SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

RESEÑA SOBRE LA LUZ DEL INTELECTO
DE ABRAHAM ABULAFIA

ROBERTO CASTRO


Rueda del Tetragrama. Ilustración del libro
La Luz del Intelecto de Abraham Abulafia
“Alguien que no tiene fuente divina no es un hombre” (Abraham Abulafia).1
Es una gran alegría que, en estos últimos años, Ediciones Obelisco haya editado una cantidad notable de textos clásicos de la Cábala. Recupera obras de gran parte de los autores de referencia del libro Presencia viva de la Cábala de Federico González y Mireia Valls. Autores como Nahmánides, Azriel, Abulafia, Chiquitilla, Moisés de León o Luzzatto.

De entre ellos hemos querido enfocar nuestra atención en Abraham Abulafia y su obra La Luz del Intelecto.

En Presencia viva de la Cábala se nos habla de Abulafia como un cabalista en cierto modo incomprendido en su época. Ha sido con el paso del tiempo que se ha acabado reconociendo su obra y su enfoque, un enfoque muy dado a la meditación en la visualización del Árbol de la Vida sefirótico y que, ciertamente, hemos heredado hasta nuestros días gracias a Federico González que incorporó, casi podríamos decir como un apéndice del Programa Agartha, una serie de ejercicios de meditación y respiración impregnados de esta visión de Abraham Abulafia.

El autor, en el prólogo, comienza hablándonos de una idea que menciona a menudo en toda su obra: la Shefa, que como se nos indica en una nota al pie de página, se puede traducir como abundancia, prosperidad o también efluvio. Nos habla, pues, de los efluvios celestes:

Dado que el pensamiento humano dista mucho de comprender las cuestiones divinas que escapan a los ojos de la carne, y que la Shefa divina lo reclama y lo empuja con mucha fuerza a descubrir la naturaleza de su fuerza, es necesario que cada una de las personas de la especie humana que ha aprendido a ser prudente con su esfuerzo sea atraída por su forma, y de acuerdo con la forma en que la honorable Shefa presiona su pensamiento, influenciando así a los demás a través de su propia perfección. Y de acuerdo con lo que su intelecto coseche, así será la cosecha de su Shefa de acuerdo a cómo su mente se ha abierto y abstraído, así será el alcance de su influencia en su medida. Es decir, que su deseo de influir en los demás influirá de acuerdo a la pluralidad de conocimiento y abundancia de sabiduría que contenga. Si hay poco en su interior, es imposible que su influencia sea grande.2

El proceso iniciático es la transmutación del alma en un canal de luz, de la luz del Intelecto. Cuanto más pequeño te haces, cuanto más culminas la evaporación de tu ser individual, tanto más grande y real se hace este canal por el que se propaga el Intelecto divino.

Y el autor nos remarca la importancia que tiene el gesto de devolver lo recibido, el mismo que el de las tres gracias: dar, aceptar y devolver. Para poder recibir el efluvio celeste primero es necesario entregar tu individualidad, sacrificarla en sentido iniciático. Y tras recibirlo, el gesto de devolverlo:

Y a pesar de que la honorable Shefa de su presencia empuja a la realización contenida en el poder del pensamiento, si el destinatario no se ve impedido por los obstáculos internos o externos, el que la ha recibido desea dar de lo que ha recibido.3

Pero, como bien sabemos, la iniciación es un camino lleno de grandes dificultades y peligros, que amenazan con arruinar este propósito de ser un hombre que se amamanta de la “Fuente divina”. Y ahí Abulafia nos habla de la idea de fisura. Una fisura es algo insignificante al principio, pero que se acaba agrandando si no se la repara, pudiendo hacer naufragar la nave.

Las buenas acciones reparan las fisuras, pero si las fisuras no están reparadas con el poder del intelecto, es posible que los atacantes vengan y le causen todo tipo de daños. Y el atacante no encontrará obstáculos ya que la fisura permanece sin reparar, y la fisura llama al ladrón.4

Justamente en relación a estos tiempos que vivimos, Federico González dijo en una ocasión: “actualmente todos los demonios andan sueltos”. Y son esos demonios de la mente que te roban la concentración y van alimentando la fisura con el arte de la dispersión y de la distracción. Son como esos monos que vienen a robarte la comida, o que sencillamente vienen a molestar sin otra motivación que fastidiarte.

