy, el andrógino, “personificación de la crecida benéfica del Nilo”.46


Hapy, relieve en la base del trono de una estatua
de Ramsés II. Templo de Luxor, dinastía XIX.

Dice el conocido egiptólogo Jean-Pierre Corteggiani en El Gran Libro de la Mitología Egipcia que Hapy era

Percibido como una resurgencia del Nun, reúne en él los dos elementos complementarios que son parangón de la fecundidad y explican el muy reconocible físico andrógino que se le otorgaba: “Es el padre de los dioses y [también] la madre [...], y su sobrenombre es “La Mujer”. Es la matriz en la cual se vierte la simiente de todo lo que ha surgido [del Nun]. Es el Gran Hapy, padre de los dioses, es Nun, es [por lo tanto] la figura de Hapy, de la cual una mitad es hombre y la otra mitad mujer. [El agua que es el hombre], la colina emergida es la mujer. Es [por lo tanto] el padre y la madre” se puede leer en el tratado cosmogónico del papiro demótico Berlín 13603.47

En otras palabras, Nu o Nun es

El Océano Primigenio, el agua de la que nace cualquier cosa o elemento creado que se encuentra en ella de modo indeterminado, tal el Caos Primordial. El Padre de los dioses, pues ellos existían en él de modo germinal.48

Igualmente es,

Hogar del dios Amón que un día decide levantarse de las aguas, generando de este modo la idea de Universo, la Nada y la Totalidad.
En tercer lugar, de entre los muslos húmedos de Amón, nace el sol y deviene así todo lo creado en el modo como lo conocemos, bajo la forma de Amón Ra.
Se lo representa con los brazos levantados sosteniendo la barca de la vida. Posiblemente originario de Hermópolis.49

Nun, el Océano Primordial, porta la barca solar de donde
nace Ra, el Sol. Ilustración del Libro de los Muertos,
The British Museum, Londres.

Posibilidad ésta que nos lleva a preguntarnos: ¿cómo eran esos espacios consagrados a la naturaleza, los jardines simbólicos, en los que los egipcios recreaban el universo?

En un magnífico y profundo librito, Le jardin des pharaons,50 los autores Esther Wolff y François Felber nos abren todo un mundo, extraordinario y desconocido para nosotros, describiendo cómo eran estos jardines del antiguo Egipto, y su simbólica, alrededor de los cuales giraba gran parte de la vida cotidiana de los faraones y su familia. Descrito con todo detalle y con bellas imágenes recogemos algunas ideas que vierten luz sobre estos extraordinarios espacios sagrados íntimamente relacionados con su visión del mundo.

Se dice en este estudio que los jardines se ubicaban contiguos al palacio, al templo y a la residencia particular y que estaban construidos generalmente a la par de un canal, o del río Nilo, para su irrigación. Eran espacios cerrados rodeados por paredes de ladrillo cocido, como de tres metros de altura, a los que se accedía por una puerta que tenía la función de proteger la intimidad de sus moradores y la de separar el espacio sagrado y ordenado interior, del espacio caótico y profano exterior. En el centro del jardín solía haber una magnífica alberca rectangular o en forma de T rodeada de papiros sembrados de manera simétrica sobre el limo dejado por la bajada de las aguas del Nilo, “recordando a sus habitantes el origen de la vida y las marismas primordiales”. Todo el espacio estaba organizado alrededor de este punto central de agua, origen de toda vida, en el que florecían los nenúfares azules y blancos, símbolos del Alto y Bajo Egipto respectivamente, donde nadaban peces de colores y patos de distinto plumaje. Las plantas allí cultivadas —especialmente los nenúfares y el papiro, como también los animales del jardín, principalmente los peces que vivían en el estanque central— estaban relacionados con la idea de la fertilidad y de un renacer permanente.51

Jardín de Nebamon. The British Museum, Londres.

