SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

UNA HIPÓTESIS DE SOLUCIÓN
DEL ENIGMA DE SANSÓN*

FELICE VINCI
ARDUINO MAIURI

Sumario: Si el enigma bíblico de Sansón “Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura”, referido a la miel y a un enjambre de abejas que salió del cadáver de un león que había descuartizado con sus propias manos en Timnah, es reinterpretado a la luz de descubrimientos arqueológicos recientes en el valle de Timna –donde existía un santuario egipcio asociado a antiguas minas de cobre y a actividades metalúrgicas–, aquél parece esconder una metáfora relacionada con el mundo de la metalurgia, y especialmente, con la fundición de metales: el horno de fundición “devora” al mineral con fuego, emitiendo una especie de rugido similar al de los leones, y a continuación mana de él el cobre, cuyo color es parecido al de la miel silvestre. Esta hipótesis se confirma a través del examen de mitos y cuentos análogos difundidos en varias civilizaciones, comenzando por el del León de Nemea muerto por Heracles y acabando con el mito japonés en el que Susanoo mata a un dragón en cuya cola encuentra una espada considerada como uno de los tesoros de la dinastía imperial japonesa.

Palabras clave: Sansón, el enigma de Sansón, miel, valle de Timna, metalurgia, Heracles, el León de Nemea, Susanoo.

En este artículo intentaremos demostrar que el enigma de Sansón –con el que Sansón desafía a los invitados a su boda (“del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura”), acerca de un extraño león al que había descuartizado en Timnah con sus manos y de cuyo cadáver había salido luego miel y un enjambre de abejas–podría ocultar una sutil metáfora relativa a los hornos de fundición con los que se producían metales en la antigüedad.

De hecho, veremos que tal interpretación –que los hallazgos arqueológicos en el valle de Timna (a los que pasaremos revista brevemente) nos han sugerido, siendo ésta la localidad donde el Libro de los Jueces sitúa la historia– parece estar corroborada por el análisis de analogías relevantes con historias y tradiciones de culturas incluso muy distantes del mundo judío. Para dicho análisis hemos empleado una metodología basada en un nuevo examen crítico de fuentes no sólo bíblicas y clásicas, sino también procedentes de otros contextos literarios.

El episodio bíblico en el que se inserta el enigma de Sansón se encuentra en el Libro de los Jueces y forma parte de una narración más larga sobre Sansón, el último de los jueces de los antiguos israelitas:

Bajó Sansón a Timnah, y vio en Timnah a una joven mujer filistea. Cuando regresó, dijo a su padre y a su madre: “He visto a una mujer filistea en Timnah; os pido que me la toméis por esposa”. (...) Sansón bajó a Timnah con su padre y con su madre. Cuando llegaron a las viñas de Timnah, un león joven vino rugiendo hacia él súbitamente. El Espíritu del Señor vino sobre Sansón con poder, y él descuartizó al león con sus manos desnudas como quien despedaza a un cabrito. Pero no contó a su padre ni a su madre lo que había hecho. Bajó entonces y habló con la mujer, y ella le agradó. Algún tiempo después, cuando volvió para casarse con ella, dio un rodeo para ver el cadáver del león. Había en él un enjambre de abejas y miel, que recogió con sus manos y se fue comiendo mientras caminaba. Cuando llegó donde sus padres, les dio también a ellos, y ellos también comieron. Pero no les dijo que había cogido aquella miel del cadáver del león. Su padre bajó donde la mujer, y Sansón hizo allí un banquete, pues así suelen hacer los novios. Cuando apareció, le asignaron treinta compañeros para que estuviesen con él. Y Sansón les dijo: “Dejadme que os proponga un enigma. Si me podéis dar la solución dentro de los siete días del banquete, os daré treinta túnicas y treinta mudas de ropa. Pero si no podéis darme la solución, me tendréis que dar vosotros treinta túnicas y treinta mudas de ropa”. Ellos le dijeron: “Dinos tu enigma, que lo oiremos”. Él les respondió: “Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura”.1

Sansón desgarra al león. Catedral de San Lorenzo, Génova

Tras esta historia aparentemente extraña se suscita enseguida la sospecha de que se trata de una metáfora compleja cuyo significado real ha quedado oculto o se ha perdido con el paso del tiempo.

Parece revelador a tal respecto que en el valle de Timna, en territorio israelí 30 kilómetros al norte del golfo de Aqaba, el arqueólogo israelí Beno Rothenberg sacase a la luz en la segunda mitad del siglo XX los restos de una mina de cobre de la que se extrajo material ininterrumpidamente desde el Neolítico hasta la Edad Media. A destacar que Rothenberg halló un templo egipcio dedicado a Hathor, diosa de la minería, construido a finales del siglo XIV a. C. para los mineros egipcios (Rothenberg 1972, 1988); los miles de jeroglíficos, esculturas y joyas descubiertas prueban su importancia (Tebes 2007). En 2013, un año después de la muerte de Rothenberg, dio comienzo el “Proyecto del Valle Central de Timna” bajo la dirección de E. Ben-Yosef, de la Universidad de Tel Aviv, proyecto que da continuidad a los trabajos precedentes e incluye nuevas excavaciones y prospecciones diseñadas para abordar un conjunto de cuestiones críticas de la arqueología del Bronce Final y de la Edad del Hierro en la zona sur del Levante mediterráneo (Ben-Yosef et al. 2012, Beyth et al. 2013, Sapir-Hen y Ben-Yosef 2014, Erickson-Gini 2014, Kleiman et al. 2017, Ben-Yosef et al. 2017, Sukenik et al. 2017, Ben-Yosef 2018, Cavanagh et al. 2022, David et al. 2022a, b, Erickson-Gini 2023).