Y dado que la luz del intelecto es la causa primera que repara todas las fisuras, he compuesto este tratado para reparar cualquier fisura, y lo he llamado con el nombre de la Causa Primera, que es “Luz del Intelecto”. Y con la ayuda de la luz del intelecto iluminaré en mi tratado los ojos de los corazones de los Maskilim. Y ya que a la luz del intelecto se le atribuye el Nombre de la décima, la he dividido en diez, partes principales, y marcaré todas y cada una de las partes con las letras del alefato, y todas y cada una de las letras incluirán asimismo sendas letras que formarán un nombre o un grupo de sílabas, divididas en partes conocidas del discurso.
Y espero que con este libro se puedan beneficiar los iniciados en el estudio del Shem ha Meforash, y les ilumine en el camino de su conocimiento, hasta que el valor de este tratado sobre el conocimiento de Dios en el camino de la Cábala Profética alcance el valor que tiene el Maaseh Bereshit para el Maaseh Merkabah.5

Y, de repente, Abulafia nos regala esta bellísima síntesis de los diez capítulos de su libro que vemos en consonancia con las diez sefiroth del Árbol de la Vida cabalístico:

Y tras haber descrito las diez partes junto con sus apartados, incluiremos sus nombres en el mismo orden: la primera es “Reparador de fisuras”. La segunda es “La inclusión de todos los preceptos” y la tercera “El secreto de la lengua santa”. La cuarta es “Los misterios de las letras de la creación”. La quinta es “trinidad del habla”. La sexta es “La unicidad del Nombre”. La séptima es “El giro de las letras”. La octava es “El secreto de la vocalización del Nombre”. La novena es “El secreto a lo prohibido y lo permitido”. La décima es “La forma de la profecía”. Y tras haberlas mencionado todas, volveremos a interpretar cada parte en detalle, en función de lo que pueda ser interpretado por nuestro limitado intelecto, ya que confiamos en que el poder supremo despierte nuestro intelecto. De lo contrario no seríamos dignos de esta tarea.6

¡Qué mayor ámbito del pensamiento para reparar las fisuras que la comprensión de lo que Kether, la Unidad, significa! Y es que, ciertamente, sólo pueden haber fisuras cuando hay una vivencia de la dualidad como un fin en sí misma, cuando a la mente se le cuela el pensamiento dual y no lo reconoce como las dos caras de la misma moneda.

Otra idea simbólica que utiliza el autor es la del cercado. Tan cercado hay que tener el ámbito de lo sagrado respecto a lo profano, como a esas energías demoníacas de las que hablábamos, bien se encarnen en monos o en serpientes:

Este es el inicio de los pasos que ha de seguir aquel que busca honrar a Dios, no sea que se rompa la cerca en la que habita la serpiente, acostumbrada a morder a través de las fisuras, tal y como enseñó el sabio Salomón, según se dice en Eclesiastés [10:8]: “Quien cava una fosa, en ella cae, y al que demuele la cerca, le muerde la serpiente”.7

Ese espacio sagrado del pensamiento iluminado por el Intelecto divino bien puede también representárselo simbólicamente como un jardín al que cuidar:

Es necesario tener cuidado para evitar que los animales maleados entren en el jardín. Comprende inmediatamente que aquel que reciba la Emunah intelectual es sabio y la entiende por su propia razón. “Da al sabio y será aún más sabio; instruye al justo y crecerá en ciencia”. “No niegues tu beneficio a quien le es debido cuando está en tu mano hacerlo”.8

Así que siempre hay que estar velando, como dejó dicho el maestro Jesús. Siempre en guardia para que las fisuras no terminen por socavar la casa:

Y he aquí que todo sabio en su plenitud sabe que el beneficio que acumula por ser un Reparador de fisuras rotas es su forma de ser salvado de todo daño; y si la fisura era ligera pero a través de ella muchos fueron dañados y él logró repararla, entonces la esencia del beneficio volverá a él de forma más fortalecida y honorable.
Y si la reparación de la fisura beneficia tanto al individuo como al grupo en sus cuerpos o en su riqueza, tanto más el Reparador de fisuras se beneficiará en la salvación de las almas del individuo y del grupo. […]
De este modo obtendrán el beneficio de ser herederos de la sabiduría que trae la vida de las almas eternas.9

Aquí se habla, por supuesto, no de un beneficio personal o algo relacionado con el buenismo, esto es, que nos pasen cosas buenas en la vida; se habla justamente de la Shefa a la que nos referíamos al inicio: el beneficio para el alma de la luz de la Verdad, el beneficio de los efluvios celestes, que la sanan y le permiten volver a su Origen, dando fin a esa larga noche en que vagaba errante y perdida. Cuando está perdida porque está desconectada de la Fuente divina, que es su Origen, la casa en su sentido más profundo sufre muchísimo. Todo es sufrimiento alejada o desconectada de la Fuente; en realidad es una desconexión ilusoria, pero sí, en el mar del olvido el tormento del alma es inmenso.