A los lados, rodeando la alberca y sembradas en hileras se encontraban palmeras datileras, bellos y frondosos sicomoros que daban sombra y frescor al jardín, granados, viñas trepadoras, hiedra, mandrágoras, etc. Dice Diodoro de Sicilia que,

El descubrimiento de la hiedra se atribuye a Osiris, y a él la consagran, como los griegos a Dioniso. En la lengua de los egipcios dicen que la hiedra es llamada “planta de Osiris” y para la consagración la prefieren a la vid, porque ésta pierde las hojas, mientras que la hiedra permanece siempre verde.52

La mandrágora, por otro lado, fue muy apreciada por esta cultura, sin embargo, no era originaria de estas tierras. Desde el reinado de la reina Hatshepsut —quien hizo traer a Egipto toda clase de árboles de un lugar misterioso llamado “Tierra de Dios”, ahora Eritrea—, hasta al menos el reinado de Ramsés VII. Más adelante, los egipcios siguieron cultivando esta planta procedente ahora de la región de Siria-Palestina, por lo que “llegó a Egipto revestida de las virtudes que tenía en el mundo de la Biblia, donde se pensaba que provocaba el deseo sexual y, sobre todo, hacía fértiles a las mujeres”.53

De suerte que las flores aromáticas de esta planta sagrada llamadas también “manzanas del amor” por su similitud con las manzanas de oro de Afrodita, se las encuentra frecuentemente representadas en escenas íntimas del faraón y su esposa, especialmente en la soledad de sus jardines, aunque asimismo, y en ciertas ocasiones, en alegres reuniones de jóvenes y bellas muchachas bailando acompañadas de música de arpa, flauta y laúd ejecutada por otras mujeres, donde figuran oliendo ramos de flores de mandrágora.


Tumba de Nakht. Entre sus varias funciones, se dice que Nakht fue “astrónomo de Amon”,
escriba y sacerdote, durante el reinado de Tutmosis IV. Dinastía XVIII. Egipto, c. 1400 a. C.

Interesante señalar también que la mandrágora está asociada a la flor de loto por las bayas que son simbólicas para los egipcios dado su color dorado y forma ovoide casi perfectamente esférica. Y es por esto que es percibida como un sol en miniatura asociada por tanto al loto primordial, del cual leemos:

Esta flor nacida de las aguas turbias es en sí un esquema de la irradiación cósmica y de la pureza original de todo lo creado.54

Se contaba que el sol nacía cada mañana “del seno de un loto, como un niño recién nacido”, aunque Plutarco aclara que “ésta es sólo una manera de representar la salida del astro, y dejar entender que la actividad de su llama está alimentada por la humedad”.55 En su firme intención por transmitir a cabalidad los misterios de Isis y Osiris depositados en los símbolos, mitos y ritos por los hierofantes y sabios, guardianes de la sabiduría divina, Plutarco deja bien claro que

Tantas veces cuantas oigas lo que la mitología egipcia relata sobre los dioses: que anduvieron errantes, que fueron desmembrados, que sufrieron innumerables tormentos parecidos, tendrás que recordar lo que hemos dicho, no creyendo que todo ello hubiera sucedido de la manera que se cuenta. (...)

Ya que,

precisa acoger y aceptar sobre los dioses, lo que de ellos relatan y explican los espíritus que unen el sentido religioso al filosófico. Conservando en la práctica la observancia de las prescripciones relativas a las ceremonias santas, creyendo que nada podría ser más del agrado de los dioses que tener sobre ellos verdaderas opiniones, (...) [y] evitar un mal al que hay que temer tanto como el ateísmo: la superstición.56
Habiendo señalado esta importante cuestión aplicable a la percepción equívoca que se pueda tener sobre lo que relata la mitología acerca de los dioses, volvamos a la descripción del jardín egipcio según relatan los autores Wolff y Felberg. Cuentan que éste “estaba bien estructurado, construido acorde a reglas inmutables, principalmente la de la simetría”. Esto obedecía no sólo a funciones prácticas de cuido, riego y otras facilidades, sino esencialmente a razones cosmogónicas, es decir a la representación de la lucha permanente contra el retorno al Caos Primordial. Idea que permanece viva en el imaginario de esta antigua cultura, por lo que no se dejaba ni un espacio al azar ni al crecimiento espontáneo de cualquier flor, orden que se traducía en esta lucha constante contra el caos y la firme voluntad de domesticar la naturaleza acorde a un orden instaurado por la Inteligencia donde “las plantas y flores están dispuestas de modo ordenado por la mano del hombre”.57 De suerte que la simetría encarnaba el símbolo del equilibrio tan importante para los egipcios, representada por la diosa Maat, la que lleva la pluma de avestruz sobre la cabeza y que “es ante todo la personificación del orden universal establecido por el demiurgo en el momento de la creación y la garante de ésta”.58