De ahí surgió, espontáneamente, la idea de que el enigma de Sansón podía ser interpretado en clave metalúrgica como metáfora del horno de fundición: de hecho, parece “comer”, “devorar” el mineral con fuego produciendo un ruido que recuerda al rugido de un león, y luego brota el cobre, que en realidad tiene un color similar al de la miel silvestre. “Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura”.2

Hay varias razones para apoyar esta tesis tanto en la Biblia como en los mitos y leyendas de otros pueblos, incluso muy distantes. En primer lugar, el personaje de Sansón parece estar precisamente muy relacionado con el fuego comenzando por su propio nombre, cuyo significado es “hombre del sol” o “pequeño sol” (Eynikel y Nicklas 2014); pero además, antes de su nacimiento milagroso, es anunciado a su madre (que hasta entonces había permanecido estéril) por un ángel del Señor, y éste, al final de un sacrificio, “cuando la llama se elevaba desde el altar hacia el cielo, ascendió en la llama”.3

Asimismo, “se fue y cazó trescientos zorros y los ató cola con cola por parejas. Luego ató una tea en medio de cada par de colas, encendió las teas y soltó a los zorros en las mieses de los filisteos. Incendió las gavillas y el trigo todavía en pie, junto con las viñas y los olivares”.4 Justo después, los filisteos quemaron vivos a su esposa y a su suegro: esto también encaja bien en la dimensión ígnea del famoso enigma.

Pasando ahora al mundo griego, el correspondiente del imprudente león asesinado por Sansón es el león de Nemea, protagonista del primer trabajo de Heracles.5 Vemos enseguida que este león también era muy extraño porque su pelaje era impenetrable, si bien el fortísimo héroe griego logra estrangularlo finalmente hasta la muerte.


Heracles y el León de Nemea. Ánfora ática de Cerveteri

Releyendo esta historia en paralelo con la de Sansón, salta a la vista que la metáfora es análoga y de hecho, en el caso del héroe bíblico, aparece mucho más explícita aunque cubierta con el velo del enigma (el cual, además, parece atestiguar el conocimiento de quien contó primero el episodio). Por otra parte, en la vasta casuística de las aventuras del héroe griego hay otra, heredada por la mitología romana, que también podría formar parte de una dimensión ígneo-metalúrgica: nos estamos refiriendo a la lucha de Hércules con el monstruoso y terrible Caco en una cueva del monte Aventino. Caco era un gigante enorme, ladrón y caníbal, que aterrorizaba a sus vecinos con sus fechorías hasta que tuvo la mala idea de robar algunos de los rebaños de Hércules, que había llegado al Lacio con los bueyes de Gerión. A pesar de su intento por despistar (Caco había arrastrado a los bueyes a su cueva haciéndolos caminar hacia atrás para que se confundieran sus huellas), Hércules le dio alcance, lo agarró y, levantándolo, lo apretó con tal fuerza sobrehumana que, como cuenta Virgilio, mientras el monstruo se ahogaba en el apretón mortal, los ojos se le salieron de las órbitas y la sangre se secó en su garganta.6


Hércules y Caco. Piazza della Signoria, Florencia

Y es siempre Caco quien, en su duelo dramático con Hércules, muestra una implicación que lo conecta directamente con el fuego (aparte del hecho de que había sido engendrado por Vulcano, el dios del fuego): en un intento de cegar a su oponente, comenzó a eructar repentinamente humo y llamas, hasta tal punto que su “gran cueva quedó llena de una nube negra”.7

En definitiva, la forma de luchar entre ambos, que culmina con la captura en la cueva de Caco y su estrangulamiento por parte de Hércules, parece muy similar a la aventura del león de Nemea, en la que Heracles persigue, caza y estrangula a aquel extrañísimo animal de pelaje impenetrable. Así, el paralelismo con el hipotético “león metalúrgico” asesinado por Sansón, del cual se extrae una “miel” que se corresponde con el cobre que sale del horno de fundición, es corroborado por el humo y el fuego en la cueva de Caco, la que podría ser el último recuerdo de una fragua primordial en las laderas del Aventino. Además, la relación de Caco con el fuego encuentra una confirmación significativa en su artimaña de robar animales haciéndolos caminar hacia atrás, o sea con el mismo truco ideado por Hermes, inventor del fuego,8 cuando, según el himno que Homero le dedica, robó las cincuenta vacas de Apolo.