Y, en última instancia, el beneficio más grande es la realización de la Identidad Suprema a la que se refiere el hinduismo y que Abulafia describe de esta manera:

La esencia del beneficio final de todos los beneficios, y el más honorable de todos ellos, no es otra que el logro de la auténtica vida eterna, pues la intención de los beneficios iniciales e intermedios no es sino llegar a este último. Una vez alcanzada la intención celestial, ésta es cumplida. En caso contrario, entonces la intención ha estado ausente y todo ha sido en vano.
Se sabe que el placer del beneficio definitivo en la existencia del hombre consiste en renovarse continuamente.10

¿Y qué es renovarse sino renacer? El iniciado es el que nace y muere a varias instancias. Primero llega a la existencia y, tras la muerte iniciática se produce el nacimiento a la verdadera vida; el alma emerge en su pureza y lo ve todo con el brillo de la verdad que emana de Kether, comenzando un ascenso que lo llevará a la plena realización del estado humano, y luego de otra muerte, renacerá a la vivencia de los estados universales o suprahumanos, que culminan en Kether, donde se opera la muerte a todo lo manifestado y el renacimiento a lo auténticamente Eterno e Infinito.

Sobre este renovarse continuamente, nos dice un personaje (Chuleta) de la obra de teatro Lunas indefinidas de Federico González:

En este camino se muere y se renace a cada rato y hay que tomar decisiones todo el tiempo. Esto se hace aboliendo todas las imágenes mentales. Llegando al vacío absoluto, a la Nada, a no ser ni esto ni aquello, ni lo uno, ni lo otro. A no identificarse con ninguna cosa. A no poder hablar, a ahogarse, a no respirar, a no sentir miedo, ni lo contrario.11

Y Abraham Abulafia nos sigue ofreciendo pistas:

Conocer que el objetivo definitivo de la existencia del hombre en el mundo se encuentra en la comprensión intelectual de la inteligencia primera, el intelecto primario supremo, que intelectualmente concibe todo lo que se encuentra bajo él, concibiéndolo de su propia sustancia e incluyendo a todas las cosas en su sustancia.
Has de saber que no es apropiado que seas ignorante, ya que eres encarnación de la imagen de Dios y encarnación de la semejanza de Dios.
Esto es para ser un conocedor de la iluminación y un maestro de los poderes espirituales naturales y del alma. Es por esta razón por la que fuiste creado. “Si aprendiste mucha Torah, no consideres que esto se encuentra a tu favor: por esto fuiste creado” [Avot II-40]. Por eso, aprende mucho y no seas ignorante como un animal con forma de hombre.
Si es cierto que sirves a tu fuente divina de acuerdo con tu tradición, entonces estás sirviendo al Eterno verdaderamente.
Puedes preguntarte, “Después de que un hombre haya alcanzado el nivel más alto y el propósito último, ¿cuál es el conocimiento que proporciona el Eterno ahora y qué necesidad hay de Él?” Mantente atento, pues te mostraré que el hombre necesita de los preceptos durante todos los días de su vida, ya que no fueron ordenados por el beneficio de su cumplimiento ni para hacer frente a la Mala Inclinación ni para mantener la Buena Inclinación.
Después de toda la vida de un hombre, las dos inclinaciones permanecen junto a él; y si no se guardan los preceptos, la intención del Eterno será trastocada en la persona; siendo posible que su naturaleza más baja gobierne su inteligencia aunque sea por un momento; y así perderá todo lo que ha conseguido en este mundo.
Aunque hayas alcanzado la perfección en un aspecto, nunca debes bajar la guardia en los detalles y principios.
Porque la parte de los cuerpos superiores existe en su esencia a partir de la existencia de la entidad llamada “todo” en el reino inferior. No sólo esto, la existencia de esta entidad llamada “todo” desde nuestra perspectiva es causada por la existencia del reino superior, porque el reino superior mantiene todo el reino inferior. Éste es el caso a pesar de que la realidad de la parte está en el todo y el todo está en las partes, porque nunca hay un cambio esencial en el reino superior, ni siquiera incidentalmente. Esto ocurre sólo en el movimiento de las entidades espaciales relativas según la naturaleza intrínseca de las esferas. Todo movimiento es alteración, pero no toda alteración es un movimiento.
Es conocido que el intelecto activo en nosotros es el señor de todos los mundos, y ninguno de los intelectos independientes se encuentra fuera de él. Si este intelecto interior dentro de nosotros fuera en realidad diez, seguiría siendo “un todo único” en la causa inicial de todos los niveles.12