Nakht, escriba real, y su esposa en adoración a Osiris y a la diosa Maat, en un jardín simbólico.
Libro de los Muertos de Nakht, dinastía XVIII (c. 1550-1295 a. C.). The British Museum, Londres.

Apoyándonos nuevamente en lo que dice nuestro querido y sabio mentor en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, leemos:

Las leyes de la simetría incluyen las de la analogía, las equivalencias, y a otras indefinidas relaciones particulares entre las cuales mencionaremos al eco, la sombra, los pistones de un motor, y a todas las dialécticas posibles, lo que, sin duda, no es poca cosa.59

De aquí que el jardín fuera una imagen del cosmos

en el cual se manifestaba la vida de los dioses encarnada en la vegetación pero principalmente en ciertos árboles sagrados.60

Los egipcios creían que varias de sus divinidades se manifestaban en determinados árboles sagrados, íntimamente relacionados con ellos. Consideraban que éstos eran receptáculos de las fuerzas cósmicas que conforman la Naturaleza.

En el árbol están presentes todas las características de la creación; por lo que él la simboliza, tal los numerosos símbolos del Árbol de la Vida, común a distintas Tradiciones.61

Pintura de la tumba de Pashedu, honrando una
palmera datilera, al lado del canal.
Deir el-medina, dinastía XIX.

Si bien, en algunos textos, se dice que el sauce estaba consagrado a Osiris, ya que luego de ser asesinado y despedazado por Set–Tifón, su cuerpo yació bajo este árbol. En su libro Los Misterios de Isis y Osiris, Plutarco apunta que fue bajo un tamarisco donde recaló el cofre que contenía el cuerpo de Osiris. Dice el mito que Tifón, ingeniándose constantemente formas de asesinar a Osiris, por la envidia y el odio que le tenía, había mandado hacer un “cofre soberbio y notablemente decorado” que presentó en un festín en honor a Osiris a la vuelta de su recorrido por la tierra para civilizarla. Ante los invitados que en realidad eran sus cómplices, Tifón prometió, con cierta ironía, que lo regalaría a aquel que cupiera en él perfectamente. Habiendo indagado anteriormente las medidas de Osiris para su confección, hizo que cada uno de los invitados entrara en él pero ninguno de ellos hallaba adecuada la medida. Al llegar el turno de Osiris tendiéndose en su fondo “tan largo como era”, inmediatamente todos acudieron a sellar el cofre con clavos y plomo. Una vez completada la operación llevaron el cofre al río, dejándolo navegar hasta el mar. Se dice que los Panes y Sátiros que vivían en los alrededores de la boca Tanítica (Maldita), propagaron la noticia de lo sucedido corriendo el pánico y el espanto entre la muchedumbre. Informada Isis del suceso, en el lugar mismo donde recibió la noticia “se cortó un rizo de sus cabellos, cubriéndose de luto”. La diosa, entonces, erró por todas partes en busca del cofre presa de gran angustia sin acercarse a nadie ni emitir palabra. Por fin se encontró con unos niños a los que interrogó acerca del paradero del cofre.

Sucedió que aquellos niños lo habían visto y le indicaron la boca por la que los amigos de Tifón habían conducido aquel féretro hasta el mar. De ahí que en Egipto se atribuya a los niños de corta edad la facultad profética, y se deduzcan presagios de las palabras que pronuncian cuando juegan en los templos, y que sus labios emiten al azar.62

Poco después Isis fue avisada que el cofre había llegado a Biblos y que las olas lo habían empujado hasta el pie de un tamarisco. Y cuentan que en poco tiempo dicho arbusto había tenido “un magnífico y activo crecimiento”, y abrazó dicho cofre y creció a su alrededor hasta ocultarlo en su interior. Entretanto,

El rey de aquellas tierras, maravillado por el desarrollo de aquel arbusto, ordenó que cortasen su tronco, que contenía aquel cofre invisible, e hiciesen con él una columna para sostener el techo de su palacio. Sabedora de este hecho por mediación de un viento divino, según se dice, Isis partió para Biblos.63

Cofre con el cuerpo de Osiris oculto en el tamarisco,
árbol sagrado y centro del mundo.