Por otra parte, según Georges Dumézil, en los sacrificios del periodo védico había, además de dos fuegos principales (uno masculino, “cuadrangular”, y el otro “femenino”, circular), un tercer fuego, el “hambriento”, al que se consideraba un “devorador”, tenía funciones de guardia y debería identificarse con el Vulcano romano (Dumézil 1977, págs. 284-285).9 Por tanto, es razonable suponer que el fuego del horno de fundición con el que se producían las armas que protegían a la comunidad se incluía dentro de esta última categoría, la cual es muy adecuada para la metáfora del “devorador” que se halla en el enigma de Sansón. Además, esto hace que sea aún más significativo el sacrificio que oficiaba el Flamen Vulcanalis en homenaje a Maia el primer día del mes de mayo, pues confirma la estrecha relación entre la fragua del herrero que fabricaba las armas para la defensa de Roma y Maia, a quien en uno de nuestros estudios anteriores identificamos como la deidad tutelar secreta de la propia ciudad (Vinci y Maiuri 2017).

Dumézil también subraya la distinción entre los quirites (los ciudadanos ordinarios) y los milites (los soldados, es decir, los ciudadanos en armas) propia del mundo romano (Dumézil 1977, p. 108). Esto encuentra confirmación en el mito griego del nacimiento de Zeus en el que aparecen los Curetes, vinculados a los misterios de la metalurgia, así como, en una variante aportada por Károly Kerényi (Kerényi 1979, p. 410), ciertas abejas gigantescas llamadas melittai en griego cuya extraordinaria analogía con las “picas” de los soldados (milites en latín) no puede pasar inadvertida. Esta metáfora –que además nos permitiría proponer una etimología inédita de la palabra latina miles (“soldado”) y también del numeral mille (“mil”), ambas posiblemente derivadas de una alegoría sugerida por los enjambres de abejas– se puede encontrar también en Etiopía, donde una leyenda cuenta que, al nacer, el rey Lalibela estaba cubierto por un enjambre de abejas que era el símbolo de los soldados que más tarde lo defenderían (Jarzombek 2007).

La presencia de abejas en un contexto ligado a los misterios metalúrgicos también tiene un paralelo significativo en el Kalevala finlandés,10 según el cual el hierro proviene de leche negra, roja y blanca, lo que se corresponde precisamente con los tres colores tradicionales de la alquimia, nigredo, rubedo y albedo (que seguramente no por casualidad son los colores correspondientes a las distintas fases de la incandescencia del metal). De este modo, no es casual que el herrero Ilmarinen utilice la miel de la abeja Mehiläinen para templar el metal.

Se puede extender una interpretación similar a la que acabamos de indicar al mito japonés en el que el dios Susanoo –una figura que ha sido comparada con Sansón (de Santillana y von Dechend 2003, p. 205), cuyo nombre parece ser similar– mata y descuartiza a un dragón en cuya cola encuentra una espada, tan importante que fue considerada uno de los tesoros de la dinastía imperial japonesa (Marega 1938, p. 154, n. 218). Aquí también el aspecto metalúrgico es evidente, considerando además que Susanoo es hermano de Amaterasu, la diosa del sol.

En conclusión, a pesar de que este fascinante tema requerirá otras investigaciones y estudios en el futuro, hemos comprobado que el enigma de Sansón puede descifrarse fácilmente en términos de una metáfora metalúrgica de los hornos de fundición de cobre, como atestiguan los descubrimientos arqueológicos del valle de Timna. Esta nueva interpretación del enigma también encuentra confirmación en mitologías de otras culturas, incluida la griega (donde el león de Nemea corresponde al asesinado por Sansón), la romana, el Kalevala finlandés e incluso la mitología del antiguo Japón. Y no sólo eso, pues además creemos probable que estudios futuros puedan extender estas correlaciones también a otras mitologías.

Trad. Marc García

NOTAS
* La versión original en inglés de este trabajo, remitido por sus autores a SYMBOLOS, ha sido publicada en el nº 9 de la Athens Journal of Mediterranean Studies, ATINER, Atenas, 2023.
1 Jc 14, 1-14.
2 Este es el enigma en el lenguaje bíblico: לכאהמ אצי לכאמ (“del devorador salió comida”), זעמו אצי קותמ (“y del fuerte salió dulzura”).
3 Jc 13, 20.
4 Jc 15: 4-5.
5 Hesiodo. Teogonía, 327-332.
6 Virgilio. Eneida VIII, 260−261.
7 Virgilio. Eneida VIII, 258. Cf. Jármi (2013). La tradición heroica romana conserva cuatro testimonios importantes de la naturaleza divina del elemento fuego: el fuego fundador Céculo, el fuego ladrón Caco con su hermana Caca –la equivalente exacta de la diosa romana Vesta y de la griega Hestia– y el fuego guardián Cocles (ver más detalles en Haudry 2012).
8 Hermes es una figura central en el panteón griego: cf. Kuhle (2020). En Vinci y Maiuri (2022) se pueden encontrar consideraciones útiles acerca de su caracterización original como dios del fuego.
9 Sobre esta figura divina ancestral, ver Capdeville (1995).
10 La referencia en este caso es la runa novena, en la cual se narra el mito del origen del hierro.


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