De forma paulatina, esta obra nos va adentrando en un profundo estudio las ideas más elevadas de la Cábala apoyándose en la guematria, teniendo siempre presente las diez Sefiroth y la combinatoria de las 22 letras sagradas del alfabeto hebreo y siempre la presencia de la Shekinah.

Todo este estudio sobre la correspondencia alfabético-numérica en la Cábala está lleno de complejidad pero sobre todo de misterio. De hecho, Abulafia nos habla constantemente de la palabra revelación y de la palabra secreto.

El número de la Shekinah es 390 (השכינ“ה). Tras conocer el número general, guárdalo para siempre. Ya sea de forma explícita y comprensible o no, no lo olvides y grábalo en la tabla de tu corazón, puesto que te revelará los misterios de la Sabiduría. Esto se debe a que todas las cosas que se encuentran en la lengua y tienen el mismo número, guiarán tu mente hacia ella y te harán testigo de ella. Y si calculases el número general de lo masculino y lo femenino (זכר ונקבה) éste también será 390, por lo que rápidamente reconocerás a qué hace referencia el 390.13

Y queremos terminar esta reseña con un bellísimo texto del maestro cabalista, pero no del libro objeto de esta reseña, sino de su obra Sefer sitrê Tora, recogido en el mencionado libro Presencia viva de la Cábala:

Existe en el hombre una fuerza humana conocida con el nombre de “fuerza del despertar del sí mismo” y es la que despierta su corazón a actuar o no. Según esto el hombre halla en su corazón la fuerza que arbitra y decide, entre estas dos fuerzas contrarias, cuál de las dos lo conducirá y pondrá en movimiento los miembros que cumplirán las buenas o malas acciones. Es este principio el que explica que el hombre esté siempre en lucha, y que se bata con los pensamientos que habitan en su corazón, y son estas dos primeras fuerzas opuestas las que inician todo el encadenamiento de sus numerosos pensamientos, como dice el Sefer Yetsirah “El corazón del alma es como un rey en guerra…”. El hombre posee estas dos formas denominadas ya sea inclinaciones, o fuerzas, o ángeles, o pensamientos, o imágenes o de cualquier otra manera como quieras designarlas. De hecho, la intención es una y única, y lo esencial es llegar a [sentir] su existencia y conocer verdaderamente su esencia por las pruebas tradicionales o racionales, y distinguir entre sus dos maneras de ser, y comprender el gran foso que las separa según su grado, y saber si ambas no son sino una misma realidad, o dos realidades combinadas, y si son separables o no pueden separarse. Pues no es sino viendo su combate en nuestro corazón que conoceremos [efectivamente] que son dos y que actúan una sobre otra, y una en función de la otra, y es por ello que hay un tiempo para ésta y un tiempo para la otra; y para el instante, no hay sino un pequeño punto indivisible, que dura menos que un guiño, lo que se explica alusivamente por la expresión “hay un tiempo de Dios que es como un guiño”.14
NOTAS
1 Abraham Abulafia. La luz del intelecto. Ediciones Obelisco, Barcelona, 2018.
2 Ibid.
3 Ibid.
4 Ibid.
5 Ibid.
6 Ibid.
7 Ibid.
8 Ibid.
9 Ibid.
10 Ibid.
11 Federico González. Tres Teatro Tres. Editorial Libros del Innombrable, Zaragoza, 2011.
12 Abraham Abulafia. La Luz del Intelecto, ibid.
13 Ibid.
14 Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006. Versión online: Presencia viva de la Cábala.
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