Por una serie de sucesos mágicos seguramente provocados por la diosa, Isis llega al palacio a instancias de la reina quién la hace su íntima amiga y la nombra nodriza de su hijo pequeño.

Para lactar al niño, en lugar de acercarle el seno, Isis metía un dedo en su boca. Durante la noche quemaba cuanto de mortal contenía su cuerpo. Dícese, asimismo, que a veces Isis se convertía en golondrina y volaba gimiendo alrededor de la columna que sustentaba el techo. Esto duró hasta que la reina, que espiaba a la Diosa como pasatiempo, lanzó agudos gritos al ver que quemaba a su hijo, y privó a este último del privilegio de la inmortalidad.64

Revelando, entonces, su cualidad de diosa, Isis pidió la columna que sostenía el techo, desprendiendo sin ningún esfuerzo aquel tronco de tamarisco y lo cortó. Lo cubrió con una tela fina y “lo ungió con perfume esencial y lo confió a manos del rey y la reina”. Y cuentan que, desde entonces, ese trozo de madera encerrado en el templo de Isis es objeto de veneración para los habitantes de Biblos.


Templo de Isis en la isla de Philae. Frente al templo, el kiosko de Trajano.
Litografía por David Roberts,1838. Egypt, Yesterday and Today,
Stewart, Tabori & Chang, Nueva York.

Tan pronto Isis encontró el féretro “se dejó caer sobre él sollozando” y ayudada por el hijo mayor del rey, lo colocó sobre un navío y se lo llevó. Apenas Isis se encontró sola, abrió el cofre, puso su rostro sobre el de Osiris, lo besó y lloró. Pero, dado que Isis debía emprender camino en busca de Horus que había sido educado en Buto, ciudad del Bajo Egipto, donde ella lo había dejado al cuidado de la diosa Uto u Outit —identificada por los griegos con la diosa Leto— para protegerlo de las emboscadas de Tifón, dejó depositado el cofre en un lugar apartado. Sucedió que una noche Tifón “iba de caza a la luz de la luna” encontró el cofre, reconoció el cuerpo y lo cortó en pedazos dispersándolos a todos los vientos. Ayudada entonces por Anubis, como ya se ha señalado, la diosa reunió las trozos dispersos de Osiris levantando una tumba en cada lugar donde encontraba un miembro de su cuerpo. Ella quería que Osiris recibiera todos los honores en cada ciudad del reino, y en caso de que Tifón llegara a vencer a Horus en alguna escaramuza, se equivocara al buscar el auténtico sepulcro de Osiris. Se cuenta que “la única parte del cuerpo de Osiris que Isis no pudo hallar fue el miembro viril”. Tifón se lo había arrancado y lo tiró al río donde unos peces se lo comieron. Por lo tanto, para sustituir el miembro, “Isis hizo una imitación, consagrando de este modo el Falo, cuya fiesta celebran todavía los egipcios”.65

Ya señalamos más arriba que Plutarco hace hincapié sobre la importancia de la comprensión cabal de estas “historias”, por lo que no deben entenderse literalmente pues son simbólicas. Nos hablan de varias cosas a la vez, pero básicamente de la cosmogonía, es decir, de los distintos períodos cíclicos, arquetípicos, de la iniciación y de las conjunciones y oposiciones entre las dos energías cósmicas que conforman el equilibrio del universo, que se unen por amor para volver a separarse produciendo disoluciones y transformaciones necesarias para la regeneración del orden del conjunto. La creación se está haciendo constantemente puesto que está inacabada, como el hombre, a quien le corresponde, por la intelección de este entramado de energías divinas y vivas que anidan en su interior, reunir los aspectos dispersos de sí mismo en el corazón de su microcosmos, su centro, análogo al centro o corazón del macrocosmos, donde estas energías se equilibran, finalmente, devolviéndolo todo nuevamente a la Unidad del Ser y alcanzando finalmente la paz.

Habiendo hecho esta aclaración, continuemos indagando sobre la simbólica de los árboles sagrados del antiguo Egipto. En la ciudad de Edfu, el sauce también estaba vinculado a Horus, ya que en el templo aparece una representación del halcón, animal símbolo de Horus, posado sobre ese árbol durante la creación.66 Pero no siempre es claro el vínculo de una determinada deidad con un árbol en particular, dado que varias eran las diosas asociadas a diversos árboles.

Entre todas las plantas que crecen en Egipto, se dice que la persea es la que particularmente se halla consagrada a Isis, porque su fruto se parece a un corazón y su hoja a una lengua. En efecto, entre todos los bienes que son propiedad natural del hombre, ninguno tan divino como la palabra, sobre todo aquella que se dirige a los dioses.67
Algunos señalan que Thot, el escriba divino, estaba vinculado a la palmera datilera, llamada árbol ished, aunque se dice que durante mucho tiempo este árbol sagrado se confundió con la persea, árbol consagrado a Isis, y cuya hoja se parece a una lengua, como dijimos, razón por la cual este árbol ished está estrechamente relacionado a Thot, “el inventor nada menos que del lenguaje”.

Thoth, escriba divino. J. F. Champollion,
Panthéon Égyptien, 1823.
Soy Thot, el escriba excelente, de manos puras, señor de pureza, que expulsa el mal, que escribe lo que es exacto, cuya abominación es la falsedad, cuyo cálamo protege al Señor del Universo, señor de las leyes, que da voz a los escritos, cuyas palabras han reorganizado las Dos Orillas.68
Soy el señor de la exactitud, testigo imparcial de los dioses, que pone aparte la palabra a fin de que permanezca, que hace proclamar justo a aquel cuya voz es ahogada. He apartado las tinieblas, he disipado el huracán, he dado la dulce brisa del viento del norte a Osiris Unnefer, como cuando salió del seno de la que lo trajo al mundo. Hago que Ra repose como Osiris y que Osiris repose como Ra; hago que él penetre en la caverna misteriosa para hacer que reviva el corazón de Aquel cuyo corazón ya no late, el alma santa en el Occidente.69

En el Gran Libro de la Mitología Egipcia de Jean-Pierre Corteggiani, se menciona que el árbol sagrado de Heliópolis, el árbol ished o dátil del desierto, “ocupa siempre un lugar concreto y que ha sido objeto de frecuentes representaciones”. Está claro por lo que se narra que este árbol, eminentemente solar, está vinculado a Ra, el Sol, y también a la realeza. Por tanto, también a Thot, al que se le describe como “el que establece la ordenanza, el sabio, el excelente, el exacto, el justo, el dios que reglamente este país”.70 En una escena mítica,

grabada en las paredes de los templos desde la XVIII dinastía hasta la época grecorromana, estaba destinada a asegurar al faraón innumerables años de reinado mediante la renovación sin fin de la fiesta de su jubileo. Por lo general, a ambos lados del árbol sagrado delante del cual el rey aparece arrodillado, o sentado, están de pie, Atum (en ocasiones Amón), Thot y Seshat.71 Con el cálamo en la mano, el Señor de Heliópolis, y los patronos de los escritos, las bibliotecas, y los anales reales escriben el nombre de coronación del rey sobre una especie de cartuchos ovoides. Los textos que acompañan la escena, sin precisar si se trata de hojas o frutos, se limitan a decir que los dioses escriben “sobre el árbol ished”.72

El dios Thot grava sobre una hoja, o fruto, del árbol sagrado isched,
el nombre de coronación de Seti I. Templo de Amón, Karnak.
Dinastía XIX, c. 1290-1279 a. C.

Y para ir concluyendo, se dice que el sicomoro o higuera egipcia estaba unido a las diosas Nut, Isis y sobre todo Hathor, también llamada “Señora del Sicomoro”. Muchos sarcófagos eran elaborados con la madera de este árbol sagrado, que los egipcios relacionaron con la muerte y la resurrección. En el interesante libro Los Jardines en la Antigüedad73 escrito por Santiago Segura Munguía, se explica que frecuentemente se representaba a la diosa Hathor saliendo de este árbol proporcionando agua, comida y sombra al difunto. Así mismo se solía pintar a la diosa Nut en el fondo del sarcófago abriendo sus brazos de manera que acogía y cubría en un abrazo al difunto, representando el ataúd el vientre de la diosa al que volvía el difunto tras su fugaz vida en la tierra.74

De los árboles frutales, la higuera sicomoro era de los más apreciados ya que su madera era incorruptible y guardaba un significado mítico. Se creía que dos sicomoros de turquesa estaban en la puerta central del cielo, imagen que se encuentra representada en el Libro de los Muertos de los antiguos egipcios donde aparece Thot conduciendo la barca solar con Ra y un toro joven emergiendo entre ellos.


Libro de los Muertos o La salida al día. Tercera parte, Transfiguración. Capítulo 109.
El difunto frente a los dos sicomoros de turquesa por los que sale Ra.

En el capítulo 109, “Fórmula para conocer las Almas del Oriente” se dicen estas palabras:

Conozco la puerta septentrional del cielo, cuyo Sur es el lago de las ocas khar y el Norte la extensión de agua de las ocas ro, donde Ra navega a vela y a remo. Soy el encargado de los obenques de la barca divina; soy el que rema, infatigable, en la barca de Ra.
Conozco los dos sicomoros de turquesa, entre los cuales sale Ra y que crecen entre los Levantamientos-de-Shu [los pilares de Shu] en esta puerta del señor del Oriente por la que sale Ra. Conozco este Campo de las Juncias de Ra;75 sus muros son de cobre; la altura de su cebada es de cinco codos, con espigas de dos codos y tallos de tres codos; (...) unos bienaventurados, de nueve codos de altura cada uno de ellos, lo cosechan junto a las Almas del Oriente.76

Senedjem y su esposa en los Campos de Ialou o Campos de las Juncias
o Juncos, lugar análogo a los Campos Elíseos griegos. Tumba
de Senedjem TT1. XIX dinastía, reinado de Seti I. Alto
Egipto, Tebas occidental, Deir-el-Medina.

Thot conduce a Ani ante los dioses en los Campos de Juncios.
El libro de la Salida al Día, El Papiro de Ani, descubierto
en la tumba de Ani en Tebas. XIX dinastía ca. 1250 a. C.

Y aproximándose cada vez más a esta puerta, que franquea la entrada a “otro mundo” donde está el Campo de las Juncias de Ra, el País de los Bienaventurados, el difunto que ha salido victorioso del juicio donde su alma ha pesado igual que una pluma, invoca un conjuro para poder conducir una barca en el “más allá”, del que citamos estas palabras:

Estoy parado en el puente de la Barca,
Al timón
Y la guío a lo largo de la Superficie límpida de las Aguas…
Así como mi Verbo de Potencia no queda sin fruto,
Así navego en esta Barca
Siguiendo las órdenes de este dios.
Heme aquí que recorro los caminos celestes con mi Barca
Y abro las Puertas de los Santuarios…
Verdaderamente me han sido concedidos los Campos de la Celeste Hermópolis
a título de Herencia.77

Y llegados a este punto, damos, pues, por finalizado este breve periplo por el pensamiento y los jardines de esta gran cultura, cuna de la Tradición Hermética, invocando poder subir, cuando llegue el momento, a esa gran barca conducida por Thot y Ra en el “más allá”.

NOTAS
1 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003. Ver en la web: Introducción a la Ciencia Sagrada.
2 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada Programa Agartha, ibid.
3 Ibid.
4 Federico González. Tarot. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Mtm editores, Barcelona, 2008. Ver en la web: El Tarot de los Cabalistas.
5 El Libro de los Muertos de los antiguos egipcios. Introducción, traducción y comentarios, Paul Barguet. Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao, 2000.
6 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Thot (egip.)”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Ver en la web: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
7 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada Programa Agartha, ibid.
8 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris. Traducción y notas Mario Meunier. Editorial Glosa, Barcelona, 1976. Ver en la web: texto. Las notas que aparecen a continuación (de la 9 a la 17) que aclaran aspectos del mito y traducen los nombres de los dioses griegos a sus análogos egipcios se han extraído del libro Los Misterios de Isis y Osiris, traducido y anotado por Mario Meunier.
9 “Rhéa es Nouit, diosa del cielo o del espacio de los cielos”. M. Meunier, ibid.
10 “Cronos es Gabou (Sibou), dios de la tierra”. M. Meunier, ibid.
11 “El sol es Rá, u ojo diurno del rostro celeste”. M. Meunier, ibid.
12 “Hermes es Thot, dios de la razón, de la medida y del verbo”. M. Meunier, ibid.
13 “La Luna es el ojo nocturno del rostro celeste. (...) Hay que observar fue Hermes, la razón determinante y el verbo creador, quien jugando a los dados con la Luna, es decir ejerciendo su pensamiento, prevalecía sobre lo indeterminado, permitiendo a Rhéa, madre de todos los dioses, dar a luz y manifestar todo cuanto estaba virtualmente encerrado en su seno”. Meunier, ibid.
14 “Al hacer coincidir la ordenación del tiempo con el nacimiento de los dioses, los egipcios quieren, tal vez, dejarnos entender que los dioses nacieron para manifestar en el tiempo aquello que está fuera de él, y ordenar el mundo de acuerdo con las leyes de la Inteligencia eterna. ¿Será así?”. M. Meunier, ibid.
15 “Las Faloforias eran procesiones en honor de Dioniso, que se celebraban en Grecia para honrar a este dios fecundador. El ‘Falo’ era elevado con gran pompa, como símbolo de la potencia generadora y actividad fecunda de Bacchos”. M. Meunier, ibid.
16 “Rhéa (o diosa del espacio de los cielos) fue por lo tanto fecundada por tres dioses, Rá (o el sol supremo de la inteligencia eterna) engendró a Osiris y Apolo; Hermes (o el verbo creador) engendró a Isis, y Cronos, o la tierra, Tifón y Neftis. Diodoro de Sicilia, I, 3, dice que de Cronos y de Rhéa nacieron cinco dioses cuyo nacimiento coincidió con uno de los cinco días adicionales del año egipcio. Estos dioses son: Osiris, Isis, Tifón, Apolo, y Afrodita. Osiris fue el cuarto rey de las dinastías divinas que reinaron primitivamente en Egipto, según se dice”. M. Meunier, ibid.
17 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
18 James Putnam. Los Egipcios, Cultura y Mitología. Traducción del inglés Victoria Simó. Evergreen, 2008.
19 A Harpócrates, “se le representaba con los atributos convencionales de la infancia: la trenza de cabellos sobre la oreja y el dedo en la boca. Los griegos lo imaginaron con un dedo sobre la boca, es decir, ante los labios, haciendo de él, como dice Plutarco, párr. 68 de este tratado, un símbolo de discreción y silencio. [“Bien sienta considerarlo como el que rectifica y corrige las opiniones irreflexivas, imperfectas, y truncadas tan extendidas entre los hombres en lo concerniente a los dioses”.] Harpócrates simbolizaba las incesantes renovaciones de la vida, la eterna juventud, todo cuanto rejuvenece perpetuamente debido a las alternativas de la vida y la muerte. Cuando Isis se trocó en Afrodita, Harpócrates fue asimilado a Eros”. Mario Meunier, en nota a su traducción del libro Los Misterios de Isis y Osiris, de Plutarco, ya citado.
20 El Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios. Cap. 181. Introducción, traducción y comentario de Paul Barguet, op. cit.
21 El Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios, ibid.
22 Ibid.
23 Ibid.
24 Ibid.
25 Ibid.
26 Ibid.
27 Ibid.
28 J. C. Hugonot. Le Jardin dans l'Egypte ancienne. Peter Lang, París, 1989.
29 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Faraón”, op. cit.
30 El Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios. Introducción por Paul Barguet, ibid.
31 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Arquitectura”, ibid.
32 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Pirámide”, ibid.
33 Ibid.
34 Ibid.
35 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Isis”, ibid.
36 Ibid.
37 Ibid.
38 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
39 Ibid.
40 Ibid.
41 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia. Traducción de José Miguel Parra Ortiz, Ed. La Esfera de los Libros, Madrid, 2010.
42 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Limo”, ibid.
43 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
44 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Nilo”, ibid.
45 Ibid.
46 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia, op. cit.
47 Ibid.
48 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Nu o Nun”, ibid.
49 Ibid.
50 Esther Wolff & François Felber. Le jardin des pharaons. Musée & Jardins Botaniques, Infolio éditions, 2016.
51 Ibid.
52 Diodoro de Sicilia. Biblioteca Histórica. I, 17. 4. Ediciones Clásicas, Madrid, 1995.
53 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia, ibid.
54 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Loto”, ibid.
55 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
56 Ibid.
57 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Jardín”, ibid.
58 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia, ibid.
59 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Simetría”, ibid.
60 Esther Wolff & François Felber. Le Jardin del pharaons, op. cit.
61 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Árbol”, ibid.
62 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
Agregar aquí que en relación a la predicción del porvenir por niños, en su obra Apología, Apuleyo ha dejado estas interesantes líneas: “Estoy íntimamente persuadido de que el alma humana, sobre todo si se trata del alma pura de un niño, puede, merced a la atracción ejercida por ciertos cantos, o bien por el efecto enervante de ciertos perfumes, alcanzar un estado de hipnosis y sumirse en éxtasis, hasta el punto de olvidarse de la realidad circundante. En tal estado, perdida la noción del cuerpo en que reside, puede recobrar su primitiva esencia y retornar a su propia naturaleza, que sin duda es inmortal y divina, y de este modo, inmersa en una especie de sueño, es capaz de presagiar el futuro”. Apuleyo. Apología. Ed. Gredos, Madrid, 1980.
63 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
64 Ibid.
65 Ibid.
66 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia, ibid.
67 Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, ibid.
68 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Thot”, ibid.
69 El Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios. Introducción, traducción y comentarios, Paul Barguet, Cap.182, ibid.
70 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia, ibid.
71 Señala Jean-Pierre Corteggiani en El gran libro de la Mitología egipcia, ya citado, que Seshat, es “la diosa de la escritura y los escritos, protectora de las bibliotecas”. Según este mismo autor, Seshat es una divinidad muy antigua, y se la suele representar, en algunas ocasiones, sentada junto a Thot, el escriba divino. Y como “Señora del arte de escribir, también lo es del trazado arquitectónico que precede a la construcción; los Textos de la pirámides la califican incluso de “Señora de los constructores” en el único pasaje que la menciona y que —resulta interesante señalarlo— la identifica con Neftys ocupada en “reconstruir” el cuerpo del rey “reuniendo todos sus miembros”.
72 Jean-Pierre Corteggiani. El gran libro de la Mitología egipcia, ibid.
73 Santiago Segura Munguía. Los Jardines de la Antigüedad. Edición a cargo de Javier Torres Ripa. Universidad de Deusto, Bilbao, 2005.
74 Ibid.
75 En nota al Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios, ya citado, Paul Barguet señala que: “Originariamente, el Campo de la Juncias de Ra es un lugar de purificación en el Sudeste del cielo (...); después pasó a ser una región subterránea gobernada por Osiris. Con frecuencia es designado, en las diferentes traducciones, bajo el nombre de ‘Campos Elíseos’, englobando la Campiña de las Felicidades”.
76 El Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios. Introducción, traducción y comentarios por Paul Barguet, ibid.
77 Fragmento del “Conjuro para poder conducir una barca en el ‘más allá’”, del Libro Egipcio de los Muertos. Extraído de Astronomía Hermética y Cosmografía, un recorrido por los símbolos del cielo y la tierra. Post: “Bitácora de una navegación celeste”. Ver en la web: Texto.
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